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Capítulo 1

Sobre las relaciones entre capitalismo, cultura y tecnología

Las dificultades sociales y políticas que preocupan a las sociedades globalizadas son señales del choque de principios filosóficos que, sobre todo en Occidente, evidencian la contradicción pendiente con el pluralismo y el relativismo característicos de la posmodernidad. Este verdadero estado de crisis se complica por los excesos del neoliberalismo, los problemas ecológicos, la influencia de la industria cultural y la aceleración de los avances tecnológicos.

Se trata de cuestiones aparentemente desvinculadas que comparten sus causas y fundamentos. Desde el punto de vista de la educación, el arte y la tecnología, este entramado se muestra en toda su complejidad. En este ensayo trataré de precisar sus aspectos analizando la crítica a la técnica de Spengler (2002) y sobre todo, la crítica al capitalismo de Emanuele Severino (2012)1, pues la obra de Severino, tras las huellas de Spengler, Heidegger y Habermas, logra explicar por qué el capitalismo, la técnica y la tradición (la cultura) entran necesariamente en conflicto y cuáles son los peligros de un futuro totalitarismo tecnológico. Entregarse a este destino implicaría sacrificar, como ya sucede, las tradiciones culturales, artísticas y religiosas, de donde nace la radical oposición del Islam y también el desencanto que hoy circula entre las ciencias humanas, incluyendo el arte, y, como ha señalado varias veces Mario Vargas Llosa (2012), la crisis de la alta cultura y de la educación depende esencialmente de estas dinámicas conflictivas.

Pero el futuro de la técnica y de la cultura no es tan oscuro e inevitable como teme Severino; sus problemas podrían presentar una oportunidad para la evolución de la educación, del arte e inclusive de los medios digitales, cuyos procesos están todavía anclados en los paradigmas del romanticismo y de la revolución industrial2.

Esta hipótesis se justificará, en primer lugar, mostrando la peculiar naturaleza de las tecnologías de la información, en modo especial lo que se refiere a los procesos interactivos y a la hipertextualidad, como, por ejemplo, los conceptos de “metaforma” de Johnson (1997) o de “interfaz cultural” de Manovich (2006)3. Las características de los nuevos medios permitirían repensar la tecnología en modo abierto, creativo, humanista y fundado en el respeto de las identidades y de las diferentes tradiciones culturales. Por otro lado, hay una cuestión que Severino (y en general la producción académica sobre la educación y la tecnología) no considera: que la urgencia de los temas ecológicos, la contaminación, el exceso y la saturación cultural rediseñan, paulatina pero consistentemente, el telos de la posmodernidad.

Mi objetivo en este momento es precisar los factores y el sistema de las cuestiones indicadas por Spengler y Severino, lo que servirá como una suerte de marco teórico para el análisis más detallado que el lector encontrará en en los siguientes capítulos. Para esto comenzaré resumiendo algunos tópicos de la relación entre técnica y decadencia de Spengler; en segundo lugar haré una síntesis de la reflexión de Severino sobre la relación entre capitalismo, técnica y nihilismo; luego, examinando ambas teorías en relación con la complejidad social y ecológica, y con base en las propiedades de los medios digitales, haré una crítica a Severino, lo que se justifica porque, como la mayoría de los filósofos, este en realidad no comprende lo que son realmente los medios digitales. Finalmente presentaré algunas alternativas al pesimismo del filósofo italiano al revisar, desde el punto de vista epistemológico, educativo y tecnológico, temas como el decrecimiento, el concepto de caritas de Vattimo, la justicia epistémica y la estética del vacío.

1. Spengler: la técnica y el declive de Occidente

La relación entre técnica, capitalismo y decadencia planteada por el filósofo alemán revela varios problemas subestimados por la posmodernidad, aunque varios acontecimientos recientes (véase el fanatismo islámico) deberían haber centrado su atención. Para comenzar, la razón principal de la crisis, según Spengler, es que Occidente ha elegido el pensamiento puramente técnico. Al olvidar las grandes cuestiones metafísicas que han alimentado la vida espiritual desde la Grecia antigua hasta la modernidad, se ha impuesto un modelo de vida que privilegia lo artificial (la ciudad, el lujo, los artefactos) sobre lo natural. Spengler llama a la actitud que está detrás de este modo de pensar y vivir el “espíritu faustiano”4. Se trata de un paradigma que se compone de tres principios: que la idea vale solamente como working hypothesis, es decir, que no debe ser verdadera sino útil; que el hombre crea su propio universo (el lema de Fausto: Deus sive Natura); y por último, que el desarrollo cultural es un lujo que está ligado al bienestar económico y a la técnica. Ahora bien, escribe Spengler, para el hombre faustiano cada conquista tecnológica es como una marca deportiva, un logro que sirve al ego y que vale por sí mismo. Entonces, el desarrollo tecnológico puede proceder sin tomar en cuenta sus efectos y consecuencias.

