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Оглавление“EMERGER DESDE LAS SOMBRAS A LA LUZ UN NUEVO DISEÑO”
Catherine Arriagada Torres
Agradecimientos
A mis queridos compañer@s de camino, padres, hijos, amores, hermanos y amigos quiero agradecer por su compañía.
Me parece que el camino recorrido ha ido construyendo sus frutos en mí y en quienes me rodean, el amor, la fortaleza y la valentía han sido ingredientes primordiales en quien me he convertido hasta ahora.
Podría recordar los momentos difíciles de mi vida, pero hoy creo que esos momentos y situaciones fueron necesarios para conformarme en quien estoy siendo, en mi corazón quizás sería otra y, les agradezco, les abrazo desde mi profunda humildad y les dedico este trabajo.
A mi madre, maestra y valiente mujer, quien, con los recursos que tenía, me enseñó a cuidarme y a cuidar a quienes amo, proteger a los que me importan y a saber que la vida se vive, me enseñó a crecer y ser adulta comprendiendo que el valor está en mi interior y no fuera de mí, que nos podemos diseñar abrazando lo dolores vividos y con gran esperanza podemos mirar un futuro amable y amoroso.
A mis hijos, maestros que me enseñaron a reinventarme una y otra vez por amor, a buscar en mi palabra amorosa para acercarme a ellos sin importar la razón, a amar incondicionalmente desde lo más profundo de mi ser, sin reservas y sin esperar nada a cambio. Me enseñaron a buscar caminos para levantarme una y otra vez. Me salvaron muchas veces y me enseñaron a encontrar sentido cuando creí que no lo había, solo en honor al amor.
A mis padres, les agradezco por enseñarme a caminar por las sombras y dolores, por mostrarme que el abandono solo existe si me abandono a mí misma y que con valentía el perdón a mí misma y a otros, se alcanza entendiendo y sintiendo que esa “Gran palabra” nos libera y nos permite caminar más liviana y en libertad.
A los hombres que me amaron y en especial a mi esposo Antonio, les honro y solo tengo palabras de gratitud por acompañarme a ser mujer, por mostrarme el camino de la confianza y el amor, por enseñarme que la comprensión y compañía se alimentan todos los días. Por mostrarme lo intensa y apasionada que puedo ser, por estar a mi lado en aquellos momentos menos iluminados y contenerme, por acompañarme a vivir la vida como una elección, pero por, sobre todo, por regalarme la posibilidad de conocer a mis tres grandes maestros Sebastián, Benjamín y Cristóbal.
A mis amigas, les agradezco por acompañarme en la sororidad y mostrarme como confiar, por cuidarme y ser pacientes con mi intensidad.
Desde mi comprensión profunda de hoy y agradecimiento por este hermoso regalo, me comprometo conmigo y con ustedes a seguir construyéndome, dando un paso a la vez, conectándome con mi fluidez y generosidad de mi escucha, con desbordes quizás “reconociéndome múltiple”, pero aceptando mis límites y volviendo a la calma, teniendo una voz propia sintiendo que mis silencios me conecten con la inmensidad del amor para estar presente y acompañarme y acompañar a quien lo requiera.
¡Gracias, gracias y gracias!
ÍNDICE
1.4Aprender a callar “NO DIGAS NADA”
1.6 Cómo aprendí a ser como era
3. Modelo OSAR y Estructura de Coherencia.
3.2Estructura de Coherencia y Perfil Unitario
4. Creación de mi propia Obra de Arte.
4.1Diseño Estratégico de Identidad.
4.2Estrategias de aprendizaje.
1.“Yo en el Mundo “Dasein””.
1.1.- Contexto.
Aquí voy en interpretación del ser quien estoy siendo, tal como menciona Heidegger en su concepto del Dasein y en su definición de “como un estar-en-el-mundo fácticamente existente”. “Ser y Tiempo”. (Rivera J. E., 1926, pág. 62)
•Chile estaba pasando por momentos políticos complejos. El gobierno de ese tiempo era el de Salvador Allende y de la Unidad Popular. El país se encontraba en una etapa convulsa, mucha división, desconfianzas, descontentos y movilizaciones sociales. Nuestro país estaba en crisis. Algunos ciudadanos sentían necesario un cambio y otros sentían injusto que lo que habían ganado, les fuera arrebatado. El contexto social era de desigualdades sociales, confusiones e inseguridades.
Mientras tanto, el mundo que me esperaba estaba conformado por Juan y Guillermina. Mi madre se casó muy joven para salir de su casa y el maltrato que sufría por parte de su madre, hermana mayor de nueve hermanos de un segundo matrimonio. Juan, mi padre, tenía 23 años al momento de casarse, hombre alegre y amigo de los amigos y con especial gusto por las fiestas. Alto, moreno, de cara alargada y ojos tristes, “Un muy buen padre, pero no tan buen esposo” -decía mi madre.,
Después de un año de casados, se fueron a vivir a Renca, otra comuna de Santiago, en una casa muy humilde; en mi imaginación tiene un cierto parecido a la casa del cuento de los tres cerditos, esa que con un soplido podría volar por los aires. Mi mamá me ha contado que la abundancia no era parte de sus días, por tanto, el trabajo y el esfuerzo eran parte fundamental de sus vidas.
Al siguiente año, en marzo nace mi hermano mayor Juan, y dos después, mi hermana Soledad, y siete años más tarde, fui recibida en este mundo.
1.2.- Mi Llegada.
Durante esos diez años de matrimonio, mi madre cuenta que, si bien al principio tuvieron alegrías, ella recuerda una vida difícil en lo económico y en lo afectivo, y su espera por mí estuvo llena de contradicciones; la esperanza, la desilusión, la alegría, la pena, la soledad, la inseguridad, la resiliencia podrían ser elementos que envolvieron mi llegada al mundo.
Mi mamá cuenta que ese año tuvo alegrías, reconciliaciones y profundas penas, un 3 de octubre de ese mismo año, mi padre falleció en un accidente automovilístico y ella se vio enfrentada a un mundo que no conocía y para el que no estaba preparada, viuda de 26 años con tres hijos pequeños de 9, 6 años y una bebé de 8 meses. La soledad, la desesperación y la incertidumbre inundaron nuestro hogar. Me imagino que la soledad y la sensación de abandono debe haberme inundado también, me imagino como una bebé sin atención, sin cuidados, pero también comprendo que no existió otra forma de que hubieran pasado las cosas.
Durante algunos meses recibimos ayuda de cercanos y algunos familiares, durante ese tiempo mi madre salió a buscar sustento para sus tres niños pequeños y el cuidado de las dos pequeñas quedó a cargo de mi hermano Juan, cambiando pañales, cocinando, asumiendo esa tarea. Me imagino que no fui tan cuidada y me pregunto ¿cómo un niño de 9 años podría estar a cargo de una beba de 8 meses?
Hoy nos cuenta que, en realidad, no sabía cómo hacerlo, y que ahí se sentía como un papá, se sentía responsable de cuidarnos. Creo que aquello ocurrió durante tres meses, y luego fuimos enviados al cuidado de familiares paternos en el sur, y a internados. Mi emoción al recordar estos hechos es de tristeza al sentir la desprotección, dadas las situaciones de mi madre para cuidarnos.
1.3.- El Nuevo Amor.
Durante los meses de verano, mi madre encontró el amor; se enamoró profundamente de Gustavo y su mundo cambió y el de nosotros también. Según las conversaciones con mis hermanos, la principal atención de mi madre fue hacía él, ¿quizás en respuesta a tanto desamor y abandono sufrido durante su vida? Comenzaba así una nueva vida.
