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Capítulo 3
ОглавлениеYa había quemado todas las oportunidades con Laurent, pensó Bianca al cerrar la llamada con su ahora exjefe. Él no entendió que estaba de baja porque sufrió un intento de asalto (ella no especificó demasiado, porque era algo personal), y tenía el labio amoratado y el pómulo izquierdo en similares condiciones. Le explicó que era poco profesional atender clientes de un restaurante tan concurrido de esa manera, y le pidió una semana libre sin paga. De por sí, la oferta era bastante difícil de hacer para Bianca, porque ese salario era indispensable, aunque también consideraba que era lo justo para el restaurante. Sin embargo, Laurent tan solo le exigió que dejara las excusas de lado y que pasara a recoger el cheque de esa semana. La despidió.
Después de limpiar la casa, y ducharse, Bianca se sentó con desánimo en el sofá.
Ahora solo contaba con el empleo de limpieza, y como camarera. Su jefa en Burke & Burke, Celeste, se había mostrado muy comprensiva y solícita.
La mujer no solo le ofreció asesoría legal gratuita, sino que le dijo que en todos los empleos que la compañía fuese contratada durante el próximo medio año, la llamarían para formar parte fija de la plantilla. Además, le dio una bonificación adicional a la paga del trabajo en casa de Danielle. Fue una sensación increíble de respaldo de un empleador que no recordaba haber tenido.
Sin embargo, Bianca necesitaba hallar otro empleo, porque sus abuelos estaban de por medio. Aunque sencilla, la residencia de ancianos era bastante costosa, aparte de las medicinas y controles externos que Moira y Bruno Harrison necesitaban.
Se frotó los ojos. No iba a llorar. Las lágrimas no iban a darle otro trabajo.
Fue a prepararse un té, y mientras esperaba a que la tetera sonara, llamaron a la puerta. Soltó una exhalación resignada. Su hermano la convenció de presentar cargos contra Chandler, y la audiencia preliminar se llevó a cabo dos días atrás.
Abrió sin más y se quedó de piedra. Parpadeó varias veces.
—¿Qué…? ¿Qué haces aquí? —preguntó con incredulidad mirando a Hailey.
—Buenas tardes, Bianca.
La hermosa pelirroja iba vestida con un juego de falda, zapatos y chaqueta color blanco, y una blusa interior de seda celeste. Solo tenía delineador negro y labial rosa. Elegante e inalcanzable para otros, pero en ese instante, lejos de la oficina o los entornos sociales, lucía más accesible. Esto último se acentuó cuando esbozó una sonrisa dedicada a Bianca, y le extendió una caja con el logotipo de una marca costosa.
—No podía estar tranquila ante la idea de ignorar en cómo terminó la noche para ti. —Bianca agarró la caja de forma automática con suavidad, y murmuró un agradecimiento—. ¿Puedo pasar? —preguntó inclinando la cabeza hacia un lado.
Bianca llevaba un pijama de short y blusa que había visto mejores días, en especial después de tantas lavadas. No usaba sujetador en casa, y estaba convencida de que las formas de sus pechos podían adivinarse con facilidad.
—Ssssí, sí —dijo abriendo la puerta—. ¿Cómo me encontraste? —preguntó en un tono abrupto que no era lo que hubiera esperado que saliera de su garganta. Tampoco es que hubiera podido predecir una reacción ante ese escenario inaudito.
Hailey observó el entorno.
Lucía impecable y había un aroma tenue a rosas en el ambiente que provocaba calma. La decoración mínima existente era de buen gusto. Quizá Bianca vivía modestamente, pero cada pieza de ese apartamento daba a entender que había pasado un proceso de detallada elección. Y el sillón mullido en tono café oscuro de la salita invitaba a acomodarse. No recordaba la última ocasión en que se tomó un descanso tan solo porque le apetecía. Cuanto más dinero caía en sus manos, menos tiempo tenía para sí, pues la responsabilidad de administrar bien los recursos incurría directamente en la estabilidad de los cientos de familias de los trabajadores de Jupiter Resources.
