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4. La importancia de la motivación intrínseca (MI) en el individualismo psicológico

DOS MOTIVACIONES: EXTRÍNSECA (ME) E INTRÍNSECA (MI)

Se asume la existencia de dos tipos de motivaciones, la Motivación Interna (MI) o intrínseca y la Motivación Externa (ME) o extrínseca. La motivación extrínseca se caracteriza porque el refuerzo que obtiene la persona motivada desempeñando una tarea es de carácter externo al sujeto, es decir, él no controla los refuerzos por la ejecución de una tarea. En cambio, en la motivación interna, el sujeto elige la tarea y se autopremia o castiga de forma autónoma e independiente. En la motivación interna, el sujeto elije la tarea y controla los premios o refuerzos por su desempeño, en tanto que en la externa el sujeto es controlado por el administrador de los premios o refuerzos a la conducta asignada o motivada.

Aunque el individualismo psicológico se inspira en diversas teorías psicológicas, incluyendo tanto la motivación interna o la externa, desde nuestra perspectiva asumimos que la MI tiene un potente poder hermenéutico, ya que el locus de control de los refuerzos reside en el propio individuo, al contrario que en la ME, que el sujeto es objeto de control por el administrador de refuerzos. Por sí misma, la MI podría fundamentar, por su origen, la existencia de un individualismo psicológico sólido y potente, ya que se trata de una fuente interna de energía neurofisiológica procedente del sistema nervioso central que el sujeto controla a su criterio y que afirmaría la base psicológica, no cultural, del individualismo. Obviamente, esa energía, como se verá más adelante, es independiente y ajena a las motivaciones o necesidades fisiológicas de los individuos, a saber, hambre, sed, sueño, sexo, etc. De ahí que la cultura y otros agentes externos, que interaccionan con toda motivación humana, no sean la clave de esta motivación interna, sino que actúan como un elemento moderador que, a veces, funciona como un elemento coercitivo y, otras, como un elemento facilitador. Ir a favor o en contra de la expansión de las necesidades originadas por las motivaciones internas de los individuos, ya sean sociales o antisociales, es ir contra su individualidad.

La represión, respeto o reconducción de la MI de un individuo o colectivo será una cuestión moral, pero no desautoriza la razón de su origen, la singularidad de las necesidades individuales.

BREVE INTRODUCCIÓN A LA MI

La motivación intrínseca ha sido objeto de un largo ciclo de investigaciones hasta su concreción en un modelo sólido cuya recopilación se debe a Deci (1975 y 1985) y Ryan (1985). Woodworth (1918 y 1958) inició estos estudios bajo el concepto de conducta intrínsecamente motivada en humanos. En un principio se asoció con ciertas capacidades innatas, modificables con aprendizaje, pero conectadas a dos motivos, asertividad y constructividad, a su vez vinculables a cualquier comportamiento elegido libremente por el sujeto, por ejemplo la danza. Woodworth (1918:70) manifestó que una actividad puede ser iniciada por cualquier motivo externo, por ejemplo interés por la danza, pero «… solo cuando se actúa bajo su propio impulso […] puede desarrollarse libremente y efectivamente». A este tipo de comportamiento motivado intrínsecamente le dio otra acepción interesante, autonomía funcional (Allport, 1965). Woodworth continuaría sus trabajos sobre la MI, pero se asume que él estableció las bases de lo que hoy entendemos como motivación intrínseca.

Aunque tardarían en retomarse nuevos estudios, son dignos de mención los realizados con animales en las décadas de 1940 y 1950. Berlyne (1950) demostró que las ratas son rápidas a la hora de explorar nuevos objetos y espacios y persistir en estas conductas, como si se tratara de una conducta motivada no asociada con sus necesidades básicas. Algo similar detectaron otros autores con chimpancés y monos. Según estos experimentos, se confirma que los animales, y no solo los humanos, parecen tener conductas motivadas (intrínsecamente) para explorar nuevos estímulos. Otros autores evidenciaron que estas conductas en los animales podrían estar también asociadas con el aburrimiento o la presencia de estímulos sin cambios. Como añadidura, también se han dado estudios en humanos que conllevan la privación de estímulos. Dichos estudios evidenciaron la incapacidad de los humanos para tolerar, más de tres o cuatro días, tareas con un contexto de estímulos constantes o sin cambios, a pesar de recibir un importante refuerzo extrínseco monetario. Con carácter conclusivo se evidencia la existencia de conductas intrínsecamente motivadas en humanos y animales, cuando media la curiosidad, la autonomía, el aburrimiento o la falta de una nueva estimulación.

