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Capítulo 1

Contextualización del fútbol sala

Víctor Cuadrado Peñafiel

Pedro Jiménez Reyes

Análisis de los deportes de equipo

Los deportes de equipo tienen que ser definidos a partir de sus características esenciales que recojan las complejas relaciones de interacción entre los jugadores de un mismo equipo (relaciones de cooperación) y los del equipo contrario (relaciones de oposición).

Los resultados en la competición son el producto de un complejo sistema de relaciones que se establece entre los factores de rendimiento, sobre los que se interviene para optimizar el proceso.

Históricamente, los deportes de equipo eran considerados similares a los deportes individuales, salvo porque estos últimos poseían un componente táctico colectivo, de ahí que, a efectos de entrenamiento, eran tratados de manera idéntica a los deportes individuales. Para el desarrollo de la condición física se buscaban modelos de entrenamiento o combinaciones de ellos, extraídos de los deportes individuales.

Sin embargo, la llegada de las nuevas corrientes de análisis de la actividad humana desarrolladas en las décadas de 1970 y 1980, entre las que podemos incluir desde el «análisis del acto táctico» de Mahlo (1974), hasta las clasificaciones más recientes de habilidades motrices, marcan un punto de inflexión importante en el ámbito de la educación física y el deporte, especialmente en los deportes colectivos.

A continuación, se presenta un esquema de la definición de los deportes colectivos aportada por diferentes autores en décadas pasadas:

Según el grado de regulación:

De regulación externa: el medio influye en el sujeto que realizaba la habilidad (Singer, 1980).

Abiertas: exigencia de operaciones cognitivas ante la incertidumbre de lo que pase en el exterior (Pouiton, 1957, y Knapp, 1981).

Según la complejidad:

Movimientos complejos: tiro en suspensión, etc.

Familia de habilidades: balonmano, etc. (Cratty, 1982).

Según el grado de dificultad:

Grado 3: sujeto y medio en movimiento (Fitts y Posner, 1968).

Según las posibilidades de retroalimentación:

Continuas: feedback mientras se está actuando.

Según el tipo de demanda:

Perceptivas: demanda perceptivo-cognoscitiva elevada (Knapp, 1981).

Por tanto, en los deportes colectivos en general, y en el fútbol sala en particular, se dan fundamentalmente habilidades complejas y de regulación externa o abierta, con un alto componente perceptivo-cognoscitivo y con posibilidades de retroalimentación continua.

En la actualidad, cabe destacar varios modelos para el análisis de los deportes colectivos: analítico, ergogénico, estructural, funcional, praxiológico y basado en el rendimiento en competición. Los analizamos a continuación con más detalle.

Modelo analítico

Es el relacionado con el estudio de los componentes básicos del deporte, entendiendo como tales aquellos aspectos a entrenar en este tipo de deportes.

Este modelo tuvo gran difusión en las décadas de 1970 y 1980, principalmente en los países del Este de Europa. Entre los autores más representativos del mismo destacan Platonov (1984), que habla de «preparación física, técnica, táctica y mental», o Matveev (1983), que distingue «la educación de las cualidades morales y volitivas (preparación psíquica especial), la preparación intelectual, técnica y táctica, educación de las aptitudes de coordinación y la preparación física» (figura 1-1).


Figura 1-1 • Representación gráfica del modelo analítico.

Adaptada de Álvaro-Alcalde et al., 2005.

Modelo ergogénico

Este modelo se centra en el análisis de las necesidades biológicas de cada deporte, tanto desde el punto de vista energético como motriz (figura 1-2).


Figura 1-2 • Representación gráfica del modelo ergogénico.

Adaptada de Álvaro-Alcalde et al., 2005.

Modelo estructural

Como en cualquier época, al margen de la significación que el deporte haya tenido para las distintas culturas, siempre encontramos unas constantes en el desarrollo de los juegos colectivos. Dichos elementos comunes serían los siguientes:

a) La pelota o móvil, es el elemento que todo el mundo quiere tener y sobre el que se centra la mayor parte de la dinámica del juego.

b) El terreno, en el cual podemos distinguir:

Zonas fijas, que son las delimitadas de antemano por unas reglas:

– Prohibidas.

– A alcanzar.

– Con reglas especiales.

Zonas variables, dependen de las circunstancias del juego:

– Prohibidas.

– Utilizables por los atacantes.

