Читать книгу Cress - Марисса Мейер - Страница 17

Seis

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–Pasemos al menú del banquete. Desde la última vez que hablamos, su Majestad lunar aprobó la cena tradicional de ocho pasos. Sugiero que comencemos con un cuarteto de pescados en sashimi, seguido por un caldo ligero. Quizás una sopa de aleta de tiburón, que creo que será un buen equilibrio entre las tradiciones antiguas y los gustos modernos.

La coordinadora de la boda hizo una pausa. Kai estaba recostado en el sofá de su oficina, tapándose los ojos con un brazo. Como ni él ni Konn Torin, su consejero, pusieron ninguna objeción, se aclaró la garganta y continuó:

–Para nuestro tercer paso, cerdo estofado en salsa de mango verde. Después de eso vendría nuestra entrée vegetariana, para la cual recomiendo un potol con semillas de amapola en una cama de hojas de plátano. Para el quinto plato voy a hablar con el proveedor del servicio para saber si es posible que nos presenten algún curry de mariscos, quizá con una vibrante salsa de lima y coco. ¿Tiene su Majestad alguna preferencia especial por langosta, langostinos o vieiras?

Kai bajó el brazo de su rostro apenas lo necesario para atisbar a la organizadora por entre los dedos. Tashmi Priya debía de estar bien entrada en los cuarenta y, sin embargo, tenía ese tipo de piel que no envejece nada después de los veintinueve. Por otro lado, su pelo había comenzado la transición hacia las canas, y Kai pensó que quizá se había acelerado en la semana, pues ella estaba a cargo de comunicar los deseos de la novia al resto de los coordinadores de la boda. Ni por un instante subestimaba la tensión a la que había estado sometida por trabajar con la reina Levana.

Por suerte le daba la impresión de que era muy buena en su trabajo. Había aceptado ocuparse de planear la boda real sin dudarlo un segundo y no había retrocedido ni una sola vez ante las exigencias de Levana. Su perfeccionismo profesional era evidente en todas las decisiones que tomaba e incluso en su presentación, con un maquillaje engañosamente sutil y ni un solo cabello fuera de su lugar. Esta simplicidad contrastaba con su vestuario de tradicionales saris hindúes, seda lujosa con gemas de colores y bordados intrincados. La combinación le confería a Priya un aire regio que Kai sabía que él mismo, por ahora, no tenía.

–Langostinos, langosta... –murmuró haciendo un esfuerzo por prestar atención. Al cabo, renunció y volvió a cubrirse los ojos–. No, no tengo preferencias. Está bien lo que Levana quiera.

Se hizo un breve silencio y enseguida se oyó el ruido de las uñas sobre la pantalla portátil.

–Quizá más tarde podríamos retomar el menú del banquete. En cuanto a la ceremonia, ¿aprueba que la reina haya elegido como oficiante a Kamin, la primera ministra de África?

–No se me ocurre nadie más apropiado.

–Excelente. ¿Y ha pensado en sus votos matrimoniales?

Kai resopló.

–Borre todo lo que tenga que ver con amor, respeto o alegría. Firmaré donde pongan la línea punteada.

–Su Majestad –dijo Torin con el tono que usaba para que el tratamiento regio sonara a regaño.

Kai se incorporó dando un suspiro. Torin estaba en el sillón frente al de Priya, sosteniendo con una mano un vaso bajo lleno únicamente con cubitos de hielo. No era alguien que soliera beber, lo cual le recordaba a Kai que eran tiempos difíciles para todos.

Miró de nuevo a Priya, cuya expresión profesional era inamovible.

–¿Qué me recomienda para los votos?

Los párpados de la mujer se arrugaron en las esquinas, casi como para pedir perdón, y Kai detectó que se avecinaba algo horrible.

–Su Majestad la reina sugiere que usted escriba sus propios votos, su Majestad.

–¡Oh, estrellas! –se desplomó de espaldas en los cojines–. Por favor, ¡pídame lo que sea, pero no eso!

Un titubeo.

–¿Su Majestad quisiera que yo los escribiera en su lugar?

–¿Eso está en la descripción de su puesto?

–La descripción de mi puesto es que tengo que hacer que la boda proceda sin tropiezos.

