Читать книгу Los moriscos: expulsión y diáspora - AA.VV - Страница 11
ОглавлениеLa expulsión de los moriscos
en el contexto de la política mediterránea
de Felipe III
Miguel Ángel de Bunes Ibarra
CSIC, Madrid
Definir la política mediterránea del reinado de Felipe III no explica en ningún caso, como tampoco lo hace el análisis de la situación económica ni las medidas internas que se adoptan entre 1599 y 1621, la expulsión de los moriscos de 1609 a 1614. Sin embargo, la suerte de la minoría puede ser comprendida mejor si se describe la evolución y los cambios que se producen en este espacio durante los últimos años del siglo XVI y los primeros del siglo XVII. Como resulta evidente, al reseñar estas cuestiones incidimos directamente en la personalidad y las maneras del ejercicio del poder de Felipe III y del duque de Lerma. Muchas de las medidas que se adoptan pasan por el Consejo de Estado y otros órganos de la Monarquía, sin que se pueda fijar de una manera clara la responsabilidad última de algunas de las decisiones que se toman, acontecimientos que están fuera de los objetivos del presente trabajo por la enorme extensión que debería tener.1 Incluso un análisis global de la situación en el flanco sur de las posesiones de Felipe III, supera con creces los límites fijados para estas líneas. Lo que se intentará plasmar en las páginas que siguen es un acercamiento a la política exterior de un reinado que conocemos de una manera fragmentaria y que puede ser interpretado desde ópticas muy variadas y dispares, logrando resultados divergentes según el objetivo, e, incluso, el lugar geográfico que interesa al investigador.
La abundante bibliografía que en la actualidad tenemos sobre los moriscos ha descrito a este grupo desde perspectivas de historia social, religiosa y, sobre todo, local, obviando el contexto internacional de los primeros años del reinado de Felipe III.2 Exclusivamente se pueden citar algunos artículos, la mayor parte de ellos bastante antiguos, que intentan relacionar la tragedia de la minoría con el genérico enfrentamiento de la dinastía de los Habsburgo con la de los descendientes de Osmán. Según esta visión de los acontecimientos, el empeoramiento de las condiciones de vida de los cristianos nuevos de moros en la Península debe vincularse con la lucha entre imperios en el Mediterráneo. El peligro turco es uno de los argumentos más repetidos en la documentación que se escribe en torno a 1609, con independencia de que desde 1604 se pueda constatar perfectamente un claro desinterés de Estambul por el Mediterráneo occidental.3 La muerte de los grandes navegantes que conformaron la gran marina otomana en la época de Solimán el Magnífico y la aparición de revueltas interiores y los peligros que reportan la existencia de nuevos enemigos en las fronteras de los dominios de Estambul, conllevan que la Sublime Puerta se desentienda de los sucesos de Europa occidental. Al mismo tiempo que se puede demostrar perfectamente esta tendencia de la política del Diwan osmanlí, los enemigos continentales de la Monarquía se fijarán en el Gran Turco como un posible aliado para desestabilizar a la potencia hegemónica de la Cristiandad. Las embajadas de ingleses, holandeses, además de la tradicional política oriental de Francia,4 tienen como objetivo, además de ampliar los mercados para sus comerciantes, aislar militarmente a la España de Felipe III. Está política no tendrá demasiados resultados positivos para los negociadores, cuestión que resulta muy fácil de demostrar después de la muerte del Kapudan (gran almirante) Pachá Cigala.5 La importancia que se da al Imperio otomano es un factor que iguala a la mayor parte de los estados europeos del momento, tanto sea en su consideración de enemigo como en la de aliado, mientras que los sultanes concentran la mayor parte de sus esfuerzos en mantener cohesionadas sus posesiones, olvidándose de las grandes aventuras en el exterior para apoyar a otras naciones, empresas que se realizaron mayoritariamente en la época de Solimán el Magnífico.6
En los últimos años ha empezado a tomar fuerza la idea de que la firma de la tregua con los Países Bajos es un factor que puede desencadenar, en alguna medida, la promulgación de los decretos de expulsión para acallar posibles críticas internas ante la nueva posición internacional de la Monarquía.7 La minoría se había convertido en un peligro interior que podía ser aprovechado por los adversarios de Felipe III, como se puede comprobar cuando se convierte en un elemento de importancia en el contexto exterior en las disputas con Francia por el control de la frontera pirenaica en los años anteriores a las primeras décadas del siglo XVII,8 unido a las supuestas alianzas (reales o inventadas) con el Imperio Otomano9 y a las acciones de corso que protagonizan elementos moriscos previas a los edictos de expulsión de 1609. Corsarios de origen morisco comienzan a realizar ataques a las islas Canarias y en el estrecho de Gibraltar en los primeros años del siglo XVII10 desde Salé y Larache, lo que desencadena los recelos de las autoridades cristianas por el comportamiento de la minoría.
Sin poder negar la veracidad de muchas de estas aseveraciones, además de ser tesis muy sugerentes, el mayor problema que tienen estas interpretaciones es que analizan la cuestión morisca exclusivamente desde la óptica de la historia europea, obviando todos los acontecimientos que acaecen en el Mediterráneo en estos años. Aislar el problema del enfrentamiento con los musulmanes, en el que se engloba en gran medida la disposición tomada contra la minoría, del contexto geográfico, es un falseamiento de los acontecimientos que acaecen en estas décadas. La expulsión es una medida de política interior que tiene una clara intencionalidad exterior dentro del contexto de la acción de la Monarquía en el flanco sur de sus posesiones que, por otra parte, coincide con un cambio de mentalidad de muchas de las autoridades cristianas de este espacio.
