Читать книгу Tratados hipocráticos II - Varios autores - Страница 8

Оглавление

SOBRE LOS AIRES, AGUAS Y LUGARES

Quien quiera estudiar perfectamente 1 la ciencia médica [1 ] debe hacer lo siguiente: en primer lugar, ocuparse de los efectos que puede ocasionar cada una de las estaciones del año, pues no se parecen en nada mutuamente, sino que difieren mucho no sólo entre sí, sino también en sus cambios 2 . Después, ha de conocer los vientos, calientes y fríos, especialmente los que son comunes a todos los hombres, y, además, los típicos de cada país. También debe ocuparse de las propiedades 3 de las aguas, pues, tal como difieren en la boca y por su peso 4 , así también es muy distinta la propiedad de cada una.

Así, cuando se llega a una ciudad desconocida, es preciso preocuparse por su posición: cómo está situada con respecto a los vientos y a la salida del sol. Pues no tiene las mismas propiedades la que mira al Norte 5 que la que da al Sur, ni la orientada hacia el sol saliente, que la que mira al Poniente. Hay que ocuparse de eso de la mejor manera, y, además, de qué aguas disponen los habitantes: si consumen aguas pantanosas y blandas, o duras y procedentes de lugares elevados y rocosos, o saladas y crudas.

Respecto del suelo, hay que saber si es pelado y seco, o frondoso y húmedo, y si está encajonado y es sofocante, o elevado y frío. Además, hay que enterarse de qué tipo de vida gozan los habitantes: si son bebedores, toman dos comidas al día 6 y no soportan la fatiga, o si aman el ejercicio físico y el trabajo, comen bien y beben poco.

Partiendo de estos puntos, hay que ocuparse de cada [2 ] dato por separado. Pues si uno los conociera perfectamente —mejor todos, pero, si no, los más posibles—, no ignoraría, al llegar a una ciudad que desconoce, ni las enfermedades locales, ni cuál es la naturaleza de las afecciones comunes, de suerte que ni andaría confuso en el tratamiento de las enfermedades, ni cometería errores, cosa que es natural que suceda, si se medita en los datos concretos, sin conocerlos de antemano.

Según transcurre el tiempo y pasa el año, podrá decir cuántas enfermedades generales van a atacar la ciudad en verano o en invierno, y cuántas enfermedades particulares 7 es de temer que le ocurran a cada uno a causa de un cambio en su dieta 8 . Pues quien conoce los cambios de las estaciones y la salida y ocaso de los astros, a la vista de cómo ocurre cada uno de esos hechos, podrá prever cómo va a ser el año. Al reflexionar y prever de este modo, conocerá perfectamente la ocasión oportuna de cada caso, conseguirá curar en la mayor parte de las ocasiones y obtendrá un éxito grandísimo en la ciencia médica.

Si alguien pensara que esos datos son propios de la meteorología 9 , en caso de cambiar de criterio, sabrá que la astronomía contribuye a la medicina, no en poquísima, sino en grandísima medida. En efecto, los órganos internos 10 les cambian a los hombres juntamente con las estaciones.

[3 ] Voy a decir yo claramente cómo hay que observar y comprobar cada uno de los puntos citados.

La ciudad que está expuesta a los vientos calientes —éstos soplan entre los puntos de salida y puesta del sol en invierno— 11 , cuando recibe esos vientos como habituales y está al amparo de los vientos del Norte, en esa ciudad es forzoso que las aguas sean abundantes, algo saladas y estén a flor de tierra, calientes en verano y frías en invierno; que sus habitantes tengan la cabeza húmeda y llena de flema, y se les trastornen frecuentemente los intestinos 12 , a causa de la flema que fluye hacia ellos procedente de la cabeza; que posean un aspecto bastante flojo, por lo general, y que no sean buenos comedores ni bebedores. Efectivamente, los que tienen la cabeza débil no pueden ser buenos bebedores, pues la borrachera les ataca más.

Las enfermedades típicas de aquí son las siguientes: en primer lugar, las mujeres son enfermizas y propensas a flujos, y, además, muchas son estériles por enfermedad, no por naturaleza, y abortan con frecuencia. A los niños les sobrevienen espasmos, asmas y la afección que, según se cree, la causa una divinidad 13 y es sagrada; a los hombres, disenterías, diarreas, escalofríos, fiebres crónicas de invierno, muchas pústulas nocturnas y hemorroides en el asiento.

En cambio, no se producen, por lo común, pleuritis, perineumonías, causones, ni las que son consideradas enfermedades agudas. No es posible, realmente, que estas enfermedades tengan fuerza donde los intestinos son húmedos.

Sobrevienen oftalmías húmedas, no graves, de corta duración, a no ser que predomine una enfermedad general a causa de un gran cambio.

Cuando las personas pasan de los cincuenta años, unos flujos procedentes del cerebro las dejan parapléjicas, si de repente les da el sol en la cabeza o pasan frío.

Ésas son las enfermedades endémicas que les sobrevienen. Y, además, si prevalece alguna enfermedad general a causa del cambio de estación, también la padecen.

[4 ] Las ciudades que, al revés de las anteriores, están expuestas a los vientos fríos que soplan entre los puntos de puesta y salida del sol en verano 14 , en tales ciudades, que tienen esos vientos como habituales y están al amparo del viento del Sur y de los vientos calientes, ocurre como sigue. En primer lugar, las aguas son, por lo común, duras, frías y dulces. Los habitantes son, por fuerza, vigorosos y flacos, y, en su mayoría, tienen la cavidad inferior cruda y seca, pero la superior les fluye mejor. Son más biliosos que flemáticos. Tienen la cabeza sana y dura, y están expuestos, generalmente, a roturas internas.

Entre ellos se dan las siguientes enfermedades: muchas pleuritis y las consideradas enfermedades agudas. Es natural que sea así, siempre que sus cavidades sean duras. Se producen muchos empiemas por cualquier motivo. La causa de eso es, tanto la tensión del cuerpo, como la dureza del vientre. Pues la constitución seca y la frialdad del agua los exponen a roturas internas.

Es forzoso que tales naturalezas sean comedoras y no muy bebedoras, pues no es posible que sean a la vez muy dados a la comida y a la bebida. Al cabo de algún tiempo 15 surgen oftalmías que son secas y fuertes, e, inmediatamente, se forman heridas 16 en los ojos.

En los que tienen menos de treinta años se producen fuertes hemorragias por la nariz en verano; las enfermedades llamadas sagradas son raras, pero violentas. Como es natural, esas personas son de vida más larga que otras. Sus heridas ni se inflaman, ni se convierten en malignas. Su carácter 17 es más salvaje que apacible.

Entre los hombres, ésas son las enfermedades propias de aquí, y, además, cualquier otra enfermedad general que predomine a causa del cambio de estación.

En lo tocante a las mujeres, en primer lugar, muchas resultan estériles 18 a consecuencia de las aguas, que son duras, crudas y frías. Efectivamente, sus menstruaciones no son las apropiadas, sino escasas y dolorosas. Además, dan a luz con dificultad y rara vez abortan. Cuando dan a luz, son incapaces de alimentar a sus hijos, pues se les seca la leche a causa de la dureza y crudeza de las aguas. Les sobrevienen tisis, con frecuencia, después de los partos, pues, por la violencia de los mismos, sufren desgarramientos y convulsiones.

A los niños se les forman hidropesías en los testículos, mientras son pequeños, pero, después, al avanzar la edad, les desaparecen. En esta ciudad los niños llegan a la pubertad bastante tarde.

[5 ] Pues bien, con respecto a los vientos calientes y fríos y a esas ciudades, ocurre tal como queda dicho. Pero, en las ciudades que están expuestas a los vientos que soplan desde la zona comprendida entre las salidas del sol en verano e invierno 19 , y también en aquellas que ocupan una posición opuesta a las anteriores, ocurre como sigue.

Las que están orientadas hacia la salida del sol son, como es natural, más sanas que las que miran hacia el Norte y que las orientadas hacia los vientos calientes, aunque sólo haya un estadio 20 de separación entre ellas. Pues, en primer lugar, el calor y el frío son más moderados, y, además, todas las aguas orientadas hacia la salida del sol son, por fuerza, claras, de olor agradable y blandas. No se produce niebla 21 en esa ciudad, pues lo impide el sol, cuando se levanta y resplandece. Efectivamente, por la mañana domina aquél por lo general 22 .

Los habitantes, por su aspecto, gozan de buen color y vigor, más que en cualquier otro sitio, si no lo impide alguna enfermedad. Tienen la voz clara y son mejores en actitud 23 e inteligencia que los orientados hacia el Norte, del mismo modo que son también mejores los demás seres que nacen en este lugar.

La ciudad así orientada se parece muchísimo a la primavera por la moderación del calor y del frío. Las enfermedades son menos numerosas y más flojas y se parecen a las que sobrevienen en las ciudades orientadas hacia los vientos calientes. Las mujeres son allí muy fecundas y dan a luz con facilidad.

[6 ] Tal sucede por lo que respecta a las ciudades anteriores. Las que están mirando hacia la puesta del sol, a cubierto de los vientos que soplan desde el Oriente, e, incluso, de los vientos calientes y los fríos, procedentes del Norte, pasan de largo por ellas, esas ciudades están, por fuerza, en una posición muy malsana. Pues, en primer lugar, sus aguas no son claras. La razón de ello es que por la mañana predomina generalmente, la niebla, que, al mezclarse con el agua, le quita la transparencia, pues el sol no brilla antes de haberse elevado a lo alto.

En verano soplan por la mañana brisas frescas y cae rocío, y, durante el resto del día, el sol, en su marcha hacia la puesta, abrasa especialmente a las personas. Por ello, como es natural, son éstas de mal color y débiles; participan de todas las enfermedades mencionadas, sin que ninguna les esté especialmente reservada. Como cabe esperar, tienen la voz grave y ronca a consecuencia del aire 24 que es allí, en general, impuro y malsano. En efecto, ni siquiera es limpiado del todo por los vientos del Norte, pues estos vientos no se acercan. Y los que se acercan a esas ciudades y allí dominan son muy húmedos, pues lo son los vientos de Occidente.

Tal situación de una ciudad se asemeja muchísimo al otoño, respecto de los cambios del día, porque hay una gran diferencia entre la mañana y la tarde.

Así sucede en lo relativo a los vientos que son favorables [7 ] o desfavorables. Quiero explicar, a propósito de las aguas, cuáles son malsanas, cuáles muy saludables, y cuántos males y bienes es natural que se produzcan a causa del agua, pues ésta contribuye muchísimo a la salud 25 .

Las aguas quietas, pantanosas y estancadas son, por fuerza, en el verano, calientes, gordas 26 y fétidas, porque no fluyen, pero, como las alimenta el agua de lluvia, siempre nueva, y las calienta el sol, son, necesariamente, de mal color, nocivas y productoras de bilis; en invierno, son heladas, frías y turbias a causa de la nieve y los hielos, de suerte que ocasionan, con gran facilidad, flema y ronqueras. Quienes las beben tienen siempre el bazo grande y contraído 27 , y el vientre duro, delgado y caliente. Se les quedan delgados los hombros, clavículas y la cara, pues las carnes se consumen al irse hacia el bazo. Por ello, esas personas son delgadas. Tales hombres son comedores y tienen mucha sed; sus cavidades, tanto la de arriba como la de abajo, están muy secas, de manera que necesitan remedios 28 un tanto fuertes.

Esa afección les acompaña en verano e invierno. Además, sobrevienen hidropesías, numerosísimas y mortales en grado sumo. Efectivamente, en verano, se dan muchas disenterías, diarreas y fiebres cuartanas de larga duración. Esas enfermedades, al prolongarse, hacen caer en hidropesía a las personas de tal constitución y acaban con su vida.

Ésas son las afecciones que les ocurren en verano. En invierno, a los más jóvenes les sobrevienen perineumonías y achaques de locura 29 ; a los de más edad, fiebres ardientes a consecuencia de la dureza del vientre; a las mujeres, hinchazones y leucoflegmasía 30 . A duras penas conciben, y dan a luz con dificultad. Los recién nacidos son grandes y están hinchados; después, con la alimentación, se quedan consumidos y enclenques 31 . En las mujeres la menstruación no se presenta bien tras el parto. A los niños se les forman, especialmente, hernias, y a los hombres, varices y úlceras en las piernas, de suerte que no es posible que personas de tal naturaleza sean de larga vida, sino que envejecen antes que les llegue el momento. Además, las mujeres creen que han concebido, y, cuando llega el parto, desaparece la plenitud de su vientre. Eso sucede, cuando la matriz tiene hidropesía.

Pienso que las aguas de ese tipo son malas para todo uso. En segundo lugar, están aquellas cuyas fuentes salen de rocas —pues, por fuerza, son duras—, o de la tierra, donde hay aguas termales o se obtiene hierro, cobre, plata, oro, azufre, alumbre, asfalto o nitro. Efectivamente, todos éstos se forman a causa de la fuerza del calor. Por tanto, de una tierra de tal tipo no es posible que se produzcan aguas buenas, sino duras, ardientes, difíciles de eliminar por la orina y contrarias a la evacuación del vientre. Las mejores son las que manan de lugares elevados y de colinas de tierra, pues son dulces, transparentes y aptas para mezclarse con un poco de vino 32 . Durante el invierno resultan calientes, y, en verano, frescas. Son así cuando proceden de fuentes muy profundas.