Yo era muy pequeña, tal vez sentí que la atención y el poco cuidado de mi madre eran atrapados por este nuevo amor. Comenzamos a vivir con él, conformamos una nueva familia y eso colaboró con mi crianza desde muy temprana edad. En una conversación con mi hermano mayor durante este año, ya cumplido mis 49 y con el objetivo de ir reconstruyendo mi historia, él me contó que este nuevo amor extraño llegó a vivir a nuestras vidas muy luego después de la muerte de mi padre, y que él sintió que ocupaba un lugar que no le correspondía y que nos robaba la atención, cuidado y amor de nuestra madre.
Fue a él a quien reconocí como mi papá, no sé si él me adoptó o yo necesité adoptarlo a él. Creo que mis ansias eran más grandes que las de él; en realidad, creo que yo encontré una imagen paterna que me podría entregar amor, abrazar y dar atención.
Crecí asumiendo que él era mi padre, a pesar de que siempre supe que no lo era; mi madre se encargó de recordármelo “siempre”, pero yo necesitaba sentir que él era parte de mí. Recuerdo que hacía muchas cosas para llamar su atención, comía todo lo que a él le gustaba, recuerdo que una oportunidad que tomé una sopa muy mala de sabor, creo que era “de cola de buey”, la tomé hasta el final, aunque su sabor me daba ganas de vomitar y aunque sabía muy amarga, lo hice para obtener su aprobación.
Además, recuerdo que cuando pequeña lo único que quería era cambiarme el apellido por el de él cuando fuera grande, creo que era como una forma de sentir la pertenencia y el amor de un padre más allá de no tener un vínculo sanguíneo. Hoy entiendo que buscaba su aprobación y que me quisiera. Yo estaba dispuesta a hacer todo lo que pudiera para tener su amor.
Sin embargo, creo que crecí sintiéndome ajena a él y mi madre se encargaba de hacérmelo sentir permanentemente, ella no me permitía abrazarlo, ni sentarme en sus piernas, ni ninguna expresión de afecto y me parece que a él tampoco le importaba hacerlas, más bien yo sentía que me dejaba hacerlo por cumplir, era como si nada fuera suficiente para que me quisieran; me ignoraban, no me veían.
Mi madre tuvo otros hijos, “mis hermanos menores” y dada la situación económica, comenzó a trabajar muchas horas, así que no recuerdo quien, durante esos años, estuvo a cargo de mi cuidado y el de mis hermanos; creo que padecimos aguda soledad durante esos años.
1.4.- Aprender a callar “NO DIGAS NADA”
Una noche -recuerdo tener 12 años-, en horas previas de hacer la primera comunión, mi madre salió a una comida de su trabajo, yo y mis hermanos quedamos a cargo de mi papá José, en realidad, mi padrastro, pero a quien, durante muchos años, lo llamé papá, pues, como mencioné anteriormente, yo sentía que lo era.
Esa noche, mi papá invitó a un tío, para compartir y tomarse algo; la hora pasó y nos fuimos a acostar, mientras ellos seguían conversando, riendo y bebiendo mucho alcohol. Por lo menos eso era lo que yo escuchaba, hasta que me dormí.
En medio de la noche, me desperté sintiendo a alguien en mi espalda acostado detrás de mí, con mucho olor a alcohol y con su mano tocando mi vagina. En un primer momento no entendía lo que estaba ocurriendo, sentí mi cuerpo extraño, como una contracción, me sentí congelada, pero no dije nada y me quedé muy quieta ¡no sabía qué decir! Al pasar un rato, me di cuenta de que era mi papá y seguí en silencio… hasta que comencé a sentir algo extraño, una sensación agradable, al pasar un rato más supe que no estaba bien y al cabo de un momento me moví y mencioné la palabra ¡papá! En ese momento, él se paró y creo que, haciéndose el borracho, salió de mi habitación, pero antes de salir dijo “NO DIGAS NADA”, y se fue.
Yo no sabía qué hacer, ¡no entendía!, pero algo en mi interior me decía que eso era malo; tomé mi nuevo testamento y comencé a rezar, pidiendo perdón… no sé de qué, creo que de esa sensación agradable que había experimentado, me sentí sucia, como no entendiendo nada. No sé si esa noche pude dormir, sólo recuerdo haber vivido una confusión gigantesca y mucha pena por no entender, y culpa y miedo que hicieron que me llevaron a callar. No recuerdo más de esa noche.
Al pasar los días y observar que en mi mundo externo todo seguía igual, que todos se comportaban de modo habitual, percibí que mi mundo ya no era el mismo; sentía rabia, culpa y surgió en mí la necesidad de hablar, de contar lo ocurrido.
Busqué la forma de contárselo a mi mamá, no sé si fue antes o después de mi primera comunión, ¡y un día, en un baño se lo conté!; recuerdo que se armó una gran pelea, me veo parada en el pasillo, observando una gran discusión. Me sentí paralizada, como sintiendo que me había equivocado, que no debía haber hablado. Mi madre me ha contado que ella casi se vuelve loca y que tomó una pistola y amenazó a mi papá con matarlo, pero nada de eso ocurrió y siguieron juntos; yo no recuerdo nada de eso, ¡solo puedo sentir que el haber hablado fue tremendo! Tiempo después nos enteramos de que él había hecho lo mismo con mi hermana, pero mi madre siguió junto a él. En ese momento sentí que hubiera sido mejor haber callado. En algunas oportunidades, en el transcurso de mis años, he sentido que no sé qué decir frente a situaciones de riesgo y que es mejor callar, como un “rutina defensiva del callar”, en que fui generando explicaciones privadas sobre el comportamiento de los demás y en muchas ocasiones, asignando “malas intenciones” (Newfield Consulting, 2019, pág. 20) y que lo mejor sería solo guardar silencio.
Siento que ella no optó por sus hijas, sino que por el amor que tenía por él; siento que no nos cuidó, que no fuimos su primera opción. Se fue a su fiesta y confió en el hombre que estaba a su lado, no resguardó a sus hijas. Siguió como si no hubiera pasada nada (eso es lo que yo creo) y continuó su vida junto a él; permanecieron veintiún años juntos.
Hoy me cuenta que él nos pidió perdón y que nosotras lo aceptamos, que por eso y por el amor mutuo, siguió con él muchos años más. Creo que una niña de 12 años no entiende si realmente perdona, yo creo que no perdoné, que me faltó un acto reparador, porque aún en ocasiones duele y siento la traición de quienes debían cuidarme, y aparecen mecanismos de defensa frente al abandono de mi madre, a la falta de cuidado y a la traición de quienes yo amaba.
1.5.- Un antes y un después.
Al transcurrir el tiempo, ella seguía siendo muy severa con nosotras, su trato era duro. Recuerdo que, a los 13 años, un día, en una discusión muy fuerte entre ellos, mi madre estaba en su habitación y me llama para que me acercara a dónde estaban discutiendo y en el momento en que yo me paré bajo el umbral de su puerta, gritando, me pregunta:
-¿Tú sabes qué él no es tú papá?
A lo que yo no supe que decir… solo estaba asustada por la pelea, nuevamente paralizada y, seguido de eso, le grita a él y le dice:
-¡Dile que no la quieres, como quieres a tus hijos!, ¡dile de una vez!,
A lo que él me mira y me dice:
-Yo no te puedo querer como a mis hijos-.
Yo no entendía nada, solo sentía un tremendo dolor en mi corazón, me sentí rechazada (creo que ya lo sentía antes) pero ese día ¡fue oficial!, me sentí tan poco importante, tan disminuida, me sentí perdida, oculta, no vista, sin ser parte de nada, sin ser la opción de nadie, no cuidada. ¡Fue tan dura!