Dejando a un lado la fijación de una geopolítica en torno a 1609, lo que queda claro es que la carencia de un marco externo más amplio en la mayor parte de los trabajos sobre los moriscos es una consecuencia de considerar al Mediterráneo de la época de Felipe III de manera semejante al descrito por Fernand Braudel para Felipe II.11 Las pocas páginas que dedica Braudel a los años posteriores a la firma de la tregua con la Sublime Puerta, e incluso a las dos últimas décadas del reinado, nos han dejado huérfanos de un marco internacional en el que insertar una medida difícil de explicar, como es la expulsión de un importante contingente de población cristiana de origen musulmán. Esta carencia se ha solucionado con demasiada frecuencia recurriendo a la consideración, ya expresada en los mismos decretos de expulsión y aireada por la mayor parte de los apologistas de la medida que escriben en los primeros años del siglo XVII, de que los moriscos son los quintacolumnistas de la Sublime Puerta en el Occidente.12 La veracidad de esta afirmación, por lo menos en un contexto general, explica que sea uno de los argumentos que más se repita en la documentación anterior y posterior a la promulgación de los decretos, siendo una justificación perfecta para acallar cualquier tipo de crítica de las comunidades asentadas en Valencia y Andalucía.13 Sin embargo, si analizamos despacio la documentación sobre asuntos africanos de estos mismos años, vemos que esta cuestión debe de ser puesta en entredicho. Sin negar en ningún momento la importancia que tienen para los políticos españoles las posibles alianzas entre otomanos y moriscos, los cristianos nuevos de moros son un peligro por sí mismos, sin necesidad de recurrir a su colaboración con las ocak jenízaras. En la abundante documentación del momento se considera a los moriscos como individuos que representan un peligro para las pretensiones hispanas en el otro lado del Estrecho de Gibraltar, ya que son personas dotadas de una mayor capacidad técnica y militar que sus correligionarios del Magreb. Esto resulta especialmente evidente en la abundante correspondencia que genera la pretendida conquista-ocupación de la ciudad de Larache, en los años anteriores a la expulsión. En varias de las cartas de espías y mercaderes que se acercan a la plaza para reconocerla, se describe a los moriscos como los únicos moradores que se pueden oponer militarmente de forma eficaz ante la hipotética llegada de una armada española:
He buelto aver de Bagar lo que V. Ex. pregunta en esta suya de 7 y primero si son pagados estos soldados digo que no y ha más de dos años que no se les dio paga y por lo que es si a fuerza de los 300 soldados ay otros vezinos Digo que hellos y vecinos esto da una cosa Pues todo vezino es soldado y por lo que es si son moros y andaluzes mezclados y la mitad serán andaluzes, entienda V. Ex por Andaluzes descendientes dellos y son tan acovardados como los otros moros, que si tomo por andaluz el soldado huydo de España morisco destos no avrá arriva de 10 vezinos.14
A lo largo de todo el siglo XVI, los moriscos se inmiscuirán en las tensiones de la política internacional de una manera activa, pidiendo apoyo a las autoridades magrebíes y otomanas para aliviar las difíciles situaciones que padecen, o pasiva, siendo usados por los enemigos de la Monarquía para generar tensión dentro de los territorios controlados directamente desde Madrid. Es decir, realizan las mismas funciones que otros colectivos orientales y occidentales para los dirigentes españoles, como ha estudiado para el caso griego J. M. Floristán,15 y como también se puede considerar la política de los virreyes de Nápoles y Sicilia en el Adriático o las reiteradas embajadas al lejano «Sofí de Persia». Su peligrosidad aumenta cuando la Sublime Puerta adquiere territorios en el Magreb cercanos a las costas peninsulares, conquistas que están inspiradas por el objetivo de dotarse de bases militares para poder realizar un corso sistemático contra los intereses cristianos, situación que se desea evitar expulsándolos de las ciudades y localidades costeras desde la época de Carlos V.16 Esta misma política será la seguida por las autoridades cristianas cuando busquen un pedazo de tierra para que los caballeros de la orden de San Juan de Jerusalén sigan ejerciendo el corso contra los musulmanes, dándoles las islas de Malta y Gozo, además de Trípoli de Berbería, para realizar el mismo tipo de guerra que las futuras regencias berberiscas.17
Si repasamos la composición humana de las ciudades costeras magrebíes, tanto corsarias como mercantes, durante los siglos XVI y XVII se aprecia claramente la importancia de la comunidad andalusí en su población,18 lo que supone que son los grandes aliados de los otomanos cuando ocupan Argel y otras plazas argelinas.19 Sin embargo, su importancia para el mundo otomano será capital hasta la década de 1580, decenios en los que se organizan continuas expediciones para rescatarlos de la presión de las autoridades cristiano viejas,20 diluyéndose en el entramado humano que se conforma en estas urbes después de esta época. Los moriscos tendrán una gran importancia en las tierras de Marruecos en las últimas décadas del siglo XVI y las primeras del siglo XVII, en lo que respecta a su influencia en el corso, como se muestra por el número de apresamientos de individuos de esta procedencia en navíos marroquíes en estos años.
