Читать книгу Responsabilidad de la persona y sostenibilidad de las organizaciones - Teresa de Dios Alija - Страница 12
Оглавление2. La responsabilidad en el pensamiento contemporáneo
En el capítulo 2 presentamos una estructura que nos va a permitir acercarnos a teorías y reflexiones que han supuesto, y suponen aún, un avance en la investigación que nos ocupa. Comenzamos así analizando el pensamiento contemporáneo desde la fundamentación individualista liberal, después nos aproximamos a los movimientos dialéctico marxistas y fenomenológico existencialistas, para terminar con las principales aportaciones del humanismo cristiano.
2.1. FUNDAMENTACIÓN INDIVIDUALISTA LIBERAL
El individualismo es un legado de Thomas Hobbes (1588-1679) y John Locke (1632-1704). Este movimiento considera que los sujetos que configuran la sociedad tienen sus propias metas, proyectos y finalidades distintas e individuales. La sociedad es simplemente un instrumento que protege algunos derechos y es capaz de aumentar la producción de bienes.
El valor real para la sociedad está en el individuo, cada persona es capaz y autónoma para establecer los valores morales que han de prevalecer y los principios éticos que permitan evaluar la conducta moral de los individuos, pues solo la persona puede juzgar la universalidad y el contenido de sus acciones.
Cada persona por sí misma es capaz de lograr sus metas, con independencia de la sociedad y de sus instituciones, pues los roles, las tradiciones, las costumbres, las ideologías y el lenguaje no son más que expresiones de los propios individuos que actúan, piensan y hablan.
Desde un punto de vista ontológico, para el individualismo, en la sociedad solo los individuos son reales, los fenómenos sociales son constructos mentales. Las ideas se derivan de la experiencia a través de la reflexión (pensamiento, duda o voluntad) o de las sensaciones provocadas por estímulos externos (calor, rojo, suave). Para tener una idea es necesario ser consciente de ella, es decir, percibirla; no existen de manera innata en el ser humano. Somos capaces de establecer relaciones entre los hechos, aunque no podamos llegar a explicar sus causas.
Si bien el individualismo apela a la igualdad de derechos avalados y protegidos por el Estado, esto no garantiza el ideal democrático, pues en el ejercicio de estos surgen desigualdades.
Mientras que, para Hobbes, el pacto social anula los derechos originales de los individuos, para Locke se trata de una manera de defender y garantizar los derechos de los ciudadanos.
Las leyes tienen como finalidad defender al individuo contra los abusos. Los derechos individuales son anteriores al Estado; el individuo, y no los grupos sociales, constituye la verdadera esencia de la historia. Propone la soberanía del pueblo y la constitución de un Estado que tenga como única misión garantizar la protección de los derechos y libertades de los individuos teniendo en cuenta la pluralidad y la tolerancia, puesto que cada persona es libre de buscar la felicidad por la vía que considere más adecuada con base en sus posiciones ante la vida. Toda sociedad es creada por individuos, y gracias a ello puede cambiarse:
Para comprender qué es el derecho al poder político y cuál es su verdadero origen hemos de considerar cuál es el estado en que los hombres se encuentran por naturaleza, que no es otro que un estado de perfecta libertad para ordenar sus acciones y disponer de pertenencias y personas según consideren conveniente, dentro de los límites impuestos por la ley natural, sin necesidad de pedir licencia ni depender de la voluntad de otra persona. Es también un estado de igualdad, dentro del cual todo poder y toda jurisdicción son recíprocos.41
Según Locke, si existe un contrato, es entre personas libres y, por tanto, es a la vez revocable y negociable de nuevo. Los humanos están sujetos no a los soberanos, sino a las leyes de la naturaleza. Contradice así la argumentación que Hobbes aporta en Leviatán (1651), donde defiende la idea de un contrato social en el que se conceda la soberanía al Estado con el fin de evitar la anarquía y, como consecuencia de ello, la guerra.
Si bien Hobbes concibe el derecho natural como el derecho de todos a todo, Locke defiende que el derecho natural de cada persona está limitado por el derecho igual de las demás, y por lo mismo descubre en el Estado la posibilidad de una ordenada y pacífica convivencia. El derecho del ser humano está limitado a la propia persona: derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad en cuanto es fruto del propio trabajo. La especie humana está compuesta por individuos racionales que se debaten entre el egoísmo y la generosidad. La rectitud de una acción no depende de la utilidad, sino que la utilidad es una consecuencia de la rectitud.
