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2. Sobre el liberalismo

BREVE INTRODUCCIÓN AL LIBERALISMO

El liberalismo es un concepto denso, complejo y fluido, fruto de los más de cuatro siglos de historia que le acompañan, de forma que hablar de liberalismo no siempre significa lo mismo, dependerá de la época y la corriente a la que se adscriba nuestro interlocutor, circunstancia que se evidenciará en las páginas siguientes de esta breve introducción al término liberalismo.

Aunque sus auténticos orígenes se remontan a la Edad Media, existe un claro consenso a la hora de asumir que este movimiento filosófico y político tuvo sus orígenes entre los siglos XVI y xvii con el objetivo de superar intelectual y políticamente el desgarro que venían produciendo las guerras de religión en Europa. Además, deben tenerse en cuenta las revoluciones contra el absolutismo en la Inglaterra de 1688, contra los monopolios reales en materia de impuestos en la Norteamérica de 1767 y contra los privilegios de la nobleza en la Francia de 1789. Se considera padre del liberalismo clásico al empirista británico John Locke (1632-1704), un pensador del Siglo de las Luces que, influido por las ideas de Francis Bacon, creó las bases de la teoría liberal que tanto influiría en otros autores como Voltaire, Rousseau, Hume o Kant. Defensor del racionalismo y del mecanicismo, y aunque partidario de lo que hoy entendemos como monarquía constitucional, influyó directamente en los republicanos americanos que realizaron la Declaración de Independencia de los Estados Unidos de América.

El legado aún vigente del liberalismo clásico (siglos XVII-XVIII), cuyos representantes serían Locke, Montesquieu y Adam Smith entre otros, se podría resumir mediante los siguientes conceptos filosóficos y políticos: eran reactivos frente al poder absoluto del Estado; buscaban la eliminación de privilegios; defendían la libertad y la capacidad del individuo para su desarrollo personal; pretendían la separación de poderes al margen de la monarquía o la Iglesia; implantaban el imperio de la ley con una justicia igual para todos; hacían una apasionada defensa de las libertades civiles, políticas y religiosas y, finalmente, aspiraban a tener un mercado libre y sin injerencias estatales. La monarquía parlamentaria inglesa, la independencia de los Estados Unidos y la Revolución francesa se inspiraron, aunque con matices, en estos principios del liberalismo clásico.

Transcurrida la etapa inicial, el liberalismo continuó su desarrollo en siglos posteriores, convirtiéndose en el gran adversario filosófico tanto del conservadurismo como de los socialismos emergentes, ya fuesen en su versión utópica o científica, confrontación que aún sigue vigente en nuestros días. En el siglo XIX, el liberalismo se difundió exitosamente, pero no sin esfuerzo, y se comenzaron a instaurar las primeras democracias basada en los dos pilares básicos que aún siguen en vigor, el liberalismo político y el liberalismo económico, reemplazando las antiguas monarquías decadentes y absolutistas. En estas fechas se instauraron los primeros de regímenes democráticos inspirados en dos sólidos pilares liberales, el liberalismo político y el económico. Se extendieron y prolongaron en el tiempo, siendo su mejor ejemplo las actuales democracias occidentales que han dado las mayores cotas de bienestar, libertad y progreso a sus ciudadanos. En sentido opuesto, se ubicarían las democracias populares, procedentes del socialismo real, que tanta decepción y decrepitud aportaron durante su existencia, la mayoría felizmente extinguidas a finales del siglo XX.

El conservadurismo surgió como una reacción política a los abusos de los movimientos revolucionarios europeos en los siglos XVIII y XIX. Estos movimientos partían de una práctica política muy radical y mesiánica que legitimaba la toma del poder político por la fuerza, inspirados en principio en la Revolución francesa y que continuarán con diferente contenido político, social y económico con los socialismos, comunismos y anarquismos en el siglo XIX, incluso reivindicados en el siglo XXI. Obviamente, el liberalismo, en cualquiera de sus tendencias, luchó contra el absolutismo monárquico, y está directamente enfrentado con cualquier totalitarismo político, máxime si además es revolucionario. Pero la relación entre conservadurismo y liberalismo es beligerante, aunque puede ser complementaria, ya que tienen puntos de contacto —las libertades individuales, el libre mercado, la propiedad privada o la familia—, pero discreparán en el valor de la tradición como referente importante, la relación Iglesia-Estado y la importancia del derecho «natural» frente al derecho positivo, donde el acto moral pasa por la libertad del sujeto en la valoración y decisión a partir de criterios estrictamente individuales.

