Читать книгу Dramas - Уильям Шекспир, William Szekspir, the Simon Studio - Страница 22
EL MERCADER
ACTO V
ОглавлениеESCENA PRIMERA
Alameda que conduce á la casa de campo de Pórcia en Belmonte
Salen LORENZO y JÉSSICA
LORENZO
¡Qué hermosa y despejada brilla la luna! Sin duda en una noche como esta en que el céfiro besaba mansamente las hojas de los árboles, escaló el amante Troilo las murallas de Troya, volando su alma hácia las tiendas griegas donde aquella noche reposaba Créssida.
JÉSSICA
Y, en otra noche como esta, Tisbe, con temerosos pasos, fué marchando sobre la mojada yerba, y viendo la espantosa sombra del leon, se quedó aterrada.
LORENZO
Y en otra noche como esta, la reina Dido, armada su diestra con una vara de sauce, bajó á la ribera del mar, y llamó hácia Cartago al fugitivo Eneas.
JÉSSICA
En otra noche así, fué cogiendo Medea las mágicas yerbas con que rejuveneció al viejo Eson.
LORENZO
Y en otra noche por el mismo estilo, abandonó Jéssica la casa del rico judío de Venecia, y con su amante huyó á Belmonte.
JÉSSICA
En aquella noche juró Lorenzo que la amaba con amor constante, y la engañó con mil falsos juramentos.
LORENZO
En aquella noche, Jéssica, tan pérfida como hermosa, ofendió á su amante, y él le perdonó la ofensa.
JÉSSICA
No me vencerias en esta contienda, si estuviéramos solos; pero viene gente.
(Sale Estéfano.)
LORENZO
¿Quién viene en el silencio de la noche?
ESTÉFANO
Un amigo.
LORENZO
¿Quién? Decid vuestro nombre.
ESTÉFANO
Soy Estéfano. Vengo á deciros que, antes que apunte el alba, llegará mi señora á Belmonte. Ha venido arrodillándose y haciendo oracion al pié de cada cruz que hallaba en el camino, para que fuese feliz su vida conyugal.
LORENZO
¿Quién viene con ella?
ESTÉFANO
Un venerable ermitaño y su doncella. Dime, ¿ha vuelto el amo?
LORENZO
Todavía no, ni hay noticia suya. Vamos á casa, amiga, á hacer los preparativos para recibir al ama como ella merece.
(Sale Lanzarote.)
LANZAROTE
¡Hola, ea!
LORENZO
¿Quién?
LANZAROTE
¿Habeis visto á Lorenzo ó á la mujer de Lorenzo?
LORENZO
No grites. Aquí estamos.
LANZAROTE
¿Dónde?
LORENZO
Aquí.
LANZAROTE
Decidle que aquí viene un nuncio de su amo, cargado de buenas noticias. Mi amo llegará al amanecer.
(Se va.)
LORENZO
Vamos á casa, amada mia, á esperarlos. ¿Pero ya para qué es entrar? Estéfano, te suplico que vayas á anunciar la venida del ama, y mandes á los músicos salir al jardin.
(Se va Estéfano.)
¡Qué mansamente resbalan los rayos de la luna sobre el césped! Recostémonos en él: prestemos atento oido á esa música suavísima, compañera de la soledad y del silencio. Siéntate, Jéssica: mira la bóveda celeste tachonada de astros de oro. Ni áun el más pequeño deja de imitar en su armonioso movimiento el canto de los ángeles, uniendo su voz al coro de los querubines. Tal es la armonía de los séres inmortales; pero mientras nuestro espíritu está preso en esta oscura cárcel, no la entiende ni percibe.
(Salen los músicos.)
Tañed las cuerdas, despertad á Diana con un himno, halagad los oidos de vuestra señora y conducidla á su casa entre música.
JÉSSICA
Nunca me alegran los sones de la música.
