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6. Pathos y lenguaje

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Jubilados los espíritus intermedios de sus funciones saludables y puestas en entredicho la omnisciencia y la omnipotencia de Dios por el racionalismo y por el positivismo de la mentalidad científica, la medicina alienista de principios de XIX continuó sirviéndose de los demones, los espíritus y las vivencias de los místicos para establecer la raigambre patológica de las voces, consideradas en adelante alucinaciones del oído. Se trata, no obstante, de un período de transición en el que los pioneros de la psicopatología elaboran aún sus teorías echando mano de los autores clásicos y de los ideales de la ciencia médica. Nada sorprende, en este sentido, que Pinel, profesor de Medicina y director de manicomio, dejara escrito lo que sigue: «Apenas se puede hablar de las pasiones como enfermedades del alma, sin haber tenido antes presentes en la mente las Tusculanas de Cicerón y las otras obras que este hombre genial consagró a la moral en los años en que maduraba en edad y experiencia»11.

Pero el auge del alienismo no consiguió rebasar la primera mitad del siglo XIX, orillado paulatinamente por el empuje de la ciencia psiquiátrica y la psicología experimental. Desde las primeras descripciones y teorías de Esquirol sobre las alucinaciones, hasta que un siglo después las visiones de la fragmentación subjetiva comenzaran a formularse con los nombres de «esquizofrenia» (Bleuler), «automatismo mental» (Clérambault) o «locuras discordantes» (Chaslin), se suceden algunos hitos psicopatológicos cuya lógica puede precisarse en torno a tres procesos paralelos y dependientes. En primer lugar, se advierte un desplazamiento del interés por el ámbito visual hacia el verbal y el auditivo. En segundo lugar, los fenómenos alucinatorios ruidosos, exteriores y sonoros cederán su protagonismo a ese enjambre de pequeños signos xenopáticos que nombran la atomización radical de la identidad. Por último, y como resultado de los dos anteriores, la fascinación suscitada entre los psicopatólogos por las relaciones entre las alucinaciones y el lenguaje, encontrará los más cabales fundamentos explicativos en la obra de Freud, la cual se afirma desde el principio en la relación consustancial que une el lenguaje y la subjetividad.

Como resultado del proceso epistemológico que acaba de apuntarse, la patología del lenguaje se convertirá en uno de los protagonistas principales de la nueva concepción del sujeto, a resultas de la cual la consideración tradicional de la lengua como instrumento destinado a la comunicación dará paso a una perspectiva más inquietante en la que nosotros somos los instrumentos de los que se vale el lenguaje para manifestarse. La presencia de voces alucinatorias y de pensamientos impuestos, las descripciones de la esquizofrenia, la psicosis alucinatoria crónica, el automatismo mental y las locuras discordantes verbales, también las últimas novelas de James Joyce, reflejan en todos sus relieves el sometimiento del sujeto moderno a las leyes de la palabra. El lenguaje no ha sido fundado, sino que es él quien funda, dirá Heidegger para reflejar este proceso.

Las voces de la locura

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