Creo que nuevamente mi madre no me cuidó y sentí que mi vida se dividió en un antes y un después, sintiendo el rechazo de ellos, el abandono, no ser vista y que, desde ese momento, envuelta en mi soledad, aprendí a defenderme.
Desde ese momento fui sintiendo mucha rabia y pena, comencé a ser una adolescente rebelde y depresiva. Mi madre continuó siendo severa, trabajando mucho y ausentándose. Comencé a visitar al psicólogo y a tener dificultades relacionales, Sin embargo, hoy siento que ella no tenía otra opción, debía hacerlo, para mantener a su familia y a esos tres hijos que eran de su nuevo matrimonio y, de alguna forma, mantener a su lado al hombre que le daba atención y amor; creo que no quería sentirse sola, tal como había sido su historia.
1.6.-Cómo aprendí a ser como era.
Dado la vida y las experiencias que tuve en mi llegada al mundo, mi niñez y preadolescencia, me fui conformando en una adolescente y adulta, con aprendizajes que me acompañaron a transitar entre miedos, luces y sombras.
Entre esos aprendizajes, puedo mencionar que aprendí que: el esfuerzo tenía sus recompensas y que el rigor podía ser un espacio para protegerme; transformarme en la mejor en todo, para ser vista y admirada por los otros que me rodeaban, a buscar refugio, seguridad y cuidado fuera de mi hogar y de mí; que existe la traición; que las amigas son escasas. No se podía confiar a ciegas, porque me podían hacer daño. A ser celosa, a no pedir ayuda, a competir y ser arrogante, a que el sexo es negativo, culposo y que podría ser un elemento de manipulación para obtener algunas cosas, a aislarme, sentir pena por mí y que otros también la sintieran para obtener su lástima y que me quisieran. Pero, a pesar de que aprendí de las sombras elementos para mí defensa y que me sirvieron para conformarme, también aprendí a sacar elementos para brillar. Por ejemplo, hoy observo que, aunque fuera difícil sociabilizar, lo lograba. Aprendí el concepto amistad, el amor de pareja, descubrir lo que más me gustaba, a ser independiente, a ser paciente, a lograr lo que me propongo, a ser resiliente, a tomar decisiones, a insistir en búsqueda de un camino que me hiciera más feliz, libre de miedos y a no rendirme en el intento.
2.Miedos y Sombras.
Al leer mi arrojo en el mundo, me parece que los elementos que atraviesan mis relatos anteriores son “el miedo al abandono y la rabia por las posibles promesas no cumplidas de aquellas personas a las que les abrí mi corazón y que, de algún modo metafísico, siento que debían cuidarme, protegerme, valorar mis esfuerzos y actos realizados desde mi necesidad de ser vista, valorada, amada”.
Siento que durante mi vida y hasta ahora, las promesas estaban puestas en ellos, lejos de mí y que de cierta forma los hice responsables por mi cuidado, compañía, seguridad, validación, valor y amor a mí misma siendo ellos los protagonistas de mi vida o tal vez siendo esos ojos por los cual me miraba.
Al parecer, les entregué la responsabilidad de mi felicidad, cuidado y tranquilidad, de cierta forma buscaba que se hicieran cargo de mí o en palabras de Heidegger “Sorge” (Rivera J. E., 1926, pág. 193) y cuando siento que no están presente o que lo estoy perdiendo, aparecen ciertos patrones que se relacionan con el miedo a estar sola, “abandonada”, “no vista” y “no valorada”.
Al escribir estas líneas, siento que éste es el relato que he tenido de mi vida hasta ahora, siento en palabras de Heidegger que fui arrojada en un mundo del cual aprendí a cuidarme, a hacerme cargo de mí bajo patrones de defensa, victimización y arrogancia.
Me escucho asociándolo a cierta tristeza, a cierta resignación de lo que me tocó vivir. Sin embargo, hoy lo siento como parte importante de quien me conforma y elementos importantes para integrarlos en mí, para mirarme en “quien estoy siendo hoy” y que de alguna manera no posible que fuera de otra forma.
Hace unos meses atrás, vi aparecer algunos de estos patrones frente a una situación de separación en época de pandemia con mi esposo. A inicios del confinamiento, él se fue a pasar un tiempo solo a nuestra casa de la playa, lapso que pasamos separados y que duró casi tres meses. Durante ese periodo, solo nos comunicamos por teléfono y vídeo llamadas; en algunas oportunidades, yo comencé a viajar, pero nuestros encuentros solo eran de discusión, en especial el 4 de octubre.
En un escrito realizado hace unos días, me encontré con lo siguiente: “Este fin de semana estuvimos de aniversario de matrimonio, cumplimos siete años juntos. Esta vez sería una celebración distinta, yo me sentía que no había mucho que celebrar, han sido días difíciles de mucha discusión y desconfianza de mí hacia él, yo esperaba esa celebración, pero tenía mucho miedo de lo que resultaría.
Debido a tantas discusiones y desencuentros sexuales, yo le pedí que me dejara sola unos días en la playa, sentía que necesitaba calmarme y soltar la emoción de desesperación que sentía al ver que día tras día no pasaban las discusiones, sentía ganas de arrancar, de separarme de él, de no sufrir más, de no despertar el día y comenzar a llorar (eso no me deja hacer otras cosas, no podía trabajar ni concentrarme). Es algo que no me gusta hacer, siento que es verme sufriendo y cada vez que me veo así, me da pena conmigo, me siento desolada y me observo como una mujer triste y ya no quiero ser más así, no quiero estar en el dolor, en ese dolor que me inmoviliza, sintiendo que mi dignidad se comprometía.
Al momento de que él accedió a irse, sentía que una parte de mí quería que se fuera, pero otra parte tenía susto de que se fuera; pensé que se iría con otra persona o que simplemente, de alguna forma, me estaba abandonando de nuevo y yo solo quería que me abrazara; en esos momentos me decía a mí misma que todo era tan contradictorio, que imagino que ni siquiera él tenía opción de hacer algo diferente.
En el momento en que se fue, lo seguí. Algo dentro de mi quería confirmar que él me estaba engañando, pero al mismo tiempo sentía mucha vergüenza de lo que estaba haciendo y nuevamente me sentí desesperada, sin saber qué hacer y no me gustó verme así. No vi nada, pero me sentí aún más abandonada por mí misma y aún más comprometida mi dignidad.
Creo que, dentro de mí, quiero castigarlo y demostrarle que yo soy víctima de su desamor; me veo como si quisiera estar ahí para terminar con mi desesperación, pero al mismo tiempo siento que tengo miedo a estar sola”.
Todas estas contradicciones, me han hecho pensar en los miedos que me paralizan y las sombras que parecieran emerger desde mi estómago para protegerme y defenderme, dándome cierto aliento de seguridad, pero luego de escucharme cómo me defiendo, siento que no me gusta y me pregunto ¿quién será el cochero que está llevando mi carreta?, ¿cuál de mis miedos, sombras o personajes se está tomando el protagonismo? y me confundo. Es, como lo diría Echeverría en El alma humana, citando a Nietzsche, (Rafael Echeverría, El Alma Humana Según Nietzsche, 2003) “Son los dioses múltiples y diferentes como expresión de las fuerzas que luchan en nuestro interior”. Es como si, al mirarme en mis propias contradicciones y no gustarme lo que observo, pudiera estar siendo un reflejo de reconocerme humana, perfectible y también con capacidad para transformarme. En palabras de Walt Whitman “contengo multitudes”.