Por otro lado, lo que es más importante, la cesión del control a los procesos tecnológicos aleja al hombre de los saberes naturales y, poco a poco, establece una distancia enorme entre quien comprende la tecnología (el ingeniero) y quien no la comprende o simplemente la usa (el obrero o, en términos digitales, el usuario). La técnica, pues, es siempre más esotérica y distante del hombre común. Ya que este proceso de separación se acelera constantemente, el hombre faustiano termina sometido a la tecnología, lo que facilita la concentración del saber y la formación de los monopolios tecnológicos y económicos. Aceptar el dominio totalitario de la técnica implica renunciar a integrarse armoniosamente con el trabajo y con la naturaleza, precisamente lo que Spengler denomina tradición. Y Spengler, a continuación, supuso que la espiral tecnocrática saturaría la existencia del hombre a tal punto que este terminará deseando liberarse de ella5. La contradicción del hombre faustiano consiste en que la técnica destruye a la tradición, pero es la tradición la que da lugar a la técnica. En suma, no hay solución porque la enfermedad tecnocéntrica ha destruido su propia medicina6.

Hay otra explicación de la decadencia de Occidente en la teoría de Spengler que es necesario señalar porque permite ver (olvidando el lenguaje racista) el enlace entre la educación y las tecnologías de la información. Consiste en el hecho de que Occidente ha preparado su propia destrucción regalando su sabiduría técnica a las demás civilizaciones: “Los blancos la han ofrecido con benevolencia a todo el mundo…” (Spengler, 2002, p. 101). Además, y es el concepto realmente interesante:

Para la gente de color (incluyendo en este concepto a los rusos) la técnica faustiana no es en ningún caso una exigencia interior. Es solo el hombre faustiano que piensa, siente y vive en esta forma. Para él es una exigencia del espíritu […] para la gente de color, por lo contrario, no es más que un arma en contra de la cultura faustiana […]. (Spengler, 2002, p. 103)

En otras palabras, sucede que la “gente de color” puede superar técnicamente a los “blancos” occidentales y acabar con su telos tecnológico, primero porque no tiene los fundamentos clásicos que de alguna manera contrastan el pensar puramente técnico7; segundo, porque no han pasado a través de los procesos del Renacimiento y de la Ilustración, etapas que han construido los valores positivos de la técnica (el concepto de progreso, la democracia, la educación…).

Como es sabido, para Spengler la solución es trágica, faustiana: pararse frente a la destrucción aceptando lo inevitable, hundiéndose heroicamente como un capitán en su barco. Esta epifanía se pone en escena, con el complemento de argumentos anticapitalistas, también en Severino, como veremos en el siguiente apartado.

2. Severino: la crítica al capitalismo y a su relación con la técnica

El proyecto crítico de Severino se basa en el hecho de que el capitalismo está necesariamente fundado sobre la técnica, porque las máquinas pueden producir bienes para el mercado masivo y global y así incrementar el capital. Pero al mismo tiempo, para justificar sus productos, el capitalismo necesita generar situaciones de necesidad y escasez y así entra en conflicto con el progreso técnico y distorsiona su naturaleza, pues el fin de la técnica es eliminar la escasez. En otras palabras, el capitalismo sabotea su propio desarrollo tecnológico.

Los argumentos de Severino completan el concepto del espíritu faustiano de Spengler con otro factor: el derrumbe de la religión, de la filosofía y, en general, de las grandes narrativas (el nihilismo), lo que ha convertido a la técnica en el único destino del hombre occidental. En efecto, el nihilismo se impone necesariamente una vez que el ser humano se entrega a la técnica, pues esta, a través de sus aparatos (el consumo, los medios masivos, la moda, como afirmaba el situacionismo), produce un mundo materialista sin valores. Y el nihilismo completa la teoría de Spengler acerca de la causa del declive de Occidente (el error estratégico), porque su mismo devenir demuestra que la técnica destruye los valores tradicionales y que las culturas tecnificadas están perdiendo sus tradiciones (lo que incrementa, a su vez, el nihilismo).

