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Capítulo 1 | La investigación, condición necesaria para desarrollar la gestión cultural profesional

[ Héctor Schargorodsky1 ]

Introducción

Durante la última década del siglo XX el sistema universitario argentino comenzó a desarrollar actividades de investigación y formación en gestión cultural, lo que significó un avance muy importante en el camino hacia la profesionalización de esta actividad. Transcurridos ya más de veinte años se pueden constatar tanto logros como carencias y dificultades. Entre los logros hay que anotar la continuidad y ampliación de la oferta de carreras y títulos, tanto de grado como de posgrado, que permitió que se incorporaran a la gestión cultural un importante número de profesionales jóvenes con formación específica. En cuanto a lo que falta, pienso que la principal carencia es que el sistema universitario no ha sido capaz de conseguir un reconocimiento suficiente de la gestión cultural, ni dentro de las propias universidades ni en la sociedad. Más aún, al presente contamos con profesionales bien formados pero cuyo rol no es suficientemente valorado por los demás agentes del sector cultural (políticos, artistas y productores, entre otros) ni por los propios públicos de la cultura.

Son varios los factores que han llevado a esta situación, algunos contextuales y otros propios del sector cultural, pero todos contribuyen a dificultar la generación de mejores políticas y a producir pérdidas de eficiencia y eficacia en las organizaciones culturales. Cambiar para mejor esta situación, de manera tal que la profesionalización de la gestión cultural pueda concretarse efectivamente, requerirá poner en práctica un conjunto de estrategias y acciones y no será de ninguna manera fácil o sencillo. Como se suele decir, los problemas complejos tienen soluciones complejas.

Este artículo trata solamente sobre una de esas estrategias pero que, en mi opinión, es clave para poder superar la situación expuesta. Me refiero a las dificultades que enfrenta la investigación en el campo de la gestión cultural y a las propuestas que se podrían implementar para superarlas.

El desarrollo de las actividades de investigación en gestión cultural dentro del ámbito universitario ha sido bastante más lento y dificultoso que el de las actividades de formación. Desde ya hacer investigación en cualquier campo en la Argentina, un país que tiene problemas políticos, sociales y económicos históricos de enorme magnitud, no es fácil en ningún caso. Particularmente, en las ciencias sociales la fuerte dependencia del apoyo estatal no se puede dejar de tomar en cuenta, sobre todo cuando el sector público, en todos sus niveles, se encuentra agobiado por un conjunto de cuestiones siempre urgentes que absorben la mayor parte de los recursos. A la vez, esas urgencias limitan y hasta impiden, en muchos casos, la planificación a mediano y largo plazo.

Ante esta situación, el sistema universitario, sobre todo el público, es en sí mismo la condición de posibilidad de existencia de la investigación social, de la cual la gestión cultural forma parte. Sin embargo, no por necesaria es una condición suficiente. También las universidades sufren los problemas del contexto y tienen, además, sus propios problemas. A estos hay que sumar cuestiones propias del sector cultural que resultan también barreras para desarrollar la investigación en este campo. Se trata de cuestiones que están interrelacionadas y que muchas veces se potencian la una con la otra, provocando sinergias negativas que son muy difíciles de contrarrestar. Entre ellas, las más relevantes, desde mi punto de vista, son las siguientes: faltan políticas públicas sectoriales para fortalecer la investigación; los responsables de políticas y organizaciones no valoran y en consecuencia no aprovechan las investigaciones existentes ni invierten en nuevas; faltan incentivos para motivar a las nuevas generaciones a sumarse a equipos de investigación; existen muy pocos espacios formales para investigar. Como consecuencia de todo lo anterior hay un escaso número de investigadores trabajando en la actualidad. A continuación voy a ampliar sintéticamente las razones, las causas y las consecuencias que tienen cada uno de estos aspectos para el desarrollo de la investigación.

