Читать книгу Hasta donde llegue la vista... - José Flores Ventura - Страница 4

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Introducción

El presente trabajo es una compilación de anécdotas, vivencias y descubrimientos hechos a través de más de 35 años de recorrer el sur de Coahuila, principalmente; incluye tanto derroteros y caminos como poblados, su gente y costumbres, de las escarpadas montañas a los desolados páramos llanos de arena del desierto, muchas veces en senderos poco conocidos o inventándolos donde nadie ha andado nunca. En estos recorridos se ha testificado la riqueza cultural y natural que posee nuestro estado, la cual es algo único no sólo para México, sino para el mundo, y por ello debiera ser tratada como un patrimonio de la humanidad, para la conservación de muchos de sus recursos materiales y humanos. Aunque se ha viajado por todo el territorio de Coahuila, por falta de tiempo y de dinero se han visitado más lugares en el sur de la entidad y, por ello, haré hincapié sobre esta región en particular, en el presente trabajo.

Viajar a través de Coahuila es enteramente emocionante así como desgastante, dada su enormidad y diversidad de alturas de un extremo a otro, así como por lo extremo de su clima. Paisajes refrescantes que en verano son agradables para caminar, en invierno son un congelado infierno a desafiar; aquellos parajes que son algo tolerables en el desierto, en temporada de calor sofocante son prácticamente insoportables; casi no hay puntos medios, pero si en un tiempo los hubo, éstos se dieron en la ciudad de Saltillo, con su otrora clima ideal.


Pasando por alto el extremismo del clima, se pueden admirar y maravillarse con los paisajes bellos que existen en cualquier parte en la que uno se detenga: en las montañas o sus colinas, en los pastizales que delimitan los bosques ―desde los chaparrales al semidesierto― y en las dunas de arena del verdadero desierto; no hay lugar malo para acampar o pasar un rato disfrutando de la naturaleza y de los amaneceres o los atardeceres, que ofrecen magníficas estampas a recordar para siempre.

Son dignos de mención los oasis que salpican el territorio predominantemente semidesértico, como el de Cuatro Ciénegas, cuyas aguas milenarias han dado pie a flora y fauna endémicas, por el aislamiento que dan las escarpadas montañas. También en lo más recóndito de los pliegues de las serranías, es posible hallar bellos manantiales que ofrecen sus aguas casi todo el año. Algunos son bien conocidos, como la cascada del Chiflón, La Casita, Los Nuncios o Los Chorros; sin embargo, muchos otros permanecen ocultos por su dificultad en el acceso, pero ofrecen vistas espectaculares.

No debieran considerarse como patrimonio del estado solamente los paisajes naturales, edificios o lugares históricos, también debe reconocerse, así, a las comidas y dulces regionales, a los olores y colores del campo, a la gente que habita las comunidades. En estos recorridos hemos conocido a gente valiosa, y constatado el esfuerzo que realiza para ganarse el sustento y, aun así, ser amables ante las situaciones adversas que se les presentan a diario.

Otro rubro de la naturaleza que muchas veces pasa desapercibido, pero que aporta un valor agregado para México y el mundo, es el enorme acervo paleontológico y arqueológico que posee nuestra entidad. En cuanto al primero, los últimos años se ha acrecentado, a un nivel nunca antes visto mundialmente, el hallazgo y descripción de fósiles, por los descubrimientos que se han realizado y que siguen sucediendo día a día, y en muchos de los cuales hemos podido ser testigos. En cuanto al segundo de los acervos, el de arqueología, creemos que el de Coahuila es el más importante, por su cantidad, a nivel América, ya que se pueden contabilizar centenas de kilómetros continuos con registros de representaciones rupestres y campamentos ininterrumpidos que cuentan con cientos de sitios, muchos de ellos descubiertos en nuestros recorridos realizados a través de los años.

En estas aventuras me han acompañado muchas personas a lo largo del camino, pero quiero agradecer especialmente al ingeniero Rufino Rodríguez Garza, quien ha sido testigo de la hechura de lo que aquí se narra y se escribe, por los 25 años que tenemos de salir al campo; él ha sido la persona que más me ha aguantado en estas agotadoras jornadas de descubrimientos y deleites ante el paisaje natural incógnito de nuestra tierra.

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