John Locke es considerado padre del liberalismo y el empirismo, su pensamiento parte de la crítica al innatismo y al racionalismo. Argumenta que existe una ley natural, no innata, que podemos llegar a conocer por el uso y el ejercicio de nuestras facultades. Dios da al ser humano la razón para que pueda conocer la ley natural, un decreto divino que hace posible la convivencia gracias a la prohibición de algunas acciones que atentan contra la libertad de los otros (matar o robar).
El mercado tiene la autonomía suficiente para funcionar sin la intervención del Estado; cada individuo tiene capacidad para gestionar sus posesiones, lo que implica que es viable disponer de bienes privados, la gestión particular de los medios de producción y la libertad para operar. En cada actuación la persona puede convertirse en árbitro de valores morales y de principios éticos porque goza de autonomía y dignidad para hacerlo.
Locke ejerce una gran influencia sobre David Hume (1711-1776), quien afirma que todo conocimiento deriva en última instancia del conocimiento sensible. Resalta la diferencia entre lo que es (lo positivo) y lo que debería ser (lo normativo), le preocupa más establecer cómo el hombre se enfrenta a los problemas morales que cómo debería hacerlo. Parte del estudio empírico de la resolución de los problemas morales y concluye que la mayoría de las conductas que llevamos a cabo se encaminan a ganar notoriedad pública y que los juicios morales que realizamos se fundamentan en nuestro propio interés, sin olvidar el de los demás.
No podemos juzgar moralmente teniendo solo en cuenta la razón, pues no es suficiente; es necesario considerar también los sentimientos. Para lograr que cada persona sea responsable de sus acciones es necesario castigar o recompensar su conducta con el objeto de lograr que intente hacer lo que es moralmente deseable y que evite lo que es moralmente indeseable. La ética de Hume reside en el sentimiento de agrado o desagrado individual, que en algunos aspectos es común a la humanidad, gracias a ello las personas pueden llegar a tomar acuerdos morales.42
Muchos han sido los seguidores de estas teorías individualistas, entre los más influyentes encontramos a Adam Smith (1723-1790), se le considera uno de los principales pensadores de la economía clásica. En su obra más importante, Investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones (1776), que supone una gran aportación a la teoría económica actual, defiende el interés personal y el particular desarrollo como seres humanos, que logramos por medio del trabajo, entendido como servicio a la sociedad y contribución a la riqueza.
Sin embargo, es en su obra Teoría de los sentimientos morales (1759) donde apunta sus ideas éticas para explicar las conductas humanas con base en el resentimiento, la venganza y la corrupción, también fundamentadas en la admiración, la justicia y la simpatía, un concepto muy cercano a lo que ahora entendemos por empatía, que implica ser capaz de ponerse en el lugar de otro. La persona tiene capacidad para sentir como propio el dolor de los demás, y este rasgo es común a todos los seres humanos. Rechaza la defensa de Hobbes respecto a la teoría que propone que antes del Estado no existen los criterios morales y que las normas del bien y del mal derivan de las leyes que dicta el poder.
Argumenta que la moral supone la corrección de la conducta y que la virtud es la excelencia de esta; por ello, no es necesario acabar con la pasión que el ser humano muestra hacia las cosas, sino moderarla, lo que podemos conseguir personalmente por medio del control de los sentimientos, más que con la razón.
La conducta virtuosa se logra individualmente y depende de la capacidad de cada uno para corregir las desviaciones que nos separan de lo que contribuye al orden en la sociedad. Rechaza la idea de que sea el Estado quien decida sobre lo que es bueno o malo para el conjunto de los ciudadanos.
