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viii

la muerte de la dignidad

El trumpismo ha atacado diariamente la cultura política estadounidense, pero hay una serie de acontecimientos que parecen destinados a permanecer en la memoria colectiva, no tanto por su impacto desproporcionado, sino quizá porque mostraron con claridad lo que ya se había perdido. Uno de estos acontecimientos fue la confirmación de la nominación de Brett Kavanaugh al Tribunal Supremo. El segundo nominado por Trump al Supremo, Kavanaugh, era aún peor que el primero, Neil Gorsuch. La nominación y la audiencia de confirmación de Gorsuch se hicieron después de que el Senado, dominado por los republicanos, se hubiese negado durante once meses a considerar a Merrick Garland, tercer y último candidato de Obama, para el Supremo. El hecho de que Gorsuch pudiese ahora ser nominado y confirmado suponía una ofensa para la política. En cuanto al propio Gorsuch, parecía ser el tipo de juez conservador que podría haber nombrado cualquier presidente republicano en los últimos tiempos. Para el Tribunal Supremo, un organismo que funciona, o parece funcionar, a partir del civismo y el respeto y la consideración de la pluralidad de opiniones, Gorsuch no resultaba un elemento extraño. Durante el proceso de confirmación llegó incluso a distanciarse de los ataques de Trump a varios jueces.129

Con arreglo a su filosofía judicial y opinión política, Kavanaugh no resultaba más extremo que Gorsuch.130 En su primera sesión en el tribunal votó igual que la mayoría con más frecuencia que ningún otro juez (Gorsuch era uno de los dos jueces que menos tendían a votar como la mayoría).131 No obstante, su audiencia de nominación fue la puesta en escena de la muerte de la dignidad en la política.

Hay al menos dos formas en las que el concepto de dignidad es clave en nuestra forma de entender la política. Está la dignidad que otorga a cada ciudadano la participación en el proceso político. Tener una voz, ser escuchados y ejercer la acción política son parte de esta forma de dignidad. También está la dignidad de la representación política, que se apoya en el honor, el procedimiento, las formas de vestimenta particulares y el uso codificado del lenguaje. Durante mucho tiempo, la gente ha entendido que esta representación puede ser un símbolo de la política e incluso un requisito previo. Por supuesto, el espectáculo público de la política puede usarse y se ha usado para excluir a aquellos que no tienen el aspecto o el registro adecuado. Esto subraya la interacción de los dos tipos de dignidad política: la de la participación y la de la representación. El reto de la democracia reside en crear procedimientos que sostengan la dignidad de la representación sin dejar de extender el ámbito de inclusión. El trumpismo ataca a ambos tipos de dignidad, por degradación de la representación de la política y por restricción de la participación en ella.

El 27 de septiembre de 2018, el Comité Judicial del Senado escuchó la declaración de Christine Blasey Ford, una profesora de Psicología de cincuenta y cinco años que afirmó que a la edad de quince había sido agredida sexualmente por Kava­naugh, tres años mayor que ella. Blasey Ford describió al detalle la indignidad de la agresión. Habló del sonido de la risa de su agresor, que se le había quedado grabado para siempre. “Estaba debajo de uno de ellos mientras ambos reían, dos amigos pasándoselo bien de verdad juntos”, declaró.132 El testimonio de Blasey Ford fue comedido, narrado con atención y en ocasiones pesaroso. En otras palabras, mostró respeto por el órgano político y el procedimiento en el que comparecía. Al empezar su declaración, dijo: “Estoy aquí hoy porque creo que es mi deber como ciudadana contarles lo que me sucedió cuando Brett Kava­naugh y yo estábamos en el instituto”. La representación de Kavanaugh, por su parte, fue trumpiana.

