Читать книгу Antología 8: Felicidad comienza con fe - Samuel López - Страница 8

Оглавление

Desde el fracaso y la oscuridad… a la restauración y la luz

Satanás quería distorsionar mi identidad con un letrero de “prostituta” sabiendo que mi acta de nacimiento dice “profeta de Dios”.

Por Marisol Castro

Nací en San José, Costa Rica, en cuna de infidelidad, la cual fue el pan de cada día entre mi madre y mi padre, sin saber la marca espiritual ni cómo esto afectaría mi vida. Soy la menor de tres hermanos de una familia disfuncional, donde el alcoholismo de papá era el protagonista de peleas y escenas vergonzosas a lo largo de nuestra niñez y adolescencia.

Mi mamá se hartó de la situación así que su forma de escape era frecuentar lugares de baile en donde la presencia del alcohol y malas compañías solo venía a empeorar el escenario y causar más dolor.

A sus ángeles enviará para que me guarden

Sin tener conocimiento alguno de la palabra de Dios, esta escritura se hizo carne sobre la vida de mi hermano y la mía a los ocho años, cuando mi madre tuvo la terrible idea de dejarnos al cuidado de un tío, del cual se tenía conocimiento que había abusado de otros niños.

Recuerdo ese día como si fuera ayer, cuando mi tío entró al dormitorio donde yo estaba con mi hermano. De pronto me vino un gran temor. Salí de la habitación, busqué la plancha y la encendí a la temperatura más alta, dejé que se calentara lo suficiente, la desconecté, me llené de valor y me fui corriendo a rescatar a mi hermano.

La escena que encontré me asombró, pero no me detuvo, ya que había un fuego que ardía dentro de mí ante el peligro expuesto. Mi tío estaba haciendo demostraciones obscenas, entonces extendí la plancha hacia su cuerpo y le dije: “Atrás, atrás, aléjate de él”, tratando de poner a mi hermano a salvo. El sujeto abandonó el dormitorio y se fue de casa en ese preciso momento.

Repaso la escena y no sé cómo siendo apenas una niña tuve tanto valor y capacidad para reaccionar tan rápido. La única explicación que encuentro es que Dios envió a sus ángeles que me guiaron a actuar al instante para evitar que fuésemos violados por un familiar.

A lo largo de mi vida espíritus sexuales me asecharon, debió de ser por las prácticas deshonestas, la inmoralidad sexual y una lista de pecados que cometieron mis generaciones pasadas delante de Dios.

La relación con mi mamá era pésima, al punto que ella me golpeaba hasta sacarme sangre por la nariz. Cada día era un infierno vivir bajo el mismo techo, así que yo buscaba pasar el mayor tiempo fuera, tratando de huir de un ambiente de borracheras y vicios. Mi casa se había convertido en una especie de bar en donde los vecinos más problemáticos eran las visitas constantes.

Odiaba regresar a casa después de estudiar así que comencé a desahogarme con amistades que el mundo me ofrecía, que incluían tragos y malas compañías. Estaba siguiendo el mismo patrón que mis padres, pero lo peor estaba por venir.

En una noche tranquila mi casa se tornó en un escenario de gritos y dolor cuando descubrí algo que nunca pensé que ocurriría: me dirigí al baño y allí vi a mi mamá inhalando una línea de cocaína. No lo podía creer, era lo que me faltaba para que mi vida fuera más desdichada. Sentí que el mundo se me vino encima, esa escena de horror que vi me destrozó, fue tocar fondo en una vida desgraciada.

Decidí que a mis veinte años era tiempo de dejar el nido e ir a nadar con tiburones en este océano llamado mundo. Hubo temporadas en las que trabajé como modelo, pero he de expresar que hay una línea muy delgada entre “modelaje” y prostitución fina.

Cualquiera que haya sido la línea, yo la cruce y aún más. Las ofertas por salir con hombres mayores, adinerados, no se hicieron esperar y en pocos años esas propuestas cruzaban las fronteras engrosando mis cuentas bancarias y llenando mi pasaporte con sellos de otras naciones.

Un pacto con el diablo

En la vida disipada que llevaba había un destino que estaba en mi lista de viajes deseados: Las Vegas, Nevada. Conocida como “la ciudad del pecado” era como si esa tierra me atrajera, y cuando finalmente llegó la invitación para ir accedí. Era como firmar un contrato con el diablo y tener que cumplirlo.