– A vigilar.

c) Las porterías.

d) Las reglas, normas que regulen la actuación del juego.

e) Los compañeros, los que ayudan a conseguir un tanto y evitar que lo consigan los demás.

f) Los adversarios, que son los que se contraponen a mis acciones y a las de los compañeros.

Modelo funcional

Analiza los deportes considerando los principios generales en función de dos categorías, según se posea o no el balón. Así, se determinan una serie de actitudes y comportamientos que definen los principios ofensivos (conservar el móvil, progresar y conseguir un tanto) y los principios defensivos (recuperar el móvil, dificultar su progresión y evitar el tanto).

Modelo praxiológico

Este modelo se centra en establecer o analizar la relación entre los parámetros que componen la estructura de los deportes y que configuran su «lógica interna» (Parlebas, 1981 y 1988). Según Hernández Moreno (1994) dichos parámetros serían:

a) La técnica o los modelos de ejecución.

Concebida siempre en función del contexto.

b) El reglamento de juego.

c) El espacio de juego y su uso.

El espacio estandarizado (formal, estructural).

El espacio en el que el jugador está en relación con los demás (intermediario entre las acciones de los jugadores).

d) El tiempo de juego y su empleo.

El tiempo formal (reglamentario).

Secuencialidad de las acciones, ritmo de juego.

e) La comunicación motriz.

Directa:

– Comunicación entre jugadores del mismo equipo.

– Contracomunicación entre jugadores de distinto equipo.

Indirecta:

– Lenguaje por medio de palabras.

– Gestema por medio de gestos.

– Praxema por medio de acciones.

f) La estrategia motriz (que incluye la táctica). Se refiere al comportamiento del jugador en el juego en el cual tiene incidencia el resto de los parámetros que determinan la «lógica interna». En base a esto, el jugador actúa según los roles y subroles establecidos. El rol es considerado como la situación de juego asumida por un jugador que variará en función de las circunstancias del juego. El fútbol sala estaría englobado dentro de los deportes colectivos con cuatro roles:

Jugador con balón.

Jugador sin balón del equipo que lo tiene.

Jugador sin balón del equipo que no lo tiene.

Portero.

Modelo basado en el rendimiento en competición

Este modelo para el análisis de los deportes de equipo, pretende incluir todas las variables que realmente inciden en el rendimiento en la competición. Para ello distingue dos grandes bloques (figura 1-3):

La dimensión de la competición. Remarca la importancia de analizar las circunstancias en las que se desarrolla la competición, que van a tener una gran incidencia en las situaciones de juego y, por tanto, en las conductas a llevar a cabo por el/los jugador/es.

La dimensión del juego. Engloba todo lo relacionado con el propio juego, aunque jerarquizando las distintas situaciones y conductas que se producen en función de su relevancia para el rendimiento en la competición.


Figura 1-3 • Representación gráfica del modelo basado en el rendimiento en competición.

Adaptada de Álvaro-Alcalde et al., 2005.

Ante la dificultad de analizar de forma global todo lo que sucede en un partido, el modelo opta por fragmentar la competición en unidades más pequeñas, con el sentido en sí mismas y que, a pesar de las situaciones variables, permite una cierta concreción de lo que pasa en cada una de ellas (figura 1-4).


Figura 1-4 • Representación gráfica de la fragmentación de la competición.

Adaptada de Álvaro-Alcalde et al., 2005.

Las actividades propias del juego se desarrollan en dos niveles distintos: colectivo (situaciones de juego) e individual (conductas), siendo este a su vez dependiente del primero (figura 1-5).


Figura 1-5 • Concreción de las distintas situaciones de juego.

Adaptada de Álvaro-Alcalde et al., 2005.

El empleo de estos modelos en el análisis de los deportes colectivos ha significado un gran avance en su conocimiento, lo que ha originado el desarrollo de nuevos sistemas de enseñanza y de entrenamiento con la consiguiente mejora del juego y de los jugadores (Álvaro et al., 1996).

Finalmente, podemos concluir diciendo que este tipo de deportes catalogados como colectivos, de cooperación-oposición o de equipo, se caracterizan por la integración de componentes cognitivos, coordinativos, condicionales, psicológicos y sociológicos que, según las circunstancias en las que se desarrolle la competición, tendrán más relevancia unos que otros.