Me pregunto ¿cuál de esas multitudes me gustaría que tomase el protagonismo hoy? como respuesta a la premisa que menciona Echeverría al citar “El alma humana no es una unidad, sino que tiene texturas y puede presentarse en diversas formas”. (Rafael Echeverría, El Alma Humana Según Nietszche, 2003)
Creo que, frente a situaciones de abandono como sentirme descuidada, ignorada, no importante, no escuchada, no valorada, no tomada en cuenta, experimento mucho miedo, siento que me paralizo, que mi estómago se aprieta, mi garganta se cierra y mi mente corre muy rápido para buscar explicaciones en las cuales soy víctima. Percibo que me están hiriendo y me digo a mí misma que me estoy viendo débil, desprotegida y amenazada y comienzo a defenderme, a protegerme, como queriendo salir de esa “Anarquía de multiplicidad” que menciona Nietzsche y que, en palabras de Echeverría, estaría buscando “la legitimación de los elementos gobernantes en búsqueda de sentido”. (Rafael Echeverría, El Alma Humana Según Nietzche, 2003)
Me parece haber descubierto que, cuando me siento “amenazada”, busco protegerme, mostrándome como una víctima de los daños del otro, esperando que se conmueva con mi dolor y cambie su actitud, para que haga lo que yo necesito (así lo intenté con mi marido en nuestra última discusión) o me enojo tanto, que de alguna manera busco castigar al otro con mi palabras y actitudes para atacarlo. Al final. mirando mis resultados. no lo logro, lo alejo y solo crece mi dolor.
Cuando me siento ofuscada y herida, no me es tan fácil soltar mi rabia sin un acto reparador del otro y si éste no aparece, siento la traición, abandono e injusticia. Busco una explicación en mi interior y como una escapista profesional busco la forma de salir rápidamente poniéndome como la víctima, yo abandonando. Luego, pienso y siento que “no quiero quedarme sola” y vuelvo a un cierto circulo que mantiene mi dolor lleno de miedos profundos que confunde mi actuar, mi hablar y mi sentir.
Miedos que irrumpen y que parecieran estar atravesando mi vida como una emocionalidad fundante y compleja en búsqueda de certezas y cuidados, tal como cita Echeverría a Nietzsche, al decir que “El miedo es una emocionalidad compleja. Uno de sus rasgos es que tiende a ocultarse, a vestirse de ropajes de otras emocionalidades, lo que hacen difícil descubrirlo” (Echeverría R. , Mi Nietzche, La Filosofía del Devenir y el Emprendimiento, 2013, pág. 178), que en mi caso pudiera ser la victimización y la arrogancia, sombras que ocultan el miedo del abandono y la no valoración.
Sombras que, al descubrirlas, pudieran ser una versión de mí que no me está gustando tanto y que, de alguna forma, han emergido durante estos años como máscaras para mi defensa, como el “Dasein” que menciona Heidegger o como aparte de mi “proceso de individualización”, en palabras de Carl Gustav Jung, citado por Echeverría en El Observador y su Mundo, mencionando que “se trata de voces que el proceso de constitución de la persona que somos, en su objetivo por establecer un determinado orden (…..) se obligó a excluir, a reprimir, a someter” (Echeverría R. , pág. 81) y que he tratado de ocultar, de luchar con ellas, pero de alguna forma emergen en mis días y hasta se han tomado el protagonismo en muchas ocasiones limitándome a ser distinta en liviandad y disfrute de una nueva “YO”.
Sin embargo, a través del camino recorrido voy comprendiendo que, si bien son oscuridades que duelen y que he luchado contra ellas, son parte de lo necesario para conformarme en quien estoy siendo, son parte de mi ser y me resuena la frase de (Nietzche, 1886): “El que lucha con monstruos debe tener cuidado para no resultar él un monstruo. Y si muchas miras a un abismo, el abismo concluirá por mirar dentro de ti” (Más allá del bien y del mal, p.86).
3. Modelo OSAR y Estructura de Coherencia.
En búsqueda de encontrar posiblemente una estructura ontológica para interpretar mi historia y comprender mi consciencia en el presente, indagaré en los hechos y juicios del pasado, tal como menciona Hans-Georg Gadamer “La acción de comprender no sólo implica conocer cosas del pasado. Ella es parte fundamental del proceso de forjarse una identidad y de participar, por lo tanto, en la creación de nosotros mismos” (Echeverría R. , El Observador y su Mundo, Volumen II, 2010, pág. 25).
Intentaré mirar los resultados que he obtenido a través de la acciones realizadas, siendo la particular observadora que soy, haciendo sentido a mi forma de pertenecer a un sistema en donde interactúo con otros como seres sociales y que, de alguna manera, condiciona quién fui y quien pudiera estar siendo hoy, tal como lo menciona el modelo OSAR de Rafael Echeverría en “Escritos sobre Aprendizaje” (Echeverría R. , Escritos Sobre Aprendizajes: Recopilación., 2018, pág. 9).
3.1 Modelo OSAR.
El Modelo Osar (Echeverría R. , Por la Senda del Pensar Ontológico. Segunda edición, 2015, pág. 435) surge del pragmatismo y de la corriente filosófica americana y hace referencia a la interacción a conceptos como el Observador, el Sistema, la Acción y Resultados y que es leído de derecha a izquierda.
El modelo creado por Echeverría busca despertar el desafío de tomarlo como una “Actitud fundamental ante la vida”
Resultados: Son el producto de nuestras acciones. Cuando miramos estos resultados, nos estamos refiriendo a lo que estamos obteniendo en la vida y en nuestra forma de existir que se generan a partir de la forma que actuamos, desde allí podríamos evaluar nuestro comportamiento y preguntarnos ¿si lo que estamos obteniendo es el tipo de vida que queremos? O tal vez preguntarnos si ¿estamos generando las relaciones qué queremos? O si ¿nos gusta cómo estamos siendo?, por tanto, los resultados que estemos teniendo podría ser un buen indicador para mirarnos y saber si lo que estamos mirando nos inquieta o queremos continuar siendo como estamos siendo.
Acción: Corresponde a lo que hacemos en cada situación particular. Si deseo entender mis resultados o tal vez modificarlos, debemos aceptar que ellos remiten a las acciones que tanto nosotros como otros realizan. Por otra parte, en las acciones hay cinco determinantes que podría influir en la forma de accionar, entre ellas: predisposición biológica, capacidad de adquirir nuevas plasticidades, tecnologías, factores emocionales, habitualidades.
Observador: Es la forma como hacemos sentido de lo que acontece. “Se trata de la manera como interpretamos la situación que enfrentamos y las acciones que emprendemos dependen de las interpretaciones que realizamos sobre lo que está sucediendo” (Echeverría R. , Escritos Sobre Aprendizaje: Recopilaciones., 2018, pág. 27).
Sistema: Los seres Humanos no somos seres individuales, somos seres sociales que convivimos con otros. El ser que somos nos constituimos a partir de la particular forma de insertarnos en el entorno social al cual somos insertos. “la individualidad de cada uno se desarrolla y que lo hace ser el tipo de persona que es, recoge y está marcado por las condiciones históricas y sociales que a cada uno le corresponde vivir” (Echeverría R. , Escritos Sobre APrendizaje: Recopilación., 2018, pág. 29).
Aprendizaje de primer orden: Aprendizaje, que estando conscientes de que es necesario cambiar acciones para obtener resultados diferentes, decidimos cambiar a nivel de acciones.
Aprendizaje de Segundo Orden: Estos aprendizajes requieres de un cambio más profundo que solo a nivel de acciones, requiere un cambio a nivel del observador. Se requiere de un cambio a nivel de observador.