Al cabo de algunas semanas un avión rumbo a Las Vegas cumplía mi sueño y el del diablo también. La suite presidencial del Caesar Palace nos daba la bienvenida a “Sodoma y Gomorra” y una temporada de inmoralidad sexual se abría para mi agenda, ya que este destino me recibió catorce veces más. Las ligaduras del pecado te llevan a su origen. Ciertamente solo el poder de la sangre de Jesús puede anular pactos con las tinieblas.

La primera vez que me susurraste

En mi cuento de princesas no se contemplaba el sueño de ser esposa, madre o tener una familia, era inalcanzable por todas las marcas de dolor que albergaba desde mi niñez. En marzo de 2012, fui a una cafetería para comprar algo y mientras hacía fila para pagar un hombre me dijo: “Hola, ¿te he visto en el gimnasio?”

“No creo conocerle”, respondí. Entonces, una suave voz me susurró al oído diciéndome: ¡mírale a los ojos! Eso hice, pero no me pareció nada especial ni atractivo aquel hombre. La conversación continuó y la misma voz susurró una y otra vez lo mismo: ¡mírale a los ojos! No entendí el propósito de aquella voz, pagué lo que compré y salí del lugar. Lo siguiente que supe fue que había conducido kilómetros pensando en aquel hombre de ojos verdes brillosos.

Una semana después el mismo hombre apareció en el gimnasio, me saludó, pero no le di mucha importancia, no tenía interés en involucrarme sentimentalmente con nadie. Yo era una dama de compañía con pasaporte y agenda en mano que vivía entre aeropuertos y hoteles.

Inesperadamente surgió una amistad con él que continuó por meses, cuando de pronto, no sé cómo ocurrió, pero el hombre de los ojos verdes me atrajo como si fuera el único disponible en el planeta. Cada mañana mi primer pensamiento eran su rostro y su voz. Pero existía un gran problema: él era cristiano, y yo una mujer del mundo.

Ese hombre persistió en enamorarme como si hubiese tenido una reunión cara a cara con Dios y fuese un mandato del Padre. Dios sabía que la única manera para que yo abandonara el mundo era dándome unos brazos en donde refugiarme para sentir verdadero amor, bondad y paz.

Experimentar aquel amor era algo nuevo para mí, de inmediato me vi en una batalla espiritual: debía elegir entre el beso que me despertaría cada mañana o conquistar más destinos turísticos, engrosar mis cuentas bancarias y llenar mi pasaporte con más sellos como un álbum de estampitas.

Me sentía entre la espada y la pared: mi corazón quería una cosa, pero mi naturaleza pecaminosa otra, tenía dos caminos delante de mí y era hora de elegir si continuaba siendo una prostituta que daba la vuelta al mundo o convertirme en una esposa felizmente realizada.

Elegí amar y “dejar el pasado atrás” pero cometí un fatal error, no cortar de raíz todo lo correspondiente a mi vida pasada. Seguía estando en contacto con algunas personas. Cuando cierres puertas de pecado asegúrate de que no haya ventanas ni celosías abiertas porque el enemigo buscará entrar por ellas y destruirte.

Al poco tiempo ya estaba asistiendo a una iglesia cristiana, me bauticé, aprendí a adorar a Dios y leer su Palabra. Me fui interesando en saber más sobre quién era ese Jesús del que tanto hablaban. Ahora era una mujer que tenía un pie en la iglesia y otro en el mundo, pero algo en mí se despertó, me daba miedo seguir en pecado. Quería salir de ese gremio como un integrante que sale de una pandilla, era difícil, parecía como si el contrato laboral fuese inquebrantable.

Confites en el infierno

La relación con el hombre de los ojos verdes marchaba de maravilla, pero en mi interior sabía que algo no estaba bien, continuaba engañando a quien estaba a punto de ser mi esposo y eso me carcomía, no tenía tranquilidad para pecar, ya no disfrutaba ni siquiera contar los fajos de billetes. No sabía que el Espíritu Santo había venido a morar en mí y que había comenzado su obra.

Cierto día usé la computadora de él para revisar mi correo y sin percatarme dejé abierta mi cuenta, y entonces él tuvo acceso a conversaciones con clientes, reservaciones de hoteles, pasajes aéreos y todo lo referente a la doble vida que su futura esposa llevaba.

Ese lunes negro

Desperté una mañana de lunes y al poco tiempo de estar en pie simplemente supe que algo no andaba bien. Tenía un vacío en mi estómago, una sensación de susto que me alertaba que pronto una mala noticia sería parte de mi día. Transcurrió la tarde y aquel sentimiento tomaba cada vez más fuerza, me preguntaba qué era esto tan terrible que me ocurría, podía sentir palpitar mi corazón como si predijese un peligro.