Para Smith, la base de la sociedad es la justicia que proviene del juego entre el amor propio y otras virtudes que lo controlan y limitan con objeto de que no se convierta en egoísmo:
Por más egoísta que se pueda suponer al hombre, existen evidentemente en su naturaleza algunos principios que le hacen interesarse por la suerte de otros, y hacen que la felicidad de estos le resulte necesaria, aunque no se derive de ella nada más que el placer de contemplarla. Tal es el caso de la lástima o la compasión, la emoción que sentimos ante la desgracia ajena cuando la vemos o cuando nos la hacen concebir de forma muy vivida.43
El sentido de la corrección y de la justicia lleva al ser humano a respetar los intereses ajenos y a actuar desinteresadamente. No actuamos bien por amor al prójimo, sino por el respeto al honor y a la dignidad:
Es la razón, el principio, la conciencia, el habitante del pecho, el hombre interior, el ilustre juez y árbitro de nuestra conducta. Él es quien, cuando estamos a punto de obrar de tal modo que afecte a la felicidad de otros, nos advierte con una voz capaz de helar la más presuntuosa de nuestra pasiones que no somos más que uno en la muchedumbre y en nada mejor que ningún otro de sus integrantes, y que cuando nos preferimos a nosotros mismos antes que a otros, tan vergonzosa y ciegamente, nos transformamos en objetivos adecuados del resentimiento, el aborrecimiento y la execración. Solo por él conocemos nuestra verdadera pequeñez y la de lo que nos rodea, y las confusiones naturales del amor propio solo pueden ser corregidas por la mirada de este espectador imparcial.44
Hay algo íntimo en el ser humano que dicta su conducta, es la guía racional que marca los principios y reglas morales que cada individuo debe seguir para actuar correctamente. Sin la conciencia moral, lo único que diferencia al ser humano del resto de criaturas es la capacidad de cometer errores.
Volviendo al pensamiento de Smith, es necesario resaltar su defensa de la sociedad entendida como un conjunto de personas interesadas en sí mismas que tienen valores morales. Es conveniente que cada persona piense en sí misma porque es quien mejor preparada está para hacerlo. También es loable buscar la aprobación y la estima de los demás porque así logramos comprendernos mejor:
Aprobamos o reprobamos el proceder de otro ser humano si sentimos que, al identificarnos con su situación, podemos o no podemos simpatizar totalmente con los sentimientos y motivaciones que lo dirigieron. Del mismo modo aprobamos o desaprobamos nuestra propia conducta si sentimos que, al ponernos en el lugar de otra persona y contemplarla, por así decirlo, con sus ojos y desde su perspectiva, podemos o no podemos asumir totalmente y simpatizar con los sentimientos y móviles que la influyeron. Nunca podemos escudriñar nuestros propios sentimientos y motivaciones, jamás podemos abrir juicio alguno sobre ellos, salvo que nos desplacemos, por así decirlo, fuera de nuestro propio punto de vista y procuremos enfocarlos desde una cierta distancia.45
Nos ponemos en el lugar del otro (simpatizamos con él) y así logramos vernos como nos ven los demás, es decir, nos convertimos en espectadores imparciales y, de acuerdo con ello, actuamos de uno u otro modo. Para Smith, lo esencial de la sociedad no es lo que las personas opinan, la aprobación, sino lo que piensa el espectador imparcial.
El individualismo ha justificado doctrinas históricas como el contrato social, propuesto por Jean-Jacques Rousseau, que defiende que, para vivir en sociedad, los seres humanos acuerdan un contrato social implícito: «Lo que el hombre pierde por el contrato social es su libertad natural y un derecho ilimitado a todo lo que le apetece y puede alcanzar; lo que gana es la libertad civil y la propiedad de todo lo que posee»46.
El contrato social otorga al ser humano ciertos derechos a cambio de abandonar la condición individual de la que dispondrían en estado de naturaleza, la persona alcanza su máximo desarrollo y su verdadera libertad formando sociedad con otros por propia voluntad, así adquiere derechos no inmutables, cuyos términos pueden ser cambiados si con los demás así lo acuerdan.
En esta época, y en relación con la posición individualista, queremos destacar, por la repercusión de sus ideas en la sociedad actual y en el entendimiento de lo que hoy implica la responsabilidad social en el mundo occidental, a Jeremy Bentham (1748-1832) y a John Stuart Mill (1806-1873). Inspirados en los principios del empirismo, desarrollan el positivismo utilitarista, con una clara preocupación por temas sociales y por el bienestar de la humanidad.
