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Introducción: el concepto de bioeconomía

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La bioeconomía representa la visión de una sociedad futura mucho menos dependiente de los recursos fósiles para suplir su demanda de energía y materias primas, en la que la biomasa producida de forma sostenible desempeña un papel fundamental para la producción de alimentos y de productos de salud e industriales, fibras y energía. Es una respuesta a por lo menos cuatro grandes desafíos globales emergentes y convergentes: 1) el hecho de que en los próximos 20 a 30 años la población mundial crecerá a nueve mil millones de personas y, en consecuencia, se tendrá que satisfacer una demanda mundial de alimentos por lo menos 50 a 70 % más alta que la actual; 2) existe evidencia creciente de una disminución significativa de los recursos naturales y, en algunos casos, de su agotamiento; 3) a pesar de que no podemos hablar de “el fin del petróleo”, toda la evidencia disponible apunta a que el petróleo o la energía barata (como el gas natural) son cosas del pasado, lo que implica riesgos incalculables para el medio ambiente y 4) se están empezando a evidenciar impactos del cambio climático a diferentes niveles en todo el mundo y estos son considerados como los principales obstáculos del futuro.

Todas estas tendencias están mostrando que “lo de siempre” ya no es una opción y que deberán hacerse ajustes importantes en los comportamientos sociales y económicos. Se necesitan enfoques novedosos para tener la oportunidad de abordar seriamente los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) de erradicar el hambre y la pobreza (ODM 1) y asegurar la sostenibilidad del medio ambiente (ODM 7). Los problemas son globales y, ciertamente, no nuevos. Han estado allí por un extenso periodo. Lo que es nuevo a la fecha es la unión de un mejor entendimiento de los problemas que hay que afrontar con la madurez de los procesos políticos nacionales e internacionales, como los de las Conferencias de las Naciones Unidas sobre el desarrollo sostenible (UNSDC) y el Grupo intergubernamental de expertos sobre el cambio climático (IPCC), entre otros, que proporcionan la base para un compromiso político mínimo, puesto que las acciones, dado el carácter mundial del reto, necesariamente también deben ser globales. Al mismo tiempo, existe una base científica y tecnológica que ofrece esperanzas y posibilidades concretas de un cambio efectivo en el curso de acción.

En este contexto, la bioeconomía es vista cada vez más como una oportunidad –aunque desafiante– para abordar coherentemente la compleja situación y crear nuevas fuentes de crecimiento económico y social equitativo. Su esencia se ha sintetizado con diferencias sutiles como “la aplicación del conocimiento a las ciencias biológicas para la obtención de productos sostenibles, respetuosos del medio ambiente y competitivos” (CE 2005), así como “el conjunto de las opera-ciones económicas en una sociedad que utiliza el valor latente de productos y procesos biológicos para captar nuevos beneficios para el crecimiento y el bienestar de los ciudadanos y las naciones” (OCDE 2006), y más recientemente abarca “[...] la producción de recursos biológicos renovables y la conversión de estos recursos y flujos de residuos en productos con valor agregado, como alimentos, productos biológicos y bioenergía. [...]” (CE 2012).9 Independiente del énfasis –el uso de la biomasa o el papel de la nueva biología–, el hilo común en todos estos conceptos es el uso más eficiente de los recursos naturales y el aumento del conocimiento de los procesos de producción para mejorar la captura de la energía solar y transformarla en otras fuentes de energía y productos. Los sectores y las industrias asociadas a la bioeconomía son portadores de un “[...] fuerte potencial de innovación debido al uso que hacen de una amplia gama de las ciencias, de las tecnologías facilitadoras e industriales y del conocimiento local y tácito [...]” (CE 2012). Por consiguiente, muestran un potencial importante como fuentes de cadenas de valor completas, con un impacto ambiental reducido y promesas de puestos de trabajo de alta y baja calificación, que ayudan a reducir la pobreza y a continuar mejorando la calidad de vida de la creciente población mundial. En este sentido la bioeconomía también es un concepto estrechamente asociado al de “economía verde” (GE) que ha sido presentado por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), en un esfuerzo por impulsar la consecución de los ODM y por construir una sociedad global que satisfaga equitativamente las necesidades y aspiraciones de la generación presente sin sacrificar los derechos y las oportunidades de las generaciones futuras (PNUMA 2011).