Sobre esta base se explica el rechazo radical del islam al espíritu faustiano de la cultura occidental. Pero, argumenta Severino, la técnica es una razón absoluta, la metafísica misma, la única gran narrativa de la sociedad contemporánea y por esto los conflictos capitalismo-socialismo o cristianismo-islamismo, son en realidad de retaguardia, en el sentido de que están opacados por el dominio tecnológico. Resumiendo, para Severino el destino del hombre occidental es aceptar la técnica, pero este destino implica entrar en conflicto con el capitalismo y el nihilismo, y finalmente, levantar barreras a los procesos tecnológicos virtuosos que forman el verdadero progreso.

Se trata evidentemente de un punto de vista pesimista que, sin embargo, es posible refutar tomando en cuenta los retos culturales y sociales puestos por las problemáticas ambientales y la ola de la complejidad, con sus nuevas tendencias científicas, epistemológicas y tecnológicas, es decir, con su nueva visión de la técnica.

3. El problema del medio ambiente: exceso y sobreproducción

Comenzaré mostrando qué aspectos de las cuestiones ecológicas se vinculan de modo inesperado con la crítica al modelo de desarrollo capitalista de Severino, con la tecnología y con la cultura.

La sobreproducción, la saturación del mercado, la contaminación, el cambio climático y el agotamiento de los recursos son los efectos colaterales de la sociedad industrial. No solo los ambientalistas están de acuerdo con esto; sin embargo, pocos toman en cuenta que la contaminación y la saturación afectan también al dominio del pensamiento. Estos fenómenos tienen dos consecuencias: en primer lugar, que el consumo y los excesos materiales y conceptuales contribuyen a eliminar la tradición; en segundo lugar, que la sobreproducción y el agotamiento de los recursos producen la crisis creativa, la repetición, la búsqueda del efecto, del chisme y del escándalo que caracterizan a la cultura de masas, como siguiendo, a Debord, ha denunciado Vargas Llosa (2012).

Volviendo a la ecología, el punto es que ahora los problemas ecológicos implican mucho más que redimensionar el estilo de vida. Como señalan reiteradamente cada vez más autores, es necesario un cambio radical del telos de la posmodernidad, especialmente en lo que se refiere al capitalismo8. El resultado de esta dinámica es poner en discusión tanto las políticas económicas neoliberales cuanto la misma técnica, que en efecto, contrariamente a lo que afirma a Severino, ya está en camino hacia cambios positivos. Lo mismo sucede en el ámbito cognitivo, artístico y educativo.

4. Las ciencias de la complejidad y el espíritu faustiano

El segundo elemento necesario para corregir el análisis de Severino es la complejidad, con sus nuevos paradigmas sociales y, sobre todo, sus nuevas teorías científicas y filosóficas. Este conjunto de novedades se evidencia en teorías científicas como la teoría de sistemas, la teoría del caos, los fractales, la inteligencia artificial, las neurociencias y la misma ecología. Son conceptos que muestran un cambio en el paradigma ontológico que no acepta el espíritu faustiano basado en el dominio industrial de la naturaleza (incluyendo a los demás seres humanos), sino que busca un modelo fundado en la colaboración y la protección9. Otro aspecto nuevo de la complejidad es la prospección de una nueva ciencia fundada en la historia, en los sentimientos, en las emociones y en las relaciones sociales, que no excluye al ser humano con todos sus límites, diferencias y tradiciones. Y a pesar de ciertas dudas sobre sus principios y sus fundamentos (Horgan, 1996), la complejidad responde al cambio de telos que la sociedad contemporánea comienza a exigir.

Para nuestros objetivos, lo valioso de la complejidad se manifiesta de una doble manera que ni Spengler ni Severino hubieran podido imaginar. Primero, pensar la realidad como un sistema de procesos emergentes, donde cada acción se refleja sobre los demás elementos del sistema, y donde las decisiones no están tomadas desde arriba sino desde abajo. Segundo, el carácter sistémico de estos procesos emergentes muestra que, coordinando todos los aspectos y las dimensiones de la complejidad social y cultural contemporánea, es todavía posible convertir la técnica en aliada de la tradición de la cultura y del medio ambiente. A través de la filosofía, la educación y la estética será posible una tecnología que vigila la razón calculadora en un contexto colaborativo, generativo y regenerativo, que coincide con la tradición.