Ambos autores consideran que la felicidad humana solo puede lograrse aumentando el placer y disminuyendo el dolor. La utilidad es el principio fundamental para juzgar las actuaciones humanas y para encaminarse hacia la felicidad, ya que lo bueno es lo útil. Sin embargo, presentan distintos puntos de vista respecto a la manera de lograr el máximo placer. Para Bentham, debemos pensar en los otros como un medio para obtener nuestro propio placer, al igual que ellos harán con nosotros. Para Stuart Mill, la felicidad completa no es posible si no proporcionamos también felicidad a los demás, y esto implica en algunas ocasiones renuncia y sacrificio. La actuación humana debe dirigirse más por la comprensión del propio individuo en su dimensión social que por los dogmas, las normas y los preceptos morales (tal como argumentara antes Kant).
En la actualidad que vivimos pueden definirse e incluso identificarse claramente algunos planteamientos utilitaristas. Hoy en día son muchos los casos, quizá demasiados, en los que se puede demostrar cómo el hombre se convierte en un medio para el logro de los fines de otros y cómo lo que tiene valor es únicamente lo que aporta alguna utilidad, casi siempre en el ámbito de lo material.
El utilitarismo de Mill tiene connotaciones aristotélicas en su defensa de ciertos valores (libertad, compasión o igualdad) como lo más conveniente y útil para el ser humano, pero también presenta gran influencia de Auguste Comte (1798-1857), considerado padre del positivismo, movimiento que se fundamenta en la observación empírica organizada y estructurada por el método científico para dar explicación a la realidad y al comportamiento de las cosas, gracias a lo cual podemos entender la historia social del ser humano. También es precursor de la sociología, ciencia que entiende que la vida social no puede explicarse por el simple saber o conciencia individual, pues el individuo solo toma su sentido completo si se enmarca en la conciencia colectiva.
La vertiente más radical del utilitarismo se representa en las aportaciones de Robert Nozick (1938-2002). En su obra Puzzles socráticos (1999) apunta que la cooperación social debe darse únicamente para permitir satisfacer mejor los intereses y deseos particulares de los individuos. Así, la sociedad permitirá, a aquellos individuos que destaquen por sus cualidades y capacidades, ocupar las mejores posiciones en la estructura social y obtener una mejor retribución por sus aportaciones. Parece que la igualdad que un Estado democrático propone en cuanto a derechos y deberes para todos no es posible en el marco filosófico de esta corriente individualista, pues de partida no todos los seres humanos nacen en una situación social dada similar y, por tanto, sus competencias personales no tienen las mismas posibilidades de desarrollo.
La filosofía individualista radical se desarrolla cuando las sociedades son despóticas, entonces el individuo intenta defender sus derechos como ser humano, como ciudadano, para defenderse del sistema. La lucha por la libertad y los derechos humanos justifica la postura individualista.
En sistemas democráticos, esta postura individualista ha llegado a convertirse en una búsqueda particular de satisfacer los propios intereses tomando de la sociedad aquello que se necesita, entonces el ciudadano satisface sus intereses materiales, sociales e incluso de autoestima haciendo uso de sus derechos individuales y extrayendo de la sociedad aquello que le permita lograr sus metas. Es injusto poner barreras a la empresa con impuestos o con el cumplimiento de determinadas normativas, ya que esto vulnera las libertades de la persona.
A pesar de que estas teorías parecen identificarse con algunos movimientos sociales actuales, no es viable fundamentar la RSC en esta concepción del individuo, pues no podemos considerar que una acción responsable sea mantener un sistema que siempre beneficia a los más favorecidos y cuyo fin es consolidar las estructuras sociales que ya existen sin tener en cuenta la libertad real de oportunidades. No hablamos de responsabilidad si nos referimos a la pretensión de extraer de la sociedad aquello que consideramos que merecemos sin dar nada a cambio, no es responsable pensar que la sociedad nos da derechos sin que a cambio pueda demandar el cumplimiento de obligaciones, y, por supuesto, de acuerdo con esta postura, no tendrían cabida ninguna de las regulaciones medioambientales, laborales o de comercio que intentan garantizar el cumplimiento del deber de las organizaciones con la sociedad.
