Читать книгу Las voces de la locura - José María Álvarez, Fernando Colina - Страница 17

9. Ecos de un fracaso

Оглавление

Entre los antiguos la voz era todavía un espíritu carnal que animaba el discurso y la vida de los hombres. «En el principio existía el Verbo. Y el Verbo se hizo carne», leemos en san Juan. El Espíritu nos visita y se encarna. Así se muestra en nuestra religión y así lo hace igualmente en nuestra cultura clásica. A este respecto, hay que recordar lo que Plutarco cuenta de Sócrates y su demon: «[…] en muchas ocasiones califica [Sócrates] de impostores a quienes decían haberse comunicado mediante visiones con algún ser divino, mientras que atendía y se informaba con interés de quienes afirmaban haber oído una voz»24. Las voces eran siempre voces de verdad y lo siguen siendo para el psicótico.

Todas las voces de los psicóticos son soplos. Soplos que insuflan conocimiento. El soplo es siempre engendrador. Las voces, desde este punto de vista, son fenómenos creadores, enraizadas en esa condición inventiva que es consustancial a la psicosis. Y son también, por la misma causa, fenómenos divinos en su mayor parte. Se muestran como revelaciones, como descubrimientos reveladores. En el fondo, las voces psicóticas son mensajes del cielo. De hecho, siempre encontramos algo metafísico y trascendente en las psicosis. Schreber localizaba muy bien la aparición de los fenómenos sobrenaturales en su enfermedad, y separaba con relación a ellos un antes y un después. Pero las voces de Schreber ya no son voces antiguas, sino voces recientes, científicas, discontinuas. Signos matemáticos que cuesta interpretar y mucho más enlazar para constituirse en un discurso que nos acerque a los demás.

El significante que anuncian las voces esquizofrénicas en sus formas iniciales, aún carentes de significación, es el rumor de la pulsión y del silencio melancólico de las cosas. Rumor que asciende a murmullo cuando la cosa se vuelve poco a poco letra y reclama al otro para que le provea de significación. El otro incorpora el significado para que el significante intente convertirse ya en palabra y encarnación. En ese momento, el «devanado mudo de los recuerdos», «el paso de un pensamiento invisible», «la famosa palabra que no dice nada», como síntomas más significativos en el diluvio metafórico con que Clérambault y Schreber aciertan a describir el vacío del automatismo inicial, se convierten ya en posibilidad de seudoalucinación, esto es, en posibilidad de voz25. Y el destino de estas primeras voces y, en general, de todas las seudoalucinaciones, es repetirse en eco, ese mismo que para Clérambault era el núcleo del automatismo. El eco es el testimonio de la palabra fracasada que no acierta a incorporarse al surco continuo del lenguaje y salta a cada momento como un disco rayado en el pensamiento. La voz esquizofrénica representa ese fracaso, la presencia ausente del otro que ocupa la escisión como un cuerpo extraño y a la vez impuesto.

Se entiende ahora que podamos interpretar las voces como gritos que reclaman la presencia de alguien, proferidos en soledad. Todas las voces del esquizofrénico son filtros amorosos. Son voces de amor, de un amor incomprendido y enigmático la mayor parte de las veces, que se vuelve también incomprensible para nosotros. Las voces del psicótico proceden del desengaño amoroso. La voz delirante es un reclamo que pretende dar sentido al otro cuando el amor ha fracasado, pero que sólo despierta la intencionalidad, el perjuicio y el odio.

Es cierto que, en general, no se sabe lo que dicen las voces, pues son inefables. Son «un puro absurdo» acompañado de «injurias», dice Schreber. Sin embargo, sabemos lo que significan. Todas significan ven. Digan lo que digan, el psicótico las devuelve como un ven. Llaman al otro para hacer compañía al psicótico. Raptan al prójimo, con su canto, en un rapto de amor vocal y especulativo sucedido en el límite de lo humano.

Las voces de la locura

Подняться наверх