Читать книгу Fuerza Matriz - Florencia Beber - Страница 12

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Con el correr de las páginas, vas a encontrarte con preguntas y cada una de ellas será importante más por el espacio que abre que por la respuesta que puedas conseguir.

Una misma pregunta formulada en diferentes momentos de nuestra vida tendrá diferentes respuestas. Pero, ¿para qué las hacemos?

Al convertirnos en observadoras, entramos en un espacio de contemplación y búsqueda que nos invita a tomar distancia, a dejar el automatismo y comenzar a ser conscientes.

La pregunta es la llave de acceso al conocimiento. Muchas veces evitamos usarla para abrir una puerta hacia un lugar interior que sabemos o intuimos que está, pero al que le tememos. Nos resistimos, como si el descubrimiento fuese un peligro amenazador e implicara la pérdida de nuestra identidad.

Aunque no nos brinde felicidad, no queremos dejar ese mundo conocido donde creemos sentirnos seguras.

¿Cuántas veces hemos escuchado a hombres y a mujeres decir: “yo estoy bien así, ahora no tengo tiempo, no tengo dinero, esto no es para mí”?

La resistencia, ese saboteador interno, tiene múltiples formas, puede reinventarse, amoldarse, ser convincente. Estar alerta y hacerle frente será el desafío si queremos evolucionar hacia una vida más honesta.

¿Y qué tememos descubrir? Que nuestro deseo y nuestro poder son salvajes y, una vez traídos a la luz, ya no podemos esconderlos. Debemos recuperar nuestra naturaleza, nuestra verdadera identidad.

«Formular la pregunta apropiada constituye la acción central de la transformación no solo en los cuentos de hadas sino también en el análisis y la individuación. La pregunta llave da lugar a la germinación de la conciencia. Debidamente formulada, emana de una curiosidad esencial acerca de lo que hay detrás. Las preguntas son las llaves que abren la puerta secreta de la psique (...) Para desarrollar la conciencia hay que buscar lo que se oculta detrás de lo directamente observable», escribe Clarissa Pinkola Estés en Mujeres que corren con los lobos.

Este proceso de individuación que implica descubrirnos como seres únicos e irrepetibles, con habilidades y una misión, tendrá sus frutos si abrazamos y aceptamos lo que descubrimos debajo de la superficie.

El impulso de huida deberá ser resistido sabiendo que una vez que “veamos”, tendremos la responsabilidad de elegir liberarnos. De otra manera, solo seremos eternas fugitivas de nuestra realización personal.

Por eso decimos que cada pregunta llave es un paso, un escalón que nos abre camino hacia ese lugar de libertad y bienestar que todas anhelamos. A medida que avanzamos, las preguntas van cediendo espacio al asombro. La curiosidad despierta, las preguntas adecuadas y la aceptación de la verdad, acompañadas de una práctica regular y sostenida, nos permiten elevarnos a una comprensión más amplia. Pasamos de querer entender a dejarnos sorprender, permitiéndonos la inocencia del momento presente y la recuperación del juego, para jugar el juego de la vida con la liviandad de un niño y con la responsabilidad de un ser plenamente adulto.

Una vez que hemos sido capaces de reconocer la necesidad de transformar algo en nuestra vida, es imprescindible tomar responsabilidad, ser conscientes y saber que nuestra felicidad y bienestar dependen exclusivamente de nosotras.

Comenzamos siempre por lo más evidente, nuestra rutina. Para que un cambio profundo suceda, debe haber una sumatoria de pequeños cambios sostenidos en el tiempo.

¿Y no es nuestra vida también eso, una suma de pequeñas acciones diarias?

Al comenzar a trabajar por nuestra propia felicidad, permitimos que la vida fluya.

«Un día me di cuenta de que toda mi vida había estado forzando la dirección, creía que estaba actuando a mi favor, pero estaba jugando en contra. Eso marcó un antes y un después, no estaba dejando que las cosas sucedieran».


Tenemos que parar a observar dónde estamos, cómo nos sentimos y descubrir qué queremos. Dar lugar a nuestra voz y perder el miedo a descubrirnos.


Como cuando aprendemos a manejar y soltamos el embrague de a poquito, por miedo a que el auto se dispare a 200 kilómetros por hora, aunque sepamos que eso es imposible, el miedo está. Lo mismo sucede cuando aprendemos a soltar la resistencia y la ilusión de control para que nuestra vida comience a fluir, a ser vivida.

Al comienzo la marcha tiene tironeos, frenadas de golpe, aparecen las dudas, nos abruma lo nuevo. Poco a poco, con la práctica, estamos más cómodas y podemos reconocernos como conductoras de nuestra propia vida.

Una mujer llegó a sesión, venía de su curso de manejo y contó que el instructor le había dicho: “Vos mirá para adelante, hacia donde querés ir, y avanzá. No te distraigas con los demás, cada uno se ocupa de manejar su auto”.

El tema es saber hacia dónde queremos ir, poder mirar ese deseo y lanzarnos hacia él sin perdernos en el entorno, permitir que esta nueva forma de habitar el mundo, la nuestra, única y original, se vuelva natural.

Fuerza Matriz

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