En los primeros años del siglo XVII, la acción de los corsarios es uno de los problemas más complejos que debe solventar la Monarquía, ya que no sólo son los marineros otomanos y marroquíes los que atacan a las naves y costas españolas, sino que un gran número de navegantes de diferentes países, pabellones y credos religiosos, se han incorporado al ejercicio de esta actividad. Como consecuencia de la desaparición de las grandes armadas mediterráneas, que se han reducido en su número de efectivos drásticamente después de la batalla de Lepanto,21 el Mediterráneo es un espacio dominado por este tipo de navegantes. Varios embajadores europeos que asisten al cambio de monarca en 1599 nos informan de la peligrosidad de acercarse por mar a los puertos españoles por la poca seguridad que existe en sus aguas cercanas.22 Esto es la demostración de que la vida del mar ya no es competencia exclusiva de las naciones y los hombres que pueblan sus riberas, sino que es un espacio multinacional. El «giro al norte de la historia» es una idea perfectamente acertada y verídica si pensamos que estas aguas son surcadas por comerciantes, corsarios y militares que tienen su origen en los puertos atlánticos y del norte de Europa. La vida del mundo mediterráneo es mucho más complicada que en la época de Felipe II, ya que existen nuevas potencias que ansían su control para comerciar, guerrear y para mantener la lucha por la hegemonía en el continente. Desde esta perspectiva, la internacionalización del Mediterráneo genera enormes problemas a la Monarquía, tema en el que no se detienen los estudios de geopolítica de estos años. En la Sublime Puerta de Estambul, lugar que hasta el reinado de Felipe II sólo era frecuentado por cónsules franceses y venecianos, además de por la llegada de frecuentes embajadores imperiales, ahora se nombran nuevos cónsules ingleses, holandeses y de otras potencias protestantes que buscan ampliar sus círculos comerciales y tener nuevos aliados. La paz con Francia, por referir exclusivamente un ejemplo, supone un problema para el comercio español en estas aguas ya que los mercaderes de Marsella, al igual que los de Liorna, se acercan a Mallorca, Barcelona o Valencia a cargar productos (sal, aceite, vino, telas, etc.) al ser más baratos que en sus puertos de origen, tráficos comerciales que se dirigen a las ciudades corsarias, lo que tiene unas consecuencias negativas para la economía de los estados del Levante de la Monarquía.23 En teoría, Felipe III, como hizo su padre, intentó limitar a los mercaderes españoles los tratos con los musulmanes, al mismo tiempo que los productos hispanos se generalizaban en el Magreb al ser transportados por marselleses, flamencos, bretones e ingleses. La pérdida de importancia de las marinas de España, como se denominan las armadas bajo el mando directo del monarca, coincide con el aumento de naves de guerra francesas, saboyanas, flamencas o mediceas, lo que supone un cambio radical con respecto al panorama que se vivía en el siglo XVI.
Felipe III, el duque de Lerma, el duque de Medina Sidonia y los otros responsables de la política marítima de la Monarquía, intentarán desarrollar diferentes medidas para acabar con el problema de los corsarios, desde el amurallamiento de la línea costera hasta la creación de armadas específicas para defender espacios concretos.24 Esto supone que el morisco no es la única fuente de información que tiene este tipo de navegantes, ya que existen muchos más corsarios que los otomanos, berberiscos y saadíes en estas aguas. Ninguno de los grandes almirantes y capitanes generales se preocupan demasiado por la influencia de esta comunidad de informantes, suponiendo que fueran absolutamente ciertas todas las acusaciones sobre su acción de espionaje, ya que éste es el ambiente propio del mundo Mediterráneo durante estas centurias.25 Los puertos, cárceles, baños de cautivos, lonjas de comerciantes26 y cuarteles de soldados son lugares donde la información fluye continuamente, además de que existen un gran número de agentes dobles que venden sus noticias al mejor postor. La propia monarquía de Felipe III buscará la ayuda de este tipo de personas, incluida la de andalusíes, para tener información sobre los movimientos del adversario, de la misma manera que se desconfiará de los griegos ortodoxos al pensarse que todos ellos pueden ser espías dobles.27 Por poner en cuestión las informaciones que supuestamente facilitan los moriscos, Felipe III desde 1612 dedica un enorme esfuerzo a preparar una «jornada secreta», haciendo prevenciones y pertrechos para que 30.000 hombres vayan a conquistar la ciudad de Argel, noticias que no llegan nunca al norte de África.28 En España tampoco se conoce en ningún momento la alianza de Francia con Holanda para preparar una «jornada» que tiene como objetivo conquistar la ciudad de Argel en los mismos años que Felipe III prepara su última quimérica empresa, ya que ante la imposibilidad de realizarla, terminará empleando el millón de ducados presupuestado en pagar la intervención española en la guerra de los Treinta Años. Sin embargo, en la documentación de la época se sigue hablando de que los moriscos son los mejores informantes que tienen los enemigos de la Monarquía, lo que no se ajusta demasiado a la verdad de los acontecimientos. A lo largo del siglo XVI los sistemas de espionaje, incluidos los españoles, se habían ido perfeccionando de tal manera que la importancia de los moriscos era relativa en todos estos acontecimientos. Trasportan más noticias los mercaderes que surcan el Mediterráneo que los cristianos nuevos de moros, mercaderes que también serán los encargados de hacer llegar los «avisos de levante» a las autoridades españolas.29 De otro lado, la mayor parte de las cartas de felicitación que se mandan a Felipe III por sus virreyes y gobernadores, especialmente abundantes al conocerse la ocupación de la ciudad de Larache, hablan de que la expulsión ha logrado la seguridad interior del reino, salvaguardando las espaldas de la monarquía de un posible ataque, congratulaciones que se refieren más a una sublevación interior que al peligro en la línea costera de la minoría.30
Desde los últimos años del Rey Prudente el Mediterráneo ya no es un mar surcado exclusivamente por berberiscos, otomanos, españoles, venecianos o genoveses, al incorporarse los franceses, flamencos, holandeses, bretones, ingleses y otras muchas naciones que antes no tenían una presencia excesiva en sus puertos. El gran nombre del corso argelino de estos años no es un turco de nación, y ni siquiera uno de los tornadizos calabreses o venecianos que protagonizaron la historia de este mar en varias décadas del siglo XVI, sino un renegado holandés, Simón Danzer.31 En 1608, meses antes del primer decreto de expulsión, el navegante otomano más importante y temido, Salah Reis, es reclamado por la Sublime Puerta para que abandone Argel y se traslade a la ciudad de Estambul, desapareciendo del contexto del Mediterráneo occidental ante las necesidades del sultán de contar con un mayor apoyo marítimo en la guerra que mantiene con Rodolfo II en Hungría. El gran corso argelino de estos años es casi anónimo, ya que los grandes nombres que le dieron reputación en los años del siglo XVI desaparecen completamente para ocupar el cargo de arráez (capitán de navío), individuos que actúan de manera completamente profesional y anónima. De otro lado, el corso es una realidad, desagradable y dolorosa, pero completamente aceptada por todos los navegantes del momento:
La Carta de V. S.a a la Vinutta del sr. Consolo chi fu a bon Portu havemo riceutta Insieme la fruta et Valencia he piaçutto mandarme di che la ringano Molto, et le havemo acettato con la bona Volunta che se dignata mandarmela... Ancora se mandano liberi li frati et altri xptiani che se avio rescatati et siabe sicuro che de qua in anti non se dara piu fastidii ne disturbo alcuno si a limosna o altri che Vollono Il trafico e comercio sia libero e franco.32
Los «avisos de levante» de los primeros años del reinado de Felipe III no se refieren nunca al problema morisco de una manera clara y evidente, cuestión que sí se puede rastrear fácilmente en los años de la Expulsión y posteriores.33 Ni siquiera los virreyes asentados en Italia están preocupados por estas cuestiones, como deja claro el duque de Lemos cuando felicita a Felipe III por los decretos de expulsión y la ocupación de Larache: «Estos sucesos y la consecuencia dellos daré a entender donde huviere necesidad de que se advierta que quando V.M. alça la mano del castigo, queda armado para poderle dar, y con benigna disposición de perdonar a los que conociesen sus yerros y se enmendaren».34 Según estas líneas, la medida es más importante por la ganancia de reputación en el contexto internacional que por sus consecuencias en la pacificación del mar interior. Un virrey que tiene que hacer frente a un mar lleno de peligro que desestabiliza las tierras que gobierna, donde se comienza a apreciar un cierto descontento entre algunos sectores de sus gobernados, está muy alejado de las justificaciones que se están utilizando para explicar la expulsión a los habitantes de la Península.
