Читать книгу La Trinidad en el Nuevo Testamento - Arthur W. Wainwright - Страница 10

CAPÍTULO II LA TRINIDAD EN LA RELIGIÓN HEBREA LA UNIDAD DE DIOS EN EL PENSAMIENTO HEBREO

Оглавление

Que Dios es uno constituye el artículo fundamental de la fe judía. «Oye, Israel: Yavé es nuestro Dios, Yavé es único» (Dt 6, 4), es el grito que la liturgia judía ha levantado durante siglos dos veces al día. Jesús lo citó en su compendio de la Ley (Mc 12, 29-30), y Pablo y otros escritores de la primitiva Iglesia se hicieron eco de estas palabras1. Cuando Jesús vino al mundo ya hacía mucho tiempo que el monoteísmo se había establecido en el judaísmo. Aunque existen claros indicios de politeísmo en documentos de la primitiva religión hebrea, la fe fue monoteísta a partir del destierro. Los grandes profetas de antes del exilio no negaron la existencia de otros dioses, pero reclamaron un culto que fuera dirigido únicamente a Yahweh. El autor del segundo Isaías, que vivió en la época del destierro, creía ya que Yahweh no solamente era el Dios supremo, sino el único Dios. Los dioses que habían sido fabricados por manos de hombres eran hechuras sin vida. Quedó solo Yahweh. Él era el verdadero, el todopoderoso Dios que decía: «Yo soy el primero y el último y no hay otro Dios fuera de mí» (Is 44, 6).

En los cuatro siglos que precedieron a Cristo, la religión judía se fue modificando por muchas influencias del este y del oeste: la angelología de la literatura apocalíptica era originaria parcialmente de Persia; y la literatura de la Sabiduría era tributaria tanto de Persia como de Egipto. Aunque la filosofía griega tuvo poca o ninguna influencia sobre los escritores del Antiguo Testamento, se pueden encontrar indicios de ella en los Apócrifos. La más notable influencia griega se puede advertir, sin embargo, en las obras de Filón, que fueron escritas en el siglo I d. C., y que muestran el tremendo impacto del platonismo sobre un judío de la diáspora.

Algunas de estas influencias extranjeras eran muy a propósito para debilitar el monoteísmo de los judíos. Un interés por las enseñanzas de las religiones paganas podría haber llevado fácilmente hacia el politeísmo; porque los persas eran dualistas y los egipcios creían que había toda una familia de dioses. La filosofía griega, aunque tendía a aceptar el monoteísmo o el panteísmo, no siempre se oponía fuertemente al politeísmo tradicional. Y a pesar de estas influencias extranjeras, siempre hubo un núcleo de judíos que rehusaba permitir que su fe en un solo Dios fuese adulterada por adherencia pagana alguna. Los escritores de la Sabiduría, los autores apocalípticos y el filósofo Filón estaban tan convencidos como los rabinos de Palestina de que el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob era único y todopoderoso. Filón nunca se dejó arrastrar por los atractivos de la especulación griega, en su creencia de que el Dios de los Hebreos era el Dios verdadero2.

Los autores apocalípticos, que indicaron la constitución de los cielos y enumeraron los órdenes y jerarquías de los ángeles, habrían podido elevar fácilmente a una criatura a la condición de divinidad. Pero, a pesar de todo, las obras apocalípticas que quedan, con todas las extravagancias que puedan contener, no permitieron a ningún otro ser compartir la majestad de Dios. Semejante énfasis tradicional se mantiene en la literatura de la Sabiduría. La divina Sabiduría vino de Dios, estaba subordinada a Él y creada por Él.

Los rabinos trillaron el camino de la ortodoxia. Aunque conocían la existencia de los ángeles, enseñaron que eran criaturas subordinadas a su hacedor. Se ha dicho que los rabinos personificaban conceptos como «Palabra» y «Espíritu». Pero es muy dudoso. Los términos Memra y Dabar, que se traducen por «Palabra», eran usados por motivo de reverencia. Los judíos pensaban que era blasfemo usar el nombre de Dios. Memra y Dabar eran perífrasis, que ponían de relieve la majestad y no comprometían la unidad de Dios. Como tampoco la doctrina judía sobre el Espíritu implica dualidad en la Divinidad. Fue siempre el Espíritu del único Dios.

La liturgia judía del tiempo de Jesús era completamente monoteísta. La unidad de Dios fue explícitamente afirmada en el Shemá. La oposición del judaísmo rabínico a la doctrina de la Trinidad era natural reacción a una religión, que parecía desviarse de un monoteísmo a ultranza. La afirmación de que había un solo Dios estaba profundamente grabada en el corazón de cualquier piadoso judío.

Peligros físicos y pruebas espirituales estimularon la tenacidad de los judíos, y a menudo su ortodoxia anduvo por el camino del rigor. Las persecuciones bajo Antíoco Epífanes y la firme y persuasiva presión de la civilización griega y romana pudieron causar vacilación en la fe de muchos; pero el núcleo del judaísmo permaneció leal a la afirmación fundamental de su religión.

La fortaleza de la fe judía se pone de manifiesto en las concesiones que recibió el pueblo judío de sus amos romanos. Los emperadores romanos juzgaron prudente respetar las creencias de esta austera y orgullosa nación, y le dieron estatuto de religio licita3. Cuando el gobernador Pilatos permitió que los estandartes, que tenían la imagen del emperador, fuesen llevados dentro de las murallas de Jerusalén, estaba, según Josefo, quebrantando una ley, que se había promulgado especialmente por respeto a las costumbres judías4. La actitud modelo de un judío hay que buscarla en la conducta del rabino Akiba, que en la hora de su ejecución continuó repitiendo esta palabra: «Uno»5.

Akiba representa el espíritu del judaísmo. Cualquier herejía o cualquier cisma que haya surgido, siempre encontró un fuerte grupo de judíos que no claudicaron en su lealtad a un solo Dios. Las persecuciones de Antíoco, el desprecio y la opresión de los procónsules y emperadores, los peligros de su propio desarrollo teológico y, finalmente, el crecimiento del cristianismo les llevó a afirmarse más vehementemente y a defender con más vigor la doctrina central de su fe.

La Trinidad en el Nuevo Testamento

Подняться наверх