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SOMOS GALLINAS. NECESITAMOS A POLLO

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Algo así ocurrió en la época de la pandemia. Todos nos enfrentamos a nuestro miedo a la muerte y nos paramos a valorar qué era lo importante en nuestras vidas. Y creo que a muchos de nosotros no nos sorprende saber que una de las pesadumbres más habituales de los pacientes de Bronnie Ware era el no haber sido capaz de gestionar lo relativo a la amistad. Según la escritora, una de las frases más oídas en lechos de muerte es: «Tendría que haber buscado a aquel amigo del que nunca más he vuelto a saber».

La enfermera recoge testimonios de personas que se arrepienten en su lecho de muerte de no haber retomado el contacto con viejos amigos con quienes aún sentían afinidad. Dice que les habría gustado ver de nuevo a esas personas, recordar momentos de su vida y continuar la relación, pero no habían realizado el esfuerzo de encontrarlos. La enfermera asocia esta importancia de la amistad en los últimos momentos de la vida a factores cronológicos: según ella, al final de la vida los amigos son muy importantes porque a menudo los familiares que rodean a un enfermo terminal están pasando por su propio duelo. Hay una forma de acompañamiento que solo un amigo sabe hacer.

Y esta puede ser la cuestión más relevante en la sociedad post-millennial. Se trata de buscar el acompañamiento adecuado para cada momento. Internet nos ha dado la oportunidad de ejercer el arte que el filósofo francés Michel Onfray denominaba eumetría: buscar la distancia ideal con respecto a los demás. El coronavirus ha sido un empujón para las relaciones virtuales: si a partir de ahora las armonizamos con las presenciales, podemos aprovechar ese juego de distancias para alejarnos de los tóxicos y disfrutar únicamente de unas risas puntuales con aquellos con los que solo nos une un vínculo superficial. Decir no, poner límites y hacer que se respeten los derechos de los que hablé en el capítulo 1 es más fácil, para algunas personas, alternando el cara a cara con Internet. Eso nos permitiría dedicar nuestra mente y nuestro corazón a los optimizadores, a las personas con las que, como decía en el primer capítulo, nos une relación de sinergia, una amistad win-win en la que las dos partes salen ganando.

Los duros momentos de aislamiento nos permitieron poner a prueba nuestras amistades. Lo que allí descubrimos (y tenemos la oportunidad de no olvidar) es que somos capaces de hacer un casting emocional que nos permita descubrir a los optimizadores, a aquellas personas que nos ayudan a sacar a la luz nuestras mejores cualidades en los momentos difíciles. En una sociedad personalista, cada uno de nosotros debería saber qué características diferenciales deben tener esos amigos nutritivos para nosotros. Pero quizá puedo darte algunas ideas generales: los treinta años que llevo haciendo psicoterapia me han permitido extraer algunos rasgos generales.

La mente del futuro

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