Читать книгу Tratados hipocráticos VIII - Varios autores - Страница 9
ОглавлениеSOBRE LOS LUGARES EN EL HOMBRE
(Perì tópōn tôn katà ánthrōpon)
INTRODUCCIÓN
1.
Presentación. Resumen del contenido
Este tratado, que ofrece una riquísima revisión anatómica y, sobre todo, patológica del cuerpo humano, ha recibido muy poca atención hasta muy recientemente y ha suscitado, además, valoraciones muy diversas entre los editores y estudiosos del Corpus Hippocraticum . Así, por ejemplo, mientras Littré no le concede una importancia especial y lo encuadra entre los opuscula , para su más reciente editora y comentadora, E. M. Craik 1 , se trata probablemente del más antiguo de los escritos presentes en el Corpus y un hito fundamental en el pensamiento científico griego.
Presenta este tratado numerosos problemas relacionados con su cronología, su adscripción a una escuela determinada, su estructura y su contenido, bastante oscuro en muchas ocasiones. Pero no es menos cierto que, al ocuparse tanto de la descripción anatómica como de la patología, de la terapia y de aspectos centrales de la teoría médica, su aportación es del mayor interés para conocer el estado de los conocimientos médicos en un momento bastante antiguo del desarrollo de esta ciencia.
Para el comentario que sigue nos valemos en gran medida de los excelentes introducción y apéndices de la edición de R. Joly 2 , así como del completísimo comentario de E. M. Craik.
El contenido del tratado puede resumirse como sigue:
§
1: Introducción: el cuerpo es un conjunto unitario y sus miembros son solidarios. Las enfermedades se transmiten de unas partes a otras.
§§
2-8: Sección anatómica. En cada uno de los apartados sigue habitualmente a la descripción una indicación de los principales males que pueden aquejar a cada parte del cuerpo.
§ 2:
Las aberturas que hay en la cabeza.
§ 3:
El sistema de las venas, cuyo punto de partida es también la cabeza.
§ 4:
Comparación breve entre venas y nervios.
§ 5:
Características de los nervios.
§ 6:
El sistema óseo.
§ 7:
La mucosidad del cuerpo.
§ 8:
Breve mención del sistema digestivo.
§§
9-22: Sección patológica sobre los males provocados por los flujos. En cada apartado, se describe el recorrido del flujo, los síntomas de los males que provoca y la terapia para cada caso.
§ 9:
Las causas de los flujos.
§ 10:
Revisión general en función de su destino desde su punto de partida en la cabeza.
§§ 11-13:
Flujos de la cabeza:
§ 11:
nariz;
§ 12:
oídos;
§ 13:
ojos.
§§ 14-15:
Flujos del torso, pecho (§ 14) y espina dorsal (§ 15).
§§ 16-19:
Flujos que van al tórax y tratamientos:
§ 16:
la bilis;
§ 17:
la pleuritis;
§ 18:
el empiema;
§ 19:
la consunción.
§ 20:
Flujo que va al vientre.
§ 21:
Flujo hacia la parte posterior del cuerpo.
§ 22:
Flujo a la cadera.
§§
23-40: Continuación de la sección patológica con indicación de todo tipo de males. Algunos de ellos ya se ha citado como resultado de los flujos; otros tienen un origen diferente. De nuevo en cada apartado, a la descripción del mal con sus síntomas le sigue una propuesta de tratamiento. En algunos casos la descripción es más pormenorizada, como en el caso de las fiebres (§ 27); en otros casos la relación es mucho más breve. No se descubre un orden particular en la secuencia. Desde § 31 se entremezclan algunos apartados dedicados a observaciones generales sobre la medicina y consejos amplios sobre formas de terapia.
§ 23:
Consunción posterior.
§ 24:
Agua en el epiplón.
§ 25:
Hidropesía infantil.
§ 26:
Pleuritis seca.
§ 27:
Fiebres.
§ 28:
Ictericia.
§ 29:
Úlcera ferina.
§ 30:
Angina.
§ 31:
Consejo general sobre las terapias.
§ 32:
Fracturas en la cabeza.
§ 33:
Varios remedios escuetamente enunciados para diversos males.
§ 34:
Otros consejos de tipo general para los tratamientos.
§ 35:
Comparación entre la gimnástica y la medicina.
§ 36:
Afecciones ulcerosas.
§ 37:
Flujos desde la cabeza.
§ 38:
Tratamiento de las afecciones antiguas y las heridas.
§ 39:
Nuevos consejos escuetos para varios males.
§ 40:
Indicaciones sobre las terapias por cauterización y extracción de sangre.