Hay que elogiar, sobre todo, aquellas aguas cuyos manantiales brotan en dirección a la salida del sol, especialmente la correspondiente al verano. Por fuerza, son bastante claras, de buen olor y ligeras. En cambio, de las que son saladas, crudas y duras ninguna es buena para beber, pero hay algunas constituciones y enfermedades a las que resulta conveniente el beber tales aguas, asunto sobre el que hablaré en seguida.

A propósito de estas aguas, ocurre también lo siguiente: aquellas cuyas fuentes dan hacia la salida del sol, ésas son las mejores del grupo; después, las que están en situación intermedia entre la salida y la puesta del sol en verano, especialmente las orientadas hacia la salida; en tercer lugar, las que quedan entre las puestas del sol en verano e invierno; y las peores, las orientadas hacia el Sur, entre la salida y la puesta del sol en invierno. Esas aguas son muy dañinas para los del Sur 33 , y mejores para los del Norte.

Conviene usar las aguas de la siguiente manera: el que está sano y fuerte no haga ninguna distinción, sino beba en cada ocasión la que se le presente. Pero el que, por causa de una enfermedad, quiere beber la más conveniente, logrará la salud, de la mejor manera, si obra como sigue: a todos aquellos cuyo vientre es duro y tiende a inflamarse, convienen las aguas muy dulces, muy ligeras y muy claras. A cuantos tienen el intestino blando, húmedo y flemático les convienen las aguas muy duras y algo saladas, pues así es como más se les secarán los intestinos.

Efectivamente, todas las aguas que son las mejores para cocer y muy disolventes 34 , ésas, como es natural, son las que más sueltan el vientre y lo relajan. En cambio, todas las que son crudas, duras y, en modo alguno, buenas para cocer, ésas contraen el vientre y lo secan 35 . Realmente, los hombres, por su inexperiencia, están en un error a propósito de las aguas saladas, porque las consideran buenas para evacuar, cuando son contrarias, en grado sumo, a la evacuación. En efecto, son crudas y malas para cocer, de tal suerte que, por obra de ellas, también el vientre resulta estreñido, más bien que suelto.

Así sucede en lo relativo a las aguas de fuente. Respecto [8 ] de las aguas de lluvia y de todas las que proceden de nieve, voy a explicar qué ocurre.

Las aguas de lluvia son muy ligeras, muy dulces, muy finas y muy claras 36 . Pues, ante todo, el sol se lleva y arrebata del agua la parte más fina y ligera. Lo demuestran las sales. En efecto, el componente salino se queda allí, a causa de su densidad y peso, y se producen sales, pero el sol arrebata la parte más fina a consecuencia de su ligereza. Se lleva tal componente, no sólo de las aguas estancadas, sino también del mar y de todos los cuerpos en que hay algo de humedad. Y la hay en todo elemento 37 .

También de los propios hombres se lleva el sol la parte más sutil y ligera de su humedad. He aquí la mejor prueba: cuando un hombre se pasea o se sienta en el sol con un manto, la parte de la piel a la que da el sol no suda 38 , pues el sol arrebata el sudor que aparece. Pero las partes que están recubiertas por el manto o por alguna otra cosa sudan. Efectivamente, el sudor es eliminado por la acción directa del sol y es rechazado, pero se conserva bajo la ropa, hasta tal punto que no desaparece bajo los efectos del sol. Pero cuando esa persona llega a la sombra, todo el cuerpo suda de la misma manera, pues el sol ya no brilla encima.

Por otra parte, el agua de lluvia es la más rápida en corromperse, y tiene mal olor por lo siguiente: porque es resultado de la reunión y mezcla de muchísimas aguas, de manera que se corrompe inmediatamente. Aparte de eso, cuando el agua 39 es arrebatada y llevada hacia arriba, mientras da vueltas y queda mezclada con el aire, su parte turbia y oscura se separa, se aparta y se convierte en niebla y bruma 40 . En cambio, la parte más clara y más ligera se queda y se endulza al ser quemada y cocida por el sol. También las demás sustancias que son cocidas se vuelven siempre más dulces 41 .

Pues bien, mientras el agua 42 está esparcida y todavía no se ha concentrado, se mueve por las alturas. Pero, cuando se concentra en algún lugar y se condensa en un solo punto bajo el impulso de los vientos que repentinamente se oponen entre sí, entonces revienta por donde casualmente hay más condensación. Pues, como es natural, eso sucede, especialmente, cuando un viento contrario y otras nubes chocan de repente contra las nubes que, reunidas por el viento, se ponen en marcha y avanzan 43 . En ese instante, la primera parte de la nube se condensa allí mismo; la que le sigue llega a continuación, y, de esta forma, se espesa, ennegrece, se condensa en un mismo punto, revienta a causa del peso y se produce la lluvia.

Estas aguas son las mejores, como cabe esperar, pero requieren ser hervidas y purificadas 44 . De lo contrario, tienen mal olor y, a quienes las beben, les sobrevienen ronquera, tos y voz bronca.

Las aguas que proceden de nieve y hielo son todas nocivas, pues, cuando se hielan una vez, ya no vuelven a su antigua naturaleza, sino que la parte clara, ligera y dulce se separa y desaparece, pero queda el componente más turbio y pesado.

Puedes observarlo de la siguiente manera. Efectivamente, si quieres, cuando sea invierno, echa agua en un vaso con una medida y expónla a la intemperie, donde más se hiele; después, al día siguiente, llévala al sol, donde más se deshaga el hielo, y, cuando se haya licuado, mide el agua: comprobarás que es bastante menos. Ésta es la prueba de que, a causa de la congelación, desaparece y se seca la parte más ligera y sutil, pero no, desde luego, la más pesada y densa, pues no podría hacerlo 45 .

Pues bien, en ese sentido creo que las aguas procedentes de nieve y de hielo, y, además, las parecidas a éstas, son nocivas para cualquier utilización.

Así sucede en lo referente a las aguas de lluvia y [9 ] a las que proceden de nieve y hielo.

Por su parte, las personas padecen, en sumo grado, de cálculos 46 , sufren nefritis, estranguria y ciática 47 , y además se les forman hernias 48 , cuando beben aguas de todas clases, e, incluso, de grandes ríos en que desembocan otros, o de un lago al que llegan muchas aguas de todo tipo. También, cuando consumen aguas traídas de fuera, conducidas desde larga distancia y no desde cerca. Efectivamente, no es posible que un agua se parezca a otra, sino que unas son dulces, otras saladas y astringentes, y otras manan de fuentes termales.

Al mezclarse unas con otras en el mismo lugar, rivalizan entre sí y, en cada ocasión, vence la más fuerte 49 . Pero la fuerza no la tiene siempre la misma agua, sino una distinta en cada momento, según los vientos. Pues a una le da fuerza el Bóreas 50 , a otra, el Noto; y, respecto de las demás aguas, la misma explicación.

Pues bien, con aguas de tal clase se depositan, por fuerza, lodo y arena en las vasijas, y, por haberlas bebido, sobrevienen las enfermedades mencionadas. Por qué no se dan éstas en todas las personas sin distinción, voy a explicarlo.

Todos aquellos cuyo vientre funciona bien 51 y está sano, cuya vejiga no es propensa a inflamarse y en donde la salida de la vejiga no está excesivamente cerrada, ésos orinan con facilidad y no se les concentra nada en la vejiga. Pero en todos aquellos cuyo vientre está inflamado, la misma inflamación le acontece por fuerza a la vejiga. En efecto, cuando ésta se calienta más de lo normal, se inflama su salida, y, cuando le ocurre eso, no suelta la orina, sino que la cuece y calienta dentro de sí misma, y la parte más fina y pura de la orina se separa, pasa y sale con la micción, pero la más densa y turbia se concentra y espesa: al principio es algo pequeño; después, se hace más grande.

Efectivamente, al ser agitado por la orina, el elemento que se condensa se combina consigo mismo, y así crece y se endurece; en cada micción, forzado por la orina, choca contra la salida de la vejiga, impide orinar y causa un fuerte dolor, de tal suerte que los niños que padecen de cálculos frotan y estiran sus partes sexuales, porque les parece que allí está la causa de la micción.

He aquí una prueba de que ocurre así. En efecto, los que padecen de cálculos expelen una orina clarísima, porque la parte más densa y turbia de ella se queda en la vejiga y se concentra.

Así se forman la mayor parte de los cálculos. Pero también se produce una piedra 52 a causa de la leche, si ésta no es saludable, sino caliente en exceso y biliosa, pues calienta los intestinos y la vejiga, de suerte que a la orina, como se calienta al mismo tiempo, le acontece lo que hemos dicho.

Además, afirmo que es mejor darles el vino a los niños, mezclado lo más posible con agua, pues así quema y reseca menos las venas.

En las mujeres, sin embargo, no se forman piedras igualmente, pues su uretra 53 es corta y ancha, de suerte que la orina se expele con facilidad. Efectivamente, ni se frotan el sexo, como ocurre en los varones, ni se tocan la uretra, pues tienen un conducto que les llega hasta el sexo. Ahora bien, en los hombres, tal conducto no es directo 54 , y aparte de eso, su uretra no es ancha. Por otro lado, las mujeres beben más que los niños 55 .

[10 ] Pues bien, en lo relativo a esos puntos, la situación es así o muy parecida. Pero, con respecto a las estaciones, se puede determinar cómo va a ser el año —ya malsano, ya saludable—, si se reflexiona como sigue. Efectivamente, si las señales que ocurren a la puesta y la salida de los astros acontecen como es normal, se producen lluvias en otoño, el invierno es moderado, ni demasiado benigno, ni excesivamente frío, y, en primavera y verano, las lluvias son oportunas, es natural que, de esa forma, el año sea muy saludable.

En cambio, si el invierno transcurre seco y con viento del Norte, y la primavera lluviosa y con viento del Sur, el verano es, por fuerza, abundante en fiebres y causa oftalmías. Pues, cuando sobreviene repentinamente el calor sofocante, mientras la tierra está húmeda a causa de las lluvias de primavera y del viento del Sur, el calor es, por fuerza, el doble: porque la tierra está mojada y caliente, y porque el sol quema. Además, las personas no tienen firme el vientre, ni seco el cerebro —pues no es posible que, cuando la primavera es de tal condición, dejen de tener empapados el cuerpo y la carne—, de suerte que les sobrevienen a todas ellas fiebres agudísimas, pero, sobre todo, a las personas flemáticas. Como es natural, padecen disenterías las mujeres y los de constitución muy húmeda.

Si a la salida de la canícula 56 se producen lluvia y tempestad y, además, soplan los vientos etesios 57 , es de esperar que cesen las enfermedades y que el otoño sea saludable. Pero, de otro modo, hay peligro de que sobrevengan casos de muerte entre los niños y las mujeres; pero muy pocos, en cambio, entre los ancianos; y, asimismo, es de temer que quienes sobrevivan terminen por contraer fiebres cuartanas y, después de las cuartanas, hidropesía.

En cambio, si el invierno transcurre con viento del Sur y es lluvioso y benigno, y la primavera, con viento del Norte, es seca e invernal, cabe esperar, ante todo, que aborten todas las mujeres que estén embarazadas y cuyo parto sea para la primavera. Por su parte, las que dan a luz tienen unos hijos canijos y enfermizos, de tal suerte que éstos, o se mueren de inmediato, o viven desmirriados, débiles y enfermizos.

Eso en cuanto a las mujeres. A las demás personas, les sobrevienen disenterías y oftalmías secas 58 y, a algunas, catarros 59 que descienden desde la cabeza hasta los pulmones 60 . Por tanto, es natural que a los flemáticos y las mujeres les sobrevengan disenterías, porque, a causa de la humedad de su constitución, la flema les baja fluyendo desde el cerebro; que a los biliosos se les produzcan oftalmías secas a consecuencia del calor y la sequedad de su carne, y a los ancianos, catarros, por causa de la delgadez y desgaste de sus venas, hasta el punto de que, unos mueren de repente, y otros quedan parapléjicos 61 del lado derecho.

Ciertamente, cuando, durante un invierno caliente y dominado por el viento del Sur, ni el cuerpo ni las venas adquieren consistencia 62 , al presentarse una primavera con viento del Norte y, además, seca y fría, entonces, el cerebro, en el preciso instante en que, con la llegada de la primavera, debía relajarse y limpiarse bajo los efectos de la coriza y las ronqueras, en ese momento se condensa y adquiere consistencia, de tal suerte que sobrevienen las mencionadas enfermedades, cuando se presentan de improviso el verano y el calor, y se produce, por tanto, un cambio de estación.

Las ciudades que están bien orientadas respecto del sol y los vientos y gozan de buenas aguas notan menos tales cambios; pero las que tienen aguas pantanosas y estancadas y no disfrutan de buena orientación con referencia a los vientos y al sol, ésas los sienten más.

Si el verano es seco, las enfermedades cesan bastante pronto, pero, si es lluvioso, son de larga duración. Además, existe el peligro de que, por cualquier motivo, se formen úlceras cancerosas 63 , si se produce una herida 64 . Al final de las enfermedades, sobrevienen lienterías 65 e hidropesías, pues los intestinos no se secan fácilmente.

