Читать книгу La Corte de Felipe IV se viste de fiesta - Teresa Zapata Fernández de la Hoz - Страница 9
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SEGUNDAS NUPCIAS DE FELIPE IV
CON MARIANA DE AUSTRIA
Tras el fallecimiento de Isabel de Borbón el 6 de octubre de 1644, Felipe IV [fig. 1] tomó la decisión de no volver a contraer matrimonio. La existencia de un heredero, el príncipe Baltasar Carlos, que pronto cumpliría los quince años y que ya estaba prometido en matrimonio con la archiduquesa Mariana, hija del emperador Fernando III y de María de Austria, hermana de Felipe IV, le eximía de esa obligación. Sin embargo, la inesperada enfermedad y muerte de Baltasar Carlos, el 9 de octubre de 1646 en Zaragoza, suscitó un grave problema sucesorio.
Parece ser que fue el embajador imperial en la corte española, Francesco Antonio del Carretto, marqués de Grana, consciente de la importancia de la unión entre las casas de España y Austria, quien sugirió al monarca español que sustituyera a su hijo en el matrimonio concertado con la joven archiduquesa, dando cuenta por escrito a Fernando III de su propuesta, que fue aprobada por el emperador.1
A su regreso a la corte, el rey consultó dicha posibilidad con el duque de Medina de las Torres, uno de sus consejeros principales, el cual se mostró de acuerdo. Consultados también, por deseo expreso del monarca, el Consejo de Estado, los consejeros ausentes, así como el almirante y el marqués de Velada, el 27 de noviembre se acordó que Mariana de Austria, pese a los problemas de consanguinidad y la diferencia de edad, era la única candidata.2 El mismo día, el monarca solicitó por escrito su mano al emperador y ordenó al duque de Terranova que se la pidiese en su nombre.
El 4 de enero de 1647, Felipe IV emitió un decreto en el que explicaba los motivos por los que había aceptado volver a contraer matrimonio, del que transcribo el siguiente párrafo:
[…] Desde que murio el Principe […] resolvi entrar en segundo matrimonio, haviendome costado arto el venzer mi propia inclinacion, pues aseguro al Consejo, que era bien contrario a este estado; pero pareciendome que debia yo sacrificarme por el maior bien de mis vasallos y de estos Reynos, y que debiendoles tan gran amor, y lealtad, solo podia pagarsela haciendo por ellos lo mas que estaba en mi mano, que es venzerme a mi mismo por su alivio, y consuelo, tome esta resolucion, y ordene al Consejo de Estado que discurriese y me consultase sobre los sugetos que juzgaban serian apropósito para mi esposa.3
Una vez que el emperador de Austria otorgó su consentimiento al matrimonio de su hija con el rey español, se firmaron los contratos matrimoniales, en Madrid, el 16 de enero de 1647, y en Viena, el 13 de junio del mismo año, según las instrucciones y el poder que el monarca había remitido a su embajador en Viena, Diego de Aragón, duque de Terranova, así como para las capitulaciones y la boda por poderes.
Fig. 2. Frans Luycks, Retrato de Fernando IV. Madrid, Museo Nacional del Prado.
