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Introducción

Al fin y al cabo somos lo que hacemos para cambiar lo que somos...

Eduardo Galeano

Esta compilación que presenta diversas temáticas y recorridos tiene sus orígenes en los integrantes de la Fundación La Hendija (Paraná) que a través de la experiencia que han transitado en el trabajo desde la fundación han construido un supuesto que es: que los trabajadores sociales tenemos mucho para decir y compartir y que aquello que tenemos para exponer de nuestras experiencias laborales, nuestras reflexiones teóricas, nuestra formación profesional, nuestra disciplina y campo de intervención es muy valioso tanto para nuestro colectivo profesional como para aquellos otros con quienes construimos el quehacer diario. Así fue que en este diálogo con Armando y Laura, de la editorial, nos propusimos acercar a los lectores: colegas, estudiantes, profesionales, y todos aquellos interesados en dar una mirada sobre las prácticas, discursos y sujetos con los cuales los Trabajadores Sociales nos entendemos en el ejercicio diario de nuestra profesión, algunas reflexiones que van desde las experiencias profesionales y personales a los recorridos institucionales y académicos y las temáticas en las que construimos nuestro espacio de intervención. En términos de Bourdieu: el habitus hecho cuerpo y el campo en disputa.

El objetivo que nos guió en la construcción de esta compilación es acercar al colectivo profesional a aquellos otros con quienes construimos nuestras prácticas profesionales; las reflexiones, las ocupaciones y preocupaciones, la formación, las certezas/dudas teóricas y epistemológicas, los posicionamientos ético políticos/ideológicos, las experiencias de la intervención, los aprendizajes de la extensión universitaria, los tránsitos por espacios profesionales tradicionalmente conocidos y reconocidos pero también por aquellos otros espacios que se encuentran en construcción y son aún marginales y/o han sido históricamente marginales; los espacios hegemónicos del Trabajo Social y aquellos otros que nunca lo fueron. Sabemos que quedan afuera de esta compilación muchísimas experiencias, temáticas, intereses que no están presentes. Es imposible dar lugar al todo pero estamos convencidas que con la expresión de algunas partes −como reflejos de ese todo− podemos comenzar y/o continuar problematizando nuestra formación, prácticas y campo de intervención.

Una premisa básica presente en la convocatoria a la escritura de los artículos fue que cada uno en forma individual o grupal escriba lo que quiera comunicar, no lo políticamente correcto, no necesariamente de aquello que tiene reconocida expertez en el campo profesional sino que escriba aquello que lo identifica, que lo lleva a reflexiones, que le molesta, que le apasione, aquello que nos encuentre involucrados como profesionales a sabiendas −que en el hacer con el otro− nos construimos a nosotros mismos.

Un hilo conductor que emergió en la totalidad de las reflexiones que nos proponen compartir los Trabajadores Sociales autores de este libro es el otro. Que esto surja es una característica propia del Trabajo Social: pensar en el otro, construir con el otro; ese otro que es distinto y en el reconocimiento de esa distinción está la riqueza del trabajo con los titulares de derechos, del trabajo en equipo con otros profesionales, del trabajo con los colegas con los cuales muchas veces hay más disenso que acuerdo; en el encuentro y desencuentro con el otro en la relación −aún moderna− del cara a cara.

Otro hilo conductor que se encuentra presente en los artículos de diversas formas −en algunos vinculados a los aspectos sobre la formación y en otros sobre la intervención− son las reflexiones en torno a la necesaria solidez en la formación profesional desde lo teórico/epistemológico, una claridad en la dimensión ético-política y un conocimiento de lo metodológico/operativo. Estos tres aspectos se consideran condición sine qua non en la formación y la intervención profesional, en el recorrido por los diferentes artículos los autores se apoyan más en un aspecto que en otro, pero todos hacen mención a la teoría, la política y lo metodológico.

Una continuidad que se encuentra presente en varios artículos es el posicionamiento del Trabajador Social desde lo ético político o lo ético ideológico; a veces explicitado con estos mismos conceptos y en otras oportunidades sin hacer mención a los mismos pero con una claridad elocuente ya sea en el reconocimiento institucional de una tarea o en la distinción del poder de decisión que se detenta. Lo ético político está presente y esto resulta significativo porque aún circulan los discursos que sostienen que el Trabajador Social es un burócrata que solo cumple con determinados procedimientos, que es un operario de las políticas sociales que son formuladas y emanadas desde diferentes niveles gubernamentales, que se ha mimetizado con las políticas sociales y ha perdido la capacidad crítica que históricamente lo ha caracterizado. Por lo tanto, volver a pensar lo ético político y cómo este aspecto constituye el perfil profesional cobra significancia.