La falta de políticas públicas sectoriales

El sector cultural, como tal, ha ocupado históricamente un lugar muy marginal tanto en las plataformas de los partidos políticos como en la agenda gubernamental de todos los niveles jurisdiccionales. La política, más allá de reiterar frases declarativas acerca de la importancia de la cultura, se ha ocupado muy poco de conocer cómo funciona realmente este sector y cuál podría ser su aporte al desarrollo social y económico en cada región y ciudad del país. Lo que sí ha sucedido en todas las épocas es que algunos grupos de influencia –lobbies–, gracias a su capacidad y empuje, han conseguido una mayor y mejor atención del Estado. Es a partir de sus actividades que se han generado la gran mayoría de los marcos normativos que hoy permiten y sostienen determinadas actividades, así como se han podido realizar una gran cantidad de acciones y eventos públicos más o menos reiterados en el tiempo. Pero son muy pocas las ramas de actividad cultural que cuentan con políticas públicas dignas de ese nombre, como tienen, por ejemplo, el cine y el teatro.

Sin embargo, aún en esos dos casos, la investigación no cuenta con los apoyos, públicos o privados, que tienen otros eslabones de la cadena de valor. Una hipótesis que podría ayudar a explicar la baja demanda de investigaciones por parte de los responsables gubernamentales del sector cultural público es el grado de discrecionalidad con el que pueden manejarse. Dicho de otra forma, como no hay planificación ni otra exigencia que fije metas, objetivos ni plazos para cumplirlos, resulta inconducente cualquier evaluación tanto de procesos como de resultados y, en consecuencia, no hay forma de corregir errores ni de reclamar a quien los comete. En este contexto, la toma de decisiones se sigue realizando naturalmente en base a la experiencia y la intuición. Por otra parte, en el sector privado, mientras que las pequeñas y medianas empresas culturales prácticamente no invierten en investigación porque su economía no se los permite, las empresas grandes, generalmente subsidiarias de origen extranjero, son las que aprovechan los beneficios de la investigación y conocen los beneficios de invertir en ella para ganar mercados o mejorar sus productos. Al mismo tiempo, y por esas razones, no comparten los resultados que obtienen. Su interés por la investigación tiene exclusivamente motivaciones económicas, no culturales.

No valoración o uso muy limitado de las investigaciones

Las políticas públicas o, en su ausencia, las normas y la acción del Estado, impactan en la sociedad a través de las organizaciones culturales que son las que producen, distribuyen, programan, exhiben y venden distintos bienes y servicios en todas las ramas de la actividad. Los responsables de esas organizaciones concentran su esfuerzo en resolver los problemas inmediatos que presenta la gestión y, muchas veces, dejan de lado la planificación a mediano y largo plazo. Hay que tener en cuenta que, tanto en el sector público como en el privado, contar con un equipo dedicado a la planificación estratégica requiere una inversión que solamente pueden realizar un número muy limitado de organizaciones. Además, cuando quienes investigan forman parte de una organización estatal, puede suceder que la necesidad de mostrar resultados a corto plazo lleve a perder la objetividad al procesar datos e información. Dicho de otra forma, ¿cómo hacen los investigadores que trabajan dentro de una organización pública para poner en juego la capacidad crítica que es imprescindible para llevar a cabo un proceso de planificación, si hacerlo puede poner en riesgo su propia fuente de trabajo?

Para disminuir la posibilidad de que la información resulte sesgada, en las contadas ocasiones en que existe presupuesto se contratan servicios de consultoría y/o planificación externos a la organización, lo cual podría ser una nueva fuente de trabajo para los investigadores. Lamentablemente en Argentina hay muy pocas empresas de consultoría con experiencia en temas de gestión cultural. Por lo tanto el principal demandante de ese tipo de servicios, que es el Estado, en las (pocas) oportunidades en que requirió investigaciones de relevancia sobre cuestiones culturales, solicitó la tarea a empresas o expertos extranjeros provenientes, generalmente, de países del hemisferio norte de América o Europa. A la falta de empresas e investigadores argentinos, hay que sumar una histórica empatía por lo que viene de fuera, a lo que se le asigna casi automáticamente valor de autoridad. Este prejuicio es, desde mi perspectiva, una barrera más que dificulta la aparición y la aplicación de concepciones teóricas originadas en nuestro país. Un agregado colateral, pero que incide también negativamente en el desarrollo de los investigadores argentinos, es que en las publicaciones científicas de todos los campos de la investigación (no solamente en el cultural) el predominio del idioma inglés se ha convertido –lo digo irónicamente– en la lengua única de la diversidad.