Al mirar estos tres elementos de manera horizontal observamos que los resultados son producidos por acciones y estas suelen condicionarse por el tipo de observador que las realizan y a su vez están condicionado por el sistema en que están insertos, por tanto, para lograr cambio más profundo es necesarios introducir cambios en el sistema en que opera el observador.
Aprendizaje Transformacional: Este tipo de aprendizaje opera a nivel del observador, pero a niveles de profundidad distinta, en la forma de ser, de devenir y de diseñarse frente a sus sistemas, acciones y resultados que quiere obtener.
“Cuando el observador evalúa los resultados y le satisfacen, suelen confirmar la validez de su observación y de su actuar y sigue actuando igual.
Cuando el resultado no le satisface suele tener dos opciones: A pesar de no estar satisfecho sigue actuando igual, o bien busca aprender” (Newfield Consulting, 2019)
3.2 Estructura de Coherencia.
En búsqueda de interpretarme surge en mí, el siguiente perfil unitario:
Hasta ahora he navegado entre mi historia y estructura, entre emociones, palabras y sensaciones en mi cuerpo.
Me invito a mirar con ojos de águila la unión de los elementos; mis emociones emergen, mi cuerpo se conmueve y mi mente corre, es como en palabras de Echeverría “los dominios primarios de mi biología o ejes del observador; cuerpo, emoción y lenguaje estuvieran tomados de la mano en todo momento y a cada instante para comprender mi actuar, mi decir y mi sentir en un sistema dado y que dada mi historia y estructura me conforma en la particular observadora que estoy siendo de cierta comprensión coherente”. (Echeverría R. , El Observador y su Mundo, Volumen II, 2010, pág. 162)
En palabras de O. (Anzorena) en su artículo “Distinciones y características de la práctica del coaching ontológico”, se denomina Estructura de Coherencia a “la relación de interdependencia que se establece entre los dominios del observador y es por esto que en los procesos de cambio más profundos no basta con modificar la interpretación para que la persona esté en condiciones de llevar a la práctica las nuevas acciones, sino que es necesario que se produzca una transformación en la estructura de coherencia, es decir, que podamos producir un desplazamiento en el mismo sentido tanto en la emoción como en la corporalidad, para así poder articular una nueva coherencia en el observador”.
Así, en búsqueda de mi estructura de coherencia me parece que, dado que me incorporé en un sistema familiar en donde conviví con hechos de pérdidas, abandono, violencia, falta de cuidado, silencios emocionales, vulneraciones sexuales y falta de cuidados por las personas que debían haberme protegido, es que, en mi proceso de constitución de persona, proceso de individualización y con el objetivo de buscar seguridad y resguardo, aprendí a caminar de la mano de distintas luces y sombras.
Entre ellas aprendí a: encerrarme en mí, a no expresar mis emociones, a vivir en el miedo e inseguridad, a cuidar celosamente lo que creía mío, a callar lo que sentía, a no usar mi palabra para comprender y ser comprendida, como centro de la confianza (Sánchez, 2018), a arrancar del dolor, a sentirme víctima del desamor, a sentirme huérfana en mi soledad, desconectada de mí y de mí cuerpo, a buscar fuera de mí la seguridad, a abandonar y abandonarme, a ser arrogante buscando incansablemente que me vieran, que me valoraran y que me quisieran “como un intento por hallar comprensión y reconocimiento como individuo único y singular por parte de los demás mediante la compasión ajena” tal como menciona Maximiliano Hernández (Hernández, 2018), haciendo de esta búsqueda el sentido de mi vida.
Me sentí ignorada, con mucha pena y rabia y lo único que me quedó como recurso, fue defenderme del mundo utilizando ciertos patrones, como la victimización y la arrogancia castigadora y cobradora buscando la reparación propia por no ser valorada, que, en palabras de Aristóteles y de manera metafísica “se prefiere sobre todo a sí mismo” mencionada en “La gran moral, capitulo. XXVI (Azcárate, s.f.)” y que frente a la posible ceguera de los demás, pasé por encima, pero que en definitiva no tiene que ver con los otros, sino que con mi propia seguridad.
Creo que, frente a esos hechos, me transformé en una niña solitaria, asustada e insegura, que no entendía por qué ocurrían las cosas y que hoy frente a situaciones parecidas me siento amenazada siendo la misma niña en cuerpo de adulta, diciéndome a mí misma “otra vez estás frente al abandono, al desamor, falta de cuidado y desvalorización” “no me están viendo” “me están ignorando”, “me van a abandonar”, “me van a traicionar” “mi dignidad está vulnerada”.
Me asusto, me da miedo y siento que debo defenderme y arrancar del dolor lo más rápido posible para no volver al eterno retorno. Es quizás como afirma D. Goleman en 1966 (Golemam, s.f.)cuando hace referencia a “El secuestro de la amígdala en la inteligencia emocional: ¿por qué puede importar más que el IQ? Como “respuesta emocional inmediatas y abrumadoras, y fuera de toda medida con el estímulo real, ya que ha realizado una amenaza emocional mucho más significativa”.
Es como si mi cerebro emocional o amígdala recibiera un estímulo desde el tálamo que coincide con alguno de mis recuerdos o emociones pasadas y me indicará que es una amenaza, una lucha, situación de vuelo o congelamiento, activándose mi eje Hipotálico -hipófisis -suprarrenal y secuestrara a mi cerebro racional y actúo como si solo necesitara defenderme y arrancar, como una forma de defender mi libertad y valor en igualdad con otros, validándome y otorgándome valor a mí misma, el cuál bajo mi mirada se me está siendo arrebatado, tal como lo postulan Kant y Hegel buscando “defender mi dignidad” citados en El concepto de la dignidad humana, Ramon Valls (Valls, 2015).
Pareciera que emerge un mecanismo en mí: “me asusto” y comienzo a buscar explicaciones en mi cabeza como para entender lo que está ocurriendo y, al no encontrarla, comienza a crecer en mí una bola de rabia, como si sintiera que están tocando nuevamente esas heridas de niña y busco defenderme de dos formas; una sintiendo que es injusto y me está afectando como víctima o como teniendo que luchar y pasar po encima de los demás en arrogancia. Al parecer mis sombras: “victimización y la arrogancia”.
Hace un tiempo, pensando en situaciones en que se veía comprometida la dignidad, recordé a mí hermana y me encontré escribiendo:
“A ella le cuesta tomar decisiones relacionada con una pareja, si bien ella sabía que él no quería nada serio con ella y estaba sufriendo, ella continuaba con él por miedo a quedarse sola ajustándose a las decisiones que él tomaba. Creo que le falta seguridad en sí misma, confianza en ella para tomar sus propias decisiones.”
Al verla llorar, débil, sufriendo, y que su pareja no la valora y que no la ve, me duele, pero también me enoja verla resignándose por un poco de amor. Al hablar con ella, la cuestioné desde mi arrogancia como queriendo entregarle algún arma para defenderse y mostrarle que tal vez ni siquiera es amor lo que él estaba dándole, pero en mi conversación interior solo surgía la pregunta ¿cómo ella no es capaz de decidir y confiar en ella y decidir? ¿cómo deja que la pasen a llevar así?
Pero, en realidad, lo que estaba viendo era mi imagen en el espejo, tenía resonancia directa conmigo y el espacio de mis miedos y faltas de seguridad al sentir que otros toman el poder y espacios de incertidumbre y vulnerabilidad los que no sé habitar y que necesitan ser defendido.
