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Capítulo Uno
Él es Nuestra Paz
ОглавлениеLa bendición fundamental de la salvación es la paz de Dios, de la cual fluyen las bendiciones más ricas: como el amor, el gozo y la gloria. Y no es solo la piedra angular de la vida del cristiano, “que sobrepasa todo entendimiento” (Filipenses 4:7), sino la cima que gobierna en nuestros corazones (Colosenses 3:15). Sin embargo, antes de considerarla, tenemos que comprender la naturaleza del “Dios de paz” (Filipenses 4:9), cuya obra en los corazones es llenarlos de paz: primero en las personas y luego, en lo que hacen.
El Señor es el Dios de paz. Él se encuentra en paz consigo mismo. Una implicación fundamental de las Sagradas Escrituras es que el Dios uno y trino estuvo, está y siempre estará en perfecto acuerdo consigo mismo, persona con persona, oficio con oficio, y que está satisfecho consigo mismo en la plenitud y perfección de su sabiduría, amor y poder. Cuando la inteligencia infinita encuentra perfecciones infinitas en sí misma, la estabilidad infinita e integridad del carácter están seguras. Esta integridad o rectitud es simplemente otro nombre para la justicia de Dios.
La naturaleza justa y el carácter de Dios son, de manera implícita, expresados en las demandas que Él pone sobre los hombres en los Díez Mandamientos. Las tablas escritas por el dedo de Dios son el centro de su gloria, la “Shekinah” que se movía sobre el tabernáculo en el desierto. Los rayos de la luz gloriosa del Señor brillaban sobre las tablas de piedra para señalarlas. Más allá de sus leyes, vemos el carácter del Dios que las dio. Las leyes nos dicen cómo es su carácter. Está implícito en las leyes el hecho de que, como Dios es de este modo, santo y justo, desea que sus criaturas sean así también.
Sabemos que Dios es amor, pero su carácter suele expresarse en las Escrituras en términos de justicia (como se enseña en la epístola a los Romanos). Esta justicia no es una mera regla ni una simple forma, sino que es la esencia de su ser. La justicia en Dios no es solo una regla sino su vida y pasión. Él se regocija tanto en esta que la desea para sus criaturas, y no solo por su propio bien como una semilla, sino por su fruto, que es la paz (cf. Isaías 32:17; Hebreos 12:11).
Sin embargo, decimos que Dios no es solo justicia. La Biblia enseña que la justicia pertenece tanto al corazón divino como a la mente divina. Aunque en Éxodo 20 vemos la justicia, la santidad y la ira de Dios en su expresión más álgida [“Muy limpio eres de ojos para ver el mal” (Habacuc 1:13); “el alma que pecare, esa morirá” (Ezequiel 18:4)], en el capítulo más impactante del Antiguo Testamento encontramos misericordia y amor. ¡Qué descubrimiento! Dios, que da los mandamientos, es antes que todo el Salvador que ha librado a su pueblo de la servidumbre (cf. Éxodo 20:1-2). El corazón de Dios que arde en justicia y santidad también lo hace en amor, misericordia, gracia y perdón. Él, que es justo y desea la justicia para sus hijos, los hace justos por medio de su perdón y amor redentor. Para nuestro asombro descubrimos que la roca de su ley y verdad, que es tan dura por fuera, resulta estar llena de su amor.
No obstante, si he considerado al Señor como el “Dios de paz”, con el propósito de considerar “la paz de Dios”, he pasado de manera inconsciente de un lado a otro. Esto no los debe sorprender, porque las energías de su naturaleza divina son las que necesariamente desea impartir a sus criaturas.
Me sorprendente que varios estudios sobre la obra de Cristo no definen clara y sistemáticamente las dimensiones de la obra de su muerte. El cristianismo evangélico distingue entre pecados y el pecado, fruto y raíz; pero la tercera dimensión, la obra de Satanás, es reconocida raras veces. Sin embargo, para descubrir el mal el ser humano, es necesario conocer la tercera dimensión, ya que la persona y obra del enemigo son el impedimento más grande en la madurez cristiana. Y a Satanás le encanta hacer esto. Por lo tanto, no cabe duda que no le agradará que los lectores entiendan algo sobre él y sus demonios. El dios de este mundo ha cegado a muchos cristianos (cf. 2 Corintios 4:4). Es por eso que me he propuesto exponer de manera secuenciada de las tres dimensiones de la muerte de Cristo.