La expulsión de los moriscos se asocia en la época con la ocupación de la ciudad de Larache,35 tema que ha pasado demasiado desapercibido para la historiografía posterior. Esta cuestión se puede explicar desde perspectivas diferentes. La primera de ellas, como hacen los apologistas de la deportación de los moriscos, es afirmar que es el premio a una medida bien tomada por parte de la Corona. El tema también se puede analizar desde la visión de la política con los sultanes marroquíes, dado que era una empresa que Felipe II deseaba que fuese realizada y que fue aplaudida como uno de los mayores éxitos para establecer un cierto status quo en la situación en el estrecho de Gibraltar.36 Esta segunda visión supone aceptar un análisis bilateral entre la monarquía y el único territorio musulmán cercano no dependiente de la Sublime Puerta. Pero junto a estas dos formas de abordar el problema, existe una tercera que entronca directamente con la situación del Mediterráneo en los primeros años del siglo XVII. Larache, como La Mamora y otros enclaves costeros del Magreb, eran plazas que varios países europeos codiciaban, además de haber sido importantes para los iniciales planes de expansión territorial de los navegantes dependientes de Estambul en los primeros años del siglo XVI. Muchas naciones se habían interesado por tener plazas costeras en Berbería, ingleses y holandeses37 para el caso específico de estas dos ciudades, Francia, para determinadas villas cercanas a Argel y Túnez, o Génova, que desea gobernar la isla de Tabarca. Junto a ello, también los corsarios de estos países deseaban tener lugares de atraque y aprovisionamiento, papel que desempeñará Salé cuando sea habitada por los moriscos expulsados de Hornachos y Andalucía. Este dato, relativamente conocido, debe de ser ampliado incluyendo a estados católicos que desean convertirse en potencias marítimas en estas décadas. Este es el caso del duque de Florencia, príncipe que necesita el control de puertos para que los mercaderes de Ancona puedan aumentar sus intercambios en el Mediterráneo y el Atlántico. Las prisas en ocupar Larache por Felipe III, después de padecer un par de fracasos que han mermado su reputación, se pueden explicar por varias razones: concluir con unas negociaciones muy complicadas con alguno de los pretendientes a la sucesión de Ahmad al-Mansur, adquirir una posición de fuerza en Marruecos, impedir el ataque de los corsarios desde bases africanas (en especial a la flota de Indias y a las islas Canarias) o intervenir en los asuntos políticos de la dinastía Sa’dí. Pero también hay que sumar a esta lista el hecho de que se intentan impedir los progresos de los Medici en este espacio. Incluso Rodolfo II se planteó en algún momento de su reinado convertirse en una potencia mediterránea para aliviar la tensión que padecía con el Imperio otomano, idea que le lleva a enviar a Antonio Sherley en 1605 a Marruecos a negociar ciertos acuerdos con el sultán.38 Lo que resulta evidente, como se ha referido anteriormente, es que la expulsión de los moriscos y la conquista de Larache son acciones que deben de ser estudiadas conjuntamente en el reinado de Felipe III, que no así en el de Felipe II, lo que conlleva nuevamente a reafirmar que la medida tomada contra la minoría morisca entronca casi exclusivamente con la política Mediterránea de Felipe III.
