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¿Fin del arte o arte posutópico?

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Si en términos históricos no hay ni comienzos ni finales absolutos.63 ¿Qué nombra entonces el enunciado «fin del arte»? Asociado al prefijo post cuya vocación es anunciar todos los finales del milenio, las polémicas acerca del fin del arte64 se relacionan con el declive de la utopía estética referida a la idea de radicalismo y de su capacidad de contribuir a una transformación radical de la vida colectiva.

En la siempre inestable relación entre época histórica y arte, diversos autores señalan una complicidad entre la producción artística heterogénea con el fin del arte. Jameson65 establece esta correlación a partir de identificar ciertos rasgos dominantes como el pastiche, la parodia y la alegoría. Si bien estos rasgos formales atraviesan todas las manifestaciones artísticas, el posmodernismo no es un movimiento coherente, dado que su unidad no se da en sí mismo, sino en relación con el modernismo que procura desplazar. Con respecto a las formas que desplaza o a las que se opone, Foster66 señala que la «revuelta surrealista», reprimida en el modernismo tardío, reaparecerá en el arte posmodernista o reafirmará su crítica de la representación. En consecuencia, lo que habría cambiado es la naturaleza misma del arte, de modo que este movimiento expresaría una crítica de la representación occidental asociada con la crítica posestructuralista.

No se trata entonces de su fin sino de una nueva idea sobre el arte que se corresponde con los modelos de cultura que describen modernismo y posmodernismo pues ambos conceptos se relacionan con transformaciones en la experiencia subjetiva del tiempo y del espacio y, por lo tanto, con las formas de representación. Considerar este aspecto del arte implica identificar el papel que tiene el contexto discursivo, social e ideológico en el que se produce la significación de las representaciones sociales.67

Si aceptamos, como advierte Jameson68 cierta originalidad en la cultura posmoderna, implícitamente asumimos alguna diferencia con respecto al capitalismo del cual surge, por lo tanto, toda posición implica una postura política y estética que conlleva una interpretación de la historia.69 Ello implica que lo posmoderno no significa una diferencia radical con respecto a la cultura moderna, sino una nueva relación entre fuerzas económico-políticas y simbólicas en la que coexisten formas dominantes, residuales y emergentes. Es justamente la emergencia de estos rasgos,70 antes subordinados y hoy hegemónicos, lo que describe el concepto de posmodernismo.

El arte posmoderno se caracteriza por una pérdida del potencial subversivo que distinguió a las vanguardias y al modernismo, por la ausencia de relatos totalizadores y por la renovación incesante. Transformaciones que se deberían al poder de los medios masivos de comunicación y de las nuevas tecnologías de información y comunicación, a la crisis de los paradigmas y, por lo tanto, al paso de la utopía a la heterotopía (Baudrillard, Lyotard y Vattimo).71 Otros autores ponen el énfasis en la reconversión capitalista y el predominio del capital financiero, la estética del consumo y los efectos espacio-temporales de la tercera revolución tecnológica en la subjetividad y en la representación (Jameson, Harvey).72 Todo ello habría conducido a la mercantilización de la cultura y del arte, y, en forma subyacente, a la pérdida de autonomía del campo cultural en el que predomina la lógica de lo estético subordinada a las leyes del mercado. En relación con este aspecto, se considera73 que la cultura posmoderna es más plebeya que la moderna, porque si bien amplía la base social, al mismo tiempo pierde criticidad ya que depende de la lógica del mercado y del espectáculo. Desde esta óptica, el arte posmoderno y su constante innovación estética, más que representar una ruptura de estilos cumple una función estructural, por ello posmodernidad y posmodernismo son un signo de la complacencia del arte posmodernista74 con la fuerzas de la mercantilización.

De lo expuesto se desprende que en la discusión estética se identifican dos posiciones. La que plantea que el arte posmoderno implicaría una ruptura radical con respecto al modernismo o bien la que sostiene que sería una rebelión dentro de este último contra una determinada tendencia del alto modernismo. En todo caso, existe consenso en lo relativo a la carencia de criticidad en las prácticas artísticas y culturales. Asimismo, diversos autores señalan que estos rasgos se deben a la necesidad de rotación acelerada del capital en la producción, la circulación y el consumo. Proceso que compromete al campo del arte ya que actúa en sinergia con las nuevas tecnologías, no sólo a través de reconfigurar el mundo del trabajo y los modos de organización de las clases sociales, sino también el espacio público y privado, los estilos de vida y los hábitos de consumo. Desde esta lectura que considera los determinantes históricos, la «muerte del arte» representa un cambio en el concepto de arte como el que se verificó en la Edad Media, el Renacimiento y el Manierismo, con el ocaso de la concepción clásica y el advenimiento de la concepción moderna.75

El cuerpo exceptuado

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