La falta de incentivos para motivar a las nuevas generaciones a investigar

Como ya señalé, a fines del siglo pasado el sistema universitario argentino comenzó a abordar la gestión cultural. Lo hizo fundamentalmente creando cursos, carreras y títulos que atrajeron a una importante cantidad de jóvenes. Para constituir los equipos docentes de esas carreras fue necesario convocar a profesionales con vocación para la enseñanza pero sin experiencia académica, o a profesores universitarios de materias relacionadas con aquellas que se requerían en los nuevos planes de estudio en gestión cultural. Hubo entonces un cierto avance de la investigación producido por los docentes que estaban armando sus currículas. Su incentivo estaba dado, justamente, por la posibilidad de desarrollar o ampliar una carrera personal en el ámbito de la docencia. Pero la investigación en el terreno para crear conocimiento y teoría acerca del funcionamiento del sector cultural en Argentina fue muy poco estimulada por el sistema universitario, que tuvo en esta área una participación bastante más tímida y limitada. Salvo excepciones, como el Instituto Patricio Lóizaga de la Universidad Tres de Febrero, el Observatorio Cultural de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA y alguna otra institución, las universidades no formalizaron espacios de investigación, más allá de intentos fugaces que no pudieron sostenerse en el tiempo.

Otra barrera atribuible al conjunto de los gestores culturales y principalmente a aquellos que ocuparon u ocupan actualmente cargos políticos o dirigen las organizaciones del sector, es el no haber podido obtener un reconocimiento formal de la gestión cultural como una disciplina académica. Esta situación ha tenido y tiene consecuencias directas sobre la investigación, ya que no es posible proponer como objeto a investigar temas que, al menos formalmente, no son abordados por la universidad. Es decir, no es posible solicitar apoyo para estudiar algo que no es mencionado en los términos de referencia de ninguna convocatoria de la –ya de por sí limitada– oferta universitaria de fondos para la investigación. Tampoco la administración pública estatal, en sus distintos niveles jurisdiccionales, ofreció ni ofrece subsidios, fondos concursables o premios específicos para incentivar la investigación en gestión cultural.

La situación de dependencia estatal de los pocos espacios formales

Algunos (pocos) funcionarios, al asumir la conducción política del sector cultural en su jurisdicción, comprendieron rápidamente la importancia y la necesidad de contar con buena información. Para obtenerla, decidieron crear áreas de investigación dentro de la misma organización que tenían a su cargo, aunque en ningún caso esa área fue integrada a la estructura formal de la organización. Prefirieron poner en funcionamiento un programa u otra forma similar que pudiera ser fácilmente suprimida en caso de que así se decidiera. El resultado fue que esos espacios nunca tuvieron suficiente fortaleza institucional. Por lo tanto, a sus responsables no les resultó fácil obtener los datos y la información que necesitaban y debieron demandarlos a otros sectores de su propia organización o a otras organizaciones. La lógica del poder hace que se atiendan con mayor rapidez e interés las demandas de quienes tienen capacidad de ejercerlo.

Pese a esta situación, algunas de esas áreas funcionaron durante años y otras todavía subsisten, aunque su capacidad para proveer información ha ido disminuyendo. Dos casos concretos nos sirven para ejemplificar la situación descripta. El primero es el del Observatorio de Industrias Creativas que sucedió al Observatorio de Industrias Culturales creado en 2004 y que tuvo como coordinador a Octavio Getino hasta que en 2007 cambió el gobierno. Después de un inicio muy prometedor2 y de haber realizado y publicado varios trabajos de investigación importantes, y de haber editado y publicado una revista propia denominada, justamente, Observatorio, fue perdiendo iniciativa, personal y presupuesto. A partir de 2007 su actividad fue languideciendo poco a poco y actualmente, aunque existe, su producción es prácticamente nula.