Intentó no fijarse en lo hermosa que era Bianca, pero era imposible. Decenas de preguntas pugnaban por salir de su boca relacionadas al distanciamiento del apellido Levesque, sabía que era algo demasiado personal, así que esa duda no sería aclarada. Se aclaró la garganta, no estaba para perder los papeles, por más que se sintiera impulsada por un magnetismo invisible a mirar a la mujer curvilínea de labios generosos. Le parecía tan inapropiada su atracción que por un momento consideró regresar sobre sus pasos y regresar a su agenda de trabajo usual.
Resultaba una tortura tal nivel de interés por alguien heterosexual. Incontables ocasiones había confundido amabilidad de una mujer en un bar con un flirteo, y los resultados terminaron siendo embarazosos. Por eso había recurrido a contratar scorts de lujo que firmaban un acuerdo de confidencialidad, este incluía severas penalidades legales y económicas si era roto. Ella contaba con un despacho de abogados muy discreto y eficiente a su servicio que se encargaba de asuntos personales.
—Mi compañía tiene los archivos de todos los prestadores de servicios. No sabía cómo encontrarte, así que tuve que pedirle a Jacynth que recurriese a ello. Lamento haber invadido tu privacidad al presentarme hoy —dijo con sinceridad observando el labio y el pómulo amoratado todavía. Sintió rabia al recordar cómo encontró al cretino de Chandler sobre ella—. Quería asegurarme por mí misma de que estuvieras bien.
Bianca sonrió con timidez.
—No hacía falta…Yo… Me ayudaste, y fue suficiente, de verdad —suspiró—. Por favor, siéntate. ¿Te ofrezco algo de beber? Estaba por tomar un té…
—Un té estaría bien. —Sonrió—. Gracias
Al cabo de un instante, Bianca le entregó una taza humeante, y luego se sentó marcando una distancia que no pasó desapercibida. Hailey se preguntaba si la tensión de la química tan palpable de su lado era demasiado evidente. No quería hacer un papelón. Ella estaba habituada a mantener siempre la calma.
—El abogado que me contrató Gregory dice que pueden darle cuatro años a Chandler… Como no hubo agresión sexual agravante —se aclaró la garganta—, pues… Imagino que durante el juicio se hará la evaluación. Odio la sola idea de pasar por algo así, pero mi hermano me ha asegurado que estaré respaldada.
—Un hombre tan importante como Gregory seguro que sabrá llevar la situación procurando tu mejor interés.
Bianca soltó un suspiro resignado.
—Mi relación con él es muy diferente. La otra noche fue la primera vez que lo veía en muchísimo tiempo.
Hailey asintió.
—Me alegro que hayas decidido presentar cargos, Bianca. Nadie merece ser asaltado ni abusado desde ninguna perspectiva. —Elevó la mano y le acarició la mejilla en la que tenía lastimado el pómulo con cautela—. Pronto mejorará.
Bianca elevó la mirada y sus ojos impactaron con los de Hailey.
Ambas quedaron suspendidas con la fuerza de una conexión distinta. Parecía como si sus almas estuvieran reconociéndose después de una búsqueda que no sabían que hubiera tenido lugar.
—Lo sé —susurró con el aire atrapado en la garganta. El corazón le iba a mil—. Soy solo una camarera, y hago limpieza. ¿Por qué tomarte la molestia de venir?
—Haces muchas preguntas —sonrió, Hailey.
—Tú eres una de las ejecutivas más respetadas de la ciudad y con una agenda, por supuesto, mega complicada. No tiene mucho sentido.
Hailey se incorporó. Pasó las palmas de las manos sobre la impoluta chaqueta antes de dejar la taza de té a medio acabar sobre la mesita.
—Quería ofrecerte un empleo —dijo.
Bianca la observó con incredulidad. Dejó la taza sobre la mesita y cruzó los brazos, mirándola desde el sofá.
—¿Cómo sabes que poseo la cualificación que buscas?
—Ese es el segundo motivo por el que estoy aquí. —Sonrió—. Háblame al respecto, porque entiendo que todos los Levesque reciben educación en Harvard, Yale e incluso Wharton.
Bianca soltó una exhalación. La mujer la descolocaba con su interés que parecía demasiado genuino. Después del golpe que implicó que su propia familia la despreciara, la idea de poder confiar le resultaba demasiado difícil, salvo por Jennifer.
—No soy una Levesque desde hace ocho años. —Hailey no quiso hacer preguntas, y Bianca continuó—: Imagino que lo notaste al revisar mi archivo, y si Gregory no hubiera abierto su bocaza ni llegado a la fiesta, no lo sabrías tampoco.
