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DENTRO DE LA GUERRA
LAS UNIVERSIDADES SICILIANAS Y EL PRIMER CONFLICTO MUNDIAL

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DANIELA NOVARESE

Università degli Studi di Messina

EL SUR Y LA GRAN GUERRA: UNA HISTORIA DE LUGARES COMUNES1

En los días que siguieron a la emoción de las «espléndidas jornadas», que caracterizaron la entrada de Italia en la Primera Guerra Mundial, el Corriere della Sera del 24 de mayo de 2015, al describir el «escenario de la guerra», informaba de que las operaciones militares se referían especialmente «al Trentino, al Cadore, a la Carnia, y al valle del Isonzo».2

Además, teniendo en cuenta que el periódico más famoso y de mayor difusión del país situaba el desarrollo de las acciones armadas en el noroeste, no sorprende que, en el imaginario colectivo, esos kilómetros de trincheras en las que los días transcurrían interminables, como narra Emilio Lussu en Un anno sull’altipiano, hayan constituido el escenario representativo de la Gran Guerra en Italia. Y precisamente la altiplanicie que Lussu, claro intervencionista, encontraba «insoportable» ya desde finales de mayo de 1916 se transmitiría a la memoria de la posteridad como lugar fundamental de ese primer conflicto mundial.

El historiador Alberto M. Banti ha afirmado que la Gran Guerra ha representado en los últimos treinta años «uno de los arsenales de obras históricas más ricos e interesantes, tanto por las interpretaciones que ofrece como por las elaboraciones metodológicas que propone».3

Sin duda, ese arsenal se ha enriquecido recientemente, gracias a los múltiples actos del centenario, merecedores de haber tratado fuentes, enfoques y narraciones diferentes del panorama historiográfico y de interpretaciones más tradicionales.4

Si hasta hace un año solo era posible encontrar escasas referencias, por ejemplo, de países que permanecieron al margen de la guerra, como España,5 esas celebraciones provocaron el nacimiento de un conjunto de escritos con la intención de señalar cómo, aun fuera del escenario bélico con todo su significado, los efectos de la fractura producida por la Gran Guerra, evidentes en «el largo siglo XIX»,6 y de sus códigos (culturales, políticos, sociales, de comportamiento, económicos) influyeron también en esos ordenamientos considerados neutrales.

Con relación a Italia, que decidió entrar en la guerra casi un año después del estallido de las hostilidades, en mayo de 1915 junto a la Entente, las iniciativas fuera del centenario afectaron a la imagen tradicional de un país en el que guerra y altiplanicie han representado un binomio inseparable, destacando quizá por primera vez la implicación, aunque con modalidades diferentes, de otras zonas geográficas de la nación, sobre todo de la participación del sur de Italia.7

Al respecto, hay que recordar otro dato reciente acerca del elevado número de insumisos en Sicilia, considerada desde siempre un «refugio peligroso de rebeldes y desertores»,8 y que según análisis minuciosos de los datos aportados por el Ministerio de la Guerra, por lo menos parcialmente, explicaría el fenómeno de la emigración masiva que entre finales del siglo XIX y principios del XX caracterizaba a las regiones del sur de Italia, con la problemática de localizar a los emigrantes.9 Este hecho llevaría al presidente del Gobierno, Vittorio Emanuele Orlando, acabada la guerra, a promover una amnistía a favor de quienes no se habían presentado al reclutamiento por haber sido deportados.

Por otra parte, ya a finales de los años sesenta del siglo pasado, Piero Melograni señalaba, «en cuanto a la noticia de la rendición de los tres regimientos sicilianos», en los días difíciles de Caporetto, que el propio general Cadorna reconocía «en las cartas a sus familiares que esa había sido exagerada por algunos mandos militares para ocultar sus responsabilidades».10

Lo mismo puede decirse acerca de la actitud con la que durante bastante tiempo la historiografía italiana ha subrayado «los escasos enfrentamientos políticos entre intervencionistas y neutralistas en el Mezzogiorno, y en particular en Sicilia», mientras que recientemente se ha señalado cómo «el debate sobre la guerra contribuyó no poco a redefinir el escenario político de la isla».11

En particular, refiriéndose a Sicilia, de las regiones italianas la más lejana del Trentino, del Cador, de la Carnia y del valle del Isonzo, nuevas investigaciones han destacado cómo la isla, con sus casi 53.000 caídos y 250.000 entre heridos y mutilados, pagó un precio muy alto en cuanto a vidas humanas, rotas, durante la Gran Guerra, lo que desmiente una vez más el estereotipo de un sur poco implicado en aquella tragedia.

Por otro lado, ese conflicto no sería solamente un peso en la vida diaria de todas las comunidades sicilianas grandes y pequeñas, que esperaban ansiosas el regreso de esos 440.000 hombres llamados a filas y que marcharon a ese altiplano remoto, si bien menos distante de la isla de lo que se suele creer.

Por ejemplo, el estrecho de Messina, con sus tropas costeras ocupadas en la acción contra los sumergibles alemanes, con Real Decreto del 14 de septiembre de 1917, n. 1511, se convertía realmente en un frente de guerra, pues declaraba en «estado de guerra el territorio de los alrededores de Messina y de Reggio Calabria», y transformaba así la isla en «una frontera sin trincheras»:12 no es casualidad que en ese brazo de mar se contaran miles de muertos, particularmente en el bienio 1917-1918.13

Además, la presencia de campos de prisioneros en la parte suroriental de la región, que acogieron a miles de presos, especialmente austriacos y húngaros, determinó una imagen posterior y poco conocida de la Sicilia «zona de guerra».14

Entre las líneas de investigación que han propuesto nuevos elementos de reflexión no podía faltar una mirada al mundo universitario.

Han sido numerosas las ocasiones en las que se ha tratado de reconstruir la compleja situación de las universidades italianas y del apoyo que dieron a la Gran Guerra. Un contexto rico en matices en el que se mezclan motivos como el de la «espera» de la guerra en los intelectuales italianos y, al mismo tiempo, la desaparición de la koiné científica y literaria europea, que Giulio Cianferotti ha reconstruido cuando se refiere a las relaciones entre universidades italianas y alemanas tras la declaración de guerra a Alemania.15

Exaltada ya como «escuela de energía nacional»,16 ya como fragua de «artes et arma»,17 considerada por el régimen fascista un lugar de entrenamiento para «miles de militares de los pelotones»,18 en general, la Universidad italiana apoyaba, convencida, el esfuerzo bélico del país.

Las tres universidades sicilianas también se unieron a lo que el mundo académico percibía como una misión. Aunque con formas y rechazos diferentes, condicionadas por contextos para nada diversos, como los ofrecidos por Palermo, Catania y Messina a finales de la era giolittiana, esas universidades se propondrían y se verían, al igual que otras universidades italianas, como lugares «de referencia de la propaganda intervencionista» (si bien no faltaron opiniones contrarias a la intervención), para asumir al final de las hostilidades la función de espacios privilegiados de la memoria, del culto de una juventud heroica y de sus maestros, y que a aquellas aulas jamás regresarían.

Las tres universidades sicilianas se hallaron totalmente «dentro de la guerra»,19 como indica el título de mi intervención, y en el clima que se respiraba en el país no solo buscaron y dieron su tributo de muertos, sino también su apoyo ideológico al esfuerzo militar y a la conclusión de la unificación italiana.20

Sin embargo, no faltaron en la isla, como en otras partes, voces discordantes. Coherentes o contradictorios, no fueron ni pocos ni insignificantes los itinerarios de quienes se alejaron de la retórica demasiado fácil de apoyo a la nación, o llegaron en un momento posterior, después de haber sacrificado en el altar de la patria vocaciones culturales y convicciones políticas.

Así pues, trataré de reconstruir aquí algunos itinerarios tras los que se intuye un mundo complejo de motivos que ponen difícil establecer un límite claro entre las razones del intervencionismo y las del neutralismo,21 precisamente para indicar la gama de matices y de posiciones manifestadas, y los daños que el país sufrió entonces, dentro y fuera de las aulas universitarias.