Kai miró los candelabros adornados con borlas que recubrían el techo. En una inspección minuciosa de la oficina que a su equipo de seguridad le tomó una semana completa, encontraron un aparato de grabación más pequeño que una uña, insertado en uno de esos candelabros. Fue el único equipo que encontraron. No había duda de que era lunar y tampoco de que Kai había tenido razón siempre: Levana lo espiaba.

Sus aposentos también habían sido revisados, pero no descubrieron nada. A la fecha, eran los únicos espacios en los que se permitía hablar libremente de su prometida, aunque siempre sonaba una alarma de advertencia dentro de su cabeza. Esperaba que el grupo de seguridad no hubiera pasado nada por alto.

–Gracias, Tashmi-jiĕ. Lo pensaré.

Con una inclinación de cabeza, Priya se puso de pie.

–Esta tarde tengo una cita con el servicio de banquetes. Veré si hacen sugerencias para el resto de los platos.

Kai se obligó a incorporase, aunque la acción le resultó asombrosamente difícil. La tensión de las últimas semanas lo había hecho bajar algunos kilos y, sin embargo, se sentía más sobrecargado que nunca, como si lo oprimiera el peso de cada uno de los habitantes de la Comunidad.

–Gracias por todo –le dijo con una reverencia, mientras ella reunía sus muestras de telas y tejidos de colores. Priya correspondió con otra inclinación y terminó:

–Volveré a entrevistarme con su Majestad mañana, antes de que llegue el taumaturgo Park.

Kai gruñó:

–¿Ya llega mañana?

Torin fingió que se aclaraba la garganta.

–Quiero decir, ¡qué bueno! Fue una gran alegría tenerlo por aquí la vez pasada.

Priya lanzó una sonrisa breve y se escurrió por la puerta.

Kai contuvo un suspiro melodramático y volvió a desplomarse en el sofá. Sabía que se estaba portando como un niño, pero pensaba que tenía derecho a ponerse insolente de cuando en cuando, sobre todo aquí, en la privacidad de su propia oficina. En otras partes se esperaba que sonriera y proclamara con qué ansias esperaba la boda y qué benéfica sería la alianza para la Comunidad. Que dijera que no tenía dudas de que su matrimonio con la reina Levana serviría para unir a los pueblos de la Tierra y Luna como no se había visto en siglos, y que tampoco tenía dudas de que ello llevaría a un mayor aprecio y entendimiento entre ambas culturas. Era el primer paso para superar años de odio e ignorancia y, comoquiera que fuera, ¿a quién rayos pensaba que estaba engañando?

Odiaba a Levana. Se odiaba él mismo por haberse dado por vencido ante ella. Odiaba que su padre hubiera podido maniobrar para mantenerla a raya y contener sus amenazas durante años y años, mientras que Kai había dejado que todo se desmoronara a solo unas semanas de haber ascendido al trono.

Odiaba que, probablemente, la reina Levana hubiera planeado esto desde el momento en que se anunció que su padre, el emperador Rikan, estaba enfermo, y odiaba haberle facilitado las cosas y haberse puesto en sus manos.

Odiaba el hecho de que Levana iba a ganar.

Torin se inclinó hacia Kai. El hielo de su vaso repiqueteó y crujió.

–Lo veo pálido, su Majestad. ¿Hay algo en que pueda ayudarlo? ¿Hay algo de lo que quiera hablar?

Kai se apartó el fleco de la frente.

–Sé honesto, Torin: ¿crees que voy a cometer un error?

Torin ponderó la pregunta durante largo rato antes de dejar su vaso a un lado.

–Cuando Luna nos atacó murieron dieciséis mil terrícolas. Fueron dieciséis mil en unas cuantas horas, hace once días. No alcanzo a imaginar cuántas vidas se salvaron gracias a que usted se comprometió con la reina Levana –juntó las yemas de los dedos y puso las manos en el regazo–. Tampoco podemos olvidar cuántas vidas se salvarán cuando entremos en posesión del antídoto contra la letumosis.

Kai se mordió los labios. Eran los mismos argumentos que repetía para sus adentros. Estaba haciendo lo correcto. Salvaba vidas. Protegía a su pueblo.

–Entiendo el sacrificio que está haciendo, su Majestad.

–¿De verdad? –dijo Kai con los hombros tensos–. Porque sospecho que va a querer matarme en cuanto obtenga lo que quiere. En cuanto sea coronada.

