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INTRODUCCIÓN

Entre los estudiosos del Corpus Hippocraticum (CH) parece haber acuerdo en dos puntos: en que se trata de sus dos mejores tratados, tanto desde el punto de vista formal como desde el del contenido, y en que hay una estrecha relación entre ambos, relación que incluye también al tratado Mochlikón o Instrumentos de reducción.

Littré 1 y Withington 2 piensan que Fracturas y Articulaciones eran en su origen una sola obra hipocrática, pues asoma en ellas la mano de un único autor, mientras que Mochlikón sería un resumen de las partes de ambos tratados que se refieren específicamente a los medios mecánicos de reducción de fracturas.

Articulaciones figura desde los orígenes en el CH, como lo prueba, según Littré 3 , el hecho de la polémica con Ctesias de Cnido al hilo de la reducción de la fractura escápulo-humeral, polémica a la que se aludirá más adelante, y que Galeno recoge en su comentario, en el que añade también que Diocles (ss. IV -III antes de nuestra era) parafraseaba al mismo Hipócrates, y cita alguna frase idéntica como prueba. Por otra parte, hay dos discípulos de Herófilo (s. III antes de nuestra era), Baquio y Filino, que comentan este tratado y no dudan en atribuírselo a Hipócrates.

En cuanto a Fracturas, de su autenticidad da prueba la íntima relación que mantiene con Articulaciones, con el que debió de formar un todo en un principio, así como con Dispensario, de lo que se habla en su introducción respectiva, pues Articulaciones se nos presenta como una continuación de Fracturas, como ya observó Galeno.

Estos tratados, junto con Heridas en la cabeza, son los más elaborados del CH y representan lo mejor de la Escuela de Cos. Asimismo, han sido los más leídos, comentados y admirados a lo largo de la tradición médica occidental.

Si algún tratado del CH puede atribuirse con cierta verosimilitud a Hipócrates de Cos es precisamente este grupo de tratados quirúrgicos, junto con Pronóstico, Régimen de enfermedades agudas, Aforismos y Aires, aguas y lugares, todos ellos datables en la segunda mitad del siglo V antes de nuestra era, o, como mucho, a principios del IV .

Algunos estudiosos han puesto en duda la antigüedad y la autenticidad de estos tratados utilizando como argumento la enorme cantidad de conocimientos anatómicos de que hacen gala tanto Articulaciones como Fracturas, pues los consideran demasiado precoces para la época. En efecto, al margen de la valía de los tratamientos específicos de las afecciones estudiadas, se trata en su conjunto de dos tratados que conforman un exhaustivo y magnífico estudio de la anatomía humana. Pero no debe olvidarse que la Escuela Hipocrática supone la culminación de una larga tradición de conocimientos quirúrgicos que comienza para nosotros ya en la Ilíada, donde se nos advierte que cualquiera que pueda aplicar unos primeros auxilios por medio de las manos, pronto, con efectividad y sin causar demasiado daño, es, al menos eventualmente, iētrós... anḗr pollôn antáxios állōn «un médico... un hombre que vale por muchos otros» 4 . Los antiguos consideraban que un médico era eficaz si era un buen cirujano, como Democedes de Crotona, que curó a Darío de una grave torcedura de pie con dislocación del astrágalo desde las articulaciones, con poco dolor y aplicando tablillas, según cuenta Heródoto 5 . El diestro cirujano griego recibió de la corte persa como recompensa una gran cantidad de oro. Por otra parte, los griegos mostraron desde un principio un gran interés por el cuerpo humano, así como también un gran respeto por «los que operan con sus manos», por los cheirourgoí o cirujanos. También la práctica ritual del sacrificio y la temprana afición a la palestra debieron contribuir al incremento de estos conocimientos anatómicos que tanto extrañan a algunos, si bien es descartable que alguna vez practicaran autopsias, por distintos condicionamientos religiosos y sociales.

Volviendo a las obras que nos ocupan, tanto Articulaciones como Fracturas, Heridas en la cabeza y Dispensario debieron constituir una misma gran obra quirúrgica. La obra primitiva, que los antiguos no dudaban en atribuir al gran Hipócrates de Cos 6 , fue muy pronto desordenada y fragmentada, prácticamente después de ser escrita. Unas partes se perdieron definitivamente, y otras reaparecieron en nuevas compilaciones 7 . Así, se trataría sólo de disiecta membra, cuya valía no obstante ha sido admirada tanto en la Antigüedad como en tiempos modernos.

