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CAPÍTULO III UN SOLO DIOS Y PADRE

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Los judíos creían en un solo Dios, a quien llamaban Padre. También le daban otros títulos, y frecuentemente le nombraban con perífrasis tales como «el nombre», «el lugar», «los cielos». Pero, para una comprensión del desarrollo de la doctrina de la Trinidad, el título de «Padre» reviste una importancia especial, porque en la Trinidad una de las personas es Dios Padre. En este capítulo se expondrá cómo los escritores del Nuevo Testamento expresaron su fe en la unidad de Dios y le describieron como Padre.

En los siguientes pasajes se nos presenta a Dios como uno:

«Nadie es bueno, sino solo Dios» (Mc 10, 18).

«El Señor, nuestro Dios, es el único Señor» (Mc 12, 29, una cita del Dt 6, 4).

«Ni llaméis padre a nadie sobre la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el que está en los cielos» (Mt 23, 9).

«…puesto que no hay más que un solo Dios» (Rom 3, 30).

«Sabemos que el ídolo no es nada en el mundo, y que no hay más Dios que uno solo» (1 Co 8, 4).

«Para nosotros no hay más que un Dios y Padre…» (1 Co 8, 6).

«El mediador no es de una persona sola, y Dios es uno solo» (Ga 3, 20).

«…un Dios y Padre de todos» (Ef 4, 6).

«Al Rey de los siglos, inmortal, invisible, único Dios, el honor y la gloria por los siglos de los siglos» (1 Tm 1, 17).

«Porque uno es Dios, uno también el mediador entre Dios y los hombres» (1 Tm 2, 5).

«¿Tú crees que Dios es uno? Haces bien» (St 2, 19).

«Uno solo es el legislador y el Juez, que puede salvar y perder» (St 4, 12).

«El solo Dios, salvador nuestro por Jesucristo nuestro Señor, sea la gloria, la magnificencia, el imperio y la potestad desde antes de los siglos, ahora y por todos los siglos» (Jds 25).

«¿Y no buscáis la gloria que procede del Único?» (Jn 5, 44). (Algunos manuscritos dicen «solo Dios» en vez de «Único»).

«Esta es la vida eterna, que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado Jesucristo» (Jn 17, 3).

En ocho de estos quince pasajes (Mc 10, 18; Mt 23, 9; Co 8, 6; Ga 3, 20; Ef 4, 6; 1 Tm 2, 5; Jds 25; Jn 17, 3) a Dios se le distingue explícitamente de Jesucristo. Y en tres Dios es llamado Padre: Mt 23, 9; 1 Co 8, 6; Ef 4, 6; como también en el contexto de Jn 17, 3.

Es evidente que a Dios se le consideraba uno, y se creyó que este Dios único era el Padre del Señor Jesucristo. Afirmaciones de esta naturaleza difícilmente parecen poder proporcionar una tierra abonada para el crecimiento o desarrollo de una doctrina de la Trinidad. Sin embargo, cuando se las toma en unión de otros testimonios en que se afirma o se implica la divinidad de Cristo, entonces conducen inmediatamente al problema trinitario.

El título de «Padre» se diferencia de la mayor parte de los títulos y funciones de Dios en que este no se le dio nunca a Cristo. En otro capítulo veremos cómo en el Nuevo Testamento el mismo título de Dios se le da ocasionalmente a Cristo. Normalmente, sin embargo, se refiere al Padre de Cristo. El título de Señor, que en el Antiguo Testamento se daba a Dios, en el Nuevo se aplicó tanto a Dios Padre como al Hijo Cristo. Las tareas de juzgar, de crear y de salvar se adjudican, como se dirá más tarde, tanto al Padre como al Hijo. Pero hay un título que nunca se le da a Cristo, el Hijo, y que como se puede suponer, es el de «Padre». No hubiera sido imposible dar a Cristo el título de «Padre», puesto que en Is 9, 6 el futuro rey es llamado «Padre Eterno». Le hubiera caído bien a un ungido rey llamarse el «Padre de su pueblo». Pero, de hecho, el título «Padre» se reservó para aquel que era el Padre de Cristo.

La idea de Dios como Padre no es monopolio del cristianismo, ni siquiera de la tradición hebreo-cristiana. La encontramos en muchas antiguas religiones. En la primitiva religión india se creía que la vegetación era hija de la unión de la Tierra, que era su madre, y el Cielo, o Dyaus, que era su padre1.