PALERMO: GOLIARDIA Y CIENCIA PARA APOYAR A LA GRAN GUERRA

Stamane, celebrandosi un servizio religioso nella chiesa evangelica […] pel compleanno dell’imperatore di Germania, gli studenti universitari, in numero di 300, si riunirono nell’atrio dell’Università. Al cancello era affissa la scritta «oggi festeggia il compleanno il sacrificatore della umanità». Gli studenti, dopo bruciate alcune bandiere, dai colori germanici, fischiarono all’imperatore e all’Austria, cantando in coro l’inno di Garibaldi, di Mameli e la Marsigliese. Poco dopo tentarono di uscire, in corteo, all’Università, ma ne furono impediti dai cordoni dei militari dell’arma e guardie di città.22

Así, un informe de la prefectura de Palermo, uno de los muchos de ese periodo, registraba la participación de los estudiantes universitarios en las manifestaciones antialemanas y antiaustriacas del 27 de enero de 1915. En Palermo, donde se habían concentrado las manifestaciones más significativas que habían tenido lugar en la isla,23 el clima incandescente que estalló en las «espléndidas jornadas» de mayo había servido como telón de fondo a un contexto académico en el que se había pasado del Gobierno de la academia representado por Federico Raffaele, catedrático de Anatomía Comparada y Zoología, cercano al grupo de Coenobium24 la revista de Lugano fundada en 1906 por Enrico Bignami y Arcangelo Ghisleri, y rector desde 1911 a 1914–, al del profesor de Historia Antigua Gaetano Mario Columba, que dirigió la Universidad25 durante todo el conflicto armado, comprometido en numerosas actividades colaterales a la acción bélica.26

Ya con ocasión de la inauguración del curso académico 1914-15, el rector Columba había pronunciado un discurso en el que se notaba su inquietud al constatar que:

L’Europa è sconvolta da una guerra di cui non si è vista mai l’eguale. Dalle rive della Vistola a quelle della Marna scorre in copia il sangue umano. L’Italia, nell’immane conflitto, ha potuto tenersi in disparte, seguendo i suoi diritti senza venir meno ad alcuno dei suoi doveri. Ma noi non sappiamo che cosa prepari l’incerto domani.27

Las preocupaciones de Columba se harían realidad al poco tiempo. De hecho, algún mes después, la situación empeoraría y los disturbios callejeros, también en Sicilia, marcarían el final de la actitud de espera de la clase política italiana.

En Palermo, durante los enfrentamientos que caracterizaron las «espléndidas jornadas», casi 20.000 personas, atravesando el casco antiguo de la ciudad, llegaron a la entrada de la Universidad, donde Benedetto Migliore, periodista y crítico literario, daba un apasionado discurso.

Giovanni Alfredo Cesareo, profesor de Literatura Italiana y uno de los primeros intervencionistas28 recordaría ese momento con estas palabras:

Un sole velato di maggio del 1915; la città animata di gente […] di qua e di là […] una duplice siepe aerea di bandiere nazionali […] E davanti questa nostra Università si formava il corteo degli studenti, serii, disciplinati, giocondi, e pur consapevoli dell’improvvisa responsabilità che già pesava su di loro. C’era un comizio in piazza delle Croci. Il governo, incerto d’interpretare la volontà della Nazione, dichiarando la guerra, aveva chiesto una manifestazione collettiva che giustificasse e sorreggesse il suo atto. E Palermo si accingeva a rispondere, in nome della Sicilia.29

Las fuentes disponibles subrayan la masiva participación de los estudiantes palermitanos en esos eventos, pero era en las aulas de la Universidad donde el profesorado analizaba conscientemente los ritmos de una universidad en guerra, a pesar de que no faltaban estudiosos, como el catedrático de pedagogía Giovan Antonio Colozza, el romanista Salvatore Riccobono y Federico Raffaele, que se unían al grupo identificado con el neutralismo de la revista de Enrico Bignami.30

Así, Erminio Troilo, catedrático de Historia de la Filosofía, pronunciaba un discurso titulado La Filosofia e la Guerra, con ocasión de la ceremonia de apertura del curso académico 1915-16. Al año siguiente, el filósofo del derecho Vincenzo Miceli daría una conferencia sobre La filosofia della pace, y si en 1917-18 no tenía lugar la ceremonia, el curso 1918-19 lo inauguraría Giuseppe Oddo con un discurso sobre La chimica nella guerra e nel dopoguerra, en el que, considerando la indudable calidad de la industria química alemana, se preveía una fuerte recuperación económica del país vencido. Bastante distinta era la opinión expresada acerca de la industria química italiana, despreciada a causa de estar constituida por «…reventas de mercancía retirada del extranjero».31

La identificación de esos profesores y de esos asuntos demuestra ser el fruto de una estrategia inteligente para indicar el papel que Palermo y su universidad, en sintonía con el rector Columba, querían desempeñar tanto en el contexto siciliano como nacional, en aquel trágico momento.

No es casual que precisamente un grupo de docentes de materias filosóficas de esa universidad (Miceli, Troilo, Colozza, Guastella, Orestano), en las páginas de la Rivista di Filosofia de 1915, hiciera «un llamamiento muy noble […] a sus colegas italianos ante la inminente participación de Italia en la gran guerra para la defensa de su derecho y la preparación de una Europa más civilizada y más libre».32

En cuanto a Giuseppe Oddo, representante de relieve de la ilustre escuela química palermitana fundada por Stanislao Cannizzaro, su situación demuestra la laceración que produjo la Gran Guerra en muchos intelectuales italianos. Ya se ha mencionado la admiración expresada por ese estudioso sobre la industria química alemana con ocasión de la inauguración del curso 1918-19, acabada la guerra, cuando en el tiempo el restablecimiento de las relaciones entre los diferentes países volvería a establecer la koinè científica europea y a dar fuerza a esos paradigmas científicos internacionales, que el conflicto había destruido en nombre del principio que anteponía el espacio limitado de la nacionalidad al de la pertenencia a la comunidad internacional de científicos, bastante más amplio.33

De hecho, ya en septiembre de 1915 Oddo había denunciado la total dependencia de la química italiana de la alemana, y con una carta al ministro había pedido el despido de la Commissione per i Gas Asfissianti, ya que estaba dominada por germanófilos. Respecto a Emanuele Paternò, alumno de Cannizzaro y maestro del propio Oddo, este último afirmaba que «viéndose cada día más rodeado de alemanes, él también buscó un apoyo alemán y creyó hallarlo en el germano-catanés Peratoner».34

En esos años, Oddo se había comprometido seriamente a contribuir de forma concreta a la movilización y ha enviado al Ministerio de la Guerra una serie de propuestas sobre medios de defensa y de ofensiva como dotación a nuestros soldados. Igualmente lo haría Emanuele Paternò, presidente de la Commissione per i Gas Asfissianti y fundador de la Gazzetta Chimica Italiana, contrario al conflicto pero que, junto a otros «después de la entrada de Italia en la guerra», participaría «activamente en la movilización científica del país».35 Una orientación y un itinerario similar caracterizarían también las decisiones tomadas por Emanuele Olivieri Mandalà, famoso por sus investigaciones sobre los gases asfixiantes, en servicio como oficial de ingenieros.

