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PRÓLOGO

La Mulomedicina 4 ha sido objeto de no escaso interés para los autores griegos y latinos. En efecto, igual que los animales ocupan el rango siguiente al hombre, el Arte veterinaria 5 va detrás de la Medicina. Además, los caballos y los mulos son principales elementos de apoyo en la guerra, de riqueza y prestigio en la paz.

Sin embargo, como se ha considerado poco digna la [2] profesión que ofrece 6 la curación de los ganados, es evidente que por ello la han ejercido hombres poco ilustres y ha sido vertida en libros por escritores de poca calidad, aunque en tiempos recientes no careció de talento expresivo [3] Pelagonio y lo tuvo en abundancia Columela. Pero en realidad este último, en su tratado de agronomía, sólo dedicó a los cuidados de los animales unas someras advertencias, y el primero, al prescindir de los síntomas y las causas de las enfermedades, como si escribiera para los más entendidos, menospreció los fundamentos de tan importante materia. De otra parte, Quirón y Absirto, aunque exploraron con gran cuidado todos los temas, se degradan por su pobreza expresiva [4] y el bajo nivel de su estilo. Además, todo está desordenado y mezclado, y quien busque alguna parte específica de un tratamiento debe ir recorriendo todos los títulos, ya que para una misma enfermedad se hallan unos remedios al principio y otros al final.

[5] Añádese también que algunas pociones están elaboradas con afán de lucro y tienen un precio tan alto que el coste del tratamiento parece casi igualarse al valor del animal: por eso muchas veces los ahorradores, o sin duda las personas juiciosas, abandonan los animales a su suerte o se desentienden de tratamientos gravosos.

[6] Incitado por estas razones y otras semejantes, y por mi gran afición desde joven a los caballos, he emprendido de buen grado el siguiente trabajo: voy a reunir al menos todos los tratados latinos y a pedir también información a veterinarios — sin olvidarme de los médicos, pues la doctrina veterinaria no discrepa tanto de la ciencia médica en muchos puntos, sino que coincide en la mayoría —; luego, en el grado en que mi escaso talento lo permite, recopilaré todo lo esencial de forma completa y breve, explicando las causas y los síntomas de todas las enfermedades.

[7] Si la mayor gloria de los médicos está en descubrir la naturaleza de la enfermedad en el ser humano, capaz de explicar su dolencia con palabras y señalarla con su mano, cuánto más indispensable se estimará conocer la naturaleza de la enfermedad en la veterinaria, ya que el animal, privado de la palabra, no puede expresar sus propios padecimientos y se ve forzado por los ignorantes a algún trabajo fatigoso y expuesto a dos peligros, el que proviene del mal y el del cansancio; de modo que si queda seguramente desatendido, al hacerse crónica la enfermedad, después ya es tarde para curarlo. Tal como atestigua el poeta de Mantua con verbo [8] divino: te enseñaré también las causas y los signos de las enfermedades 7 . Pues, ciertamente, todo remedio será dudoso si se ignora la naturaleza de la enfermedad.

Las personas más distinguidas consideran vergonzoso y [9] despreciable tener conocimientos de veterinaria. Esta idea es perjudicial y carece de fundamento. En primer lugar, ningún saber es despreciable, sea cual sea su objeto. Pues, siempre que en el transcurso de la vida tenemos que escoger entre rechazar una cosa y aceptar otra, no sabremos elegir bien si no se conocen ambas. Además, ¿quién puede juzgar [10] que son motivo de vergüenza unos saberes que evitan pérdidas? Pues, igual que la salud de los caballos trae beneficio, así es de creer que su muerte causa perjuicio, sobre todo cuando vemos cómo muchas veces esclavos, que reciben atención médica sin que ello se considere innoble, son vendidos a menor precio que los caballos o mulos. Por último, [11] notorios son el cariño y la pasión, tan intensos, de los propietarios por sus caballos, bien los que sirven de montura a los hacendados, o los campeones en los juegos del circo o los que son, por así decirlo, tan excelentes guerreros en las batallas. Así que no sin razón este animal nacido para procurar deleite merece del hombre el cuidado de su salud.

[12] Por otra parte, si es timbre de gloria poseer excelentes caballos ¿quién juzgará vergonzoso conocer los tratamientos que los sanan? ¿Quién reprueba el poder curar lo que se [13] tiene a gala poseer? Quizá parezca un tanto despreciable el propio trabajo de los veterinarios, pero el conocimiento teórico de los remedios curativos dice bien tanto en las personas más distinguidas como en las más cultas, pues, si logran sanar a los animales aplicando con inteligencia medidas de prevención y tratamientos regulares, no sólo se libran de pérdidas sino que disfrutan también de placeres.

[14] Mas hay enfermedades que afectan sólo a los animales atacados por ellas y hay otras que, si bien empiezan en uno o en unos pocos, se propagan por contagio extremadamente rabioso a otros que están juntos en la cuadra o paciendo, y con mucha frecuencia a todo el rebaño, de forma que un animal, por sano que esté, se muere de repente con el hálito [15] cercano de los otros enfermos. Por ello, es mejor referirse primero a los males que atacan a muchos por alguna clase de contagio, describiendo sus síntomas y sus causas e indicando los remedios. Pues frente a mayores dispendios, mayor solicitud ha de dispensarse.

[16] El primer servicio en favor de los caballos es el amor y la atención de su dueño, del caballerizo o del propio pastor. Pues siempre es compañera del cariño la acción protectora, y deseamos que se conserve sano aquello que amamos.

Los animales domados se crían en cuadras o en pastizales, los salvajes crecen en campo abierto o en los bosques. Conviene, pues, observar a diario o cada poco tiempo el aspecto del ganado, ya que, si se presta atención, la enfermedad se manifiesta por sí sola.


4 Conservamos este tecnicismo latino, creado a partir mulomedicus y que sólo desde Vegecio aparece en los textos. No tendrá suerte en el Renacimiento, ya que será sustituido por mascalceria o mascalcia y más tarde por veterinaria .

5 El adjetivo veterinaria ya se halla en COL ., VII 3, 16. Por lo común, se aplicaba al sustantivo medicina (veterinaria medicina) , para señalar la rama de la medicina que estudia el mundo animal. En cambio, en Vegecio por primera vez lo encontramos referido al sustantivo ars , «arte, técnica», quizá para no repetir el término mulomedicina o para explicarlo con una nueva expresión, pero también con la intención de elevar la dignidad de la veterinaria.

6 Lat. promittebat , «que prometía». Cada profesión domina una técnica y esto quiere decir, en primer lugar, que «promete» unos resultados en su campo específico; pero, sobre todo, que es capaz de conseguirlos.

7 VIRG ., Geórg . III 440.

Medicina veterinaria

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