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1. SISS

Una muchacha de once años, de frente tersa y blanca, avanzaba en la oscuridad. Siss.

En realidad aún era por la tarde, pero ya todo estaba oscuro. Otoño avanzado y helada. Estrellas, pero sin luna, y nada de nieve que aportase resplandor, por lo que la oscuridad era densa, aunque hubiese estrellas. A los lados se extendía el bosque, sumido en un silencio mortal, a pesar de todo lo que en ese momento estaría vivo y tiritando de frío en su interior.

Siss, abrigada para soportar el frío, iba absorta en un sinfín de pensamientos. Se dirigía por primera vez a casa de esa chica a la que apenas conocía y que se llamaba Unn, se encaminaba hacia algo nuevo y, por tanto, apasionante.

Se estremeció.

Un sonoro estallido irrumpió en sus pensamientos, en su espera, como si se estuviera formando una grieta profunda e infinita. Procedía del hielo del gran lago de abajo. No pasaba nada, al contrario, era una buena señal, porque el estallido indicaba que el hielo se había endurecido aún un poco más. Sonaba como disparos de rifle, y unas grietas estrechas y largas surgían en la superficie para luego penetrar en lo más profundo, y, sin embargo, de ese modo el hielo se hacía más fuerte y seguro cada día. El otoño había sido excepcionalmente largo, con intensas heladas sin nieve.

Frío penetrante... Pero Siss no temía al frío. No era eso. Se estremeció un instante a causa del estallido en la oscuridad, y luego volvió a apoyar el pie con firmeza en la carretera.

No había mucha distancia hasta casa de Unn. Siss conocía el camino, era más o menos el de la escuela, pero había que desviarse un poco al final. Por eso la habían dejado ir sola, aunque ya no fuese de día. Sus padres no eran muy miedosos en ese sentido. Pero si es la carretera principal, le dijeron al salir. Que dijeran lo que quisieran: a ella le daba miedo la oscuridad.

La carretera principal. Y, sin embargo, le costaba andar sola por allí. Levantaba la cabeza con determinación. El corazón le latía contra el cálido forro del abrigo. Sus oídos estaban alerta ante ese silencio demasiado profundo que se extendía a los lados de la carretera, porque sabía que unos oídos aún más vigilantes la escuchaban desde el bosque.

Por lo tanto, había que pisar con firmeza el durísimo suelo, pues sus pasos debían oírse bien fuerte. Si caía en la tentación de andar intentando no hacer ruido, estaría perdida. Por no mencionar la estupidez que representaría echar a correr. En ese caso, emprendería una carrera sin sentido.

Esa tarde Siss iba a casa de Unn. Tenía tiempo, aún era temprano a pesar de la oscuridad. Podría quedarse un buen rato en casa de Unn y estar de regreso en la suya antes de la hora de acostarse.

Me pregunto de qué voy a enterarme en casa de Unn. Seguro que me entero de algo. Llevo todo el otoño esperándolo, desde el día en que la forastera Unn llegó a la escuela. No sé por qué.

La idea de esa visita era nueva y fresca. Tras un largo preparativo, había llegado de golpe.

Camino de casa de Unn. Con un ligero temblor de expectación que la conmovía. Su frente lisa hendió una corriente helada.

El palacio de hielo

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