En definitiva, la Universidad de Palermo expresaba su compromiso a favor del conflicto en un contexto urbano en el que el estallido de la Gran Guerra parecía volver a impulsar una economía desde hacía tiempo débil, como lo demuestra la patente de un camión para el transporte de municiones y víveres en las carreteras de montaña, obtenida en 1916 precisamente en Palermo y usada con éxito en esa circunstancia, y donde los importantes pedidos de ácido cítrico empleado como desinfectante hacían que la fábrica de Arenella trabajara a tope.36

CATANIA, UNA UNIVERSIDAD PREPARADA PARA LA GUERRA

Al observar en esos años la realidad de la Universidad de Catania, la universidad siciliana37 más antigua, se constata que esa institución desde el principio y por diversos motivos desempeñaba un papel determinante dentro del espacio urbano, proponiéndose como «centro de agregación para las muchas almas de la lucha etnea».38

De hecho la Universidad se mostraba como «plataforma virtuosa capaz de gestionar la movilización […] distinguiéndose así el epicentro político –antes que cultural– de una ciudad lejos del conflicto, pero no por ello sin interés por su destino».39

En un informe de abril de 1915 enviado al presidente Salandra, como ministro de Interior, el prefecto Minervini escribía: subrayando, además para Sicilia, un apoyo a la guerra preferentemente burgués o medio burgués.

Mi pare potersi affermare che lo spirito pubblico, in questa provincia, non sia sinceramente e ponderatamente favorevole ad un’entrata in guerra del nostro paese. Una guerra per assicurare i futuri destini della Patria […] qui non è generalmente compresa dalle masse. Esse si commuoverebbero, se qualche potenza straniera minacciasse l’integrità della patria o la vilipendesse. Ma una guerra, dirò così, per misura preventiva, non le appassiona.40

El final de la década giolittiana coincidía para Catania con el final del empuje fuertemente innovador que el alcalde Giuseppe De Felice Giuffrida había sabido dar a la Administración local, a partir de 1902.41 La parábola política del primer ciudadano, exponente de relieve de la democracia cristiana siciliana y nacional, luego partidario de la empresa en Libia y de la intervención en la guerra, parecía coincidir con el itinerario emprendido por la universidad de la ciudad, y si después de las «espléndidas jornadas» el prefecto Minervini señalaba con prudencia la tímida actitud de las masas, en cambio la Universidad se mostraba, desde el principio, ciertamente a favor de la intervención.

Un personaje clave, capaz de gestionar e interpretar la función que desempeñaba en aquellas circunstancias el antiguo Siculorum Gymnasium, era el rector Giuseppe Majorana, representante de una verdadera dinastía, cuyo tiempo lo ocupaba entre «academia, foro y poder político».42

A propósito del relevo de Vadalà Papale con Majorana para dirigir la Universidad de Catania, Corrado Dollo ha señalado cómo ello implicaba una nueva configuración de los equilibrios anteriores, incluso académicos:

prima Vadalà Papale e poi Giuseppe Majorana» –ha scritto lo studioso– «diventano Magnifici, e non è a dire che l’involuzione, nel primo, non fosse abbastanza visibile: bisogna essere forti «per vivere e vincere», diceva, nel mentre ricordava «le epiche lotte delle regioni italiane dell’Istria per avere una università italiana». Ma l’appello alla pubblica opinione e il cauto ricorso all’inventario della topica nazionalista è nulla se si paragona con l’atteggiamento di Giuseppe Majorana, rettore durante gli anni della prima guerra mondiale […].43

En 1890 Majorana, profesor de Estadística en Messina, se trasladaría a Catania, su ciudad natal, donde desarrollaría su vida profesional.44 En 1894 pasaba a la cátedra de Economía Política, hasta entonces ocupada por su padre, Salvatore. Decano durante dos mandatos de la Facultad de Derecho, Majorana dirigiría sin interrupción la Universidad de Catania entre 1911 y 1919, motivado por un fuerte sentimiento de pertenencia a la institución universitaria.45

Durante los años del conflicto, primero demostró ser firme partidario de la agresión a Libia y luego ferviente intervencionista, además de presidente de un Comitato di resistenza civile (junto al prefecto Bonomo y al alcalde Sapuppo), creado en febrero de 1917 para vigilar la difusión de noticias falsas sobre el desarrollo de la guerra.46

En torno al rector Majorana se concentraban, concretamente, todos los miembros de la Universidad de Catania, y no es una casualidad la circunstancia del reclutamiento de 30 docentes y 46 unidades del personal técnico administrativo. Entre los estudiantes resultaba alistado el 60 % de los matriculados en el curso 1915-16, y casi el 80 % de los del curso siguiente, cómplice en parte, una actitud de apertura de las autoridades académicas hacia los estudiantes soldados.47

Sin embargo, es indudable que esos jóvenes que marcharon al frente voluntariamente conocieron dentro de las aulas universitarias una continua llamada a la guerra. De hecho no deja de sorprender la centralidad que el conflicto había asumido en la vida de esa universidad, no solo en las intervenciones de su rector, sino también en los discursos inaugurales, en las conferencias y en otros discursos celebrados en el aula magna de la Universidad en aquellos años. Sirvan de ejemplos el Discorso del profesor Francesco Saverio Giardina Sulla Tripolitania, en 1911-12, y el leído por el internacionalista Eduardo Cimbali, en junio de 1915, sobre I miei quattordici anni di campagna contro la triplice alleanza. La sospirata nostra guerra santa.

L’arte di dopo la guerra es el título del discurso de inauguración del curso académico 1915-16, del docente de Arquitectura Francesco Fichera, y de Inutilità, calamità ed ipocrisia del presente diritto internazionale in pace e in guerra hablaba Eduardo Cimbali en 1915. Con una lección titulada La pace antipacificatrice dei socialisti ufficiali e la pace pacificatrice del nuovo diritto internazionale, Cimbali inauguraría el curso académico 1916-17.48

El itinerario de Eduardo Cimbali, cuya actividad de conferenciante en esos años es frenética, indicaba el paso del rechazo absoluto de la guerra a posiciones totalmente opuestas. Aunque en abril de 1912, o sea, en medio de la agresión a Libia, Cimbali seguía promoviendo la fundación de la Società Universale dei Diritti d’Indipendenza, per la Libertà la Giustizia, la Pace e il Disarmo, sus convicciones necesitaban experimentar una evolución repentina al estallar la Gran Guerra, de manera que el ferviente neutralista se transformaba en un animado intervencionista.49

Del intervencionismo al fascismo el paso sería breve y, precisamente en Catania, Cimbali fundaría en octubre de 1919 la primera organización fascista siciliana, el Fascio dei Combattenti Universitari ed ex Universitari.

En cambio, muy diferente era el itinerario de Achille Pellizzari, pugliese, docente de literatura italiana en Catania entre 1915 y 1919. Durante los años de su magisterio en esta ciudad, Pellizzari, futuro partisano Poe, antifascista, medalla de plata al valor militar y diputado en la constituyente,50 era considerado un sujeto peligroso y gran parte de la comunidad académica51 lo miraba con recelo. Su caso, que debía convertirse en asunto nacional, estaba relacionado con su posición bastante crítica, en 1917, sobre las ayudas para favorecer a los estudiantes militares, respecto a las que Pellizzari había enviado una carta abierta al ministro de Educación Agostino Berenini. Diferentes artículos publicados por Pellizzari en las páginas del Giornale d’Italia, entre 1917 y 1918, posteriormente se reunirían en un librito caracterizado por su sagaz ironía y por su título emblemático, L’Ignoranza obbligatoria, editado en Bolonia en 1920.52

En un artículo titulado «Gli studenti soldati», el profesor de literatura italiana, aun declarando abiertamente su «simpatía más conmovedora» hacia los jóvenes universitarios en el frente, al igual que para los otros combatientes, rechazaba admitir cualquier «equivalencia entre heroismo y cultura».53 En la inevitable bagarre que se producía, a Pellizzari lo calificaban de desertor, yerno indigno de ese Guido Mazzoni, docente de literatura italiana en Padua y en Florencia, que por sentimientos irrendentistas e intervencionistas había solicitado y obtenido su reclutamiento como voluntario, por lo que mereció nada menos que dos cruces de guerra.54

Destinatario de todo tipo de calificativos, además de cartas anónimas,55 Pellizzari, trabajando junto a un grupo de estudiantes de distintas facultades de la Universidad de Catania, desarrollaba un proyecto de ley a favor de los estudiantes militares,56 antes de dejar en 1919 la ciudad del Etna.

