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Promover la transición a un modelo de bioeconomía

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Experiencias existentes en Europa, Estados Unidos y varios países de Asia, así como en algunos de los países de la región, como Brasil, en el caso del desarrollo de los biocombustibles, y Costa Rica, en la valorización de la biodiversidad, resaltan que las dimensiones políticas e institucionales son elementos sustanciales en la transición de una perspectiva convencional a una basada en la bioeconomía.

Una utilización más amplia y eficiente de las alternativas basadas en la biomasa abre un panorama amplio respecto a sus beneficios potenciales. Al mismo tiempo, se plantean nuevas dificultades que deben ser incorporadas claramente a la política y a los medios institucionales para que se materialicen esos beneficios. Muchos de estos problemas tienen que ver con las características particulares de las aplicaciones biotecnológicas y la forma como se perciben y se diferencian de los sistemas tecnológicos convencionales. Además, surgen de los nuevos y diferentes modos de desarrollo de los procesos de producción de biomasa y se integran a las nuevas cadenas de valor. Comprenden aspectos relacionados con la integridad de las políticas involucradas y el papel que desempeñan en los procesos, el tipo de ciencia en la que se basa el desarrollo de la tecnología y la clase de instituciones que lideran el proceso, la naturaleza del propietario y los requisitos de inversión de las nuevas tecnologías y los nuevos sistemas de regulación, entre otros aspectos.

El común denominador del sistema emergente es la creciente complejidad del nuevo ambiente comparado con el de los sistemas agrícolas de alimentos/fibra convencionales ya existentes. La Tabla 1 resume los principales contrastes que deben tenerse en cuenta. (Para un análisis más exhaustivo de estos aspectos véase Trigo 2002 y Trigo y Henry 2009).

Tabla 1: Sistemas agrícolas convencionales comprados con sistemas agrícolas orientados a la bioeconomía


Fuente: Los autores y basado en Trigo (2002).

La principal diferencia que debe destacarse es respecto al enfoque de la política y al tipo de instrumentos implicados. Los objetivos e instrumentos políticos deben adaptarse a los distintos ciclos de vida implícitos en la bioeconomía. Las políticas convencionales evolucionan de puestas en escena “maduras”. En la bioeconomía, la mayoría de los casos se encuentra en sus primeras etapas de desarrollo y tiene la necesidad, por un lado, de políticas de incentivos para atraer y orientar las inversiones en el sector y, por el otro, de instrumentos de sostenibilidad para asegurar mejores prácticas en la gestión de los recursos naturales y la conservación de los alimentos o de la energía. Un entorno de políticas bioeconómicas necesita considerar explícitamente los recursos naturales/ medio ambiente, la energía y los dominios de políticas agrícolas, industriales y comerciales. Las experiencias de Brasil, la Unión Europea y los Estados Unidos con las regulaciones, los impuestos y los incentivos de mercado destinados al desarrollo de los biocombustibles modernos son claros ejemplos de la importancia de la estructura de estas y otras políticas para dar forma a la dirección de las nuevas industrias y sus mercados (ejemplo de la Unión Europea: Iniciativa de mercados líderes). Sin embargo, también hay ejemplos de advertencia, en los que la intervención política derivó en conceptos erróneos graves con consecuencias a largo plazo debido a inversiones mal dirigidas. Por tanto, un enfoque desde la bioeconomía requiere para las cuestiones centrales una combinación de políticas más complejas sustentadas en la evidencia que engloben las materias primas, la diversificación de ideas, la planificación del uso del suelo y las políticas industriales y de consumo –comercio justo, sostenibilidad y certificación “verde”, etc.–, que abarquen más que los sectores de energía o transporte. En este sentido, las políticas deben tener en cuenta y promover un uso del suelo socialmente aceptable y apuntalar el desarrollo de la bioenergía en una dirección sostenible para evitar los daños ambientales y sociales.

En el sector primario, la política agrícola, incluyendo la disponibilidad de la infraestructura rural, el crédito y la tenencia de la tierra, determinará la magnitud y la distribución de los beneficios económicos. Todas estas estrategias necesitan tener un componente regional así como uno global, debido a que los mercados de la bioeconomía se desarrollarán en una economía globalizada. Más allá del cambio en el enfoque y el alcance de las políticas, deben destacarse varias áreas para actuar. Dentro de ellas se encuentran la ciencia y la innovación, el desarrollo de los recursos humanos, la participación social y una serie de regulaciones e instrumentos de promoción, esenciales para asegurar un patrón de desarrollo de la bioeconomía sostenible y seguro.

Hacia una bioeconomía en América Latina y el Caribe en asociación con Europa

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