Читать книгу 20 preguntas que Dios quiere hacerte - Troy Fitzgerald - Страница 5

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Introducción

El objetivo del juego Veinte preguntas es descubrir la identidad de un objeto haciendo preguntas que dan lugar a una respuesta por “Sí” o por “No”. Cada respuesta, por identificación y eliminación, funciona como una pista en relación con lo que puede ser el objeto. Afortunadamente, las reglas establecen que los jugadores deben deducir la identidad del objeto en no más de veinte preguntas. (Me alegra que sean veinte preguntas y no cincuenta.)

Pienso que el juego es fastidioso. Hay algo reconfortante y eficaz en una respuesta directa. Nada de adivinanzas, nada de insinuaciones; solo comunicación directa y clara sin giros ni matices. No me interesa unir los complicados pedazos solo para obtener una simple respuesta. La única cualidad que salva el juego es que los jugadores se vean forzados a formular preguntas reflexivas para obtener más información.

En este libro, en cambio, es Dios quien hará las preguntas. Y no es un juego; de hecho, responder estas preguntas puede transformar tu vida.

Las preguntas son lo que yo llamo las herramientas del poder de la comunicación humana. Las preguntas están cargadas del poder que motiva a la gente a tener toda clase de reacciones:

Las preguntas provocan:

–Ah, sí, ¿qué vas a hacer con esto? –pregunta el matón en el patio de recreo.

Las preguntas invitan:

–¿Te gustaría salir este sábado de noche? –le suplica el joven a la señorita.

Las preguntas investigan:

–¿Dónde estaba usted a las once de la noche el 27 de julio de 2005? –el oficial le pregunta al sospechoso.

Las preguntas desautorizan:

–¿Es verdad que ella no tiene ninguna experiencia en administración? –pregunta el compañero de trabajo en la sala de descanso.

Las preguntas examinan:

–¿Por qué quieres cambiar tu especialidad? –le pregunta la sabia madre a su hija confundida.

Un poderoso atributo de las preguntas es que a menudo transmiten un mensaje en vez de recopilar información. Por ejemplo, cuando mi padre me advertía sobre mi mala conducta, me preguntaba:

–Troy, ¿quieres una paliza?

¿Qué clase de pregunta es esa? Es cierto que las advertencias a menudo vienen camufladas con apariencia de pregunta, porque una pregunta es un método más eficaz de obtener una respuesta.

Quizás el mayor valor de una pregunta es que busca la verdad. Indagar es una de las partes más activas del lenguaje, y posiblemente el componente más poderoso de la comunicación humana. Los médicos hacen preguntas a los pacientes; los abogados interrogan a los testigos; los niños les preguntan a los maestros; los padres cuestionan a los adolescentes. La vida está salpicada con la búsqueda de lo que es real, verdadero y auténtico. Y nadie ha sido más cuestionado que Dios.

Durante siglos los seres humanos se han cuestionado, en voz alta, los curiosos pensamientos que saturan sus mentes. Yo soy uno de ellos. Es natural que cuando no tenemos toda la información nos hagamos preguntas. La muerte trágica de un niñito vapuleó a mi comunidad, dejando a la gente dolorosamente confundida y enojada con Dios. Al final del funeral, un miembro de iglesia me dijo:

–Tengo algunas preguntas que hacerle a Dios con respecto a esto, pastor.

Yo también las tenía. Para mí es casi imposible explicar el desastre; pero ¿y Dios? ¿Por qué Dios no responde directamente las preguntas de la humanidad? Sin adivinanzas. Sin Veinte preguntas. Respuestas directas para los que desean saber.

Desdichadamente, Dios no va a descender personalmente para ocupar el banquillo de los testigos ni presentarse en la tribuna de prensa para un evento mediático. Creo que debe haber algo más importante para Dios que responder nuestras preguntas.