El asunto podía dividir la Universidad de Catania, que hasta ese momento el rector Majorana había conseguido presentar como una institución unida y firme en su papel de luz defensora de la guerra y de la patria. La «calma» en la Universidad, según se ha escrito recientemente, volvía «solo en los meses siguientes, con el eco de las noticias del frente».57

MESSINA, UNA UNIVERSIDAD EN CRISIS, ENTRE TERREMOTO Y GRAN GUERRA

A diferencia de las universidades de Palermo y de Catania, la Universidad de Messina se preparaba para enfrentarse a la guerra, junto con la ciudad, en condiciones precarias.

Ante el estallido inminente de la Primera Guerra Mundial, la ciudad del Estrecho mostraba de manera evidente las heridas abiertas provocadas por el desastroso seísmo de 1908 y por los atrasos que caracterizaban por distintos motivos su reconstrucción. En una realidad urbana que había perdido casi el 40 % de sus habitantes, la Universidad había pagado con el terremoto nada menos que un tributo de 29 profesores, 12 empleados y un número impreciso de estudiantes.58

A pesar del contexto bastante difícil, la Universidad había continuado su propia actividad en estructuras precarias, después de que en 1913 se decidiera derribar el antiguo edificio de los jesuitas, sede de la Universidad, que había sufrido daños a causa del seísmo.59

A aquella sede llegaba el joven Piero Calamandrei, para volverse a marchar al frente, como voluntario, apenas nombrado catedrático de Derecho Procesal Civil en Messina.60 Movido por un «purísimo espíritu mazziniano de origen risorgimentale […] ahora convertido en pasión irredentista»,61 renunciaría a estar exento del reclutamiento que le consentía su fuerte miopía.

También el romano Adolfo Marco Ravà, que llegó en octubre de 1911 a la ciudad del Estrecho como profesor de filosofía del derecho,62 se hallaba frente a una ciudad en ruinas. En el diario local L’Avvenire, Ravà publicó en noviembre de 1914 un artículo, «Germania e libertà», donde «la actitud neutral presentaba una connotación característica: la germanofilia».63

Las reflexiones expresadas por Ravà en el periódico de Messina representaban la coherente consecuencia de la adhesión, compartida por otros profesores universitarios italianos, al llamamiento lanzado el 27 de septiembre de 1914, en el Giornale d’Italia, por el arqueólogo Richard Delbruck, que invitaba «a suspender la opinión sobre la noticia del bombardeo alemán de la catedral de Reims, hasta no haber recogido documentos ciertos».64 A pesar de que formara parte del grupo romano de los militantes neutrales» pro Italia nostra, animado por De Lollis, Croce, Jemolo e Chiovenda, al estallar la Gran Guerra Ravà se alistaría y obtendría una «cruz al mérito y otras condecoraciones»,65 siguiendo la visión que el propio Croce, en octubre de 1915, había indicado en las páginas de Italia nostra en una nota titulada «Germanofilia».

Aun expresando, de hecho, su neutralidad y la de los intelectuales que se agrupaban en torno a ese periódico, el filósofo napolitano no había dejado de subrayar que «la última decisión correspondía a quien representaba el estado y que con cualquier decisión tomada, todos obedeceríamos y colaboraríamos en la empresa nacional. Y así hicimos».66

El neutralismo germanófilo declarado por Adolfo Ravà en las páginas de L’Avvenire, fundamentalmente unido a la idea de una comunidad europea de estudiosos amenazada por vientos de guerra, no se podía exportar fuera del ámbito exclusivamente universitario e intelectual, teniendo en cuenta, por otra parte, que en septiembre de 1914, durante una demostración improvisada en Messina, se había silbado fuerte contra las embajadas austriaca y alemana.67 Por el contrario, en enero de 1915 los ciudadanos de Messina, especialmente muchos estudiantes,68 aplaudían con entusiasmo la intervención de Cesare Battisti en el Teatro Mastrojeni, único lugar de discusión y de debate sobre temas tan graves en la Messina de las chabolas.69

Un año después de esa conferencia, el haber dedicado una arteria importante del centro de la ciudad del posterremoto al diputado de Trento apenas ajusticiado,70 y siempre en 1916, el haber dado los nombres de Trento y Trieste a dos calles,71 dice mucho del entusiasmo que despertó Battisti y de la madurez del irredentismo en Messina, donde la asociación «a favor de la Italia irredenta» estaba muy enraizada, uniéndose a la tradición democrática post risorgimento.72

También el filósofo Giuseppe Rensi daba un discurso en el Teatro Mastrojeni, Per la mobilitazione civile, en abril de 1918. El estudioso veneto había vivido la experiencia de Caenobium. Rensi sería colaborador y jefe de redacción hasta 1914 de ese periódico, que ya a comienzos de 1913 había abierto una columna significativa con el título «Guerra a la guerra».

Él mismo reconoció más tarde, mientras ejercía su labor como docente de la universidad peloritana hacia 1916, cómo a causa de la guerra había llegado a ser consciente de su total escepticismo. En los Lineamenti di filosofia scettica, publicados en 1919, definiría la guerra como «el inevitable producto y la necesaria expresión sanguinaria del choque de dos razonamientos opuestos […] de dos “evidencias” […] sobre las cuales […] para establecer cuál de ellas es ciertamente el producto de la “síntesis a priori” no hay […] ningún juez».73 Además, Pasquale Coppa Zuccari,74 abrucés, catedrático de Derecho Civil en Messina desde 1911 a 1918,75 se uniría al «comité international pour la ligue des pays neutres», que desde Lugano en agosto de 1914 Bignami publicaba en las páginas de Coenobium.

Aunque entre los docentes de la Universidad de Messina no faltaran opiniones bastante diferentes respecto al momento que el país estaba viviendo, esta no se propuso como sede para la elaboración y la discusión de ideas y de reflexiones. De hecho, era el Teatro Mastrojeni, hacía poco construido de madera, y no la universidad de chabola, la que acogía un ciclo de conferencias sobre la guerra, promovido por el Comitato pro Interessi Nazionali, presidido por el profesor de Oftalmología Sebastiano Tornatola.

Al contrario de lo que ocurría en esos mismos años en Palermo y en Catania, en la universidad peloritana el único discurso inaugural, entre los del periodo 1914-1918, que ya en su título Guerre e civiltà se refería concretamente al conflicto, era el del abrucés Ettore Ciccotti, docente de literatura latina, con ocasión de la apertura del curso académico 1917-18.

En aquella alocución pronunciada justo después de los días terribles de Caporetto, Ciccotti, ferviente socialista y convencido defensor del intervencionismo democráti co,76 consideraba un deber suyo hablar «de la guerra como se habla de una institución de estudios y de enseñanza, para adentrarse en su sentido más profundo y tratar de comprender su trágica función».77 Calamandrei, Ravà, Coppa Zuccari, Rensi y Ciccotti expresaban algunas ideas a favor y en contra de la intervención en la guerra, en un contexto, hay que decirlo, totalmente peculiar respecto al resto del país.

En la reconstrucción de ese asunto de Messina, tras el terremoto de 1908, es necesario tener en cuenta la difusión de un clima cultural de vanguardia que, precisamente en ese escenario de ruinas y sumido en la emoción que provocaban en toda Italia las tremendas consecuencias del seísmo,78 hallaba una gran inspiración.79

En la Messina de las chabolas el fundador del movimiento futurista, Filippo Tommaso Marinetti, tras la guerra italo-turca decidía difundir el programa político futurista en el que se alababan «todas las libertades excepto la de ser villacos, pacifistas, antitalianos».80 Una vez más, fuera de la Universidad, oponiéndose clara y despectivamente a la academia, Marinetti, con su artículo «La guerra elettrica», y con la llamada «Agli studenti futuristi…», publicados en mayo de 1915 en el periódico mesinense La Balza, órgano oficial del futurismo,81 incitaba a la juventud universitaria a superar cualquier división «con un único objetivo: Italia y su guerra contra Austria».82 Palabras que desde la Messina destruida llegarían a los estudiantes de toda Italia.