Caracterización fisiológico-metabólica y fisiológico-mecánica

Las actuales exigencias competitivas del deporte de alto rendimiento obligan tanto a entrenadores como a preparadores físicos a conocer, de la manera más precisa, cuáles son las características de la actividad competitiva partiendo del análisis cinemático (físico) y fisiológico de las situaciones reales de juego (Andrín, 2004), de tal manera que se puedan planificar y aplicar cargas de entrenamiento óptimas para el esfuerzo posterior demandado por la competición.

De este modo, para poder elegir los contenidos, medios y métodos de la preparación deportiva a utilizar con nuestros deportistas, así como sus volúmenes, frecuencia y alternancia de los mismos, debemos conocer qué exigencia tendrán a la hora de competir.

El jugador de fútbol sala requiere de una gran condición física y de una amplia formación técnica individual, necesarias para desenvolverse a gran velocidad, con precisión, para desplazarse con y sin la pelota, y también requiere de una desarrollada capacidad cognitiva para tomar decisiones en fracciones de segundos.

Es básico conocer qué ocurre durante un partido de fútbol sala, para describir con exactitud la demanda fisiológica y mecánica del esfuerzo realizado. Para ello, centraremos dicho análisis en los trabajos realizados por diferentes autores, como Andrín (2004), quien analiza diferentes partidos del Campeonato Sudamericano de Fútbol Sala FIFA, y Barbero-Álvarez (2003), quien analiza diez partidos de la Liga Nacional Española retransmitidos por televisión.

En primer lugar, cabe destacar las variables de registro que a nuestro parecer son necesarias para un mejor conocimiento de la secuencia de esfuerzos realizados en competición:

Tiempo total de duración de cada partido.

Tiempo real de juego de cada partido.

Tiempo total de pausas de cada partido.

Cantidad de interrupciones que se realizan durante el partido.

Duración de las pausas en las interrupciones durante el juego.

Distancia total recorrida durante el partido.

Distancia total recorrida a diferentes intensidades durante el juego.

Cantidad de recorridos que se realizan a diferentes intensidades de carrera.

Distancia total recorrida conduciendo el balón.

Cantidad de veces que el jugador toma contacto con el balón.

Distancia máxima-mínima-promedio recorrida en cada repetición a distintas intensidades.

Tipos de desplazamientos y direcciones de los mismos realizados en el partido.

Gráficos de los desplazamientos de cada jugador.

Distancia promedio recorrida en intervalos de 1 minuto de juego.

Distancia promedio recorrida en cada intervalo realizado durante el juego.

Para realizar el análisis de estas variables, estableceremos dos grandes grupos: factor tiempo y factor velocidad-distancia.

Factor tiempo

Contempla la duración de las acciones del juego con y sin pausas, duración de las pausas, tiempo neto de juego, etc. Para ello se presentan datos referentes al análisis de diferentes partidos correspondientes al Campeonato Sudamericano categoría Sub-20 de Fútbol Sala FIFA (tabla 1-1).

Tabla 1-1 • Tiempo total y tiempo neto de juego durante un partido de fútbol sala


Adaptada de Andrín, 2004.

Si analizamos los datos reflejados en la tabla 1-1, cabe mencionar algunos de ellos que serán de interés a la hora de abordar las propuestas teórico-prácticas de entrenamiento de las cualidades determinantes en fútbol sala, que se presentan en el capítulo 4.

También se presentan los resultados del análisis realizado por Barbero-Álvarez (2003), donde se reflejan los datos referentes al tiempo real (TR) y tiempo de pausa (TP), de los diez partidos de liga analizados (figura 1-6).


Figura 1-6 • Tiempo total de juego (TT), tiempo real (TR), tiempo de pausa (TP) y media de los diez partidos analizados.

De Barbero-Álvarez, 2003.

De estos dos estudios se desprenden las siguientes consideraciones:

Tiempo total de juego sin intermedio. Se aprecia que la duración de la situación de juego, que provoca las correspondientes adaptaciones del organismo y las consecuentes respuestas biológicas, es realmente de 76 min de promedio, lo que supone una duración mayor en un 37% con respecto al tiempo neto de juego estipulado por el reglamento (40 min). Esta apreciación condicionará algunas cuestiones de nuestro proceso de entrenamiento como son: los volúmenes de trabajo, tanto general en pretemporada como específico en el período competitivo, la duración y ubicación de los períodos destinados a la regeneración y a la «supercompensación» del organismo, y otras cuestiones relacionadas con aspectos tácticos, como pueden ser las rotaciones en los jugadores según los minutos jugados y las peculiaridades fisiológicas individuales de cada jugador (aspecto que será abordado en capítulos posteriores).