En ambos tratados (Fract. y Art.) se observan referencias recíprocas 8 y una lengua común que gusta de ciertas expresiones retóricas 9 .

El tratado Fracturas, mutilado en su parte final, tiene un preámbulo en que se establecen los principios generales de la extensión y la contra-extensión, que deben practicarse siempre en la actitud natural del miembro 10 ; Hipócrates indica con precisión la posición de las manos del médico en la reducción de huesos: el empleo de las manos y las diversas actitudes del cuerpo están sometidos a reglas fijas en las que son iniciados los jóvenes cirujanos, una especie de gimnástica quirúrgica. Incluye críticas a quienes realizan prácticas erróneas por no basarse en el principio general de aplicar los sistemas de reducción al paciente en la actitud natural del cuerpo 11 , sin mantener por ello una actitud conservadora, pues abundan en el Corpus Hippocraticum discusiones encaminadas a dar tratamientos específicos a los casos particulares 12 , siempre en el empeño de forjar un método científico.

El autor va dando instrucciones sobre el tratamiento de distintas fracturas: del antebrazo, del húmero, del pie y de la pierna; menciona el famoso aparejo de reducción más tarde llamado «banco de Hipócrates», que aparece descrito en detalle en Art. 72. Luego aborda las fracturas complicadas, con y sin exfoliación de materia ósea, con nuevas críticas a tratamientos indebidos por parte de quienes se dedican primero a la curación de la herida vendando énthen kaì énthen (a un lado y a otro de la herida, sin cubrirla), y sólo una vez curada emprenden la reducción de la fractura. Hipócrates recomienda un tratamiento similar al de las fracturas simples, con reducción desde el principio, pero ejerciendo en el vendaje mayor presión en la zona de la herida. Cuando ésta se produce a posteriori, es decir, después de la reducción y de los vendajes, por rozamiento o por cualquier otra causa, el tratamiento debe seguir siendo similar. Expone distintos métodos mecánicos para la reducción de ciertas fracturas, destacando por su precisión la descripción de la máquina de extensión continua en el capítulo 30.

Para ayuda del lector, y sirva también este pequeño excursus como introducción a El Dispensario, las piezas de lienzo que pueden formar el vendaje de una fractura son:

vendas aplicadas directamente sobre la piel (hypodesmídes, hypódesis);

compresas que se aplican encima (splênes);

vendas que van sobre las compresas (epidesmídes, epídesis), a veces untadas con cerato;

orillos de sujeción para todo el aparejo (parairémata).

Las tablillas no se ponían al mismo tiempo, incluso en fracturas simples, sino al séptimo, noveno o undécimo día.

Para endurecer el aparejo y las vendas externas, se usaba un cerato adhesivo. Se regula también el empleo de agua caliente, siempre con extremo cuidado de la posición de la parte a operar, y el uso de férulas.

Según el comentario de Galeno 13 , en tiempos de Hipócrates se aplicaban tres tipos de vendaje simple y tres de tipo complejo, simplicidad que contrasta enormemente con los cincuenta tipos de la época de Heliodoro (entre los siglos I y II de nuestra era), los sesenta de Sorano, que vivió en la misma época, y los noventa de que se habla en De fasciis, obra atribuida a Galeno. El eúkyklos de Hipócrates era un vendaje en círculo usado para cerrar senos. El sceparnus era un vendaje cruzado un poco oblicuo. El simus (simón) es más discutido, pero parece que se trataba de un vendaje muy inclinado, y Pétrequin 14 concluye que podría tratarse del actual vendaje «espiral con reversos», aunque parece más probable que fuera un vendaje en forma de ocho inclinado.

Entre los vendajes complejos están el llamado «ojo hipocrático» (ophthalmós), usado para esa misma parte del cuerpo; el «rombo hipocrático», que cubría la parte superior de la cabeza, y el hemirrombo, útil para un solo lado de la cara o de la mandíbula.

