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PALABRAS LIMINARES

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A comienzos del 2013 creé un grupo en Facebook denominado “Econometría Avanzada” con el objetivo de mantenerme en contacto con los alumnos de mis cursos de posgrado, dictados habitualmente en las Universidades de San Andrés, Nacional de La Plata y de Illinois en Urbana-Champaign. Lo pensé como un foro de discusión para compartir material nuevo —de investigación y docencia —y para que mis alumnos se mantuviesen en contacto entre sí. Mis estimaciones más ambiciosas daban un total de unos 100-200 miembros, incluyendo a mis alumnos y también a algunos colegas cercanos. A fines de 2014, la cantidad de miembros de Econometría Avanzada ya excedía las 8000 personas, de todos los países de América Latina y varios de Europa, siendo el foro de Econometría más grande de habla hispana, y posiblemente uno de los más grandes del mundo.

El mote de “avanzada”, tomado del nombre de mis cursos de posgrado, perdió relevancia rápidamente, ya que el grupo incluye a practicantes y curiosos de la econometría, que van desde los recién iniciados que toman por primera vez un curso de esta disciplina, hasta investigadores reconocidos, en la frontera del conocimiento. El grupo es anárquico, prácticamente no existe ninguna instancia de moderación y los posts de los participantes incluyen preguntas de software, material nuevo, sugerencias bibliográficas, información sobre cursos y hasta alguna dosis de buen humor. El grupo es un auténtico ejemplo de cordialidad y civismo, del cual me siento muy orgulloso.

Pero no todo es color de rosa. Un pequeño costado negativo del grupo es la necesidad de algunos usuarios (ciertamente una ínfima minoría) de intercambiar software o libros ilegales, los pedidos desesperados de alumnos de que alguien les resuelva ejercicios que ellos deberían hacer por su cuenta o, simplemente, las preguntas banales cuya respuesta aparecería inmediatamente en una búsqueda básica en Google.

Las historias que aquí compilo fueron mi reacción a los usos espurios del grupo. Me pareció que, más que adoptar un rol pontificante o de regulador, era más honesto y creativo ofrecer una serie de reflexiones periódicas sobre temas mundanos en econometría y estadística, si es que existe tal cosa como la cotidianeidad en una disciplina técnica como esta. Tienen en común estas viñetas ofrecer una lectura innovadora sobre muchas cuestiones que cualquier practicante de la econometría enfrentó en alguna instancia básica de su formación o carrera. El estilo es a veces provocador, y busca, ojalá que en forma honesta, que los practicantes reflexionen sobre el uso de distintas herramientas econométricas y se vean incentivados a razonar más que a seguir modas pasajeras.

Hace poco escribí un libro llamado Qué es (y qué no es) la estadística (Buenos Aires, Siglo XXI Editores, 2014), una suerte de introducción coloquial al universo de las estadísticas cotidianas (meteorológicas, deportivas, financieras, médicas, políticas, etc.). El desafío era abordar una temática seria y áspera, pero usando un tono coloquial y motivador. Este libro es algo así como una secuela, motivada por el universo de la econometría, pero dirigida a cualquiera que se haya topado o no con estadísticas. Como en mi otro libro (que, claramente, no es un requisito para leer este), el tono es también informal, en el que a veces se desliza alguna grosería inevitable, que no intenta ser soez sino fiel al estilo cándido y apasionado con el que mantengo discusiones con mis colegas y colaboradores más cercanos. Sabrán disfrutarlas y disculpar.

Buenos Aires, enero de 2015.

El lado oscuro de la econometría

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