Tiempo neto de juego. Con una duración de 40 min «a tiempo parado», estipulado por el reglamento, se aprecia que la duración del mismo supone un 52% del tiempo total de juego, valor muy próximo al tiempo de pausa y descanso, que es de un 48%. Este dato nos revela la realidad, que un jugador de fútbol sala se encuentra prácticamente el mismo tiempo implicado en acciones de juego (a diferentes intensidades), como descansando, hecho que puede traducirse en que la densidad del trabajo (relación trabajo-pausa) es 1:1. Este análisis será de gran interés y a tener en cuenta a la hora de establecer tiempos de trabajo y descanso cuando se entrene de forma específica.

Tiempo de juego frente a tiempo de pausa. En este apartado se desglosa el concepto de la densidad de trabajo reseñado en el apartado anterior. Para ello, se presenta un análisis con las diferentes duraciones, tanto de las acciones de juego como de las pausas, registradas en los citados partidos (tabla 1-2).

Tabla 1-2 • Registro de las frecuencias de trabajo y descanso según la duración de las mismas


Si analizamos los datos presentados en la tabla 1-2, cabe destacar los siguientes aspectos:

La mayoría de las acciones, tanto de trabajo como de pausa, tienen una duración próxima a los 15 s.

Se producen 160 acciones de juego y 160 pausas en los 40 min de duración del partido, lo que equivale a un promedio de 4 pausas por minuto.

Barbero-Álvarez (2003) analiza diez partidos retransmitidos por televisión, para lo cual emplea una plantilla reflejando los siguientes parámetros: tiempo total de juego (TT), tiempo real de juego (TR), tiempo de pausa (TP), tiempo de acción (TA) y la relación entre tiempo de acción y tiempo de pausa (TA/TP) (figura 1-7).


Figura 1-7 • Número medio de acciones ataque-defensa y porcentajes por intervalos de duración.

Adaptada de Barbero-Álvarez, 2003.

Estos datos coincidirían con los expuestos por Riveiro (2000). Este autor indica que la mayoría de las acciones suceden en períodos muy cortos de tiempo (5-15 s) por lo que aventura un alto componente anaeróbico aláctico.

De estos dos aspectos se vislumbra que una secuencia de trabajo óptima, cuando se proponga un trabajo de carácter intermitente para el desarrollo de la condición física de forma específica, será de 15-15 s. Se entiende, por tanto, que la densidad de trabajo específica de competición es de 1:1.

Factor velocidad-distancia

Se establecen seis tipos de esfuerzos realizados a diferentes velocidades/intensidades, midiendo en cada uno de ellos la frecuencia de realización, la distancia recorrida en cada repetición de cada uno de los esfuerzos y la distancia total de cada esfuerzo (tabla 1-3).

Tabla 1-3 • Caracterización de los esfuerzos, frecuencia y distancia recorrida en cada uno durante un partido de fútbol sala


Rep: repeticiones. Adaptada de Andrín, 2004.

Cabe destacar que este análisis ha sido realizado por otros autores, obteniéndose resultados muy dispares, hecho que puede atribuirse a la competición, el nivel de los jugadores, el número de jugadores analizados, el tiempo jugado por cada jugador, sistemas de medida, etc. A continuación se hace referencia al estudio realizado por Barbero-Álvarez et al. (2008), en el que se analiza un equipo español profesional de fútbol sala durante cuatro partidos, obteniéndose los resultados que se muestran en la figura 1-8.


Figura 1-8 • Ejemplo de distancia media recorrida por minuto por cada jugador en la primera y segunda parte de un partido de fútbol sala.

Adaptada de Barbero-Álvarez et al., 2008.

A su vez, en el presente estudio se hace referencia a las distancias obtenidas por otros autores, desde comienzo de la década de 1990 (tabla 1-4).

Tabla 1-4 • Promedio de distancias por período y totales


De Barbero-Álvarez et al., 2008.

Igualmente, en el citado estudio se realiza un desglose de la distancia recorrida en función de la velocidad, estableciéndose seis categorías de análisis (figura 1-9):

De pie.

Andando.

Trotando.

Carrera a intensidad media.

Carrera a alta intensidad.