En la religión griega, Zeus, el principal de los dioses, regularmente era invocado como «Padre Zeus»; Homero le llama «Padre de los hombres y de los dioses»2. Las religiones mistéricas enseñaron a los hombres a creer en el Padre divino que podía hacerles renacer de nuevo. Mithras fue llamado el «Padre de los creyentes». De Osiris se decía que era el padre de Horus; y en el culto de Cibeles los hombres invocaban a Atis como Padre3.

La doctrina de la Paternidad de Dios se encuentra también en los escritos de los filósofos griegos, especialmente en los influenciados por Platón. En su República, Platón da el título de «Padre» a la Idea del Bien, que creyó era la realidad suprema y la condición necesaria para la existencia de otras ideas y del universo físico4. En otro diálogo, el Timeo, da el nombre de «Padre» al Demiurgo que, según él, es el creador del mundo5. La descripción de Dios como Padre se encuentra también en la más tardía filosofía griega. El estoico Epitecto llama a Dios el «Padre de los hombres»6, y los más tardíos platónicos Neumenio y Porfirio dicen que es el «Padre del Cosmos»7.

La creencia cristiana en la Paternidad de Dios, sin embargo, no tiene su origen en la tradición griega, sino que es tributaria más bien de la ideología hebrea. Aunque «Padre» no sea un título comúnmente aplicado a Dios en el Antiguo Testamento, aparece en muchos y diferentes escritos; y se le encuentra en muchas escenas de la historia hebrea. Como Padre, Dios es el creador del hombre.

«Y con todo, ¡oh Yavé!, tú eres nuestro Padre; nosotros somos la arcilla y tú el alfarero; todos somos obra de tus manos» (Is 64, 8).

El título se emplea sobre todo en relación con la elección de la nación. Él es el Padre de Israel (Jr 31, 9; cf. Ml 2, 10). Las gentes son sus hijos (Is 1, 2; 30, 1; Jr 3, 22; Is 45, 11) y el pueblo, como nación, es su hijo (Os 11, 1; Ex 4, 22). Él es también el Padre del ungido rey (2 Sm 7, 14; Sal 2, 7; 89, 27).

En el judaísmo posterior, a Dios se le miró como Padre, tanto del individuo en particular como de la nación, pero poniendo de relieve la paternidad sobre la nación. Encontramos esta idea en el Targum, en Midrás y en los escritos seudoepigráficos. En un pasaje del Midrás se le nombra como «el Padre de todo el mundo»; pero tal descripción es excepcional8. La Paternidad de Dios queda explicada por su cuidado protector para con la raza judía9.

En los escritos apócrifos la Paternidad de Dios va unida frecuentemente a su condición de Señor; y los títulos de «Padre» y «Señor» se hallan usados con gran afinidad (Eclo 23, 1. 4; 51, 10; Tob 13, 14; 3 M 5, 7). Una frase favorita rabínica era «Padre del cielo». No decían esto para dar importancia a la trascendencia de Dios, sino para distinguirle de los padres de la tierra. La expresión se usaba a menudo en el culto, y a Dios se le invocaba generalmente como Padre (cf. Eclo 23, 4; Sab 14, 3; 3 M 6. 3, 8).

El título aparece tanto en la religión hebrea como en otras religiones, pero el pensamiento y el culto cristiano le dieron un contenido característico. Se encuentra en las enseñanzas del mismo Jesús, como se recoge en los Evangelios de los sinópticos. Normalmente se da por supuesto que uno de los principales rasgos de la doctrina de Jesús era su insistencia en la importancia de la Paternidad de Dios. Si aceptamos el cuarto Evangelio como un relato veraz de las palabras de Jesús, veremos que las enseñanzas sobre la Paternidad de Dios son fundamentales. Pero en los Evangelios de los sinópticos el cuadro es diferente. Por cierto que las fuentes que ofrecen mayor garantía de autenticidad contienen poca doctrina sobre la Paternidad de Dios. En el Evangelio de San Marcos, a Dios se le llama Padre solamente cuatro veces. En Q, material común de Lucas y Mateo, Jesús le llama Padre ocho veces (cuatro de las cuales se encuentran en un solo pasaje), y en el material propio de Lucas Jesús llama Padre a Dios en siete ocasiones. Un cuadro totalmente distinto, sin embargo, nos presenta Mateo. En el material propio de Mateo, Jesús llama Padre a Dios veintidós veces. Por añadidura hay ocho pasajes sinópticos en los cuales Mateo introduce el nombre de «Padre» donde en los paralelos está ausente. Esto pone de manifiesto la tendencia de Mateo a introducir el título. Por lo demás, las pruebas más fidedignas las encontramos en los relatos de Marcos, Lucas y Q.