Torin respiró profundamente, pero Kai tuvo la impresión de que no le había dicho nada nuevo.

–No dejaremos que eso pase.

–¿Podemos evitarlo?

–Su boda no será una sentencia de muerte. Tenemos tiempo para idear un medio. Ella... de todas formas quiere un heredero.

Kai no pudo reprimir un sobresalto.

–Es un pequeñísimo consuelo.

–Ya sé, pero así su Majestad es valioso para ella, al menos por ahora.

–¿Ah, sí? Ya conoces la reputación que tienen los lunares. No estoy tan seguro de que a Levana le importe un bledo quién sea el padre de un hijo suyo, siempre que alguien se encargue. ¿Y acaso la princesa Selene no nació sin que nadie supiera quién había sido su padre? No estoy verdaderamente convencido de que Levana me necesite para nada, aparte de decir “Acepto” y entregarle la corona.

Por mucho que le contrariaba admitirlo, este pensamiento casi le produjo un sentimiento de alivio.

Torin no quiso discutir con él y se limitó a sacudir la cabeza.

–Pero la Comunidad lo necesita, y más lo necesitará cuando Levana se convierta en emperatriz. Su Majestad, no dejaré que le pase nada.

Kai reconoció el tono casi paternal. Había aprecio en sus palabras, cuando por lo general lo que había era paciencia y una velada frustración. En cierto sentido, le parecía que Torin se había convertido en el verdadero emperador al fallecer su padre. Torin era el firme, el decidido, el que siempre sabía qué era lo mejor para el país. Pero ahora, al mirar a su consejero, esa impresión comenzó a cambiar, porque Torin tenía una mirada que Kai nunca había visto que le dirigiera. Respeto, quizá. O admiración o incluso confianza. Enderezó un poco los hombros.

–Tienes razón. Ya está tomada la decisión y ahora tengo que hacer lo mejor posible. Esperar a quedar atrapado en los caprichos de Levana no servirá de nada. Tengo que averiguar cómo defenderme de ella.

Torin asintió con la cabeza y casi sonrió.

–Pensaremos en algo.

Por un momento, Kai se sintió especialmente animado. Torin no era optimista por naturaleza. Si él pensaba que había algún medio, entonces, Kai también lo creería. Un medio para mantenerse con vida, un medio de proteger a su país incluso después de que lo hubiera maldecido dándole una emperatriz tirana. Un medio para protegerse de una mujer que podía controlar sus pensamientos con el movimiento de sus pestañas.

Incluso como su esposo, seguiría desafiando a Levana en la medida de lo posible.

Nainsi, la asistente androide de Kai, apareció en la puerta de la oficina llevando una bandeja con un té de jazmín y paños tibios para que se refrescara. Su sensor luminoso parpadeó.

–¿Quiere los informes diarios, su Majestad?

–Sí, por favor. Adelante.

Al pasar Nainsi, Kai tomó uno de los paños y se quemó los dedos con el vapor que se desprendía de la tela de algodón.

Nainsi puso la bandeja en el escritorio de Kai y giró hacia donde estaban él y Torin para dar comienzo a los informes del día, que felizmente no tenían nada que ver con votos matrimoniales ni banquetes de ocho pasos.

–Está programada la llegada del taumaturgo Aimery Park para mañana a las 15:00, junto con catorce miembros de la comitiva lunar. Se transfirió a la pantalla de su Majestad una lista con nombres y títulos de los invitados. La cena de bienvenida dará comienzo a las 19:00, seguida por una velada de cocteles. Tashmi Priya será la anfitriona de la cena y la recepción, con el fin de que empiece a comunicar los planes de boda al taumaturgo Park. Extendimos una invitación a su Majestad lunar por medio de videoconferencia, pero declinó nuestro ofrecimiento.

–¡Qué decepción! –dijo arrastrando las palabras.

–Anticipamos la reaparición de los inconformes por la llegada de la comitiva lunar ante las puertas de palacio. Es probable que las protestas se extiendan hasta la fecha de la ceremonia nupcial. Hemos solicitado refuerzos militares a partir de mañana temprano, para garantizar la seguridad de nuestros huéspedes. Lo alertaré si las protestas se tornan violentas.

Kai dejó de limpiarse las manos.

–¿Esperamos que se pongan violentos?

