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CONTRA LOQUITES (XX)

Isócrates compuso este discurso para «un hombre pobre del partido democrático» (19) golpeado por un joven aristócrata rico llamado Loquites. Falta la primera parte del discurso, sin duda la exposición de los hechos y el testimonio de los testigos; parece que esta parte carecía de importancia, y donde Isócrates procuró el lucimiento fue en la que conservamos; de ahí que quizá esta pérdida no sea casual.

Isócrates relaciona con habilidad la violencia del agresor con la de los oligarcas en general; utiliza la técnica sofística de la «ampliación» (aúxēsis) pasando de una simple querella privada por lesiones (díkē aikeías) a una acusación pública por injuria (graphḗ hýbreōs).

Por las referencias del discurso, en que se hace notar la juventud del acusado en la época de los Treinta (11), se le puede fechar entre 400-396 a. C.

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Que Loquites me golpeó y fue el agresor sin provocarle [1] os lo han testificado todos los presentes. Pero hay que pensar que esta agresión no es como las demás y que no se deben poner penas idénticas a los delitos contra la persona y a los que se refieren a cuestiones de dinero; sabéis que lo personal es lo más íntimo de todos los hombres; y que es por esto por lo que establecimos las leyes, luchamos por la libertad, deseamos la democracia y organizamos todas las demás acciones de nuestra manera de vivir.

Así que es justo que castiguéis con la pena mayor a los que atentan contra esto, lo que más estimáis.

[2] Descubriréis también que nuestros legisladores se preocuparon muchísimo de lo referente a la persona. Pues, en primer lugar, establecieron que tanto en los procesos privados como en los públicos fuera éste el único de los delitos sin depósito previo1, para que el que pudiera y quisiera, tomara así venganza de sus ofensores. Además, en acusaciones de otro tipo, el autor sólo puede ser perseguido por la víctima; pero en una acusación de violencia, por tratarse de un asunto común, está permitido que el ciudadano que lo desee pueda llegar ante vosotros, tras hacer la denuncia por [3] escrito ante los tesmotetas2. Juzgan tan grave el dañar a otros que sobre la difamación establecieron una ley que ordena pagar quinientas dracmas a los que dicen algo no permitido3. Y entonces ¿de qué clase habrán de ser las compensaciones para los que sufrieron un daño físico, cuando os mostráis tan irritados en favor de los que sólo lo oyeron de palabra?

[4] Sería asombroso que si juzgabais merecedores de muerte a los que hicieron violencias bajo la oligarquía, dejarais sin castigo a los que hacen cosas parecidas en la democracia. En justicia merecerían un castigo mayor; porque muestran su maldad más claramente. Pues quien ahora se atreve a violar las leyes cuando no está permitido, ¿qué haría cuando los que gobernaban la ciudad incluso felicitaban a los que cometían delitos semejantes?

Quizá Loquites intentará minimizar el asunto ridiculizando [5] la acusación, diciendo que no sufrí lesión por los golpes, y que exagero la importancia de lo ocurrido. Pero yo no habría venido ante vosotros si los hechos no tuvieran conexión con un acto de violencia; ahora vengo a recibir de él satisfacción, no por algún daño causado por los golpes, sino por el ultraje y deshonor, que es precisamente lo que tiene que causar la más [6] honda indignación a los hombres libres y alcanzar el mayor castigo. Veo que vosotros, cuando condenáis el saqueo de un templo o un robo, decidís el castigo no por el valor de lo robado sino que sentenciáis la muerte para todos por igual y pensáis que es justo que los que intentan los mismos delitos reciban idénticas penas4. [7] Hay que tener una misma opinión sobre los que cometen actos de violencia y no examinar si golpearon poco, sino si quebrantaron la ley; ni imponerles castigos sólo por un hecho aislado, sino por toda su manera de ser; debéis pensar que ya muchas veces pequeños motivos han resultado causa de grandes males, y que, por culpa [8] de los que se atreven a hacer agresiones, algunos ya han sido llevados a tal punto de indignación que se llegó a heridas, muertes, destierros y a las mayores desgracias; nada de esto ha dejado de producirse a causa del encartado, sino que en lo que a éste respecta todo ha sido realizado, pero gracias al azar y a mi carácter no ha sucedido nada irreparable.