CARTAS DESDE EL FRENTE. LOS ESTUDIANTES UNIVERSITARIOS SICILIANOS Y LA GRAN GUERRA

È stato detto […] che alla nostra vittoria tutte le classi sociali hanno contribuito e tutte le armi; ma […] v’è fra tutte le armi una che della guerra ha avuto le maggiori glorie ma anche i maggiori orrori, ed è la fanteria; e vi sono due classi sociali che alla fanteria hanno dato il maggior numero di gregari, e sono da una parte i contadini, che hanno formato i plotoni […] e dall’altra gli studenti, che hanno formato i comandanti dei plotoni… Permettete che questa affermazione sia fatta con orgoglio da me, ufficiale di fanteria e modesto insegnante universitario. Oh, per tre anni l’Università ha mandato su alle trincee un fiotto inesausto di giovinezza, di ardimento, di fede! Li vedevamo arrivare a gruppi, ogni tanto, questi ragazzini […] che la sorte da un giorno all’altro improvvisava guerrieri, comandanti di plotone […] e questi ragazzini […] erano capaci di scavalcare, pochi istanti dopo il loro arrivo, il parapetto della trincea e di guidare saldamente i loro uomini.83

Con estas palabras llenas de emoción Piero Calamandrei recordaría más tarde la contribución de los estudiantes universitarios italianos a la Gran Guerra.

Si, como se ha observado,

La Grande Guerra sembra produrre una «cultura» basata su un incessante gioco di contrasti che non è prodotto solo dal carattere traumatico della guerra in quanto tale ma anche dal fatto che la guerra scardina le coordinate concettuali, linguistiche, narrative e mentali dell’anteguerra,

resaltando la desconexión entre «las expectativas de la guerra y su concreta experiencia»,84 ¿de qué forma influía en los estudiantes sicilianos que estaban en el frente el final de la «inocencia», provocada por el brusco impacto con la realidad de la vida en la trinchera, de la muerte masiva, del sufrimiento, de la brutalidad del conflicto?

¿Cómo vivían esos jóvenes, tras los primeros entusiasmos, el choque con una realidad durísima, la de una guerra real y no soñada, pretendida, buscada, quizá al ritmo insistente y fascinante de palabras libres futuristas dentro y fuera de las aulas universitarias? ¿De qué manera y cuánto sentían la elección del reclutamiento voluntario, el enfrentamiento entre la poderosa retórica de sus maestros y el desprecio diario de la dignidad humana, el frío, el hambre, el aburrimiento, la suciedad, el dolor, el miedo y la muerte?

A las continuas peticiones de una universidad profundamente convencida de su propia misión patriótica, la población estudiantil respondía con la generosa disponibilidad de la juventud, y no es casualidad que incluso en las cartas desde el frente de muchos estudiantes-soldados sicilianos, el recuerdo de esos días, del asistir a las clases, de los profesores, esté presente constantemente.85

Rivedo l’Università che ho lasciato nel novembre del 1915. Qui non c’è più nulla! […] ma anche prima della guerra! Sapessero gli Italiani a quale punto eravamo ridotti! […] Che orrore a tornarci e a ritrovar tali e quali quelle facce, quei musi di scolari, quelle pretese di scienza e di verità! […] Si faceva la guerra da tanto nelle aule in nome di qualcuno! […] A rifare con coscienza quei momenti, quelle ansie, quei dolori ci sarebbe da scrivere le vere pagine della cultura e dell’anima italiana […] Ma gli scolari, i ribelli sono poi partiti per la vera guerra.86

Estas eran las reflexiones que provocaban el choque con la realidad de la trinchera en Luciano Nicastro de Ragusa, estudiante de Filosofía en Catania, que marchó voluntario al frente, y futuro cofundador del periódico futurista La Balza.

Para el joven de Ragusa, el impacto con la guerra tenía que causar dolor, y tras la derrota de Caporetto, escribía:

Mamma, ho il cuore infranto! Dovevo essere proprio io a subire tanto martirio, a vedere proprio quello che ho visto […] c’era puzzo, odore di sangue e terra, zaini, panni, stracci, cartacce, parapetti buttati, ricoveri cascati, mosche, sole, puzzo di orina… Ed io correvo, saltavo, portavo il fazzoletto alle narici; poi si entrò nel terreno smosso voltato dalle granate […] Misi il piede su un fardello pesante che sembrava uno zaino… No! […] era il tronco d’un uomo, senza braccia, con una gamba coperta di terra […].87

«La mia vita» –scriveva Salvatore Serretta– «è molto diversa da quella che conducevo a Palermo ne’ portici dell’Università, in biblioteca o al caffè. Il corpo soffre […] per le fatiche e le privazioni. Eppure adesso mi sento così superiore a quello ch’ero prima, che proverei vergogna, come d’un castigo, se mi costringessero per qualunque ragione, a tornarmene a casa mia, dove pure ci ho la mamma e la sorella che adoro.88

Vincenzo Giuffrida, estudiante de medicina en Catania, y fallecido algunos años después tras haber regresado del frente, maldeciría aquella guerra que había roto para siempre su sueño de llegar a ser médico. En sus cartas, la petición a su familia de una «camisa resistente» y «buenos guantes de lana» para protegerse del frío, y todo el asombro, aunque entre tanto horror, de quien por primera vez veía la nieve.89

«Desde el agujero en el que vivía como un topo»90 Giannino Ferrari, estudiante de la Facultad de Letras enviaba un abrazo a Achille Pellizzari, su profesor de literatura italiana en Catania, uno de los pocos profesores que, como se ha mencionado antes, jamás había escondido «su rechazo a la guerra como solución a las controversias entre los pueblos» y valientemente se había puesto en contra de los favoritismos a los estudiantes militares, aislándose dentro de la Universidad de Catania.

Esa narración de la guerra, en todo caso rechazada, nos permite conocer la experiencia de Giovanni Antonio Di Giacomo (Vann’Antò), de Ragusa, licenciado en Letras en Catania en 1914, futurista y convencido intervencionista, que marchó voluntario en 1916, fue herido en Bainsizza y luego enviado en 1917 al hospital militar de Siracusa para su recuperación. Sin embargo, pronto

i suoi entusiasmi risorgimentali ed irredentistici sarebbero stati messi a dura prova dalla tremenda esperienza della battaglia e della trincea […] ne nacque una sorta di breve diario in francese, Tablettes, dove non c’è alcuna traccia di bellicismo patriottico ma solo l’incubo di un «lieure affreuse de bataille», e la scrittura diventa esplicitamente uno strumento d’evasione, una regressione al gioco infantile.91

DE INSTITUCIONES DENTRO DE LA GUERRA A LUGARES DE CULTO DE LOS HÉROES DE GUERRA. ALGUNAS CONCLUSIONES

Así pues, las tres universidades sicilianas, aunque con diferencias determinadas, además de su historia por sus contextos urbanos muy diferentes, contribuyeron con hombres y apoyo ideológico al primer conflicto mundial.

Esas instituciones fueron conscientes de estar «dentro de la guerra», uniéndose a un conflicto imaginado para completar esa acción del risorgimento de construcción del Estado unitario, que precisamente había nacido en la isla hacía unos cincuenta años: una inclusión marcada por el sacrificio de 258 estudiantes universitarios inmolados por ese ideal y reivindicada posteriormente, en nombre de esas jóvenes vidas aniquiladas, para prevenir nuevos y viejos peligros de que fuera eliminada (Messina)92 o transformada de manera significativa (Catania).93

En cuanto a las convicciones, a las orientaciones expresadas y adquiridas dentro del profesorado, en Sicilia, como en otros lugares, las voces contrarias serían minoritarias y se encontrarían «al final aisladas y abrumadas por el grupo de intervencionistas surgido, sobre todo, en las universidades».94

Al final de la Gran Guerra esas universidades, como las del resto del país, se integrarían sin demasiados problemas en el clima cultural y político transformado, condicionado por el ascenso del fascismo, convirtiéndose en lugares de «culto perenne de la memoria por los gloriosos Caídos»95 y «templo austero de la […] perenne devoción a los héroes»,96 asumiendo la tarea de conservar para siempre, a través de lápidas y monumentos conmemorativos, el recuerdo de sus mártires97 y transmitirlo, junto a los saberes, a las futuras generaciones.