5. La complejidad de las tecnologías de la información

La crítica a la técnica faustiana de Spengler y Severino se puede reforzar considerando sus contradicciones con respecto al concepto de nihilismo del mismo Severino y las propiedades de los medios digitales.

El defecto de la lectura faustiana y nihilista de la técnica radica en su arquetipo metafísico, racionalista y reduccionista, mientras que el modelo que subyace a los medios digitales es propiamente posmoderno, complejo, abierto y emergente, lo que posibilita una alternativa, paradójicamente tecnológica, a la racionalidad absoluta del espíritu faustiano y del capitalismo. Esta posibilidad se explica por una serie de factores que voy a explicar enseguida:

a) El acoplamiento entre la tecnología digital y los principios científicos de la complejidad permite el diseño de algoritmos muy poderosos y la introducción de nuevos procesos productivos que están cambiando el paradigma económico y cultural, como el software libre y el fenómeno de los makers10. Se trata de nuevas tecnologías informáticas que generan nuevas realidades empresariales y mecanismos alternativos de mercado que podrían corregir las distorsiones del capitalismo observadas por Spengler y Severino.

b) La inmaterialidad del lenguaje numérico (los medios digitales no manejan objetos concretos, sino datos e informaciones) hace que los contenidos adquieran una dimensión flexible y abierta, con circulación y gestión líquidas y libres; en este sentido, anticapitalistas y antifaustianas.

c) Los enlaces hipertextuales y la interactividad propia de los medios digitales y del ciberespacio permiten el acceso y la producción compartidos y en tiempo real de saberes y aplicaciones. El ciberespacio está generando (paulatinamente, por los muchos problemas que hay que resolver) culturas y economías alternativas al capitalismo tradicional, basadas en la colaboración, en la libertad y en la “justicia epistémica” (Spivak, 1995)11.

d) La característica más relevante de la informática es que es una tecnología para hacer tecnología. Los lenguajes de programación son herramientas para hacer herramientas, pues el software genera otro software (por ejemplo, las apps) que a su vez permite diseñar soluciones en varios campos aplicativos. Por primera vez, todos pueden crear sus propias herramientas, lenguaje y recursos y, por lo menos en teoría, liberar el desarrollo tecnológico de la lógica capitalista12.

Sin embargo, no se debe olvidar que los medios y los lenguajes digitales pueden volverse más faustianos que las tecnologías analógicas del capitalismo industrial. Contrariamente a su naturaleza, lo digital es utilizado dentro un modelo epistemológico y económico que incrementa las diferencias entre aquellos que, al mando de sus procesos científicos y creativos, gozan de todas sus posibilidades, y los usuarios, que solo acceden a la capa aplicativa y por lo tanto quedan en un estado de carencia permanente. Es que hay algo en los medios digitales que detiene su libertad y su uso democrático: el saber tecnológico, salvo la capa aplicativa mediada por la interfaz, es ininteligible para el usuario normal porque está encriptado en ceros y unos, porque las herramientas digitales son cada vez más complejas y porque requieren de una creciente especialización y del dominio de una cantidad de conocimientos siempre mayor. Así, el saber y el poder tecnológico se concentran en monopolios mientras que a los usuarios se pasan los contenidos y los aspectos más triviales del consumo y de las relaciones sociales. En efecto, por lo menos en este sentido, la contradicción entre capitalismo y técnica que señala Severino es en cierta medida correcta. Es bajo este punto de vista que se vuelve necesario repensar la tecnología en sentido ecológico.

Como ya vimos, los problemas ecológicos son sobre todo culturales y sus batallas se ganan en términos de conciencia, de comunicación y de educación, así como rediseñando los medios digitales que los soportan tecnológicamente. Pero este no es el único enlace. Los medios digitales son parte de nuestro ecosistema, así que existe la necesidad de corregir su desarrollo. En relación con Spengler y Severino, aquí reinterpretamos las estrategias típicas de los ecologistas en términos digitales: el decrecimiento cognitivo, la descontaminación a través de la estética del vacío y la sostenibilidad mediante el paradigma generativo y el concepto de caritas.