Las capitulaciones se firmaron el 2 de abril de 1647. La boda, debido a la edad de la futura reina –13 años– no se celebró hasta el 8 de noviembre de 1648, por la tarde, en el salón grande del Palacio Imperial de Viena, lujosamente adornado, ante la presencia de los emperadores, embajadores, caballeros del Toisón de Oro y otros muchos caballeros y damas. Después de que el coro y los músicos del emperador abrieran el acto, el conde de Lumiares entregó a Fernando, rey de Hungría y Bohemia [fig. 2],4 hermano de la futura reina, elegido para representar a Felipe IV, el poder del monarca español, quien se lo pasó al conde de Ausperg, y éste al secretario de Cámara para que lo leyera en voz alta. Una vez leído, el cardenal Harrach, arzobispo de Praga, ordenó a un clérigo que hiciera lo mismo con la Dispensa del Papa. A continuación, el rey de Hungría y el cardenal acompañaron a Mariana –que iba vestida a la española– al altar donde el cardenal celebró el matrimonio y dio la bendición de los esposos, presente y ausente.5 La ciudad de Viena celebró el acontecimiento con salvas y fuegos artificiales. Más tarde, el conde de Lumiares ofreció en su casa un costoso banquete, mientras dos fuentes de vino manaban de dos ventanas para regocijo del pueblo. Dos días después, el embajador de Venecia ofreció otro banquete, amenizado por los pajes del rey de Hungría que, vestidos de máscara, interpretaron diferentes danzas.6
Francisco de Moura, hijo de don Manuel de Moura, marqués de Castel-Rodrigo, mayordomo mayor del rey, además del poder había tenido el honor de llevar y entregar a Mariana la joya, una miniatura con la efigie del monarca montada sobre oro y brillantes, que, según la tradición de la monarquía austriaca continuada por los Borbones, el rey enviaba a su futura esposa como regalo de bodas. El valor afectivo y representativo de este retrato explica que fuera un honor ser elegido por el monarca para entregarlo.7 Por el mismo motivo, era el pintor de Cámara quien debía realizarlo, por lo que hay que suponer que su autor fuera Diego Velázquez.8 El pintor, que viajaría a Italia en su segundo viaje con los miembros de la casa de la reina, quienes debían recibirla en Trento, no partió de Madrid hasta el mes de noviembre de 1648, por lo que tuvo tiempo de pintar el pequeño retrato de tan alto significado simbólico.
Para el primer matrimonio de Carlos II, la miniatura con su efigie la realizó Carreño de Miranda, pintor de Cámara, entregada a María Luisa de Orleans por el duque de Pastrana,9 que la reina muestra con una mano en un grabado de Jacobus Harrewyn (1660-1727), en la que aparece vestida y peinada a la española con la característica onda sobre la frente [fig. 3].10 Asimismo, para el primer matrimonio de Felipe V, Ruiz de la Iglesia, su pintor de Cámara, realizó la miniatura para la joya, según su propia declaración,11 que podemos ver como la joven reina María Luisa de Saboya la muestra en un grabado francés [fig. 4],12 así como en un cuadro del Museo del Prado del autor anónimo,13 representada de cuerpo entero delante de una balaustrada. Sin embargo, para el segundo matrimonio de Carlos II con María Ana de Neoburgo, la miniatura no la pintó Claudio Coello, en esas fechas su pintor de Cámara, sino el flamenco Jan van Kessel (1654-1708), según su propio testimonio,14 quien, llegado a la corte en 1680, su habilidad y gusto como retratista le llevó a pintar a María Luisa de Orleans y ser nombrado pintor de la Reina, título ratificado por su sucesora. Un aderezo de treinta diamantes de gran tamaño formaba la joya con la miniatura en el reverso, valorada en 150.000 ducados, que el marqués de Leganés debía haber entregado a María Ana para su boda el 28 de agosto de 1689, pero que por motivos de seguridad dejó en España, haciéndolo el marqués de Benavente el 28 de marzo de 1690, dos días después de su accidentada llegada a El Ferrol.15 Dos retratos de la reina atribuidos al pintor flamenco nos permiten conocer la miniatura, montada en magníficos broches: uno de cuerpo entero del Museo de Bellas Artes de Bilbao [fig. 5]16 y otro de tres cuartos de fecha posterior, ovalado, de colección particular.17
Fig. 3. Jacobus Harrewyn, María Luisa de Orleans. Bibliothèque Nationale de France.
Fig. 4. Claude Duflos, Maria Luisa Gabriela de Saboya. Madrid, Biblioteca Nacional de España.