A mediados del siglo XIX, y en buena medida inspirado por Edmund Burke, surge en Europa el denominado liberalismo conservador que tuvo, en sus inicios, una especial relevancia en Alemania, Francia, Italia y España, y cuya principal figura sería Cánovas. Esta corriente plantea una revisión del liberalismo clásico, más radical, a posiciones más moderadas, donde las tradiciones, la moral y la religión tuviesen un lugar de cierta preeminencia sin caer en el confesionalismo. Mantiene como núcleo duro común la separación de poderes, el estado de derecho, la economía de mercado, las libertades individuales y un estado no intervencionista. Representa las políticas de la derecha moderada, reformista, alejada de los radicalismos y posibilista. En nuestros días, el liberalismo conservador sigue presente, pero adaptado a los tiempos actuales, y más que identificarse algún partido con esta opción, suelen darse coincidencias en la aplicación de ciertas políticas. Por tanto, se puede afirmar que ciertos partidos tienen más o menos rasgos de liberalismo conservador, pero nunca una total identificación de estas corrientes o de otras corrientes liberales. Los partidos de derechas regionales o nacionales serán los que mejor se alinearán con las políticas liberales conservadoras.

Otra perspectiva digna de mención en este bloque es el liberalismo utilitario. Tiene sus orígenes entre mediados y finales del siglo XIX, periodo fecundo en las ciencias y filosofías sociales. El utilitarismo como filosofía sostiene que la acción que redunde en obtener la máxima felicidad será la más correcta moralmente. Jeremy Bentham, James y John Stuart Mill, y Herbert Spencer fueron los máximos defensores de esta corriente filosófica asimilada por el liberalismo. Cuando el liberalismo y el utilitarismo se asimilan, la consecuencia debiera ser prestar especial atención a las acciones morales del gobierno y de la cámara legisladora de los parlamentos, para que los derechos de los ciudadanos se basasen en la máxima felicidad para las personas. Por tanto, este liberalismo difiere de otros en su énfasis en la acción moral, más que en la economía. Que el utilitarismo defina el bienestar, incluido el hedonismo como sinónimo de utilidad, y considere que el estado más justo es aquél que dé más felicidad a más personas, pone en jaque las deficiencias de este movimiento filosófico.

Seguimos en el siglo XIX y, a finales también en Europa, surge un nuevo movimiento, el liberalismo social o socioliberalismo. Es un movimiento sociopolítico que cree en la justicia social y ve compatibles el bienestar y el desarrollo social con las libertades individuales, si bien el Estado tiene aquí una serie de atribuciones que en el liberalismo social clásico no se contemplaban: la protección de los individuos a través del Estado en sanidad, educación y pobreza, en busca de la justicia social. Se aleja del liberalismo anterior y del socialismo emergente en esos tiempos y conecta con ciertas corrientes socialdemócratas. Personajes destacados de este movimiento serían Locke, Bentham, Jefferson, Voltaire, John Stuart Mill e Isaiah Berlin. En España, la expresión política de dicho movimiento en nuestros días estaría representada por UPyD, Ciudadanos y ciertas corrientes socialdemócratas del PSOE. Aunque con las lógicas reservas, el liberalismo social se asociaría a la izquierda moderada, de la misma forma que el liberalismo conservador se vincularía con la derecha política.