Si el verano es lluvioso y con viento del Sur, e, igualmente, el otoño, es forzoso que el invierno sea malsano y cabe esperar se les produzcan fiebres ardientes a los flemáticos y a los de más de cuarenta años, y pleuritis y perineumonías a los biliosos.

Si el verano es seco y con viento del Norte, y el otoño lluvioso y con viento del Sur, es natural que, para el invierno, se den cefalalgias, y esfacelos de cerebro 66 , y, además, toses, ronqueras y corizas, y, en algunas personas, tisis.

Si el verano transcurre con viento del Norte y es seco, y no se produce lluvia ni a la salida del Perro, ni a la de Arturo 67 , es conveniente, sobre todo, para los de naturaleza flemática, los de constitución húmeda y las mujeres, pero tal circunstancia es enemiga, en grado sumo, de los biliosos. Efectivamente, se secan en demasía y se les producen oftalmías secas y fiebres agudas y de larga duración; y, también, a ciertos individuos, se les produce melancolía 68 , porque la parte más húmeda y acuosa de la bilis se seca y agota, pero se queda la parte más densa y agria. También, en lo referente a la sangre, sucede de acuerdo con la misma explicación. Por tales motivos les ocurren estas enfermedades.

En cambio, todos esos aspectos son saludables para los flemáticos, pues se secan y llegan al invierno, no empapados, sino a punto de secarse.

[Si el invierno transcurre con viento del Norte y es seco, y la primavera con viento del Sur y lluviosa, se producen durante el verano oftalmías violentas y, en los niños y mujeres, fiebres] 69 .

Si uno reflexiona y observa de acuerdo con esas normas, [11 ] puede prever la mayor parte de lo que ha de suceder a consecuencia de los cambios de estación. Es preciso vigilar, sobre todo, los cambios más importantes de las estaciones, y no dar purgantes a discreción, ni cauterizar 70 en la región del vientre, ni cortar, hasta que pasen diez días o más 71 .

Las fechas más importantes y peligrosas son las siguientes: ambos solsticios 72 , especialmente el de verano, y los dos llamados equinoccios 73 , en particular, el de otoño. Hay que vigilar también la salida de los astros, sobre todo, la del Perro, y, a continuación, la de Arturo, y, además, el ocaso de las Pléyades 74 . En efecto, las enfermedades hacen crisis 75 , especialmente, en estos días: unas causan la muerte; otras cesan, y todas las demás se modifican bajo otra forma y aspecto 76 .

[12 ] Así están las cosas sobre esas cuestiones. Por otra parte, a propósito de Asia y Europa, quiero mostrar cuánto difieren mutuamente en todo; y, con referencia al aspecto de sus pueblos, en qué se distinguen y, además, que no tienen ningún parecido entre sí. Sería largo un discurso sobre todos sus pueblos, pero acerca de los más importantes y distintos voy a decir cómo me parece a mí que son.

Afirmo que Asia es muy distinta de Europa en la naturaleza de todos los productos de la tierra y, también, en la de sus hombres. Efectivamente, en Asia todo es más hermoso y mayor; el país está más cultivado y el carácter de sus habitantes es más dulce y sosegado 77 . La causa de eso es la mezcla de las estaciones 78 , porque Asia está situada en medio de los lugares de salida del sol 79 , mirando hacia Oriente y bastante lejos del frío. Crecimiento de las cosechas y aptitud para el cultivo los ofrece en grado sumo, siempre que no haya nada que predomine de forma violenta 80 , sino que el equilibrio 81 prevalezca en todo.

Ahora bien, en Asia no se dan las mismas condiciones en todos sitios, sino que toda la parte del país situada entre el calor y el frío, ésa es la de mejores frutos y árboles, la más templada y la que goza de las mejores aguas, tanto caídas del cielo, como nacidas de la tierra. En efecto, ni está excesivamente abrasada por el calor ni se reseca a causa de la sequía y la falta de agua, ni sufre la violencia del frío, ni resulta húmeda 82 y empapada a consecuencia de las muchas lluvias y la nieve. Naturalmente, las cosechas son abundantes allí, tanto las nacidas de semillas, como las de plantas que ofrece la tierra de por sí misma. Los hombres consumen los frutos de estas últimas, convirtiéndolas en cultivadas, en vez de silvestres, y transplantándolas a lugar conveniente.

Los animales que allí crecen son magníficos, como cabe esperar, y, sobre todo, paren mucho y alimentan muy bien a sus crías. Los hombres son robustos, muy hermosos de aspecto, muy altos y muy poco diferentes entre sí en aspecto y estatura.

Naturalmente, esa situación es muy parecida a la primavera, por su propia naturaleza y por la templanza de las estaciones. La valentía, el aguante en las fatigas, el denuedo ante el esfuerzo y el brío no pueden darse en una naturaleza tal *** 83 , ni de la misma raza ni de raza distinta, sino que prevalece el placer. Por ello, son múltiples las formas que se dan entre los animales.

[13 ] Pues bien, así me parece que están las cosas con referencia a egipcios y libios. Tocante a los que habitan a la derecha de la salida del sol en invierno hasta la laguna Meótide 84 —éste es, en efecto, el límite entre Europa y Asia—, ocurre lo siguiente: estos pueblos son, en tal comarca, más diferentes entre sí que los antes mencionados, a consecuencia de los cambios de las estaciones y por causa de la naturaleza de la región.

Sucede con el país lo mismo que con los hombres en general. Efectivamente, donde las estaciones sufren cambios muy grandes y muy frecuentes, allí la tierra es muy salvaje y desigual, y verás que hay muchísimas montañas boscosas, llanuras y praderas 85 .

En cambio, donde las estaciones no se diferencian gran cosa, allí la tierra es muy llana. Y ocurre así, también, con respecto a los hombres, si se quiere meditar en ello. Realmente, hay naturalezas parecidas a montañas boscosas y ricas en agua; otras, a lugares pelados y sin agua; otras, a parajes con praderas y pantanos; otras, a la llanura y la tierra desnuda y seca. Pues las estaciones que modifican la índole de la forma son diferentes. Si son diferentes entre sí en gran medida, también en su aspecto se producen diferencias bastante numerosas.

Dejaré a un lado los pueblos que difieren poco, pero [14 ] respecto de los que son muy diferentes, o por la naturaleza o por la costumbre, diré en qué condiciones están, refiriéndome en primer lugar a los macrocéfalos 86 .

Desde luego, no existe ningún otro pueblo que tenga unas cabezas parecidas. En efecto, al principio fue la costumbre la mayor responsable de la longitud de la cabeza, pero, ahora, también la naturaleza se une a la costumbre.

Piensan que los que tienen la cabeza más grande son los más nobles. En cuanto a la costumbre, ocurre lo siguiente: tan pronto como nace el niño, modelan con las manos su tierna cabeza, cuando todavía está blando, y la obligan a crecer en longitud aplicándole vendajes e instrumentos adecuados, bajo cuyos efectos se rompe la forma redonda de la cabeza y aumenta, en cambio, la longitud.

De este modo la costumbre consiguió, al principio, que la naturaleza fuera de tal tipo, pero, transcurriendo el tiempo, el rasgo entró en la naturaleza, de tal suerte que la costumbre no impone ya su fuerza 87 . En efecto, el semen procede de todas las partes del cuerpo 88 : de las partes sanas, el sano; de las enfermas, el enfermo. Por tanto, si, por lo general, de padres calvos nacen hijos calvos, de padres de ojos azules hijos de ojos azules 89 , de padres bizcos hijos bizcos, y el mismo razonamiento sobre el resto de la figura, ¿qué impide que también de un macrocéfalo nazca un macrocéfalo? Pero, ahora, ya no se dan, igual que antes (las cabezas alargadas), pues la costumbre ya no tiene fuerza, a causa del trato con otros hombres.

Pues bien, creo que así están las cosas respecto a [15 ] éstos. Opinaré, ahora, sobre los que habitan junto al Fasis 90 .

Esta comarca es pantanosa, calurosa, húmeda y boscosa. Durante cualquier estación se producen allí muchas y violentas lluvias. Los habitantes viven en los pantanos, y sus viviendas, de madera y caña, están construidas en medio de las aguas; pasean poco por la ciudad y el mercado, pero navegan por todas partes en embarcaciones construidas con un solo tronco, pues hay muchos canales.

Beben aguas calientes y estancadas, corrompidas por el sol y aumentadas por las lluvias. El propio Fasis es el más lento de todos los ríos y fluye muy manso. Los frutos que se producen allí carecen todos ellos de desarrollo, están blandos y sin sazón, a consecuencia del exceso de agua, razón por la que tampoco maduran. Una gran niebla procedente de las aguas cubre el país.

Precisamente por esos motivos, los que viven junto al Fasis tienen un aspecto distinto al del resto de los hombres. En efecto, son de elevada estatura y excesivamente gruesos; no se les nota ninguna articulación ni vena; tienen color amarillo, como los que padecen ictericia; poseen la voz más fuerte entre los hombres, pues no disfrutan de aire transparente, sino brumoso y húmedo, y son, de nacimiento, un tanto perezosos para las fatigas corporales.

Las estaciones no cambian mucho, ni en lo referente al calor ni en lo tocante al frío. Los vientos, en su mayor parte, son húmedos, a excepción de una brisa propia del país. Ésta sopla a veces fuerte, violenta y caliente. A este viento le llaman Cencrón 91 . El viento del Norte no llega apenas allí, pero, cuando sopla, es débil y suave.

[16 ] Así están las cosas en lo referente a las diferencias, en naturaleza y forma, entre los habitantes de Asia y los de Europa 92 .

Respecto a la indolencia y cobardía de sus habitantes, y, concretamente, de que los asiáticos sean menos belicosos que los europeos y de carácter más pacífico, las responsables son, sobre todo, las estaciones, porque no ocasionan grandes cambios, ni en calor ni en frío, sino que son parecidas. Efectivamente, no se producen conmociones de la mente ni perturbación violenta del cuerpo, motivos por los que es natural que el carácter se vuelva rudo y tenga un componente mayor de irreflexión y apasionamiento que cuando está siempre en las mismas circunstancias.

Los cambios en todos los aspectos son, en efecto, los que despiertan la inteligencia del hombre y no le permiten estar inactivo. Por esos motivos me parece a mí que carece de vigor el pueblo asiático y, además, a causa de sus instituciones 93 , pues la mayor parte de Asia está gobernada por reyes.

Donde los hombres no son dueños de sí mismos ni independientes, sino que están bajo un señor, su preocupación no es cómo ejercitarse en las artes de la guerra, sino cómo dar la impresión de no ser aptos para el combate. Los riesgos, en efecto, no son iguales: los vasallos, como es de esperar, van a la guerra, sufren fatigas y mueren, por fuerza, en defensa de sus amos, lejos de sus hijos, su mujer y demás seres queridos. Con los méritos y hazañas que los vasallos realizan, los amos aumentan su poder y se encumbran, mientras que aquéllos obtienen como fruto los peligros y la muerte.

Aparte de eso, la tierra de unos hombres de tal condición se encuentra, por fuerza, abandonada a causa de las guerras 94 y la ociosidad, de tal suerte que, aunque uno sea por naturaleza valiente y animoso, se ve apartado de su manera de pensar por obra de las instituciones.

Gran prueba de ello es que, cuantos habitantes de Asia, griegos o bárbaros, no están gobernados por un señor, sino que son independientes y soportan las fatigas en su propio interés, ésos son los más combativos de todos. Pues desafían los peligros en su propio bien y obtienen personalmente tanto los premios por su valentía como el castigo por su cobardía.

Verás, además, que los asiáticos son diferentes entre sí, unos, mejores, y otros, peores. De esto son responsables los cambios de las estaciones, tal como queda dicho por mí en lo que precede.

[17 ] Así están las cosas respecto de los que viven en Asia. Por otra parte, en Europa habita el pueblo de los escitas 95 , que vive en torno a la laguna Meótide y es distinto de los demás pueblos. Se les llama saurómatas 96 . Sus mujeres montan a caballo, disparan con el arco, arrojan dardos desde los caballos y luchan contra los enemigos, mientras son vírgenes. No pierden la virginidad hasta que han matado a tres enemigos, y no se casan antes de haber celebrado los sacrificios impuestos por la costumbre.

La que toma marido, deja también de montar a caballo, hasta que no se presenta la necesidad de una expedición militar en masa. Carecen del seno derecho, pues, cuando son niñas, aún de corta edad, sus madres les aplican al seno derecho un aparato de bronce, construido con tal finalidad, tras haberlo puesto al rojo; el pecho se quema, de suerte que se anula su desarrollo y transmite todo su vigor y plenitud al hombro y brazo derechos 97 .

Sobre la figura de los demás escitas, en lo referente [18 ] a que se parecen entre sí y no a ningún otro pueblo, vale la misma explicación que la relativa a los egipcios, salvo que unos padecen inclemencias a causa del calor, y los otros, bajo los efectos del frío.

La llamada estepa escita es llana y abundante en prados; carece de árboles y tiene suficiente agua, pues hay grandes ríos que sacan el agua desde las llanuras..

Habitan allí los escitas. Se llaman nómadas 98 , porque no tienen casas, sino que viven en carros. Los carros son, los más pequeños, de cuatro ruedas, y los otros, de seis; están protegidos en derredor con fieltros y preparados con ingenio a manera de casas. Unos, con una sola habitación; otros, incluso con tres. Son, además, impermeables al agua, la nieve y los vientos.