Al caer la noche ese sentir se hizo carne. Al frente de mi puerta estaba mi futuro esposo con lágrimas en sus ojos y documentos en sus manos de toda la evidencia hallada en mi correo electrónico, no eran mis estados bancarios, pero sí la suficiente información para comprobar la infidelidad y el pecado de su amada.

Bastó un computador y un error humano (no cerrar la cuenta correctamente) para que la verdad estuviera frente a sus ojos y el mundo se desmoronara al descubrir y comprobar que la mujer de quien él estaba profundamente enamorado llevaba una doble vida como prostituta fina.

No necesité un abogado para defenderme, con las pruebas en sus manos solo una cosa quedaba por hacer: declararme culpable, y eso hice. En un segundo el amor, los planes de matrimonio, de construir casa juntos se derrumbaron más rápido que las torres gemelas. Simplemente él dio media vuelta y se fue para no volver. Literalmente fue como si todo el escombro hubiese caído sobre él enterrándolo vivo, juntamente con un amor que pasó a ser historia.

La muerte tocaba a mi puerta

Entré en una profunda depresión. No dormía, no comía, mis lágrimas fueron mi pan de día y de noche, mientras las risas de satanás resonaban en mis oídos burlándose de mi dolor. Después de semanas de ser un simple cuerpo que se movía por inercia, estaba débil físicamente, y decidí acabar con el sufrimiento dando fin a mi vida: pensé en el suicidio.

Rápidamente planeé mi muerte. El solo hecho de pensar que todo el dolor terminaría en pocas horas me hacía sentir alivio. La escena estaba lista, tomaría mi coche y conduciría a toda velocidad para estrellarme en la autopista. Estaba decidida y Dios lo sabía. Ese coche sería el ataúd que llevaría mi alma fragmentada al reposo que desesperadamente necesitaba, que mi ser interior clamaba.

En medio de ese plan macabro apareció Dios de forma tan sobrenatural e inexplicable que nunca olvidaré. No sé cómo ni por qué se me ocurrió encender la radio y justo en ese instante un predicador gritaba a todo pulmón un mensaje que me hizo temblar y caer de rodillas. Justo ahí en medio de mi sala, la presencia de Dios descendió.

El evangelista decía: “Hermano, si usted pierde su vida hoy sin conocer de Cristo, si usted cree que la situación que está viviendo es un infierno y pierde su vida, déjeme decirle que el verdadero infierno le espera”.

La voz de ese hombre fue como una espada penetrando mi corazón, comencé a temblar. Esas simples palabras replicaban a todo volumen en mi interior, caí de rodillas y no pude parar de llorar. Miré al cielo y dije algo poderoso que aún no tengo idea de cómo lo expresé. Exclamé gritando: “Si tú verdaderamente existes, si existes como dicen que existes, mete tu mano en mi corazón y cambia mi vida, tengo miedo de morir, pero es la única anestesia a mi dolor.”

No puedo imaginar la batalla espiritual que había en ese momento, el bien y el mal en un duelo por mi vida. Recuerdo postrarme en el piso y llorar desconsoladamente, no sabía que Jesús me estaba liberando -a través del llanto- de espíritus de muerte que habían ascendido del mismo infierno para pedir mi alma. Quedé tan débil después de esta experiencia que lo siguiente que recuerdo fue ver el sol por mi ventana anunciándome un nuevo día.

Llevaba semanas sin poder dormir ni comer, y ahora me despertaba después de nueve horas ininterrumpidas de sueño y con apetito. ¿Qué ocurrió? ¿Por qué ya no sentía el deseo de morir?

Una profeta emerge de las cenizas

La primera decisión que tomé fue volver a los cultos inmediatamente. Ahí estaba yo sentada en primera fila prestando atención a la Palabra. Me involucré en actividades ministeriales: evangelismo, servicio en la radio, estudios bíblicos, semanas de adoración. Profundizaba cada vez más en las aguas del Evangelio.

El enemigo sabía que me había convertido en una aliada del reino de los cielos y en un arma letal contra el infierno porque ahora estaba ganando almas para Cristo y capacitándome en su ejército.

Respuestas que llegan de rodillas

Sabía que debía mantenerme ocupada y diligente en los caminos de Dios porque bien dice el dicho: “una mente vacía es un taller del diablo”, y no quería ser blanco de sus francotiradores. Una mañana de rodillas en mi dormitorio pedí al Señor por dirección para emprender algo que me hiciera ganar la vida honradamente.