Antes de la audiencia, Kavanaugh había negado las acusaciones en una entrevista con la Fox, donde apareció con su esposa, y en una declaración escrita que se presentó al Comité Judicial del Senado. En la entrevista se mostró tan comedido y humilde como lo sería después la acusación, y también él expresó respeto por el procedimiento. “Lo que busco es un proceso justo, un proceso en el que pueda defender mi integridad y limpiar mi nombre –dijo–. Lo único que pido es justicia y que se me escuche”.133

En su declaración escrita, Kavanaugh reconocía la gravedad de las acusaciones en su contra y, una vez más, expresaba respeto por el proceso: “La agresión sexual es algo horrible. Es algo que está moralmente mal. Es ilegal. Va en contra de mis creencias religiosas. Y contradice la promesa básica de esta nación de que todas las personas son creadas iguales y merecen ser tratadas con dignidad y respeto. Las acusaciones de agresión sexual deben tomarse muy en serio. Aquellos que las realizan merecen ser escuchados. El que es acusado también merece que se le escuche. El proceso legal debido es uno de los cimientos del Estado de derecho estadounidense”.134 Y terminaba: “No estoy poniendo en tela de juicio que la doctora Ford pueda haber sido agredida sexualmente por alguien en algún lugar en algún momento. Pero yo nunca le he hecho eso a ella ni a nadie. Soy inocente de lo que se me acusa”.

Durante la mañana de la audiencia, la CNN informó de que Trump había llamado a Kavanaugh la noche antes y le había instado a ser contundente en sus desmentidos.135 “¿Le funcionará a Kavanaugh hoy el estilo beligerante que Trump ha empleado para refutar acusaciones semejantes?”, se preguntaban.

Kavanaugh empezó a gritar tan pronto como subió al estrado.136 Gritó que había escrito él mismo su declaración. Gritó que nadie había visto su declaración. Gritó: “Mi familia y mi nombre han sido completamente destruidos por acusaciones adicionales perversas y falsas”. Gritó: “Este proceso de confirmación se ha convertido en una vergüenza nacional… Han remplazado el ‘asesorar y consentir’ por el ‘buscar y destruir’”. Gritó que la izquierda era capaz de hacer cualquier cosa con tal de hacer descarrilar su nominación, y calificó las acusaciones en su contra de “venganza de los Clinton”.

La audiencia de Kavanaugh fue la primera en el Congreso en la que habitantes de las dos realidades independientes estadounidenses –la autocracia y la democracia representativa– se dirigían a dos públicos distintos en una misma sala. Blasey Ford se dirigía al Comité Judicial del Senado y a un público más general. Kavanaugh, que usó el tono favorito de Trump, ofendido y agresivo, y uno de sus temas preferidos, el de la conspiración clintoniana, se dirigía a Trump. El presidente disfrutó mucho del espectáculo.137 “El juez Kavanaugh le ha demostrado a Estados Unidos la razón por la que lo nominé –tuiteó–. Su testimonio fue potente, sincero y fascinante. La estrategia de búsqueda y destrucción de los demócratas es vergonzosa y este proceso ha sido una farsa y un intento de postergar, obstaculizar y resistir”.

Mientras Blasey Ford se dirigía al comité, los miembros republicanos de este se negaron a interactuar con ella. En vez de eso, prefirieron invitar a una fiscal de Arizona, Rachel Mitchell –una “asistente femenina” en palabras del líder de la mayoría, Mitch McConnell– para que la interrogara.138 Kavanaugh mantuvo un tono intimidatorio en respuesta a las preguntas de Mitchell y de los senadores, demócratas y republicanos. Les dijo a todos ellos una y otra vez que le gustaba la cerveza. En aquella sala todo el mundo actuaba para Trump excepto los demócratas y Blasey Ford. El espectáculo requería pisotear la dignidad de la política –tanto la de representación, que se vio sustituida por gritos y comentarios sobre la cerveza, como la de participación que se le negaba a Blasey Ford, que intervino frente a un público que mayoritariamente se oponía a escucharla–.

Durante el proceso de confirmación se presentaron ochenta y tres quejas contra Kavanaugh en el Décimo Circuito, alegando que su testimonio era falso y que su comportamiento durante la audiencia había sido irrespetuoso para con el sistema judicial.139 En agosto de 2019, todas esas quejas fueron desestimadas por un comité nacional de jueces federales porque Kavanaugh, como juez del Tribunal Supremo, ya no estaba bajo su jurisdicción.140 Al igual que Trump, que no está sujeto a las reglas sobre conflictos de interés por ser el presidente, Kavanaugh había llegado allá donde las reglas que solían dirigir la política estadounidense no podían alcanzarle.

Sobrevivir a la autocracia

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