Otro de los grandes exponentes de esta corriente individualistaliberal es Friedrich August von Hayek (1899-1992), considerado uno de los padres del liberalismo moderno y referente en el análisis de la economía y sus implicaciones en la sociedad actual. Critica duramente el socialismo porque genera una dependencia exagerada del Estado. Las instituciones sociales, las leyes e incluso los Gobiernos no son sino un invento del hombre para responder a determinadas necesidades. El ser humano evoluciona de manera espontánea aprendiendo de sus errores, lo que le proporciona el conocimiento sobre lo que funciona mejor para su vida en comunidad. Por este motivo, no tiene razón de ser tratar de construir racionalmente un orden social, pues caeríamos en un proceso involutivo y retrógrado que implicaría la imposibilidad de sustentar la numerosa población humana:
El hombre no viene al mundo dotado de sabiduría, racionalidad y bondad, es preciso enseñárselas, debe aprenderlas. No es la moral fruto de la razón, sino que fueron más bien esos procesos de interacción humana propiciadores del correspondiente ordenamiento moral los que facilitaron al hombre la paulatina aparición no solo de la razón sino también de ese conjunto de facultades con los que solemos asociarla.47
La vertiente del individualismo conocido como igualitario intenta paliar la distancia del ideal democrático que proponía el individualismo radical. La teoría más representativa de esta corriente es la propuesta por John Rawls (1921-2002), que caracteriza a las personas como entidades libres porque, gracias a sus capacidades racionales, pueden emitir juicios morales, de acuerdo con su sentido de la justicia y del bien, e iguales, porque cooperan en la formación de la sociedad, siguiendo unas reglas y unos procedimientos aceptados por todos.
Cada persona comprometida se beneficia de la cooperación social de los otros, siempre y cuando cumpla con los roles y tareas marcadas; por tanto, la cooperación refleja una situación de ventaja para todos, aunque esté pensada en favor del bien individual de cada uno de los participantes.
La sociedad es una suma de individualidades que cooperan para promover el bien de todos los que la configuran. La diversidad de intereses de los individuos, que desean los mayores beneficios posibles, facilita el conflicto.
Las desigualdades deben mitigarse desde el Estado, que, desde esta concepción, puede acercarse al ideal democrático, aunque ello no implique en ningún caso que el punto de partida y final de todos los individuos sea igual para todos. Se trata, en todo caso, de mejorar la situación de todos aquellos que cooperan. Rawls distingue entre lo racional, egoísmo individual que lleva a la persona a considerar solo el propio beneficio, y lo razonable, que supone tener en cuenta el interés ajeno. Sin ambos puntos de vista no es posible la cooperación social estable.
El principal objetivo de un Estado justo es establecer una estructura básica de sociedad en la que las grandes instituciones sociales distribuyan derechos y deberes fundamentales y determinen la diferencia entre las ventajas que surjan de la cooperación social.
Rawls propone en Teoría de la justicia (1971) que la desigualdad social y económica está justificada siempre que se maximice la utilidad para los individuos más desfavorecidos de la sociedad: «No hay injusticia en que unos pocos obtengan beneficios con tal de que con ello se mejore la situación de las personas menos afortunadas».48
El Estado debe aspirar a maximizar el bienestar de la persona peor situada en la sociedad, aunque esto lógicamente no puede llevar a una situación idéntica para todos los individuos que la configuran. La justicia no es igualdad, sino imparcialidad, pues solo a partir de condiciones imparciales se pueden obtener resultados imparciales.
Su principio de eficacia afirma que una configuración es eficiente siempre que sea imposible cambiarla de modo que beneficie a algunas personas sin que al mismo tiempo dañe a otras.
La estructura social debe facilitar una distribución justa, para ello es necesario establecer políticas e instituciones legales adecuadas que propicien el progreso social y económico garantizando la imparcialidad. El Estado debe ofrecer iguales oportunidades a personas con similares capacidades y garantizar los mínimos sociales a aquellos que más lo necesitan; sin embargo, la teoría de la justicia social no favorece en sí misma un régimen capitalista o socialista, pues la decisión de cuál es más oportuno será consecuencia de las circunstancias y de la tradición histórica de la sociedad. Según su principio de compensación:
Las desigualdades inmerecidas requieren una compensación; y dado que las desigualdades de nacimiento y dotes naturales son inmerecidas, habrán de ser compensadas de algún modo […]. La distribución natural no es justa ni injusta, como tampoco es injusto que las personas nazcan en una determinada posición social. Estos son hechos meramente naturales. Lo que puede ser justo o injusto es el modo en que las instituciones actúan respecto a estos hechos […]. La estructura básica de estas sociedades incorpora la arbitrariedad de la naturaleza. Sin embargo, no es necesario que los hombres se sometan a estas contingencias. El sistema social no es un orden inmodificable colocado más allá del control de los hombres, sino un patrón de la acción humana.49
Sus principios de justicia se fundamentan en la elección racional del individuo. El compromiso de cada persona para acogerse a unos acuerdos válidos para todos será en todo caso voluntario; escoger los mejores principios para la sociedad no implica dejar de elegir lo mejor para los individuos, pues los bienes sociales primarios son deseados por todos los seres racionales: derechos, libertades, oportunidades, riqueza, autoestima. Los bienes primarios son considerados como medios para lograr fines y, por ello, el individuo busca obtener la mayor cantidad de estos.