El siglo XX fue crucial para el pensamiento liberal. La Primera Guerra Mundial y la emergencia de nuevos movimientos sociales con una fuerza nunca vista pusieron en crisis no solo la filosofía liberal sino también las democracias más emblemáticas, especialmente europeas, basadas en el liberalismo económico y político. Por la izquierda. el socialismo y el anarquismo aportaron una visión de lo humano, de lo económico y de las libertades que amenazaban con desplazar los valores liberales instaurados, cuyo exponente definitivo fue la revolución soviética en Rusia. Por la derecha, y de la mano de los nacionalismos, los fascismos alcanzaron el poder en Alemania e Italia, con la mirada cómplice de otros estados europeos. Las ofertas de paraísos proletarios o de imperios de homogeneidad racial parecieron superar los principios liberales, en los que el individuo y sus libertades eran sustituidos por unas sociedades de diseño donde el Estado, omnipotente y protector, hacía estéril e innecesario el culto al individuo, sus libertades, sus aspiraciones y sus iniciativas. Mejor un mercado planificado y controlado por el Estado que un mercado de apariencia impredecible, autorregulado por el liberalismo económico. En lo político, era preferible un Estado fuerte que pensase por los individuos para resolver sus problemas en lugar del incierto modelo del liberalismo político, fundamentado en el asociacionismo de partidos, con amplias libertadas políticas y dotado de la separación de poderes. En Europa, estas nuevas ofertas sociopolíticas tuvieron un fuerte atractivo como potencial solución para aquellos tiempos de crisis económicas y sociales que, envueltas en atractivos eslóganes revolucionarios, parecía resolver todas las hogueras encendidas. La falta de confianza en las soluciones liberales, y el auge esperanzador que se desprendía del espejismo producido por estos paraísos revolucionarios, desencadenaron importantes conflictos sociales que acabaron desembocando en la Segunda Guerra Mundial.

En esas décadas, el liberalismo vivió sus peores tiempos hasta 1945, con la derrota del nacionalsocialismo alemán y del régimen fascista de Mussolini, aunque con la confirmación de la continuidad del socialismo real soviético se abrió un nuevo periodo de reflexión social, política y económica. El final del conflicto bélico mundial ayudó a revisar y revitalizar el pensamiento liberal a costa de vivir nuevos vaivenes ideológicos que dieron lugar a nuevas versiones, enmendando ciertos aspectos del liberalismo clásico, lo que en realidad venía a afirmar que el liberalismo, con sus luces y sombras, emergía como un modelo imperfecto, pero activo, vivo y con salud. Salía así reforzado, aunque bajo la sospecha que levantaban los éxitos de los revolucionarios soviéticos de posguerra y que se proyectaban sobre el ya centenario ideario liberal, pareciendo incluso que fenecería agotado y sin alternativas capaces de generar un entusiasmo social por ellas, acumulando más críticos que defensores. Todo cambió en la década de 1980, cuando el socialismo real soviético se derrumbó y las políticas neoliberales americanas triunfaban en los Estados Unidos y sus áreas de influencia.

A partir de la década de 1970 asistimos al nacimiento de otro movimiento liberal relativamente reciente, el neoliberalismo. Se trata de un pensamiento político y económico cuya aplicación se realizó en la década de 1980 en el Reino Unido y a continuación en los Estados Unidos. Los padres que nutrieron esta corriente de pensamiento fueron, en lo económico, Milton Friedman y Friedrich von Hayek y, en el plano político, el presidente americano Ronald Reagan y la británica Margaret Thatcher. Este movimiento proponía, y aún defiende, la máxima iniciativa privada de las actividades económicas; la privatización de las empresas públicas; la miniaturización del Estado; la flexibilización del mercado laboral; la máxima reducción de restricciones y regulaciones a la actividad económica; y la potenciación de la globalización con la apertura de fronteras para mercancías, capitales y flujos financieros. Según los teóricos neoliberales, la práctica de estas políticas sería la forma más sólida de alcanzar el máximo crecimiento económico y desarrollo social de un país. Además, incluía la reivindicación del conjunto de libertades políticas e individuales propias del liberalismo clásico. Este nuevo liberalismo ha sido objeto de innumerables críticas y debates, tanto por el mundo académico como por el político, tanto de izquierdas como de derechas. A pesar de la controversia suscitada, los resultados derivados de su aplicación no coinciden con las críticas a veces desaforadas de sus detractores, ni su praxis ha llevado a la ruina a las economías donde se aplicó, pero el debate continúa abierto.