§§
41-46: Sección teórica sobre la medicina.
§ 41:
Dificultad de su aprendizaje. Causas y remedios múltiples y variables.
§ 42:
Efectos de principios contrarios y semejantes.
§ 43:
Elementos semejantes tienen efectos contrarios y viceversa por la debilidad del cuerpo.
§ 44:
La debilidad surge de la falta del necesario equilibrio entre el cuerpo y su alimento.
§ 45:
Tipos de fármacos según sus efectos.
§ 46:
La dicotomía entre ciencia o conocimiento, por un lado, y suerte o azar, por otro.
§
47: Apéndice: Sobre las enfermedades de las mujeres.
2.
Composición
La obra tal como la conocemos presenta problemas en cuanto a su estructura y se han señalado algunas incoherencias internas que han llevado a ciertos estudiosos a plantear la posibilidad de que esté incompleto e, incluso, a dudar de una autoría única.
Sobre la posibilidad de que falten algunas partes del texto original, se ha señalado la ausencia de una conclusión y, por otro lado, la existencia de apartados extremadamente breves, como el dedicado a los nervios (§ 5), de apenas unas frases, situado, sin embargo, junto a otros más largos y detallados que se ocupan de las venas (§ 3) y los huesos (§ 6). También son muy breves el dedicado a la alimentación (§ 8), a los flujos hacia la espina dorsal (§ 15), los que se ocupan de la consunción (phthísis) (§§ 19 y 23) o el que describe los síntomas y propone una terapia para las afecciones ulcerosas (§ 36).
Es preciso tener en cuenta, sin embargo, como señala R. Joly 3 que hay otros tratados que también carecen de conclusión, como Sobre la medicina antigua , cosa que no debe extrañar en composiciones relativamente arcaicas. En cuanto a la brevedad de algunos apartados, no puede descartarse, efectivamente, que hayamos conservado sólo formas abreviadas, resúmenes de ellos. Con todo, podríamos preguntarnos a qué respondería tal abreviación de unos apartados y no de otros. Finalmente, entre las numerosas citas posteriores que conservamos de este tratado (v. infra § 7), no existe ninguna que se refiera a algún término o pasaje que no hayamos conservado. Por tanto, sin poder descartar que en algún momento antiguo se produjese alguna pérdida en el texto original, ninguna prueba tenemos de que el tratado fuera compuesto con una longitud diferente de la que ha llegado a nosotros.
Un problema distinto es el de la posibilidad de que estemos ante un tratado compuesto por secciones o textos combinados de más de un autor, es decir, el de la falta de unidad de la obra. Entre los indicios de ello se cita, sobre todo, la presencia al final, después de las consideraciones generales, del apartado 47 dedicado a las enfermedades de las mujeres y que parece un texto añadido para completar una laguna temática del tratado. Por otra parte, es de notar que uno de los dos manuscritos principales que nos han transmitido la obra, el que se conoce habitualmente como A (Cf. infra § 6), acaba en el apartado 44, donde se añade la frase «Éste es el fin de la obra». Finalmente, K. Schubring 4 , el mayor defensor de la composición por varios autores, ha rastreado posibles contradicciones internas entre diversas secciones de la obra. En concreto, propone que un compilador último habría reunido textos anteriores de diversos orígenes y, particularmente, dos grandes secciones, que corresponderían a los apartados 9-23 y 24-30, respectivamente. Al propio compilador podrían corresponder la introducción y los apartados posteriores a 30. Entre los indicios más claros de contradicciones internas que señala K. Schubring podemos citar los siguientes:
a) En § 1 se dice que la humedad que se produce en el vientre por obra de los alimentos se desplaza hacia la cabeza, mientras en los apartados dedicados a los flujos (§§ 9-23) se hacen venir todos ellos de la cabeza.
b) En § 10 parece que la bilis es una transformación de la flema en el pecho, mientras que en §§ 27 y 33 la flema y la bilis se citan como dos humores diferentes, lo que podría sugerir la existencia de dos teorías diferentes sobre los líquidos del cuerpo.
c) La acumulación de líquidos se trata en diversas partes, como en §§ 21, 24 y 25.
R. Joly, defensor de la unidad del tratado, discute cada uno de estos argumentos. Así la adición del último apartado ginecológico la compara con lo que sucede en otros tratados, como, por ejemplo, la adición como apéndice de los cuatro últimos apartados de Sobre las enfermedades IV. Además, tanto Erotiano como Galeno conocieron el tratado con este apartado, como muestran sus glosas.