Tiran de los carros, ya dos, ya tres yuntas de bueyes sin cuernos. En efecto, no tienen cuernos a causa del frío.

Pues bien, en esos carros viven las mujeres. Los hombres, por su parte, van montados a caballo. Les siguen sus rebaños 99 y, además, la vacas y caballos. Permanecen en el mismo lugar durante todo el tiempo en que hay suficiente pasto para sus animales, pero, cuando no lo hay, se van a otra comarca. Comen carne cocida, beben leche de yegua y degustan «hípace». Esto es queso de yegua.

[19 ] Así es lo referente a su manera de vivir y costumbres. En relación con las estaciones del año y con el aspecto de las personas, sucede que el pueblo escita es muy diferente de los demás hombres; ofrece un parecido dentro de sí mismo, al igual que el pueblo egipcio; es muy poco fecundo; y el país cría animales salvajes muy exiguos en tamaño y número, pues está situado en el Norte mismo, al pie de los montes Ripeos 100 , desde donde sopla el Bóreas.

El sol llega muy cerca, al final de su curso, cuando alcanza el solsticio de verano, y entonces calienta durante poco tiempo y no con fuerza. Los vientos que soplan desde zonas cálidas no llegan allí, salvo en pocas ocasiones y débiles, pero soplan continuamente, procedentes del Norte, vientos fríos a causa de la nieve, el hielo y las muchas aguas. Los vientos jamás abandonan las montañas, que, por obra de ellos, son inhabitables.

La niebla ocupa, durante la mayor parte del día, las llanuras en donde viven los escitas, de suerte que siempre es invierno, mientras que el verano dura pocos días, y, aun durante ésos, no en demasía. Las llanuras son altas y peladas, y no están coronadas de montañas, salvo por el Norte.

Allí, tampoco los animales son grandes, sino apropiados para guarecerse bajo tierra, pues les impiden crecer tanto el invierno como la desnudez del país, ya que no existe refugio ni guarida.

Los cambios de las estaciones no son grandes ni violentos, sino que éstas son parecidas y poco diferentes. Por ello, también los habitantes son parecidos de aspecto entre sí, y, además, por tomar siempre la misma comida y usar la misma ropa en verano e invierno, por respirar un aire húmedo y denso, por beber aguas procedentes de nieve y hielo, y por evitar la fatiga. Pues no es posible que ni el cuerpo ni el espíritu soporten las fatigas, donde los cambios de las estaciones no son violentos.

Por estos motivos, su aspecto físico es grueso, carnoso, sin articulaciones aparentes, húmedo y flojo 101 . Su cavidad intestinal es la más húmeda de cuantas existen, porque no es posible que se seque el vientre en tal región, naturaleza personal y condición del clima, sino que, a consecuencia de su grasa y su cuerpo sin pelo, se parecen entre sí, los varones con los varones, y las mujeres con las mujeres.

Pues, cuando las estaciones son parecidas, no se producen ni destrucción ni deterioro en la coagulación del semen 102 , de no ser en caso de alguna necesidad forzosa o enfermedad.

[20 ] Ofreceré una gran prueba respecto a la humedad. Efectivamente, comprobarás que los más de los escitas, precisamente todos los que son nómadas, tienen cauterizados los hombros, brazos, muñecas, pecho, caderas y riñones 103 , por ningún otro motivo que por la humedad y blandura de su naturaleza. Pues no son capaces ni de tender el arco ni de impulsar el dardo con su hombro a consecuencia de su humedad y relajamiento. Pero, cuando son cauterizados, se seca el exceso de humedad, que sale de las articulaciones, y el cuerpo se les pone más vigoroso, más robusto y mejor articulado 104 .

Son pernituertos y rechonchos 105 . En primer lugar, porque no se ponen fajas, como en Egipto, pues no las usan, con vistas a la equitación, a fin de tener buenas asentaderas. Y, además, por su vida sedentaria. Realmente, los varones, mientras no son capaces de montar a caballo, permanecen sentados en el carro la mayor parte del tiempo y caminan poco a consecuencia de sus emigraciones y viajes a la redonda. En cuanto a las mujeres, es de admirar qué pernituertas y flojas de aspecto son.

El pueblo escita es rubicundo a causa del frío, ya que el sol no es intenso. La blancura es quemada por el frío y se vuelve rubicunda.

No es posible que gentes de tal naturaleza sean muy [21 ] prolíficas. Efectivamente, al varón no se le presenta un gran deseo de unión sexual por efecto de la humedad de su naturaleza y de la blandura y frigidez de su vientre, motivos por los que no cabe esperar, ni mucho menos, que el hombre esté dispuesto para el comercio carnal. Además, al ser zarandeados continuamente por los caballos, se quedan débiles para la unión sexual.

En los hombres se dan esos motivos. En las mujeres, la grasa y humedad de su carne. En efecto, las matrices ya no pueden retener el semen. Por otra parte, la menstruación no les viene como es debido, sino en poca cantidad y con retraso, y la entrada de la matriz está cerrada como resultado de la grasa y no recibe el semen. Las mujeres son indolentes y gordas, y su vientre es frío y blando.

Por estas razones de fuerza, el pueblo escita no es muy prolífico. Gran prueba de ello la dan las esclavas. Efectivamente, tan pronto como se juntan con un varón, conciben en su vientre, en virtud de sus fatigas y de sus carnes enjutas 106 .

[22 ] Hay, además, numerosísimos impotentes 107 entre los escitas; hacen trabajos femeninos y hablan lo mismo que mujeres. Los de tal condición son llamados Anarieos 108 . Pues bien, los indígenas le echan la culpa a la divinidad, veneran a estos hombres y se arrodillan ante ellos, temiendo cada uno por su propia persona. Sin embargo, personalmente, me parece que esta afección es divina como todas las demás, y que ninguna es ni más divina ni más humana que otra, sino que todas son parecidas y todas divinas. Cada una tiene su propia naturaleza y ninguna acontece sin causa natural 109 .

Como me parece a mí que se produce esta enfermedad, voy a explicarlo. A causa de la equitación, les dan dolores articulares 110 , por llevar colgando continuamente los pies desde los caballos; y, después, se quedan cojos e, incluso, padecen úlceras 111 en las caderas los que enferman en serio.

Tratan de curarse a sí mismos de la siguiente manera: cuando comienza la enfermedad, cortan una vena por detrás de cada oreja. Cuando sale la sangre, les entra sueño a causa de la debilidad y se duermen. Después, despiertan: unos, curados; otros, no. Pues bien, me parece que con estas curaciones se destruye el semen, porque a lo largo de las orejas hay unas venas y, cuando se las corta, quedan estériles los que han recibido el corte. Me parece a mí que cortan esas venas.

Después de eso, cuando se llegan a las mujeres y no son capaces de unirse con ellas, al principio no se preocupan, sino que están tranquilos, pero, cuando, a pesar de intentarlo dos, tres e, incluso, muchas veces, no obtienen ningún resultado mejor, tras pensar que han cometido alguna falta contra la divinidad a la que echan la culpa 112 , se ponen atuendo femenino, se acusan a sí mismos de falta de virilidad, actúan como mujeres y trabajan al lado de éstas en lo mismo que ellas hacen.

Les ocurre esto a los escitas ricos, no a los más bajos, sino a los más nobles y poseedores del mayor poder, por efecto de la equitación; a los pobres, en cambio, les sucede menos, pues no montan a caballo. Ahora bien, sería preciso que, de ser esa enfermedad algo más divina que las demás, no les sobreviniera solamente a los escitas más nobles y ricos, sino a todos por igual e, incluso, más a los que poseen poco, si es que los dioses se complacen en ser honrados 113 y admirados por los hombres, y, a cambio de eso, les otorgan sus favores.

Pues, como cabe esperar, los ricos hacen muchos sacrificios a los dioses, les dedican ofrendas, porque tienen dinero, y los honran, pero los pobres, a causa de su indigencia, los honran menos y, además, les hacen reproches, porque no les conceden dinero, de suerte que el castigo por faltas de esta índole más bien lo pagan quienes tienen poco que los ricos.

Por tanto, como he dicho antes, esta afección es divina de igual manera que las demás, y cada una en particular sobreviene de acuerdo con la naturaleza. Esta enfermedad les ocurre a los escitas por un motivo de índole semejante al que acabo de referir.

De forma parecida ocurre también entre los demás hombres. En efecto, donde la gente cabalga más y con gran frecuencia, allí numerosísimas personas padecen dolores articulares, ciáticas y podagras 114 , y están muy poco capacitadas para el trato sexual. Estas afecciones se dan entre los escitas. Son las personas más impotentes por los motivos expuestos, y, además, por el hecho de llevar siempre pantalones 115 y estar a caballo la mayor parte del tiempo, de tal manera que no tocan su sexo con la mano, y, de resultas del frío y el cansancio 116 , olvidan el deseo sexual y la unión carnal; y no sienten ninguna excitación antes de haber perdido su virilidad 117 .

[23 ] Así están las cosas en lo tocante al pueblo escita. Los demás habitantes de Europa se distinguen entre sí, tanto en estatura como en figura, por obra de los cambios de estación, porque éstos son grandes y frecuentes; y, además, se producen calores violentos, inviernos rigurosos, muchas lluvias, y, por el contrario, sequías largas y vientos, causas por las que acontecen cambios numerosos y de todo tipo.

Como cabe esperar, eso lo nota también la generación en el momento de la coagulación del semen, y resulta distinta e, incluso en el mismo individuo, no es la misma en verano que en invierno, ni con tiempo lluvioso, que con seco.

Por esta razón, creo yo, el aspecto de los europeos es más variado que el de los asiáticos y su estatura es muy diferente, en consonancia con cada ciudad. Efectivamente, los daños experimentados en la coagulación del semen son más numerosos cuando los cambios de las estaciones son frecuentes, que cuando éstas son parecidas e, incluso, iguales 118 .

Con respecto a sus costumbres vale la misma explicación. La actitud fiera, intratable y fogosa se da en naturalezas de tal clase, pues las perturbaciones, cuando son frecuentes, producen la ferocidad del carácter y terminan con el comportamiento civilizado y bondadoso. Por este motivo, pienso que los habitantes de Europa son más animosos que los de Asia, pues, donde el ambiente es siempre el mismo y semejante, se dan los comportamientos indolentes, pero, donde experimenta cambios, las fatigas del cuerpo y del alma. Con descanso e indolencia crece la cobardía; con el esfuerzo y los trabajos, las actitudes viriles.

Por eso, son más combativos los habitantes de Europa, y, también, a causa de sus instituciones, porque no están gobernados por un rey, como los asiáticos. Verdaderamente, donde los hombres están bajo un rey, allí son, por fuerza, sumamente cobardes. Lo he dicho ya antes. En efecto, sus almas están esclavizadas y no quieren, de buen grado, correr peligros al azar en defensa de un poder ajeno; en cambio, los hombres independientes eligen los peligros en su propio interés y no en el de otros, están dispuestos voluntariamente y marchan ante el peligro, pues recogen en persona el premio de su victoria. De esta manera, las instituciones contribuyen, y no las que menos, al valor.

Así está la situación, en líneas generales, con respecto [24 ] a Europa y Asia. También en Europa hay pueblos que difieren unos de otros en estatura, aspecto y valentía. Las diferencias son las mismas que acaban de decirse a propósito de lo anterior, pero voy a explicarlo aún con más claridad.

Todos los que habitan en un país montañoso, escabroso, elevado y rico en agua, donde los cambios de las estaciones resultan muy diferentes, son, como es natural, de elevada estatura y de constitución bien dotada para las fatigas y la valentía. Tales naturalezas comportan, en medida no pequeña, salvajismo y fiereza.

A su vez, los que viven en regiones encajonadas, ricas en prados y sofocantes, están expuestos a los vientos calientes en mayor medida que a los fríos y consumen aguas calientes, ésos no son altos ni espigados 119 , sino de constitución propensa a la anchura, carnosos, de cabellos negros, de tez más oscura que blanca y menos flemáticos que biliosos. La valentía y el aguante no se dan en su alma, de conformidad con la naturaleza, pero pueden producirlos las instituciones políticas, si colaboran en ello.

Si hay en el país ríos que sacan de la comarca el agua estancada y la de lluvia, sus hombres están más sanos y con la tez más brillante. Pero, si no hay ríos, y beben aguas de manantial y, asimismo, otras estancadas y pantanosas 120 , tales personas, por fuerza, muestran un gran vientre y bazo inflamado.

Los que viven en una cdmarca elevada, llana, ventosa y rica en agua son de elevada estatura, parecidos entre sí y de carácter poco viril y un tanto bondadoso.

Los que viven en zonas pobres, sin agua y peladas, que no resultan temperadas en los cambios de estación, son, como es de esperar, de figura seca y vigorosa, más rubios que morenos, y, en cuanto a carácter y temperamento, orgullosos y tercos. En efecto, donde los cambios de estación son muy frecuentes y muy distintos entre sí, allí también encontrarás formas, caracteres y naturalezas muy diferentes.

