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VI. Excesivo onirismo

Voy a encender la luz de tu alma:

no me toques, mantén la calma,

que la brisa roce la palma

de mi mano en tu pecho, aguarda;

la noche tibia en caer no tarda,

espera a que nuestra piel arda.

¿Me ha dicho cuánto me ama? No.

¿Me ha pedido noches de amor?

¿Me ha buscado con el trastorno

en cada poro de su cuerpo?

¿Para qué entonces desfallezco?

¿Para qué la llamo a deshoras?

¿Por qué no dejo de pintar

de rojo, Dios, mi corazón?

¡Pero cómo los desfiguros

son parte de la bochornosa

inmadurez de la pasión!

Basta en el amor ser poco feliz

para agradecer los momentos mínimos

de las alteraciones corporales.

Diminuta ayuda

la del excesivo

placer corporal

de los onirismos

esperanzadores,

fugaces, inútiles.

Boca diminuta

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