Con respecto a la ausencia de los tres últimos apartados en el manuscrito A, hace notar R. Joly acertadamente que, si este final adelantado hubiera estado en algún otro lugar diferente, al final de 40 o tras 46, por ejemplo, podríamos haber pensado con más fundamento en una adición en la otra gran familia de manuscritos, la representada por el manuscrito V. Pero los apartados 41 a 46 están fuertemente interrelacionados con referencias cruzadas entre ellos y estableciendo una perfecta secuencia en la discusión de los principios del equilibrio necesario en el cuerpo y las consecuencias de su falta. Sobre el origen de los flujos, señala también R. Joly que en realidad en §§ 9 y siguientes sólo se dice que en su recorrido final los flujos parten de la cabeza, pero nada impide pensar que, como en § 1, puedan haber llegado previamente allí desde otro punto del cuerpo.
En tercer lugar, hay razones para pensar que la bilis no es considerada, ni siquiera en § 10, como una transformación de la flema. De hecho en ese apartado sólo se dice: «Cuando [los flujos] fluyen hacia el pecho a causa del frío, se produce bilis» (gígnetai cholḗ) , lo que no puede ser interpretado de forma literal en el sentido de que «se convierten en bilis», como parece pretender K. Schubring.
Por último, que un mismo tema se trate en diversas partes no es extraño en estas descripciones antiguas. Repeticiones de todo tipo aparecen en otros tratados del Corpus Hippocraticum , especialmente si, como en este caso, hay pequeñas variaciones en cuanto al origen, evolución o resultado de un mal; aquí la acumulación de líquidos se estudia en los flujos que van por la parte posterior del cuerpo (§ 21), en los embolsamientos en el epiplón (§ 24) y en las hidropesías en el niño (§ 25).
Por consiguiente, los principales indicios de la existencia de diversas manos en Sobre los lugares en el hombre pueden discutirse con buenos argumentos, lo cual no excluye, desde luego, la posibilidad de que ese probable autor único se inspirara en distintas fuentes anteriores, que fueron asimiladas y reestructuradas para dar lugar a un tratado unitario como el que tenemos.
A todo ello hay que añadir que, frente a eventuales indicios de inconsistencias o diversas autorías, tenemos numerosos datos que apoyan una composición unitaria. En primer lugar, la propia estructura de la obra sigue una secuencia coherente: introducción, anatomía, patología y observaciones generales, con un apéndice ginecológico al final. En segundo lugar, determinadas ideas básicas sobre anatomía y terapia están presentes en toda la obra, como, por ejemplo, la consideración de la flema como el humor fundamental del cuerpo (passim) , la teoría de que los flujos se mueven hacia donde hay hueco en el cuerpo (§§ 9, 10, 14, 22, etc.) o la recomendación de que las purgaciones y limpiezas se hagan por la vía de salida más rápida y cercana (§§ 18, 21, 27, 45, etc.). En tercer lugar, la lengua presenta rasgos semejantes a lo largo de todo el tratado, como la presencia de un léxico propio ausente o apenas presente en otros tratados del Corpus (eutrepízō, inethmós, iêsthai, ináomai, lázomai, metalássō) , la utilización de verbo en plural para los sujetos neutros plurales, hóste + participio, en lugar de háte 5 o la presencia de algunos dorismos repartidos por toda la obra 6 .
En consecuencia, parece haber razones suficientes para considerar que este tratado fue compuesto por un mismo autor con una estructura y longitud básicamente idéntica a la que ha llegado hasta nosotros.
3.
Situación del tratado dentro de la tradición médica y del «Corpus Hippocraticum»
El tratado Sobre los lugares en el hombre presenta un estadio bastante arcaico de los conocimientos de medicina. Su autor, sin embargo, parece haber estado al corriente de las principales propuestas filosóficas de su tiempo, así como de las enseñanzas de las escuelas médicas más importantes, con especial presencia de la escuela de Cnido, pero con aportaciones de la escuela de Cos y de las tan desconocidas para nosotros escuelas occidentales, de la Magna Grecia.
Con respecto a la escuela de Cnido, hay claros contactos, particularmente con Sobre las enfermedades 7 . Así, por ejemplo, los humores que se citan, sobre todo los considerados más importantes (§§ 9-22), coinciden con los cuatro humores principales de la escuela cnidia, que son flema, bilis, sangre y agua. Hay también una concepción semejante de la ictericia (§ 28), analizada sobre todo en Enfermedades II 38-39. El contenido del § 47 sobre las enfermedades de las mujeres coincide en gran manera con los tratados cnidios que se ocupan de ese tema y, sobre todo, con Sobre las enfermedades de las mujeres I y II. La cauterización, recomendada para casos extremos en nuestro tratado (§§ 6, 40) aparece muy frecuentemente en los escritos cnidios, así como la extracción de sangre (§ 30). Finalmente, hay similitudes terminológicas, como el empleo de phlegmaíno para indicar «estar lleno de flema» (cf. por ejemplo, Sobre las enfermedades II 10, 29; 27; 28; 30, etc.), el uso de klydázetai para referirse al sonido que hace el pulmón cuando tiene un desgarro o la denominación de cholegón para los colagogos (Sobre las enfermedades de las mujeres I 26) y otras coincidencias 8 .
