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Capítulo III Las articulaciones

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Bisagra, junta, goznes… Son algunos de los sinónimos de articulación, es decir, un «engranaje» que posibilita la conexión y el movimiento de dos partes con la mayor efectividad y el menor desgaste o fricción. El cuerpo humano tiene tres tipos de articulaciones: las fijas, como por ejemplo las que unen los diferentes huesos del cráneo;4 las semimóviles, como las que conforman la columna vertebral, que tienen un movimiento limitado: más amplio hacia delante y menor hacia atrás o hacia los lados —las vértebras no entran en contacto directamente sino a través de un almohadón de fibrocartílago—; y, en tercer lugar, las articulaciones móviles, que permiten una amplia gama de movimientos: son las articulaciones de las extremidades superiores e inferiores con su gran avance evolutivo —el dedo pulgar opuesto a los demás para poder realizar el movimiento de pinza, un movimiento que diferencia a los homínidos del resto de los animales al permitirnos agarrar un palo para combatir al enemigo, asir una pluma y escribir una poesía, tañer una guitarra y arrancar por bulerías—.

Algunas de estas articulaciones son estructuras extremadamente complejas, con cartílago articular, cápsula articular y líquido sinovial humidificando y manteniendo en un medio viscoso todo el engranaje. El cartílago articular es, como su nombre indica, un tejido cartilaginoso que cubre las extremidades de los huesos impidiendo así el rozamiento y el desgaste de los mismos. Está formado por condrocitos (de ahí que se utilice codroitina para regenerarlos) y sustancia intersticial compuesta por fibras de colágeno, proteoglicanos y agua.

El envejecimiento articular

Curiosamente, una función tal vital como permitir el movimiento articulado no tiene un «sistema de riego» potente. Las articulaciones tienen una vascularización muy pobre y se nutren desde el líquido sinovial y los capilares óseos. Con la edad, también estos tejidos pierden acuosidad, las fibras se vuelven menos elásticas y el cartílago menos resistente; el peso molecular del ácido hialurónico es menor y el líquido sinovial se empobrece brindando una menor protección frente a la fricción que, de producirse, desencadena todo un proceso inflamatorio con sus consecuencias de dolor e inmovilidad. Si se deteriora el cartílago y se produce el roce entre dos huesos, el periostio de los mismos, la capa exterior, se daña, ofreciendo un aspecto áspero e irregular en vez de liso y suave. El esfuerzo de los ligamentos y músculos implicados en el movimiento de la articulación es mucho mayor y acaba por debilitarse, de manera que la articulación se vuelve rígidamente dolorosa.

Una de las consultas más frecuentes entre las personas que siguen el Protocolo Antiaging Natural conmigo es precisamente la inflamación de las articulaciones, dolores o molestias que no acaban de curarse, o el comentario: «De repente siento como si mi cuerpo crujiera». La inflamación de las articulaciones puede tener múltiples y variadas causas: desde una respuesta del sistema inmunológico a una infección, un depósito de sustancias irritantes (como cristales de urato), una autoagresión (como la poco conocida artritis reumatoide, o el lupus) y muchas otras relacionadas con la edad y el desgaste que son las que contempla el antiaging.

Además del desgaste, los cambios hormonales influyen mucho en el envejecimiento articular. Desciende la hormona del crecimiento, que es la que da tono y fortaleza a toda la musculatura y, por supuesto, a los ligamentos, descienden estrógenos y testosterona y, también, una hormona menos conocida denominada DHEA, cuya disminución parece estar muy relacionada con este tipo de inflamaciones. La analítica antiaging que recomiendo en mi consulta permite ver los niveles de todas esas hormonas y hacer un seguimiento de los marcadores de inflamación. Este tipo de examen exhaustivo es interesante en muchos casos, porque nos revela otras causas estrechamente vinculadas a la inflamación que a menudo se nos pasan por alto, como las intolerancias y las alergias, tanto a los alimentos como a metales pesados.