No obstante, los individuos se ven afectados por el mutuo desinterés, no están dispuestos a sacrificarse por el bien de los demás, están mediatizados por un velo de ignorancia que les impide conocer cuáles son sus circunstancias particulares. Son capaces de captar que tienen intereses, pero no saben definir con exactitud cuáles son; por ello, al escoger los principios que fomenten sus propios intereses, eligen por defecto aquellos que protegen también los del grupo social en el que se encuentran.
Consideramos que las aportaciones de Rawls son un claro referente para comprender el punto de vista individualista de la responsabilidad social, sobre todo por sus aproximaciones al concepto de justicia social; por esta razón, volvemos a incidir en su pensamiento en el último capítulo de este estudio.
2.2. FUNDAMENTACIÓN DIALÉCTICO MARXISTA
La aproximación dialéctica a la comprensión del ser humano es considerada como una ontología, más que como un método, que da explicación de las cosas mediante la formulación de tesis, antítesis y síntesis, a través de un discurso en el que se presenta una idea y sus contradicciones para llegar finalmente a la resolución o nueva comprensión del problema. Desde la dialéctica se presenta una concepción idealista del mundo derivada de un modo concreto de concebir la sociedad y al propio individuo.
Entre los grandes exponentes de esta posición encontramos a Georg Wilhelm Friedrich Hegel (1770-1831), que defiende que todas las cosas son contradictorias en sí mismas; por ello, justifica que no hay una única cuestión moral permanente. Al igual que los pensamientos y la práctica ordinaria tienen una historia, también la ética debe ser una disciplina que se estudie e investigue desde el punto de vista histórico. El individuo está movido por pasiones y deseos que se muestran ante él, son variables en función del entorno social. El hombre se dirige hacia fines que dependen del tipo de estructura social en que se encuentra: «El dilema de no poder apartarse de un mundo social que deforma a un mismo tiempo la relación con los otros y la propia personalidad recibe finalmente una expresión social en la forma de vida que Hegel llama la conciencia infeliz».50
Nuestra relación con los demás viene marcada por el papel que tenemos que jugar en la sociedad, ya sea el de director, empleado o accionista, y eso mismo configura también el concepto que tenemos de nosotros mismos; la autoconciencia del individuo se realiza en sus roles sociales y sus relaciones.
Para comprender conceptos y explicar creencias es necesario ubicar primero el sistema del que forman parte; la manera de conducirnos marca las posiciones que tomamos ante la vida. Cuanto más conscientes somos de nuestro modo de vivir, más posibilidades tenemos de comprender aquello que nos trasciende, las propias limitaciones de nuestro entorno se convierten en un reto que superar, y esto constituye la realización contemporánea de la libertad.
Comprender que la sociedad evoluciona mediante la sucesión de formas de vida y que la racionalidad nos permite superar las limitaciones de cada una de ellas es uno de los fundamentos de la ética de Hegel, que se traduce en el precepto metodológico con respecto a cualquier época: «Comprender su vida y su pensamiento en función de sus metas y objetivos, y comprender sus metas y objetivos mediante el descubrimiento de los que los hombres consideraron como obstáculos en su camino».51
La libertad está enlazada con la razón, lo que es en cada tiempo y lugar se define por las propias características de ese tiempo y lugar; las normas que se aplican por voluntad humana no son necesariamente las mismas en todas las épocas, la posibilidad de acusar a alguien de algo depende muchas veces del conocimiento de los factores y variables de la situación.