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Capítulo I La piel, nuestra frontera
Оглавление«Cuando envejecemos, nuestra piel se arruga y salen manchas porque pierde la capacidad de mantenerse hidratada.» A lo largo de estas páginas vamos a ir repitiendo términos que suenan fatal, como «pérdida», «menor capacidad», «ineficacia», «declive»… Esas palabras no deben asustarnos. Son sólo palabras. De hecho, ¿qué son la madurez y la vejez sino una parte del ciclo vida-muerte-vida?
Los síntomas de envejecimiento van asociados en su inmensa mayoría al hecho de que una función específica que el cuerpo hacía más o menos bien en la primera etapa de la vida (por ejemplo, el sistema inmunitario no está del todo desarrollado en la primera infancia, ni los bebés tienen control sobre sus esfínteres), algo que funcionaba maravillosamente en la juventud (cuando el cuerpo está pletórico de fuerza y vigor), al llegar a ese Segundo Tiempo, la media parte que significan los cincuenta, parece que empieza a costar más esfuerzo, el cuerpo está cansado y ya no realiza todas las funciones físicas, químicas y energéticas a la perfección. En eso consiste el proceso de envejecimiento, que no es la vejez propiamente dicha, de la cual se ocupa la Geriatría. La buena noticia es que disponemos de herramientas para pasar el hito histórico de los cincuenta y vivir un Segundo Tiempo disfrutando de la vida y sintiéndonos bien.
Conocer el proceso, restituir en la medida de lo posible el vigor y la fuerza con nutrientes de probada capacidad regeneradora, controlar los procesos degenerativos y potenciar todo lo que está aún en nuestro ser listo para llegar a su máxima plenitud, son los objetivos de nuestro Protocolo Antiaging Natural, o mejor dicho, de aging, que en inglés significa cumplir años, porque envejecimiento no es sinónimo de enfermedad. Lo único seguro es que todo lo que nace, muere y, según aseguran las tradiciones espirituales de todos los tiempos, ese morir no es el final más que de la vida tal como la conocemos para pasar a otro estado energético. Y mientras llegamos a ese destino, vivamos la plenitud de la madurez agradeciendo que en la época que nos ha tocado vivir nuestra esperanza de vida se haya alargado tanto, y que existen nutrientes y técnicas naturales que van a permitir que los síntomas de envejecimiento se dilaten en el tiempo sin merma de calidad de vida y con mayor calidad de espíritu. Para ello, empezaremos redescubriendo la piel, una gran desconocida.
Durante nuestra gestación, en un alarde de biotecnología, dos únicas células se dividen en cuatro y luego en ocho… hasta ir formando los diversos tejidos que a su vez se organizarán en órganos y sistemas. En el transcurso del proceso, el nuevo ser pasa por fases en las que distinguimos diferentes capas embrionarias. Una de ellas es el ectodermo. Pues bien, la piel tiene su origen en la capa embrionaria ectodermo, al igual que el cerebro y el sistema nervioso. Éste es un dato interesantísimo, porque viene a corroborar que de hecho la piel funciona como un cerebro exterior. La piel está dotada del sentido de tacto, y nos informa de la presión de un apretón de manos, de la tibieza del agua antes de sumergir en la bañera el dedo gordo del pie, del aguijón de un mosquito o del agradable cosquilleo de la arena de la orilla del mar, que con cada ola me entierra los tobillos hundiéndome un poco más en caricias de espuma y gorgojeos de caracolas.
Al sentir algo que interpreta como placer, la piel envía señales al sistema nervioso y desencadena una cascada de reacciones químicas dirigidas por nuestro hipotálamo o, por el contrario, siente dolor y pone en marcha cualquier otro sistema para detenerlo:retiro la mano que sostiene una castaña ardiente, palmoteo al mosquito impertinente, dejo caer la rosa y me llevo a la boca el dedo lastimado por sus espinas.