LORENZO
Es porque se conmueve tu alma. Mira en el campo una manada de alegres novillos ó de ardientes y cerriles potros: míralos correr, agitarse, mugir, relinchar. Pero en llegando á sus oidos son de clarin ó ecos de música, míralos inmóviles, mostrando dulzura en sus miradas, como rendidos y dominados por la armonía. Por eso dicen los poetas que el tracio Orfeo arrastraba en pos de sí árboles, rios y fieras: porque nada hay tan duro, feroz y selvático que resista al poder de la música. El hombre que no siente ningun género de armonía, es capaz de todo engaño y alevosía, fraude y rapiña; los instintos de su alma son tan oscuros como la noche, tan lóbregos como el Tártaro. ¡Ay de quién se fie de él! Oye, Jéssica.
(Salen Pórcia y Nerissa.)
PÓRCIA
En mi sala hay luz. ¡Cuán lejos llegan sus rayos! Así es el resplandor de una obra buena en este perverso mundo.
NERISSA
No hemos visto la luz, al brillar los rayos de la luna.
PÓRCIA
Así oscurece á una gloria menor, otra más resplandeciente. Así brilla el ministro hasta que aparece el monarca, pero entonces desaparece su pompa, como se pierde en el mar un arroyo. ¿No oyes música?
NERISSA
Debe de ser en tu puerta.
PÓRCIA
Suena áun más agradable que de dia.
NERISSA
Efecto del silencio, señora.
PÓRCIA
El cantar del cuervo es tan dulce como el de la alondra, cuando no atendemos á ninguno de los dos, y de seguro que si el ruiseñor cantara de dia, cuando graznan los patos, nadie le tendria por tan buen cantor. ¡Cuánta perfeccion tienen las cosas hechas á tiempo! ¡Silencio! Duerme Diana en brazos de Endimion, y no tolera que nadie turbe su sueño. (Calla la música.)
LORENZO
Es voz de Pórcia, ó me equivoco mucho.
PÓRCIA
Me conoce como conoce el ciego al cuco: en la voz.
LORENZO
Señora mia, bien venida seais á esta casa.
PÓRCIA
Hemos rezado mucho por la salud de nuestros maridos. Esperamos que logren buena fortuna gracias á nuestras oraciones. ¿Han vuelto?
LORENZO
Todavía no, pero delante de ellos vino un criado á anunciar su venida.
PÓRCIA
Nerissa, véte y dí á los criados que no cuenten nada de nuestra ausencia. Vosotros haced lo mismo, por favor.
LORENZO
¿No ois el son de una trompa de caza? Vuestro esposo se acerca. Fiad en nuestra discrecion, señora.
PÓRCIA
Esta noche me parece un dia enfermo: está pálida: parece un dia anubarrado.
(Salen Basanio, Antonio, Graciano y acompañamiento.)
BASANIO
Si amanecierais vos, cuando él se ausenta, seria de dia aquí al mismo tiempo que en el hemisferio contrario.
PÓRCIA1
¡Dios nos ayude! ¡Bien venido seais á esta casa, señor mio!
BASANIO
Gracias, señora. Esa bienvenida dádsela á mi amigo. Este es aquel Antonio á quien tanto debo.
PÓRCIA
Grande debe ser la deuda, pues si no he entendido mal, por vos se vió en gran peligro.
ANTONIO
Por grande que fuera, está bien pagada.
PÓRCIA
Con bien vengais á nuestra casa. El agradecimiento se prueba con obras, no con palabras. Por eso no me detengo en discursos vanos.
GRACIANO
(A Nerissa.) Te juro por la luna, que no tienes razon y que me agravias. Ese anillo se lo dí á un pasante de letrado. ¡Muerto le viera yo, si hubiera sabido que tanto lo sentirias, amor mio!
PÓRCIA
¿Qué cuestion es esa?
GRACIANO
Todo es por un anillo, un mal anillo de oro que ella me dió, con sus letras grabadas que decian: «Nunca olvides mi amor.»