3.3 El Miedo
Se me aparece el miedo como una emoción primaria, como “el origen”. Me parece que aprendí del miedo mucho antes que llegara a este mundo, creo que recibí el miedo de mi madre, de su abandono, de su pena, de sus frustraciones y del desamor vivida por ella mucho antes de mí.
Al llegar al mundo sentí miedo al abandono, a la falta de compañía, de cuidados, de abrazos, de cariños, de atención, de mimos y seguridad. Creo que aprendí a sentir miedo del miedo y a no saber qué hacer con ellos.
¿Cómo siento el miedo? Es helado, es obscuro, se cierra mi campo visual, se agita mi respiración, se inhala incertidumbre, me habita el caos, se cierra mi mente y busca escapar en procura de alguna certeza que me alivie, se cierra mi garganta y no salen palabras, mis pies se agitan, mis manos se inquietan, sudan y luego se paralizan, mi piel se eriza y el estómago se contrae. No hay un orden, muchas veces estuve y he estado frente a él, a veces me paralicé, otras arranqué y en otras me disfracé para no ser vista por él.
Estuve muchas veces frente al miedo y sigo estándolo, pero hoy lo reconozco, soy capaz de mirarlo de frente y preguntarme ¿qué miedo está apareciendo?
Algunos ya son conocidos, otros parecieran ser nuevos, pero me miro y los miro con profunda compasión y los abrazo y me abrazo buscando quietud, preguntándome ¿qué posibilidades me estará queriendo entregar? Es una sensación muy nueva, una forma distinta de relacionarme con el miedo, me hace sentir que su poder disminuye y que puedo amigarme con él. “Te miro, te reconozco, te siento y te abrazo”.
3.4 La Rabia.
Desde la rabia, mi cuerpo es grande, con un gran orificio en la boca del estómago, ojos pequeños, mi campo visual se cierra, respiración agitada, manos grandes que buscar castigar y cobrar por el daño realizado, siento que debo pasar por encima del otro ganándole y haciéndolo sentir disminuido como lo hacía mi madre cuando nos castigaba y nos golpeaba. Me imagino siendo un león que necesita defenderse.
Desde aquí, mis juicios están relacionados con “Debo ser más fuerte y pasar por encima de los demás”, “buscar palabras inteligentes que me permitan defenderme” “yo tengo el poder sobre los demás” y termino cobrándoles a los otros lo que yo creo que son sus errores y abandonos.
3.5 Victimización.
Desde la victimización, me parece que busco llamar la atención de los otros a través de la pena que pudieran sentir hacia mí; de esa forma alcanzo su atención y soy vista, creo que en esos momentos mi cuerpo se empequeñece, siento que de alguna manera los otros se acercan a mí. Me digo: “si yo me muestro débil, los otros sentirán pena por mí y me querrán”, ¿si yo he sufrido tanto. cómo no me van a querer?
Me he visto en discusiones con otras personas preguntándoles, ¿por qué me haces esto?, ¿por qué me abandonas?, ¿hasta cuándo me haces esto?
Siento que esta sombra me ha resultado en ocasiones y he logrado que los demás estén cerca de mí, pero también he visto que, al final, igual se alejan y pasado un tiempo ya se cansan de la misma historia y similar comportamiento.
Si pudiera identificar la luz de mi sombra con máscara de victimización, creo que es la resiliencia y la valentía (otras máscaras) que he usado hasta ahora para ser quién estoy siendo y vivir la vida que he tenido, cuidándome a mí misma, manteniéndome a salvo. Y que de alguna forma han servido como la espada y los hilos de Ariadna en la leyenda del Minotauro que me han guiado hasta hoy. Sin embargo, pareciera que hoy esta máscara de victimización ya no está siendo tan cómoda.
3.6 Arrogancia.
Desde la arrogancia, pareciera que busco ser vista, de cierta manera admirada. Mi mirada está por encima de otros y mi voz es más ronca y rebuscada, como si quisiera mostrarme más inteligente, siento mi cuerpo en contracción. Desde aquí me digo: “habla, no te quedes callada, de lo contrario, no te verán”, “no dejes que el otro te diga que hacer” “yo puedo sola, no necesito a nadie más”, “si pido ayuda, te verás inferior”, “si me muestro débil, me veré indigna”.
Las acciones que realizo desde aquí tienen relación con el reconocimiento, valoración y la sobre exigencia, como, por ejemplo; tener muchos trabajos y trabajar entre doce y catorce horas y hablar, hablar y no escuchar.
Acciones que resiento desde mi cuerpo; dolor de espalda, no poder dormir, cansancio extremo; costos que no quiero seguir empeñando.
Al escuchar mi relato, mis cuentos y mis narrativas hasta aquí, siento que de alguna manera entré en el eterno retorno de Nietzsche en búsqueda de sentido tal como es mencionado por Echeverría interpretando a Nietzsche en “Mi Nietzsche” “los seres humanos se verán confrontados con la necesidad de generar por sí mismos contenidos de sentidos que le serán necesarios para vivir. Sin embargo, estos contenidos de sentidos tendrán inevitablemente a “disiparse”, generando nuevas crisis de sentido” (Echeverría R. , Mi Nietzche, La Filosofía del Devenir y el Emprendimiento, 2013, pág. 212).
Escuchando mis propias palabras y de alguna manera viéndome atrapada en mi propio laberinto, tal como Teseo aferrado al hilo de Ariadna, deseo diseñarme de otra manera y ser jardinera de mi propio devenir, ¡ya no quiero estar ahí!, quiero tomar el hilo de mis luces ver mis posibilidades y comenzar a ser la creadora de una nueva “YO”, eligiendo una nueva forma de devenir, una nueva forma de diseñar estratégicamente mi identidad. (DEI).
Hoy quiero contar otra historia de mí misma, quiero tener otra narrativa y tejer nuevos sentidos para mí, quiero tener otros juicios, otro lenguaje y otras acciones, quiero como menciona Echeverría “que de acuerdo con las historias que nos contemos, nos constituimos en distintos observadores y con ello definimos diferentes posibilidades de acción” (Echeverría R. , pág. 186) quiero ser una observadora distinta, una persona distinta, por tanto lo escrito anteriormente, aunque algunas palabras se escuchen como en presente declaro “QUE YA ES PARTE DE MI HISTORIA”.
4. Creación de mi propia Obra de Arte.
Hoy me veo frente a esta desesperación, y puedo pedir ayuda y escuchar mi corazón, conectarme con mi dolor y mis miedos y comprender que, si bien estos no se irán, puedo conectarme con ellos y quedarme un minuto para observar qué está emergiendo en mí.
Darme cuenta de que no tiene que ver con el ser que tengo en frente, sino que tiene que ver con una relación y conexión conmigo misma, me doy cuenta de que cuando hablo desde mi corazón, desde mi emoción, puedo tener resultados distintos.
Puedo comprender que no es que me dejen sola, sino que yo me dejo sola y me abandono, que no es que el otro me proteja, sino que yo hace mucho tiempo que me protejo y que quedarme sola no tiene que ver con el abandono, sino, que solo con compañía.
Que puedo estar conmigo en una cita y disfrutar conectándome con mi cuerpo, tocándome, reconociéndome, iniciando una relación conmigo y que, si bien en mi historia hubo una niña herida, solitaria, abandonada, descuidada y vulnerada, hoy soy una mujer que tiene la posibilidad de elegir ser distinta, tomar mi rabia, sentirla, validarla y transformarla.