En algunos artículos se reconoce el espacio de intervención vinculado a la política social desde su aspecto asistencial, y esto también nos marca e identifica como profesionales que históricamente nos hemos ocupado de la asistencia. Esta idea ha sido criticada por nosotros mismos y como profesionales nos condujo al extremo de considerar que cualquier intervención en materia de asistencia implicaba asistencialismo y éste se debía evitar tendiendo a prácticas centradas en la prevención y la promoción. Si bien nos animaríamos a afirmar que como colectivo hemos realizado una autocrítica sobre estas visiones bipolares y esto ha quedado en el olvido, algo aún permanece porque en la academia es muy habitual escuchar a los estudiantes criticar abiertamente las políticas sociales asistenciales, como así también en los espacios profesionales se critican las políticas sociales vinculadas a lo político partidario. Hay visiones que persisten y por lo tanto necesitamos volver a pensarlas.

Los invitamos a recorrer estos caminos que los colegas nos han propuesto, que hemos agrupado en cuatro ejes para dar forma a los capítulos.

Iniciando y retomando los caminos recorridos

Con Susana Cazzaniga acordamos una entrevista mano a mano, mate va mate viene, y le propusimos comenzar el encuentro revisitando las ideas, conceptos y nociones que ella compartió en el libro de su autoría Hilos y Nudos. La formación, la intervención y lo político en Trabajo Social (2007). Así fue como comenzamos un largo recorrido desovillando, desanudando y volviendo a ligar. Susana comentó todo lo que nos quería compartir. La conversación giró por varios caminos: la formación profesional y lo ético político presente tanto en la intervención como en la formación para la intervención. Susana afirma que ineludiblemente en la intervención se juega lo político en el sentido de “...plantear determinadas cuestiones en ese espacio que me permita llevar adelante intervenciones que evidentemente acumule derechos para los demás o derechos para todos...” y en esta discusión sobre lo ético-político aparece la necesidad de formarnos comprendiendo que el Estado −en términos generales− se erige como garante de la producción y reproducción de lo social y que las instituciones que emanan de las decisiones estatales y políticas de gobierno tienen ese carácter contradictorio donde se encuentra inmersa nuestra profesión.

Otro aspecto tratado en la entrevista fue el de la participación de los Trabajadores Sociales en la construcción de lo organizativo como una herramienta fundamental en nuestra profesión. Los conceptos de reflexión y crítica en Trabajo Social, la reflexión que necesariamente tiene que estar mediada por la teoría para que no caiga en una simple introspección y la crítica como la necesaria batalla contra la naturalización, reconociendo a la problematización como la herramienta que lo posibilita. También estuvo presente la mirada hacia el ejercicio profesional. Con su larga experiencia generando espacios de supervisión Susana nos invita a “construir con la diferencia” y a brindarnos un espacio que nos permita a los Trabajadores Sociales poder reconocernos desde una perspectiva integral, abandonando el imperativo categórico Kantiano que se convierte en una exigencia más allá de nuestros propios límites, donde “te agotas rápidamente, te agotas físicamente, te agotas mentalmente, te ahogas y en ese agotamiento disparas para cualquier lado, desde tu propia enfermedad hasta tu propia falta de compromiso”, permitiéndonos una restitución ética sobre nosotros mismos.

Una preocupación que Susana plantea tanto al inicio como al cierre de la entrevista, se encuentra vinculada a la manera en que nos acercamos a comprender al sujeto, “que es bastante diferente a un sujeto que teníamos en otro momento histórico”. Señala que esto no se encuentra suficientemente discutido en los espacios profesionales, y más aún en los espacios de formación, “entender lo como hoy se plantea, se construye, se expresa ese sujeto para saber cómo relacionarme con él”. Evitando así miradas “románticas”, idealizadoras, que al buscar contraponerse a un discurso “de rechizado”, que responsabiliza y criminaliza, en ocasiones terminan reforzando el paternalismo y la dependencia.

1- Cuando las elecciones profesionales constituyen parte de nuestra vida

En esta sección se congregan los artículos que los colegas han compartido planteando un entrelazamiento entre las prácticas profesionales, sus historias de vida, las políticas sociales y/o instituciones en las que han trabajado y lo que ha significado en ellos una profesión que se entreteje con la vida.

María del Carmen Ludi nos invita a recorrer su historia profesional, sus decisiones sus puntos de inflexión en la trayectoria personal/profesional, sus alegrías compartidas, “.casi 30 años de procesos construidos, vividos con distintas intensidades, con sentimientos encontrados; con tanta pasión puesta en el oficio y en la tarea, con dudas y certezas en este océano de incertidumbres e inseguridades en el que pelean su lugar la esperanza y la utopía; el ideario de igualdad y justicia, de emancipación y autodeterminación”. Nos comparte sus reflexiones también desde los espacios de construcción colectiva de la profesión como lo son el Colegio de Asistentes Sociales de Entre Ríos (CASPER), la Federación Argentina de Unidades Académicas de Trabajo Social (FAUATS) y la Asociación Latinoamericana de Escuelas de Trabajo Social (ALAETS). Con una mirada crítica hacia el interior de nuestro colectivo, transita luego por una rigurosa revisión de la formación profesional para finalizar su artículo con reflexiones acerca de la vejez y de cómo esta es construida socialmente. En el artículo de María del Carmen se encuentran presentes en forma distintiva, las miradas: las miradas a ella misma en su historia personal y profesional, la mirada hacia el colectivo, las miradas a la formación, las miradas de los viejos y hacia los viejos, las miradas del otro con el que construimos nuestro espacio de intervención.