–Negativo, su Majestad. El jefe de Seguridad de palacio declaró que es únicamente una precaución.

–Muy bien. Continúa.

–De acuerdo con el informe semanal de letumosis, se calcula que en toda la Comunidad hubo treinta mil muertes a causa de la peste en la semana del 3 de septiembre. El equipo de investigación del palacio no tiene todavía ningún avance que declarar en su búsqueda de un antídoto.

Kai y Torin intercambiaron miradas devastadas. Treinta mil muertes. Kai llegó casi a desear que la boda fuera al día siguiente, para poder tener mucho antes el antídoto de Levana. Casi.

–Hemos recibido notificaciones de que la República Americana, Australia y la Federación Europea persiguen a los soldados lunares responsables de los ataques, y comunican que tienen detenidos como prisioneros de guerra a muchos sospechosos. Hasta este punto, Luna no ha amenazado con tomar represalias ni ha hecho ningún intento por negociar su libertad, aparte del acuerdo anterior de que todos los soldados serán retirados de suelo terrestre luego de la ceremonia de coronación del día 25.

–Esperemos que se mantenga así –murmuró Kai–. Lo último que necesita esta alianza son más complicaciones políticas.

–Lo mantendré al tanto de la evolución de los acontecimientos, su Majestad. El último punto del informe es que recibimos un comunicado de Samhain Bristol, parlamentario de Toronto, en la Provincia Oriental de Canadá, Reino Unido, en el que declina su invitación para asistir a la ceremonia nupcial, como una forma de expresar que se niega a aceptar a la reina Levana de Luna como una gobernante mundial conveniente para la Unión Terrestre.

Torin gimió, al tiempo que Kai elevaba los ojos al techo.

–¡Ay, por todas las estrellas! ¿Acaso ese hombre cree que hay alguien que opine que Levana sería una gobernante conveniente?

–No podemos culparlo por su postura, su Majestad –dijo Torin, pero Kai pudo entreoír la irritación en su tono–, ni por querer hacer esta declaración. Tiene que preocuparse por su propio pueblo.

–Eso lo entiendo, pero si con esto se inicia una tendencia entre los líderes de la Unión, Levana se pondrá furiosa. ¿Se imaginan su respuesta si nadie acude a la boda? –Kai se frotó el rostro con la toalla ya fría–. Lo tomará como una ofensa personal. Si lo que queremos es evitar otro ataque, no creo que hacerla enojar sea la manera.

–Estoy de acuerdo –coincidió Torin mientras se ponía de pie y se arreglaba el saco–. Programaré una entrevista con Bristol-dàren para ver si podemos llegar a un mutuo acuerdo. Sugiero que por ahora mantengamos en reserva esta información, para que a nuestros demás invitados no se les empiecen a ocurrir ideas descarriadas.

–Gracias, Torin –dijo Kai y se puso de pie para corresponder a la reverencia de su consejero, antes de que saliera de la oficina.

Kai apenas resistió el impulso de volver a dejarse caer en el sofá. Tenía otra junta en treinta minutos y debía revisar planes y leer informes y responder mensajes y...

–Su Majestad.

Kai se sobresaltó.

–¿Sí, Nainsi?

–Hay otro informe que me pareció que sería mejor comentar en privado.

Kai parpadeó. Había muy pocos temas que no pudiera comentar con Torin.

–¿De qué se trata?

–Mis sinapsis de inteligencia acaban de descubrir una asociación. Tiene que ver con Linh Cinder.

Sintió que el estómago se le hundía. Ese tema era el que no podía tratar ni siquiera con su asesor más confiable. Cada vez que oía el nombre, se llenaba de un pánico que apenas podía contener, seguro de que habían localizado a Cinder. De que se la habían llevado bajo custodia. De que ya estaba muerta. Aunque debería alegrarse si la fugitiva más buscada de su país fuera capturada, la idea de que eso ocurriera lo enfermaba.

–¿Qué ha pasado con ella? –dijo. Lanzó el paño a la bandeja y se sentó en el brazo del sofá.

–Es posible que haya deducido una explicación de por qué se encontraba en Rieux, Francia.

La sarta de pensamientos agobiantes se evaporó tan deprisa como había venido. Percibió que comenzaba a dolerle la cabeza y se frotó un punto sobre el puente de la nariz con una sensación de alivio porque otra hora hubiera llegado y pasado y Cinder siguiera perdida, pues significaba que estaba a salvo.