Marcos llama Padre a Dios en los siguientes pasajes:

«Porque si alguien se avergonzare de mí y de mis palabras ante esta generación adúltera y pecadora, también el Hijo del Hombre se avergonzará de él cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles» (8, 38).

«Cuando os pongáis de pie para orar, si tenéis alguna cosa contra alguien, perdonadlo primero, para que vuestro Padre, que está en los cielos, os perdone a vosotros vuestros pecados» (11, 25).

«Cuanto a ese día o a esa hora, nadie la conoce, ni los ángeles del cielo, ni el Hijo, sino solo el Padre» (13, 32).

«Abba, Padre, todo te es posible» (14, 36).

T. W. Manson hace notar que todos estos ejemplos tienen lugar después de la confesión de Pedro del mesianismo de Jesús junto a Cesarea de Felipo10. Pero al existir poca certidumbre sobre el orden cronológico de los dichos de Jesús, no se puede sacar una conclusión segura de las observaciones de Manson.

Dos importantes observaciones vamos a hacer sobre estos cuatro pasajes. Primera: en ninguno de ellos Jesús habla de Dios como padre suyo y de los discípulos al mismo tiempo. Dios es Padre de Jesús (8, 38) o Padre de los discípulos (11, 25). El simple «Padre» en 13, 32 está tan fuertemente unido al «Hijo» que queda claro que, en ese versículo, Dios es considerado como Padre de Jesús.

Segunda: la palabra aramea ‘abba, que se retiene en el texto griego de 14, 36, nos muestra la íntima relación entre Jesús y Dios. ‹Abba era un modismo familiar de lenguaje, reservado para el padre de uno. Cuando la gente se dirigiera a Dios como Padre, tendría que usar el más formal de ‘abuna (padre nuestro); pero dirigiéndose al propio padre se tendría que emplear la manera simple del nombre, que es ‘abba. Los judíos no usaban esta forma absoluta para dirigirse a Dios, porque implicaba demasiada familiaridad. Cuando Jesús decía la palabra ‘abba aplicándosela a Dios, estaba haciendo una pasmosa innovación11. Él clamaba por una relación con Dios más íntima que la hasta entonces soñada por ninguno de sus paisanos. Clamaba por la única forma de filiación.

De los dichos comunes de Lucas y Mateo, los siguientes hacen referencia a Dios como Padre:

«Sed, pues, perfectos, como perfecto es vuestro Padre celestial» (Mt 5, 48).

Que es semejante a:

«Sed misericordiosos, como vuestro Padre es misericordioso» (Lc 6, 36).

«Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y prudentes y las revelaste a los pequeños… Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quiera revelárselo» (Lc 10, 21-2 = Mt 11, 25-7).

«Padre nuestro, que estás en los cielos, santificado sea tu nombre» (Mt 6, 9).

Que es paralelo a:

«Padre, santificado sea tu nombre» (Lc 11, 2).

«…cuanto más vuestro Padre, que está en los cielos, dará cosas buenas a quien se las pide?» (Mt 7, 11; Lc 11, 13 es lo mismo excepto que pone «Espíritu Santo» por «cosas buenas»).

«Pero bien sabe vuestro Padre que de todo eso tenéis necesidad» (Lc 12, 30 = Mt 6, 32).

En cinco de estos pasajes el título «Padre» se aplica a Dios cuatro veces en uno de ellos y una vez en cada uno de los otros cuatro. En estos pasajes, como en Marcos, Jesús, cuando llama a Dios Padre, nunca se engloba a sí mismo con otros hombres. En Lc 10, 21. 2 dice es «mi Padre» o «el Padre». En otros pasajes es «vuestro Padre». Una excepción es la «Oración del Señor», que tiene dos formas: «Padre» en Lucas y «Padre nuestro» en Mateo. Si la versión de Lucas es original, como es probable que sea, es otro ejemplo de la forma íntima del trato ‘abba; y Jesús trata de instruir a sus discípulos en el uso de este modo de hablar. Si aceptamos el «Padre nuestro» de Mateo, «nuestro» no incluye a Jesús, sino que se refiere a sus discípulos. «Cuando vosotros oréis, decid «Padre nuestro». «Vosotros» se refiere solamente a los discípulos.