Y bien, tales son las diferencias más importantes de la naturaleza humana. Pero, además, está la tierra en que uno se desarrolla, y las aguas, pues comprobarás que, en general, el aspecto y las costumbres de los hombres se acomodan a la naturaleza del país 121 . Por tanto, donde la tierra es fértil, blanda y abundante en agua, donde las aguas están a flor de tierra, de suerte que son calientes en verano y frías en invierno, y donde la situación es buena respecto de las estaciones, allí los hombres son carnosos, de articulaciones poco destacadas, húmedos, nada sufridos y de espíritu cobarde, en general. La pereza y la somnolencia reinan entre ellos; para las artes son bastos, carentes de finura y sin agudeza.

En cambio, cuando el país es pelado, pobre en agua y escabroso, azotado por el invierno y abrasado por el sol, allí los habitantes son duros, secos, bien articulados, vigorosos y velludos. Notarás que en naturalezas de tal índole radican la extrema laboriosidad y la actitud vigilante; que, por su carácter y comportamiento, son orgullosos y obstinados; que tienen más de salvaje que de civilizado; que son peculiarmente agudos e inteligentes para las artes y bastante aptos para la guerra, y que todo lo demás que se produce en la tierra está en consonancia con el país.

Así son las naturalezas y aspectos más opuestos entre sí. Si te vales de estas pruebas para estudiar lo demás, no cometerás errores.


1 orthôs zeteîn . El adjetivo orthós («derecho», «recto») se convirtió en un término técnico («correcto», «exacto») entre los sofistas, que lo emplearon especialmente en sus estudios sobre el lenguaje. Protágoras, por ejemplo, llamaba orthoépeia , término que podríamos traducir por «corrección lingüística», al uso exacto y riguroso de formas y géneros gramaticales (A 26 DK).— orthós disfrutó de singular aprecio, como sinónimo de «exacto», en otros campos científicos, durante los últimos decenios del siglo V a. C. Pensemos en Tucídides, por citar sólo el caso más conspicuo. Por su parte, zeteîn («investigar», «hacer una pesquisa») es muy utilizado entre los oradores, como término jurídico, y también en la obra de Tucídides.

2 metabolaí . Galeno comenta que metabolḗ , vocablo muy frecuente en este tratado hipocrático, significa no sólo el cambio de una estación a otra, sino también cada una de las alteraciones que experimenta una estación durante su transcurso. Realmente, a lo largo de nuestro escrito, elementos de alta importancia en la producción de enfermedades y en la constitución y modo de ser de las gentes de una ciudad o país son, no tanto las estaciones del año, como los cambios que en ellas acontecen. Por otra parte, de lo que se nos dice, en el cap. 2, respecto de la alteración experimentada por los órganos internos al compás del cambio de las estaciones, se desprende que un buen médico ha de ser, ante todo, un experto conocedor de la meteorología, especialmente en lo que se refiere a la climatología de una ciudad o región concreta. Cf. Aforismos III 1, a propósito de la influencia decisiva del cambio estacional y de las bruscas variaciones de temperatura en el curso de las afecciones.

3 dynámies . Son, tanto las «cualidades», «propiedades», «virtudes», como los «principios activos» que, en este caso, las aguas provocan dentro del organismo humano. Cf. P. LAÍN ENTRALGO , La medicina hipocrática , Madrid, 1970, págs. 72 y sigs., con abundante bibliografía.

4 stathmós , palabra de gran riqueza semántica: «establo», «columna», «peso». Corresponde a la raíz de hístēmi «poner», «colocar». Ya desde Homero tiene los valores de «balanza» y «peso».

5 Así traducimos Boréas «viento del Norte», «Norte». En rigor, no es el Norte geográfico, sino, más bien, el NE. Cf. K. NIELSEN , «Remarques sur les noms grecs et latins des vents et des régions du ciel», Class. and Mediaev . 7 (1945), 1-113.

6 aristētḗs es, propiamente, quien toma el áriston o «comida de la mañana», «almuerzo». Así pues, se aplica a quien hace dos comidas al día: «almuerzo» (áriston) y «cena» (deîpnon) , que se tomaba a la caída de la tarde y era, en general, más copiosa que la que se tomaba por la mañana. El sistema de comidas entre los griegos antiguos era muy variado, según épocas y lugares. En Homero, por citar un caso relevante, se habla de tres comidas: áriston (desayuno), deîpnon (comida) y dórpon (cena).

7 ídia «particulares», «individuales», por oposición a pánkoina «generales», «comunes». Que los cambios climáticos producen enfermedades generales, mientras que, en cambio, la modificación de la dieta acarrea afecciones individuales es una idea corriente en los escritos médicos que estudiamos. Cf. Sobre los flatos 6 y Sobre la naturaleza del hombre 9, entre otros.

8 La «dieta» (díaita) , no sólo se refiere a la alimentación (comidas y bebidas), sino también a los ejercicios físicos y al descanso. Verter el término por «tipo de vida», sería dar una idea aproximada del concepto.

9 El autor se defiende, en este punto, de todo ataque contra una pretendida orientación teórica de la medicina. Para algunos estudiosos, los vocablos «meteorología» y «astronomía» tienen aquí el mismo alcance. Otros, en cambio, piensan que la astronomía debe entenderse como una parte de la meteorología. Cf. J. MANSFELD , «Plato and the method of Hippocrates», Greek Rom. and Byz. Stud . 21, 4 (1980), 358.

10 koilíai . Son las dos cavidades: la superior o tórax y la inferior o intestinos. Littré traduce por «órganos digestivos».

11 En el mundo jonio de fines del siglo V a. C., había varios sistemas para designar los vientos, pero ninguno de ellos logró imponerse sobre los demás. Según NIELSEN , «Remarques...», pág. 21, dentro de una elemental rosa de los vientos, el curso del sol en invierno habría que situarlo en los 30° 42″ Sur. Así, pues, el punto de salida del sol en invierno estaría situado entre el E.-SE. (Este-Sureste) y el SE.; la puesta, entre el O.-SO. (Oeste-Suroeste) y el SO.

12 Puede pensarse que, en los caps. 3 y 4, junto a múltiples y precisas observaciones de primera mano, encontramos, asimismo, huellas de un sistema teórico y preconcebido que no cuadra bien con los presupuestos de otros tratados hipocráticos. Así, la afirmación de que las ciudades expuestas a vientos calientes favorecen la flema, parece desprenderse de que esos vientos traen la lluvia, lo que vendría a coincidir, a su vez, con la condición húmeda de tal humor. Pero no deja de haber un cierto contrasentido, si comparamos el pasaje con otros escritos donde se nos dice que la flema es el humor más frío. Cf. Sobre la naturaleza del hombre 7.

13 Muchos editores, a partir de ZWINGER (Hippocratis viginti duo commentarii Theodori Zwingeri studio et conatu , Basilea, 1579, páginas 239-258), aceptan la conjetura tò theîon «la divinidad», en vez de la lectura de los manuscritos tò paidíon . En todo caso, es evidente la referencia a la epilepsia. LITTRÉ (Oeuvres complètes d’Hippocrate , 10 vols., 1839-1861, vol. II [1840], págs. 18-19), manteniendo la lección de los códices, traduce «le mal des enfants», aduciendo, en defensa de su postura, las palabras de Galeno a propósito de este lugar: «La enfermedad (es decir, la epilepsia) se llama paidíon , como lo ha mostrado Hipócrates en Sobre los aires, aguas y lugares ». G. LANATA , Medicina magica e religione popolare in Grecia fino all’età di Ippocrate , Roma, 1967, págs. 23-26, ha manifestado que, paradójicamente, el tratado que más encarnizadamente combate la teoría de la posesión demónica como causante de los fenómenos morbosos, haya contribuido, el que más, a divulgar el nombre de «enfermedad sagrada» (hirḕ noûsos) , sin haber propuesto para tal afección ningún nombre específico, sino nombrándola como «esa enfermedad», «esta afección», etc. En estos casos, el adjetivo hierós , más que entenderlo como «divino», cabe verlo como todo lo que revela una actividad o poder prodigiosos y mágicos, por encima de la capacidad de comprensión humana. Así, una enfermedad hirḗ lo es porque viene causada por fuerzas misteriosas e inexplicables.— Dentro del CH , donde aparece también el término epilepsía (en plural, por ejemplo, en Aforismos III 22), que responde a la idea de «ataque», «golpe», encontramos otras maneras de designar tal enfermedad. Se la llama «enfermedad de Heracles» en Sobre las enfermedades de la mujer I 7, por citar un caso interesante; en otros lugares se la titula «la gran enfermedad».

14 Respectivamente, O.-NO.-NO. y E.-NE.-NE.

15 DILLER , Ueber die Umwelt (De aere, aquis, locis) . Corpus Medicorum Graecorum, I, 1, 2, Berlín, 1970, pág. 31, traduce: «de forma pasajera», siguiendo al parecer a W. J. VERDENIUS , «Notes on Hippocrates Airs, waters, places », Mnemosyne 8 (1955), 14-24, partidario de entender el giro preposicional, no como «tras un tiempo», sino por «durante un corto tiempo». El texto griego es dià chrónou .

16 LITTRÉ , Oeuvres.. ., II, pág. 21: «et produisent rapidement la fonte de l’oeil».

17 ḗthea (en singular, êthos ). Con vocalismo breve tenemos ḗthos , que es la forma nominal corriente y significa «costumbre», «hábito». Recuérdese la forma verbal eíōtha «tengo por costumbre». En relación con estas palabras está la raíz de pronombre reflexivo swe- «suyo», «de él», y el verbo hístēmi (raíz dhē -) «poner», «establecer».— ḗthea sirve, desde Homero, para designar el paradero habitual de los animales. En Heródoto lo encontramos referido al lugar donde habitan los pueblos. Pero, aparte de este uso, se aplica ya desde HESÍODO (Trabajos y días 67) al comportamiento de una persona.— A partir de Aristóteles el adjetivo ēthikós , que, precisamente, sirve para dar título a dos tratados aristotélicos, introduce la novedad de distinguir entre ēthiká y politiká , esto es, lo referido al comportamiento personal y lo pertinente al Estado.

18 stériphai . Así DILLER , Ueber.. ., pág. 30. Los manuscritos ofrecen diversas lecciones: steriphnaí o striphnaí . Hemos de pensar en un sufijo -phos , relacionado con ciertos nombres de animales, cf. élaphos «ciervo», y además, en una palabra indoeuropea steryəz , que en griego da steîra , «estéril», Cf. lat. sterilis .— Que las aguas duras y frías producen esterilidad en las mujeres lo leemos también en ARISTÓTELES , Sobre la generación de los animales IV, 2, 767a33-35, quien puntualiza, sosteniendo que, en ocasiones, en vez de esterilidad, tales aguas favorecen el nacimiento de mujeres (tò thēlykotían) . En la misma línea de pensamiento sostiene el filósofo, en otro lugar, que el esperma poco espeso, frío y húmedo es infecundo o no sirve más que para engendrar mujeres (Sobre la generación de los animales II 7 747a3-5, e Historias de los animales VII 1, 582a29-32).

19 Es decir, E.-NE.-NE., y E.-SE.-SE.— La contraposición entre situación hacia el Este, buena y sana, y orientación hacia Poniente, siempre mala y nociva, está de acuerdo con la oposición polar típica del pensamiento arcaico y precientífico.

20 El estadio medía 177,6 m. Equivalía a seiscientos pies (un pie = 0,296 m. De ser una medida de longitud, pasó a designar, en los juegos gimnásticos, la carrera de velocidad, cuyo recorrido oscilaba entre uno y cuatro estadios.

21 ēéra te mḕ es una conjetura antigua que aparece ya en Galeno. Los manuscritos ofrecen erateinás «agradables».

22 El pasaje está corrupto. La última oración es el resultado de secluir «niebla», siguiendo el criterio de DILLER , Ueber.. ., pág. 32. De aceptar la presencia en el texto de tal elemento y leer con los manuscritos, tendríamos que traducir: «Pues por la mañana se esparce la niebla, por lo general». Es un lugar muy discutido, con diversas conjeturas y enmiendas, según los diversos editores y comentaristas.

23 orgḗ es el «movimiento natural», «temperamento», «actitud», pero también, «cólera», «pasión». Cf. orgízomai «encolerizarse», y orgasmós «excitación».— La aplicación del vocablo a la esfera del comportamiento y manera de ser es algo que se remonta a HESÍODO (Trabajos y Días 304).

24 aḗr sirve para designar la niebla a partir de Homero. Junto a ese valor, desde los presocráticos, adquiere la acepción de «aire», referido al que está junto a los hombres y es respirado por ellos, por oposición a aithḗr «parte alta de la atmósfera», «éter».

25 Que las aguas y los lugares podían ser causa de enfermedades es una teoría que encontramos ya en ALCMEÓN (B 4 DK): «se producen (sc ., enfermedades) también por causas externas: cualidad de las aguas, país, fatigas, necesidad, y otros motivos por el estilo».

26 pachýs-eîa-ý «gordo», referido a las aguas es sinónimo de «duro/-a», es decir, que tienen gran cantidad de sales disueltas. Recordemos otros calificativos del agua en donde se utilizan, referidos al gusto, adjetivos correspondientes, previamente, al campo semántico del tacto: malakós «blando» (cf. lat. mollis ), sklērós , «duro», etc.— Obsérvese, por otra parte, la diferencia entre los vientos (calientes, favorecen la flema; fríos, propician la bilis, en caps. 3 y 4 respectivamente) y las aguas (el calor del sol las vuelve propensas a causar bilis; el frío, las hace apropiadas para ocasionar flema).