En el Mediterráneo de los años de la expulsión de los moriscos no sólo han entrado barcos de pabellones diferentes, sino que hay muchos más príncipes interesados en convertirse en referentes para sus respectivos credos religiosos. El duque de Florencia, un aliado incondicional de la Monarquía Católica, ha logrado crear una armada de varias galeras que ataca a los intereses otomanos en Levante y ha dado vida a una orden militar que tiene como objetivo propiciar la lucha contra el infiel. La conquista de algún territorio balcánico en estos años, o el enfrentamiento directo contra los otomanos, era uno de los ideales latentes entre los príncipes de la Europa cristiana. Además de las acciones de los caballeros que se asientan en la isla de Malta y de las potencias tradicionales que han actuado en este espacio (el papado, Génova, etc.), aparecen nuevos dignatarios que comienzan a ejercer una activa política en el Mediterráneo oriental, como es el caso de la Florencia de los Medici.39 El renacimiento de la importancia de las órdenes militares dentro de los principados italianos en esta época, además de poder estudiarse desde claves estrictamente interiores de cada uno de los territorios,40 es una demostración de la trascendencia que adquiere la lucha contra el infiel en la mentalidad colectiva del momento, o en las mentes de algunos de los príncipes que propician tales acciones. El nombramiento de Filiberto de Saboya como prior de la orden de San Juan de Jerusalén en Castilla y León por parte del rey, acción sorprendente por la corta edad de la persona a la que se le otorga tal distinción, está dentro del ambiente ideológico del momento, al que no son ajenos el propio Felipe III y el duque de Lerma, personajes obsesionados con mantener viva la lucha contra la Sublime Puerta. El Imperio otomano de los primeros años del siglo XVII se está olvidando de los procesos de expansión hacia el Occidente al tener que hacer frente a la continuada ofensiva de los safawíes persas, a sublevaciones interiores y a soportar una crisis económica que lastra su activa política militar de épocas pasadas.41 Los príncipes cristianos, conociendo estas circunstancias, se lanzan a la frenética carrera de emprender una guerra marítima, que algunos definen como cruzada, que tiene todos los caracteres de acciones de corso sistemático aprovechando la debilidad de los turcos en el mar.
El duque de Saboya, por ejemplo, estaba deseoso de mostrar a sus contemporáneos su compromiso en el enfrentamiento contra el Turco.42 En la realización de esta guerra justa y necesaria se produce la ganancia de la reputación para quien la emprende, concepto muy importante en la teoría política de principios del siglo XVII,43 además de poder reportar nuevos territorios y posibles títulos para los príncipes que las propician. Carlos Emanuel I en 1607, después del regreso de los infantes a Turín, propone a Felipe III que se pueden emprender las empresas de Macedonia o la conquista de Negroponte,44 postulando la candidatura de Filiberto como capitán de la armada para que realice tales acciones en Levante. Resulta evidente que el título de prior maltés es uno de los argumentos que se aducen para justificar tal acción, aunque también se esconde la búsqueda de una corona real por parte del saboyano.45
Como ocurre en todos los virreinatos españoles en Italia, y en la misma sede del poder de Felipe III, la llegada de aventureros, refugiados, buscavidas y embajadas procedentes de las diferentes partes del Balkán se suceden a lo largo de estos años. Esta especie de «avisos de levante», aunque realizados en esta ocasión por emisarios y religiosos que, aportando cartas escritas en griego, o en los otros idiomas de la región, que en la actualidad se conservan en los archivos españoles, generan planes reales y quiméricos para emprender la conquista de estos territorios ayudando a las posibles sublevaciones que se producirán contra el decrépito poder otomano. El propio duque de Lerma es un perfecto producto de esta corriente política,46 hombre que colecciona mapas y relaciones impresas sobre sublevaciones en los estados balcánicos y que está deseoso de promover una activa política en el Oriente mediterráneo, que nunca se materializará por el endémico problema de dinero a lo largo de su valimiento.47 Dentro de esta misma coordenada hay que entender los deseos de Carlo Emanuel I sobre las tierras de Levante que, dada la compleja política que establece por consolidar su posición en Italia buscando la complicidad de Francia y España durante su mandato, quedaron relegados a ser simplemente preciosos planos y movilizaciones de hombres sobre el papel al no materializarse nunca en acciones reales. Cualquier acción en el Mediterráneo oriental requiere la participación de Venecia o de España, además de las naves de Malta, Génova, Toscana y el Papado (los potentados italianos según la documentación española del periodo). Las informaciones que tienen los príncipes deben de ser contrastadas con las noticias que posee el gran maestre de la orden de San Juan de Jerusalén, la persona mejor informada sobre estos temas por el abundante sistema de espionaje que maneja en el Mediterráneo oriental, además de por las continuas misiones de información que realizan sus escuadras.48 Además, desde el punto de vista español, las noticias sobre Levante estaban en este momento centralizadas en los virreinatos de Nápoles y Sicilia,49 territorios que cuentan con escuadras propias para poder realizar algunas de las acciones que se estaban ideando.
Ninguna de estas acciones es comparable con la expulsión de un elevado contingente de población de origen musulmán, como se hace en la península Ibérica, pero responden a un mismo espíritu que se está extendiendo por la Europa católica. En la mayor parte de las cancillerías del momento se está jugando con dos conceptos antagónicos, de una parte la profunda decadencia en la que se encuentra el Imperio otomano y, de otra, el miedo a los planes de conquista que se preparan en la Sublime Puerta con respecto al Mediterráneo occidental. Ambos sentimientos se pueden rastrear en la documentación española, así como en la romana y en la veneciana, mostrando los manuscritos la misma ambivalencia a lo largo de los primeros años del siglo XVII. Lo que cambiará completamente son las acciones prácticas que realizará cada uno de los estados. Mientras que los príncipes italianos restauran o reinventan órdenes de caballerías y fabrican escuadras de galeras, Venecia intenta mostrarse condescendiente con la mayor parte de los deseos de Estambul,50 el gobierno español intenta fijar una política defensiva en sus posesiones para preservar las costas de ataques, al mismo tiempo que instigar a sublevaciones interiores y exteriores, junto a emprender empresas de conquista de territorios en Levante y Poniente. El resultado final de este proceso es la generalización del corso cristiano en el Mediterráneo, situación que preocupa al sultán, de la misma manera que obsesiona a los consejeros de Felipe III el auge de Argel. Estambul vuelve a restaurar tratados comerciales con sus tradicionales aliados, Francia51 y Venecia, y firma otros nuevos con las nuevas potencias marítimas, Holanda e Inglaterra para intentar parar los continuos ataques de las naves europeas a sus intereses en el archipiélago.