Mabel García, Mabi como la conocemos todos, nos habla desde lo más profundo de su práctica profesional en el Centro de Salud, en la creación de un espacio nuevo, distinto a lo esperado, a lo asumido, a lo demandado, y ello lleva implícito la riqueza del desafío para ella como profesional, para el equipo que conforma, para las mujeres que comparten el espacio, para la institución y también para la política social de salud, ya que esta propuesta rompe y pone en cuestión lo instituido. Uno de los aspectos sobresaliente del trabajo profesional sobre el que nos relata Mabi es que la búsqueda del reconocimiento institucional de la propuesta del grupo de mujeres “Nunca es tarde para soñar” es la necesaria interpretación en términos institucionales de que el proyecto es valioso, aporta, significa. Los Trabajadores Sociales, por defecto profesional, naturalizamos realizar prácticas en los márgenes, en el borde de lo instituido, en la grieta y a veces abandonamos la lucha de la inclusión en términos formales, orgánicos, de nosotros mismos y de nuestras prácticas profesionales; esto es a lo que no querían renunciar Mabi y Cristina, quienes como práctica de salud −hacia fuera− instituían un grupo de mujeres y −hacia dentro− instituían el reconocimiento de un espacio saludable diferente. Tal vez sin ser del todo conscientes de las consecuencias que esto acarreaba estaban haciendo una pequeña/gran transformación en las prácticas de salud y en el espacio profesional.

También este artículo fuertemente anclado en la reflexión de la práctica profesional nos revela algo distintivo: la planificación y evaluación. Mabi pone en evidencia no solo la metodología, lo técnico operativo sino la necesidad de utilizar herramientas de planificación otorgándole al proyecto un espacio, un tiempo para reflexionar, planificar, evaluar en equipo. Una muestra de esta elección no discursiva sino práctica es que cierra su artículo compartiendo las actuales reflexiones del equipo sobre la dependencia-autonomía del grupo de mujeres.

Mariela Pérez comienza su artículo realizando una afirmación fundamental pensando con quienes construimos nuestro espacio profesional los trabajadores sociales y reflexiona sobre el saber compartido, las experiencias, el posicionamiento, la desventaja del género en un espacio fuertemente masculino. Se mete con un tema tan difícil para nuestra profesión como lo es el sistema penitenciario, el castigo, la pena, la sanción social, moral. Mariela nos describe los rostros de los internos planteándonos que “…al reconstruir la historia de vida se puede concluir que son personas cuyos derechos han sido vulnerados desde la niñez o la misma gestación…” El relato de Mariela es desgarrador porque nos pone frente a las duras consecuencias de lo que ella llama la desatención de necesidades sociales básicas (seguridad afectiva, económica, protección y tiempo de dedicación) además de las necesidades básicas insatisfechas habituales como vivienda, alimentación, trabajo, entre otras.

A Mariela no le fue fácil construir su espacio profesional en una institución donde el rol adjudicado de “… solucionador de problemas o auxiliar en tareas que correspondían a otros y no se cumplían” estaba al orden del día en los requerimientos de los internos, y por otro lado la visión del Director: “…Uds. no son funcionales al sistema...” Para Mariela es una sanción discursiva, que marcó claramente una diferencia. Para nosotros visto desde otro lugar: ¡Qué bueno!, que el director pueda notarlo. Esto es muy significativo porque entonces estaban haciendo algo distinto a lo esperado, a lo establecido, a lo ordenado y que era nada más y nada menos que no ser funcional a un sistema opresor, degradante, deshumanizante, como es el penitenciario. Como si fuera poco Mariela nos narra elocuentemente el motín del año 2000 con la institución tomada y la reacción del Estado, de ese Estado que haciendo uso legítimo de la fuerza se constituye en opresor y al mismo tiempo abandona en decisiones burocráticas y formalistas la institución a la que él mismo dio origen. Frente a ésta y otras acciones Mariela tiene la fortaleza de afirmar “Pero no podemos caer en la inacción de la crítica misma (…) Es necesario ser conscientes del poder de nuestra intervención, en la acción y la palabra”.

2- La construcción del espacio profesional entre las instituciones, las políticas sociales y los sujetos de derecho

En esta sección se presentan los artículos de colegas que reflexionan sobre diferentes espacios de intervención y cómo la construcción de los mismos los interpela poniendo en tensión el lugar de los derechos, que la implementación de las políticas sociales posibilitan, habilitan y también en algunos casos obturan. Nos invitan a que no dejemos de ver a esas políticas sociales en el entramado mismo de la vida cotidiana, en la vida de todos los días, otro aspecto que nos distingue, y que nos encuentra a los Trabajadores Sociales con otros actores sociales, con otras profesiones, y con personas de carne y hueso, con sus necesidades y también, con sus recursos y potencialidades.

También nos invitan a seguir mirando lo que aún falta efectivizar, y a que nos preguntemos que significa hoy el ejercicio pleno de los derechos, y reconocer que todos los derechos son fundamentales.