Los estudios continuaron en la década de 1960 hasta dar lugar a dos nuevos términos asociados de forma definitiva a la teoría y práctica de la MI, competencia y autodeterminación. Según White (1959), el término competencia se debe entender, dentro de este ámbito motivacional, como una habilidad o capacidad para relacionarse de forma efectiva con el entorno. Estas capacidades percibidas por el sujeto tienen un valor motivacional que le ayudan a explorar, manipular o seleccionar actividades asociadas de forma intrínseca para concentrarse en ellas, con persistencia, sin ser puro azar. Tanto White como Berlyne coincidían en asumir que la energía intrínsecamente motivada procede del sistema nervioso central, no de necesidades tisulares. Como consecuencia, la MI actúa sobre conductas que permiten al sujeto sentir y gozar de la eficacia de sus competencias, lo que redunda en que él se sienta intrínsecamente motivado y comprometido con conductas que le permiten sentirse competentes o eficaces. Todo ello redunda en reforzar el carácter autónomo del sujeto al relacionarse con el entorno desde sus necesidades intrínsecas.

Angyal (1941) se anticipó a White en lo relevante que era la noción de competencia en su relación con el entorno, pero además sugirió que los humanos tienden a la autodeterminación, término de relevante importancia en cuestiones de motivación. Sugirió que alguien dotado de una fuerte autodeterminación necesitará sentir la eficacia de sus comportamientos, en otras palabras, para Angyal, la tendencia hacia la autodeterminación parecería ser la esencia de la motivación intrínseca. Ambas nociones, competencia y autodeterminación, aparecerán en los trabajo de De Charms (1968:269), quien afirmó: «La primaria propensión motivacional del ser humano es ser efectivo al producir cambios en su entorno. El hombre se empeña en ser un agente causal, ser el lugar primario de causación o el origen de su conducta; él se esfuerza en ser la principal causa de sus comportamientos». En esta frase, el autor describe certeramente, de forma funcional, en qué consiste el término autodeterminación.

Como nos informa Deci (1975:57), otros autores afirman que la gente se compromete en la realización de diversas conductas con el fin de sentir dentro de sí mismos la sensación de competencia y autodeterminación y, a tal efecto, se desarrollaron numerosas investigaciones que lo confirman y se resumen en dos bloques de conductas. El primer bloque incluye aquellas conductas que buscan resolver razonables desafíos en las personas. Si alguien está aburrido, buscará una oportunidad para usar su creatividad y su capacidad de encontrar nuevos recursos. Si alguien esta sobrecargado de actividad y por tanto asustado, buscará una nueva situación que le permita manejarla según sus capacidades. En otras palabras, este mecanismo motivacional dirige a la gente a buscar situaciones que provean de desafíos que permitan el óptimo uso de sus habilidades.

El segundo bloque, complementario con el anterior, se refiere a conductas motivadas por la necesidad de competencia y autodeterminación que intentan, específicamente, conquistar más y nuevos desafíos. En otras palabras, las personas se sienten motivadas para reducir incertidumbre, disonancia cognitiva o incongruencia cuando se encuentran con este tipo de obstáculos. Deci sugiere finalmente que, además de reducir disonancia, incertidumbre e incongruencia, la motivación interna produce dos tipo de conductas mediante la necesidad de sentirse competente y autodeterminado: las que buscan el óptimo de desafío y las que conquistan nuevos desafíos.

En la interacción entre las necesidades y refuerzos tanto extrínsecos como intrínsecos, el aplicar refuerzos extrínsecos a una conducta motivada intrínsecamente no solo no tienen un efecto acumulativo sino que o bien el refuerzo externo carecerá de eficacia o producirá una inhibición de la MI (Deci, 1975:158). Esta razón explica por un lado la existencia inequívoca de un móvil interno individual irrenunciable y, por otro, los graves errores que se pueden cometer al reforzar externamente conductas motivadas internamente, lo que además supone un atropello a la autoestima individual del sujeto. En este caso, al trasladar el locus del control desde el interior del sujeto a alguien exterior, el afectado puede vivir este cambio como una suerte de sustracción de la idea o móvil de su desempeño, y reaccionar desmotivándose o incluso frustrándose.