—Correcto.
—Estudié a distancia Artes y Ciencias en una universidad europea. No es una Ivy League, pero al menos tengo un grado académico. —Que le había costado muchísimo obtener, en especial porque tenía que pedir prestado siempre un ordenador para poder estudiar y estar al día, además de mil malabares para generar ingresos.
—Vamos a abrir una nueva línea de negocios, así que, tu grado académico es bienvenido, pero existe un entrenamiento. —Sonrió—. En Jupiter Resources yo ejerzo como vicepresidenta de comercialización y mercadeo. Una de las nuevas líneas de negocios que vamos a implementar consiste en instalar sistemas de riesgo especializado para huertos familiares. La onda fitness, así como la de productos orgánicos, está cobrando más fuerza en el mundo. Necesito que una persona se entrene para coordinar los procesos de instalación en conjunto con especialistas: arquitectos, agrónomos, interioristas, decoradores, en fin…
—¿Lo que quieres es una coordinadora de gestión, enfocada en estructurar una cadena de trabajo, y que aprenda los procesos y variantes de las ofertas que pretende ofrecer tu compañía?
Hailey asintió.
—Solo para esa rama de negocios, porque, como ya sabes, Jacynth es mi asistente personal para todo en Jupiter Resources. La idea es que, con el paso del tiempo, redirecciones a los clientes con el equipo adecuado, según el tipo de necesidad. La implementación tomará al menos dos años, porque estamos en los procesos preliminares de estudio de mercadeo, pero el resto está dado. Necesitamos empezar lo antes posible. Esta es la primera línea de expansión de negocios.
Cuando Hailey le dijo el salario, Bianca la miró ojiplática. Con esa paga podría cubrir sin problemas un nuevo sitio para vivir, buscar una nueva casa de cuidados para sus abuelos, y darse, por primera vez, el lujo de comprarse ropa nueva.
—¿Por coordinar me vas a pagar todo eso?
Hailey se rio. Bianca empezaba a descubrir que era un sonido que le gustaba.
—El departamento de recursos humanos se encargará de hablarte de las bonificaciones por cumplimiento de metas. —Bianca abrió y cerró la boca—. Solo tengo una condición para darte el empleo.
—Es la entrevista de trabajo más rara de mi vida —dijo sonriendo por primera vez, a pesar del dolor que implicaba hacerlo por el labio magullado—. ¿Qué condición es la que tienes pensada?
—Te tomarás una semana para organizarte.
—Okey…
—Las reglas son sencillas. No admito faltas. Si quieres mantener tus otros empleos no es mi problema, pero en el momento que afecten tu desempeño, entonces tendremos inconvenientes severos. Las segundas oportunidades no existen en mi entorno. Exijo lo mejor, y por eso la paga es alta. Quiero ayudarte, aunque jamás haría algo que beneficie solo a otros sin pensar en la compañía a la que represento.
—¿De qué modo puedo beneficiar a tu compañía? —preguntó Bianca incorporándose. No quería seguir mirando a Hailey desde el sofá.
—Eres una Levesque, aunque no lleves el apellido. El público objetivo de esta nueva rama de negocios implica que conoces lo que buscan y prefieren, porque naciste en su entorno. Este es un negocio elitista, porque los huertos familiares instalados en los penthouse, lofts, dúplex, etcétera, de Nueva York resultan más bien un lujo que una necesidad, en especial considerando que nuestra ciudad está sobrepoblada y lo que se requiere es más espacio y menos complicación. Pero ¿quién entiende a los millonarios? —preguntó riéndose de sí misma—. Ocho años o uno no hacen la diferencia en un conocimiento que se lleva en el ADN, para bien o para mal, Bianca. Y sé que tú conoces muy bien cómo funciona la clase alta de Manhattan.
—Lamentablemente —murmuró Bianca—. No quiero que nadie sepa que soy una Levesque en la compañía. ¿Puedes garantizarme eso?
—Asumo que estás aceptando el empleo.
—Sería tonta al no hacerlo —replicó Bianca.
—Estoy de acuerdo —dijo Hailey—. Tu trabajo es con mi empresa. Lo que hagas fuera de ella, lo que decidas en relación a tu identidad o con quiénes te vinculas, no es mi asunto. Tu identidad es la que decidas. Ahora, existen políticas internas que te serán informadas a tiempo. Todo lo que ocurra en la empresa es confidencial.
