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1 A los lectores

Con gran cordialidad me dirijo a todos aquellos que se brindan la oportunidad de leer este libro de poesía, pues es precisamente por ustedes que hay autores como nosotros que se resisten a ignorar el vocabulario bello, hermoso y excelso que nuestra riquísima lengua nos provee benignamente. ¿Por qué escribir poemas? Sin lugar a dudas es una interrogante de suma importancia, pues coloca a la poesía en tela de juicio, pues la pone en un sitio donde tiene que responder su utilidad para el mundo de la realidad, para el mundo donde se realizan los actos más crueles y despiadados jamás vistos ni sospechados. Yo tengo mi propia respuesta, así como cada uno individualmente puede expresarla. Y digo yo que la poesía sirve para mostrar una alternativa literaria y comunicativa a la prosa: la existencia de la poesía vino con musicalidad, con sonoridad, con agrado y una sonrisa para sus oyentes y lectores, pues la poesía ofrece un canto literario a las almas. Crear poesía es decir mediante palabras lo que sentimos y lo que pensamos, así como lo que no sentimos ni pensamos; no sirve para nada desde un punto de vista utilitario o económico, pues la poesía no debe ser contemplada desde el terreno de los réditos, sino que debe ser entendida en el plano sentimental y hasta filosófico, pues la poesía consiste en un arte para liberar el alma y liberarse de todo lo que aprisiona; es también un ejercicio reflexivo y espiritual. Ciertamente, la poesía es meditación previa a su construcción lingüística, ciertamente, la poesía busca expresar con sinceridad y autenticidad lo que los seres hablantes y pensantes desean expresar, sin importar la naturaleza de sus concepciones. La poesía es un arma que primordialmente, más allá de la creación de la literatura, es un arma para romper con las realidades más absurdas, más carentes de sentido: la poesía busca incesantemente llenar la vacuidad que la realidad produce en las almas de los individuos. La poesía es la negación al desencantamiento de las palabras, de los pensamientos, de los sentimientos, de las sensaciones, de las experiencias y de todo lo que hay en el mundo. La poesía pretende abarcarlo todo para encantarlo con la belleza que paulatinamente se ha ido diluyendo con el paso del tiempo y la adquisición de nuevas tendencias hacia el mundo de lo cósico y lo material. Hacer poesía tiene que ver con un quehacer renuente a seguir padeciendo en el silencio y callar los estragos de la vida, así como ignorar las maravillas que aún quedan. La poesía quiere devolver la luz a la oscuridad y otorgar matices románticos y trascendentes a las vastas frivolidades del mundo real. Para decirlo dramáticamente, la poesía sirve para insuflar hálito de vida al cadáver podrido y malsano. La poesía es el otro lenguaje, es el lenguaje del arte de la palabra, es el amor por la belleza de las cosas y por la palabra misma; es amor puro por comunicar fielmente lo que las cosas son, y si algo no es bello, la poesía tiene el poder de hacerlo bello. Los poetas son los portavoces de la poesía, ellos como medio de expresión la presentan a la humanidad descorazonada y desposeída de las cosas que realmente valen la pena: hablo del amor, la amistad, la sabiduría, la convivencia sana entre seres semejantes e iguales, sin disonancias de ninguna índole, del crear los poemas que todavía no han sido creados por el genio del lenguaje, por el genio de la inteligencia, sobre todo, por el derecho que tiene el alma de tomar la palabra. “La poesía es el eco de la melodía del Universo en el corazón de los humanos”, decía muy atinadamente Rabindranath Tagore, filósofo y escritor indio.

