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Prólogo

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«He estado escribiendo un libro sobre cetrería y sobre el adiestramiento de un azor», escribió T. H. White a su amigo y antiguo tutor de Cambridge L. J. Potts en 1936. Concluyó en tono pesimista que «nadie lo va a leer». En esto se equivocaba. Hoy El azor es un clásico literario, considerado por David Garnett, Sylvia Townsend Warner y muchos otros como el mejor trabajo de White. A ratos hermoso, salvaje, cruel, divertido, dulce y trágico, este diario sobre el adiestramiento de un azor es la historia de dos almas desesperadas y confusas que se enfrentan a terribles malentendidos.

En 1936 White renunció a su trabajo como director del departamento de Literatura Inglesa de la escuela Stowe, en Buckinghamshire, y se retiró a una cabaña alquilada en el campo en una granja cercana, donde acogió a un niego de azor macho que le habían enviado desde Alemania. Le encantaba estar rodeado de animales (culebras de collar amaestradas se paseaban por sus habitaciones en Stowe), pero nunca había cuidado de una rapaz antes, y los azores no son pájaros aptos para aprendices de cetrero. Son rapaces tímidas del bosque, inmensamente sigilosas y poderosas depredadoras, muy nerviosas y extremadamente difíciles de amansar. La cetrería, el antiguo arte de cazar animales salvajes con rapaces adiestradas, requiere de empatía, paciencia y habilidad. Es una tarea complicada y exigente que debe aprenderse de manos de un experto, no de los libros. White tenía una guía moderna sobre cetrería, pero decidió usar métodos del siglo xvii para entrenar a su azor. Veía la cetrería y su vida con el pájaro como un retiro al pasado, lo que le permitía crear en su imaginación un refugio seguro de un mundo moderno que se deslizaba hacia el caos y la guerra. Para él, el adiestramiento del azor era un rito de paso, la prueba que debía superar un caballero. A través de su propio sufrimiento, su paciencia y sus privaciones, adiestraría al azor de forma mágica. En la realidad, la experiencia fue dura para White, pero mucho, mucho más dura para el azor.

El azor es tanto una fábula sobre la individualidad y el ejercicio del poder como un libro sobre un hombre y un pájaro. Puede leerse como una investigación sobre la naturaleza de la libertad, de la educación, del poder, de la guerra, de la historia, de las clases, de la esclavitud, del paisaje inglés y del corazón humano, porque es todas estas cosas y más. Algunos, como Siegfried Sassoon, lo han considerado un libro sobre la guerra; otros, como una especie de oscuro romance: David Garnett lo consideró una historia «extrañamente parecida a algunas de las historias de seducción del siglo xviii». En los tiempos que vivimos de terrible destrucción del medio ambiente, puede leerse de manera muy útil como un libro acerca de la lamentable incapacidad de la humanidad para concebir la naturaleza como algo más que un reflejo de nosotros mismos. La infancia violenta y desprovista de cariño de White en India, las palizas que recibió en el colegio y la vergüenza que sentía por su sexualidad reprimida (durante toda su vida se debatió contra tendencias homosexuales y sádicas) son la clave de su relación con Gos. El azor era la persona que quería ser: feroz, libre, inocente, extraño y cruel. Se peleaba por civilizarlo como se había peleado por civilizarse a sí mismo. Pero también vio a Gos como una pequeña alma confusa y desconcertada como consecuencia de la crueldad del mundo que lo rodeaba, algo muy parecido a lo que él era de niño. Estos conmovedores paralelismos y proyecciones están presentes en todo el libro, y la voz de su narrador (que pasa de ofrecer una confesión deplorable a un tono lírico y de este al discurso neutro y directo de un profesor de colegio, y vuelta a lo anterior) es en ocasiones persuasiva, en ocasiones, exasperante y siempre, muy reveladora. Cuando las cosas se torcieron (el adiestramiento de Gos no termina bien), White abandonó el manuscrito. Doce años más tarde, su editor lo encontró bajo un cojín en el sofá de White y le suplicó publicarlo. White se resistió («es como pedirle a un adulto que apruebe la publicación de los diarios que escribió durante su adolescencia»), pero finalmente aceptó, con la condición de que incluyera un epílogo en el que explicaba cómo debería haber entrenado al azor.

El azor es un libro idiosincrásico. Sin embargo, fue escrito en tinta verde con la caligrafía cuidadosa y pequeña de White, en las páginas que le sobraron de los cuadernos encuadernados en tela que White había usado para su exitoso libro de ensayos sobre deportes de campo, England Have my Bones. Con respecto a su forma (un diario rico en digresiones) y a muchas de sus preocupaciones estilísticas y morales, es en gran medida una continuación de ese trabajo. Pero en muchos otros sentidos, El azor es un presagio de La espada en la piedra, el libro basado en el primero capítulo de La muerte de Arturo, de sir Thomas Malory sobre la educación del joven rey Arturo que White escribió al año siguiente y que le otorgó la fama. Pues este libro también es una obra sobre la educación, el poder y la transformación animal, y el medievalismo que aparece en las páginas de El azor brilla con más fuerza en él. Posteriormente, White escribió Camelot, su épica reescritura de la leyenda artúrica para el siglo xx, sin embargo, detrás de esa gran obra, a la sombra de la historia, se encuentra la figura delgada, moteada, encorvada y emplumada de Gos, sin duda uno de los mejores y más memorables personajes no humanos de la literatura inglesa.

Helen Macdonald

El azor

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