27 memyōménous , participio perfecto medio de mýō «cerrar», «contraer». De la misma raíz que mystḗs «iniciado en los misterios» o, más exactamente, «el que cierra o mantiene en posición cerrada», según unos, los ojos, según otros, la boca. Cierta importancia tiene también la palabra mýops «que contrae los ojos», «miope».

28 phármakon es, para el médico hipocrático, toda sustancia exterior capaz de producir una modificación en el enfermo. Tal vocablo sirve para denominar desde una comida especial hasta un purgante. DILLER , Ueber.. ., pág. 37, lo traduce, con reservas, como «purgantes».

29 maniṓdea noseúmata . El adjetivo maniṓdes , empleado para designar notas típicas o propias de la locura, aparece a mediados del siglo V a. C. Por su parte, maníē significa «locura» desde HERÓDOTO (VI 112). Los dos términos están relacionados con maínomai «enfurecerse», y con ménos «ardor combativo», «furor».— En el CH encontramos la descripción de algunas enfermedades mentales y neurológicas: frenitis, letargo, melancolía, epilepsia, etc.— A su vez, en la medicina popular, la locura se interpretaba como un miasma, castigo de los dioses o consecuencia de la pasión amorosa. Cf. L. GIL , Therapeia. La medicina popular en el mundo clásico , Madrid, 1969, que ofrece varios ejemplos.

30 También llamada «inflamación blanca» o «anasarca». Cf. Aforismos VII 29.

31 De entender ponērós en sentido activo, cabría traducirlo por «causan problemas» o «fatigas». Así lo entiende DILLER , Ueber.. ., pág. 37.

32 Es decir, que basta mezclarlas con poca cantidad de vino para obtener una bebida agradable. Es bien conocida la costumbre griega de mezclar el vino con el agua. HOMERO da por sabida la proporción en que deben combinarse esos elementos y no la comenta; sí habla, en cambio, de la vasija reservada para tal mezcla (krētḗr) . Vino puro, sin embargo, le da Ulises al Cíclope en la Odisea (IX 347 ss.), consiguiendo emborracharlo al poco rato.— En cuanto a la costumbre de dar de beber vino a los niños (cf. pág. 59), los poemas homéricos, eterno manual educativo de los griegos durante toda la Edad Antigua, nos muestran cómo Aquiles, siendo niño de corta edad, bebía de la copa de Fénix, que se la ofrecía gustoso (Ilíada IX 487).

33 Así, DILLER , Ueber.. ., pág. 39, que lo atribuye a los habitantes. Otros entienden «con vientos del Sur». Por ejemplo, LITTRÉ , Oeuvres , vol. II, pág. 31.

34 takerós , de la misma raíz que tḗkō «fundir», «disolver» (cf. latín tabes «putrefacción»). Algo más abajo encontramos, en nuestra traducción, «relajan», que vierte a diatḗkō .

35 xēraínei . La noción de xērós «seco», (opuesta a hygrós «húmedo»), en el caso que nos ocupa, alude al carácter estreñido del vientre. Cf. Aforismos II 20 y III 17. Por otra parte, xērós entra en el mismo campo semántico que aûos «seco» (cf. auaínō «resecar»), pero, a diferencia de este último, comporta una connotación especial de «dureza».

36 ARISTÓTELES usó, con fines biológicos, estas notas físicas del agua. Así, cuando escribe: «en los que tienen una vejiga, una vez evacuado el excremento, queda en los conductos un depósito salado (halmyrís) y terroso, pues la parte dulce y potable, a causa de su ligereza (kouphótata) , pasa a las carnes» (Partes de los animales IV 1, 676a33-36). Por cierto, los dos términos que colocamos entre paréntesis parecen haber sido tomados directamente del tratado hipocrático que estudiamos. Parecida influencia de pensamiento encontramos en Meteorológicos II 2 354b29-33, en lo tocante a la formación de las aguas de lluvia.

37 La teoría de la evaporación se remonta a ANAXÁGORAS (A 90 DK). Según este pensador, el líquido estancado al principio, tras haber sido calentado por el sol y haberse evaporado su parte más fina, se convirtió, para lo sucesivo, en salado y amargo.

38 El autor, llevado de un planteamiento excesivamente teórico, parace ignorar el sudor producido cuando uno se expone al sol. Tanto aquí como en otros pasajes, hallamos un contraste evidente entre el afán por sistematizar y sacar conclusiones de validez universal, nota dominante en el escrito que leemos, y la realidad misma de los hechos, que no siempre coincide con las teorías.

39 El sujeto está elíptico en el texto griego. Tal construcción, así como la mucho más generalizada elipsis del objeto, es propia del lenguaje científico, pues el lector avisado, u oyente atento, sabe perfectamente de qué se trata en cada momento, sin necesidad de que el escritor, o hablante, se lo esté recordando continuamente.

40 omichlē . Según ARISTÓTELES (Meteorológicos I 9, 346b33), es menos espesa que una nube (néphos, nephélē) . Ya HOMERO nos cuenta cómo sale Tetis del mar a manera de «bruma» (Ilíada I 359).

41 Cf. ARISTÓTELES , Sobre la generación de los animales V 6, 786al6-17: «la cocción vuelve dulce a cualquier cosa; es el calor el que realiza la cocción».

42 Como en n. 39, elipsis del sujeto en griego. LITTRÉ , Oeuvres.. ., vol. II, pág. 35 piensa que se trataría, en este caso, de «la parte ligera.—ARISTÓTELES (Partes de los animales II 7, 652b33 ss.) recoge y amplía la teoría aquí expuesta sobre el origen de la lluvia. Nos habla el estagirita del vapor de agua que se eleva desde la tierra, llevado hacia arriba por su propio calor y condensado en lo alto por la acción del aire frío que hay encima de la tierra; entonces se produce la lluvia a consecuencia del enfriamiento del vapor de agua. Cf. la misma teoría en Meteorológicos I 9, 346b24-32 y II 347b12-20.

43 Así entienden el texto los distintos editores y, ya antes, la traducción latina. Pero el número del verbo podría inducir a tomar «las nubes» como sujeto, en vez de entenderlas como objeto directo.

44 aposḗpesthai . Este verbo significa normalmente «corromperse». El texto ha planteado varias dificultades de comprensión. LITTRÉ (Oeuvres , vol. II, pág. 35) traduce: «mais il faut la faire bouillir pour en prévenir la corruption», diciendo, en la nota correspondiente, que ha dejado el texto sin modificar, pero ha traducido «según el sentido general». A. CORAY , Traité d’Hippocrate des Airs, des Eaux et des Lieux , París, 1800, mantiene la lección de los códices, pero traduce «filtrar». En cambio, en la segunda edición de su obra (París, 1816), propone leer aposḗthesthai «filtrar», lectura que ya fuera recogida por A FOESIUS (Magni Hippocratis opera omnia ..., Francfort, 1595). DILLER , Ueber ..., pág. 43, respeta el texto y traduce: «debe... quitársele la corrupción», aunque se muestra partidario, en el aparato crítico, de la lectura recomendada por Foesius.

45 Pasaje singular, en que, de un examen de las formas lingüísticas, pueden sacarse jugosas conclusiones sobre el pensamiento que las anima. Los subjuntivos con hótan («siempre que», «cada vez que») nos indican que nos encontramos ante hechos repetidos en tiempo indefinido, es decir, manifestaciones permanentes, punto de partida necesario para poder establecer leyes universales. En suma, se trata del método heurístico, el que persigue la prueba tekmḗrion) para avalar la teoría expuesta. Cf., en esta misma línea, el juicio de TUCÍDIDES sobre el método científico que debe aplicarse en historia (I 20, 1 y 21, 1).— Nos llama la atención la insistencia del autor en señalar la desaparición del elemento más ligero y claro del agua, para lo que no duda en acudir a un planteamiento equivocado. Efectivamente, nos es difícil de aceptar una evaporación abundante cuando las temperaturas son tan bajas como las descritas en el texto. Una vez más, el planteamiento teórico no resulta confirmado por los hechos visibles.

46 Sobre líthos «piedra», encontramos el verbo denominativo lithiáō , «padecer cálculos», «tener el mal de piedra». También el sustantivo lithíasis . Cf., respectivamente, Aforismos IV, 79 y III, 26.

47 strangouríē significa exactamente la acción de «orinar (ouréō) gota a gota stránx)« . Esta última palabra añade una connotación interesante, pues indica «gota a gota que sale a presión» (cf. lat. stríngō «apretar», «comprimir», y esp. «estricto»). Por su parte, ischiádes «ciática», indica la afección propia del ischíon «caderas».

48 Los códices leen kêlai «hernias», lectura que respetamos. Tal vocablo sirve para designar también, a partir del siglo V a. C., la joroba de personas o animales. Por su lado, kēlêtai «herniados», es una conjetura de Coray, recogida por Diller.

49 La idea do que el predominio de unas potencias (monarchía tôn dynámeōn) sobre otras es causa de enfermedades la hallamos bien expuesta en ALCMEÓN DE CROTONA (B 4 DK), en el último tercio del siglo VI a. C. Los conceptos de predominio e igualdad (isonomía) los tomó Alcmeón del vocabulario político de su época. También en el texto que nos ocupa hay ciertas resonancias del campo político, concretamente de las luchas de partidos: «entrar en discordia» (stasiázein) , «vencer» (krateîn) , «tener el poder» (ischýein) , etc.

50 Vientos del NE. y SO., respectivamente, es decir, diametralmente opuestos. El Noto traía a Grecia la lluvia y la humedad, por lo que los términos de él derivados comportan connotaciones referentes a tales efectos causados. Así, nótios equivale a «meridional», pero también a «húmedo», «lluvioso».

51 eúroos es, propiamente, «que fluye bien». La noción de «fluidez» (eúrroia) —de los humores, del pneuma, del vientre, etc.— es sinónima de salud y equilibrio.

52 pôros «tufo», o «toba», es la piedra caliza, muy porosa y ligera, utilizada, especialmente, para cimientos. Término técnico de arquitectura, empleado por los médicos para designar los cálculos vesicales o nefríticos, pṓrōsis es el vocablo específico que indica la formación de un cálculo.

53 E. LESKY , «Zur Lithiasis-Beschreibung in Perì aérōn, hydátōn, tópōn », Wien. Studien 63 (1948), 69-83, ha señalado con qué precisión expone sus argumentos el médico hipocrático. Salvo algún detalle que corregiría hoy la ciencia —por ejemplo, sabemos desde hace tiempo que los que padecen cálculos no emiten una orina más clara que la de los sanos— estas palabras siguen siendo, a veinticinco siglos de distancia, válidas para nosotros. Ello es tanto más relevante, cuanto que son especulaciones y conclusiones extraídas por vía analógica, dado que, a la sazón, los médicos no practicaban la anatomía. A mayor abundancia y precisión del texto, Lesky ha indicado que la uretra femenina, en efecto, mide tres o cuatro centímetros, frente a los quincediecisiete de la masculina.

54 Según LESKY , ibid ., pág. 74, a consecuencia de la curvatura subpúbica, que está fijada en el trigonum urogenital.

55 Esta última frase es secluida por bastantes editores, Diller entre ellos. Otros han querido leer «orinan», en vez de «beben»

56 La constelación del Can, Perro o Perrita, también conocida como Sirio, que es la estrella más importante del grupo, se mostraba, en época clásica, en los días en que los calores estivales eran más fuertes: del 23 de julio al 2 de septiembre. Se la llamó Canícula o Perrita porque, en la antigüedad, Sirio aparecía al mismo tiempo que el sol en los primeros días de agosto, a manera de perrito al lado de un dueño más voluminoso (aparentemente y a simple vista, se entiende). Tal hecho acontece, hoy día, a finales de agosto.— En otro orden de cosas, advertimos en todo el capítulo la presencia de las cuatro propiedades: frío-caliente, húmedo-seco. El exceso de humedad, por ejemplo, produce enfermedades en las naturalezas húmedas: mujeres y flemáticos; el frío seco pone en peligro a las naturalezas biliosas, etc.

57 etēsíai «vientos etesios», formado sobre étos «año» (cf. latín uetus ). Aplícase a los que cambian en determinada época del año. Entre los griegos, se daba tal apelativo a los que soplaban desde el NO., especialmente durante el verano.

58 ophthalmíai es el término específico para designar las inflamaciones de los ojos: las secas (xēraí) son peores que aquellas en que el ojo está húmedo o lagrimea.

59 katárroi «flujo que desciende». Es un concepto bastante amplio en los tratados médicos. Cualquier humor puede experimentar movimientos hacia arriba o hacia abajo. El buen médico sabe controlar, provocar o reducir esas corrientes mediante los recursos de su arte.

60 pneúmōn «pulmón» (otros manuscritos dan pleúmōn ). La primera lectura, la más corriente en los escritos hipocráticos, y precisamente en singular, es un intento de aproximar tal órgano al concepto de pneûma .— La etimología, desde luego, exige pleúmōn (cf. lat. pulmonis; otros derivados son en el CH: pleumonía, peripleumonía, pleumáo , etc.). Es de la misma raíz que pléō «navegar», «flotar», en cuanto que los pulmones «flotan» en el líquido que los recubre.