Por otro lado, debemos recordar que en la Antigüedad Sobre los lugares en el hombre (LH) se atribuía al propio Hipócrates y se la consideraba una obra de la escuela de Cos. De hecho, se han descubierto coincidencias con varios tratados de esta escuela, sobre todo con Sobre la medicina antigua y Sobre la dieta en las enfermedades agudas , que son, sin embargo, más recientes que este tratado. R. Joly 9 se interesa especialmente por los puntos de contacto con el primero de los escritos citados, en el que descubre sobre todo notables paralelismos teóricos. Así, por ejemplo, para Sobre la medicina antigua la ciencia médica no está toda descubierta, pero le falta poco (LH 46); no se puede aprender en poco tiempo (LH 41); se puede contraponer téchnē , «arte» o «ciencia», y týchē , «azar» (LH 46); hace falta contar con una cierta medida o equilibrio en el cuerpo y en los tratamientos (LH 44); la curación puede venir por remedios contrarios (LH 42).
Con respecto a la tradición médica occidental es poco lo que podemos decir, pues no conservamos ningún tratado inequívocamente atribuible a ella. Nuestra principal fuente de información son los extractos de las teorías de una veintena de médicos de los siglos V y IV a. C. conservados en el papiro conocido como Anónimo Londinense , probablemente parte de una obra de Menón, discípulo de Aristóteles. En Sobre los lugares en el hombre puede descubrirse la presencia de elementos occidentales quizá en la teoría sobre los flujos, donde hay similitudes con lo que sabemos de Filolao, Timoteo, Hipón y el propio Empédocles. Los elementos más seguros son, con todo, los terminológicos. Así, Erotiano, comentando la palabra kýbitos (§ 6), dice que es doria de Sicilia. El Anónimo Londinense asocia el término íchor , usado en §§ 12, 29, 32, con Filolao, aunque también con Deuxipo de Cos.
Si buscamos indicios de influencias más netamente filosóficas, ya hemos hablado de las posibles relaciones con el pensamiento de Anaxágoras y Empédocles. C. W. Müller 10 ha señalado, además, que algunos aspectos de § 41, particularmente la comparación de la medicina con la escritura, así como el tipo de argumentación de § 42, en donde se discuten los efectos contrarios que puede tener la aplicación del mismo remedio y viceversa, quizá tengan su origen y modelo en Gorgias. Por otro lado, M. Pohlenz, en un trabajo antiguo 11 , citado por R. Joly, señaló la afinidad de § 46, donde se contrapone técnica y azar, con las enseñanzas de Critias y Demócrito 12 .
Finalmente, es importante que nos detengamos un momento en lo que probablemente es la noción teórica más relevante de todo el tratado, el kairós , discutido en § 44. Parece evidente, en primer lugar, el paralelismo que puede establecerse con el famoso primer aforismo (Aforismos 1, 1): «La vida es corta; el arte, largo; el equilibrio, sutil (ho kairòs oxýs); el experimento, arriesgado y el juicio, difícil». El problema capital es, sin embargo, el de la intepretación que debe recibir este concepto. Parece que dentro del Corpus Hippocraticum hay dos líneas principales de utilización del término. Una parte de los tratados da más importancia al aspecto temporal, referido al momento preciso y exacto en que el médico o las diferentes sustancias del cuerpo deben actuar 13 . Otros tratados, en cambio, utilizan la noción en un sentido más cuantitativo, referido al equilibrio que han de guardar los principios activos y la medida que han de tener las intervenciones, particularmente en el terreno de la alimentación 14 . Es esta segunda interpretación la que parece que debe adoptarse para nuestro tratado, puesto que el kairós se utiliza fundamentalmente para referirse al dominio que el cuerpo, cuando está sano, tiene sobre lo que ingiere. Fuera del Corpus es posible que el médico Deuxipo también haya entendido así esta noción 15 , que tiene paralelos en el terreno filosófico en Aristóteles 16 , aunque con toda probabilidad como resultado de inspirarse en fuentes comunes, no por una relación directa entre nuestro tratado y el creador del Liceo.