La piel está íntimamente ligada al sistema inmunitario y al sistema nervioso, si es que nos empeñamos en seguir hablando del cuerpo como algo que se puede separar y dividir en compartimentos. No es así. Sin embargo, utilizaremos el lenguaje al uso hasta ir descubriendo nuevas fronteras. Desde pequeños, desde bebés, gozamos del contacto de la piel, nos encanta que nos soben. Los bebés que por uno u otro motivo no pudieron recibir caricias de sus madres mostraron mayor propensión a las enfermedades y retraso en su maduración física y psíquica, con una mayor propensión a las enfermedades y a estados anímicos relacionados con la tristeza y la apatía. Cuando nacemos, todas las criaturas esperamos ser aceptadas, y es bueno y natural sentir que efectivamente lo somos, y esa aceptación es percibida por el bebé, por el cachorro, en forma de lametones, de caricias, de sonidos arrulladores y del contacto tibio de otra piel como respuesta a nuestro llanto, que es la manera en que el recién nacido inicia el diálogo con la vida, con el resto del mundo, reclamando atención: yo lloro y tú me consuelas y me das alimento, y ahí empiezo a confiar en la vida, empiezo a confiar en el mundo y decido que el mundo es un buen lugar para quedarse a vivir en lugar de añorar para siempre el útero materno.
Hoy en día, incluso los pequeños que nacen faltos de peso pasan largas horas con sus madres en bolsas tipo canguro para que sus primeros días sean lo más parecidos a lo que serían si no tuvieran necesidad de una incubadora. Numerosos programas de estimulación sensorial para bebés tienen como base los masajes y el sentido del tacto. Hace ya años que los dermatólogos de todo el mundo han comprobado que sus tratamientos mejoran de una forma espectacular con terapias que tienen en cuenta la mente y las emociones. El masaje relaja o estimula el sistema nervioso, afectando de una manera positiva situaciones de ansiedad, irritabilidad o sobreexcitación. La relación de la piel con el entorno es realmente asombrosa. Al ser la piel una verdadera barrera con el exterior, el límite entre mi propio ser y el resto del mundo, puedo reaccionar a un sentimiento de disconformidad con mi marido produciendo algún tipo de enfermedad cutánea que eleve una barrera entre los dos, desde psoriasis hasta una erupción sin importancia, de manera que con mi lenguaje corporal le estoy diciendo: no te acerques, no me toques. Evidentemente, no siempre la psoriasis es un mensaje al marido, pero muy a menudo se trata de una expresión de «no estoy cómoda con mi entorno». El entorno, el desencadenante de una erupción o una enfermedad cutánea, puede ser un alimento que no me sienta bien, tóxicos que me rodean o situaciones que me producen estrés psíquico y emocional. De hecho, el catálogo de enfermedades psicosomáticas no deja de alargarse, y muchas de ellas están relacionadas con la piel, pero el conflicto anida en el alma.
Nuestro Protocolo Antiaging tiene un especial cuidado en atender no sólo el aspecto físico y orgánico del proceso de envejecer, sino también la forma como evolucionan la psique y las emociones de los hombres y mujeres que hemos cumplido los 50 y estadísticamente tenemos por delante la mitad de la vida. Así, vemos que la piel no es sólo el mayor órgano de nuestro cuerpo, que respira, limpia impurezas mediante el sudor, regula nuestra temperatura corporal gracias a la evaporación y protege todo nuestro cuerpo recogiéndolo en una «bolsita» elástica y protectora, sino que proporciona valiosísima información. Pero,¿cómo envejece la piel?
Cómo envejece la piel
Una de las cosas que más nos preocupan cuando envejecemos y una de las preguntas que más frecuentemente se me plantea en mi consulta es: ¿Qué pasa con mi piel? ¿De dónde salen estas manchas oscuras? ¿Por qué parece que toda la cara se descuelga y pierdo el trazado de óvalo del rostro?