Carrera a máxima velocidad (esprín).

A la vista de los diferentes análisis realizados por distintos autores en lo que al factor velocidad-distancia se refiere, se desprende que la distancia media recorrida por un jugador de fútbol sala en un partido es de unos 4500 m, de los cuales, por encima del 50% son recorridos a intensidades elevadas, de ahí la necesidad del empleo predominante de entrenamientos específicos, donde se reproduzcan secuencias de esfuerzos realizados a altas intensidades y con duraciones próximas a los 15 s.


Figura 1-9 • Porcentajes, desviaciones estándar y distancias medias cubiertas en las diferentes categorías establecidas en este estudio.

CIM: carrera intensidad media.

CAI: carrera alta intensidad.

CMV: carrera máxima velocidad.

De Barbero-Álvarez et al., 2008.

En relación con este apartado, cabe mencionar el desplazamiento del jugador por el campo, reflejado en el gráfico de la figura 1-10.


Figura 1-10 • Recorridos realizados por un jugador durante 10 min de juego.

De Andrín (2004).

Como se aprecia en el gráfico, los desplazamientos realizados por un jugador de fútbol sala abarcan prácticamente toda la superficie del campo, hecho que implica infinidad de cambios de dirección, con las correspondientes acciones de frenada, arrancadas, saltos, giros-pivotes, etc. Esta consideración también será de interés a la hora de elegir los medios de entrenamiento para el desarrollo de la condición física, y para el establecimiento de pautas de trabajo de ejercicio preventivo y terapéutico.

Una vez analizado qué ocurre durante un partido de fútbol sala, pasaremos a profundizar en el conocimiento de la demandas metabólico-fisiológicas y mecánicas de este tipo de esfuerzos.

Demandas fisiológico-metabólicas

En este apartado, el análisis se centra en las diferentes vías que intervienen en la obtención de la energía necesaria para la consecución de los esfuerzos propios del fútbol sala. Las investigaciones relacionadas con las demandas fisiológicas de modalidades deportivas de esprines múltiples, indican que esas actividades originan una considerable demanda tanto sobre la vía aeróbica, como sobre la anaeróbica, aunque la contribución relativa de cada una de estas vías sea motivo de controversia entre los diferentes autores (Glaister, 2005).

Metabolismo aeróbico

Durante esfuerzos máximos, la resíntesis aeróbica de trifosfato de adenosina (ATP) es realizada, en primer lugar, a través de la oxidación de la glucosa (Glaister, 2005). Al principio de un bloque de ejercicio intenso, hay un retraso en el O2 por el trabajo muscular (figura 1-11). Sin embargo, si la duración del período de trabajo se limita a unos pocos segundos, el oxígeno destinado a la mioglobina (MbO2), puede tamponar la demanda inicial de oxígeno del ejercicio (Glaister, 2005).


Figura 1-11 • Consumo de oxígeno del muslo durante el primer minuto de un bloque de 3 min de ejercicio intenso (∼ 120% del O2 max) de extensión de rodilla. Valores corregidos por el tiempo de tránsito sanguíneo.

Adaptada de Bangsbo et al., 2000.

La cantidad de mioglobina contenida en el músculo esquelético humano es, aproximadamente, de 2 mmol O2/kg dm (Glaister, 2005). Este almacén de oxígeno es rápidamente desaturado al comienzo del ejercicio como respuesta a la rápida caída de la presión parcial de oxígeno intracelular. A intensidades lo suficientemente elevadas como para alcanzar el O2 max, la mioglobina es desaturada aproximadamente al 50% de los valores de reposo a lo largo de 20 s. Sin embargo, la sensibilidad de la desaturación de la mioglobina a la intensidad del ejercicio es una cuestión sometida a controversia (16, 19).

Durante el descanso, los depósitos de mioglobina son repuestos completamente a lo largo de 20 s una vez que cesa el ejercicio (Richardson et al., 1995). Con una rápida tasa de restauración, es poco probable que la disponibilidad del oxígeno de la mioglobina fuera un factor limitante durante esprines repetidos.

Aunque las investigaciones aportan un incremento progresivo en la producción aeróbica de ATP durante esprines repetidos, el nivel de provisión aeróbica de ATP será aún considerablemente menor que toda la demanda energética (Glaister, 2005). Como tal, el papel principal del metabolismo aeróbico durante trabajos de esprines repetidos, parece residir en su exclusiva contribución para la restauración de la homeostasis interviniendo durante los períodos de recuperación.

