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E. A. S. Y.: UNA RUTINA DIURNA

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En el caso de bebés menores de cuatro meses, también pueden surgir problemas si los padres no tienen en cuenta que deben adaptar la rutina E. A. S. Y. a los niños nacidos en circunstancias especiales, como los prematuros (véase el recuadro lateral de la página 37), los que sufren ictericia (recuadro lateral de la página 38) o tienen un peso menor de lo normal (véanse las páginas 37-39). Además, muchos padres malinterpretan cómo tienen que aplicar el plan E. A. S. Y. Por ejemplo, interpretan «cada tres horas» literalmente y se preguntan cómo aprenderá su hijo a dormir toda la noche si lo despiertan para alimentarlo y qué clase de actividad es adecuada en plena noche. (Ninguna: debéis dejar dormir al bebé; véase el recuadro lateral de la página 29).

A los padres también les cuesta implementar E. A. S. Y. cuando piensan en un «horario» y suelen concentrarse más en el reloj que en leer las señales que envía su bebé. Una rutina estructurada no es lo mismo que un «horario». Es importante repetir esto: la vida de un bebé no puede ajustarse a las agujas de un reloj. De hacerlo, tanto la madre como el bebé se sentirán frustrados. Merle, una madre de Oklahoma, me escribió desesperada tras haber «intentado sin éxito aplicar el horario E. A. S. Y.». Me saltó la alarma de inmediato, porque Merle había utilizado la palabra horario, que yo nunca uso. «Tengo la impresión de que cada día seguimos un horario diferente», escribió. «Sé que estoy haciendo algo mal pero ¿qué?»

E. A. S. Y. no debe seguirse por la noche. Cuando bañes a tu hijo y lo acuestes, asegúrate de que le has aplicado mucha crema protectora en el culito antes de ponerle los pañales. No lo despiertes para que haga ninguna actividad. Si el hambre lo desvela, dale de comer, pero vuelve a acostarlo enseguida. Ni siquiera le cambies los pañales a menos que hayas oído que ha hecho caca o (si el niño toma el biberón) que lo hayas olido.

Una rutina estructurada no es lo mismo que un horario. Un horario consiste en fraccionar el tiempo, mientras que E. A. S. Y. consiste en mantener un mismo patrón diario (comer, un poco de actividad y dormir) y en repetirlo varias veces cada día. Con esta rutina no estamos tratando de controlar a los niños, sino de guiarlos. La forma de aprendizaje de los humanos —al igual que la de otras especies— es hacer algo una y otra vez; y una rutina estructurada refuerza esta dinámica.

Como Merle, algunos padres malinterpretan lo que quiero decir con «rutina», a menudo porque ellos mismos tienden a vivir según un horario determinado. Así pues, cuando sugiero una rutina de tres horas para bebés menores de cuatro meses —digamos de siete de la mañana a diez, de diez a una, de cuatro a siete y de siete a diez de la noche—, las madres acostumbradas a regirse por el reloj quizás tendrán esas franjas horarias grabadas a fuego. Y tal vez incluso les dé un ataque de pánico si un día su bebé echa una cabezada a las diez y cuarto y el siguiente a las diez y media. Pero la vida de un bebé no puede ajustarse al ritmo de un reloj, sobre todo durante las seis primeras semanas. Habrá días en que todo saldrá bien y el niño seguirá la rutina sin problemas y otros en que no. Si estás demasiado ocupada controlando el reloj, en lugar de observar a tu bebé, te perderás señales importantes (como el primer bostezo a las seis semanas o la primera vez que a los seis meses se refriegue los ojos, gestos que indican que el pequeño tiene sueño: encontrarás más información acerca de los indicios de sueño en la página 182). Y entonces tendrás un bebé agotado que no conseguirá dormirse porque no se han respetado sus necesidades físicas.

El aspecto fundamental de E. A. S. Y. es leer las señales que te envía tu hijo —de hambre, de fatiga o de sobreexcitación—, lo cual es mucho más importante que cualquier horario. De esta manera, si un día tiene hambre un poco antes o parece cansado antes de que sea «hora» de ponerlo en la cuna, no dejes que el reloj se imponga. Utiliza el sentido común. Y créeme, querida, cuanto más eficiente seas a la hora de interpretar los llantos y el lenguaje corporal de tu bebé, más fácil te resultará guiarlo y superar cualquier obstáculo que se interponga en tu camino.

Guía práctica para tener bebés tranquilos y felices

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