Ante todo, recordemos brevemente qué es eso que «de repente» parece descolgarse: piel, fascias, músculos y ligamentos. Todas estas estructuras tienen algo en común: colágeno.
Para una mejor comprensión, vamos a repasar un par de conceptos básicos de histología (parte de la medicina que se ocupa de la piel), que además están muy de moda: el colágeno y su relación con los aminoácidos que vienen en los cosméticos de última generación. El colágeno es un material extracelular fabricado por unas células llamadas fibroblastos. El colágeno es pues una proteína fibrosa constituida, como todas las proteínas, por aminoácidos organizados en cadenas de polipéptidos. Existen unos 20 aminoácidos fundamentales que, según su organización en cadenas de polipéptidos, hacen que cada proteína sea diferente de las demás y con cualidades propias. A nosotros la que nos interesa para comprender la piel es el colágeno.
La unidad básica del colágeno está constituida por tres cadenas de polipéptidos que parecen entrelazados como una triple hélice. Esta unidad se agrupa con otras idénticas para constituir una estructura llamada «fibrillas de colágeno», que a su vez se concentra formando un tejido denominado «fibras colágenas», y éstas forman los haces de colágeno. Estos haces de colágeno forman lo que conocemos como «carne» y piel. El colágeno de la piel es un tejido maravilloso que tiene la capacidad de estirarse, expandirse para albergar un bebé de 9 meses y recuperarse después. Es elástico y no se arruga. ¿Por qué ahora parece haber perdido estas cualidades? ¿Qué le falta? ¿Qué nutrientes necesitaría el colágeno para reverdecer?
El propio colágeno visto al microscopio nos da pistas: entre los aminoácidos más abundantes en una estructura de colágeno, encontramos glicina, prolina e hidroxiprolina. Los dos últimos, los aminoácidos prolina e hidroxiprolina, constituyen el 22% del colágeno. Otros dos aminoácidos, lisina e hidroxilisina, son también muy abundantes en el colágeno, mientras que en la elastina hallamos glicina, prolina, desmosina, isodesmosina y valina.
El mejor conocimiento de este tejido de sostén, el colágeno, ha animado a algunos investigadores, como el Dr. Perricone, a lanzar al mercado su propia línea de cosméticos elaborados a partir de polipéptidos para uso tópico. Otros laboratorios presentan productos que contienen aminoácidos típicos del colágeno en sinergia con la vitamina C. Así, la respuesta al descolgamiento podría ser que los fibroblastos dejan de sintetizar colágeno y elastina en cantidades suficientemente elevadas. La solución será pues tomar determinados aminoácidos, vitaminas y otros nutrientes esenciales para paliar ese déficit y mantener el tono del tejido conectivo. Pero eso sólo no basta. Necesitamos también agua.
La piel mantiene un delicado equilibrio entre agua y grasa. El agua llega a las células a través de la sangre que nutre todos los capilares. El envejecimiento ralentiza la circulación, hace más ineficaz el intercambio de gases y de líquidos, el interior de las células pierde capacidad para retener el agua y las glándulas sebáceas producen una menor secreción de grasa protectora, con lo que la proporción adecuada agua-grasa se rompe. Se calcula que la piel, a partir de los 25 años, pierde elastina y colágeno a razón de un 1% anual, con lo cual al llegar a la madurez el colágeno se ha reducido alrededor de un 20%.
Todo ello se traduce en los signos más conocidos: menor densidad, descolgamiento, fragilidad, arrugas, flacidez, pérdida de brillo, pigmentación irregular, sequedad… Y, por supuesto, degeneración por radicales libres, el principal factor de envejecimiento de la piel.