Rosana Pieruzzini, Laura Arioli y Carina Rebosio nos introducen –a través de su quehacer diario− en la construcción de uno de los escenarios de la intervención profesional: las políticas alimentarias y como éstas se territorializan, poniendo su foco en lo barrial, así es como las autoras ubican a las organizaciones comunitarias cumpliendo un rol social significativo. Describen la heterogeneidad de las mismas, algunas de ellas centradas en lo político partidario, otras más vinculadas a lo religioso confesional y otras reconocidas por la realización de actividades promocionales con niños/as y adolescentes. Desnudan sus formas de organización: individuales, familiares, clientelares, con apoyos; nos muestran una de las características que asume el trabajo territorial, la mediación: “.los mediadores hacen favores (distribuyen comida y medicamentos) a sus potenciales votantes, pero no están solos en la tarea. Tienen un «círculo íntimo» de seguidores. Estos son los satélites personales del mediador (.) Este círculo íntimo se relaciona por medio de fuertes lazos de amistad duradera, de parentesco real o ficticio.” y esto las conduce a re-preguntarse por el clientelismo político y la carga negativa que éste tiene en el poder que otorga el dar. Las autoras repiensan su ejercicio profesional desde el pragmatismo de la gestión burocrática y la racionalidad instrumental del Estado introduciendo los conceptos de visión ingenieril y arquitectónica.

No queremos finalizar este comentario sin señalar que resulta significativo que las autoras hayan elegido la reconstrucción narrativa de la visita al comedor comunitario para presentarnos las singularidades de la implementación de la política social y de la intervención del Trabajador Social, valorando de esta forma una de las funciones históricamente adjudicadas y asumidas del ejercicio profesional: la visita en terreno, la visita domiciliaria.

Rubén Zabinski comienza su artículo con un epígrafe que es todo un posicionamiento ético político, por un lado el de animarse a compartir con el otro lo que uno está pensando −por consiguiente someterse a críticas y malos entendidos− y por otro lado considerar a ese interlocutor construyendo un diálogo. Rubén parte de la convicción que el conocimiento requiere ser revisado permanentemente y que esta tarea se hace con otros, eso lo lleva a compartir sus reflexiones “...un tópico vinculado a temas de Niñez y Adolescencia, vista desde el desarrollo de las políticas públicas y el lugar de la participación y sus formas y desafíos para Trabajo Social (...) y las otras disciplinas y actores de las Ciencias Sociales”. Rubén continúa con su posicionamiento ético político cuando interpreta que la política es un tema demasiado serio para dejarla en manos sólo de los políticos y recurre al conocimiento y responsabilidad que tienen las ciencias sociales sobre ello; pero ahonda más en su postura y nos interpela como Trabajadores Sociales, planteándonos que por nuestra profesión y nuestros habituales espacios de intervención profesional estamos en la arena pública, y que no asumir este desafío es escindir la dimensión política de nuestra profesión, es no asumir el gobierno del ámbito en el que se desarrolla la tarea profesional. Estas reflexiones las vincula directamente con la “Ley de protección integral de los derechos de las niñas, niños y adolescentes”, planteando que no parece existir un correlato en las prácticas ni en el diseño de las políticas públicas, inclusive en las propias intervenciones de los Trabajadores Sociales.

El nudo crítico −plantea Rubén− “...está en la escases de experiencias y prácticas participativas en el ciclo de las políticas públicas de niñez. Asistimos a la vigencia de un modelo dominante de planificación vertical y normativa...” y nos invita revisar nuestros supuestos básicos sobre la niñez y la adolescencia, pero también sobre la planificación, las políticas públicas y la participación.

Evangelina Benassi nos comienza a encantar desde el título de su artículo y sólo de esta forma se puede resistir y continuar trabajando en una de las instituciones totales, que en forma conjunta con el sistema penitenciario son los lugares más degradados y postergados por la sociedad y muchas veces por el propio Estado. Evangelina nos describe detalladamente tanto las particularidades de la Colonia Psiquiátrica de Oliveros como los debates en el campo de la salud mental acerca de la desmanicomialización/ desinstitucionalización.

Evangelina nos propone que consideremos claves a los trabajadores del campo de la salud mental, como colectivo que “impulsó los cambios y transformaciones y se constituyó en una pieza fundamental en la construcción de nuevos dispositivos”, destacando que las transformaciones tienen “oscilaciones históricas” –avances y retrocesos− que dificultan y ponen en tensión la posibilidad de construir nuevos paradigmas en el campo de la salud mental.

Nos muestra así distintos momentos, atados al contexto histórico de nuestro país y de las transformaciones del Estado, que influyen en la forma de abordaje de la salud mental. Así, en el tercer momento reconocido por la autora, como el momento en que se encuentran transitando en la actualidad, señala la convivencia de dos modalidades de abordaje institucionales del padecimiento subjetivo “lo manicomial encarnado en la figura de lo asilar y lo sustitutivo, alternativo que se va conformando con diferentes experiencias que aún no tienen el grado de institucionalización necesario como para pensarlas como políticas públicas que trascenderán las gestiones o buenas intenciones de los trabajadores que las realizan”. Para Evangelina la convivencia de estos dos paradigmas se encuentran vinculados a que si bien “los cambios legislativos sin dudas acompañan los avances y las transformaciones, ni las prácticas ni las instituciones se modifican por decreto.” y que como decisión política para lograr realmente esos cambios propuestos en las leyes se constituye condición sine quanon rever el financiamiento de los mismos.

