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Prólogo
ОглавлениеARZOBISPO JÓZEF MICHALIK, DE LA ARCHIDIÓCESIS
METROPOLITANA DE PRZEMYSL,
PRESIDENTE DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL POLACA
Auméntanos la fe es el tercer libro del padre-profesor Tadeusz Dajczer de la serie dedicada a la santísima Eucaristía. Al leerlo uno se convence de que el autor podría escribir muchos más de estos libros. En realidad, él podría escribirlos constantemente, ya que constantemente vive la Eucaristía, está fascinado con ella, enamorado; y no puede dejar de hablar del gran Amor, ya que ha descubierto que Dios se enamoró del ser humano hasta su total entrega en la santísima Eucaristía: Misterio vivo de Cristo Resucitado.
La reacción más apropiada ante este Misterio parece ser la petición: «¡Auméntanos la fe!». El autor, a ejemplo del Señor, instruye acerca de la fe, exhorta a procurarla como al tesoro más valioso; porque la fe del hombre maduro consiste en ver la actuación de Dios en todas partes, en experimentar su presencia como algo más real que la misma realidad en la que nos movemos. Para alcanzar esta fe, hay que ir creciendo en ella, hay que ir aprendiéndola, como lo hicieron los apóstoles.
La Eucaristía es el mejor libro sobre la Eucaristía, y es el criterio de mi fe, así como el anuncio de la Eucaristía era el criterio de la fe de los oyentes en Cafarnaún, dice el autor. Creo demasiado poco porque oro demasiado poco; no pido ese gran don, y de hecho la fe toca a Dios solo en la medida en la que soy un humilde «cenacular» y «mariano». Recordemos que fue precisamente la santísima Virgen María quien en el Cenáculo enseñó a los apóstoles la perseverancia en la fe a través de la oración.
El Magnificat pone de manifiesto la espiritualidad de María. Nada puede ayudarnos tanto a vivir el misterio eucarístico como esta espiritualidad. María fue la primera en acoger a Jesús en su cuerpo, convirtiéndose en un maravilloso tabernáculo. Vale la pena pedirle que –junto con Jesús, recibido en la santa Comunión– lo tome a uno bajo su protección.
La fe en la liturgia celebrada y en la relación con las personas es la misma fe. Si no procuro vivir de fe en mi vida cotidiana, careceré de ella durante la liturgia eucarística, advierte el autor. En el libro hay muchas advertencias de este tipo, y también muchas ideas profundas y vivificantes. He aquí algunas de ellas:
Sin Dios no vale la pena vivir, ni un momento… La Eucaristía ayuda a vivir, porque es Sacramento de amor: Sacramento maravilloso de un amor maravilloso… Hay que permanecer ante Jesús en el sagrario para que pueda casi sentir los latidos de su corazón. Aquí se puede aprender la oración de adoración, y una mirada diferente al mundo y a las personas. A través de la Eucaristía todo se ve de manera diferente, sin necesidad de mudarme a otro lugar. Gracias a la Eucaristía y a la liturgia me vuelvo contemporáneo de Jesús y, a través de la unión con Él, participo de una realidad totalmente diferente, en la cual, la preocupación principal es la gloria de Dios y la salvación del ser humano. Vivir la Eucaristía consiste en permitirle a Jesús que adore en mí al Padre, que ore por los difuntos y los vivos, conduciéndolos a la salvación; que santifique a los hombres y al mundo; que enseñe a amar, es decir, «a mirar en la misma dirección», a crear juntos y a realizar fines comunes.
El autor se lamenta de que los hombres vivan como si Dios no existiera, de que ya no sientan hambre de Dios y mueran; ¡tienen que morir de hambre si no resuelven pedir ayuda o si alguien no pide ayuda por ellos! Afortunadamente, el cielo entero, junto con la santísima Madre, oran por mi santificación y para que me entregue a Jesús hasta el final.
Estamos agradecidos al padre-profesor por este nuevo testimonio de fe, por apremiarnos a que, avanzando por el camino de la intimidad con la santísima Eucaristía, descubramos la belleza y la riqueza de la vida interior, vayamos abriéndonos cada vez más al don de la libertad o, más bien, que le permitamos a Jesús santificarnos, amar en nosotros y por nosotros, adorar al Padre. Estoy profundamente convencido de que este libro será acogido con gratitud por todos los que buscan un alimento sano para la fe y añoran su profundización.
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[El autor utiliza con frecuencia en el texto la primera persona. Sin embargo, su intención no es exteriorizar confidencias personales. Simplemente quiere respetar al lector, no instruirlo ni aleccionarlo].