En la extensa y profunda revisión de Deci y Ryan, los autores encuentran interesantes conexiones de la motivación intrínseca con otras teorías de la motivación, como la percepción de situaciones de inequidad, la disonancia cognitiva, los mecanismos internos de la atribución, la fijación de metas, la creación de expectativas, la jerarquía de necesidades e incluso la reactancia psicológica, entre otras revisiones. La MI resulta ser similar a un factor g motivacional que actúa como una suerte de contrapunto frente a las motivaciones asociadas con los refuerzos procedentes del locus de control externo.

En resumen, las conductas intrínsecamente motivadas son conductas dirigidas a producir en el individuo la oportunidad de actuar sobre el entorno desde una perspectiva individual, y obtener refuerzos internos de sus comportamientos, que son independientes de las motivaciones asociadas a las necesidades fisiológicas. Mediante estas conductas internas, los individuos ponen a prueba sus competencias y desarrollan su autodeterminación como sujetos que pueden ser causa de cambios en su entorno, asociables a su autodestino personal. Las conductas asociadas a la MI proceden del sistema nervioso central, y tienden a producir sensaciones de éxito competencial y de autoafirmación de su individualidad.

SOBRE LA CONEXIÓN ENTRE LA MI Y EL INDIVIDUALISMO PSICOLÓGICO

Los trabajos citados de Deci y Ryan nos permiten conceptualizar qué es la motivación interna y qué relevancia tiene en las personal en general y en el individualismo psicológico en particular. Los humanos somos organismos activos en continua interacción con nuestro ambiente, y estas necesidades internas o intrínsecas básicas nos proveen de más motivación para afrontar esta interacción. La MI se manifiesta de diferentes maneras desde niños y continúa su desarrollo a lo largo de la vida. Además, desde el ámbito psicológico, la MI está siendo objeto de nuevas y abundantes investigaciones aplicadas a diversos campos aplicados, a saber, la educación, el deporte, la psicoterapia, la psicología del trabajo, etc. Veamos algunas de estas conclusiones relacionadas con el objetivo de nuestro estudio:

• La MI es innata y común a todos los humanos.

• Todos los humanos nacen con la básica e indiferenciada necesidad de sentirse competentes, autodeterminados y dueños de su destino.

• Las necesidades derivadas de la MI tienen su origen en el sistema nervioso central y son ajenas a otras necesidades fisiológicas.

• El control y la administración de premios y castigos se realiza desde el locus de control interno, es decir, por el propio sujeto, y son ajenos a agentes externos.

• Cuando una conducta internamente motivada es reforzada extrínsecamente, este refuerzo carece de contingencia o inhibe la presencia de la MI. No es sumable, sino que ejerce un efecto paradójico reduciendo la MI.

• Conductas del tipo ME que en su inicio fueron externamente reforzadas, una vez aprendidas y asumidas por el sujeto, pueden incorporarse al reportorio de necesidades internas, ámbito de la MI.

Por todo lo anterior, cabe afirmar que la MI es una fuente interna y singular de motivos y necesidades de cualquier sujeto, afirmando su asociación de forma indefectible con el individuo y, por ende, su conexión con el individualismo psicológico.

Esta característica no inhibe que el individualismo psicológico pueda tener otras conexiones con otras fuentes motivacionales. Adicionalmente, la MI puede estar presente en otros comportamientos motivados por la combinación de otros móviles o necesidades externas, si bien de manera no exclusiva, como pueden ser:

• Teoría de la ansiedad de ejecución, Yerkes y Dodson (1908).

• Teoría de la fijación de metas, Locke (1968).

• Teoría de la disonancia cognitiva, Festinger (1957).

• Teoría de la autoeficacia, Bandura (1977).

• La teoría de las expectativas, Vroom (1964).

• La teoría de la equidad, Adams (1965).

• La teoría de la reactancia psicológica, Brehm (1966).

• La teoría de la atribución, Weiner (1986).

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