María Alfonsina Angelino y María Eugenia Almeida nos ponen en contacto con sus experiencias profesionales a través del “Espacio Interdisciplinario Gratuito de Acompañamiento y Abordaje de la Discapacidad”, constituyendo éste una línea de acción y validación de derechos, con autonomía en el marco del programa de Extensión “La producción social de la discapacidad”.

Y plantean que “... es necesario reconocer que a pesar de los enormes avances en la discusión de la perspectiva de derechos y de las múltiples acciones que éstas desatan, es posible advertir un núcleo duro y persistente de prácticas institucionales y profesionales que hemos denominado: de medicalización y judicialización del ejercicio de los derechos de las personas discapacitadas”. Realizan un minucioso análisis de cómo el Estado a través de sus instituciones, las políticas y los saberes disciplinares producen y reproducen una relación de opresión que excluye para incluir.

Las autoras señalan que la disputa por la administración de los alcances del derecho se traduce en la disputa entre las prestaciones y los límites que encuentra la efectivización de ese derecho. Proponen disputar el sentido en torno a la discapacidad reconocido como un “dispositivo de control estatal de las identidades”, cuya estrategia gubernamental se funda en la idea de programas sociales, sostenidos en la acreditación de la discapacidad a través de un diagnóstico médico: “Aunque se las nombre como políticas destinadas a garantizar derechos no son más que programas específicos destinados a atender necesidades específicas de una población focal”.

De ahí la importancia de poner en juicio las acciones en discapacidad, para evitar, como plantean las autoras, que “sigan teniendo un fuerte sesgo asistencial proteccionista que corroe las posibilidades reales de experiencia de autonomía”.

Laura Imbert nos invita a abordar a la educación “como campo de luchas, con disputas de sentido desde diversos enfoques, identificando y poniendo en tensión las formas en que se la concibe, practica y analiza, en relación con las diversas problemáticas que la atraviesan e interpelan”.

Reconoce como uno de los caminos posibles la producción de exclusiones educativas, cuando se naturalizan las desigualdades sociales y educativas, atribuyéndolas a particularidades individuales de los sujetos.

Las escuelas inclusivas, situadas en una perspectiva crítica, ubican al campo educativo en su singularidad, pero formando parte del campo social. Laura nos propone el concepto de sujeto-educando, para incorporar otras facetas, intereses, destrezas, saberes, demandas, de los alumnos, más allá de lo que ya los docentes conocen, y que pueda ser “entrelazado” en el proceso de enseñanza aprendizaje. También, tener en cuenta el reconocimiento y la valoración del poder que juegan los docentes en el proceso educativo, entendiéndolo como aquel poder que permita producir las transformaciones que implica educar. Todo esto en el marco de una estrategia que la autora denomina de “implicación: (...) El implicarse por parte de directivos, docentes y otros actores de las instituciones educativas, refiere a una reflexividad ética que no sólo liga teoría-práctica, sino que también enlaza razón y emoción…”

Menciona aquellos problemas que obstaculizan la permanencia de los alumnos en las escuelas, tales como maternidad adolescente –sin acompañamiento−, adicciones, violencia familiar, y con cibe a estos problemas como manifestación de la cuestión social, que no admiten lecturas simplistas, que culpabilicen a los sujetos que padecen sus consecuencias.

Ante la demanda de los docentes de herramientas teórico-metodológicas para interpretar estas manifestaciones de la cuestión social en su complejidad e interrelación con los procesos educativos, la autora resalta la importancia de que las escuelas cuenten con equipos interdisciplinarios, para poder producir intervenciones complejas.

3- Nuevas formas, nuevas lecturas, nuevas miradas para el Trabajo Social

En esta sección nos centramos en los artículos escritos en aquellos caminos que no son los habituales de Trabajo Social, de ahí que nos parecía necesario contribuir a su visibilización, para brindar miradas y posibilidades nuevas, que nos permitan abrirnos a la creatividad y al encuentro con el otro de manera distinta.

Existen muchos otros nuevos modos, que los Trabajadores Sociales van incorporando en el diseño de sus intervenciones junto con otros, apelando a diferentes expresiones artísticas como la música, la danza, la literatura, la pintura, así como el deporte y el trabajo con el cuerpo de diferentes maneras. Así como también, recuperando saberes ancestrales en el cuidado de la propia salud, que la modernidad arrasó, en nombre de la civilización y el progreso.

Estos nuevos modos se encuentran íntimamente vinculados al reconocimiento de que la complejidad de las problemáticas requiere de miradas también complejas, que conciban a los sujetos de manera integral, buscando diferentes formas de acceso, que permiten la creación de vínculos y el encuentro con los otros.