—Entiendo…
Bianca se preguntaba cuánto tiempo llevaría Hailey con el hombre con el que acudió a la fiesta. ¿Serían pareja? Tan solo cuestionárselo era ridículo. No entendía cómo podía interesarse en una mujer heterosexual. «Dios, mi radar está atrofiado».
Así de jodida era su existencia, aunque al menos iba, al parecer, a cambiar en el ámbito financiero. Resultaba imposible tenerlo todo en la vida y ella había aprendido a contar sus bendiciones, elegir sus batallas y decidir cuándo avanzar o retroceder. Este era el momento de aceptar la oportunidad, y hacer lo mejor de ella. Un lado optimista a considerar, en especial después del asalto de Chandler Hyatt.
—Te veo en una semana —dijo Hailey borrando por completo la calidez de su tono—. Jacynth te contactará para darte todos los detalles, incluido el horario.
—Quizá que Gregory se hubiera presentado revelando que soy su hermana no sea tan desastroso —expresó en tono teatral.
—Nada es tan bueno ni tan malo como parece —replico Hailey cerrando la puerta tras de sí, dejando un halo de intriga en sus últimas palabras.
Cuando Bianca fue hasta su habitación se dio cuenta de dos cosas.
La primera, que tenía los pezones erectos contra la blusa y que lo más seguro era que Hailey los hubiera visto, ¿qué habría pensado? ¿Qué la excitaban las propuestas de trabajo? «Trágame tierra». La segunda, que iba a tener problemas para tratar de asimilar que su nueva jefa no solo era la única capaz de humedecerle las bragas sin saberlo, sino que, estaba segura, a Hailey solo le interesaban los hombres.
***
La biblioteca era inmensa y fabulosa. Lo que más le atrajo, mientras esperaba a que su hermano terminara la conferencia telefónica, fue la bonita estación de bebidas calientes y frías junto al ventanal que ofrecía una vista privilegiada al Central Park.
Resultaba complicado que la decoración del penthouse la defraudara tratándose de Gregory. Desde pequeño había sentido fascinación por el equilibrio en los colores, la disposición de sus juguetes de una manera específica y no de otra.
Él la había citado esta tarde de domingo para comer, pero Bianca rehusó mostrarse públicamente. Prefería mantener un perfil bajo, y su hermano no era el tipo de persona que no tuviese amigos o conocidos por doquier. Así que, por ese motivo, se hallaba en el penthouse de Gregory.
A lo largo de la semana tuvo tiempo de organizar su apartamento con minuciosidad. Aprovechó para ir a visitar a sus abuelos, conversar con las enfermeras que se encargaban de sus cuidados e intentar recuperar el tiempo perdido. También hizo la compra de la semana e incluso alcanzó a hacer los primeros bosquejos para el vestido de matrimonio de Jennifer. Cuando le contó la oferta de trabajo para Jupiter Resources, ella puso el grito en el cielo y la instó a celebrar. Así que, apenas su vida estuviera más encaminaba a la «normalidad», irían de fiesta.
Al cabo de un instante apareció Gregory. Llevaba unos jeans y una camisa gris. Andaba descalzo sobre la alfombra.
—Gracias por haber venido, Bianca —dijo acercándose.
Ella se dejó abrazar, pero no devolvió el gesto. Si él lo notó, no hizo comentario.
—Claro. Te has comprado un sitio muy chulo. Me he tomado un té y un café mientras esperaba. Algún momento consideraré este tipo de indulgencias como parte de mi lista de compras —bromeó.
Gregory sonrió, y dos hoyuelos se formaron en las mejillas. Se aclaró la garganta y se sentó frente a Bianca. Ambos sabían que la conversación era necesaria, porque de lo contrario les sería imposible retomar el lazo tan quebrantado.
—Ocho años es mucho tiempo sin haber celebrado tantas cosas contigo, Bianca. Incluso viajes y experiencias que pudieron ser recuerdos increíbles —empezó él con tono sincero, ella tan solo asintió, porque si no hubiera estado dispuesta a escucharlo no habría tomado el tren desde su casa hasta el Upper East Side—. Cuando regresé de Aspen después de las fiestas de aquel año, me enteré de lo ocurrido por toda la gente que asistió. Qué suerte que no hubiera la propagación indiscriminada de fotos con Instagram o Facebook o Twitter. —Ella se encogió de hombros, pero era algo en lo que no había pensado—. Enfrenté a mi padre, y también dejé de hablarle a mamá por un buen número de meses.