En conclusión, el contenido del tratado Sobre los lugares en el hombre presenta importantes rasgos de arcaísmo, aunque posee ya una visión general de la medicina en sus aspectos anatómicos, patológicos y terapéuticos. Por otro lado, su autor estaba al corriente de las enseñanzas de las principales escuelas médicas griegas y, aunque presenta sobre todo coincidencias con los tratados cnidios, es uno de los escritos del Corpus Hippocraticum en los que se puede identificar con mayor claridad la presencia de elementos occidentales. Finalmente, la argumentación y terminología muestra que no era ajeno a las ideas filosóficas vigentes en el siglo V a. C.
4.
Datación y autoría
De todos los datos discutidos hasta ahora se puede deducir una fecha de composición bastante antigua para el tratado. La limitación de los conocimientos anatómicos, la simpleza de los tratamientos terapéuticos propuestos, la relativa pobreza de la terminología técnica nos lleva con toda probabilidad a un momento relativamente antiguo del desarrollo de la medicina.
En la Antigüedad se atribuía al propio Hipócrates. Autores posteriores propusieron como autor a Eurifonte, contemporáneo de Hipócrates, de la escuela cnidia. De hecho Galeno creía que Eurifonte había escrito varias obras atribuidas a aquél.
Sólo más recientemente se ha sugerido una fecha de composición posterior, incluso post-aristotélica 17 . Se ha aducido para ello la presencia de términos raros o inexistentes en el Corpus Hippocraticum y que, sin embargo, están presentes en tratados de Aristóteles. Es el caso, por ejemplo, de la diferenciación entre brónchos «tráquea» y oisophágos «esófago». Estas coincidencias, en todo caso, podrían explicarse por el conocimiento de una fuente común y no pueden en absoluto eliminar el imponente conjunto de evidencias a favor de la antigüedad del tratado señaladas más arriba.
La inmensa mayoría de los estudiosos, por tanto, se pronuncian por una composición antigua, del siglo V a. C., si bien con una cierto abanico de posibilidades. E. M. Craik es quien más lo retrotrae, proponiendo la primera mitad de ese siglo. Vegetti 18 lo fecha en torno al 440, C. W. Müller 19 y R. Joly 20 prefieren los últimos decenios del siglo V , aceptando Joly, incluso, que la fecha de composición podría llegar hasta el 390 a. C.
En cuanto a la autoría, nadie se inclina hoy por reconocer en el autor de este tratado a ninguno de los médicos antiguos conocidos por su nombre. Los estudios más recientes, sin embargo, coinciden en señalar la presencia de elementos de las tres escuelas médicas principales de su tiempo. Hay divergencia, sin embargo, a la hora de valorar tales elementos. Mientras que para R. Joly pudo tratarse de alguien encuadrado en la escuela de Cnido, que, sin embargo, conocía las otras escuelas médicas, particularmente la occidental, para E. M. Craik más bien debemos pensar en un autor de origen occidental, pero buen conocedor de las enseñanzas de la escuela cnidia.
5.
Conocimientos y práctica médica
Los puntos fundamentales de la visión teórica que el autor tenía de la medicina y su práctica son los siguientes:
1°) El cuerpo se compone de partes estrechamente interconectadas y mutuamente dependientes (§ 1). Según Vegetti 21 , se trata de una idea derivada de las teorías de Anaxágoras, mientras que C. W. Müller considera que está más cercana a las enseñanzas de un autor occidental, como Empédocles 22 .
2°) Todo debe estar en movimiento. Si no hay movimiento, se produce fijación y enfermedad (§ 1). El movimiento interno del cuerpo lo realizan los flujos. No hay que dejar que se acumulen los flujos que se producen por exceso de calor o de frío, por exceso o escasez de flema, pues producen numerosos males (§§ 9-31, 37). La teoría de los flujos es, probablemente, el elemento más desarrollado dentro de los conocimientos del autor y está muy cercana a la de Sobre las glándulas 7.
3°) Se citan varios nombres de humores, flema, bilis, bilis negra, sangre, ícor y pus. No se describen, sin embargo, sus características y diferencias; parece importar más el movimiento mismo de los flujos que su naturaleza. El humor más importante es sin duda la flema, el que se mueve en los flujos internos y un elemento fundamental en el correcto funcionamiento del cuerpo.
5°) El elemento clave para el mantenimiento de la salud es el equilibrio (kairós) entendido como momento en que se produce una relación apropiada entre el cuerpo y lo que ingiere (§§ 43-44). El equilibrio tiene, por tanto, una consideración cuantitativa muy cercana a la de Sobre la dieta .