Al leerme y escucharme descubro nuevas posibilidades para mí y, tal como lo menciona Echeverría “que la primera puerta de salida del laberinto, es el lenguaje y la acción” podría tomar mi espada y los hilos de Ariadna para construir una nueva versión de mí “reinterpretándome” y que en palabras Harlene Anderson citada por Echeverría en “El observador y su mundo” (p.29) puedo tener una narrativa distinta en dónde “mi forma discursiva a través de la cual organizo, doy cuenta, confiero sentido y comprendo, participo de una nueva generación de sentido de las cosas y de mí misma” tengan otro color, olor y textura.
Además, me surge declarar que “Hoy no quiero estar ahí, que agradezco a mis miedos y a mis sombras el haberme acompañado estos 49 años, pero que hoy ya no son necesarias, queriendo en palabras de Echeverría “ser yo misma trascendiendo la persona que he sido y queriendo ser una persona que sabe de sus sombras, se encuentra y se reconcilia con ellas, aunque eso signifique mantenerlas” (Rafael Echeverría, La Estructura del Alma Humana. Persona y Sombra, de Nietzche a Jung., 2003, pág. 3).
Quiero mirarlas, abrazarlas y susurrarles al oído que “ya estoy bien”, que me haré cargo, que seré valiente y que decido ser la protagonista de mi transformación a partir de sus regalos, tal como lo menciona Echeverría “A diferencia de la transformación por evolución, la transformación por creación remite a un creador que opera sobre lo existente provocando cambios que son el producto de un diseño´”, por tanto, que pueden descansar para yo permitirme “diseñar mi nueva Identidad”.
Es abrir mi cuaderno de las posibilidades y tomar mi poder para poder crear mi repertorio, mi nueva narrativa, mi nueva escena es en palabras de Echeverría pararme “desde el camino del poder y definirme, no como un ente contemplativo que se deleita en la observación de la verdad, tampoco como un alma en pena que transita por un camino de pruebas y sufrimientos, sino como un creador de su propia vida” (Echeverría R. , Ontología del Lenguaje, 1994.p.409) es tomar mi capacidad de acción y participar en la generación de una mejor versión de mí misma y de mi mundo en libertad, “cambio yo y cambia todo”, dejando a tras lo que Nietzsche cita en Ontología del Lenguaje, “el espíritu de gravedad” (Echeverría,p.410) incorporando liviandad a mi nueva obra.
Liviandad como la de aquel niño que juega en la arena construyendo castillos de arena, para luego verlos irse con las olas del mar, como una posibilidad de crear mi propia obra de arte des un lugar de transformación en paz y en conexión con la ambición y determinación de ser una nueva “yo” en movimiento, con la mirada en el futuro y en la hermosa posibilidad de elegir quien quiero ser.
4.1 Diseño Estratégico de Identidad.
Tomándome de mi decisión de diseñarme distinta, de crear una identidad diferente a lo que he traído y comprendiendo que somos seres lingüísticos y que “el Lenguaje nos constituye y nos convierte en el tipo de ser humano que somos” (Echeverría R. , pág. 193) y que los juicios se nos presentan como fenómeno lingüístico que nos develan es que me gustaría realizar mi propuesta para diseñarme distinta, en ella incorporo como situación actual el juicio de quien pudiera estar siendo y lo asocio a acciones que estoy realizando desde mi emocionalidad, cuerpo y lenguaje para luego diseñar el juicios a futuro que quiero generar y diseñar las futuras acciones que haré para dar base al nuevo juicio.
Luego identifico los posibles aprendizajes que puedo emprender hoy mismos y declaro posibles aprendizajes de primer orden (acciones) y aprendizajes de segundo orden a nivel del tipo de observadora que podría llegar a ser si implementara mi nuevo diseño de identidad y aprendizajes transformacionales que me están permitiendo generar una nueva mirada de mi hoy.
4.1.1 DEI
JUICIOS | Situación actual: juicios que no quiero más dentro de mi identidad“Soy insegura de mí y busco reconocimiento, valoración y ser vista tanto por mí familia nuclear, actual, laboral, amigas y comunidad”. | Situación futura: juicio que quiero generar“Ser segura de mí misma encontrando la valoración de quien soy para poder acompañar, convocar, compartir y escucharme y escuchar a otros con liviandad y amorosidad”. |
ACCIONES | Situación actual: acciones que hago hoy que dan base a ese juicio en mí y en los demás. Emoción:“me siento amenazada”“siento que no soy suficiente”Tengo miedo de decir o hacer o compartir mi mundo interior”“siento desconfianza hacia las acciones de los demás”“me siento insegura de lo que hago o de merecer amor”“siento que debo estar constantemente demostrando quién soy”“busco reconocimiento”Corporalidad: “pongo caras de disgusto para que el otro se dé cuenta de mi molestia”. “me distancio de las personas “trabajo, trabajo muchas horas y en muchos lugares”. “mi cuerpo es rígido, y presento dolores de espalda y cuello” “me cuesta dormir”Lenguaje:“discuto, con mi palabra busco castigar a los demás cobrándoles lo que a mí no me gusta y si no siento eso, me callo y no hablo más” (rutina defensiva del callar).“tengo narrativas de victimización o de arrogancia” | Situación futura: acciones que haré para dar base a juicios distintos“pensar que el otro es un observador distinto con sus propias capacidades y necesidades y que necesita un tiempo distinto” Emoción:“sentir confianza en mí y en mis actos”“sentirme liviana”“ser amorosa conmigo”“sentirme segura de mí y en quien me he ido conformando”“conectarme con la apertura de abrir mi mundo interior en paz, confianza y tranquilidad”.“conectarme con mi emoción”Corporalidad: “respirar muy lentamente y despacio” “bailar” “cantar” “poner mi mano en mi corazón antes de responder o iniciar alguna acción que me parezca compleja y sentir mi corazón”Lenguaje: “Hacer silencios y pausas” ESCUCHAR. “Fundar mis juicios” |
4.2 Estrategias de Aprendizaje.
Acciones que puedo emprender hoy mismo: | ✓“respirar muy lentamente y despacio y poner mi mano en mi corazón para sentir que me conecto conmigo” |
Aprendizaje de primer orden: | ✓Callar y escuchar más la emoción del otro.✓Repetir lo inmensa y valiosa que soy.✓Con mis amigas iniciar algunas reuniones y decirles lo importante que son, potenciando mi vínculo.✓Con mi esposo, he de decirle que lo amo y que lo dejo libre para que tome sus decisiones y que esté donde quiere estar, pero también invitándolo a tomar decisiones juntos.✓En mis discusiones, no responder de inmediato, sin tocar mi corazón antes.✓En mi trabajo, no responder de las primeras, escuchar las propuestas de mis compañer@s e indagar sus inquietudes. |
Aprendizaje de segundo orden: | ✓Comprender mi estructura de coherencia, y recordarme que hoy no soy aquella niña herida e insegura que añoraba ser querida y vista por los que la rodeaban, que para sobrevivir necesito defenderse y resguardarse en su propio mundo. Que la victimización y arrogancia ya no me sirven para la identidad que quiero construir. “quiero liviandad y amorosidad en mi vida y en mis relaciones” 1.- Con mi familia de origen, disfrutar más con su compañía y no sufrir cuando siento que no les importo, no tener expectativas relacionadas con ellos y como me ven.2.- En el espacio de las amistades, confiar más y crear más vínculos desde mi confianza.3.- En el amor, confiar más en mí, en el amor que entrego, en el valor que me doy y en el amor que me declaran.4.- En mi espacio laboral, escuchar más y bajar mis barreras de defensa.5.- En mi identidad pública, actividades con la comunidad y relación con el mundo externo hacer cosas y participar de acciones comunitarias, desde gozo por hacerlas y no por la necesidad de visibilidad.6.- En desarrollo de mi mundo interior y espacios propios, generar más espacios personales y compartirme. |
Aprendizaje Transformacional | ✓Desde la Aceptación, he aprendido a aceptar mi historia y el pasado con todas sus vicisitudes como elementos necesarios para conformarme en quien estoy siendo, abrazo esas sombras y luces que surgieron como elementos que me ayudaron a llegar a ser quien soy.✓Desde el Agradecimiento a todos quienes hasta ahora han sido parte de mi historia y que me entregaron desde sus posibilidades el amor, cuidado y compañía y que me enseñaron sobre el miedo, el cuidado, mis formas de defensa, la valentía, el amor, la compañía, la resiliencia. En resumen, quienes me acompañaron a mirar mis luces y mis sombras para desde ese lugar poder decidir en libertad mi devenir.✓Desde la Integración, a comprender que todo lo vivido es necesarios para ser quien quiero ser y que me permite mirar desde una observadora distinta abrazando mi historia, integrándola y mirar hacia el futuro que quiero construir, tal vez con la posibilidad de mirar con amor en quien me constituiré en adelante. ✓Desde la Transformación, a tener la hermosa posibilidad de saber que estoy en constante cambio que me posibilita a mirarme como una mujer en movimiento y que en adelante veré venir nuevas “YOES”, pero que tengo la posibilidad de ser quien quiero ser. |
5.Aporte Ontológico.