El debate sobre las bondades del liberalismo en cualesquiera de sus acepciones sigue abierto, pero su salud, hoy por hoy cuestionada, no tiene una alternativa sólida que la sustituya. A lo sumo, se dan aportaciones desde otras filosofías políticas que para unos la van enriqueciendo y adulterando para otros. De hecho, todas las constituciones que dan el marco jurídico a las democracias occidentales actuales se inspiran en el liberalismo político y económico, razón por la cual en el pasado fueron víctimas de acoso por parte de democracias populares de inspiración marxista y de movimientos políticos antisistema, pero son las que han conseguido las más altas cotas de libertad política y de progreso económico. Lo cierto es que esta filosofía política goza de buena salud, aunque decir liberalismo hoy día supone tener muy claro conocer con qué propuesta liberal se identifica su mentor, dada la abundancia de acepciones del término, que exceden a las presentadas en este breve resumen.

DECÁLOGOS Y MANIFIESTOS LIBERALES

Para explicar estas posiciones, los liberales recurren a su explicitación mediante decálogos, códigos o manifiestos, sin desmerecer los diversos estudios filosóficos, morales, políticos o económicos que los soportan, según las diferentes sensibilidades ideológicas. Se trata de resúmenes explícitos que permiten informar de forma sencilla y comprensible de sus fundamentos ideológicos sin tener que recurrir a la densa y en muchas ocasiones tediosa argumentación de los socialismos y comunismos, ya desahuciados por la praxis y por su falta de sintonía con la esencia de la naturaleza humana. Por su importancia para identificar mejor las claves del individualismo desde una perspectiva liberal en sus diferentes versiones, hemos seleccionado algunos manifiestos procedentes de intelectuales e instituciones afines al movimiento liberal.

1. Quince valores liberales básicos. De los cinco tipos de liberalismo revisados en el apartado anterior, considerando las diversas aportaciones de estas corrientes, el autor ha realizado una selección de mínimos, produciendo el siguiente listado:

1. El ser humano como ser racional.

2. El libre albedrío del ser humano.

3. La libertad de conciencia.

4. Una moral basada en los criterios racionales del sujeto.

5. Libertades individuales (expresión, información, prensa, culto, educación, reunión y asociación).

6. Búsqueda legítima de la felicidad.

7. La propiedad privada.

8. La iniciativa privada.

9. La libertad de mercado.

10. Mínima intervención del Estado.

11. Separación de poderes.

12. Igualdad jurídica de todos los ciudadanos.

13. Igualdad de oportunidades de todos los ciudadanos.

14. Democracia participativa.

15. Estado de derecho.

Desde estos principios, el liberalismo se articula como un movimiento que lucha en favor de la paz y en contra del despotismo, el totalitarismo, los potenciales abusos del Estado y de cualquier forma de privilegios que atente contra la igualdad de todos los ciudadanos.

2. William John Henry Boetcker (1873-1962), político conservador y religioso, publicó en 1916 un texto conocido como los «Ten Cannots» (‘Diez no puede’) en el que resalta la importancia del papel del individuo, su libertad y su responsabilidad, tanto para la sociedad como para la vida privada. Este decálogo se atribuye erróneamente a Abraham Lincoln, derivado especialmente por una cita errónea de Ronald Reagan.

Los diez «no puede» de W. J. H. Boetcker

1. «Usted no puede crear prosperidad desalentando el ahorro.