1. Traducción de la Dra. Ana María Bermudo Gonzalez de la Universidad de Messina.

2. Este trabajo representa una reflexión y reelaboración posteriores sobre la relación entre las universidades sicilianas y la Gran Guerra, cuyas primeras ideas aparecen en Novarese: «L’Europa è sconvolta da una guerra di cui non si è mai vista l’eguale. Gli atenei siciliani di fronte al primo conflitto mondiale», en G. P. Brizzi y E. Signori (eds.): Minerva armata. Le università e la Grande guerra, Bolonia, 2017, pp. 109 y ss.; íd.: «Fra interventismo e neutralismo. Le università siciliane e la Grande Guerra», en G. Astuto y A. Nicosia (eds.): La Sicilia e il Mezzogiorno dall’impresa libica alla Grande Guerra, Nápoles, 2017, pp. 243-257.

3. A. M. Banti: Le questioni dell’età contemporanea, Roma-Bari, 2010, ed. digital citada, 2014.

4. Por ejemplo, se ha tenido muy en cuenta la «necesidad de la escritura» determinada por ese acontecimiento, la llamada «iconología del caído» como legitimación posterior de la Gran Guerra mediante la institución del culto de sus héroes, el empleo de un registro lingüístico nuevo e inusual y el tema de la «muerte masiva» percibido por primera vez precisamente en esa ocasión, con un enfoque interdisciplinar en los múltiples problemas relacionados con el tema.

5. El aniversario del estallido del primer conflicto mundial sirvió para promover la publicación de reflexiones acerca de la percepción y los efectos de la Gran Guerra en España. Al respecto pueden consultarse los numerosos artículos de algunas revistas, como el número 18 de Historia y Comunicación (2013) y el 43 de Pasajes (2013-2014). Para una reconstrucción general, véase M. Martorell Linares: «No fue aquello solamente una guerra: fue una revolución»: España y la Primera Guerra Mundial», en Historia y Política, 26, 2011, pp. 17-45.

6. La continuidad entre los siglos XIX y XX, destinada a romperse precisamente con el estallido de la Primera Guerra Mundial, ha llevado a considerar el siglo XX un «siglo breve». Así, E. J. Hobsbawn: Il secolo breve: 1914-1991: l’era dei grandi cataclismi, Milán, 1995. Para puntos de vista diferentes, véase G. Barracloug: Guida alla storia contemporanea, Roma-Bari, 1999, 5.ª ed.

7. Recientemente se le ha quitado importancia al estereotipo de la Gran Guerra como conflicto concretamente «septentrional», poniendo de relieve la implicación del sur y de Sicilia en aquella tragedia. En particular, véanse las observaciones de M. Bonomo y G. Poidomani: L’Italia chiamò. La Sicilia e la Grande Guerra, Roma, 2017.

8. Comentario del general Luigi Cadorna al presidente del Consiglio Paolo Boselli (cfr. P. Melograni: Storia politica della Grande Guerra, 1915-1918, ed. digital citada, Milán, 2015).

9. Sobre esto, cfr. M. Saija y F. Cordaro: «L’emigrazione siciliana nelle Americhe e la Grande Guerra», en La Sicilia e il Mezzogiorno dall’impresa libica alla Grande Guerra, op. cit., pp. 136-146. Véanse las estadísticas en Mobilitazione e smobilitazione degli emigrati italiani in occasione della guerra 1915-1922, Roma, 1923.

10. Melograni: Storia politica della Grande Guerra, op. cit.

11. T. Baris: «Sicilia», en Abbasso la guerra! Neutralisti in piazza alla vigilia della prima Guerra mondiale in Italia, edición de F. Cammarano, Florencia, 2015, p. 589.

12. Así, L. Caminiti: «Una frontiera senza trincee. La mobilitazione civile nella Grande Guerra», en A. Baglio, R. Battaglia, L. Caminiti, M. D’Angelo y S. Fedele (eds.): Da queste sponde sicule che stan di fronte a Scilla. Messina e la Grande Guerra, Messina, 2015, pp. 9 y ss.

13. V. Caruso: Messina nella Prima guerra Mondiale, Messina, 2008, pp. 27-40; ibíd.: Spionaggio e controspionaggio nello Stretto di Messina, en línea: <www.messinaierieoggi.it>, 2008.

14. F. e V. La Ferla: L’ex campo di concentramento di Vittoria, Roma, 1999; A. Tortaro: «Prigionieri degli italiani», en Gli italiani in guerra. Conflitti, identità, memorie dal Risorgimento ai giorni nostri, III, La grande guerra: dall’intervento alla «vittoria mutilata», edición de M. Isnenghi y D. Ceschin, Turín, 2008, pp. 253 y ss.; R. Keglovich: «Prigionieri di guerra ungheresi in Sicilia dopo la prima guerra mondiale», en Verbum, 7I(I), 2005, pp. 293 y ss.

15. G. Cianferotti: 1914. Le Università italiane e la Germania, Bolonia, 2016.

16. M. Moretti: «Essa dev’essere scuola di energia nazionale. Un testo del 1914 sull’Università italiana», en A. Arisi Rota, M. Ferrari, M. Morandi (eds.): Patrioti si diventa. Luoghi e linguaggi di pedagogia patriottica nell’Italia unita, Milán, 2009, pp. 85 y ss.

17. G. Albini: «Artes et arma», en La nostra guerra, Florencia, 1915.

18. B. Mussolini: «All’Ateneo di Padova» (1923), en Opera Omnia, edición de E. e D. Susmel, XIX, Florencia, 4.° rist., 1972, pp. 229-230.

19. Sobre las universidades sicilianas y la Gran Guerra, A. S. Granata: «Forza dello spirito ed arma del pugno. L’Università in trincea», en G. Barone (ed.): Catania e la Grande Guerra. Storia, protagonisti, rappresentazioni, Acireale-Roma, 2014, pp. 55 y ss.; Novarese: «L’Europa è sconvolta da una guerra di cui non si è mai vista l’eguale», op. cit.; íd.: Fra interventismo e neutralismo. Le università siciliane e la Grande Guerra, op. cit.; G. Speciale: La Facoltà di Giurisprudenza di Catania: dal primo Novecento all’avvento del Fascismo, en La Sicilia e il Mezzogiorno dall’impresa libica alla Grande Guerra, op. cit., pp. 258-288; G. Poidomani: «L’Università militante. L’Ateneo di Catania tra colonialismo, Grande Guerra e Fascismo», en Annali di Storia delle Università Italiane, 22(2), 2018, pp. 179-206.

20. Para una interpretación diversa de la gran guerra, V. De Caprariis: Momenti di storia italiana del ‘900, edición de G. Buttà, Messina, 1988.

21. Para las posiciones asumidas en la isla a favor y en contra de la guerra, cfr. C. Mancuso: «Abbasso l’Austria! Abbasso Giolitti!. Il “maggio radioso” in Sicilia», en Zapruder, 32, 2013, pp. 106 y ss.; Baris: «Sicilia», op. cit., pp. 589 y ss.

22. Así se lee en un informe de la Prefectura de Palermo, recordado en R. Raspaglieri: «Giovanni Colonna di Cesarò, diario della neutralità», en Intrasformazione. Rivista di storia delle idee, 3(2), 2014, pp. 18-30, en línea: <http://www.intrasformazione.it>.