6. Medios digitales, decrecimiento y epistemología

El decrecimiento es una estrategia propuesta por los ecologistas más radicales que rechaza cualquier hipótesis de desarrollo (inclusive sostenible) y postula, sencillamente, la reducción de la producción y del consumo, y el regreso a un estilo de vida con ritmos más naturales. El decrecimiento como proceso envuelve a todo el sistema social, económico y sobre todo cultural desde su complejidad. La sobreproducción y el consumismo están relacionados con los problemas culturales porque son parte de los procesos de manipulación y de persuasión del marketing y de la publicidad. La mediasfera y el ciberespacio, en este sentido, son ecosistemas cognitivos contaminados por informaciones inútiles y posverdades, lo que justifica construir el enlace, aparentemente arbitrario, entre ecología, cultura y tecnología, y explica por qué todo esto es esencial para cualquier nuevo paradigma educativo. La ecología puede enseñar muchas cosas a los medios digitales con base en cuatro elementos:

a) El modelo emergente. Significa que el cambio tendría que darse desde abajo hacia arriba, a través de la acción individual autoorganizada, porque los cambios impuestos desde arriba acaban en simulacros, porque los monopolios que los promueven (inclusive de buena fe) están comprometidos con el mismo sistema que pretenden corregir.

b) La importancia de la identidad cultural y de la tradición en tanto recupera hábitos, técnicas y soluciones naturales en el respeto de cada ecosistema (como el comercio justo o los productos a km 0) y de cada contexto histórico y social (como la justicia epistémica y la crítica al colonialismo tecnológico).

c) Un nuevo sentido de la democracia y de la justicia, porque la utopía del ciberespacio, al igual que la de la ecología, suponen la distribución de los recursos materiales y conceptuales.

d) La importancia de los medios de comunicación que aseguran el flujo de los recursos. Desde el punto de vista de la estética y de la educación, el decrecimiento cognitivo implica una revisión de los principios estéticos románticos que todavía dominan el arte y la comunicación contemporánea (incluyendo sus instituciones, como las galerías y los museos) y de varios paradigmas pedagógicos (conductismo, cognitivismo, constructivismo), que internet no ha logrado ni siquiera en una mínima parte debilitar. No es difícil darse cuenta, tanto en la educación como en el arte, de la resiliencia de contenidos faustianos, jerárquicos y “extractivos” típicos de la producción industrial.

7. Medios digitales, decontaminación y estética del vacío

En la filosofía del decrecimiento hay varios aspectos que podemos relacionar con el conocimiento y la comunicación: la reparación de la salud y la liberación del medio ambiente de la contaminación, de la antropización y de la cementificación; la recuperación y la reconversión de áreas industriales en áreas verdes o agrícolas, y el rediseño urbanístico13. En el dominio cognitivo, comunicacional y educativo, la contaminación consiste en la plétora de productos culturales banales e inútiles (y hasta reveladores de lo peor del ser humano, como sucede en las redes sociales) que están exasperando los comportamientos cultural y socialmente desviantes y contribuyendo a la destrucción de la tradición. Y hay otro aspecto negativo del exceso y de la contaminación cognitiva, no menos importante, que es la pérdida del sentido causada por la sobreproducción cultural: en un entorno saturado en el que todo está ya hecho (y varias veces), la caída de la atención y el agotamiento de la creatividad son inevitables. En la educación los efectos negativos de estas dinámicas son bien claros y documentados (Carr, 2010; Morozov, 2015; Oppenheimer, 2004), aunque también han sido cuidadosamente ocultados por la industria cultural y por los magnates de Silicon Valley.

Para los medios digitales, la recuperación y la descontaminación se pueden definir conceptualmente como una estética del vacío. El vacío es estético no tanto en el sentido del horror vacui, del abismo donde no hay nada, sino en el de algo predispuesto a recibir y a escuchar y que es, por lo tanto, proactivo (Pasqualotto, 2001)14. Esto implica liberar el espacio ambiental de la fantasmagoría de mensajes, del oversharing, de las nubes de datos; en suma, hacer una suerte de limpieza cognitiva; una idea que se confronta con los conceptos de “inaugurar” y de “hacer espacio” de Heidegger (2000b). Originalmente, en Heidegger hacer espacio (abrir nuevos recorridos creativos, nuevos lenguajes y nuevas posibilidades formales) es la función primordial del arte. Ahora bien, puesto que los territorios para explorar son cada vez más escasos, la creatividad se ha convertido en una actividad combinatoria automatizada. Entonces, hacer espacio significa en realidad “liberar espacio”.