6°) Los purgantes y remedios pueden tener efectos diferentes y hasta contrarios en función de la situación del cuerpo (en una situación equilibrada o no); igualmente, remedios contrarios pueden tener efectos semejantes. Ello hace muy difícil el aprendizaje de la medicina (§§ 41-42).
7°) Con todo, la medicina es un arte o técnica (téchnē) , aprehendible y contrapuesta al simple azar (tychē) , Esta contraposición se encuentra también en otros tratados (p. ej. Sobre las articulaciones 4) y está estrechamente relacionada con las teorías de Critias y Demócrito.
8°) En los procesos de curación interviene el tiempo. Hay ritmos fijos en los que desempeña un papel importante el número 7, lo que remite a las enseñanzas pitagóricas, aunque no sólo, pues hay también otros períodos (v., p. ej., § 17).
Todos estos puntos configuran una visión bastante homogénea en el terreno teórico, aunque ciertamente simple y arcaica, donde nociones abstractas como «equilibrio» y teorías muy generales como las relaciones entre semejantes y contrarios 23 sustituyen a explicaciones más concretas sobre etiología médica.
Por otro lado, la teoría no va acompañada de un nivel alto de conocimientos anatómicos y patológicos. De hecho, hay notables lagunas en el conocimiento de la estructura ósea (§ 6), como por ejemplo, al hablar de las vértebras, de las costillas o, incluso, de los huesos de la cara; desconoce la pelvis, no reconoce la existencia de dos huesos en el antebrazo y la pierna ni establece diferencias entre las articulaciones de la mano y del pie. No hay ninguna descripción del corazón, el hígado o de la respiración, cuyas funciones vitales parecen ser desconocidas o secundarias para el autor. No conoce la existencia de músculos como elementos diferenciados. Como hemos dicho, falta una teoría completa sobre los humores y la farmacología tiene un fuerte componente empírico, no teórico. En el terreno de la terapia, los remedios son muy someros, centrados en la dieta, purgantes, y alguna vez cauterizaciones. Incluso para un grado de conocimientos como el descrito, la terminología es pobre, pues se usan términos comunes o generales en lugar de técnicos; a veces se emplean varias denominaciones para referirse a un mismo concepto o parte del cuerpo, como sucede con el codo (§ 6).
Uno de los aspectos más interesantes de este tratado es la información que nos proporciona sobre dos aspectos importantes de la práctica médica antigua, la experimentación y la enseñanza.
Los conocimientos médicos del autor, sobre todo los recogidos en la parte anatómica del tratado, están basados en gran medida en la observación directa de los fenómenos fisiológicos, pero las limitaciones que presenta, comentadas en el apartado anterior, nos informan quizá sobre algunas características de tal observación. En primer lugar, no parece que haya habido una exploración detenida de cuerpos humanos completos. De otro modo no se explica la ausencia de comentarios sobre el corazón y el hígado, la falta de reconocimiento de los músculos o la afirmación de que el pulmón tiene un solo lóbulo (§ 14). Más bien parece haber tenido a su alcance esqueletos, como muestra quizá el hecho de que no conozca o identifique las costillas flotantes (§ 6), que habitualmente se sueltan y se pierden una vez desaparecidos los cartílagos que las unen al esternón. Entre los esqueletos observados es posible que hubiera fetos, pues se comenta la división de la mandíbula inferior (§ 6), que en realidad está soldada desde momentos tempranos de la gestación. Así mismo, parece haber revisado esqueletos animales; de ahí podría venir la confirmación de la división de la mandíbula inferior, recién comentada, y, por otro lado, la extraña observación de que el hombre puede tener un número variable de vértebras, lo que es falso, pero que, sin embargo, sí se da en animales como el perro o el cerdo. Sólo la mención de partes blandas del organismo como las meninges (§ 2) o el epiplón (§ 24) nos asegura la existencia de exploraciones sobre cadáveres o personas enfermas y no sólo sobre esqueletos. Sin embargo, en el caso de nuestro autor, ante la magnitud de lo no citado, podemos pensar que estas referencias fueran recibidas de alguna fuente ajena, antes que producto de la propia observación.
En lo que se refiere a las enseñanzas médicas y la transmisión de los conocimientos en las diferentes escuelas o entre maestros y discípulos, este tratado aporta indicaciones muy útiles. Para empezar, posee un fuerte carácter didáctico, que se revela en la propia estructura de los diferentes apartados, en los que, tras cada descripción patológica, se aportan las indicaciones terapéuticas que hay que aplicar para solucionar el mal. Además, parece claro que el tratado se compuso de forma escrita, por lo que podemos suponer que el autor pensaba en una difusión mayor que la de la relación directa con sus eventuales discípulos.
