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EL MERCADER
ACTO II
ESCENA II

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Una calle de Venecia

Sale LANZAROTE GOBBO

LANZAROTE

¿Por qué ha de remorderme la conciencia cuando escapo de casa de mi amo el judío? Viene detras de mí el diablo gritándome: «Gobbo, Lanzarote Gobbo, buen Lanzarote, ó buen Lanzarote Gobbo, huye, corre á toda prisa.» Pero la conciencia me responde: «No, buen Lanzarote, Lanzarote Gobbo, ó buen Lanzarote Gobbo, no huyas, no corras, no te escapes;» y prosigue el demonio con más fuerza: «Huye, corre, aguija, ten ánimo, no te detengas.» Y mi conciencia echa un nudo á mi corazon, y con prudencia me replica: «Buen Lanzarote, amigo mio, eres hijo de un hombre de bien…» ó más bien, de una mujer de bien, porque mi padre fué algo inclinado á lo ajeno. É insiste la conciencia: «Detente, Lanzarote.» Y el demonio me repite: «Escapa.» La conciencia: «No lo hagas.» Y yo respondo: «Conciencia, ¡son buenos tus consejos!.. Diablo, tambien los tuyos lo son.» Si yo hiciera caso de la conciencia, me quedaria con mi amo el judío, que es, despues de todo, un demonio. ¿Qué gano en tomar por señor á un diablo en vez de otro? Mala debe de ser mi conciencia, pues me dice que guarde fidelidad al judío. Mejor me parece el consejo del demonio. Ya te obedezco y echo á correr.

(Sale el viejo Gobbo.)

GOBBO

Decidme, caballero: ¿por dónde voy bien á casa del judío?

LANZAROTE

Es mi padre en persona; pero como es corto de vista más que un topo, no me distingue. Voy á darle una broma.

GOBBO

Decidme, jóven, ¿dónde es la casa del judío?

LANZAROTE

Torced primero á la derecha: luego á la izquierda: tomad la callejuela siguiente, dad la vuelta, y luego torciendo el camino, topareis la casa del judío.

GOBBO

Á fe mia, que son buenas señas. Difícil ha de ser atinar con el camino. ¿Y sabeis si vive todavía con él un tal Lanzarote?

LANZAROTE

Ah sí, Lanzarote, ¿un caballero jóven? ¿Hablais de ese?

GOBBO

Aquel de quien yo hablo no es caballero, sino hijo de humilde padre, pobre aunque muy honrado, y con buena salud á Dios gracias.

LANZAROTE

Su padre será lo que quiera, pero ahora tratamos del caballero Lanzarote.

GOBBO

No es caballero, sino muy servidor vuestro, y yo tambien.

LANZAROTE

Ergo, oidme por Dios, venerable anciano… ergo hablais del jóven Lanzarote.

GOBBO

De Lanzarote sin caballero, por más que os empeñeis, señor.

LANZAROTE

Pues sí, del caballero Lanzarote. Ahora bien, no pregunteis por ese jóven caballero, porque en realidad de verdad, el hado, la fortuna ó las tres inexorables Parcas le han quitado de en medio, ó dicho en términos más vulgares, ha muerto.

GOBBO

¡Dios mio! ¡Qué horror! Ese niño que era la esperanza y el consuelo de mi vejez.

LANZAROTE

¿Acaso tendré yo cara de báculo, arrimo ó cayado? ¿No me conoces, padre?

GOBBO

¡Ay de mí! ¿qué he de conoceros, señor mio? Pero decidme con verdad qué es de mi hijo, si vive ó ha muerto.

LANZAROTE

Padre, ¿pero no me conoces?

GOBBO

No, caballero; soy corto de vista: perdonad.

LANZAROTE

Y aunque tuvieras buena vista, trabajo te habia de costar conocerme, que nada hay más difícil para un padre que conocer á su verdadero hijo. Pero en fin, yo os daré noticias del pobre viejo. (Se pone de rodillas.) Dame tu bendicion: siempre acaba por descubrirse la verdad.

GOBBO

Levantaos, caballero. ¿Qué teneis que ver con mi hijo Lanzarote?

LANZAROTE

No más simplezas: dame tu bendicion. Soy Lanzarote, tu hijo, un pedazo de tus entrañas.

GOBBO

No creo que seas mi hijo.

LANZAROTE

Eso vos lo sabeis, aunque no sé qué pensar; pero en fin, conste que soy Lanzarote, criado del judío, y que mi madre se llama Margarita, y es tu mujer.

GOBBO

Tienes razon: Margarita se llama. Luego, si eres Lanzarote, estoy seguro de que eres mi hijo. ¡Pero qué barbas, más crecidas que las cerdas de la cola de mi rocin! ¡Y qué semblante tan diferente tienes! ¿Qué tal lo pasas con tu amo? Llevo por él un regalo.

LANZAROTE

No está mal. Pero yo no pararé de correr hasta verme en salvo. No hay judío más judío que mi amo. Una cuerda para ahorcarle, y ni un regalo merece. Me mata de hambre. Dame ese regalo, y se lo llevaré al señor Basanio. ¡Ese sí que da flamantes y lucidas libreas! Si no me admite de criado suyo, seguiré corriendo hasta el fin de la tierra. Pero ¡felicidad nunca soñada! aquí está el mismísimo Basanio. Con él me voy, que antes de volver á servir al judío, me haria judío yo mismo.