Visto en este contexto, la bioeconomía es ese segmento (de la economía) construida sobre la base de la mejora de los usos de la biomasa y de las oportunidades que surgen de la nueva biología y las ciencias asociadas. Ciclos anteriores de la organización y el crecimiento económico moderno dependían de la explotación de las fuentes no renovables para la producción de energía y de los bloques de construcción químicos resultantes de procesos basados en la fotosíntesis, que tuvo lugar hace millones de años. Las cadenas de valor de la bioeconomía de hoy en día están evolucionando hacia procesos renovables que podrían llamarse fotosíntesis en “tiempo real”. Este proceso ya está en marcha y sus impactos ya se están viendo reflejados en una amplia gama de sectores, que van desde la alimentación y la salud hasta el transporte, la construcción e incluso la recreación. El mayor impacto se ha dado, hasta ahora, en la industria farmacéutica, en la que ya se usa ampliamente (y es aceptada) la biotecnología moderna, tanto en el diagnóstico como en las aplicaciones terapéuticas que generan un mercado que abarca decenas de miles de millones de dólares al año (OCDE 2010). Desde que alcanzó estatus comercial hace 15 años, la biotecnología vegetal se ha convertido en una de las tecnologías adoptadas más rápidamente en la historia agraria y ha alcanzado para 2012 más de 170 millones de hectáreas de cultivos transgénicos plantados cada año en más de 25 países (James 2012). A pesar de la controversia y el debate político, la biotecnología agrícola está evolucionando de manera sostenida para convertirse en el estándar de la industria agrícola en lugar de la excepción. Además de los enfoques transgénicos, la biotecnología vegetal se ha ganado hoy en día una amplia aplicación en enfoques no OGM para acelerar la cría de manera significativa, y sobre todo, para ofrecer nuevas y mejoradas herramientas de diagnóstico para la detección de plagas y patógenos de las plantas, y en el cultivo de tejidos vegetales para la propagación masiva o para la producción de materiales de siembra libres de enfermedades. En el futuro, se requerirán cada vez caracteres más complejos y estarán disponibles gracias a métodos mejorados. La biotecnología industrial, es decir, el uso de microorganismos o enzimas para la transformación y elaboración de productos químicos, materiales y energía es uno de los enfoques más prometedores para producir bienes y servicios con mayor eficiencia económica y beneficios ambientales (WWF 2009). La aplicación del conocimiento biotecnológico probablemente ganará aún más fuerza en la medida en que la idea de una energía mucho más diversificada basada en la biomasa y la matriz industrial se establezcan, uniendo los biocombustibles actuales con los de segunda generación en la producción de biomateriales, que incluyan biopolímeros y bioplásticos para la industria química, el sector de la construcción y la ingeniería.

Avanzar hacia una economía de nuevas industrias y cadenas de valor competentes y de base biológica, no solo exigirá más sistemas carbono-eficientes de producción primaria sostenible y cadenas alimenticias más productivas y resistentes, sino capacidades y políticas de innovación eficaces para movilizar la base de conocimientos necesaria. Por otra parte, ya está disponible, y será ampliado de forma continua, el acervo de conocimiento para muchos cambios urgentes. La cuestión no es si la ciencia puede ofrecerlo, puesto que la viabilidad técnica de los nuevos conceptos ha sido probada en la mayoría de los casos. Las principales limitaciones parecen estar en el actual nivel de comprensión de los procesos sociales y económicos implicados que acompañan la aparición de los nuevos sectores y modos de producción y las preguntas con respecto a cuáles son sus implicaciones, sus costos, las políticas y las instituciones necesarias para facilitar una transición rápida y equitativa. Una sociedad menos dependiente de los combustibles fósiles será una sociedad muy distinta a la que conocemos hoy en día: más descentralizada, menos dominada por producciones a gran escala para lograr eficiencia, con procesos cíclicos importantes, con diferentes redes entre sectores –rural/urbano–, y con diversas relaciones comerciales internacionales como consecuencia del cambiante equilibrio de los recursos estratégicos. Todo esto da lugar a un nuevo panorama económico (las ventajas comparativas, los países, los sectores, la competitividad de los productos) y requiere, como cualquier nuevo escenario, nuevas políticas, comunicación en las sociedades e instituciones que contengan, expliquen y orienten los comportamientos de los actores para optimizar los beneficios potenciales y minimizar los costos de transición para todos los involucrados.

Enmarcado en este contexto emergente, el presente artículo tiene como objetivo contribuir a la discusión de 1) cuáles deben ser los objetivos de la bioeconomía, dados los recursos y las condiciones específicas en América Latina y el Caribe (ALC) y 2) los que podrían ser los principales elementos de la agenda de discusión de “hacia una bioeconomía para ALC”, con un énfasis particular en el sector agrícola.10 En la consecución de estos objetivos, este documento está organizado en cinco secciones adicionales a esta introducción. La segunda es una breve discusión sobre algunas experiencias de bioeconomía existentes en ALC. Luego sigue un debate sobre cuestiones de seguridad alimentaria y la conexión/relación entre la bioeconomía y las oportunidades de desarrollo rural (sección 3) y una presentación de las rutas alternativas que podrían ser parte de la construcción de una bioeconomía en ALC (sección 4). La sección 5 describe escuetamente las implicaciones institucionales y las políticas necesarias para pasar de un enfoque convencional a uno bioeconómico y resume algunas de las restricciones que hay que afrontar para la implementación exitosa de estas estrategias. La sexta y la última sección ofrecen algunas observaciones finales para concluir el artículo.

Hacia una bioeconomía en América Latina y el Caribe en asociación con Europa

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