Metabolismo anaeróbico

Este apartado lo desglosaremos en dos subapartados correspondientes a las dife-

rentes vías anaeróbicas de obtención de energía:

Fosfocreatina (PCr). Durante un solo esprín máximo (de 5 a 6 s de duración) se ha registrado que la degradación de la PCr es responsable de, aproximadamente, el 50% del total de la provisión anaeróbica de ATP (Glaister, 2005). Sin embargo, la contribución de la PCr durante esprines repetidos está determinada, en gran parte, por la capacidad a la cual los depósitos de PCr son repuestos durante períodos de recuperación. Análisis de la cinética de la recuperación de la PCr bajo condiciones isquémicas, han demostrado que la resíntesis de la PCr es realizada exclusivamente vía resíntesis aeróbica del ATP (6, 18). Además, la cinética de la recuperación de la PCr ha demostrado ser sensible a manipulaciones en la disponibilidad de oxígeno (Haseler et al., 1999). Después de un trabajo submáximo, con una mínima alteración del pH, la PCr sigue un patrón monoexponencial de resíntesis (figura 1-12). Sin embargo, realizando un trabajo máximo, la cinética de la recuperación de la PCr es mejor descrita por un patrón de resíntesis biexponencial (figura 1-13). En la bibliografía especializada se indica que la fase inicial rápida es la menos afectada por la caída concomitante del pH (Roussel et al., 2000).


Figura 1-12 • Influencia del oxígeno disponible en la cinética de la recuperación de la PCr del músculo gastrocnemio, tras 5 min de repetidas flexiones plantares submáximas, determinada por imagen de resonancia magnética localizada.

Adaptada de Glaister, 2005.


Figura 1-13 • Cinética de la recuperación de la PCr del músculo gastrocnemio medio tras 30 s de repetidas flexiones plantares máximas, determinada por imagen de resonancia magnética localizada

Adaptada de Glaister, 2005.

En trabajos de esprines repetidos, a pesar de la caída progresiva de la concentración de PCr antes de cada esprín y a lo largo de cada repetición, es probable que con rangos de resíntesis de PCr de aproximadamente 1,3 mmol/kg dm/s, en períodos de 30 s de recuperación, podría permitir que la PCr continuara realizando una contribución sustancial a la resíntesis total de ATP más allá del esprín final (Glaister, 2005).

Por tanto, en esfuerzos de esprines repetidos, como es el caso del fútbol sala, la energía proveniente de la PCr requiere de 30 s de recuperación para que pueda ser utilizada, en gran medida, hasta el esprín final. Pero, según los resultados obtenidos anteriormente del análisis temporal de partidos de fútbol sala, la secuencia trabajo-recuperación es de 15 s-15 s, por lo que la restauración de los depósitos de la PCr es incompleta y, por ello, se requiere del empleo de otras vías que serán comentadas a continuación. Este razonamiento ha llevado a multitud de profesionales vinculados al entrenamiento deportivo en fútbol sala, a la suplementación con monohidrato de creatina.

Glicólisis. Durante un esprín corto, la rápida caída de la concentración de PCr se compensa por el incremento en la activación de la glicólisis con la combinación de dos procesos para mantener la producción de ATP, en un rango de 11-14 mmol ATP/kg dm/s (Glaister, 2005). Con elevados rangos de actividad glicolítica, la concentración de lactato muscular se incrementa hasta alcanzar valores extremadamente altos y, con el asociado incremento en la concentración de iones de hidrógeno (H+), han sido implicados, a menudo, como una causa de fatiga (5, 22). Durante la recuperación se ha comentado que la glicólisis es desactivada (18, 21) y el retorno del pH a los valores de reposo sigue un patrón de resíntesis monoexponencial, con un tiempo medio de 9 min (figura 1-14).


Figura 1-14 • Recorrido temporal del pH muscular durante recuperación pasiva de 6 min de ejercicio dinámico exhaustivo.

Adaptada de Glaister, 2005.