23. Mancuso: «Abbasso l’Austria! Abbasso Giolitti!», op. cit., pp. 106 y ss.; Baris: «Sicilia», op. cit., pp. 589 y ss.

24. Cianferotti: 1914…, op. cit., p. 121.

25. Para una reconstrucción de los asuntos de la Universidad de Palermo, la última que se fundó en Sicilia (1806), cfr. O. Cancila: Storia dell’Università di Palermo dalle origini al 1860, Roma-Bari 2006.

26. P. Treves: «Columba, Gaetano Mario», en Dizionario Biografico degli Italiani, 27, 1982, ad vocem.

27. Allí, donde se subraya el compromiso concreto del rector de la Universidad palermitana, como presidente de la oficina de asistencia jurídica gratuita a las familias necesitadas de quienes fueron llamados a filas (a partir de 1916), y también presidente de la comisión provincial para el servicio de voluntariado civil.

28. «El estallido de la Guerra Mundial encontró en C. un claro partidario con los versos I canti armati (publicados en “Nuova Antologia” en 1915, luego integrados en Canti di Pan, Bolonia 1920), llevando los conceptos de heroísmo y de superhombre a niveles muy exagerados. Pero la muerte de su hijo Ugo, ocurrida en un accidente durante el entrenamiento militar, el 15 de febrero de 1918, causó en C. un repentino encerrarse en su angustia interior. La siguiente colección, o sea I canti di Pan, fue una señal de estas dos tendencias existenciales opuestas, la de la euforia belicista y la del dolor paterno: al inicio del libro la misma figura del dios Pan, recuerdo dannunziano, es símbolo del contraste entre los instintos y la malinconía decadente» (F. Muzzoioli: «Cesareo, Giovanni Alfredo», en Dizionario Biografico degli Italiani, 24, 1986, ad vocem).

29. Annuario della R. Università di Palermo, curso académico 1925-1926, Palermo, 1926, p. 12.

30. Cianferotti: 1914…, op. cit., p. 121.

31. R. Noto: «Giuseppe Oddo», en Bollettino dell’Accademia Gioenia di Scienze Naturali, 371, 2010, pp. 51 y ss.

32. M. A. Rancadore y M. Portale: «La “Rivista di Filosofia” (1909-1926), organo della Società Filosofica Italiana», en P. Di Giovanni (ed.): Un secolo di filosofia italiana attraverso le riviste 1870-1960, Milán, 2012, p. 168.

33. Sobre esto Cianferotti: 1914…, op. cit., p. 131.

34. Ibíd., pp. 137-138.

35. Ibíd., 138, n. 138.

36. O. Cancila: Storia dell’industria in Sicilia, Roma-Bari, 1995, pp. 297 y ss.

37. El Siculorum Gymnasium etneo había sido fundado por Alfonso el Magnánimo en 1434.

38. Así, en Granata: «Forza dello spirito…», op. cit., p. 56.

39. Ibíd., p. 57.

40. El informe respondía «a la petición del jefe de la Policía, que hizo llegar de forma reservada a todas las prefecturas, sobre la actitud de las distintas clases sociales respecto a la posibilidad que Italia participara en una guerra». El fragmento se puede leer en L. Chiara: «La Sicilia e la modernizzazione incompiuta (1880-1960)», en L. Chiara, L. D’Andrea y M. Limosani (eds.): La Sicilia nel secolo breve. Modernità e Sottosviluppo, Milán, 2013, p. 55, nota correspondiente.

41. En este complejo y controvertido personaje, F. M. Biscione: «De Felice Giuffrida, Giuseppe», en Dizionario Biografico degli Italiani, 33, 1987, ad vocem. Recientemente y con relación a los años de la Gran Guerra, G. Astuto: «L’interventismo di De Felice e le amministrazioni locali», en G. Astuto: La Sicilia e il Mezzogiorno, op. cit., pp. 151-180.

42. Así en Speciale: La Facoltà di Giurisprudenza, op. cit., p. 263.

43. C. Dollo: «Strutture e ideologie in Sicilia: la funzione delle università: Primi appunti sull’Ateneo catanese (1880-1920)», en N. De Domenico, A. Garill y P. Nastasi (eds.): Scritti offerti a Francesco Renda per il suo settantesimo compleanno, I, Palermo, 1994, p. 525.

44. Giuseppe Majorana había obtenido en 1981 la cátedra de Economía en dos oposiciones, convocadas respectivamente por las universidades de Palermo y de Padua.

45. F. Conti: «Majorana, Giuseppe», en Dizionario Biografico degli Italiani, 67, 2006, ad vocem.

46. «Giornale dell’Isola», 1 de marzo de 1918.

47. Granata: «Forza dello spirito…», op. cit., pp. 74-75.

48. En 1917, en el Aula Magna de la Universidad y en el Real Collegio Capizzi di Bronte, su ciudad natal, tendría lugar una conferencia titulada Il prestito per la Vittoria della guerra abolitrice della guerra. Contro la falsa pace dei pacifisti a ogni costo.

49. B. Busacca: «Cimbali, Eduardo», en Dizionario Biografico degli Italiani, 25, 1981, ad vocem. Sobre Cimbali, cfr. Speciale: La Facoltà di Giurisprudenza, op. cit., pp. 282 y ss.

50. Vite ritrovate. Achille Pellizzari un educatore nella Resistenza, edición de A. Mastrodonato, Parma, 2015.

51. Hay que recordar que en la convocatoria del 30 de noviembre de 1917 la propia Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Catania, reconocida «la total y absoluta justicia» de las observaciones del docente, esperaba que el Gobierno pusiera fin «al desorden moral que se manifiesta en la escuela italiana y la anula en su deber educativo y científico» (A. Pellizzari: L’ignoranza obbligatoria, Bolonia, 1920, p. 109). Un mes después, la Facultad de Filosofia y Letras de Palermo haría suyas las peticiones de los colegas de Catania y lo mismo sucedería en Nápoles y en Florencia (ibíd., pp. 109-110).

52. «Convocatorias de exámenes extraordinarias (y por tanto indulgencias extraordinarias) […] maravillosas compensaciones entre escritos y orales (y pues, aprobados inesperados para quien conozca, por ejemplo, de memoria La vispa Teresa pero sea incapaz de pensar y por consiguiente de escribir en la lengua nacional) […] cursos universitarios válidos sin obligacion de asistir, licenciaturas con tesis opcionales, es más con tesis orales (o sea […] payasadas indignas y vergonzosas […]) esta ha sido, por lo que respecta a nuestra educación pública, nuestra legislación de guerra», escribía Achille Pellizzari al ministro Berenini (ibíd., p. 21).

53. Ibíd., p. 44. Pellizzari desafiaba de forma provocatoria a las «señoras madres sentimentales y a los señores padres indignados», por la posición que había asumido a que llamaran, por coherencia, junto al lecho de sus hijos, a «médicos que hayan conseguido la licenciatura de guerra y no a los que hayan renunciado a esa, para prepararse mejor al ejercicio de la profesión, con un poco de estudio intensivo, tras el regreso de la paz» (ibíd., p. 46).

54. Ibíd., p. 11.

55. Véase, en particular, la carta con la que un presunto comitato segreto anonimo studenti le ordenaba que no se dejara «ver por la noche en la calle Stesicoro», si deseaba evitar el justo castigo por su comportamiento irrespetuoso (ibíd., pp. 9-10).

56. Ibíd., pp. 67 y ss.

57. Granata: «Forza dello spirito…», op. cit., p. 82.

58 A. Romano: Studi e cultura nella Messina del primo Novecento. L’Università fra crisi e terremoto, en Studi e diritto nell’area mediterranea in età moderna, ed. de A. Romano, Soveria Mannelli, 1993, pp. 7 y ss.; Novarese: «L’Europa è sconvolta da una guerra di cui non si è vista mai l’eguale», op. cit..

59. Véase D. Novarese: «Alla ricerca dell’identità perduta. La ricostruzione dell’Università di Messina fra traumi post-terremoto e politiche di regime», en M. A. Romani, A. Monti, O. Selvafolta, A. Silvestri (eds.): Costruire le università, Bolonia, 2020, pp. 77-92.