2. Usted no puede fortalecer al débil debilitando al fuerte.

3. Usted no puede ayudar a los pequeños aplastando a los grandes.

4. Usted no puede ayudar al pobre destruyendo al rico.

5. Usted no puede elevar al asalariado presionando a quien paga el salario.

6. Usted no puede resolver sus problemas mientras gaste más de lo que gana.

7. Usted no puede promover la fraternidad de la humanidad admitiendo e incitando el odio de clases.

8. Usted no puede garantizar una adecuada seguridad con dinero prestado.

9. Usted no puede formar el carácter y coraje en el hombre destruyendo su independencia e iniciativa.

10. Usted no puede ayudar a los hombres permanentemente haciendo por ellos lo que pueden y deben hacer por sí mismos.»

3. Bertrand Russell (1872-1970) nos obsequiaría también con un decálogo liberal publicado el 1 de abril de 1954 en el News Chronicle con los siguientes comentarios del autor: «Tal vez la esencia del enfoque liberal de la vida podría resumirse (asumirse) en un nuevo decálogo, cuyo objetivo no es sustituir al antiguo, sino complementarlo. Los diez mandamientos que, como profesor, yo desearía promulgar son los siguientes:

Decálogo liberal de B. Russell

1. No te sientas absolutamente seguro de nada.

2. No creas que merece la pena ocultar datos, ya que los datos, sin duda, saldrán a la luz.

3. Nunca desaconsejes la reflexión, pues sin duda tendrás éxito.

4. Cuando encuentres oposición, aunque sea por parte de tu cónyuge o de tus hijos, intenta vencerla mediante argumentos y no alegando autoridad, pues una victoria basada en la autoridad es falsa e ilusoria.

5. No sientas respeto por la autoridad de otras personas, pues siempre pueden encontrarse autoridades opuestas.

6. No utilices el poder para suprimir opiniones que consideres perniciosas, pues, si lo haces, las opiniones te suprimirán a ti.

7. No temas defender una opinión excéntrica, pues todas las opiniones que hoy se aceptan fueron excéntricas en su día.

8. Encuentra mayor satisfacción en el desacuerdo inteligente que en el acuerdo pasivo, pues, si valoras la inteligencia como debe hacerse, la primera postura indica mayor acuerdo que la segunda.

9. Sé escrupuloso al decir la verdad, aunque tal verdad sea inconveniente, pues más inconveniente aún sería ocultarla.

10. No envidies a quienes viven en una situación de felicidad ilusoria, pues solo un tonto pensará que eso es felicidad».

Este decálogo liberal, especialmente individualista, apareció por primera vez al final del artículo «La mejor respuesta al fanatismo: el liberalismo», escrito por Russell para la revista New York Times Magazine (16 de diciembre de 1951) y más tarde se incluiría en su Autobiografía.

4. El Dr. Meir Zylberberg confeccionó un decálogo liberal en una publicación de 2008 titulada «La tributación: signo de servidumbre». Desde una perspectiva predominantemente económica, conecta el liberalismo con el individualismo y se declara explícitamente anticomunista. Es un decálogo con un trasfondo en el que los temas económicos, impositivos y de regulación del mercado se entrecruzan con los derechos individuales.

Decálogo liberal del Dr. Zylberberg

1. Limitarás el poder del gobierno a lo estrictamente necesario para mantener una fuerza al servicio de la justicia, el orden y la garantía de los derechos individuales.

2. No gravarás a tu prójimo con impuestos complejos, atentatorios contra la propiedad, ni vejarás sus otros derechos por causa de estos. Fiscalizarás a los funcionarios públicos y no te inmiscuirás en la vida privada de los demás.

3. No permitirás que el gobierno acuñe moneda, imprima billetes ni administre bancos comerciales o de emisión. Si así no procedieres, la inflación será tu castigo.

4. No usarás la violencia, ni te ampararás en ley alguna para forzar la voluntad de tu prójimo. No ejercerás el comercio con bienes públicos, ni formarás parte de asociaciones compulsivas.

5. Impedirás por todos los medios a tu alcance que los gobiernos restrinjan la expresión del pensamiento, controlen los precios de las cosas y de los servicios, fijen salarios, otorguen subsidios y establezcan recargos. La escasez, la corrupción y el éxodo serán la consecuencia que padecerás si así no lo hicieres.

6. Abominarás toda exclusividad otorgada por ley que impida la competencia, la inversión de capitales o el libre acceso al mercado.

