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Preparación especial de las mujeres

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Tengo palabras de instrucción para usted y sus colaboradores que son ministros, médicos y consejeros en Loma Linda...

De una forma notoria Dios ha colocado en nuestra posición las instituciones por medio de las cuales debemos lograr la obra de reforma a la cual hemos sido llamados como pueblo. En este tiempo debe considerarse todo talento de cada obrero como una posesión especial para ser usada en la obra de extender la reforma. El Señor me ha instruido acerca de que ha preparado a nuestras hermanas que han recibido instrucción, para que ocupen cargos de responsabilidad: deben servir con fidelidad y discernimiento en su vocación, utilizando su influencia en forma prudente y, en unión con sus hermanos en la fe, obtener una experiencia que las califique para ser aún más útiles...

En tiempos antiguos el Señor obró de manera maravillosa por medio de mujeres consagradas, quienes se unieron en la labor de Dios con hombres que él había escogido como sus representantes [Éxo. 1:15-21]. Él utilizó a mujeres que obtuvieran grandes y decisivas victorias. En más de una emergencia, él las colocó al frente y obró por su medio para la salvación de muchas vidas...

Hay muchas mujeres preparadas para mantenerse junto a sus esposos en la obra de los sanatorios, para dar tratamientos a los enfermos y para ofrecer palabras de consejo y aliento al prójimo. Hay algunas que deben buscar una educación que las capacite para actuar como médicos.

En esta rama de servicio, se necesita hacer una obra positiva. Tanto las mujeres como los hombres deben recibir una preparación médica integral. Ellas deben especializarse en las enfermedades comunes de las mujeres, para que puedan entender cómo tratarlas. Se considera esencial que los hombres que desean ejercer la medicina reciban la amplia preparación necesaria para dedicarse a tal profesión. Es igualmente esencial que las mujeres reciban la misma preparación y que obtengan diplomas que certifiquen su derecho a ejercer la medicina...

Nuestras instituciones debieran ser especialmente concienzudas al proveer a las mujeres una preparación que las capacite para actuar como parteras. En nuestros sanatorios debe haber damas doctoras en Medicina quienes entiendan bien su profesión y que puedan asistir a las mujeres en sus partos. Se me ha mostrado que las mujeres, y no los hombres, deben atender esos casos. Se me dirigió al plan bíblico, en el cual en tales oportunidades las mujeres desempeñaban la parte del médico. Debemos adoptar este plan, pues es el plan del Señor.

Una y otra vez se me ha dado luz referente a que debe escogerse a mujeres para esta rama de trabajo. Ahora ha llegado el tiempo cuando debemos enfrentar claramente el asunto. Deben educarse más mujeres para esta labor, y así cerrar una puerta de tentación. No debemos permitir que se coloquen tentaciones innecesarias ante los médicos y enfermeros, ni ante las personas para las cuales ellos ministran.–Carta 22, 1911.

El ministerio médico

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