De pronto una suave y familiar voz me habló diciendo: “¡Hornea!” Continué orando y nuevamente escuché: “¡Hornea!” ¿Yo hornear? Ni siquiera tengo horno, nunca he tomado un bolillo. Esa voz influía mucho en mí, obedecí y en pocos días compré todo lo necesario para aprender el arte de hornear.

Abriendo camino donde no lo hay

Aprendí un par de recetas, y salía a vender lo que preparaba, era cansador pero el favor y la gracia de Dios me respaldaban en las ventas. Puertas de bendición rápidamente comenzaban a abrirse delante de mí. Tuve la oportunidad de asistir al detrás de cámaras de un programa de televisión en vivo, pensé que sería una muy buena ocasión para llevar unas cuantas galletas de las que horneaba y regalárselas a los presentadores del programa.

Así lo hice, sin saber que Dios tenía una sorpresa preparada para mí. El productor degustó las galletas y en ese instante me ofreció la sección de repostería completamente en vivo por televisión nacional. Con temor de lo que fuera a ser esa nueva experiencia, accedí y ahí estaba yo en 3,2,1, saliendo al aire.

¿Quién podía imaginarse que la mujer en pantalla hacía dos meses atrás planeaba atentar contra su vida? Ahora una sonrisa engalanaba mi rostro porque Dios estaba haciendo maravillas conmigo. Al corto tiempo otra puerta de bendición volvió a abrirse. Esta vez, una llamada de la producción del programa número 1 en gastronomía en Costa Rica. Me extendían la invitación para grabar con la chef de mayor renombre a nivel nacional. ¡Daba gloria a Dios por los tiempos de bonanza que estaba viviendo!

Una encomienda de Dios

En un día cualquiera surgió un de repente de Dios: entré en una boutique y ahí estaba una mujer mirando vestidos. Me dispuse a salir de la tienda y en ese instante ella me abordó para decirme que era pastora y que tenía una palabra de Dios para mí. Me sorprendí mucho porque nadie me había dicho que Dios hablaba a través de personas.

La mujer se dejó usar por el Espíritu Santo como si ella viviera conmigo día y noche, era increíble cómo describía todo el proceso que estaba atravesando, me quedé perpleja. Ella terminó su encomienda, me despedí y salí del lugar impactada. ¿Acaso ella era un ángel?

Al poco tiempo aprendí lo que la Biblia describe como profetas, entonces entendí que Dios había enviado una profeta para hablarle puntualmente a mi corazón. Cosas que ella me dijo que ocurrirían acontecieron en pocas semanas de aquel encuentro.

Sabía cómo contactarla, la llamé y acordamos que me recibiría para consejería y sanidad interior. Dios hizo con ella y conmigo lo que llamaríamos “una conexión de reino”: ella pasó a ser mi pastora, el Espíritu Santo la usaba para sanarme, restaurarme y formarme como profeta. Hasta el día de hoy ella es mi madre espiritual, mi amiga y compañera de viaje en los caminos del Señor.

Ahora entiendo que satanás quería distorsionar mi identidad con un letrero de “prostituta” sabiendo que mi acta de nacimiento dice “profeta de Dios”. Siete años han pasado de aquel episodio -doloroso pero necesario- para transformar mi vida para siempre. Hoy puedo decir que experimenté en carne propia la palabra de Romanos 8:28: “A los que aman a Dios todas las cosas les ocurren para bien, a los que conforme a su propósito son llamados.”

No sé si usted está buscando esperanza en este libro o simplemente se interesó en los testimonios, lo que le puedo decir es que todos tenemos un destino, y es tener un verdadero encuentro con Jesús. Le aseguro que Él no desampara a aquellos que le buscan, y usted podría ser usado como instrumento en las manos de Dios para impactar al mundo a través de su historia de vida. Tal vez su testimonio pueda ser esa voz que clama en el desierto para algún alma desesperada por ser rescatada.

Marisol Castro reside en Heredia, Costa Rica. Trabaja en diferentes áreas de la iglesia desde hace siete años. Actualmente sirve en el “Ministerio Gloria de Sion” como profeta y en el área de consejería, y es ministra de danza. Está escribiendo su libro titulado “De prostituta a profeta”, en el que relata su vida entera, con deseos de publicarlo en distintos idiomas. Marisol es amante de los congresos de mujeres. También es empresaria, chef pastelera, y tiene sus propios negocios en la industria gastronómica.

WhatsApp: +506-8726-6043

Facebook: Mari Castro


Antología 8: Felicidad comienza con fe

Подняться наверх