Intolerancias y alergias

Nuestro cuerpo puede reaccionar de forma negativa ante algún compuesto alimenticio. Decimos entonces que provoca alergia o intolerancia alimentaria. Estas reacciones pueden ser diagnosticadas mediante pruebas específicas que recomendamos en consulta cuando existen indicios que así lo aconsejan. Una intolerancia es muy diferente de una alergia, son conceptos distintos; en ambos casos, nuestro cuerpo reacciona ante un alimento, o una parte del nutriente (por ejemplo, al gluten, a la proteína de la leche o de la soja), generando anticuerpos o antígenos (Ig’s o Ag’s), produciendo una respuesta inflamatoria. Los alimentos que producen alergia o intolerancia perjudican la salud por partida doble: además de generar en nosotros un rechazo que puede manifestarse de muchas maneras —desde dolores de cabeza a bronquitis o asma—, no se digieren bien. Un alimento que no se digiere bien y se consume regularmente puede llegar a afectar a la salud del propio intestino, provocando trastornos importantes en la flora intestinal (disbiosis) o en la calidad del tejido conectivo recubierto de pilosidades que forra nuestros intestinos. Una irritación continuada por culpa de un alimento al cual somos intolerantes o alérgicos puede provocar una inflamación intestinal que acabe dañando estos delicados tejidos y desemboca en un exceso de permeabilidad intestinal. Es lo que llamamos «síndrome de permeabilidad intestinal», y es peligroso porque permite que partes demasiado grandes de alimentos que no han sido debidamente degradadas y transformadas en otras más pequeñas durante el proceso digestivo se cuelen por la pared intestinal y se queden «por ahí» flotando en la matriz extracelular, provocando inflamaciones y todo tipo de reacciones, en lugar de seguir el curso de tracto intestinal y ser eliminados como materia fecal.

Así que debemos tener muy en cuenta que la alimentación y las posibles alergias e intolerancias influyen de manera importante en el proceso de degeneración de una articulación dolorida o desgastada.

Los dolores articulares también pueden ser debidos una reacción alérgica o, incluso, a una intoxicación por metales. Existen pruebas que descartarán la eventualidad de artrosis por presencia de metales utilizados en ortodoncia o por intoxicación laboral.

La buena noticia es que también existen nutrientes capaces de regenerar y revitalizar esas zonas.

Dieta regeneradora para las articulaciones

Tome espárragos, ajo, cebolla, coles… por ser alimentos azufrados ricos en MSM (excepto si tiene cálculos de ácido oxálico).

Coma pescado azul en cantidad, añada alfalfa germinada a las ensaladas y sustituya dulces y golosinas de repostería habituales en su tentempié por flanes de gelatina, asegurándose de su pureza. Mejor si es preparada en casa.

Algunas personas son sensibles a la solalanina, un componente de las hortalizas de la familia de las solanáceas: patatas, pimientos, berenjenas, tomates… Asegúrese que no tiene problemas con este tipo de alimentos mediante el test, pues frecuentemente da positivo en personas aquejadas de artritis.

La bromelaína contenida en la piña y la papaína de la papaya son enzimas capaces de detener la inflamación.

Incorpore a su dieta flanes de gelatina; su gran riqueza en aminoácidos ayuda a mejorar la síntesis del colágeno, componente principal del cartílago. La gelatina aporta prácticamente todos los aminoácidos, entre los cuales destacan la glicina y la prolina, capaces de estimular la formación de colágeno y proteger las células cartilaginosas. La gelatina proporciona asimismo coenzimas y cofactores que facilitan la síntesis proteica.

Deporte y articulaciones

Algunos ejercicios pueden exigir un sobreesfuerzo a nuestras articulaciones, sobre todo si son gestos repetidos una y mil veces —como el golf—, que requieren impactos continuados —como tenis o equitación—, o exigen paradas repentinas y movimientos rápidos — como pádel—; prefiera la natación y los ejercicios practicados en medio acuático en donde el cuerpo realiza un buen trabajo muscular aliviando el peso corporal; y el deporte rey: caminar con ritmo y calzado adecuado.

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