El otro caso es el del Sistema de Información Cultural de Argentina (SInCA) creado en 2006. A pesar de los altibajos provocados por los cambios de gobierno que fueron modificando sus objetivos a lo largo del tiempo, el SInCA se fue convirtiendo en la principal fuente de información sobre la actividad del sector cultural público. Llevó adelante el proceso de la Cuenta Satélite de Cultura y, en conjunto con otros países, contribuyó a poner en funcionamiento y ha coordinado durante la mayor parte del tiempo el Sistema de Información Cultural del Sur (SICSUR), foro técnico del Mercosur Cultural dedicado a la producción de indicadores y a la producción de información comparada en materia de cultura. El SInCA se ha mantenido activo con un grupo de investigadores trabajando de manera permanente, pero nunca ha llegado a ser parte de la estructura formal del ahora nuevamente Ministerio de Cultura. Quizá, al menos en parte, por esa razón tanto su poder como su presupuesto siguen siendo muy limitados.

Desde comienzos del siglo XXI han existido, además de los dos mencionados, otros grupos más pequeños, tanto públicos como privados, dedicados a abordar cuestiones específicas o a recopilar datos de sectores industriales como el libro, el cine o la música grabada. En general su ciclo de vida ha sido breve pues coincidió con la duración del proyecto para el cual fueron creados. Algunos pocos, sostenidos por cámaras empresarias, sindicatos o consultoras, se han mantenido con mayor o menor actividad a lo largo del tiempo. En conclusión, podemos afirmar que la actividad de investigación ha proporcionado información sobre la gestión cultural en Argentina. Sin embargo la misma no se actualiza con la rapidez necesaria, no cubre con la misma profundidad todos los sectores de la actividad y, en muchos casos, tampoco resulta suficiente para poder ser utilizada como insumo en los procesos de toma de decisiones que, en consecuencia, se siguen realizando con un alto componente de intuición.

Esta breve descripción me lleva a pensar que, a pesar de las dificultades que atraviesa en el presente, la investigación en gestión cultural podría convertirse en una de las herramientas más útiles para que el sector cultural complete su proceso de profesionalización. Recopilar datos, producir información, publicarla y difundirla adecuadamente puede ser un motor para motivar a políticos y gestores culturales para transformar el sector y poner en actos concretos su, creemos, enorme potencial. Ante esta situación, surgen las siguientes preguntas:

1.¿Es posible producir un fuerte cambio cualitativo para modificar la situación de la investigación en gestión cultural en el corto plazo?

2.Si no fuera posible, ¿qué pasos concretos se podrían hacer para avanzar en esa dirección?

Considero que, lamentablemente, la respuesta a la primera pregunta es negativa. En las condiciones actuales no es posible lograr un salto cualitativo que rompa la inercia y cambie la situación de la investigación en gestión cultural llevándola a un estadio superador, porque para ello es condición necesaria que sus actores centrales –es decir el Estado, el sistema universitario y el sector privado, tanto el lucrativo como no lucrativo– se encuentren para sentar las bases de un proyecto conjunto. En otras palabras, se requiere un proyecto que incluya al sector cultural en la agenda gubernamental nacional e internacional, dé un fuerte impulso a la producción de bienes y servicios y a las actividades socioculturales, y brinde un apoyo decidido a las actividades de formación e investigación a nivel universitario.

Al presente, el grado de representatividad que tiene cada uno de los actores centrales mencionados no resulta suficiente. Más concretamente, el Estado nacional no tiene potestad para representar a las provincias ni para gestionar en sus territorios, y tampoco es claro qué institución podría tener la representación municipal en temas culturales. Además, en el sector privado hay ramas de actividad que están muy poco estructuradas, en las que la informalidad es la norma y no la excepción. Esto es así, sin dejar de reconocer algunas áreas del sector privado mercantil que están mejor organizadas y tienen cámaras empresarias y asociaciones sindicales con capacidad para financiar proyectos de investigación. En cuanto al sistema universitario, a pesar de los esfuerzos realizados, todavía no ha podido definir un modo de representación. En resumen, falta institucionalidad para fortalecer las condiciones de gobernanza del sector cultural del país en su conjunto. A esta situación se debe añadir que los egresados de las carreras de gestión cultural también carecen de asociaciones que los representen. Si las hubiera, sería un aporte a ese encuentro que juzgamos condición necesaria para que la investigación en gestión cultural pueda poner todo su potencial al servicio del sector y de la sociedad.