61 paraplēktoí . Abundan en los diversos libros del CH los derivados de plḗssō «golpear», «herir», «afectar». paraplḗx significa en HOMERO «golpeado de costado por las olas» (Odisea V 418). A su vez, paraplēktoí conlleva la acepción poética de «loco» (cf. SÓFOCLES , Ayante 230), y la de afectado de parálisis, como sucede en el tratado que estudiamos. Otros términos de la misma familia frecuentes en el CH son: (apo-) plêxis, plēktikós , etc. En cambio, hēmiplēgía no aparece hasta el médico Pablo de Egina, en el VII d. C.

62 Las lecciones de los códices están muy alteradas en este pasaje. Seguimos el texto fijado por Diller.

63 phagédainai «úlcera cancerosa», «cáncer» (cf. P. CHANTRAINE , Dictionnaire étymologique de la langue grecque , París, 1980, pág. 1.167). El significado etimológico es el de enfermedad «que devora» (cf. phageîn «comer», «devorar», y esp. «antropófago».

64 hélkos es «herida en vivo», «úlcera», por oposición a la lesión causada por corte o golpe (plēgḗ, oulḗ, trôma) . A veces, hélkos se aplica a cualquier tipo de herida visible. Se nos habla incluso, en ocasiones, de «heridas internas» (cf. Tratados hipocráticos , vol. I, pág. 274).

65 leienteríai es la afección en que el intestino (énteron) resulta liso o unido (leîos) . Se manifiesta por la deposición diarreica de alimentos mal digeridos.

66 sphákelos sirve para designar la gangrena y la caries ósea. En Aforismos VII 50, se advierte que los que padecen esfacelo en el cerebro mueren al cabo de tres días. En oportuno comentario, Galeno sostiene que no se trata de gangrena total, sino de gangrena inminente.

67 Arturo es la primera estrella de la constelación del Boyero o Bootes. Significa «el que cuida de la Osa». Arturo tiene su orto helíaco entre el 5 y 15 de septiembre.

68 melancholíai , de mélas «negro» y cholé «bilis», es decir «bilis negra». Corresponde a la afección denominada hoy hipocondría. En las Cartas pseudo-hipocráticas encontramos una buena descripción de los síntomas de la melancolía, atribuidos, en este caso, al comportamiento de Demócrito: los melancólicos, se nos dice, son taciturnos, solitarios y buscan lugares desiertos (LITTRÉ , Oeuvres.. ., vol. IX, páginas 330-332).

69 Muchos comentaristas y editores (Baqueo, Zwinger, Coray, Littré, Diller...) secluyen este pasaje por entenderlo como una repetición de lo dicho al comienzo de este mismo capítulo. En cuanto al capítulo siguiente, EDELSTEIN , Perì aérōn.. ., pág. 24, piensa que está interpolado. Sostiene el estudioso que la única finalidad de la obra que estudiamos era dar indicaciones teóricas sobre el pronóstico de las enfermedades, y, dado que este capítulo se refiere a ciertas prohibiciones respecto del tratamiento, habría que pensar que está fuera de lugar. En cambio, DILLER , Wanderarzt.. ., págs. 14-15, demostró la estrecha relación de este capítulo con el final del segundo, así como su papel de resumen y enlace con todo lo anterior.

70 Algunos editores modifican la lección de los códices (kaíein «quemar», «cauterizar»), leyendo kineîn «remover», «purgar», o kathaírein «purgar».

71 Vemos, en estas líneas, la actitud prudente y mesurada del hipocrático conocedor de su arte. Diez días serían un plazo prudente de expectativa, antes de decidirse a terapéuticas normales (purgar), o comprometidas (cauterizar y cortar).

72 hēlíou tropaí , literalmente «cambios o giros del sol». En nuestros días suceden, del 21 al 22 de junio, el de verano (momento en que el sol se sitúa en el Trópico de Cáncer), y el 21 o 22 de diciembre el correspondiente al invierno (el sol se sitúa en el Trópico de Capricornio). Entre los griegos del siglo V a. C., el solsticio de verano ocurría el día 1 o 2 de julio; el de invierno entre el 26 de diciembre y el 3 de enero. Cf. D. R. DICKS , Early Greek Astronomy to Aristotle , Nueva York, 1970, págs. 36 y 31.

73 isēmeríai . El momento en que la duración de los días es igual a la de las noches en toda la tierra acontece, en nuestros días, del 20 al 21 de marzo y del 22 al 23 de septiembre. Cf. DICKS , Early.. ., pág. 15, que, aun no diciendo nada de la fecha concreta en que suceden, insiste en que el aspecto del cielo es muy diferente hoy del que podían observar los griegos del siglo V a. C., precisamente a causa de la precesión de los equinoccios. Ésta es la razón por la que se va anticipando, poco a poco, la llegada de las estaciones, pues el punto de intersección del ecuador con la eclíptica —momento de los equinoccios— se desplaza continuamente hacia Occidente, unos 50 segundos por año, de suerte que en 25.000 años se completa el circuito de la eclíptica. Por poner un ejemplo ilustrativo: ahora, la Estrella Polar, o Alfa de la Osa Mayor, está a menos de un grado del Polo Norte; en cambio, en los días de Hiparco de Nicea, ilustre astrónomo del siglo II a. C., distaba 12° 24″ de tal punto.

74 Ocurre entre el 5 y el 11 de noviembre.

75 Sobre los conceptos «crisis», «hacer crisis», cf. Tratados hipocráticos , vol. I, págs. 159, 243, 249, y 258.

76 methístatai eis héteron eîdos kaí hetérēn katástasin . Sobre eîdos y katástasis , cf. Sobre los humores , nn. 7 y 8. eídos pasa, de referirse al aspecto físico de los seres, hacia un acontecimiento lógico («clase», «forma de los fenómenos») ¡Qué distintas son las palabras del autor de Sobre los flatos 2, cuando sostiene que «todas las enfermedades tienen una sola forma» idéēn) !

77 ḗthea ēpiṓtera kaí euorgētótera . Respecto a ḗthea véase la n. 17. Por su lado, ḗpios «moderado», «bondadoso», dícese de un padre, de las palabras y, asimismo, de la virtud de un medicamento. También se atribuye a la temperatura de un país o al carácter de sus habitantes: «moderado», «templado». Por último, euorgētós (cf. n. 23 a propósito de orgḗ ) aparece aquí por primera vez dentro de la literatura griega.— Al hablar de Asia, el autor apunta, sobre todo, a Asia Menor.

78 hē krêsis tôn horéōn . Sobre el concepto de krêsis puede verse lo dicho en Tratados hipocráticos , I, págs. 153, 219, etc.— Si la cocción (pépsis) de los humores ha sido la adecuada, éstos permanecen en equilibrio, sin que ninguno de ellos prevalezca sobre los demás. Aquí se aplica la teoría del temperamento (temperancia o templanza) a las estaciones, en el sentido de que ninguna impone sus rigores o notas dominantes sobre las demás.

79 Tanto en verano, como en invierno, para un habitante de Asia Menor, el sol sale siempre por territorio asiático.

80 Léxico tomado del terreno político. Cada partido (aquí elementos, estaciones o rasgos de una estación) tiende a predominar (epikrateîn) violentamente (biaíōs) sobre los demás.

81 Nos encontramos aquí con otro término sacado de la esfera política: isomoiríē , que alude al hecho de tener igual participación política o los mismos derechos que los demás (cf. TUCÍDIDES , VI 39, y VII 75). Cuando, contrariamente, una facción política se impone violentamente sobre las demás, termina por incurrir en insolencia (hýbris) o en ambición (pleonexía) (cf. TUCÍDIDES , I 17, y III 82-83).

82 El texto griego resulta incierto en este punto. Unos editores sustituyen notíē «propia del viento del Sur», «húmeda», por epeì dé «y dado que»; otros, añaden oútē «ni», etc.

83 Postulan la existencia de una laguna en este lugar Zwinger, Coray y Diller, entre otros. Algunos prefieren verla después de donde traducimos «placer». Así hacen Littré, Jones, Vegetti, y otros, siguiendo el texto citado por Galeno. En todo caso, es opinión extendida que, en este lugar, se habría hecho referencia a los egipcios y libios, a los que menciona al comienzo del cap. 13. El contenido de tal laguna habría sido el polimorfismo de los animales en Libia y Egipto.— A juicio de algunos estudiosos, Aristóteles se habría basado en la parte perdida al redactar, en sus Historias de los animales , concretamente el pasaje correspondiente a VIII 28, 606b20-22, donde, para explicar la gran variedad de las bestias salvajes, dice que, en razón de la falta de agua, parece que los animales se unen, cuando se encuentran en los lugares donde hay agua, y que se aparean «incluso no siendo de la misma especie» (kaì tà mḕ homóphyla) .

84 Otras veces transcrita como Mayátide. Es el Mar de Azov, en el que desemboca el río Tanais (hoy, Don).

85 En verdad, más que una dependencia del relieve respecto del clima, acontece al revés.

86 Los macrocéfalos (makroképhaloi) son mencionados ya por ANTIFONTE (B 46 DK), quien no da más noticias sobre ellos. Lo más probable es que el autor de nuestro tratado no conociera directamente a este pueblo legendario, del que se había ocupado la historiografía jónica, y al que se le solía situar en un lugar incierto en torno al Mar Negro. Los antropólogos saben hoy que, efectivamente, tales deformaciones del cráneo tenían lugar, a la sazón, entre ciertos pueblos del Cáucaso.

87 Vemos, en este pasaje, claramente expuesta la teoría de que la costumbre (nómos) puede modificar la naturaleza (phýsis) , de tal suerte que los rasgos adquiridos pasan a formar parte de la constitución genética de los individuos y, por tanto, a convertirse en un rasgo hereditario. Por lo demás, es nota común de los tratados hipocráticos más antiguos del CH la armonía y cooperación entre la naturaleza y la costumbre. Es ilustrador el pensamiento de Demócrito, para quien «la naturaleza (phýsis) y la enseñanza (didachḗ) son algo parecido (paraplḗsion) , pues también la naturaleza altera el ritmo del hombre y, al alterarlo, crea naturaleza (melarythmoûsa dè physiopoieî) » (B 33 DK). Cf. J. A. LÓPEZ FÉREZ , «La idea de phýsis en Demócrito y su utilización en el CH », Cuad. Filol. Clás . 8 (1975), 209-218.

88 Entre los presocráticos hallamos numerosas lucubraciones sobre el origen del esperma, la formación y alimentación del embrión, la diferenciación entre los sexos, etc. Cf. el exhaustivo trabajo de E. LESKY , Die Zeugungs- und Vererbungslehren der Antike und ihr Nachwirken , Wiesbaden, 1950. Concretamente, referido al CH , de la misma autora puede verse también «Die Samentheorien in der hippokratischen Schriftensammlung», en Festschrift zum 80 Geburtstag M. Neuburgers , Viena, 1948, págs. 302-308. A grandes rasgos, encontramos lo siguiente: EMPÉDOCLES opinaba que si el semen encontraba un ambiente cálido, nacía un varón, y si frío, una mujer (B 65 DK); otros creían que el «sexo masculino procede especialmente del lado derecho, y el femenino, del izquierdo» (cf. Aforismos V 38 y 48); ANAXÁGORAS (A 13 DK) y DEMÓCRITO (B 32 y 124) sostenían que el semen procede de todo el cuerpo. Esta última teoría, llamada pangenética, aparece en varios lugares del CH: Sobre la enfermedad sagrada 5, y, con ciertas variantes, en Sobre la naturaleza del niño y Sobre las enfermedades IV. Citando por la edición de LITTRÉ , respectivamente, VII 470, 474, 480 y 542. No obstante, en el CH advertimos varias modificaciones respecto a Demócrito, especialmente la presencia de la teoría de los humores y la diferenciación entre los distintos espermas individuales en razón de sus cualidades: denso / ligero, sólido / fluido.

89 glaukoí «azul claro». Referido a los ojos, suele oponerse a «negro» (mélas) y a «claro» (charopós) . Los médicos hipocráticos crearon el verbo glaukóomai «padecer glaucoma», afección que toma el nombre a partir del color que adquiere el fondo del ojo. Cf. glaúkōma y glaúkōsis .

90 Es el río más oriental del Mar Negro. Atraviesa la región del extremo este de dicho mar, al sur del Cáucaso. Tal comarca era la Cólquide. El río Fasis era considerado como uno de los límites naturales entre Asia y Europa.

91 Se ha relacionado etimológicamente con kérchnos «ronquera». En los escritos médicos se encuentra, asimismo, el adjetivo kerchaléos «seco», «ronco».

92 Algunos editores secluyen «y los de Europa», basándose en que varias traducciones latinas omiten la cita, y en que el escritor «no ha hablado todavía de Europa». Así lo hace LITTRÉ , Oeuvres.. ., vol. II, pág. 62. Pero, en realidad, al comienzo del cap. 12, se ha aludido ya a la diferencian entre los habitantes de Asia y los de Europa.

93 Tras cada uno de los motivos (prophásies) naturales, el autor acude a las instituciones políticas (nómoi) , como explicación adicional de la debilidad de los asiáticos, nómos , sustantivo formado sobre la raíz de némō «repartir según el uso o la conveniencia», designa lo que está de acuerdo con la norma y el uso. Desde comienzos del siglo V a. C., se especializa en designar las leyes, tanto las no escritas, como las fijadas por la escritura.