Los radicales libres
La principal teoría del envejecimiento fue planteada por el Dr. Hartman, Premio Nobel en 1995. Su postulado es el siguiente: envejecemos por la acción de los radicales libres, moléculas que se nutren del oxígeno del cuerpo y lo desgastan en forma continua, produciendo el envejecimiento. Los radicales libres son unas moléculas de oxígeno altamente inestables que han perdido un electrón en procesos metabólicos orgánicos. Son muy reactivas y provocan reacciones en cadena. Actúan sobre las grasas de las membranas celulares y, también, sobre el núcleo de las proteínas, provocando graves daños a las células y desintegrando las membranas.
Hoy nadie duda que los radicales libres sean la principal causa de envejecimiento. Hay muchísimos factores que provocan en nuestro cuerpo reacciones químicas cuyo resultado es un aumento de radicales libres, procesos que no son intrínsecamente nocivos ni debemos evitar: respirar, comer son actos biológicos necesarios que producen desechos y a nadie se le ocurre dejar de respirar para no producir CO2. El propio cuerpo fabrica anti-radicales que se encargan de mantener a raya estos peligrosos oxidantes. El problema es, como siempre, el desequilibrio, y éste se produce o bien porque nuestro cuerpo ya no es capaz de generar suficientes antiradicales, o bien porque nosotros exponemos a nuestro organismo a un entorno que favorece la aparición de radicales libres: la exposición prolongada al sol, el humo ya sea de tabaco o industrial, la contaminación, las toxinas, las drogas… Lo cierto es que estas moléculas se sienten incompletas y buscan desesperadamente un electrón para parearse. Cuando se adhieren a una membrana para estabilizarse, la degeneran. Atacan tanto a proteínas como a lípidos e incluso al ADN. En el caso de la piel, el radical libre se adhiere a fibras de colágeno y las lesiona, produciendo de esta manera un «daño por Radical Libre». El resultado es una herida que ha de cerrarse con tejido cicatricial, un tejido rugoso e irregular que, como seguramente todos hemos podido experimentar en nuestro propio cuerpo, vuelve la piel rígida. El ataque de un radical libre a nuestra piel descompone las fibras de colágeno y de elastina en las capas profundas dando lugar a las arrugas. Así envejece la piel: menos producción de colágeno por parte de los fibroblastos, pérdida del equilibrio agua-grasa y, sobre todo, ataques de radicales libres. Bajo una arruga subyace una lesión provocada por radicales libres.
Los antirradicales actúan oxidándose ellos, donando un electrón. Nuestro organismo produce antioxidantes endógenos: glutatión, catalasa, superoxidodismutasa. La vida vegetal ha desarrollado maravillosos sistemas de defensa antirradicales para proteger sus azúcares, grasas y su propio ADN de las radiaciones solares. Se trata de vitaminas, bioflavonoides y pigmentos de los cuales los humanos nos servimos para aumentar nuestro capital antioxidante. Linus Pauling, investigador y científico que mereció el Premio Nobel dos veces, recomendaba tomar vitaminas C y E. Se lamentaba de no haber empezado a tomarlos hasta los 70 años, pues estaba convencido de que los antioxidantes retrasaban el envejecimiento celular y prolongaban la vida. Murió a los 93 años. Hoy las vitaminas C y E siguen vigentes mientras una nueva generación de superantioxidantes se ha puesto de moda, disputándose el honor de ser los más potentes. Vamos a ver algunos.
Los antioxidantes. La vitamina C y el éster de C
La vitamina C es fundamental en la síntesis del colágeno. Linus Pauling, Premio Nobel de Química en 1954, dedicó mucho tiempo y energía a estudiar esta vitamina durante los últimos años de su fructífera vida como investigador. Mucho más recientemente, el Dr. Perricone, fascinado por la capacidad regeneradora de la vitamina C, hizo una serie de experimentos con ella, elaborando preparados para aplicarla tópicamente sobre el rostro. Los resultados no fueron buenos debido a la poca afinidad de la vitamina C, que es hidrosoluble, con la piel. En efecto, la vitamina C (ácido ascórbico) es muy ácida e irrita la piel, se oxida muy rápido y pierde eficacia. Por eso la mayoría de los productos con vitamina C son muy poco efectivos. Sin embargo,Perricone no se desanimó. Convencido como estaba del inmenso beneficio que la vitamina C podía aportar a sus pacientes con piel ajada y falta de brillo, continuó sus investigaciones, que le llevaron a combinarla con aceite de palma, desarrollando la fórmula de palmitato ascórbico, también llamado éster de C.