En cambio, la respuesta a la segunda pregunta resulta algo más alentadora. Aunque al presente no sea posible lograr un salto cualitativo, considero que es posible poner en práctica algunas estrategias que pueden mejorar, al menos en algún grado, la situación de la investigación en gestión cultural, como por ejemplo:

–La continuidad de prácticas que han dado buen resultado aquí y en otros países;

–La investigación sobre temas que resultan claves para el sector cultural o para alguna área en particular;

–La integración de los investigadores argentinos a las redes y a los grupos internacionales especializados;

–La generación de incentivos para los investigadores;

–La utilización de bibliografía nacional en las carreras de gestión cultural.

Ampliaremos brevemente qué podría hacerse en relación a cada una de estas estrategias.

Dar continuidad a buenas prácticas: las experiencias nacionales e internacionales nos muestran que se puede favorecer el desarrollo de la investigación en gestión cultural organizando encuentros regulares entre investigadores, formalizando áreas dedicadas específicamente a la investigación en los organismos públicos responsables del sector cultural, creando espacios institucionales que contengan a los investigadores y editando publicaciones que difundan los trabajos que estos realizan.

Hay variados ejemplos de cada una de estas experiencias y en Argentina hubieron también algunas iniciativas puntuales, la mayoría de las cuales se discontinuó por alguna razón. Entre los encuentros para investigadores que tienen ya una larga trayectoria y siguen vigentes actualmente podemos citar, sin ninguna pretensión de exhaustividad ni orden de importancia, los siguientes: a nivel internacional el congreso bianual (International Conference on Cultural Economics)3, que desde hace ya más de treinta años organiza la Asociación Internacional de Economía de la Cultura (ACEI)4, dedicada al estudio del sector cultural desde una perspectiva económica. Un recorrido similar es el de la International Conference on Arts and Cultural Management, que organiza la Asociación Internacional de Gestión de las Artes y la Cultura (AIMAC)5, que realizó su decimoquinto encuentro en 2019. En América Latina, podemos mencionar los Coloquios de Investigación en Gestión Cultural que, con periodicidad bianual, organiza, desde 2013, la Red Universitaria en Gestión Cultural de México, con el objetivo declarado de “generar un espacio para la reflexión, discusión y construcción colectiva sobre los abordajes y enfoques disciplinares en la investigación y la intervención en la Gestión Cultural”. En Argentina, recordamos, entre otros, los Encuentros de Gestión Cultural organizados por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires en los años 90 y primera década del siglo XXI, y los diversos Encuentros sobre Economía de la Cultura y sobre gestión de las artes, organizados por el Observatorio Cultural entre 2004 y 2010. En noviembre de 2018, la Universidad de Tres de Febrero (UNTREF) y la Universidad de Mar del Plata organizaron las I Jornadas de Gestión y Políticas Culturales. Aumentar la cantidad, calidad y frecuencia de reuniones de esta naturaleza sería un estímulo para los investigadores.

En lo que respecta a áreas públicas especializadas, es ampliamente reconocida la tarea pionera del actual Departamento de Estudios, Prospectiva y Estadísticas (DEPS) del Ministerio de Cultura de Francia, no solamente por los estudios realizados por sus propios investigadores, sino por el impulso que ha dado a organizaciones externas a través del encargo de distintos trabajos de investigación6. Actualmente son muchos los países en el mundo que cuentan con áreas de investigación y estudio de la gestión cultural integradas al organismo responsable del sector cultural, ya sea a nivel nacional, regional o local. En América del Sur, aunque el interés gubernamental por la investigación en gestión cultural comenzó con el inicio del siglo XXI y se han registrado importantes avances en cuanto a trabajos de investigación, la integración de estas áreas a los respectivos ministerios u organismos equivalentes no es definitiva sino que se ven avances y retrocesos relacionados con los avatares políticos de cada país.