NERISSA
No se trata del valor del anillo, ni de la inscripcion, sino que cuando te lo dí, me juraste conservarlo hasta tu muerte y llevarlo contigo al sepulcro. Y ya que no fuera por amor mio, á lo menos por los juramentos y ponderaciones que hiciste, debias haberlo guardado como un tesoro. Dices que lo diste al pasante de un letrado. Bien sabe Dios que á ese pasante nunca le saldrán las barbas.
GRACIANO
Sí que le saldrán, si llega á ser hombre y á tenerlas. Con esta mano se le dí. Era un rapazuelo, sin bozo, tan bajo como tú, pasante de un abogado, grande hablador. Me pidió el anillo en pago de un favor que me habia hecho, y no supe negárselo.
PÓRCIA
Pues hiciste muy mal (si he de decirte la verdad) en entregar tan pronto el primer regalo de tu esposa, que ella colocó en tu dedo con tantos juramentos y promesas. Yo dí otro anillo á mi esposo, y le hice jurar que nunca le perderia ni entregaria á nadie. Estoy segura que no lo hará ni por todo el oro del mundo. Graciano, mucha razon tiene tu mujer para estar enojada contigo. Yo me volveria loca.
BASANIO
¿Qué podré hacer? ¿Cortarme la mano izquierda y decir que perdí el anillo defendiéndome?
GRACIANO
Pues tambien á mi amo Basanio le pidió su anillo el juez, y él se lo dió. Luego, el pasante, que nos habia servido bien en su oficio, me pidió el mio, y yo no supe cómo negárselo, porque ni el señor ni el criado quisieron recibir más galardon que los dos anillos.
PÓRCIA
¿Y tú qué anillo le diste, Basanio? Creo que no seria el que yo te entregué.
BASANIO
Si yo tuviera malicia bastante para acrecentar mi pecado con la mentira, te lo negaria, Pórcia. Pero ya ves, mi dedo está vacío. He perdido el anillo.
PÓRCIA
No: lo que tienes vacía de verdad es el alma. Y juro á Dios que no he de ocupar tu lecho, hasta que me muestres el anillo.
NERISSA
Ni yo el de éste, hasta que me presente el suyo.
BASANIO
Amada Pórcia, si supieras á quién se lo dí, y por qué, y con cuánto dolor de mi alma, y sólo porque no quiso recibir otra cosa que el anillo, tendrias lástima de mí.
PÓRCIA
Y si tú supieras las virtudes de ese anillo, ó el valor de quién te lo dió, ó lo que te importaba conservarle, nunca le hubieras dado. ¿Por qué habia de haber hombre tan loco, que defendiéndolo tú con alguna insistencia, se empeñara en arrebatarte un don tan preciado? Bien dice Nerissa: ella está en lo cierto; sin duda diste el anillo á alguna dama.
BASANIO
¡No, señora! lo juro por mi honor, por mi alma, se lo dí á un doctor en derecho que no queria aceptar 3,000 ducados, y que me pidió el anillo. Se lo negué, bien á pesar mio, porque se fué desairado el hombre que habia salvado la vida de mi mejor amigo. ¿Y qué he de añadir, amada Pórcia? Tuve que dárselo: la gratitud y la cortesía me mandaban hacerlo. Perdóname, señora; si tú misma hubieras estado allí (pongo por testigos á estos lucientes astros de la noche), me hubieras pedido el anillo para dárselo al juez.
PÓRCIA
¡Nunca se acerque él á mi casa! Ya que tiene la prenda que yo más queria, y que me juraste por mi amor guardar eternamente, seré tan liberal como tú: no le negaré nada, ni siquiera mi persona ni tu lecho. De seguro que le conoceré. Ten cuidado de dormir todas las noches en casa, y de velar como Argos, porque si no, si me dejas sola, te prometo por mi honra (pues todavía la conservo) que he de dormir con ese abogado.
NERISSA
Y yo con el pasante. ¡Conque, ojo!
GRACIANO
Bueno, haz lo que quieras, pero si cojo al pasante, he de cortarle la pluma.
ANTONIO
Por mí son todas estas infaustas reyertas.
1
Suprimo un juego de palabras intraducible.