—Imagino que no lo tomaron bien… —murmuró con las manos entrelazadas sobre el regazo. Llevaba unos jeans negros, sandalias rosas, y un top blanco—. Y si hubieras querido encontrarme de verdad, el dinero con el que cuentas habría bastado para pagarle a buenos detectives.
Gregory la observó con pesar.
—Buscaban a Bianca Levesque, mas no a Bianca Caroline Neuman. —Él conocía la identidad nueva, porque ella había utilizado los datos con el abogado frente a Gregory—. Debo confesar que tampoco me esforcé demasiado, y creí… Todavía creo que estás resentida conmigo o me culpas por no haber estado a tu lado. Han sido ocho años complicados, y hasta hace tres meses no se concretaban las diligencias para…
—No estaba enfadada contigo… Se trataba de toda la situación.
Él asintió.
—Si te hubiese encontrado, ¿qué habrías hecho? —preguntó.
—Huir, porque no estaba preparada para verlos, a nadie de la llamada «familia» —dijo con sarcasmo—. No sé si lo estoy ahora tampoco, pero supongo que las circunstancias me obligan a asumir esta conversación —respondió, y luego agregó—: ¿Qué justificación tienes para haberte olvidado de nuestros abuelos maternos? Están en una residencia, Gregory. Sin nadie que los pueda ayudar más que yo. Yo, que no tengo recursos suficientes y me toca hacer malabares. Que no me importa, porque ellos fueron quienes me dieron el amor y apoyo que ustedes no. Ahora, la abuela Moira tiene artrosis, y el abuelo Bruno demencia senil en estado poco avanzado.
Gregory se incorporó y se mesó los cabellos espesos.
Esta era la parte que, sabía él, no iba a gustarle a su hermana. Tal vez, desde la perspectiva en la que seguramente Bianca lo vería, Gregory resultaría igual al padre y madre de ambos, tan preocupado por las opiniones de terceros o ávido de dinero.
—Quería que la empresa estuviera en mis manos lo antes posible, porque era inmaduro y necio. Quería demostrar que tenía la capacidad y ufanarme de heredar la compañía. Cuando te fuiste, nuestros abuelos solicitaron una reunión familiar. Mamá les dijo a Moira y Bruno que no era asunto de ellos, pero ya conoces a ese par de ancianos. Son tercos, y no hubo modo de que se les olvidara el asunto. —Bianca hizo una mueca—. Yo salí a defenderlos cuando mi padre les dijo que nadie contradecía lo que ocurría con sus decisiones y que, si continuaban en su intención de apoyarte, entonces iba a encargarse de que les congelaran las cuentas, y él, personalmente, se encargaría de suspenderles la pensión que les daba por el simple hecho de ser sus suegros. —Bianca se llevó la mano al corazón—. Nuestro padre me amenazó. —Tragó en seco—. Y me dio a elegir. Me exigió tomar un bando.
Bianca bajó la mirada. Sintió los ojos llenársele de lágrimas. En su familia las elecciones sobre el éxito o el dinero estaban siempre sobre los sentimientos.
—El mando de la empresa, el poder financiero del apellido, las conexiones sociales, el prestigio… —murmuró con un tono de voz monótono—. ¿A cambio de qué te ofreció eso, Gregory? —preguntó incorporándose.
Él la miró con tristeza. No tenía modo de cambiar el pasado, aunque estaba tratando de arreglar la situación con un poco de lo que ellos jamás habían tenido por parte de sus padres: honestidad.
—A cambio de que los echara de la casa de una buena vez, así como mi padre lo hizo contigo —dijo avergonzado—. Les pagué un hotel con mis ahorros durante dos meses hasta que una tarde, cuando fui a verles por última vez, en recepción me comentaron que ambos habían decidido continuar su vida en otra ciudad.
—Te mintieron para no ponerte en una posición difícil…
—Ahora lo sé. ¿Tú dónde viviste esos primeros meses, Bianca?