En cuanto a las publicaciones, su número se ha incrementado exponencialmente gracias al acelerado proceso de digitalización que estamos viviendo. Hay publicaciones que forman ya parte de la historia de la gestión cultural, como el Journal of Arts Management que se edita desde 19987 y, en el mundo de habla castellana, la revista Periférica que publica semestralmente desde hace más de quince años la Universidad de Cádiz8. Entre las publicadas en Argentina, a modo de ejemplo podemos mencionar a RGC Revista y a la Revista ACC9.

Definir temas clave a investigar: la gestión cultural puede ser estudiada e investigada a partir de distintas disciplinas. Entre las que han dado mayores aportes, encontramos, entre otras, a los llamados estudios culturales, que lo hacen desde una perspectiva antropológica y sociológica, a los estudios económicos y los estudios de mercadeo/marketing (consumos, asistencia de públicos), y a la ciencia política y los estudios geográficos y demográficos, como por ejemplo los mapeos. Como se ve, la variedad de aproximaciones y de temas es muy amplia y por supuesto no hay una que sea más importante o valedera que las otras. Sin embargo, en Argentina (y también a nivel regional) hay algunos temas que han sido mucho más explorados que otros y, seguramente, establecer prioridades puede contribuir a orientar la labor de los investigadores que se inician.

Por ejemplo, en la región, durante las dos primeras décadas del siglo XXI, hay una importante producción sobre políticas culturales elaborada por investigadores independientes, y también sobre el diseño y construcción de cuentas satélites de cultura elaboradas por centros de investigación públicos. También encontramos trabajos sobre consumos culturales, sobre desarrollo de audiencias y algunos mapeos. Pero hay muy pocos trabajos sobre el funcionamiento y/o el comportamiento de las organizaciones del sector cultural, o sobre los impactos de las políticas culturales. Este sería, a nuestro juicio, uno de los espacios más interesantes a explorar, ya que contar con esa información podría mejorar sustancialmente el desempeño de museos, teatros, centros culturales y todo tipo de espacios de exhibición de artes visuales y audiovisuales, en particular los financiados con recursos públicos.

Otra forma de orientar la temática de las investigaciones es a través de los trabajos finales de los posgrados en gestión cultural. Allí los aportes que realizan los directores de estos trabajos y los docentes resultan fundamentales, tanto para motivar a los alumnos como para guiarlos en la búsqueda de respuestas a cuestiones relevantes. Además, vemos cómo algunos de esos trabajos, que son de muy buena calidad, poco a poco se van convirtiendo en bibliografía de referencia para las generaciones más jóvenes de gestores culturales, que prefieren contar con textos que hacen referencia a realidades que les son más cercanas antes que adaptar ideas y conceptos provenientes de otras regiones. Sería importante que las universidades en las cuales se dicten carreras de gestión cultural incluyan instancias curriculares de investigación y ofrezcan estímulos que atraigan a los alumnos a asumir desafíos en esa área.

Integrar a investigadores y espacios de investigación en proyectos y redes internacionales: en el mundo digital e interconectado en el que vivimos, llevar adelante actividades de investigación de manera aislada ya no es posible. Por el contrario, la mejor manera de saber lo que sucede realmente es participar en grupos y redes con el mayor alcance internacional. Evidentemente, a diferencia de la forma en que el investigador se relaciona con las publicaciones, aquí se hace imprescindible una participación activa y el aporte permanente al proyecto o a la red. Esto implica la exigencia de producir y difundir la producción. Son claves para ingresar en esos espacios el acudir a los llamados de organismos internacionales relacionados directamente con la gestión cultural –particularmente la Unesco–, acudir a las convocatorias de fundaciones, y mantener actualizados los intercambios de información con colegas investigadores localizados en otras ciudades, países o regiones, así como la presentación de trabajos en encuentros y congresos. La posibilidad de contar con apoyos públicos para este tipo de acciones potenciaría mucho más la labor de los investigadores.