Otro punto de importancia en estos pasajes es que Mateo en 5, 48 y 6, 32 dice «vuestro Padre celestial» por «vuestro Padre» de Lucas. Es este un ejemplo de la afición de Mateo por la forma «vuestro Padre celestial»; más tarde mostraremos más ejemplos de lo mismo.

En lo tocante a lo peculiar de Lucas tenemos los siguientes ejemplos del título de «Padre», aplicado a Dios:

«…tengo que preocuparme de las cosas de mi Padre» (2, 49).

«…porque vuestro Padre se ha complacido en daros el reino» (12, 32).

«Y yo dispongo del reino en favor vuestro, como mi Padre ha dispuesto de él en favor mío» (22, 29).

«Padre, si tú quieres, aparta de mí este cáliz» (22, 42).

«Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen» (23, 34).

«Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu» (23, 46).

«Pues, he aquí que os envío la promesa de mi Padre» (24, 49).

De estos siete dichos, 2, 49 pertenece a las narraciones de la infancia; 24, 49 a la de la resurrección; 23, 34 no se encuentra en los más fidedignos manuscritos. Se ha cuestionado a menudo la autenticidad de 23, 46, porque no forma parte de las palabras en la cruz, conservadas en otras narraciones de la Pasión. De los tres restantes dichos que se citan, dos provienen de las enseñanzas de Jesús y otro de la narración de Getsemaní. En tres de estos dichos Jesús se dirige a Dios como «Padre», probablemente una traducción de ‘abba. Y los adjetivos pronominales en los otros dichos son «mi» y «vuestro».

En Lc 15 el punto más importante de la parábola del Hijo Pródigo es la comparación de la misericordia de Dios con la del padre, y ningún lector dejará de comparar al padre de la parábola con Dios. Sería artificial limitar el punto de comparación a la actitud bondadosa tanto de Dios como del padre del pródigo, y no extenderla al hecho de que tanto Dios como el padre también cumplen un cometido paternal.

A Dios se le da el título de «Padre» cuarenta y cuatro veces en Mateo, dieciséis o diecisiete en Lucas y cuatro en Marcos. Si los ejemplos se dividen según las fuentes indicadas por los Cuatro Documentos Hipótesis, son (como dice T. W. Manson)12 Mc 4; Q. 8 o 9; Mt 22 o 23, posiblemente, y Lc 6. Esta estadística muestra una gran diferencia entre Mateo y los otros Evangelios sinópticos en el uso del título. La naturaleza de las pruebas da a entender que el evangelista propendía a introducir el título donde no estaba presente en la tradición original. Mateo da ocho veces el título «Padre», donde los sinópticos paralelos no lo aplican (Mt 5, 45; 6, 26; 7, 21; 10, 20. 29; 12, 50; 20, 23; 26, 29). Es posible que Jesús profiriera dos dichos semejantes con pequeñas variantes. Pero las pruebas mencionadas no pueden explicarse de esta manera, porque, sin cotejo posible, Lucas emplea el título «Padre» cuando falta en Mateo y Marcos; y Marcos no emplea el título cuando está ausente de Mateo y Lucas. A causa de esta clara tendencia a introducir el título, las veintidós constancias de «Padre» en materia peculiar de Mateo no pueden ser consideradas como prueba segura del normal uso del título por parte de Jesús.

Por otra parte, el pequeño número de ejemplos de empleo del título en Marcos y Lucas indica que la tradición es fidedigna. El testimonio de Marcos y de Lucas no implica que Jesús casi nunca llamara Padre a Dios. Ciertamente implica que el uso del título no impresionó a los discípulos de tal manera que lo recalcaran o pusieran de relieve en la tradición primitiva. Además, el uso de la palabra ‘abba por parte de Jesús resalta como un elemento permanente en la tradición. La versión del Padrenuestro dada por Lucas sugiere que Jesús enseñó a sus discípulos a dirigirse a Dios como ‘abba. Al mismo tiempo, las expresiones «Padre nuestro» y «mi Padre» se usan para hacer una clara distinción entre la relación de Jesús con Dios y la relación de los discípulos con Dios. Se da la impresión de que los hombres pueden valerse de la Paternidad de Dios a través de su calidad de discípulos de Jesús, el cual llama ‘abba a Dios.

La importancia de la Paternidad de Dios queda recogida en los escritos de Pablo, quien frecuentemente usa frases como esta: «El Dios y Padre de Nuestro Señor Jesucristo», y parecidas, como en Rom 15, 6; 2 Co 1, 3; 11, 31; Ef 1, 3; Col 1, 3. Se le llama a Dios «Padre nuestro» en 1 Co 1, 3; 8, 6; 2 Co 1, 2; Ga 1, 4; Ef 1, 2; Flp 1, 2; 4, 20; Col 1, 2; 1 Tes 1, 3; 3, 11. 13; 2 Tes 1, 1; 2, 16; Flm 3.