La política española en el Mediterráneo en la época de Felipe III tiene unas peculiaridades que no han sido puestas de manifiesto en la historiografía reciente. Aunque este reinado ha sido definido como uno de los ejemplos más conseguidos de la generación de las políticas pacifistas de los primeros años del siglo XVII, es, sin embargo, uno de los más agresivos en sus acciones militares contra los musulmanes. Además de la expulsión de los moriscos, acción que se justifica en su época por alcanzar la seguridad interior, y la conquista de Larache y La Mamora, empresas inspiradas en un intento de asegurar la tranquilidad exterior al evitar que se instalen en estas plazas corsarios o que sean controladas por otras naciones, Felipe III emprende una acción militar muy dura contra el resto de las ciudades corsarias del Magreb. En primer lugar, materializa un pacto, o por lo menos intenta lograrlo, con el sultán safawí persa para desgastar al adversario político del imperio rival, evitando de esta manera que pudiera desarrollar una activa política en el Mediterráneo o que pudiera responder a algunas de las acciones que se mandan ejecutar contra los intereses musulmanes durante las dos primeras décadas del siglo XVII. Esta era una posibilidad que estaba abierta desde la época de Carlos V, pero exclusivamente se toma en consideración cuando accede al poder el hijo de Felipe II. En la crónica del reinado es difícil encontrar un año en el que no existan expediciones de ataque o saqueo contra ciudades corsarias, bien sean simples razzias o expediciones organizadas con el fin de acabar con el dominio otomano en este espacio. En toda la documentación se encuentran continuas referencias a que el sultán está preparando enormes armadas para conquistar Nápoles o Sicilia, por lo que es necesario emprender acciones en cualquiera de sus territorios para impedir que realice sus planes en el Mediterráneo. Se generaliza un enorme pavor entre los medios cortesanos por las decisiones que se puedan tomar en Estambul, por lo que se mandan espías continuamente para conocer el número de barcos que se arman en las atarazanas estambuliotas o los navíos y tripulaciones con los que cuenta la armada del Archipiélago.
La psicosis de terror ante los movimientos del sultán se acrecientan desde el momento que se tiene conocimiento de que los ingleses y los holandeses están intentando mover la voluntad de la Sublime Puerta para realizar grandes empresas contra el rey de España. En los «avisos de Levante» se insiste en que las armadas del sultán contarían con la ayuda de navíos del norte de Europa en sus planes de ataque contra Nápoles y otros territorios controlados por Felipe III. La única esperanza con que cuentan las personas que llevan en sus manos las directrices de la política mediterránea es que conocen las dificultades por las que atraviesa la Sublime Puerta, además de un enorme desprecio por la mayor parte de los almirantes otomanos que se eligen en estos años. Las cartas que provienen de Estambul insisten en que la corrupción está entrando en la designación de este tipo de cargos, no eligiéndose a las personas mejor preparadas para ejercer este oficio «...el nuevo almirante es un visir de su consejo, Amet, Baxa del Cairo, hombre rico, muy soverbio y sin ninguna esperiencia en el mar»52 y manteniendo que la mayor parte de los kapudan pachá que se nombran en estos años son bastante ineficaces.53 A Madrid y a los virreinatos italianos llegan noticias de que el embajador inglés está contando mentiras sobre los españoles y el de Holanda ofrece 50 galeones al sultán para reforzar su armada del Mediterráneo si ataca a los intereses españoles.54 El miedo también se acrecienta cuando se conoce que los ingleses están dispuestos a vender galeras y otras naves de guerra a los diferentes sultanes sa’díes, aunque por sumas de dinero desorbitadas, por lo que se piensa que el sultán del otro lado del Estrecho es cada vez más peligroso. La situación se complica aún más por la creciente enemistad que existe con Venecia, lo que acrecienta el pánico al pensarse que los navíos de la Señoría dejarán hacer a los otomanos, y que incluso facilitan información sobre las fuerzas y efectivos con los que cuenta la Monarquía. Al mismo tiempo que se tiene este miedo, que se intensifica por la audacia de alguno de los ataques corsarios, en la Corte se piensa que la Sublime Puerta ha entrado en un momento de recesión y agotamiento, por lo que no hay que temer demasiado sus movimientos. Dentro de los consejeros del monarca y de su valido se aprecia claramente que hay dos sectores perfectamente definidos, los que consideran que la acción en el Mediterráneo es esencial para la política de la Monarquía, y los que desprecian la acción en el mar interior, ya que la consideran excesivamente cara y de resultados muy inciertos, e insisten en lograr una posición más fuerte en Europa. Durante el mandato del duque de Lerma, la acción en el Mediterráneo contó con el respaldo directo de este personaje, así como con el apoyo de alguno de los confesores reales y el sentimiento religioso y piadoso de la reina, lo que explica la importancia que adquieren las acciones contra musulmanes.
Ante esta situación, el poder reaccionará incrementando la política defensiva en el Mediterráneo,55 política que también consiste en atacar a las ciudades corsarias berberiscas y magrebíes,56 al mismo tiempo que impedir el corso español en Levante para no ofender a la Sublime Puerta. Estas disposiciones que salen de Madrid y Valladolid no son cumplidas por parte de los virreyes, en especial por Lemos y Osuna, que montan un amplio sistema de corso para atacar a turcos y venecianos. El duque de Osuna desde Nápoles funda su propia escuadra para realizar acciones de corso sobre Negroponte y el Archipiélago, mandando los navíos redondos Octavio de Aragón. Incluso con dinero napolitano se financia directamente parte de la piratería uscoque que desestabiliza la navegación por el Adriático, generándose unos procesos de inseguridad evidente en todo este espacio con Venecia y la Sublime Puerta. Durante los años de la expulsión de los moriscos, y dado que la mayor parte de las galeras de la Monarquía están ocupadas trasladando a los moriscos a las cercanías de Orán,57 se permite a Anthony Sherley que construya una armada de 20 navíos redondos para atacar intereses otomanos en Levante con el fin de impedir que las naves del sultán vengan a auxiliar a los deportados. Las empresas que protagoniza este aventurero saldrán, como todas las que emprende, mal, aunque le permitirán jactarse unos años después de que si no hubiera sido por sus esfuerzos no se podría haber movido a tal cantidad de población al Magreb.58 Es decir, por un lado se intenta no enfurecer al adversario para que no reaccione violentamente contra los intereses de Felipe III, razón que explica las reiteradas peticiones de que no se realice corso cristiano, al mismo tiempo que se están promoviendo sublevaciones en Grecia y Albania, facilitando contactos con el safawí persa, financiando a los piratas uscoques y creándose armadas para atacar el mar controlado directamente desde Estambul. En la Sublime Puerta llegan noticias de que desde España y otros estados católicos se están preparando planes para recuperar Chipre, Siria, o de otras muchas empresas que quieren hacer daño a los intereses directos del sultán. Junto a planes reales y lógicos, se podrían enumerar planes de conquista de la ciudad de Estambul, intentos de asesinato del soberano otomano, empresas en Serbia o Montenegro, así como las pretensiones del algunos pontífices de volver a rescatar el ideal de cruzada que imperó en la década de los años 70 del siglo XVI por el mesianismo profético de Pío V.