En algunos casos la política pública estatal, ámbito por excelencia de la intervención profesional, los ha comenzado a incorporar, en otros casos se trata de convicciones y certezas sobre un camino elegido que inspira a los colegas a seguir haciendo huella.

Valeria Rodrigo nos presenta un tema/problema poco explorado en la profesión, si bien los jóvenes como grupo etario constituyen sujetos con los cuales construimos nuestras prácticas, cómo estos se acercan a la lectura no es una temática usual. Valeria nos muestra que el ejercicio de la profesión nos demanda repensar nuestras prácticas fundadas y recurrimos para ello no solo al auto socio análisis –como diría Bourdieu− sino además a la formación con otros sobre diversas temáticas de nuestra incumbencia. En el marco de la Maestría en Trabajo Social realiza una investigación acerca de las juventudes lectoras, y refiere que “la problematización y la posibilidad de generar una producción de conocimiento permiten dar cuenta de la compleja trama que se teje sobre este tema en particular, lo que aporta insumos a las futuras intervenciones profesionales”.

A Valeria le interesan las prácticas lectoras de los jóvenes porque construye una llave para llegar a “.dilucidar como juegan los capitales sociales y culturales en las lecturas.” y cómo esta se constituye en un empoderamiento subjetivo. Reconoce que su tesis es un desafío a la profesión y a la disciplina, pero asume que la mirada debe ser necesariamente interdisciplinaria, tomando diferentes perspectivas y lenguajes porque la realidad tal cual como la construimos o como se nos presenta, no es disciplinaria.

Distingue los recorridos “infinitos” por los que pasa el gusto por la lectura, teniendo en cuenta los numerosos movimientos subjetivos que genera. En este sentido, nos abre una puerta no solo para la promoción de los derechos de los niños y los jóvenes, sino que nos habilita a pensar en cualquier grupo de edad y condición, tal como afirma: “si se piensa la lectura en términos de Paulo Freyre como práctica de libertad”.

La lectura del artículo que Marcos Peralta nos propone nos va a desestructurar. Si bien Marcos no es todavía Trabajador Social está en búsqueda de nuevas formas de comprender nuestra profesión y, con la libertad que ser estudiante le posibilita, se permite y nos permite jugar un poco con nuestra disciplina, pero este juego no le quita rigurosidad reflexiva y teórica a su planteo que sin duda es muy profundo y nos induce a pensar cómo nuestra construcción disciplinar, de la mano del positivismo en la producción científica –del cual no escapamos las Ciencias Sociales− nos desvinculó con nuestro cuerpo, con nuestros instintos, con nuestras percepciones; cómo en búsqueda de la neutralidad valorativa negamos nuestros sentidos. Por otro lado cuando Marcos nos invita a repensar la relación entre el cuerpo, la danza y el Trabajo Social vincula la intervención profesional con una acción destinada a ganar poder. El concepto de poder es más que significativo en nuestra profesión porque el poder en términos de agencia –según Giddens (2006)− es el que nos posibilita generar estrategias de transformación en los espacios de intervención que cotidianamente construimos, pero es esa misma concepción de poder la que nos conduce a distinguir en aquellos sujetos con los que trabajamos sus capacidades y centrarnos en ellas como herramientas de cambio en tensión con una estructura sospechada como determinante. No es un poder sin límites sino un poder situado en términos de Marx (2003:33) “Los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a su voluntad bajo condiciones elegidas por ellos mismos, sino bajo condiciones directamente existentes todas y heredadas...”. Pero Marcos privilegia la perspectiva foucoultiana para pensar como las relaciones de poder se han inscripto en nuestros cuerpos “...pero sobre todo establecer conexiones para abandonar el sentido de propiedad de los saberes, y habilitar a otros y otras a moverse, estableciendo estrategias que permitan a los actores empoderarse...”. Nos propone una forma distinta de pensar los cuerpos, de pensar nuestra intervención disciplinar, de pensar la ciudadanía, des-corporizando lo aprehendido.

Silvina Garay nos cuenta en su artículo un recorrido profesional donde a partir de conmoverse profundamente en el abordaje de la violencia intrafamiliar, en el marco institucional de una política social, incorpora en su bagaje aquello que es obvio –consciente: el cuerpo, “territorio histórico social, donde se expresan los diferentes escenarios de lo social y por lo tanto tiene memoria”. Constatando que “en las ciencias sociales, e incipientemente en el campo del Trabajo Social, el cuerpo cobra entidad principalmente en la atención que desde perspectivas fenomenológicas dan a la experiencia, pero solo en posturas minoritarias y hasta desvalorizadas”.

