Читать книгу Texto, comentario y jurisprudencia del código del trabajo - William Thayer Arteaga - Страница 11
ОглавлениеPRÓLOGO A LA PRIMERA EDICIÓN
1. La Pontificia Universidad Católica de Chile estimó un deber rendir condigno homenaje a su ex alumno de derecho, el R.P. Alberto Hurtado Cruchaga, ya beatificado y en proceso de canonización. El “hoy” beato culminó su fecunda vida apostólica a mediados del siglo XX, con una especial dedicación a promover la humanización y cristianización de las relaciones de trabajo, dentro de un esquema ajustado a los principios de libertad sindical que coetáneamente universalizaba la Organización Internacional del Trabajo (OIT) a través de los convenios 87 y 98, sobre libertad sindical y negociación colectiva. Estos instrumentos clave para el derecho internacional del trabajo no se podían aprobar por Chile mientras subsistiera el sistema sui generis de sindicato único obrero de afiliación forzosa. Cuando el padre Hurtado se empeñó en propugnar la libertad sindical, sufrió las más profundas incomprensiones y los más duros ataques de todos los sectores, habituados a un sistema que consideraban amoldado al modesto propósito de encauzar la inevitable lucha de clases. Entre tanto, la sociedad se mantenía expectante e inquieta ante sus dos desenlaces alternativos, cual de ellos más desgraciado: el triunfo de la dictadura del proletariado, propiciado por los comunistas, o el aplastamiento del proletariado, ante su empeño por destruir mediante la revolución social el Estado capitalista.
2. Hoy, cuando nadie discute, al menos en el mundo del que Chile forma parte, la decisión de vivir en una sociedad libre donde, por lo mismo, haya amplia libertad para organizar empresas y sindicatos, la Pontificia Universidad Católica estimó conveniente impulsar un estudio que analice, explique y evalúe los resultados del esfuerzo que puso en marcha hace medio siglo su hoy venerado ex alumno, el padre Alberto Hurtado, para preparar un Código del Trabajo fundado en la libertad sindical, que alcanzó a encargar hacia 1950 al autor de estas líneas, como abogado asesor de la Acción Sindical Chilena (ASICH) en ese entonces.
3. La tarea era desproporcionada para mi entonces limitada experiencia, pero no había mucho dónde escarbar. Con ayuda de algunos amigos de la ASICH preparamos un primer borrador, que alcanzó a conocer su capellán Padre Hurtado, según consta del informe que entregó al Episcopado en 1951. Un texto más afinado se aprobó por la directiva de ASICH en 1954. Su texto se reproduce como anexo de la obra El padre Hurtado y su lucha por la libertad sindical.2
4. Como sabemos, el fallecimiento del padre Hurtado ocurrió después de una larga enfermedad, que lo alejó de nosotros desde la primera mitad de 1952. Pero la larga batalla por la libertad sindical, hasta contar con un Código basado en ella, se continuó prácticamente hasta hoy.
5. Nos parece que el Código del Trabajo hoy vigente cierra el gran capítulo del siglo XX y nos sitúa ante los desafíos propios del siglo XXI: el desarrollo de la educación, la asociación, las comunicaciones, la internacionalización, la ciencia y la tecnología, proceso que se suele llamar globalización. Este nuevo escenario histórico lo ilustran el hundimiento de las utopías totalitarias fascista y nazi vencidas en la Segunda Guerra Mundial; la extinción de laUnión Soviética (URSS) en 1991, que capitaneaba el totalitarismo comunista; la influencia mundial de la OIT y, desde la perspectiva del humanismo cristiano, el aggiornamento del Concilio Vaticano II, que aún no terminamos de asimilar, y la gigantesca labor magistral y apostólica de S.S. el papa Juan Pablo II.
6. Ante esta nueva realidad hemos intentado un examen esclarecedor y objetivo del Código vigente, cuyo aliento de libertad asociativa se debe en Chile muy principalmente al impulso del padre Hurtado, que, en vida de él, pocos acogieron, pero terminó por imponerse aquí y en todo el mundo.
7. Este libro pretende, ante todo, ser una explicación y evaluación técnica y objetiva del Código del Trabajo vigente en agosto de 2002, pero no se limita a eso. Intenta reflexionar sobre la grandeza, profundidad, dignidad y responsabilidad –humanas y cristianas– comprometidas en la selección, capacitación, aprovechamiento, retribución y regulación del trabajo de las personas y los grupos, con los ojos del padre Hurtado, que tan claramente comprendió que no podía alcanzarse la justicia sin amor, ni era legítimo el amor, sin respetar la justicia.
8. Agradezco la generosa cooperación de los profesores Francisco Tapia, director del Departamento de Derecho del Trabajo y Seguridad Social de la PUC; Teresita Tagle, profesora de la PUC, que me prestó su permanente auxilio; de las distinguidas colegas Ximena Gutiérrez y Rosa María Mengod, profesoras del ramo, en la Universidad de Chile; María Eugenia Montt, profesora de la Universidad Central, y abogado integrante de la Iltma. Corte de Apelaciones Pedro Aguirre Cerda; al profesor de economía en la Escuela de Ingeniería Comercial de la PUC y presidente de la Comisión de Doctrina Social, don Fernando Coloma, y al R.P. Tony Mifsud, vicedecano de la Facultad de Teología y Moral, de la misma universidad. Vaya también mi gratitud a Editorial Jurídica de Chile y a quienes, dentro de ella, debieron soportar nuestras persistentes inquietudes de principal responsable de la obra, don Patricio Rojas, gerente general, y sus inmediatas colaboradoras y estimadas amigas Rosa da Venezia, Ana María García y Pilar de Iruarrizaga.
9. Cierro estas líneas con un muy personal reconocimiento a la Pontificia Universidad Católica de Chile, particularmente al Rector don Pedro Pablo Rosso; a la decana titular, doña María Cristina Navajas; al decano en ejercicio, don Jaime Náquira; a la Universidad Finis Terrae, en especial a su rector, don Pablo Baraona; a su vicerrector académico, don Álvaro Vial, y a la directora del Centro de Investigación y Documentación para la Historia de Chile Contemporáneo (CIDOC), doña Patricia Arancibia, por sus especiales facilidades y apoyo para el cumplimiento de esta tarea.
WILLIAM THAYER ARTEAGA
Santiago, octubre de 2002