El rango de provisión de ATP mediante la vía glicolítica se regula por la interrelación de varios factores metabólicos. Durante esfuerzos intermitentes máximos, se producen cambios progresivos en el medio ambiente metabólico, dirigidos por una inhibición gradual de la glicólisis con esprines repetidos (4, 9). En el estudio de Gaitanos et al. (1993), la glicólisis es responsable del 44% de la provisión anaeróbica total de ATP durante el primer esprín, mientras que la correspondiente valoración en el décimo esprín era del 16% (figura 1-15). Además, en cuatro de los sujetos (n = 7), la contribución de la glicólisis a la producción anaeróbica total de ATP durante el décimo esprín, fue estimada en un valor de cero.


Figura 1-15 • Producción anaeróbica de ATP (excluyendo la provisión de energía proveniente de la producción de lactato) durante el primer y último esprín de 10 esprines de 6 s, con períodos intercalados de recuperación de 30 s.

Adaptada de Gaitanos et al., 1993.

A modo de resumen, podemos establecer que el sistema energético aláctico ATP-PCr tiene una frecuente participación al abastecer los esfuerzos breves de alta intensidad, el cual se alterna permanentemente con el sistema energético aeróbico, que participa en la acciones de baja intensidad sirviendo, a su vez, como el medio para una recuperación activa. La participación del sistema energético anaeróbico glicolítico o láctico incrementará su participación en los momentos en que los tiempos de pausa sean tan cortos que no permitan el restablecimiento del fosfágeno, o bien cuando los tiempos de las acciones de alta intensidad tengan una duración prolongada (> 12-15 s).

Dentro de este apartado, es importante contemplar otra variable que nos permite conocer la intensidad del esfuerzo realizado, así como su uso de cara a una posible prescripción de ejercicio en base a ella. Nos estamos refiriendo a la frecuencia cardíaca (FC). Para tratar este punto nos centraremos en el análisis de la misma en situación real de competición, aspecto contemplado en la bibliografía especializada. Barbero-Álvarez et al. (2008) obtienen una media de 174 ppm durante el análisis de cuatro partidos, representando dicha media el 90% de la frecuencia cardíaca máxima (FC máx) (figura 1-16). Para este análisis, los autores establecen tres zonas de trabajo:

1. Actividad muy vigorosa. Se considerada como tal aquellas intensidades superiores al 85% de FC máx. En este caso, el tiempo de juego en el que los jugadores permanecieron en esta zona fue del 83% del tiempo total.

2. Actividad moderada. Son aquellas intensidades comprendidas entre el 65% y el 85% de la FC máx. En este caso, el tiempo de juego en el cual los jugadores permanecieron en esta zona fue de un 16% del tiempo total.

3. Baja actividad. Corresponde a intensidades inferiores al 65% de la FC máx. En esta zona tan solo permanecieron un 0,3% del tiempo total.


Figura 1-16 • Porcentaje de tiempo gastado en baja actividad (< 65% FC máx), actividad moderada (65-85% FC máx) y actividad muy vigorosa (> 85% FC máx) durante la primera y segunda mitad y la media.

*P50,05. **P50,01.

Adaptada de Barbero-Álvarez et al., 2008.

De este análisis de la FC se desprende que la mayor parte del tiempo (83% exactamente), el jugador se encuentra en zona umbral anaeróbica (la cual es alcanzada en torno al 80% de la FC máx), hecho que argumenta la necesidad del deportista de estar entrenado para poder entrar y mantenerse en dicha zona. Esta reflexión será de gran utilidad a la hora de planificar la carga de entrenamiento con el objetivo de mejorar el rendimiento anaeróbico del jugador.

Demanda fisiológico-mecánica

En este apartado, el análisis se va a centrar en todos aquellos aspectos relacionados con el movimiento humano, entendiendo como tales la fuerza y sus manifestaciones, y la relación de las mismas con la velocidad, que intervienen principalmente en aquellas acciones de las que depende el rendimiento físico en fútbol sala. En primer lugar, cabe definir el concepto de fuerza en el deporte, ya que hablamos de fuerza aplicada, definida de la siguiente forma: la fuerza, desde el punto de vista de la mecánica, es toda causa capaz de modificar el estado de reposo o de movimiento de un cuerpo, así como la causa capaz de deformar los cuerpos, bien por presión (compresión o intento de unir las moléculas de un cuerpo) o por estiramiento o tensión (intento de separar las moléculas de un cuerpo) (González-Badillo, 2002).