El éster de C es pues una vitamina C liposoluble, es decir, que se disuelve bien en medio graso; tiene las propiedades de no ser ácida y penetrar fácilmente en la membrana celular; se absorbe con mayor rapidez y llega a una profundidad 10 veces mayor. El éster de C estimula la producción de fibroblastos, reduce arrugas y reafirma la piel flácida. El éster de C es estable y sus efectos en cremas y sérums sí es eficaz. Los estudios de Perricone han mostrado evidencia en tratamiento de quemaduras solares, e incluso mejora de la psoriasis.
Una de las propiedades más interesantes de la vitamina C no es sólo su función antioxidante, sino su capacidad para estimular la síntesis de colágeno y elastina. En efecto, la vitamina C es capaz de transformar una serie de aminoácidos, especialmente la prolina —como hemos visto muy abundante en el tejido conectivo— en colágeno, reestructurando así el entramado de fibras subcutáneas, mejorando su salud y el aspecto del cutis.
Nuestro Protocolo de Antiaging Natural recomienda combinar la ingesta de vitamina C con la utilización de algún suero de éster de C para su aplicación sobre rostro y cuello, debajo de la crema habitual. Linus Pauling recomendaba la ingesta de hasta 3 gramos diarios, lo cual hoy en día está siendo revisado. Por aquel entonces, todas las investigaciones del Nobel estaban centradas principalmente en las propiedades de este antioxidante para prever ciertas enfermedades degenerativas y, desde luego, el envejecimiento celular. Hoy en día sabemos que los antioxidantes también se especializan. Los antioxidantes hidrosolubles protegen sobre todo proteínas y glúcidos. Los antioxidantes liposolubles evitan la oxidación de las grasas. ¡Y no hay que olvidar que la pared celular está compuesta por una bicapa lipídica (es decir, una capa doble de materia grasa)! Una buena dosis sería entre 300 miligramos y 1 gramo diario, teniendo en cuenta que en estados de agotamiento, de estrés y los fumadores necesitarán la dosis más alta de esta horquilla.
La vitamina E
La forma más conocida de la vitamina E es el d-alfa tocoferol, ampliamente extendida en el mundo cosmético. Es un antioxidante liposoluble. Me gustaría presentarles la vitamina E de alta potencia, los tocotrienoles, que recientes investigaciones han demostrado ser mucho más efectivos que los tocoferoles. Tanto los tocoferoles como los tocotrienoles forman parte del complejo vitamínico E y su uso mejora visiblemente la piel seca, cabellos, uñas y, algo importantísimo —como nos reveló el Dr. Ibáñez Sabio—:¡es un gran protector de las válvulas cardíacas!
El ácido alfalipoico
El ácido alfalipoico es una molécula antioxidante endógena, esto es, que ya se encuentra en nuestro organismo, en todas las células de nuestro cuerpo, si bien su presencia cae en picado con la edad, y con ella su efecto protector. El alfalipoico es hidrosoluble y liposoluble a la vez, y su campo de actuación es superficial y profundo al mismo tiempo. Gracias a esta doble solubilidad, el ácido alfalipoico potencia los efectos de los antioxidantes hidrosolubles y de los liposolubles. Es el único antioxidante que estimula el metabolismo celular que en nuestro Segundo Tiempo viene ya ralentizado por la edad. Aumenta la capacidad regeneradora de las células, y algo muy importante: actúa en la inflamación previa a las arrugas, inhibiendo la producción de eicosanoides perjudiciales. Más adelante, veremos el papel importantísimo que tiene algo tan común a simple vista como puede ser una inflamación. La inflamación es algo más que una respuesta a una contusión. Y bajo las arrugas subyace una inflamación, la mayoría de las veces causada por el ataque de un radical libre.
