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Modernismo y posmodernismo Modernismo

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Modernismo y posmodernismo refieren, respectivamente, a la cultura moderna y posmoderna.46 Sin embargo, en una acepción más restringida, describen movimientos artísticos que indican transformaciones en la experiencia subjetiva del tiempo y del espacio y, por lo tanto, en las formas de representación.

El movimiento modernista surgió en el contexto del capitalismo industrial vinculado al proceso de racionalización y secularización así como a las nuevas relaciones socioespaciales y temporales que de éste se desprendieron. Estas transformaciones dieron lugar a la crisis de la subjetividad y de la representación, fenómenos que constituyen el núcleo del modernismo. En este sentido, el modernismo se correlaciona con la modernización capitalista,47 la revolución industrial y el fordismo, con las ideas libertarias del socialismo y con los nuevos medios como la fotografía, el cine y la radio. En dicho contexto, tanto las vanguardias estéticas como el modernismo cuestionaron la representación clásica, la idea de mimesis y reflejo en el arte. Ello significó transformaciones en todas las formas de arte que hicieron suyos los valores de la novedad y la experimentación, cumpliendo el arte una función compensatoria —o bien de emancipación— frente a la nueva sociedad burguesa. A través de la experimentación, los nuevos estilos y temas de los movimientos modernistas capturaron «todo lo sólido que se desvanecía en el aire», poderosa imagen acerca del diferenciado proceso en el que las formas de producir, las instituciones, los valores, las normas, las creencias, los mitos y las costumbres, fueron perdiendo su aura.

Lo que caracteriza a la modernidad estética es una nueva conciencia del tiempo, ese culto de lo nuevo Habermas48 lo atribuye al carácter transitorio de la experiencia moderna, en la que priva nostalgia por la estabilidad y oposición frente a la tradición. Por ello, la lógica del arte moderno será la destrucción de la tradición al tiempo que someterá a crítica lo que va instituyendo, en tal sentido lo que rige al arte es la propia forma del arte. Mediante este movimiento, el modernismo y las vanguardias sometieron a crítica a la sociedad de consumo así como a los valores que la misma entrañaba. En el movimiento modernista, el arte, la experiencia estética y la cultura podían desempeñar una función compensatoria (posición modernista), o bien de emancipación (vanguardias) mediante la integración del arte a un proceso de liberación más amplio. En consecuencia,49 la definición de una estética modernista dependía de la posición del artista con respecto a los procesos de cambio de la vida moderna. El modernismo representó una nueva lógica artística basada en rupturas y en el ideal de la autonomía estética, es por ello que la obra de arte debía ser considerada un objeto perfecto y autónomo. Sin embargo, existía una tendencia contraria que manifestaba una fascinación por la disolución del objeto y por el proceso temporal, características presentes en ciertas formas de posmodernismo como el arte conceptual y las performances.

A partir de la posguerra el movimiento modernista fue perdiendo su carácter crítico pues se fue integrando al capitalismo internacional a través de la competencia cultural y de los cambios de estilos esenciales para el mercado. De acuerdo con Habermas,50 los movimientos modernistas fueron intentos fallidos, pues cuando se destruyen los continentes de una esfera cultural sus contenidos se dispersan y el efecto de emancipación no se produce. Debido a que Habermas considera que el proyecto ilustrado está inconcluso, afirma el valor del arte moderno, rechaza la teoría y la práctica del posmodernismo pues desacredita el impulso modernista asociado con la Ilustración. Por lo tanto, la institucionalización del modernismo tardío en la academia no haría más que cumplir el programa de la modernidad a través de una mayor autonomía del campo del arte. Fue entonces cuando los artistas marginales se fueron convirtiendo en clásicos y el alto modernismo fue canonizado en la academia perdiendo la criticidad que lo había caracterizado.

Será en la convulsionada década de los 60 y, en oposición al alto modernismo, cuando surge en la ciudad de Nueva York el movimiento artístico posmoderno, cuyas manifestaciones fueron reacciones de la generación de los sesenta frente al alto modernismo dominante, el establishment y el arte canónico.51 En este marco transicional, la vanguardia habría llegado a su final, estancada en la repetición, sustituyendo la invención por la simple inflación; es por ello que Lipovestky52 considera que este auge del posmodernismo en los 60, no obstante su agitación, no ha significado ninguna revolución en la forma estética.

Desde una óptica semejante, García Canclini53 señala que el arte posmoderno abandona la ruptura que caracterizó a las vanguardias, utiliza recursos de éstas pero sin pretender algo innovador, usa imágenes de otras épocas, las fragmenta, parodia la tradición y restablece el carácter insular y autorreferido. Por ello, las tendencias artísticas posmodernas se caracterizan por un sentido ritual hermético, las formas cool de la comunicación autocentrada, la carencia de relatos totalizadores y la exacerbación narcisista. Así, el arte se desacraliza, prima la forma sobre la función, se elimina la ilusión naturalista de lo real y se destruyen las convenciones.

El cuerpo exceptuado

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