(Salen Basanio, Leonardo y otros.)

BASANIO

Haced lo que tengais que hacer, pero apresuraos: la cena para las cinco. Llevad á su destino estas cartas, apercibid las libreas. A Graciano, que vaya luego á verme á mi casa.

(Se va un criado.)

LANZAROTE

Padre, acerquémonos á él.

GOBBO

Buenas tardes, señor.

BASANIO

Buenas. ¿Qué se os ofrece?

GOBBO

Señor, os presento á mi hijo, un pobre muchacho.

LANZAROTE

Nada de eso, señor: no es un pobre muchacho, sino criado de un judío opulentísimo, y ya os explicará mi padre cuáles son mis deseos.

GOBBO

Tiene un empeño loco en serviros.

LANZAROTE

Dos palabras: sirvo al judío… y yo quisiera… mi padre os lo explicará.

GOBBO

Su amo y él (perdonad, señor, si os molesto) no se llevan muy bien que digamos.

LANZAROTE

Lo cierto es que el judío me ha tratado bastante mal, y esto me ha obligado… pero mi padre que es un viejo prudente y honrado, os lo dirá.

GOBBO

En esta cestilla hay un par de pichones, que quisiera regalar á vuestra señoría. Y pretendo…

LANZAROTE

Dos palabras: lo que va á decir es impertinente al asunto… El, al fin, es un pobre hombre, aunque sea mi padre.

BASANIO

Hable uno solo, y entendámonos. ¿Qué quereis?

LANZAROTE

Serviros, caballero.

GOBBO

Ahí está, señor, todo el intríngulis del negocio.

BASANIO

Ya te conozco, y te admito á mi servicio. Tu amo Sylock te recomendó á mi hace poco, y no tengas esto por favor, que nada ganas en pasar de la casa de un hebreo opulentísimo á la de un arruinado caballero.

LANZAROTE

Bien dice el refran: mi amo tiene la hacienda, pero vuestra señoría la gracia de Dios.

BASANIO

No has hablado mal. Véte con tu padre: dí adios á Sylock, pregunta las señas de mi casa. (Á los criados.) Ponedle una librea algo mejor que las otras. Pronto.

LANZAROTE

Vámonos, padre. ¿Y dirán que no sé abrirme camino, y que no tengo lindo entendimiento? ¿Á qué no hay otro en toda Italia que tenga en la palma de la mano rayas tan seguras y de buen agüero como estas? (Mirándose las manos.) ¡Pues no son pocas las mujeres que me están reservadas! Quince nada menos: once viudas y nueve doncellas… bastante para un hombre solo. Y ademas sé que he de estar tres veces en peligros de ahogarme y que he de salir bien las tres, y que estaré á punto de romperme la cabeza contra una cama. ¡Pues no es poca fortuna! Dicen que es diosa muy inconsecuente, pero lo que es conmigo, bien amiga se muestra.

(Vanse Lanzarote y Gobbo.)

BASANIO

No olvides mis encargos, Leonardo amigo. Compra todo lo que te encargué, ponlo como te dije, y vuelve en seguida para asistir al banquete con que esta noche obsequio á mis íntimos. Adios, no tardes.

LEONARDO

No tardaré.

(Sale Graciano.)

GRACIANO

¿Dónde está tu amo?

LEONARDO

Allí está patente.

GRACIANO

¡Señor Basanio!

BASANIO

¿Qué me quereis, Graciano?

GRACIANO

Tengo que dirigiros un ruego.

BASANIO

Tenle por bien acogido.

GRACIANO

Permíteme acompañarte á Belmonte.

BASANIO

Vente, si es forzoso y te empeñas. Pero á la verdad, tú, Graciano, eres caprichoso, mordaz y libre en tus palabras: defectos que no lo son á los ojos de tus amigos, y que están en tu modo de ser, pero que ofenden mucho á los extraños, porque no conocen tu buena índole. Echa una pequeña dósis de cordura en tu buen humor: no sea que parezca mal en Belmonte, y vayas á comprometerme y á echar por tierra mi esperanza.

GRACIANO

Basanio, oye: si no tengo prudencia, si no hablo con recato, limitándome á maldecir alguna que otra vez aparte; si no llevo, con aire mojigato, un libro de devocion en la mano ó el bolsillo: si al dar gracias despues de comer, no me echo el sombrero sobre los ojos, y digo con voz sumisa: «amen»: si no cumplo, en fin, todas las reglas de urbanidad, como quien aprende un papel para dar gusto á su abuela, consentiré en perder tu aprecio y tu cariño.

BASANIO

Allá veremos.

GRACIANO

Pero no te fies de lo que haga esta noche, porque es un caso excepcional.

BASANIO

Nada de eso: haz lo que quieras. Al contrario, esta noche conviene que alardees de ingenio más que nunca, porque mis comensales serán alegres y regocijados. Adios: mis ocupaciones me llaman á otra parte.

GRACIANO

Voy á buscar á Lorenzo y á los otros amigos. Nos veremos en la cena.

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