La realización de la miniatura iba pareja a la de un retrato de cuerpo entero del monarca, destinado igualmente a la nueva reina, del que hay que suponer que se tomaría de modelo para la miniatura. Con motivo de las bodas de Carlos II con María Luisa de Orleans, Carreño pintó también un retrato del monarca con armadura para enviar a Francia cuando comenzaron las negociaciones matrimoniales,18 que llevaría a París el embajador extraordinario marqués de los Balbases,19 hasta el momento sin identificar, del que últimamennte se considera la primera réplica al que se conserva en el Museo del Prado, firmado en 1681.20 Para su segunda esposa María Ana de Neoburgo, Van Kessel pintó igualmente el retrato del monarca,21 que el conde de Mansfeld llevó a Alemania. Si como parece, el envío del cuadro y de la miniatura con el retrato del monarca a la futura esposa formaba parte del protocolo de las bodas reales, los ejemplos anteriores nos podrían llevar a pensar que Velázquez realizaría también un retrato de Felipe IV, que el marqués de Lumiares transportaría a Viena, aunque de momento ninguno de sus retratos conocidos se puede relacionar con esta fecha.
Fig. 5. Jan van Kessel, María Ana de Neoburgo. Bilbao, Museo de Bellas Artes de Bilbao.
1. Mascareñas, 1649: 8-9.
2. El imperativo de que la candidata debía ser una princesa real y católica limitaba las opciones a Francia y Austria. Desechada Francia por razones políticas, sólo quedaba la rama austriaca de la Casa de Austria.
3. BNM, Ms. 11.027, ff: 337-338.
4. Museo del Prado, P01267.
5. Mascareñas, 1649: 11.
6. Mascareñas, 1649: 13-14.
7. Para la boda de María Luisa de Orleans, en vez del embajador, el marqués de los Balbases, Carlos II nombró expresamente al duque de Pastrana, quien, aunque no llegó para la boda, haciendo gala de su prodigalidad, efectuó una entrada espectacular en Fontainebleau el 14 de septiembre de 1679. En la de María Ana de Neoburgo, el monarca favoreció con ese honor al marqués de Leganés, mientras que el conde de Mansfeld hizo las veces de embajador extraordinario.
8. Sobre la faceta de Velázquez miniaturista, véase Colomer, 2002: 67-71.
9. Zapata, 2000: 37. En el Museo Lázaro Galdiano se conserva una miniatura del monarca atribuida a Carreño.
10. Magne, 1930: 54.
11. AGP, Reinado de Felipe V, leg. 311/30. La boda por poderes se celebró en Figueras el 2-11-1701.
12. De Claude Dulfos (1665-1737) (Páez, I-H, 5383-3).
13. Núm. inv. PO5393, depositado en la Universidad de Zaragoza (Boletín del Prado, 1995: 81, t XVI, núm. 34).
14. Sánchez del Peral, 2001: 70-71.
15. El largo y peligroso viaje desde Madrid hasta Neoburgo, lo mismo que el retorno, a causa de la guerra entre el Imperio y sus aliados y Francia, decidieron al conde dejar la joya en España (Maura, 1990: 360-361; Zapata, 1993: 779-784).
16. Pérez Sánchez, 1990: 151; Galilea, 1994: 7-42, fg. 39; Pascual, 2007: 812. Ninguno se refiere a la « Joya ».
17. Sánchez del Peral, 2001: 70.
18. Palomino, 1947: 1029. Carreño fue obsequiado con un traje valorado en 3.344 rs., «que se le entregaría en casa del Mercader de su magestad» (Pérez Sánchez, 1985: 232), cuya explicación habría que buscar en el hecho de que Carreño seguiría cobrando como pintor de Cámara de Mariana, aunque la reina había sido desterrada a Toledo por don Juan José de Austria.
19. El marqués hizo su entrada en París el 11 de junio de 1679.
20. PO7101, García-Frías, 2010: 224-227 (antes depositado en la Casa y Museo del Greco, Toledo). Otros ejemplares, en el Museo de Guadalupe, enviado en 1683, y en la Hispanic Sociaty, New York.
21. Sánchez del Peral, 2001: 71.