La autora busca legitimar un recorrido desde el cuerpo, para que pueda ocupar un lugar en la intervención profesional por las múltiples posibilidades que su registro brinda. Por esto en su artículo nos muestra una intensa búsqueda teórica, entre los que se destacan Bourdieu con su concepto de habitus, la importancia de reconocer “lo social hecho cuerpo”; así como Foucault aportando la condición relacional del poder y el disciplinamiento que moldea los cuerpos, pero también las resistencias, que pueden producir una grieta al orden establecido, mostrando que esto es una puerta que abre la posibilidad a la cual las intervenciones profesionales puedan potenciar. Estas búsquedas son acompañadas de un camino que abre en su propia formación, donde le da lugar al cuerpo y al movimiento. Reconoce las vinculaciones teóricas y ético políticas que se establecen entre las categorías conceptuales: “intervención profesional, poder y cuerpo, sexualidad como una trilogía que transita prácticas de emancipación pero también de dominación cultural”.

Su experiencia de trabajo en ámbitos de Centros de Salud en el abordaje de situaciones de violencia de género, y en una organización no gubernamental que aborda situaciones de mujeres campesinas, que nos informa se encuentran en proceso de sistematización, contribuyen también a legitimar y validar este tipo de mirada y la construcción de nuevas herramientas para la intervención profesional. Entendiéndola a ésta como recorrido: “definir la intervención como un recorrido se funda en la idea de reconocer este camino y los movimientos que se dan en pos del encuentro con otros”.

4- Los Trabajadores Sociales en la gestión de las políticas sociales

Otro aspecto que nos parecía relevante que este libro de cuenta es el de la mirada de aquellos Trabajadores Sociales que se encuentran desempeñando funciones de gestión, cuestión que se comienza a verificar de manera reciente y cada vez más creciente, en una profesión que se ha caracterizado por encontrarse en los lugares de ejecución de la política social, con disputas por imponer determinadas concepciones o significados, ante ese otro que se encuentra en lugares de decisión.

Nos resulta relevante poner en evidencia las trayectorias laborales de algunos Trabajadores Sociales que en la actualidad ocupan lugares de gestión, las preguntas e inquietudes que se plantean, los horizontes proyectados, los logros alcanzados para dar cuenta así de la vinculación entre la profesión, lo político y lo político partidario, con la palabra de los protagonistas de esto que constituye un cambio que no podemos desconocer su importancia, por las repercusiones que tiene en la profesión. Las tres entrevistas realizadas a Trabajadoras Sociales que ocupan cargos de gestión, tienen como común denominador el compartir el espacio de la salud pública, en diferentes niveles del Estado Provincial: Teresita Calzia, como Directora de un Centro de Atención Primaria de la Salud, Alicia Alzugaray, como Directora de Salud Mental y Adicciones, y Sonia Velazquez, como Coordinadora de los Programas Nacionales de Salud. Las tres comparten además el haber transitado en su trayectoria personal, profesional y laboral en el ámbito de la salud, por lo cual les da –a nuestro entender− un conocimiento desde adentro, que contribuye al plantearse objetivos y estrategias de trabajo.

Teresita Calzia en su relato reconstruye su trayectoria profesional en el Centro de Salud del cual en la actualidad es Directora, donde ingreso a trabajar cuando le faltaba poco tiempo para finalizar la carrera, no contando la institución hasta ese momento con el recurso humano profesional del Trabajador Social.

Lo que nos transmite Teresita en su entrevista, es la construcción de su lugar como Directora a través del trabajo sostenido con otros, reconociendo las fortalezas de cada quien, que se ponen a disposición del trabajo en conjunto. El trabajo en equipo como una marca, imprescindible agregaríamos, en un Centro de Salud ubicado en un contexto complejo, atravesado por múltiples violencias. Podríamos decir además que ese trabajo en equipo se amplía, e incluye el formar parte de una red de instituciones de la zona, que se acompañan y fortalecen en ese recorrido en conjunto. Y la articulación que crece con la Universidad, a través de distintos proyectos de extensión y de la presencia de estudiantes que realizan allí su práctica académica.

Un Director Trabajador Social en una institución de salud que históricamente ha contado en ese lugar a profesionales médicos es un desafío, que la lleva a reconocer cuáles son los aportes que su profesión trae a este lugar de gestión, defendiendo una perspectiva integral de la salud, y a los sujetos en su contexto. Además de propiciar a los colegas que se encuentren en la institución en la recepción de propuestas y de una mirada común, que permite acordar con mayor fluidez prioridades y objetivos del trabajo.

Alicia Alzugaray reconstruye su recorrido profesional desde su inicio en el campo de la salud mental, y cuenta en su haber con un dato que es histórico: “es el primer caso en Latinoamérica en que hay un Trabajador Social a cargo de la Dirección de un Hospital”. Fue directora durante ocho años del Hospital Escuela de Salud Mental, y actualmente es la Directora de Salud Mental y Adicciones de la provincia de Entre Ríos.

En su discurso ocupan un lugar relevante los trabajadores, reflexiona que el surgimiento de la Ley Provincial de Salud Mental, es fruto de “una lucha permanente de los trabajadores de la salud mental desde los años ‘60 en adelante”, como también considera relevante en su gestión, recuperar la identidad de los trabajadores de salud mental “que tiene que ver con sentirse valiosos en lo que hacen y revalidar las prácticas que venían haciendo durante años, mucho antes de que nosotros estuviéramos acá”.