Desde el punto de vista fisiológico, la fuerza se entiende como la capacidad de producir tensión que tiene el músculo al activarse. Teóricamente, esta capacidad está en relación con una serie de factores como son: el número de puentes cruzados de miosina que pueden interactuar con los filamentos de actina (Goldspink, 1992), el número de sarcómeras en paralelo, la tensión específica o fuerza que una fibra muscular puede ejercer por unidad de sección transversal (N • cm–2) (Semmler y Enoka, 2000), la longitud de la fibra y del músculo, el tipo de fibra y los factores facilitadores e inhibidores de la activación muscular (citado en González-Badillo, 2002).

Por esto, la fuerza aplicada es la manifestación externa de la tensión interna generada en el músculo. Dado que, en un mismo sujeto, la fuerza aplicada depende del tiempo disponible para aplicar fuerza o de la velocidad a la que se desplaza la resistencia, la fuerza aplicada se puede definir como la manifestación externa (fuerza aplicada) que se hace de la tensión interna generada en el músculo o grupo de músculos a una velocidad determinada (adaptada de González-Badillo, 2002), y también como la manifestación externa (fuerza aplicada) que se hace de la tensión interna generada en el músculo o grupo de músculos en un tiempo determinado (González-Badillo, 2000, 2002).

Una vez introducido el concepto de fuerza en el deporte, vamos a concretar las acciones propias del fútbol sala. En este deporte, un gran número de acciones deportivas están marcadas por una sucesión de esfuerzos de forma intermitente, en los que las acciones de juego tienen una duración media de 15 s y en las cuales, más del 50% se realizan a elevadas intensidades de carrera. Ha de concretarse que, a medida que mejora el rendimiento deportivo, empeoran las condiciones para aplicar fuerza: el sujeto cada vez tendrá menos tiempo para aplicar fuerza ya que la misma acción ha de realizarse a mayor velocidad si se quiere mejorar el rendimiento. El sujeto tiene que recorrer el mismo espacio a más velocidad o en menos tiempo para superar al adversario y con ello mejorar su rendimiento deportivo. De esta cuestión se derivan los siguientes conceptos:

Producción de fuerza en la unidad de tiempo (fuerza explosiva). Es el resultado de la relación entre la fuerza producida y el tiempo necesario para ello. La relación entre ambas magnitudes (fuerza y tiempo) se representa en la curva fuerza-tiempo. Puede utilizarse tanto para mediciones estáticas como dinámicas. Las modificaciones positivas en la curva fuerza-tiempo se producen cuando la curva se desplaza hacia la izquierda y arriba, lo que significa que para producir la misma fuerza se tarda menos tiempo, o que en el mismo tiempo se alcanza más fuerza, es decir, mejora de la fuerza explosiva y, por tanto, del rendimiento en competición.

Relación fuerza-velocidad y potencia. Nos referimos en este caso a la relación existente entre la fuerza generada por un músculo y la velocidad a la que lo realiza, la cual proviene de la medición del grado de acortamiento de un músculo respecto al tiempo que consume en ese acortamiento. Esta relación es de tipo inverso: a medida que aumenta la velocidad de acortamiento, disminuye la fuerza aplicada por un músculo, y viceversa. Esta relación se representa a través de la curva fuerza-velocidad. Una característica importante de la curva fuerza-velocidad es que el área bajo la curva indica la potencia muscular (figura 1-17). Si el entrenamiento es capaz de desviar la curva hacia la derecha y hacia arriba, aumentará el área bajo la curva y, por tanto, la potencia. Conociendo la potencia necesaria para la ejecución de un ejercicio o una serie de ellos, la curva fuerza-velocidad nos proporcionará un índice muy aproximado a las condiciones óptimas para obtener el máximo rendimiento deportivo (figura 1-18) (González-Badillo, 2002).


Figura 1-17 • Distintos valores de potencia en el área bajo la curva fuerza-velocidad.

Adaptada de González-Badillo, 2002.


Figura 1-18 • Esquema de los efectos producidos por los diferentes tipos de cargas sobre la curva fuerza-velocidad.

Adaptada de González-Badillo, 2002.

A modo de resumen, cabe destacar que, desde el punto de vista mecánico, nos encontramos ante un «deporte de potencia», es decir, de un deporte cuyo rendimiento está muy condicionado por la capacidad del deportista de aplicar fuerza lo más rápido posible y, por consiguiente, en el menor tiempo posible, y la evolución de tal capacidad. Por tanto, la mejora del rendimiento (físico) pasará por centrar una parte importante del proceso de entrenamiento en esta cuestión.

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