—Dormía con ellos en el hotel, y me escabullía para seguir buscando empleo de media jornada. Cuando la abuela me comentó que tenía pensado pedirte que dejaras de ayudarlos a escondidas, ella sufrió un infarto, y tuve que apresurarme en buscar también una residencia para ambos. Con los ahorros, ellos se costearon al menos un año y medio de sus habitaciones. Hasta que yo asumí la responsabilidad.
—Dios… —dijo Gregory con la voz quebrada, pasándose los dedos entre los cabellos—. Me siento tan en la mierda, pero sé que jamás podrá compararse una decisión con la parte que sufre las consecuencias.
Bianca asintió.
—La abuela Moira jamás habla mal de ti, y siempre que el abuelo te menciona, a ambos les da por quedarse un rato en silencio y yo debo cambiar el tema. En su demencia, Bruno tiene muchos ratos de lucidez.
Gregory sintió un nudo en la garganta. Apretó los labios.
—A pesar de que eran nuestros únicos abuelos vivos, a pesar de que eran sus padres, mamá no movió ni un solo músculo. Intenté hacer lo que pude con mi conciencia… —Soltó una exhalación sonora—. Mis abuelos te eligieron a ti, Bianca. Al menos eso debería contar de algún modo.
Bianca se secó las lágrimas y tomó una profunda respiración.
—Ya… Será mejor que me marche. —Rebuscó en su bolsa, y sacó una tarjeta de la residencia de ancianos y la dejó sobre una mesilla cercana—. Yo seguiré encargándome de mis abuelos, no quiero que pongas ni un centavo. —Omitió comentarle de su empleo en Jupiter Resources—. Si en algún momento decides que ha llegado la hora de enmendar tus errores con ellos, visítalos.
Gregory asintió paulatinamente.
—Quiero que formes parte de mi vida, hermana. Puedes incluso vivir conmigo porque, como puedes notar, tengo muchísimo espacio, o te puedo facilitar el piso que está bajo este penthouse. Lo uso para cuando vienen mis amigos de otros continentes a Nueva York a visitarme o por asuntos de negocios, y no es recurrente, pasa la mayor parte del año solo. Remodélalo a tu gusto. De hecho, te lo obsequio.
Ella meneó la cabeza con vehemencia.
—No intentes comprarme con dinero, ¿es que no lo comprendes? Eso no funciona. Además, ya estás ayudándome con los abogados para mi caso.
Gregory se frotó el puente de la nariz.
—¿Qué te parece si comemos todos los domingos aquí? No tienes que ir a sitios públicos, salvo que así lo quieras. Para mí no hace diferencia qué persona te gusta y cuál decides elegir como pareja. Eres mi hermana. Empecemos de nuevo, Bianca.
Ella entendía desde dónde provenían los modos y expectativas de Gregory. También sabía que no era una persona sin empatía, pero confiar, incluso en su propia sangre, era todo un desafío. De momento, agradecía que él no hubiera ido por la calle de los recuerdos y sacara a colación los hechos acaecidos ocho años atrás. Aunque, tarde o temprano, lo tendría que dejar salir de su memoria, porque a pesar del tiempo transcurrido, el pasado le quemaba.
—Lo pensaré. ¿Vale? Agradezco tu sinceridad.
Al cabo de un minuto, él asintió con expresión atormentada.
—Los abogados me notificarán sobre el transcurso del proceso contra Hyatt. Si necesitas algo, si quieres que esté contigo, solo dilo. ¿Está bien? —Bianca asintió—. Mi chófer está abajo esperando para llevarte a casa.
Ella no iba a discutir. No le quedaban fuerzas por ese día.
—De acuerdo —murmuró, mientras él le daba un abrazo que resultaba muy extraño para ambos después de tantos años. Bianca se lo devolvió al cabo de un rato tratando de contener un sollozo.
Una vez que estuvo fuera en el asiento de pasajeros, ella dejó las lágrimas correr por sus mejillas sin ningún tipo de contingencia. Estaba muy agotada. Sentía como si un tsunami hubiera decidido pasar varias veces sobre ella, y cada vez que lograba salir a la superficie, llegaba otra ola para hundirla.
El chófer, por supuesto, mantuvo en todo momento la ventanilla que lo separaba arriba. Vidrios oscuros y contra sonidos. Tan solo por ese instante, Bianca apreció la privacidad que podía comprar la opulencia de Gregory.