Aunque generalmente se le considera o como Padre de Cristo o de los creyentes cristianos, en Ef 4, 6 es descrito como «un Dios y Padre de todos, que está sobre todos, por todos y en todos». Pero esta idea no es tema dominante en los escritos de Pablo.

Lo mismo que los evangelistas, Pablo conserva el ‘abba arameo. Así, en Ga 4, 6, escribe: «Y por ser hijos envió Dios a nuestros corazones el Espíritu de su hijo que grita: ¡Abba, Padre!». Y en Rom 8, 15: «…habéis recibido el espíritu de adopción por el que clamamos: ¡Abba, Padre!».

Está de acuerdo con la versión de Lucas del Padrenuestro, al permitir a los creyentes cristianos emplear la forma familiar de dirigirse a Dios.

A Dios se le da el título de Padre dos veces en la Carta a los Hebreos: 1, 5; 12, 9. En Hb 1, 5 el escritor cita 2 Sm 7, 14, que aduce como prueba de que Dios es el Padre del Mesías. Y en 12, 9 se nos presenta a Dios como Padre de los espíritus.

Raramente se encuentra el título en las Cartas Pastorales (1 Tm 1, 2; 2 Tm 1, 2; Tt 1, 4). Se le aplica a Dios en Santiago tres veces (1, 17. 27; 3, 9), en una de las cuales (1, 17) es llamado «Padre de las luces». Se dan tres casos en 1 P (1, 2. 3. 17) y uno en 2 P (1, 17), uno en Judas (versículo 1), cinco en el Apocalipsis (1, 6; 2, 27; 3, 5. 21; 14, 1) y solamente tres en los Hechos de los Apóstoles (1, 4. 7; 2, 33).

Encontramos muy frecuentemente el título en los escritos de Juan, tanto en el Evangelio como en las cartas. De ordinario a Dios se le llama «el Padre», y puede haber algún indicio del ‘Abba arameo detrás de ello, pues el conjunto pudo ser traducido al griego con el nombre y el artículo definido. Jesús frecuentemente se refiere al Padre; en una ocasión dijeron los judíos discutiendo con Jesús: «Nosotros tenemos un solo padre, Dios» (Jn 8, 41). Jesús describe a Dios como «vuestro Padre» solamente en un dicho (Jn 20, 17): «Subo a mi Padre y Padre vuestro». La frase hace distinción entre Dios, el Padre de Jesús, y Dios, el Padre de los cristianos; una distinción que se encuentra ya en los dichos sinópticos de Jesús, confirmada por la contraposición de Juan entre Jesús, el Hijo unigénito de Dios, y sus seguidores, que son hijos de Dios.

Los testimonios aducidos manifiestan que, aunque el título «Padre» se empleó frecuentemente en tiempos precristianos, su uso, sin embargo, en el Nuevo Testamento, particularmente en los dichos de Jesús y en los escritos de Pablo y Juan, recalca que Dios es el Padre de Jesucristo. Al título se le da un sentido claramente cristiano. Raramente se hace alusión a que Él sea el Padre de todas las cosas. A menudo se nos presenta como el Padre de los creyentes cristianos. Pero se pone un énfasis característico tratándose de su paternidad con respecto a Cristo. Esto hizo posible que los cristianos pudieran concebir la relación Padre-Hijo dentro de la divinidad, y descubrir una pluralidad dentro de la unidad de Dios.

1 SCHRENK, TWNT, V, p. 951.

2 Od 1. 28, II. 1.544; cf. TWNT, V, pp. 952-53.

3 TWNT, V, pp. 953-54.

4 Rep. VI. 506e.

5 Tm 41a.

6 TWNT, V, p. 956.

7 Ibid., p. 955.

8 Midr. Prov. X. 1; cf. SCHRENK, op. cit., p. 978.

9 Cf. 3 M 7, 6: «El Dios del cielo ha defendido fuertemente a los judíos, como el padre que siempre lucha por sus hijos».

10 Teaching of Jesus, p. 101.

11 T. W. MANSON, Sayings of Jesus, p. 168; DALMAN, op. cit., pp. 191-92.

12 Teaching of Jesus, p. 99.

La Trinidad en el Nuevo Testamento

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