94 Los manuscritos leen hypò apolemíōn «por la falta de guerras», lo que crea problemas de contexto. Se han propuesto varias soluciones. Littré, Jones y Diller aceptan polemíōn «por las guerras».

95 Con este nombre se calificaba a todos los pueblos nómadas que habitaban en las estepas, especialmente en lo que hoy conocemos como Ucrania. Para más detalles sobre los escitas, véase HERÓDOTO , IV 1-144; allí hay una cumplida información sobre: origen (5-15), etnografía (16-35) y costumbres (59-82).

96 Este pueblo, después llamado «sármata», habitaba una región extendida desde el este del río Tanais (Don) hasta el Volga, según sabemos por HERÓDOTO (IV 116). Era distinto del escita, aunque hablaba la misma lengua con ciertas peculiaridades. En todo caso, la identidad entre saurómatas y sármatas es asunto polémico ya desde la antigüedad, pues, incluso dentro de un mismo autor, no siempre se mantiene el mismo criterio. PLINIO EL VIEJO , por citar un autor singular, ora los identifica (Historia Natural IV 80), ora los diferencia (VI 16).

97 Es propio del pensamiento precientífico sostener que una fuerza natural, si es bloqueada, encuentra salida y manifestación adecuada por otra parte. Más que con una realidad contrastada, nos encontramos ante un postulado de carácter mágico, al estilo de los que suelen ofrecer, especialmente, ciertos tratados de orientación cnidia.

98 nomádes (singular nomás ). Propiamente, «que apacientan», de donde «pastores». Es un derivado de némō , ya visto. Cf. el sustantivo nomós «pasto», «alimento», y, con acentuación distinta, nómos , que acabamos de ver.

99 próbata , que desde Homero venía aplicándose al ganado y los rebaños en general, pasa en ático a referirse a las ovejas. En el caso que nos ocupa, nos decidimos por entenderlo como «ganado menor».

100 Ya en Homero leemos que el límite septentrional de la Tierra está formado por una alta cadena de montañas. Para nuestro autor, los montes Ripeos (relacionados etimológicamente con ríptō «lanzar») serían el borde norte de la Tierra, más allá del cual sólo habría mar. No se hace mención, en cambio, del mítico pueblo de los hiperbóreos, es decir, los que habitaban al norte de las montañas desde donde soplaba el Bóreas. Cf., para la cuestión, J. DESAUTELS , «Les monts Riphées et les hyperboréens dans le traité hippocratique Des airs, des eaux et des lieux », Rev. Étud. Grec . 84 (1971), 289-296.

101 ARISTÓTELES recoge la explicación sobre el temperamento húmedo de los escitas (hygroí , según él), pues, en su opinión, también es húmedo el aire que los rodea (ho periéchōn autoús aḕr hygrós); cf. Sobre la generación de los animales V 3, 782b33-35.

102 en têi toû gónou xympḗxei . El tecnicismo xýmpēxis alude a que el líquido seminal se condensa, adquiriendo una forma compacta. Cf. pḗgnӯmi «coagular», «solidificar».

103 En la cauterización practicada a los escitas, si es que no se trata de tatuajes como insinúa Diller en su traducción, encontramos la oposición de agua (la humedad que comportan las articulaciones) y fuego (el hierro candente que se les aplica).

104 Es decir, con articulaciones más robustas y de mejor aspecto. Árthron «articulación», en general, y arthróō aparecen, en los escritos médicos, aplicados a la perfecta unión de los miembros (brazos y piernas) con el resto del cuerpo y al correcto funcionamiento de cada miembro por separado. Cf. ararískō «ajustar», «adaptar», «encajar». El famoso escrito Sobre las articulaciones (Perí árthrōn) , en donde muchos quieren ver la pluma de Hipócrates, es un magnífico exponente del alto grado alcanzado por los hipocráticos en materia de cirugía y terapéutica traumática.

105 DILLER , Ueber.. ., pág. 71, traduce por «hinchados» (gedunsen) , al aceptar la corrección propuesta por Wilamowitz: bladéa , en vez de platéa .

106 Ciertos escoliastas entienden que las esclavas son delgadas a consecuencia de sus trabajos y fatigas. Pero, quizá, debamos inclinarnos por ver aquí, sencillamente, dos razones que justifican la fecundidad de tales esclavas: su trabajo y su cuerpo enjunto, por oposición a sus amas, que evitan las fatigas y, encima, están gordas. ARISTÓTELES recoge la teoría de que el exceso de gordura es causa importante de esterilidad, al decir que, en los hombres y mujeres bastante gruesos, el residuo seminal (tò períttōma tò spermatikón) es gastado para provecho del cuerpo, en vez de dar lugar, respectivamente, al semen y las menstruaciones (Sobre la generación de los animales II 7, 746b25-29).

107 eunouchías , es decir, «que se comporta como un eunuco». El vocablo eunoûchos alude al que se ocupa (échō) del lecho (eunḗ) o, en sentido amplio, de la habitación. Como es sabido, se castraba, por cautela, a los encargados de la vigilancia y cuidados de las mujeres, de donde eunouchízō «castrar» (MATEO , XIX 12).— Cuando hombres, o mujeres, padecen de nacimiento alguna deformidad en los órganos genitales resultan estériles, leemos en ARISTÓTELES (Sobre la generación de los animales II 7, 746b24), que destaca el aspecto barbilampiño de los eunucos.

108 anarieîs «afeminados», «no belicosos»; adjetivo formado sobre an- «sin», «falto de» y Árēs «dios de la guerra» y «la guerra misma». Es una conjetura de Gomperz, aceptada por Diller y antes por Heiberg. Los manuscritos leen anandrieîs «no varoniles» (B) , lección recogida por Littré, y andrieîs (V) .— HERÓDOTO (I 105) cuenta cómo los escitas que cometieron sacrilegio al saqueār el templo de Afrodita padecían la «enfermedad femenina», y eran llamados enarées (o enárees) , es decir, «afeminados». Frente a la enfermedad como castigo, tal como se nos presenta en Heródoto, en el tratado hipocrático tenemos una explicación racional basada en motivos (propháseis) y en la imperiosa necesidad (anánkē) . Destaquemos, además, la insistencia del historiador en calificar de divinos por obra y gracia de Afrodita a los afectados de tal enfermedad. En cambio, en el escrito que estudiamos, si son los más nobles y ricos los que sufren esa dolencia, ello se debe, sencillamente, a la práctica continua de la equitación, entre otros motivos.

109 áneu phýsios . En pasajes como éste hemos de ver en phýsis , no sólo el «origen» o la «explicación» de la enfermedad, sino también el «orden regular» de la naturaleza.— Frente a HERÓDOTO (I 105, y IV 67) que achaca la enfermedad mujeril de los escitas a un castigo divino, el autor hipocrático da como razón etiológica el corte sufrido en las venas de detrás de las orejas, pero subrayando con un «me parece» (emoí dokeî) , repetido dos veces en corto espacio, que se trata de una opinión personal. Pero la misma teoría la encontramos también en Sobre los lugares en el hombre 3, Sobre la generación 2 y Sobre las enfermedades II 1, tratados, todos ellos, en los que se sostiene, de algún modo, la teoría pangenética, es decir, el postulado de que el semen procede de todas las partes del cuerpo. Por último, la teoría de que el semen procede de la cabeza y llega a los órganos sexuales a través de unos vasos que pasan por detrás de las orejas, surge en el siglo V y la encontramos en varios escritos médicos: Sobre la generación habla en tres ocasiones de esas venas portadoras de semen. (Cf. LITTRÉ , Oeuvres , vol. VII, págs. 470, 472 y 506.)

110 tà kédmata es un término oscuro, utilizado sólo en plural. Definido como «enfermedad crónica de las articulaciones», por Erotiano en su léxico. No sabemos nada cierto sobre la etimología del vocablo.

111 helkoûntai tà íschia , donde helkoûntai es conjetura de JERÓNIMO MERCURIALI , editor de Hipócrates en griego y latín (Venecia, 1588). Tal lectura viene apoyada por una traducción latina (uulnerant [ur ]), del siglo X .— Los códices leen hélkontai , lección seguida por Littré, que traduce: «occasioner... la distension de la hanche».

112 epaitiáomai es «inculpar de algo a alguien» (cf. HERÓDOTO , II 121; TUCÍDIDES , VI 28). En general, para la relación entre pecado cometido y dolencia padecida, véase P. LAÍN ENTRALGO , Enfermedad y pecado , Barcelona, 1961.

113 En la lectura de nuestro tratado (timṓmenoi dḕ ei chaírousin hoi theoì kaì thaumazómenoi hyp ’anthrṓpōn) puede verse un reflejo del pensamiento y de la letra de EURÍPIDES , quien, en el prólogo de Hipólito , hace decir a Afrodita respecto de los dioses: timṓmenoi chaírousin anthrṓpōn hýpo , es decir, «gozan cuando son honrados por los hombres». La tragedia fue representada en el 428 a. C.

114 «La gota» es en griego podágra . En nuestro texto tenemos el adjetivo podagriós , esto es, «lo pertinente a la afección de la gota». Etimológicamente es una «trampa» o «cepo» para atrapar animales (perros, caballos, etc.) por las patas (cf. JENOFONTE , Ciropedia I 6, 28). Metafóricamente se aplicó también a la enfermedad que atenaza e impide el funcionamiento normal de los pies (o de las manos, cheirágra ). Asimismo, el término ágra «caza» sirvió para designar una serie de instrumentos quirúrgicos apropiados para sacar dientes (odontágra; cf. Sobre el médico 9) o astillas de algún hueso ostágra; cf. GALENO , X 449 KÜHN ).

115 anaxyrídes . Prenda usual en los pueblos asiáticos (cf. HERÓDOTO , I 71, y V 79; JENOFONTE , Anábasis I 58, etc.), pero impropia, a la sazón, del atuendo griego.

116 hypò kópou . También podría traducirse «del traqueteo», «del zarandeo» propio del cabalgar.

117 Después tampoco, naturalmente. O sea, los escitas carecen de deseo sexual desde antes de haber perdido la virilidad. No obstante, la braquilogía del texto ha dado lugar a interpretaciones diversas: «y no se excitan hasta que pierden la virilidad» (DILLER , Ueber.. ., página 77); «perdiendo su virilidad antes de sentir ningún impulso» (JONES , Hippocrates , vol. I, pág. 131); «en el momento en que lo intentan, han perdido ya su potencia viril» (LITTRÉ , Oeuvres.. . vol. II, pág. 83).

118 Magnífico ejemplo de la teoría que sostiene la influencia del medio ambiente sobre la constitución humana, a consecuencia de la alteración experimentada por el semen en el momento de la fecundación. Ciertamente, el texto hipocrático nos habla de la condensación (toû gónou en têi sympḗxei) del germen fecundador. En tal momento van a darse los factores decisivos para decidir la forma física y el talante psíquico de las personas. phthorḗ , que nosotros traducimos por «daño» o «destrucción» (cf. caps. 19 y 23), suele verterse también como «corrupción». A nuestro entender, cabe ver en el vocablo la noción de «mezcla» que posee en otros contextos más tardíos.

119 kanoníai significa, literalmente, «hombres altos como una caña». Vocablo que sólo aparece en este lugar. Relacionado con kanṓn «caña» y, de ahí, «regla», «modelo». GRENSEMANN («Das 24 Kapitel...», págs. 426 y sigs.) piensa ques se alude aquí al canon de POLICLETO , famoso escultor de Argos que había dedicado un escrito (Kanṓn) a la adecuada simetría del cuerpo humano. El tipo atlético, al que correspondería tal canon, sería el ofrecido por el famoso Doríforo del que nos han llegado copias de época romana. Por lo demás, GALENO menciona varias veces la importancia de Policleto en medicina (I 343, IV 606 y 744-5, V 499, VI 126 KÜHN ).

120 krēnaîá te kaì stásima pínoien kaì helṓdea . Entendemos el texto de forma parecida a la versión de Littré. El escollo lo ofrece la lectura krenaîa «de manantial», «de fuente», aportada por los mejores manuscritos, pero que parece estar en contradicción con el carácter malsano que se le atribuye aquí. A la vista de ello, ciertos editores aceptan la lectura limnaîa «lacustre», «palustre», formada sobre límnē (así, JONES , Hippocrates , vol. I, pág. 135); otros tienen problemas en la traducción: «beben agua estancada procedente de cisternas y pantanos» (DILLER , Ueher.. ., pág. 81, que, no obstante, mantiene los manuscritos).

121 ARISTÓTELES parece tener en cuenta este texto cuando, refiriéndose a las abejas, sostiene que «los lugares comportan, también, diferencias en las costumbres» (Historias de los animales IX 40, 624b28-30). El filósofo hace extensivas a los animales las notas de salvajismo y ferocidad que en el texto hipocrático caracterizan a los hombres de las montañas (Historias de los animales VIII 29, 607al0-12). S. BYL , Recherches sur les grands traités biologiques d’Aristote: sources écrites et préjugés , Bruselas, 1980, ha subrayado cómo se repite, en el último pasaje citado, el vocabulario de nuestro tratado.

Tratados hipocráticos II

Подняться наверх