Un dato más sobre el ácido alfalipoico: combate la degeneración celular que provoca en nuestras células el exceso de azúcar circulante por nuestro cuerpo. El azúcar celular se adhiere y degrada cualquier proteína que encuentre en su camino;si ésta es colágeno o elastina, se incorpora a su estructura dañándola y haciendo que pierdan la elasticidad propia del tejido conjuntivo, todo lo cual es especialmente interesante para diabéticos y personas propensas a elevados niveles de azúcar en sangre.
Dimetilaminoetanol
Este antioxidante se encuentra en el pescado. Es un antioxidante de última generación que también puede aplicarse de forma tópica. Yo no recomiendo su ingesta si no es bajo el control estricto de un especialista, por la corta experiencia documentada en sus efectos sobre el sistema nervioso, sino su aplicación en forma de masaje bajo la crema habitual, tanto del rostro como de todo el cuerpo. Es muy eficaz para mejorar el tono de las fibras de colágeno, músculos y ligamentos, y realmente una aplicación diaria acompañada de un poco de ejercicio que movilice la zona da unos resultados espectaculares. La piel flácida cambia en una semana. Su efectividad se basa en que actúa convirtiéndose en un componente más de la membrana celular. Dentro de la aparatología cosmética, existe una gama que trabaja con DMAE1 para lograr la máxima penetración.
Las manchas de envejecimiento
Los que ahora llegamos al Segundo Tiempo hemos cometido muchas barbaridades con el sol. ¿Te acuerdas de la famosa crema de la vaca? ¿O el aceite de oliva con gotitas de limón? De lo que se trataba era de ponerse morena y aún no habíamos oído hablar de los factores de protección ni de la desaparición de la capa de ozono. El cáncer de piel era algo ajeno a nuestro bronceado… ¡Seguro!
Con el tiempo hemos aprendido a respetar el sol, pero la piel tiene una tremenda memoria celular, va tomando nota de las horas que tomamos el sol y, la muy rencorosa, siempre acaba por leernos la cartilla. Las manchas de envejecimiento indican una acumulación de desechos o de lipofucsinas bajo la epidermis. Son una clara señal de intoxicación por radicales libres generalmente asociadas a una excesiva exposición solar. Las manchas solares pueden tener un origen diferente:pueden indicar un hígado sobrecargado y una acumulación de desechos y toxinas que el hígado no ha podido eliminar. Así pues, aunque existen en el mercado algunas buenas cremas despigmentantes, yo aconsejo como tratamiento Antiaging específico para las manchas dosis importantes de antioxidantes acompañados de un drenaje hepático, una limpieza de colon y su regeneración basándose en glutamina y flora bacteriana.
Pautas para una piel resplandeciente
Antioxidantes, drenaje hepático, limpieza y regeneración de intestinos. Veamos algunos consejos para que su piel esté resplandeciente. Aparte de los suplementos de nutrición celular que actuarán como un cosmético en el ámbito orgánico, hay ciertos hábitos —gestes de beauté, como dicen los franceses— que una vez incorporados a nuestra rutina cotidiana resultan sumamente sencillos y son tan poderosos y eficaces como el mejor y más costoso tratamiento de belleza. El primero es reducir el azúcar.
