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2 ALGUNOS DATOS SOBRE LAS ENFERMEDADES DE LA MEMORIA

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Las enfermedades y trastornos que dañan el cerebro y la memoria afectan a un amplio espectro de la población. En su conjunto son la primera causa de muerte en las sociedades occidentales. Dentro de estos trastornos, los más frecuentes son los accidentes cerebrovasculares y las enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer o el párkinson. Hay muchos otros desórdenes y dolencias, como la epilepsia, el alcoholismo o la encefalitis, que pueden afectar el cerebro y provocar dificultades mnemónicas. La buena noticia para quienes teman perder esta capacidad es que existen más probabilidades de fallecer de otras afecciones, como accidentes, infecciones, enfermedades cardíacas o cáncer, que de sufrir una patología que provoque pérdida de memoria. La mala noticia es que, a medida que se sobrevive a todas estas amenazas y se va envejeciendo, el riesgo de sufrir alguna enfermedad cerebral que afecte a la memoria se incrementa vertiginosamente.

Aunque la enfermedad de Alzheimer es el trastorno más conocido y el que más preocupa a los mayores, son los accidentes cerebrovasculares los que afectan con más frecuencia el cerebro adulto. En países «desarrollados», una de cada tres personas tendrá una lesión de esta naturaleza (más o menos grave) en algún momento de su vida, del mismo modo que una de cada diez personas fallecidas lo hace a causa de una lesión cerebrovascular, siendo la primera causa de muerte en mayores de 65 años.

Las enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer son menos frecuentes de lo que la gente piensa. Aun así, esta es la más habitual de este tipo de dolencias. En la actualidad afecta a 25 millones de personas, entre las cuales 6 millones son europeas y 300. 000, españolas. Por cada 7 hombres con Alzheimer, hay 13 mujeres que lo sufren. Aunque pueda parecer que la predisposición femenina a sufrir la enfermedad es ligeramente superior, los estudios científicos han evidenciado que esta mayor afectación se debe principalmente a una mayor longevidad.

Sin lugar a dudas, el Alzheimer es el trastorno más temido por todas aquellas personas a las que preocupa perder la memoria. Sin embargo, esta dolencia solo es responsable de la mitad de los fallecimientos por causa de un trastorno degenerativo (un 4% del total de muertes en Europa). A pesar de su prevalencia, el Alzheimer arrastra peor fama de la que se merece debido a que a un gran número de enfermos fallecidos se les había diagnosticado erróneamente esta dolencia, cuando en realidad sufrían algún otro tipo de trastorno degenerativo del sistema nervioso central, como demencia frontotemporal, vascular o de cuerpos de Lewy.

Sabemos que entre los 65 y los 70 años, 2 de cada 100 personas empiezan a mostrar síntomas de demencia (Alzheimer u otro tipo). Entre los 70 y los 75 años, 4 de cada 100 padecen algún tipo de trastorno neurodegenerativo. Entre los 75 y los 80 años casi un 10% la sufren. A partir de esa edad, casi un 20% de personas ya está diagnosticada o comienza a experimentar los efectos de la enfermedad. Los expertos aseguran que cada 5 años la probabilidad de sufrir Alzheimer u otra demencia se duplica.

Al igual que ocurre con el Alzheimer, el riesgo de sufrir una hemorragia o infarto cerebral también se multiplica a medida que las personas se hacen mayores. Al cumplir los 65 años, la probabilidad de padecer un ictus es de 1 entre 50, mientras que los que llegan a 85 años tienen una probabilidad entre diez de experimentar un accidente cerebrovascular severo.

Aunque los datos arrojados por los científicos son estremecedores, hay unas aclaraciones que debe tener en cuenta para poder interpretarlos en su justa medida. En primer lugar, creo que es importante que usted sepa leer las cifras antes de que el escalofrío llegue a helarle los huesos. Por ejemplo, un dato como que aproximadamente el 10% de las personas mayores de 65 años padece Alzheimer no debe interpretarse como si una de cada diez personas de 66 años tuviera la enfermedad, sino más bien desde la perspectiva que si juntamos a todas las personas mayores de 65 (las de 65, 70, 80, 90 y 100 años), uno de cada diez padece esta afección. Entre los individuos de 90 años, el número de afectados ronda el 40%, mientras que entre los recién jubilados no llega al 2%. Sin duda, son dos maneras de presentar el mismo dato que a su vez crean dos niveles de alarma bien distintos.

En segundo lugar debe entenderse que sufrir un ictus o un trastorno neurodegenerativo no quiere decir que la persona fallezca necesariamente por culpa de esa enfermedad. En el caso de los accidentes cerebrovasculares, dejan tantas víctimas mortales como supervivientes. Muchos de estos últimos experimentan secuelas físicas, sensoriales y cognitivas, que a menudo son rehabilitables y superables. En el caso de los trastornos neurodegenerativos, su curso es prolongado, permitiendo a la persona vivir en la mayoría de los casos entre 5 y 15 años con períodos relativamente largos de autonomía. Si alguien experimenta los primeros síntomas del Alzheimer a los 80 años, es posible que en el curso de su enfermedad fallezca por alguna otra causa. La distancia existente entre el número de afectados y el de los fallecidos puede provocar que en ocasiones las cifras que se publican sobre estos trastornos parezcan dispares.

La tercera aclaración supone una gran noticia para todos los que estén preocupados por estar sufriendo un trastorno de la memoria. Existe una creencia errónea en la sociedad que lleva a pensar que no se puede hacer nada para afrontar las enfermedades crónicas y los trastornos «hereditarios». Esta idea se extiende a muchos de los trastornos y enfermedades que afectan al cerebro y lleva a afrontarlas con resignación. En ámbitos como las enfermedades coronarias, la diabetes o el cáncer, los científicos han sido capaces de demostrar que nuestros hábitos y estilos de vida pueden prevenirlas, o al menos paliar sus efectos más dañinos. La gran noticia es que hoy en día existen evidencias científicas suficientes para poder afirmar, sin miedo a equivocarse, que algunos de los trastornos del cerebro y la memoria pueden prevenirse y evitarse, mientras que otros pueden retrasarse o ralentizarse. A lo largo de este libro se expondrán todas las claves y estrategias para lograrlo.

Me falla la memoria

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