Se escribe poesía porque, al final de cuentas, la palabra es primero, es después y lo es también al último, pues es la palabra lo que nos hace humanos y cuanto mayor es nuestro acercamiento a la palabra, más nos humanizamos. La eficacia de la palabra escrita radica en la poesía, estriba en el escrito más sincerado que pueda encontrarse, se encuentra en esos versos que desesperadamente se van trazando sin más remedio que seguir expresando, pues es nuestra naturaleza: expresar nuestra naturaleza y todas las cosas que nos rodean y nos suceden. Sin escatimar por un segundo, diría que la poesía es una necesidad inalienable al ser humano, a ese ser que busca su ser en medio de su mundo y de todas las palabras a las que puede acceder. Hay poesía porque hay asombro, maravilla, encanto, desencanto, alegría, tristeza, angustia, desesperación, dolor, satisfacción, insatisfacción, justicia e injusticias; en pocas palabras, hay poesía porque hay contenidos. Y los poemas no hacen más que ser ese reflejo nítido de todo lo habido y por haber, captan el todo en su totalidad y lo expresan de un millón de formas. El poder de la narración, de la descripción, de la conmoción, de la imaginación y la innovación, son propios del lenguaje poético, para lo cual no hay precio, solamente resta apreciarlo en todo su esplendor. La poesía no es un arte exclusivamente imitativo, sino un arte superador de su realidad y del mundo que la contiene, ya que jamás se encuentra en estado de satisfecho y de terminado, eso no sucede con la poesía, pues es la poesía la que nos muestra que nada está dicho ni terminado, sino que todo “se está diciendo” y puede ser reconstruido de las maneras más inimaginables que puedan existir. La aventura de leer poesía es aquella que nos lleva a recorrer los caminos de la vida pintados de muchos modos y por las más diversas personas, es como presenciar muchas pinturas de una multiplicidad de formas. Una cosa muy curiosa de la poesía es que puede componer al igual que descomponer todo un mundo, pues así como es creación, también tiene la capacidad de convertirse en destrucción. La poesía crea lenguajes, palabras nuevas, usos de expresiones poco empleadas, frases encantadoras que embelesan al espíritu y lo vuelven un guerrero que combatirá los males de su sociedad; en fin, la poesía acaba con la pobreza en todos los sentidos, la pobreza de lo que se ve, la pobreza de lo que se escucha, la pobreza de lo que se conoce, la pobreza de lo que se percibe y también la pobreza de lo que se dice; sobre todo, de esto último.

Pues la poesía ha sido diseñada para guerrear contra los reduccionismos y limitaciones del lenguaje y lo que hay más allá del lenguaje, que son las cosas en su esencialidad más original. La poesía se viste con las galas más pomposas que halla a su paso y las exhibe con su arte de la expresión, de la bella expresión de las palabras. A decir verdad, sin la poesía habría un empobrecimiento en la palabra hablada y escrita, en nuestra forma de hablar, en nuestras comunicaciones cotidianas, formales e informales, sencillas y complejas: sin ella, poco habría que decir. La poesía abre el camino a la libertad, a la libre decisión de elegir nuestras palabras y poder decirlas sin macabras coacciones. Leer poesía es regocijo para el alma, es el descanso para los ímprobos trabajos diarios de la vida, leer poesía sirve para resistir los embates de las imágenes más crudas y cruentas de los hechos más perversos y malévolos que existen, leer poesía sirve para recuperar las fuerzas y el aliento y el interés por seguir viviendo, por seguir experimentando, por continuar en el viaje de la conciencia en este mundo y en el universo. La poesía nos permite ser muchas cosas que no podemos ser y en ese experimento podemos comprender otras esencias, otras otredades, otras existencias y expresiones de lo real y lo irreal. La poesía es ese puente que nos conduce al otro lado de nuestro ser y de nuestro ego, nos roba la identidad propia para brindarnos muchas otras más y poder ser holísticos, totales, completos, absolutos, tener la capacidad de ser más que una sola unidad. Con justicia arriba a la vida, a los libros y al vocabulario de aquellos que toman a la poesía como herramienta para expresar y explicar cualquier suceso ocurrido en el mundo; así pues, la poesía sirviendo como un medio para hablar, decir, expresar, contar y dialogar, también como efecto ineludible sirve para darnos satisfacción en los días y momentos más oscuros de los tiempos y guardar fielmente la esperanza de que todo tornará a mejor. La poesía, al igual que todo género literario; pero con mayor ahínco, mayor precisión, mayor atino y más intensidad sentimental, pretende recuperar la palabra, retomarla para apropiárnosla y servirnos de ella según necesitemos hacerlo. Ante un mundo que pareciera cada vez más alejarse de las palabras y acercarse a las cosas mirándolas sin lenguaje, empobrecemos cada vez más nuestra esencia lingüística y, por ende, la comprensión del mundo en el que somos actores. La poesía está en contra de la pauperización del lenguaje, está en contra de reducirlo a su mínima expresión, pues al reducirlo tenemos menos palabras para comprender, sentir, saber, explicar, conversar, entre una amplia gama muy vasta de beneficios que obtenemos con un lenguaje robusto y lozano. La poesía busca maximizar en términos cuantitativos y mejorar en términos cualitativos su capacidad para expresar. Cuantas más palabras tenemos a nuestra disposición mayor es el universo que tenemos frente a nosotros, pues más pobre es aquel que tiene pocas palabras que aquel que guarda pocas monedas en el bolsillo. No se puede hablar de algo tan grande como lo es el mundo con un lenguaje parco y desnutrido, pues no sería justo limitarlo todo a razón de una escasez de palabras; antes bien, debemos ampliarlo hasta salir de toda lógica gramatical y poder construir nuevas maneras de comunicarnos, pues el acto de conocer y conocernos hablando, es sencillamente lo mejor que ha nacido en esta tierra. Ves en la medida en que reconoces con palabras lo que ves, es decir, que quien con pocas palabras expresa lo que ve, poco es lo que ve; en cambio, quien posee muchas palabras para hablar mucho de todo, tanto mayor es su visión sobre las cosas.