Lo primero que tenemos que tener en cuenta es la estrecha relación que existe entre el colágeno y el azúcar. Curioso,¿verdad? Bueno, llegando a la segunda parte de nuestra vida, se impone recabar información y aplicarla sabiamente. El azúcar, lo dulce, es importante en nuestra vida. Pero nunca lo había sido tanto, o había estado tan presente en nuestras vidas. En nuestro país, tradicionalmente el postre era fruta, la merienda pan con un poco de chocolate, o un bocadillo de mortadela cuando éramos un poco mayores y necesitábamos aporte extra de energía; mortadela o jamón o queso o sobrasada, poco importa. Lo que quiero decir es que lo de los donuts y la bollería industrial es algo nuevo en nuestras costumbres. Los domingos había postre, un tortel de nata, un brazo de gitano de trufa o algo más sofisticado. En ciertas efemérides, postres tradicionales: crema por San José, natillas, torrijas, pestiños, buñuelos de viento por Cuaresma, el rosco de reyes, desde luego turrones en Navidad… España cuenta con una gastronomía y una repostería excelente, pero solamente en los últimos 20 años se ha popularizado tanto el comer helados, bollería industrial, repostería fina o chuches a cualquier hora, en cualquier lugar y todos los días de la semana. «Tierno, dulce, crujiente, cremoso» parece ser la consigna, el paradigma de la felicidad. Para la mayoría, lo dulce es agradable al paladar; para muchos, es una adición, una recompensa a una vida llena de frustraciones. Lo que se propone en este capítulo es que observemos honestamente si tenemos una apetencia compulsiva por el dulce en general o una dependencia del chocolate en particular, que trata de compensar un vacío emocional, y aprendamos a gestionarla. Más o menos como hacemos con el alcohol o con el tabaco, ¡si es que aún fumamos! Aquello de «bebe con moderación» reza también para el azúcar refinado y toda la pastelería que lo contiene. Resérvate el capricho para cuando sales a cenar con tu esposa;para cuando vas a las granjitas de toda la vida a charlar con tus amigas delante de un chocolate a la taza; para cuando llevas un postre a casa de tus padres para la comida familiar del domingo. En las demás ocasiones, como tentempié, merienda o pica-pica, regresa a las tapas, pídete una ración de boquerones o de berberechos, unos taquitos de jamón y, si quieres hacer un tratamientoAntiaging Natural de verdad, sigue los consejos sobre alimentación que propone esta obra.
¿Y eso por qué, si tú además ni siquiera engordas? Pues por varios motivos: primero, porque a partir de cierta edad, la nuestra, los cambios metabólicos que producen un «bombazo de azúcar» perjudican gravemente al páncreas y esta glándula endocrina va a ser la encargada de mantener el equilibrio entre glucosa e insulina, con lo que prevenimos caer en diabetes o resistencia a la insulina tan comunes a partir de los 50. En segundo lugar, porque efectivamente puede producir sobrepeso. En tercer lugar, porque descalcifica, y eso lo veremos al llegar al capítulo «Huesos y articulaciones». Y en cuarto lugar, porque daña la piel, daña terriblemente el colágeno.
Los diabéticos lo saben bien: el azúcar deteriora el colágeno de formas tan dispares como endureciendo el cristalino —lo que provoca la catarata del diabético— o dificulta enormemente la regeneración celular y la cicatrización de heridas —úlceras del diabético—.
Así pues, azúcar la justa. Si puede ser, mejor integral, para que lleve todos los minerales de la caña de azúcar.
El segundo «gesto de belleza» para una piel resplandeciente es evitar el estreñimiento. Ir al baño cada día. Esto es imprescindible. Tan importante es comer bien como eliminar los desechos. Si nuestro sistema excretor no funciona correctamente o con la regularidad necesaria, las toxinas correrán libremente por nuestro cuerpo y eso va a reflejarse en la piel. Para asegurar un correcto vaciado de los intestinos, tenemos una gran ayuda en las semillas de lino puestas en remojo toda la noche y bebidas por la mañana, en ayunas, junto con el gel que habrán desprendido. También recomiendo vivamente suplementos de fibra, sobre todo el betaglucano de avena y el nopal. Y, en tercer lugar, tomar un suplemento de flora intestinal rica en gran variedad de cepas de bacterias autóctonas.
