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Conocer nuestras genealogías

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En este breve texto quiero plantear la siguiente pregunta: ¿cómo es posible que hasta 2018 la participación de las mujeres trans en los movimientos feministas tuviera lugar con relativamente pocas resistencias? Utilizo la fecha 2018 para situar un momento particular de la historia de los feminismos contemporáneos en el Estado español, y lo elijo a raíz de las reacciones a la celebración de la Escuela de Otoño de Podemos. Y en particular, me refiero a las respuestas identitarias a la ponencia de Sam Fernández, en la que Fernández llamaba a ampliar el sujeto político del feminismo. Usando sus propias palabras, Fernández afirmaba que «hay que arriesgar el sujeto político del feminismo»:

«¿De qué manera estamos entendiendo el sujeto “mujeres” para acabar pensando que una mujer que se dice a sí misma mujer, en realidad, es un hombre que ha venido a usurparte a ti el discurso? (...) También qué necesidad tenemos de tener categorías muy bien establecidas. De saber muy bien y controlar muy bien quiénes somos las mujeres para poder hacer una política desde un lugar que igual ya empieza a ser un poco simplista, honestamente. Esto de tener los enemigos tan claros y las posiciones tan categóricas y tan bien delimitadas… (...) tenemos que arriesgar el sujeto del feminismo. Y arriesgarlo con un para qué, que es el anclaje. Es lo que va a hacer que no nos perdamos. Tenemos que tener clara nuestra apuesta política del feminismo para la transformación social. No seguirnos anclando al cuerpo de las mujeres como entidad biológica».

(Fernández, 2018)

La propuesta de Sam Fernández surge en este momento en particular, si bien está inscrita en el centro de las inquietudes feministas que tienen lugar desde hace tiempo, como señalaba Elena Casado en 1999 cuando discutía sobre el sujeto político de feminismo. Y más importante, dicha apuesta de Fernández está en consonancia con los debates que se abordaron en las Jornadas Feministas Estatales de Granada de 2009, con la aparición del giro transfeminista, que recibe un apoyo masivo de dichas jornadas feministas. Como es sabido, el Partido Feminista de Lidia Falcón se hizo la cara visible de tales ataques en 2018, seguido de la celebración de la XVI Escuela Feminista de Rosario Acuña, en julio de 2019, a lo que se sumó el manifiesto del PSOE publicado en Twitter en contra de la aprobación de una ley trans estatal en 2020. Este repunte creciente de discursos TERF (Osborne, 2017), que es más visible desde 2018, es similar al que hubo en los años ochenta en USA. Dicha respuesta TERF está especialmente localizada en las redes sociales y está encarnada por algunas mujeres en particular (Partido Feminista, Iniciativa Feminista, PSOE, algunas académicas de la segunda ola, etc.), mujeres que desde su posición privilegiada en ciertos puestos políticos, sociales y académicos tratan de generalizar su visión reaccionaria, como si fuera la voz mayoritaria de los movimientos feministas (González Ramos, 2019).

La pregunta que aquí planteo surge de la necesidad de conocer nuestras genealogías feministas (Solá 2013; Araneta y Fernández, 2013), ya que estas guerras del sexo que estamos viviendo en la actualidad tienen por objeto precisamente tratar de fijar y sujetar qué es el feminismo, el sujeto político del feminismo y quién tiene derecho a escribir dicha historia. Unas guerras del sexo que de alguna manera se parecen a lo vivido a raíz de las Jornadas Feministas de Santiago sobre violencia machista, celebradas en 1988, donde se produjo una ruptura entre feministas importante a raíz de las posturas encontradas sobre la pornografía y la prostitución.

Mi propuesta es visibilizar este pasado de participación de las mujeres trans en los feminismos, trazando un recorrido histórico que muestra cómo las mujeres trans han sido bien acogidas, en general, aunque no aproblemáticamente por los movimientos feministas que se agrupan en las jornadas estatales y la coordinadora feminista. Para ello, me baso en un trabajo de investigación con entrevistas a las personas protagonistas de estos debates en el seno de las jornadas feministas estatales, un trabajo realizado junto a Esther Ortega Arjonilla (2015 y 2016) y publicado en revistas de investigación con revisión por pares, así como en reflexiones posteriores. Además, es importante señalar que esta genealogía tiene una historia propia, distinta a otros contextos políticos y geográficos. Dicha genealogía tiene una trascendencia vital para los debates actuales. Y lo afirmo con la radical convicción de que se quiere borrar dicha historia de participación y de encuentro feminista con las mujeres trans, planteando que es un tema «nuevo» e «imposible».

Transfeminismo o barbarie

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