Generar incentivos para los investigadores: la falta de apoyo financiero, de subsidios y de premios a la investigación en gestión cultural es histórica y alcanza tanto al sector público como al sector privado. En muchos otros sectores de la investigación básica, de la investigación aplicada y de las ciencias sociales, se puede decir que ese apoyo es en muchos casos insuficiente, pero existe y está institucionalizado. El Estado, las empresas y el sistema universitario brindan un apoyo estable y permanente a las actividades de investigación. En el ámbito de la gestión cultural con una inversión bastante pequeña se podría realizar una transformación muy importante que repercutiría favorablemente, no solamente en los investigadores, sino sobre el conjunto del sector pues, como lo hemos dicho antes, le permitiría alcanzar un estado de real profesionalización.

Una región que podemos mirar como ejemplo de buena práctica en cuanto al otorgamiento de premios a la investigación en gestión cultural es Europa, donde en varios países el Estado, las empresas, las organizaciones de la sociedad civil y el sistema universitario estimulan a los investigadores de distintas maneras. Para dar un ejemplo de cada sector, ENCATC10 otorga anualmente un premio de 5000 euros a la mejor tesis de doctorado sobre políticas culturales o temas de gestión presentados por investigadores jóvenes. Dicho premio tiene como objetivo “estimular la investigación académica en el campo de la gestión y la política cultural para explorar, a través de la investigación comparativa e intercultural, temas en juego en la Europa contemporánea, Asia y las Américas, y posiblemente anticipar nuevas orientaciones de política cultural, así como a contribuir al proceso de creación de una red de académicos que son competentes en la realización de proyectos de investigación comparativa en temas de gestión y política cultural” (ENCATC, s.f.). En España, durante años, el Ros Roca Group y el festival Fira Tàrrega financiaron el Premio Internacional Ramón Roca Boncompte de Estudios de Gestión Cultural, dotado con 6000 euros.

A modo de conclusión, podemos decir que la investigación es una herramienta de gestión y que sus productos son insumos imprescindibles para cualquier mejora, sea en el terreno de las políticas culturales o en la vida de las organizaciones públicas o privadas. En cuanto a su situación en Argentina, aunque actualmente la institucionalidad de los centros de investigación es débil, vemos que hay observatorios, centros y grupos de investigación, e investigadores independientes que dedican a este trabajo sus mejores esfuerzos. Si las autoridades gubernamentales les brindaran ayuda, no solamente mediante apoyo económico sino utilizando sus productos y valorándolos, en relativamente poco tiempo se podría evidenciar un cambio muy grande. Un cambio que permitiría al conjunto del sector cultural poner todo su potencial al servicio de la sociedad.

1 Fundador y actual director del Observatorio Cultural y de la Maestría en Administración de Organizaciones del Sector Cultural y Creativo en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires.

2 El secretario de Cultura del Gobierno de la Ciudad en ese momento, Gustavo López, señaló sobre los motivos de la creación del Observatorio de Industrias Culturales: “Nos movió a hacer esto la necesidad de tener políticas de Estado. Políticas que trasciendan la gestión de un gobierno, políticas imprescindibles para fijar estrategias. La cultura es estratégica para el desarrollo de la ciudad de Buenos Aires, no solo por una cuestión de identidad, de diversidad cultural, sino, además, por una cuestión de impulso económico” [En Ranzani O. (5 de agosto de 2004). La cultura pensada como estrategia a largo plazo. Página 12, pp. 5-8].

3 Conferencia Internacional sobre Economía de la Cultura.

4 www.culturaleconomics.org

5 gestiondesarts.hec.ca

6 Sus primeras investigaciones datan de 1963. Para más información ver: www.culture.gouv.fr

7 www.artsmanagement.net

8 revistas.uca.es

9 Ver: rgcediciones.com.ar y revistaacc.econ.uba.ar

10 ENCATC, la Red Europea de Gestión y Políticas Culturales, representa, defiende y promueve la gestión cultural y la educación en políticas culturales, profesionaliza el sector cultural para que sea sostenible y crea una plataforma para el debate y el intercambio a nivel europeo e internacional. Ver: encatc.org

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