Los siguientes gestos de belleza son: tomar pescado azul, rico en Omega 3; beber agua y enriquecer nuestra comida con abundantes frutas, verduras y hortalizas, llenas de protectores antioxidantes: las fresas son ricas en polifenoles, así como las cebollas, las coles, el melón y todos los cítricos. La familia de antioxidantes llamados tocoferoles se encuentra en las hojas verdes de acelgas y espinacas. Lechugas, pimientos, albaricoques y brécoles están cargaditos de isoprenos antioxidantes. Y las frutas, sobre todo las de pigmentación oscura, son las reinas antioxidantes. El Departamento de Agricultura de Estados Unidos ha creado una unidad, la ORAC, para medir la capacidad de las frutas de absorber radicales libres. Pues bien, la ganadora fue la ciruela, seguida por las uvas pasas, los arándanos, fresas, moras, frambuesas y cerezas. ¡Todas frutas rojas o moradas! Convendrás conmigo que una buena pauta de belleza para una piel resplandeciente será incorporar a tus menús cantidades ingentes de estos deliciosos frutos del bosque.
A modo de resumen, vamos a ver una pequeña lista de los supernutrientes de la piel.
Los supernutrientes de la piel
• Prolina con vitamina C.
• Caroteno y betacarotenos (provitamina A).
• Vitamina C (mejor si es natural, de escaramujo) y éster de C. Si además vienen combinados con flavonoides, su eficacia es aún mayor.
• Vitamina E.
• Vitaminas del grupo B, incluyendo biotina.
• Licopeno.
• OPC de pepitas de uva (proantocianidinas).
• Aceite de onagra (ácido linoleico omega 6).
• Bardana.
• Borraja.
• Lecitina de soja.
• Silicio (estimula la producción de colágeno).
• Zinc (siempre combinado con cobre).
• Algas kelp.
• Selenio.
• Ácido alfalipoico.
• Isoflavonas de soja.
• Coenzima Q10.
• Aloe vera.
• Glucosamina.
• SOD (actúa sobre las manchas oscuras).
• Alfalfa.
• Avena.
• Calcio y magnesio siempre equilibrados en la proporción 2:1.
• Caléndula (uso tópico o en infusión); estimula la síntesis del colágeno.
• Centella asiática (uso tópico o en infusión); estimula la síntesis del colágeno.
• Germen de trigo (por su riqueza en vitamina E).
• Levadura de cerveza (para asegurar el aporte de vitamina B).
Evidentemente, no hay que tomarlo todo. Establecer los nutrientes prioritarios en cada caso y en qué cantidad diaria es la misión del especialista en Antiaging Natural, pero también puedes prepararte tu propio protocolo, usando tu sentido común, tus preferencias, introduciendo sustancias básicas en tu alimentación, probando los diferentes productos hasta hallar el más efectivo… No dejes de tomar un buen complejo antioxidante con una formula sinérgica de vitaminas y minerales antioxidantes, alternándolo con el ácido alfalipoico y las dos formas de vitamina C si fumas o sufres de estrés; los fitoestrógenos, en el caso de la mujer, son imprescindibles para que todo lo demás funcione. El aloe vera ya era utilizado por Cleopatra y sigue siendo una fuente de belleza para la piel. Algunos laboratorios lo presentan en gel, sumamente agradable. En la alimentación, toma mucho pescado azul para obtener el ácido graso esencial Omega 3, y alterna perlas de germen de trigo y de Omega 6. Antes de todo esto, ¡desintoxícate! ¡Límpiate por dentro para brillar por fuera!Y sobre todo bebe agua, mucha agua, de manantial y también como infusión con bardana, borraja, alcachofera, castaño de Indias, cardo mariano y abedul, asegurándote de ir al baño cada día.