Aunque ahora lo despreciemos, el miedo a las posibles acciones que puede realizar el Gran Turco debió de pesar sobre la promulgación de los decretos de expulsión, siendo el patriarca Ribera uno de sus mejores exponentes. Sobre este proceso de psicosis colectiva, se añade, en los primeros años del gobierno de Felipe III, la muerte de Ahmad al-Mansur. El duque de Medina Sidonia escribe un gran número de cartas reseñando que Muley Zidán es un hombre casi imposible de controlar y que se está acercando peligrosamente a los intereses franceses, lo que implica que su Capitanía General resulte de vital importancia para vigilar el flanco sur de la Monarquía.59 La pérdida de control de Marruecos por parte de la Corte de Madrid60 genera una enorme intranquilidad que conlleva que los moriscos sean mirados con recelo ante el miedo del desequilibrio de la zona del Estrecho de Gibraltar, desequilibrio en el que podrían actuar muy negativamente el gran número de cripto-musulmanes que siguen residiendo en la Península.
La única buena noticia que se tiene en este espacio, sobre todo después de los repetidos fracasos en los ataques a Argel, Bona, Querquenes y otras plazas del Magreb, son las alianzas con los gobernantes de los reinos de Cuco y de Lesbes, estados que se encuentran en la actual región de la Kabilia que se extiende por la parte central de Berbería. Según el cuadro que estamos dibujando, la alianza con el Cuco responde al mismo esquema de la estrategia que se pone en práctica con los rebeldes de Mayna, el sultán persa o los tratos con alguno de los pretendientes al sultanato de Marruecos. Se buscan aliados, con independencia de la confesión religiosa que profesen, para desestabilizar al adversario, a los que se mandan grandes sumas de dinero, asesores militares, armas y regalos personales para establecer relaciones de confianza estables con estas autoridades. La alianza con el Cuco logró los objetivos buscados, ya que durante los primeros años del siglo XVII las acciones de algunos de los mejores corsarios argelinos se reducen a tener que transportar hombres y vituallas al campo de batalla, además de vigilar la llegada de navíos españoles procedentes de Mallorca.
Durante el reinado de Felipe III se irá revisando gran parte de la documentación que genera la presencia española en las ciudades del Norte de África. Tanto el rey como su valido –y algunos historiadores incluyen también la inspiración piadosa de la reina– desean pasar a la posteridad como los hombres que logran emular a Carlos V cuando consiguió expulsar a los otomanos de la bahía de Cartago. Existe la idea de que la victoria sobre el Islam representa la empresa más memorable que puede realizar un soberano católico, por lo que se gastan enormes cantidades de dinero en mantener un frente abierto de manera continua en la lucha contra los diferentes estados islámicos. La utilización reiterada de los tapices sobre la conquista de Túnez que diseñó J. Vermeyen, piezas que se convierten en la representación misma de la Monarquía Española y que son llevados a Londres en el matrimonio entre Felipe II y María, supone una identificación de la casa real española con la recuperación y sometimiento de las potencias musulmanas, en especial sobre la Sublime Puerta. La idea de «reputación» está detrás de la mayor parte de estas acciones, pero no tanto en relación con el papel jugado en Europa sino con respecto a los monarcas pasados que son recordados por sus conquistas y victorias en las tierras y las aguas del Mediterráneo. Es la búsqueda de la reputación por la emulación de acciones memorables contra los musulmanes (como las realizadas por Fernando el Católico, Cisneros, Carlos V y Felipe II) lo que explica muchas de las expediciones financiadas por Felipe III y el duque de Lerma, el ansia de un marchamo de prestigio y honor que se puede aplicar perfectamente a la expulsión de los restos del Islam español. El nuevo monarca se atreve a realizar aquello que sus pasados no han logrado, razón que también le lleva a intentar denodadamente la conquista de la ciudad de Argel, idea que aparece desde el primer hasta el último día de su reinado,61 o pasarse años negociando con cualquier pretexto posible la cesión de la plaza de Larache.
Aunque el papel del Papado no se puede afirmar que fuera determinante en la expulsión de la minoría, lo que si resulta muy instructivo es la idea que se tiene en Roma sobre el peligro musulmán. Los diferentes pontífices del siglo XVI y principios del siglo XVII seguían predicando la idea de la necesidad de la unidad de los católicos ante los enemigos exteriores, siendo los otomanos la representación del mal en el Mediterráneo. El Papa, como potentado italiano, siempre estuvo de acuerdo con los planes ofensivos en el Mediterráneo, cediendo su escuadra de galeras para las diferentes empresas que se realizan en los ataques al Archipiélago y en la conquista de algunas de las ciudades del Norte de África. Sus relaciones con los caballeros de San Juan de Jerusalén de Malta y otras órdenes militares que renacen en esta época muestran claramente que se incluye en ese ideal mesiánico de luchar contra los musulmanes para aglutinar y cumplir con los cometidos de todo príncipe católico. Incluso permite que se acreciente el número de galeras que salen a navegar por el Mediterráneo, lo que vuelve a incidir en la idea de que la generación de los gobernantes de principios del siglo XVII está firmemente decidida a realizar una guerra contra el infiel, representado en el Imperio Otomano y sus vasallos los corsarios argelinos y tunecinos.