7. No discriminarás a tu prójimo en razón de su nacionalidad, raza o religión. Respetaras sus derechos, capitales, propiedades y beneficios. Si a ello no te avinieres, el atraso, la miseria y el aislamiento crecerán a tu alrededor.

8. No planificarás el destino de las vidas ajenas. Propiciarás únicamente leyes a largo plazo, ciertas, que no tengan en vista personas o hechos determinados.

9. No avasallarás a los gobiernos locales, sean estos provincias o municipios, con leyes centralistas que cercenan los poderes no expresamente delegados por aquellos.

10. Rechazarás toda vinculación con cualquier partido político que propicie atentados a la propiedad y a la libre contratación; la estatización de las empresas privadas; la educación de los hijos en manos del gobierno o la asociación en organismos supranacionales con países marxistas. Si así no lo obrares, tu destino será el cautiverio comunista.»

5. El Manifiesto Liberal de Oxford. Una magnífica conexión entre individualismo y manifiestos liberales nos conduce directamente a la declaración que redactó la Conferencia Internacional Liberal y Progresista celebrada en el Wadham College de Oxford, el 14 de abril de 1947 y que ha sido revisada en posteriores ocasiones, la última, el 18 de octubre de 2009. En ella se condensan los principios nucleares asumibles por la mayoría de las diferentes tendencias liberales, y resulta especialmente útil a nuestros propósitos por su conexión con el individualismo psicológico. Nos limitaremos a reproducir exclusivamente el capítulo I de dicha declaración por tener la fuerza y claridad más adecuadas para nuestro fin:

Manifiesto Liberal de Oxford, 2009 (capítulo I)

«Nosotros, los liberales reunidos en Oxford, en tiempos de oportunidades sin precedentes, pero amenazados por un revivir del nacionalismo, del fanatismo religioso y de las amenazas ambientales; convencidos de que esta condición del mundo se debe en gran parte al abandono de los principios liberales. Afirmamos nuestra posición en la presente Declaración:

1. El hombre es en primer lugar y ante todo un ser dotado con el poder del pensamiento independiente y la acción y con la capacidad de distinguir el bien de lo incorrecto.

2. El interés por cada persona individual y el deber hacia nuestros semejantes son la verdadera piedra angular de la sociedad.

3. El Estado es solo el instrumento de la comunidad, no debe asumir ningún poder que entre en conflicto con los derechos fundamentales de los ciudadanos y con las condiciones esenciales para un mundo responsable y la vida creativa, a saber:

• Libertad personal, garantizada por un poder judicial independiente.

• Libertad de culto y libertad de conciencia.

• Libertad de expresión y libertad de prensa.

• Libertad de asociarse o no asociarse.

• Libre elección de la ocupación.

• Oportunidad de una educación completa y variada de acuerdo con la capacidad y la independencia de su origen o de medios.

• Derecho a la propiedad privada y derecho a desarrollar una empresa individual.

• Libre elección del consumidor y la oportunidad de aprovechar plenamente las ventajas de la productividad del suelo y la industria por el hombre.

• Seguridad ante los riesgos de enfermedad, desempleo, discapacidad y vejez.

• Igualdad de derechos entre hombres y mujeres.

4. Estos derechos y condiciones solo pueden ser aseguradas por la verdadera democracia. La verdadera democracia es inseparable de la libertad política y se basa en la conciencia, consentimiento libre y consciente de la mayoría, expresada a través de una votación libre y secreta, con el debido respeto de las libertades y las opiniones de las minorías».

Con estas referencias doctrinales perfectamente conectables a las necesidades de las sociedades de nuestro entorno y de nuestros tiempos, se puede colegir la existencia de un cuerpo doctrinal liberal lo suficientemente amplio y diverso como para disponer de la materia prima suficiente para abordar el individualismo psicológico. Esta información diversa y explícita es fruto de las aportaciones de filósofos, sociólogos y economistas, que resulta de extraordinaria utilidad para abordar qué es el individualismo en nuestros días, desde una perspectiva liberal.

Psicología y liberalismo

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