Un árbol no es solo un árbol, pues hay distintos tipos de árboles, según su composición natural: es un cuerpo natural compuesto por muchas partes, tiene hojas, tiene flores, tiene frutos, tiene raíces, tiene un tronco y tiene ramas, tiene componentes internos y externos, es toda una composición de la naturaleza. Una palabra no basta para describir un árbol ni nada, pues sería concentrar en una sola cosa la atención y no alcanzaría para conocerlo por completo, de ahí que la poesía contempla todo en todas sus partes, desde lo profundo hasta lo superfluo, desde abajo hacia arriba, observa todas las cosas en todos sus ángulos posibles de percepción con la finalidad de expresar lo que hay en su absoluta vastedad.

La poesía hace un llamado a hacernos mejores lectores y no solamente de palabras, sino también de la realidad por medio de las palabras. Un mundo mejor será habitado por un mundo de buenos lectores, buenos lectores de libros y de su tiempo y no por analfabetas insensibles. Un poema leído o escuchado en el momento correcto, en las circunstancias correctas y de forma apropiada, causará grandes cambios en sus receptores, pues la potencia emocional y emotiva que contienen los poemas, son precisamente para atender tales situaciones. Siempre la poesía tendrá por tarea llevar comida a donde no la hay, llevar agua a donde falta, dar vida a lo muerto, entregar amor a quien de amor carece, dar paz a los turbados y obcecados, brindar cobijo a los errantes, llevar música sublime a los vacíos donde se escuchan estridencias disonantes, ofrecer un mensaje de esperanza a los desesperanzados, dar algo bueno en medio de todos los males, enseñar la serenidad a los corazones agitados, dar abundancia en un ambiente de miserias; en resumen, la poesía ofrece el todo por la nada.

La poesía es el espíritu de una sociedad, es lo profundo que hay en ella, pues recoge todo cuanto encuentra a su paso: la poesía contiene los sueños, los deseos, las pasiones, los dolores, las decepciones, las vicisitudes, los vicios, las virtudes, historias, cuentos, pensamientos, sentimientos, emociones y un sinfín de cosas más que pertenecen al mundo de los mortales, al mundo de los humanos. Así pues, la poesía es el lenguaje de la humanidad; no hay nada que quede fuera del lenguaje poético, pues lo poético busca expresar todo lo que es e incluso lo que no es, y, en ocasiones, de lo que podría ser, pues la poesía también expresa las nostalgias de la sensibilidad de las personas. Tétricas sombras y llamas abrasadoras y un suelo seco y árido es lo que encontraríamos en una tierra donde no se cultiva la poesía, en donde no se cultiva el lenguaje, en donde no se cultivan los pensamientos, en donde no se cultivan las mentes y los corazones, pues la poesía es el arte de crear y cada ser humano está dotado de una poderosa libertad para decidir qué crear en su mundo. Hacer poesía debe ser una tarea tan delicada como cuando elegimos las palabras que diremos a nuestros amantes, pues ahí donde el amor no alcanza a ser expresado, la poesía hace infinitos intentos por expresar en palabras el idioma verbal del amor. Si los sueños son rotos la poesía los enmendará con toda la voluntad de que dispongan nuestros corazones, pues somos todos templos sólidos y endurecidos por los tiempos oscuros, mas la blancura y bondad de nuestros espíritus sobrevivirá para ver un nuevo amanecer en nuestra tierra amada, que es el único reino que nos pertenece, que es el único mundo que tenemos: nuestro hogar. Tomaremos la poesía como arma imprescindible para defendernos de la esclavitud y los poderes malignos a los que somos susceptibles; izaremos la bandera de la poesía para hacer de este mundo uno más poético, más artístico, más libre.

Ulises Laertíada

Poemario

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