El tono general de la obra y numerosos detalles muestran que el autor es un maestro que se dirige a personas con menos conocimientos que él, pero, sin embargo, ya introducidos en la técnica médica. El estatuto superior del autor se refleja en el lenguaje, en el que las instrucciones, claras y precisas, van introducidas por términos como chrḗ, deî o por imperativos, y sin la presencia de mitigadores del «si quieres», «si te parece». Queda por tanto de manifiesto la existencia de un principio de autoridad en las relaciones entre médicos consagrados y aprendices. Por otro lado, como se ha dicho, a los receptores de estas enseñanzas se les supone un cierto nivel de conocimientos. Así, se habla en términos genéricos de laxantes, vendas o purgantes, lo que implica que los eventuales discípulos eran capaces de desarrollar y aplicar de forma concreta estas indicaciones. Algo semejante se produce en las referencias a la cauterización, para la que no se dan instrucciones concretas ni se menciona el instrumental necesario. A pesar de la ya comentada pobreza de terminología especializada, los términos técnicos que se emplean no requieren habitualmente explicación especial. Un último ejemplo de lo dicho: ni en el importante apartado teórico sobre el equilibrio necesario en el cuerpo y en la medicina (§ 44), ni en los que le siguen se señala nada, salvo unas pocas y superficiales observaciones sobre fármacos en § 45, acerca de la forma en que debe mantenerse o alcanzarse aquel equilibrio, por lo que supone que el posible discípulo tendría conocimientos previos sobre ello.
En resumen, el tratado Sobre los lugares en el hombre no es un escrito simplemente introductorio, sino que nos proporciona una idea bastante clara del tipo de enseñanzas que los maestros transmitían a los discípulos que habían alcanzado ya cierto nivel de conocimientos.
6.
Transmisión del texto
La historia de la transmisión de este tratado fue estudiada con detalle por K. Schubring 24 . Los editores posteriores le siguen en lo esencial.
El texto de Sobre los lugares en el hombre se conserva en dos buenos manuscritos, ya mencionados, los conocidos como A y V, que derivan de un arquetipo común, como demuestran las lagunas y evidentes errores que comparten.
El manuscrito A (Parisinus gr . 2253) está escrito sobre pergamino y remonta al siglo XI . Sólo llega hasta el final de § 44. Se han reconocido en él hasta cuatro manos de diferentes correctores, aparte de la del primer copista. A3 , la tercera mano quizá corresponda a diversos correctores, uno de los cuales parece haber tenido a la vista un manuscrito de la línea de V. Es posible que A2 conociera un manuscrito independiente de la línea AV. No hay ningún manuscrito posterior derivado de A.
El manuscrito V (Vaticanus gr . 276), también en pergamino, remonta al siglo XII . No tiene correcciones, salvo las del copista. De V derivan varios manuscritos.
Cuando las lecciones de A y V no coinciden, no es posible decantarse de forma sistemática por las de una de las dos fuentes. En general, posiblemente V es más cuidadoso con el texto, pero presenta también numerosas corrupciones, algunas derivadas probablemente de un dictado oral 25 .
En cuanto a la tradición indirecta, conocemos tres glosas de Baqueo, autor activo en Alejandría en el s. III a. C., transmitidas por Erotiano en el siglo I d. C. También según Erotiano, fue Baqueo el que introdujo este tratado en el Corpus . Es posible que tengamos además una glosa procedente de Diógenes de Chipre (c . 200 a. C.), igualmente a través de Erotiano. En total en Erotiano tenemos 33 glosas de este tratado, al que agrupa temáticamente junto con los que se ocupan del régimen, con Sobre las enfermedades de las mujeres I y II, Sobre las enfermedades I y II, Sobre el alimento, Sobre el uso de los líquidos, Sobre las mujeres estériles y Sobre la dieta en las enfermedades agudas .
Los autores romanos también lo conocieron. Así, es citado en diversos pasajes por Celso, Celio Aureliano, Sorano y Rufo. Galeno lo cita una docena de veces.
Siempre es mencionado por el título por el que ha llegado hasta nosotros, aunque Erotiano y Celio Aureliano lo abrevian una vez cada uno, citándolo sólo como Sobre los lugares .
7.