En cuanto al kerōtḗ o cerato, había de varios tipos y básicamente se hacía con cera (de ahí su nombre) licuada en aceite de oliva o de rosas, se supone que para prevenir inflamaciones. Para heridas inflamadas o abiertas, se añadía brea a la mezcla anterior. Vino y aceite aparecen usados con profusión en múltiples aplicaciones de la medicina antigua, especialmente en la composición de emplastos y cataplasmas.

El nombre de las tablillas, nárthekes, hace referencia a tallos o cañas de una planta umbelífera. Podían usarse huecas, cortadas longitudinalmente, acanaladas, y siempre se aplicaban de una en una, pero no antes del séptimo día del tratamiento.

En el tratado Sobre las articulaciones encontramos dos exponentes de la máxima importancia para la comprensión del grado de perfeccionamiento alcanzado por los médicos hipocráticos en el tratamiento quirúrgico de las fracturas: la aplicación por el cirujano de sus sentidos al completo, su inteligencia y su destreza manual, y la introducción de técnicas aplicadas a máquinas de reducción, no por su simplicidad menos sofisticadas.

Comienza el tratado con el estudio de las luxaciones del húmero. La luxación escápulo-humeral, que, según el autor, se produce siempre «hacia abajo», hacia la axila, es susceptible de recibir seis modos distintos de reducción: con la mano (Art. 2), con el talón (Art. 3), con el hombro (Art. 4), con el bastón embolado o hýperon (Art. 5), con la espaldera o klimákion (Art. 6), y, por último, con la tabla tallada (Art. 7), que supone la reducción más potente.

Recibe también un tratamiento muy interesante la luxación de la cadera, que motivó una gran polémica con Ctesias de Cnido, contemporáneo de Hipócrates y asclepíada como él, que, según relata Galeno 15 , desestimaba la reducción por creer que la luxación de cadera se reproduce siempre. La polémica entre Hipócrates y Ctesias se mantuvo vigente durante toda la Antigüedad.

Entre los diversos métodos de reducción que propone el tratado destaca el que contempla la utilización del más tarde llamado «banco de Hipócrates» (léase su descripción en Art. 72), cuya reconstrucción reproducen con muchísimo acierto Littré en su edición del CH, tomo IV, 1, 297, y Withington, en op. cit., pág. 454.

De este grupo de tratados quirúrgicos, opina Pétrequin, con la visión de un cirujano del siglo XIX , lo siguiente:

Me creo obligado a proclamar que las obras de Hipócrates sobre la rama del arte que ahora nos ocupa, forman un cuerpo de cirugía digno de toda nuestra atención 16 .

En cuanto a los principales manuscritos de las obras quirúrgicas de la Colección Hipocrática, son los siguientes:

1) (B) Laurentianus 74, 7, del siglo IX o X , procedente de Constantinopla, de Apolonio, un médico que debió de vivir uno o dos siglos antes de nuestra era, tan entusiasmado por su hallazgo que, además de dotar al escrito de dibujos ilustrativos sobre la composición de distintas dislocaciones, introduce al comienzo un peán de júbilo. Este manuscrito lo describe en detalle Shöne en el prefacio de su edición de Apollonius (Teubner, 1896).

2) (M) Marcianus Venetus 269, del siglo XI .

3) (V) Vaticanus Graecus 276, del siglo XII .

Para la traducción y las notas de estas dos obras del Corpus Hippocraticum, esto es, de Fracturas y Articulaciones, hemos trabajado sobre la edición crítica de E. T. Withington en la colección inglesa Loeb, Hippocrates, III (Londres, 1928, reeditado en 1968), y consultado asimismo la siguiente bibliografía:

E. LITTRÉ, Oeuvres completes d’Hippocrate, París, 1841 (1961).

J. E. PÉTREQUIN, Chirurgie d’Hippocrate, París, 1877-1878.

O. REGENBOGEN, Symbola Hippocratea, Berlín, 1914.

L. BOURGEY, Observation et expérience chez les médecins de la Collection Hippocratique, París, 1953.

G. H. KNUTZEN, Technologie in den hippocratischen Schriften «Peri diaítes oxéon», «Peri agmon», «Peri arthron emboles», Wiesbaden, 1963.

