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Capítulo 1

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BRYN Jasper nos ha robado nuestra boda número dos mil.

–¿De verdad? –Sophie Connell se colocó el teléfono bien pegado a la oreja y metió un lirio en una corona. ¿Serían demasiados? Se retiró un poco, miró el arreglo con ojo crítico y finalmente le dio el visto bueno. Esa corona de flores enorgullecería al fallecido y llorado John Henry Jefferson.

–¿Sophie, me estás escuchando?

–Pues claro.

Ellie parecía alterada; claro que, Ellie siempre estaba alterada. Bryn Jasper… ¿Quién demonios era ese?

–Sophie, tienes que venir. El abuelo está muy disgustado y ese hombre no deja de avasallar a todo el mundo.

Bryn Jasper… ¡Ah, sí! El dueño del Complejo Turístico Marlin Bluff y el granuja principal en las cartas de Ellie. Gracias a las cartas de su hermana y a los columnistas de sociedad, Sophie sabía perfectamente quién era Bryn Jasper.

–Bryn Jasper es un hombre de negocios, Ellie. Él se dedica a las bodas.

–No. Las bodas son cosa del abuelo.

Sophie suspiró. En algunas cosas su hermana era tan anticuada como su abuelo.

–Ellie, las parejas de hoy en día no siempre se casan en las iglesias.

–Algunas sí –dijo Ellie con obstinación–. James y yo lo hicimos.

–James y tú no sois lo que se dice demasiado modernos.

–Lo somos. Solo porque vivas en Nueva York cuando en realidad deberías vivir aquí no significa que lo sepas todo –le dijo su hermana con histerismo–. Sophie, debes ayudarnos. Es nuestra primera boda del milenio, la número dos mil por más señas, y va a celebrarse… bueno, iba a celebrarse dentro de un mes, el día uno de enero. El abuelo está tan emocionado. Dice que oficiará la ceremonia y que luego se jubilará; yo creo que es lo único que lo mantiene vivo.

–¿Y tú crees que se morirá si no se celebra?

–Quizá.

–No digas bobadas, Ellie. El abuelo me dijo que se moriría si me venía a Nueva York, y eso fue hace seis años.

–Bueno, pues ahora lo dice en serio –respondió su hermana–. Si Bryn Jasper sigue quitándonos las parejas, no sé si el abuelo podrá soportarlo. Y es tan discreto y honorable que no quiere decirme quién ha cancelado la boda para que no vaya a hablar con ellos. Sophie, es hora de que vuelvas a casa; yo sola no puedo con Bryn Jasper.

–¿Quieres que vuelva a casa y me encargue de ese granuja?

–Precisamente. Es tu obligación, Sophie.

Sophie suspiró y se armó de valor. Estaba acostumbrada al chantaje emocional de su hermana. Pero entonces alzó la cabeza y miró hacia la acera cubierta de hielo por la ventana de su elegante floristería de Nueva York. Además, había huelga de basuras desde hacía tres semanas y las calles estaban asquerosas.

Sophie había tenido seis funerales en los últimos quince días, mientras que Rick se había encargado de todas las bodas. Pero Marlin Bluff, que era desde donde Ellie llamaba…

Pronto empezaría la estación de las lluvias en el Norte de Queensland. Su hermana contemplaría desde la ventana los exuberantes y húmedos jardines tropicales. Llovería a cántaros, lo mismo que en Nueva York, pero la de Queensland sería una lluvia cálida y maravillosa. El sol aparecería entre aguacero y aguacero, haciendo que el paisaje se tornara mágico y vaporoso… Y de repente Sophie sintió una nostalgia tan tremenda por su tierra que enseguida tomó una decisión.

Rick podría hacerse cargo de los funerales durante un mes o poco más; podría soportar la escarcha y la basura y, además, se lo merecía por quedarse él con todas las bodas.

–Está bien, Ellie –le dijo a su hermana y escuchó el silencio de su estupor con una pícara sonrisa dibujada en los labios–. Volveré a casa y le robaré vuestra pareja número dos mil a Bryn Jasper.

–¿En serio?

–Claro.

Sophie se imaginó cómo sería la primera boda del milenio en aquella pequeña capilla junto al mar de Marlin Bluff. El abuelo luciría su preciosa sotana carmesí y la capilla estaría inundada de todas las flores a las que pudiera echarle mano.

Sería el primer matrimonio del milenio y una boda para recordar durante los mil años siguientes… Pero solo si pudiera arrebatársela a Bryn Jasper.

Tal vez podría o tal vez no, pero quizá se divirtiera intentándolo.

–Sí –dijo–. Lo digo muy en serio. ¿Dónde está ese granuja, Ellie, cariño? Vamos a celebrar una boda de morirse. Allá voy, Bryn Jasper.

La boda más importante

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