8. Medios digitales, sostenibilidad y caritas

El decrecimiento y la decontaminación no quieren detener el progreso sino dar un giro diferente al desarrollo y apostar por un nuevo modelo económico, que (idealmente) podría sustituir al neoliberalismo. Se trataría, según Rifkin (2014), de un sistema híbrido que no se basa en el dinero y en el profit, sino en la distribución de materiales y servicios, en el trueque, en el intercambio y hasta en el don, lo que será posible gracias a los avances tecnológicos (por ejemplo, internet y la impresión 3D).

Estos conceptos y propuestas, traducidos al dominio digital y epistemológico, representan lo que ha sido denominado por Levy (1999) “inteligencia colectiva” y por Vattimo (2009) caritas. La caritas es una categoría teológica reinterpretada hermenéuticamente por Vattimo para elaborar su teoría de la verdad en el nihilismo posmoderno, lo que en el marco de las cuestiones planteadas por Spengler y Severino, aclara el enlace entre cultura, saber, medios tecnológicos y capitalismo. En la perspectiva filosófica de Vattimo, el concepto designa un proceso antimetafísico de construcción dialógica de la verdad que se realiza y se sustenta en la distribución de valores y en el bien que un proceso verdadero demuestra que puede hacer, no en dogmas impuestos por medio de la propaganda o la violencia. Por esto la caritas se relaciona estéticamente con el vacío (la propensión a escuchar y a recibir), epistemológicamente con modelos antitéticos a los que derivan del espíritu faustiano (la complejidad) y tecnológicamente, como argumenta Stallmann (2002), el gurú del software libre, con la colaboración y la distribución de los recursos (GNU, el copyleft, los hackers y el coding). De aquí nace su relevancia también en términos educativos.

9. Conclusiones

Volvemos entonces a las cuestiones iniciales. Spengler y Severino concluyen que las contradicciones entre capitalismo y técnica determinan la crisis de la cultura occidental, que no tiene alternativas entre la decadencia y la sumisión a la técnica. Sin embargo, en sus argumentos hay ciertas debilidades e inconsistencias que se deben a que ninguno de los dos autores ha tomado en cuenta algunos problemas muy importantes de la cultura contemporánea, como las obligaciones medioambientales, la complejidad cultural y científica y las peculiaridades de las tecnologías de la información. Pero son estos elementos los que permiten pensar un final diferente al enunciado por Spengler y Severino.

Las tecnologías de la información, en primer lugar, no tienen por qué estar necesariamente sometidas al paradigma faustiano porque, contrariamente a la tecnología industrial, son abstracciones lingüísticas, simbólicas y lógicas. Estas características permiten plantear la síntesis entre técnica y tradición (hasta, en una tradición presocrática, con el mito y el arte). En segundo lugar, el nihilismo no es una tabula rasa de criterios y valores, sino que puede ser entendido como el desarrollo creativo de una nueva tradición, híbrida y mestiza. En tercer lugar, el decrecimiento y otras soluciones ecológicas no solamente no interrumpen el desarrollo tecnológico sino que pueden encaminarlo hacia direcciones nuevas y originales. Las redes digitales gozan de algunas propiedades y particularidades —la interactividad, el poder generativo de sus lenguajes— que se acoplan perfectamente con el telos de un nuevo modelo de crecimiento-decrecimiento: el intercambio, la caritas y la justicia epistémica15.

Para terminar, de lo visto hasta ahora emergen tres indicaciones concretas que profundizaré en los siguientes capítulos. La primera es superar la lógica del consumismo típico de los gadgets digitales y las trampas del “solucionismo tecnológico”16 (que, como veremos, caracteriza a las reformas educativas); en otras palabras, entender el desarrollo tecnológico no como uso de aplicaciones informáticas impuestas por las grandes corporaciones informáticas (Google, Microsoft o similares), sino como investigación de tecnologías originales y autónomas.

La segunda es un correcto acercamiento a los medios digitales y la comprensión de sus estructuras, lo que permitiría planificar, con una visión a más largo plazo, los cambios de contenidos y las habilidades que se requieren en los escenarios laborales del futuro cercano, cuando contará cada vez más la creatividad, el problem solving, el autoaprendizaje y la flexibilidad.

La tercera es la recuperación de las disciplinas humanísticas que, con la ayuda de las ciencias de la complejidad, pueden dar soporte epistemológico y metodológico al desarrollo tecnológico, que necesita del razonamiento abstracto, de la cultura y de las ciencias básicas, hoy menospreciadas a favor de las habilidades prácticas que son efectivas solamente dentro los plazos muy cortos que dicta el mercado.

Referencias

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