Ediciones y traducciones
La editio princeps de este tratado es Aldina y se debe a Asulanus, impresa en 1526. Hay al menos otras tres ediciones en el siglo XVI , la de Cornarius (en la imprenta de Frobenius, Basilea, 1538), la de Zwinger (1579) y la de Foesius (Francfort 1595). En el siglo XVII , Van der Linden (1665) lo publica, pero separando el último apartado, dedicado a la ginecología, que incorpora al principio de Sobre las enfermedades de las mujeres II, proceder que sigue Ermerins en el tomo II de su edición (Utrecht, 1862). En la magna edición de Littré (París, 1849) aparece la obra íntegra de nuevo, incluyendo el último apartado. Una revisión general de estas ediciones y sus aportaciones puede encontrarse en K. Schubring (1841, págs. 31-48).
Entre las ediciones modernas deben citarse la magnífica de R. Joly (Belles Lettres, 1978), la de Potter en la colección Loeb (Cambridge-Londres, 1995) y, por último, la de E. M. Craik (Oxford, 1998), cuyo texto coincide en gran medida con el Joly y contiene un amplio estudio introductorio y abundantes notas.
Hasta donde sé, esta obra no ha sido traducida nunca al español.
8.
Nuestra traducción
Seguimos la edición de E. M. Craik (Oxford, 1998), que, a su vez, sigue en general la de R. Joly (Les Belles Lettres, 1978). Nos separamos de aquella edición en los pasajes que se relacionan a contincuación. En general recuperamos lecturas de los principales manuscritos, eliminando conjeturas de los editores modernos.
JESÚS DE LA VILLA POLO
1 Hippocrates. Places in man , Oxford, Clarendon, 1998.
2 Hippocrate. Des lieux dans l’homme. Du système des glandes. Des fistules–Des hemorroïdes. De la vision. Des chairs. De la dentition , París, Les Belles Lettres, 1978.
3 Hippocrate. Des lieux dans l’homme ..., pág. 15.
4 «Zur Aufbau und Lehre der hippokratischen Schrift De locis in homine », Berliner Medizin 23 (1964), 739-44.
5 También presente en Heródoto, pero fuera de uso en el siglo IV a. de C. y no atestiguado en el resto del Corpus Hippocraticum .
6 Una discusión más extensa sobre este aspecto se puede encontrar en R. JOLY , Hippocrate. Des lieux dans l’homme ..., págs. 16 s.
7 Cf. I. M. LONIE , «The Cnidian treatises of the ‘Corpus Hippocraticum’» Classical Quartely 59 (1965), 1-30 y, sobre todo, J. JOUANNA Hippocrate. Pour une archéologie de l’école de Cnide , París, Les Belles Lettres, 1974.
8 Hippocrate. Des lieux dans l’homme ..., pág. 16.
9 Hippocrate. Des lieux dans l’homme ..., págs. 30-32.
10 «Die Heilung ‘durch das Gleiche’ in den hippocratischen Schriften De morbo sacro und De locis in homine», Sudhoffs Archiv für Geschichte der Medizin 49 (1965), 225-249.
11 «Hippokratesstudien», Nachrichten vor der Gesellschaft der Wissenschaft zu Göttingen, N.F . II 4 (1937), pág. 100.
12 Cf., p. ej. CRITIAS , Perithous B 21, 3; DEMÓCRITO , B 119 y 286.
13 P. ej., Sobre la dieta en las enfermedades agudas 20; Epidemias I 4, comienzo de Preceptos .
14 P. ej., Sobre la dieta en las enfermedades agudas 46-47; Sobre la dieta I 2; Sobre las afecciones 61.
15 Anónimo Londinense 12, 3.
16 Cf. P. AUBENQUE , La prudence chez Aristote , París, PUF, 1963.
17 K. SCHUBRING , «Zur Aufbau und Lehre...», pág. 744.
18 «Il De locis in homine fra Anassagora ed Ippocrate», Rendiconti di Lettere. Istituto Lombardo 95 (1965), 193-213.
19 Gleiches zu Gleichem, ein Prinzip frühgriechischen Denkens , Wiesbaden, 1965, págs. 232 ss.
20 Hippocrate. Des lieux dans l’homme ... pág. 32.
21 «Il De locis in homine...» , pág. 202
22 Gleiches zu Gleichem ..., pág. 141. Cf. B 22, 1 ss. DIELS -KRANZ .
23 Cf. C. W. MÜLLER , «Die Heilung ‘durch das Gleiche’...», 232-245.
24 Untersuchungen zur Überlieferungsgeschichte der hippokratischen Schrift De locis in homine, Berlín, Junker & Dünnhaupt, 1941 [Neue Deutsche Forschungen 12].
25 Por ejemplo, en § 9, V tiene kenoûtai donde A y todos los editores leen kenoû te; en § 27, V tiene hōseì thermṓdē donde la lectura correcta, ofrecida por A, es con toda probabilidad hōs hē thermolḗ .