Consideremos las preguntas que Dios nos hace. ¿Qué quiere saber Dios? ¿Qué respuesta directa busca Dios de nosotros? Más importante que nuestras preguntas dirigidas Dios podrían ser las preguntas que él nos hace a nosotros. Tal vez, el secreto de un caminar más profundo con Dios yace en nuestras respuestas a las preguntas que Dios nos plantea. Hay cientos de esas preguntas registradas en la Escritura. Las preguntas de Dios desafían la mente y exponen la voluntad. Cuando Dios pregunta, podemos estar seguros de que lo que Dios quiere es una respuesta honesta, y tal vez sea solo eso lo que necesitemos.

Las preguntas que Dios hace se convierten en eventos decisivos, en los que la respuesta que le damos puede llegar a constituir un momento que transforme nuestra experiencia. Adán y Eva; Moisés; Elías; los discípulos; María. Examinemos las situaciones hipotéticas en las que Dios hace una pregunta y descubre una “divisoria de aguas continental” entre la vida y la muerte, la esperanza y la desesperación, al igual que entre el crecimiento y el fracaso; una respuesta decisiva de un lado al otro de la vida. Las preguntas que Dios presenta producen un cambio profundo en la vida; son interrogantes que alteran el estado mental.

Descubrí otra faceta interesante acerca del poder de las preguntas de Dios. En cada ejemplo de la Escritura, las preguntas que Dios hace a la gente revelan lo que es importante para él. En cierto modo, los interrogantes de Dios revelan un atisbo de su carácter. Podemos aprender mucho acerca de una persona simplemente examinando la clase de preguntas que formula. Las preguntas que Dios plantea son ventanas a su corazón y puertas de entrada a su plan para nuestra vida.

Consideremos por algunos momentos cuando Dios enunció una pregunta, y veamos si podemos descubrir algo acerca de él, así como también algo de nosotros mismos:

“¿Dónde estás tú?” Dios quiere saber cuán lejos estás de él.

“¿Dónde están los que te acusaban?” Dios quiere que le respondas en voz alta, para que puedas escuchar la verdad eterna de la gracia de sus propios labios.

“Si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis?”

“¿Quién decís que soy yo?” El futuro del movimiento cristiano depende totalmente de tu respuesta.

“¿Por qué estáis así amedrentados?” Jesús nos invita a mencionar alguna cosa que sea más grande que su promesa y provisión para nuestro futuro.

“¿Por qué te ríes?” Dios quiere saber por qué te resulta chistoso su plan para tu vida.

“¿Crees esto?” El Salvador te interroga a las puertas de la muerte en relación con la solidez de tu creencia en la resurrección.

“¿A quién buscas?” Cristo te recuerda que debes ser deliberado en cuanto al centro de tu vida.

“¿Sabéis lo que os he hecho?” Dios te pone a prueba en relación con su principal lección sobre el servicio.

“¿Qué es eso que tienes en tu mano?” Dios se pregunta si tienes lugar en tu vida para que él haga cosas extraordinarias con tu rutina diaria habitual.

Escucha las preguntas que Dios te hace, y luego respóndele. Respóndele abierta y honestamente. Quizá te sientas tentado a esperar hasta que tu repuesta parezca correcta o más apropiada. Piensa, reflexiona y examina tu corazón; pero, por favor, responde. Elías le imploraba al desorientado pueblo de Dios preguntando: “¿Hasta cuándo claudicaréis vosotros entre dos pensamientos?” (1 Rey. 18:21). Elías es terriblemente directo. Su pregunta expone el problema de ellos y apela a que hagan algo al respecto. La triste verdad de la tendencia humana a demorar la acción surge de su respuesta: “Y el pueblo no respondió palabra” (vers. 21).

Responder estas preguntas ha llenado mi vida con más significado y gozo que ninguna cosa que podría haber provenido de las explicaciones que sospecho que Dios pudiera darme, algún día, en el cielo. Mi oración es que todos los que lean este libro escuchen algunas de las preguntas que Dios les formula; que lo miren fijamente a los ojos y que le respondan.

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20 preguntas que Dios quiere hacerte

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