M. VEGETTI, Opere di Ippocrate, introduzione, traduzione e commento, 2.a ed., Turín, 1976.

R. JOLY, Le niveau de la science hippocratique; contribution à la psychologie de l’histoiré des sciences, París, 1966.

A. BENEDETTI, Traumatologia al tempo di Ippocrate, Roma, 1969.

P. LAÍN ENTRALGO, La medicina hipocrática, Madrid, 1970 (1983).

E. VINTRÓ, Hipócrates y la nosología hipocrática, Barcelona, 1973.

A. ROSELLI, «Problemi relativi ai trattati chirurgici De Fracturis e De Articulis», Actas del Congreso hipocrático de Estrasburgo (23-27-X-1972), Leiden, 1975 (págs. 229-234).

D. IRMER, «Die Bezeichnung der knochen in Fract.’ und ‘Art.’», en Hippocratica. Actas del Congreso hipocrático de París (4-9-IX-1978), París, 1980 (págs. 265-283).

Si se quiere revisar en general la bibliografía hipocrática, recomendamos la exhaustiva Bibliographie Hippocratique, de Maloney-Savoie, que abarca todo lo publicado sobre el tema entre los años 1473 y 1982, publicada en Québec (Canadá) en 1982.

No obstante, siguen siendo de imprescindible consulta los más antiguos comentarios de Galeno: el de Fract., en XVIII, 2, págs. 318-628 K., y el de Art., en XVIII, 1, páginas 300-767 K.; así como también el que escribió, en el siglo VI , el médico Paladio a Fract., recientemente editado por D. Irmer (Hamburgo, 1977).

HELENA TORRES HUERTAS


1 Véase en su edición de Hipócrates el tomo III, 2, 409.

2 Hippocrates, III, pág. 84 (Loeb).

3 Op. cit., I, 2, 334.

4 Ilíada XI 514.

5 HERÓDOTO , III 129-130.

6 Galeno las incluye entre las gnesiṓtata o más genuinas, aunque en XV 456 K., advierte que algunos las atribuían a un médico del mismo nombre, hijo de Gnosídico, que fue abuelo de Hipócrates.

7 Así, el capítulo 80 de Art. era desconocido por Apolonio, médico del siglo I de nuestra era, pero figuraba en la paráfrasis que realizó Diocles, que debió llegar a la edad adulta antes de la muerte de Hipócrates (cf. GAL., XVIII, 1, 519; APOLONIO, 13).

8 Así, Art. 67 y 77, se refieren respectivamente a Fract. 31 y 13.

9 Por poner un ejemplo, nótese la figura retórica del quiasmo en Fract. 47 y Art. 46. Este cierto tono retórico podría justificar las palabras de SORANO en su Vida de Hipócrates (I. Ilberg, Leipzig, 1927, pág. 175), cuando dice que, según algunos, Hipócrates fue alumno de Gorgias, sofista y maestro de retórica contemporáneo, noticia que puede responder tanto a la afición de los antiguos por relacionar a maestros famosos como a la pura realidad.

10 Para Pétrequin (Voues nouvelles sur la chirurgie d’Hippocrate touchant les luxations du coude et les poses académiques de l’école de Cos, Amberes, 1864), las precisiones espaciales de los hipocráticos («adelante», «atrás», «dentro», «fuera»...), sólo pueden entenderse teniendo en cuenta que para ellos la posición natural del brazo es aquella en que la palma de la mano se encuentra adosada al cuerpo cuando el brazo está extendido a lo largo de éste.

11 La crítica a profesionales equivocados es un tema, por lo demás, recurrente en todo el CH, y hay que notar que la diatriba es un elemento más de la dialéctica retórica cuya influencia en los escritos hipocráticos ya ha sido reseñada.

12 Léase Fract. 1-3, Art. 35, Fract. 25, Art. 47 como muestras de tratamientos específicos.

13 GAL ., XVIII, 1, 786 y sigs.

14 Chirurgie d’Hippocrate, París, 1877-1878.

15 Véase GAL ., XVIII, 1, 731 K.

16 J. E. PÉTREQUIN , op. cit., I, pág. 13.

Tratados hipocráticos VII. Tratados quirúrgicos.

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