–Rieux, Francia –repitió para ubicarse. Todos sabían que la nave en que viajaba Cinder tendría que volver a la Tierra para cargar combustible y quizá para labores de mantenimiento. Que hubiera elegido un pueblecito (cualquier pueblecito) nunca le había parecido sospechoso.

–Continúa.

–Cuando Linh Cinder tomó el chip de comunicación directa que había interrumpido mi programación, le transmití información sobre Michelle Benoit.

–¿La piloto? –Kai prácticamente había memorizado la información que Nainsi reunió sobre todas las personas que hubieran tenido algún vínculo, por vago que fuera, con Selene, la princesa perdida. Michelle Benoit era una de las principales sospechosas de haber ayudado a esconder a la princesa.

–Sí, su Majestad. Linh Cinder sabía su nombre y que había militado en el ejército europeo.

–¿Y luego?

–Cuando se retiró, Michelle Benoit compró una granja. Esa granja se localiza cerca de Rieux, Francia. Fue en esa propiedad donde aterrizó la nave robada.

–Así que Cinder fue ahí porque... ¿crees que iba en busca de la princesa Selene?

–Eso mismo supongo, su Majestad.

Se puso de pie en un salto y comenzó a caminar.

–¿Alguien se ha puesto en contacto con Michelle Benoit? ¿La han interrogado? ¿Vio a Cinder y habló con ella?

–Lo lamento, su Majestad, pero Michelle Benoit desapareció hace cuatro semanas.

Kai se detuvo en seco.

–¿Desapareció?

–Su nieta, Scarlet Benoit, también está perdida. Lo único que sabemos es que abordó un tren elevado en Toulouse, Francia, con destino a París.

–¿Podemos rastrearlas?

–El chip de identidad de Michelle Benoit apareció en su casa el día que se perdió. El chip de Scarlet Benoit, por lo que parece, fue destruido.

Kai se derrumbó. Otro callejón sin salida.

–Pero ¿por qué Cinder habría ido allá? ¿Por qué le interesaría encontrar a la princesa...? –Kai dudó–. Salvo porque tratara de ayudarme...

–No logro seguir su razonamiento, su Majestad.

Miró de nuevo a Nainsi.

–Quizá trata de ayudarme. Cinder sabe que si encuentra a la princesa, sería el fin del reinado de Levana. No tendría que casarme con ella. Probablemente sería ejecutada por traición. Cinder puso en peligro su vida al ir a esa granja, y lo hizo... podría ser que lo hubiera hecho por mí.

Se escuchó el zumbido del ventilador de Nainsi antes de que hablara:

–Podría sugerir la explicación alternativa de que lo que motiva a Linh Cinder es el deseo de la reina Levana de encontrarla y ejecutarla, su Majestad.

Sonrojado, bajó la mirada hacia la alfombra tejida a mano sobre la que estaba parado.

–Cierto. También eso podría ser.

Pero no lograba sacudirse la idea de que el nuevo objetivo de Cinder era más que instinto de supervivencia. Después de todo, había ido al baile para advertirle que no se casara con la reina Levana y esa decisión casi hizo que la mataran.

–¿Crees que haya encontrado algo acerca de la princesa?

–No tengo modo de discernir esa información.

Kai caminó hacia el otro lado de su escritorio y observó pensativo la gran ciudad que se extendía tras la ventana de su oficina con brillos de cristal y acero bajo la luz del atardecer.

–Averigua todo lo que puedas sobre Michelle Benoit. Quizá Cinder descubrió algo. Quizá la princesa Selene todavía esté viva.

La esperanza se encendió de nuevo, luminosa en todo momento. Había abandonado la búsqueda de la princesa varias semanas atrás, cuando su vida se tornó demasiado agitada como para concentrarse en nada más que en impedir la guerra. Pacificar a la reina Levana y su temperamento. Prepararse para la vida a su lado como su marido... y eso únicamente si tenía la buena suerte de que no lo asesinara antes de su primer aniversario.

Estaba tan distraído que había olvidado el motivo original que lo había llevado a buscar a la princesa Selene. Si aún vivía, sería la heredera legítima del trono lunar y terminaría con el reinado de Levana.

Ella podría salvarlos a todos.

Cress

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