60. S. Rodotà: «Calamandrei, Piero», en Dizionario Biografico degli Italiani, 16, 1973, ad vocem.

61. A. Galante Garrone: Calamandrei, Milán, 1987, p. 34.

62. G. Leotti: «I Professori della Facoltà Giuridica di Messina (1908-1946)», en G. Pace Gravina: La Facoltà di Giurisprudenza della Regia Università degli Studi di Messina (1908-1946), Messina, 2009, p. 269. A. Pintore: «Ravà, Adolfo Marco», en Dizionario Biografico degli Italiani, 86, 2016, ad vocem.

63. S. Fedele: «Messina dalla neutralità all’intervento», en Da queste sponde sicule che stan di fronte a Scilla, op. cit., pp. 79 y ss.

64. Así en Cianferotti: 1914…, op. cit., p. 119.

65. Pintore: «Ravà, Adolfo Marco», op. cit.

66. G. Cotroneo: «Croce e la Grande guerra», en L. Chiara y D. Novarese (eds.): 1914-1918. Storie, protagonisti, istituzioni e voci della Grande Guerra, Roma, 2016, p. 104; R. Gherardi: «Il problema della guerra e della pace (1932) di Adolfo Ravà: concetti e dottrine della politica moderna», en Scienza e politica, 27, 2002, pp. 83 y ss.

67. Fedele: Messina dalla neutralità all’intervento, op. cit., p. 88.

68. «Gazzetta di Messina e delle Calabrie», 25 de enero de 1915.

69. G. Corsi: Il teatro Mastrojeni nella Messina delle baracche (1910-1930), Messina, 1989.

70. C. M. Ardizzone y P. Bruno: Stradario storico della Città di Messina, Messina, 1963, ad vocem.

71. S. Di Giacomo: «Il vento irredentista a Messina tra movimenti democratici e legami con l’Alto Adriatico», en L. Chiara (ed.): L’irredentismo e l’Associazione «In Pro dell’ Italia Irredenta». I Comitati di Calabria e Sicilia, 2010, pp. 121, n. 95, y 127. Íd.: «La toponomastica messinese relativa alla Grande Guerra», en Caruso: Messina nella prima guerra mondiale, op. cit., pp. 99 y ss.

72. Di Giacomo: Il vento irredentista a Messina, op. cit., p. 127.

73. G. Rensi: Lineamenti di filosofia scettica, Bolonia, 1919, pp. 45-46.

74. Cianferotti: 1914…, op. cit., p. 121.

75. Leotti: I Professori, op. cit., p. 256.

76. P. Treves: «Ciccotti, Ettore», en Dizionario Biografico degli Italiani, 25, 1981, ad vocem; G. Pascarelli y G. Campane: Ettore Ciccotti. Sud e politica tra realismo e utopia, Potenza, 2016.

77. E. Ciccotti: Guerre e civiltà, in Le prolusioni accademiche dell’Università degli Studi di Messina, 1838-1993, II, 1909-1933, edición y Prefazione de A. Romano, Messina, 1997, pp. 189-190.

78. Al respecto, J. Dickie: Una catastrofe patriottica. 1908: il terremoto di Messina, Roma-Bari, 2008.

79. D. Tomasello: Oltre il Futurismo percorsi delle avanguardie in Sicilia, Roma, 2000.

80. Tomasello: «Tra Liberty, Paroliberismo e Fascismo: le avanguardie a Messina», en A. Baglio y S. Bottari: Messina dalla vigilia del terremoto all’avvio della ricostruzione, Messina, 2010, p. 100, n. 5.

81. Cfr. D. Tomasello: «La Balza futurista e le avanguardie in Sicilia tra liberty e paroliberismo», en Rivista di Letteratura Italiana, 33, nn. 1 y 2, 2005, pp. 235 y ss.

82. F. T. Marinetti: «Agli studenti futuristi», La Balza, 3, Messina, 12 de mayo de 1915, p. 14.

83. B. Primerano: La formazione di Piero Calamandrei. Scritti di guerra, con un’Appendice sulla corrispondenza con Ernesta Bittanti Battisti e Bice Rizzi, tesis doctoral, tutor profesor Diego Quaglioni, Scuola di Dottorato in Studi Giuridici Comparati ed Europei, Università degli Studi di Trento, a.a. 2009-2010, p. 125.

84. Banti: Le questioni dell’età contemporanea, op. cit., citando P. Fussel: La Grande Guerra e la memoria moderna, Oxford, 1975.

85. Sobre la «necesidad de escritura» determinada por la Gran Guerra, véanse F. Caffarena: Lettere dalla Grande Guerra. Scritture del quotidiano, monumenti della memoria, fonti per la storia. Il caso italiano, Milán, 2005; A. Baglio: «Voci dalle trincee. L’esperienza della grande guerra nelle lettere e nei diari dei combattenti siciliani», en Da queste sponde sicule che stan di fronte a Scilla, op. cit., pp. 47-76.

86. El fragmento del diario de Luciano Nicastro, escrito en 1917, está tomado de A. G. Ricca: «Figure della mascolinità nell’immaginario della Grande Guerra», en L. Guidi (ed.): Vivere la guerra. Percorsi biografici e ruoli di genere tra Risorgimento e primo conflitto mondiale, Nápoles, 2007, p. 63. Cfr., además, L. Nicastro: La nostra salvezza, lettere di guerra 1915-1918, Florencia, 1918.

87. Cfr. Ricca: Figure della mascolinità nell’immaginario della Grande Guerra, op. cit., p. 91.

88. Léase el fragmento en Annuario della R. Università di Palermo, a.a. 1925-1926, Palermo, 1926, p. 20.

89. F. Lamiani: Lettere ‘siciliane’ dal fronte. La Grande Guerra vista da qui, en línea: <www.archivio..blogsicilia.it/lettere-dalla.trincea-della-grande-guerra-così-il-siciliano-vincenzo-racconta-la-neve>.

90. Cfr. Granata: «Forza dello spirito…», op. cit., pp. 79-80.

91. R. M. Monastra: «Di Giacomo, Giovanni Antonio(Vann’Antò)», en Dizionario Biografico degli Italiani, 40, 1991, ad vocem.

92. El asunto ha sido tratado ampliamente en Romano: Studi e cultura nella Messina del primo Novecento, op. cit.

93. Conti: Majorana, Giuseppe, op. cit., p. 650.

94. Cianferotti: 1914…, op. cit., p. 125.

95. Así se expresaba el rector de la Universidad de Messina, Gaetano Vinci («Relazione letta dal Magnifico Rettore On. Prof. Comm. Gaetano Vinci per l’inaugurazione dell’anno accademico 1929-30 il giorno 10 novembre 1929-A. VIII», en Annuario della Regia Università di Messina per l’anno accademico 1928-1929 […] e per l’anno accademico 1929-1930, Messina, 1930, p. 32).

96. Así, Francesco Ercole, rector de la Universidad de Palermo, en «Discorso […] per l’inaugurazione dell’anno accademico e per lo scoprimento delle targhe in memoria degli studenti caduti in guerra», en Annuario della R. Università di Palermo, a.a. 1924-1925, Palermo, 1925, pp. 5-8.

97. Sobre la iconología del caído y en particular del estudiante universitario, F. Caberlin: «Legittimazione della grande Guerra e culto dei caduti: il caso delle università toscane», en Quaderni su guerre e memoria del 900, 1, 2010, p. 124; para observaciones interesantes al respecto, véase F. Tamarzio: «Innoxia Corpora. Il corpo del soldato nei monumenti celebrativi di Giuseppe Guerrisi tra il 1918 e il 1923», en Crepuscoli dottorali. Quaderni di arte, musica, spettacolo, en línea: <www.opuscoli.wordpress.com/2012/05/06>.

Universidades, colegios, poderes

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