Nos señala que prestemos atención a la propia denominación Trabajo Social: “Fíjense que somos la única disciplina social que nos llamamos trabajadores” poniendo énfasis en que esta idea de trabajadores nos ubica en una concepción marxista de transformación de la sociedad. Alicia se ha ido constituyendo como militante gremial, política y profesional, en ese orden; este recorrido le ha posibilitado ver al Trabajo Social como profesión que debe mirar de manera integral los problemas y de construir junto con otros. Alicia termina la entrevista explicitando que los Trabajadores Sociales aspiremos pensarnos en colectivo y nos incita a no tener temor a la construcción política.

Sonia Velazquez, vincula su recorrido profesional al calor del desarrollo de las políticas sociales en los distintos momentos históricos que le ha tocado vivir, planteando que si bien en la actualidad es un momento diferente al neoliberalismo de los noventa, con cambios en los modos de gestión del Estado, no identifica grandes transformaciones en la forma en que se conciben las políticas sociales desde los organismos gubernamentales, que vienen con un formato predeterminado, lo cual dificulta la acción al momento de articularlas estratégicamente para garantizar derechos e inclusión. Evalúa que muchos programas, a los cuales considera herramientas de gestión, han ocupado el lugar de una política de salud, y que los Estados deben contar con una política de salud consensuada y legislada, que sea rectora, de manera que los programas que ingresen se adecuen a la misma.

Sonia comparte con Alicia un recorrido en cierta forma común, ambas se encuentran atravesadas por la militancia tanto gremial como política partidaria en diferentes momentos de sus vidas y claramente esto les posibilita una visión más amplia, más integral que la de aquellos otros profesionales que no hemos transitado por estos espacios. Por el lugar que actualmente ocupa: Coordinadora General de Programas de Salud del Ministerio de Salud de Entre Ríos y por los espacios laborales que históricamente ha ocupado a como Directora del Plan Nacer, Directora de Maternidad e Infancia, Jefa Territorial del FOPAR (Fondo Participativo de Inversión Social) entre otros, Sonia tiene una visión marco de la salud pública, una visión de la salud como Sistema y esto la lleva a ser muy crítica frente a la fragmentación que los programas de salud producen y reproducen.

En referencia a la profesión Sonia nos comenta que la militancia política en algunos momentos históricos no fue muy bien vista en la Facultad y que en términos personales sufrió la segregación por sus elecciones políticas, nos comenta que esto en la actualidad ha cambiado pero que en algunos momentos se polarizaban las visiones y si se era militante político no se era considerado un profesional serio y riguroso.

Sonia nos afirma también que los cargos de gestión se militan políticamente, que implica un acuerdo de actores; y en referencia a la relación entre gestión y profesión nos comenta que la formación profesional y de posgrado −en su caso− le ha otorgado mayor conocimiento y seguridad para llevar a cabo con rigurosidad teórica, epistemológica y política la gestión de los programas sociales. Plantea también que es importantísimo que la gestión sea ocupada por recursos humanos calificados y que los Trabajadores Sociales habitualmente rehúyen a estos lugares. Nos señala a los Trabajadores sociales “que podemos ser actores importantes dentro de la línea de gestión, que nos animemos a ese desafío”.

A modo de cierre para continuar reflexionando

Gustavo Papili y Federico Guzmán nos comparten un artículo que sirve a las veces de apertura para la comprensión de una mirada historiográfica del proyecto profesional del Trabajador Social y el pensamiento crítico, que podríamos sintetizar en el acontecer del proyecto ético político de la profesión. Retomando a Cazzaniga estos autores señalan que Trabajo Social por acción u omisión ha desplegado una acción política y esta perspectiva la podemos ver en cada uno de los relatos construidos por nuestros colegas, donde se observa el posicionamiento frente al otro; a ese otro que constituye el sujeto presente en nuestra intervención y que habitualmente se trata de un sujeto que tiene sus derechos vulnerados. Lo ético político se encuentra también en el cómo construimos el trabajo en equipo. Nos animaríamos a afirmar que son pocos los profesionales −de otras disciplinas− que abiertamente reconocen que el trabajo lo hacen con otros y que la mirada de los otros enriquece la perspectiva con la que se construye el objeto de intervención. Para ser más específicos nosotros nos formamos reconociendo al otro y lo ético político está también presente en el marco en el que construimos nuestro espacio de intervención, ya sean las organizaciones: del Estado o fuera de su ámbito, como así también las políticas sociales. Gustavo y Federico retoman un planteo de Teresa Matus (2012) que resulta esclarecedor de algunos debates contemporáneos cuando dice: “...no es el Trabajo Social latinoamericano el anti-moderno, sino que son anti-modernas las tesis con las cuales así lo han interpretado, encasillándolo en una historia estructuralista que obstaculiza ver el pasado de otro modo” . Esto nos lleva a pensar que muchas veces el problema está en los cristales que utilizamos para ver nuestras prácticas y no las prácticas en sí mismas y plantea aún más, que polarizar y plantear que hay un Trabajo Social crítico y otro tradicional, es caer en una visión simplificadora.

La intervención en Trabajo Social

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