Creo que vosotros os irritaréis tanto como el suceso [9] merece, si reflexionáis cuánto más grave es que otros delitos. Pues descubriréis que las demás faltas dañan una parte de la vida, y que la violencia, en cambio, estropea todos los negocios, y que, por su culpa, muchas familias quedaron destruidas y arrasadas muchas ciudades; [10] ¿para qué perder el tiempo contando desgracias ajenas? Nosotros mismos por dos veces vimos destruida la democracia5 y por dos veces fuimos privados de la libertad, y no por los reos de otros delitos, sino por culpa de los que desprecian las leyes y quieren ser esclavos de los enemigos y hacer violencia a los ciudadanos. [11] Y ocurre que éste es precisamente uno de ellos. Pues aunque es más joven que los que entonces estaban en el poder, sin embargo, su manera de ser concuerda con aquel régimen6. Porque estas formas de ser son las que entregaron nuestra fuerza a los enemigos, abatieron las murallas de la patria y mataron sin juicio a 1.500 ciudadanos7. [12] Es lógico que vosotros, al acordaros de aquéllos, castiguéis no sólo a los que entonces causaron daño, sino también a los que ahora desean que la ciudad quede en la misma situación; y que castiguéis a los presuntos culpables con mayor dureza que a los criminales anteriores, porque es mejor alejar males futuros [13] que castigar los ya cometidos. No esperéis a que, tras reunirse y aprovechar la oportunidad, destruyan toda la ciudad; por el contrario, cuando os den algún pretexto, castigadles por él; debéis pensar que ya habéis hecho un hallazgo cuando cojáis a alguien mostrando [14] toda su maldad en un asunto de poca importancia. Lo mejor sería, en efecto, que los hombres malvados tuvieran por naturaleza alguna señal8 para reprenderlos antes de que hubiera sido injuriado algún ciudadano; pero ya que no es posible distinguirlos hasta que dañen a alguien, y eso en el caso de que sean descubiertos, conviene que todos odien a los que son así y los consideren enemigos públicos.

Pensad que los pobres no participan de los peligros [15] que afectan a una fortuna, pero que a todos son comunes los ultrajes corporales; de modo que, cuando castigáis a los defraudadores, ayudáis sólo a los ricos, pero cuando reprendéis a los autores de violencias, os ayudáis a vosotros mismos9. Por ello hay que considerar [16] estos juicios como los más importantes y, en lo que se refiere a otros contratos, fijar la cantidad que conviene dar al acusador; en cambio, en un juicio por violencia, pague el acusado, lo que le hará desistir de su actual insolencia. Si despojáis de su fortuna a los que se comportan [17] con fanfarronería ante los ciudadanos y consideráis que ningún castigo es suficiente para quienes, causando lesiones, mantienen con su dinero los procesos, haréis todo cuanto conviene a unos buenos jueces. Y, si también en el proceso presente sentenciáis con [18] rectitud, haréis a los ciudadanos más cumplidores de sus deberes y organizaréis vuestra propia vida con mayor seguridad. Es propio de jueces inteligentes que, al votar lo justo en asuntos ajenos, simultáneamente ayuden a los suyos propios.

Ninguno de vosotros, tras ver que soy pobre y un [19] hombre del común, pensará en reducir la multa10. Porque no es justo hacer menores las indemnizaciones de los hombres desconocidos que las de los de mayor renombre, ni considerar peores a los pobres que a los muy adinerados. Vosotros mismos quedaríais privados de vuestros derechos cívicos si pensarais así sobre los ciudadanos.

[20] Pero aún lo más terrible de todo sería que en una ciudad democrática no alcanzáramos todos los mismos derechos, sino que pudiéramos participar en los cargos públicos, pero nos priváramos a nosotros mismos de los derechos legales; y que quisiéramos morir luchando por la constitución, pero, en el momento de votar, concediéramos más importancia a los que tienen dinero. [21] Si os persuado, no estaréis en tal disposición con respecto a vosotros mismos, ni enseñaréis a los jóvenes a desdeñar a la mayoría de los ciudadanos, ni consideraréis ajenos estos procesos, antes bien cada uno depositará su voto como si juzgara en su propio favor. Porque injurian a todos por igual los que se atreven a violar esta ley establecida para la protección de vuestras [22] personas. Así que, si sois sensatos, tras animaros unos a otros, mostrad vuestra cólera a Loquites, porque sabéis que todos los que son así desprecian las leyes establecidas, pero consideran como ley esto que aquí se decide.

Yo he hablado del asunto como he podido. Pero si alguno de los presentes puede decir algo en mi ayuda, que suba aquí y hable11.


1 Este depósito previo (parakatabolḗ) debía efectuarlo el que reclamaba, y le era confiscado si su demanda era injustificada.

2 Los tesmotetas eran 6 de los arcontes (cf. nota 2 del Recurso contra Calímaco).

3 Este tipo de acción judicial se empleó poco; un ejemplo en LISIAS, Contra Teomnesto I.

4 El mismo argumento emplea LICURGO en Contra Leócrates 65-66.

5 En el año 411 a. C. bajo el régimen de los 400 y el 404 a. C. con los Treinta.

6 ¿Admite aquí Isócrates una oligarquía heredada en la sangre? Sin embargo, lo niega en Sobre la paz 133.

7 Esta cifra la admiten todos: de nuevo la menciona Isócrates en Panegírico 113; Areopagítico 67, y ESQUINES en Sobre la embajada 77; también ARISTÓT. en Constitución de Atenas 33, 4.

8 Lo mismo dice EURÍPIDES en Medea 516-519. LISIAS en Contra Alcibíades I 16-17, expresa una idea parecida.

9 El tribunal está formado en su mayoría por ciudadanos de humilde condición, y los ricos suelen inhibirse; cf. Areopagítico 54; ARISTÓF., Avispas 303-6; ARISTÓT., Constitución de Atenas 27, 5.

10 En un proceso por lesiones (díkē aikías) el tribunal debe elegir entre las penas propuestas por acusador y acusado.

11 Quizá un amigo que también iba a hablar en favor del acusador (synḗgoros).

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