Al inicio de este viaje, cuando me pregunté sobre ¿cuál es mi dolor más profundo?, ¿cuál es la grieta que atraviesa mi vida? pensé y sentí que era “el cuidado” y de ahí se desprendían frases como ¿cuánto me habían cuidado?, ¿cuánto no me cuidaron? y ¿cuán importante hoy era ser cuidada?, sentía una sensación de resignación y de injusticia hacía los demás que no me valoraban y no veían los tremendos esfuerzos que yo realizaba, sentía que yo era la víctima de los demás. Y pasaba por mi mente una cierta lastima y resignación de mí misma por la historia vivida. Esos eran mis juicios y para mí era el dolor más grande que llevaba en mi interior “guardados”, sintiendo que ya no se podía hacer nada, por tanto, fueron acallados hasta el momento en que comencé a conversar con ellos.
Al escribir en un principio, dolía mucho ir a mirar el cuidado en mi vida. Surgían las lágrimas sin cesar, parecía que entraba en un mundo de recuerdos que volvían a tomar vida.
En algunos relatos, me parecía más fácil escribir, ya los había contado tantas veces que parecía tener un color y una voz propia, era historia conocida y hasta la emocionalidad era una habitualidad “eran los cuentos que me había contado durante mi vida” y sentía que me dolía, pero no lograba saber ¿por qué?
Cuando comencé a realizar “fenomenología”, es decir a entrar en el recuerdo a mirar, a sentir, a oler y recordar cada uno de los detalles. Mi cuerpo, mi emoción y mis palabras parecía entrar a un mundo el que no había habitado antes, me parecía que en el momento de escribir tenía emociones que no recordaba y mi cuerpo recordaba sus movimientos, era como sumergirme en la profundidad de la historia.
Fui descubriendo nuevos colores y cada vez que entraba descubría nuevos elementos, como por ejemplo al mirar una fotografía de pequeña y conectar con la música de esos tiempos me descubría al lado de mi madre vestida de marinera y con unos pinches hermosos pude ver que, si fui cuidada, entonces parecía que me quedaba sin repertorio y me preguntaba ¿cuál era mi real dolor?
Luego, fui a contrastar juicios, pregunté a mi familia, recordé parte de esa historia junto a mis hermanos y madre y el recuerdo volvió a tomar un color distinto, apareció en mí una nueva comprensión, parecía que el mundo no era tan pequeño como lo había estado viendo.
En paralelo, fui acompañada por sesiones de coaching que luego de las indagaciones y los quiebre que presentaba, me llevaban a mirar a una niña asustada que buscaba ser vista, escuchada y valorada y que al parecer hoy se estaba repitiendo ese mismo sentir frente a mis hijos, mi esposo, mi mamá o en mi trabajo. Comencé a observar patrones que se repetían hoy en mi ser adulta, como por ejemplo frente a un desafío de hacer clases en una universidad y a una crítica de mis estudiantes, sentí que se me apretó el estómago, me sentí insegura y pensé que se pondría en juego mi identidad pública e hice lo que siempre estaba acostumbrado a realizar “estudiar y trabajar mucho para que mi imagen no estuviera comprometida y me vieran y valoraran como una profesora de excelencia“, comencé a buscar esa imagen que se defiende a través de la arrogancia.
Frente a mi esposo y a una situación en que él se fue a vivir a la casa de la playa, sentí en un primer momento que me abandonaba y que solo le importaba él, luego me sentí insegura de nuestra relación y en cada momento que estábamos juntos eran discusiones en las que buscaba castigarlo como buscando un acto reparador. Sentí miedo a que me abandonara y solo comencé a defenderme sintiéndome víctima, pero como no resultaba comencé a defenderme desde el enojo y al parecer que estaba consiguiendo lo contrario a lo que me daba miedo “que me abandonara”, me vi defendiendo celosamente lo que creía mío o prometido, pero que en definitiva el amor es un regalo y no una obligación.
En la identificación de mis patrones, me fui dando cuenta que frente a situaciones en que me veo amenazado mi valor propio o no reconocida, siento miedo, me paralizo por algunos momentos y luego como un mecanismo de defensa aparece el enojo para defenderme y luego como si eligiera una forma de continuar me aparecen dos caminos; “La arrogancia” y/o la victimización”, las que utilizaba para que me vieran y me valoraran, Hoy hace sentido la estructura de coherencia ontológica que se me presentaba.
Dado que nací en un sistema familiar de abandono, descuido, orfandad y violencia en que no había tiempo para ser vista, aprendí a defenderme sola, a callar, a hacer lo imposible para que me miraran y hoy frente a situaciones de abandono, o de no ser validada, mi valor propio se ponía en juego y buscaba defenderme sintiéndome una víctima del desamor y, abandono y falta de cuidado. Mis ojos estaban puestos fuera de mí. Sin embargo, también descubrí luces que me acompañaron para ser la Valente mujer en la que me he convertido.
A medida que fui indagando en mi propia naturaleza, fui mirando mi sistema y fui observando mis patrones, fui comprendiendo mi estructura de coherencia y, si bien hoy sigue apareciendo, soy capaz de mirarme y comprender mis mecanismos. Debo mencionar que cada vez aparecen menos esas formas de defensa, pareciera que al identificarlas ya no son tan necesarias y pierden protagonismo y cuando las veo aparecer desde mi ser adulta, las abrazo para preguntarme ¿cuál es el miedo que está apareciendo hoy?
Al observar mi luces y sombras y quizás comprender su origen, siento que el poder está en mí, que no necesito poner en juego mi valor en los ojos de los demás, sino que abrazarme e identificar que ya no es necesario defenderse, que hoy soy la adulta que se hace cargo de sí misma para continuar el camino que yo quiera construir recordando los aprendizajes que me acompañan a tomar la transformación que quiero lograr desde la “Aceptación”, el “Agradecimiento” y la Integración.
Hoy, desde el nuevo diseño que quiero construir con nuevos juicios, nuevas emociones y un cuerpo distinto, me declaro siendo una observadora distinta, que me relaciono distinta con mis hijos, esposo, madre, amigos y trabajo desde la seguridad de mi sin amenazas y, que si mis sombras cambian y mis luces se acrecientan podré detenerme y volver a mirarme con amor para comenzar una nueva transformación de mí.
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