En el enfrentamiento con los corsarios también existe una componente claramente económica, menos apreciable en el bando español que en otros de los actores de la vida del Mediterráneo. Durante el reinado de Felipe III se aprecia perfectamente que las acciones de los «navegantes con patente» incide directamente en la actividad mercantil de este mar, asunto que cada vez más es una competencia que afecta directamente a los estados, además de a los particulares. La inseguridad de la navegación y de los tráficos comerciales en un espacio donde no existe ninguna potencia hegemónica no es asumida por ninguno de los intervinientes en el comercio del Mediterráneo, lo que explica que se reaccione contra la pujanza de las repúblicas berberiscas. Habrá que esperar a la segunda mitad de la centuria para que las potencias comerciales, en especial Francia y Holanda, reaccionen contra la proliferación del corso, pero en estos años se está iniciando un proceso que muestra claramente la ruptura de los ritmos tradicionales de la vida en este espacio. En alguna medida, el éxito de Argel o Túnez, que después de 1609 será también el de Salé, propiciará la ruina de este sistema de vida tradicional de los ribereños del Mediterráneo al profesionalizarse en exceso las urbes dedicadas a amparar a los navegantes con patente. La gran diferencia que se aprecia entre la Monarquía Hispánica y el resto de los países cristianos de su entorno, es la divergente reacción que se tiene ante el incremento de las acciones corsarias. Mientras que los países del norte de Europa intentan negociar acuerdos comerciales para salvaguardar sus pabellones, el Rey Católico, por su condición de tal, se plantea una guerra abierta y declarada contra estos navegantes por su condición de infieles. El valor de la victoria sobre estos seguidores de las predicaciones de Mahoma, que además son súbditos de la Sublime Puerta, es más importante que los gastos que pueda deparar la misma, lo que vuelve a ser una situación semejante a lo que ocurre con los decretos de expulsión.
La posición internacional de España durante el reinado de Felipe III es, como hemos intentado esbozar, bastante compleja y contradictoria. Aunque no existen grandes contiendas bélicas, si exceptuamos los intentos de desembarco en Irlanda, estamos ante un periodo de paz armada, que, en el caso del Mediterráneo y con los musulmanes, ni siquiera puede calificarse de paz en ningún caso. La quietud de los frentes del norte supone que se liberen recursos y hombres para realizar una acción decidida en el sur y en el este. El rey no se implica abiertamente en promover la lucha directa, salvo en los ataques a Argel y la ocupación de Larache y La Mamora, aunque facilita armamento, dinero y hombres para que los conflictos estén vivos y activos con el fin de debilitar a los diferentes adversarios. Quizá habría que definir a este reinado como el de la generación pacífica con los cristianos reformados y la agresiva contra los musulmanes. Los moriscos son expulsados por seguir practicando unas creencias religiosas que se consideran perniciosas, y que además implican su condición de traidores, lo que legitima que se acabe drásticamente con ellos. Desde esta perspectiva, el fin del mundo morisco tiene la misma lógica que muchas de las acciones que se emprenden en los límites sureños de los dominios de la Monarquía, ente político que se considera asediado por un gran número de adversarios a los que hay que combatir. Con los cristianos se pueden alcanzar consensos y acuerdos, como muestran las treguas y las paces que se firman en el primer decenio del reinado, pero con las autoridades musulmanas se establecen otro tipo de relaciones que se basan en otros principios completamente diferentes. En alguna medida, el comportamiento de Felipe III sigue unos esquemas semejantes a los practicados por su padre y su abuelo, hombres que insistían continuamente en público en que las preocupaciones en Europa les impedían dedicarse plenamente a resolver la cuestión de la amenaza musulmana sobre sus estados. La pacificación de los frentes abiertos en Europa le permitió al monarca abordar de una manera clara esta cuestión, decidiendo la expulsión total de la minoría, medida que resulta difícil saber si hubieran tomado sus antepasados. Aunque sorprendente, la expulsión se encuadra dentro un ambiente y una mentalidad que se extiende por varias partes de Europa, aunque sigue siendo imposible explicar la razón última que lleva a dictar una resolución de este tipo.
Notes
1 Un modelo para este tipo de análisis, aunque aplicado exclusivamente a la cuestión de las últimas décadas de la presencia de los moriscos en Valencia, es el trabajo de Rafael Benítez Sanchez-Blanco: Heroicas decisiones: la monarquía católica y los moriscos valencianos, Valencia, 2001.
2 La cuestión morisca ha sido uno de los temas más estudiados durante el siglo XX, pero sin embargo el reinado de Felipe III no ha recibido una atención semejante a la recibida por la minoría. El Mediterráneo, en concreto, es el espacio que ha sido menos trabajado al considerarse este reinado como un periodo de tiempo presidido por una generación pacifista en la mayor parte de Europa, idea que viene siendo corroborada al no existir campañas semejantes a las de Túnez, en la época de Carlos V, o la batalla de Lepanto, en la de Felipe II; Antonio Feros: El Duque de Lerma: realeza y privanza en la España de Felipe III, Madrid, 2002; Paul C. Allen: Felipe III y la pax hispánica, 1598-1621: el fracaso de la gran estrategia, Madrid, 2001; Bernardo José García García: La pax hispanica: Política exterior del Duque de Lerma, Lovaina, 1996.
3 Miguel Ángel de Bunes y Evrim Türkçelik: «The Mediterranean Confrontation between the Ottoman Empire and the Spanish Monarchy during the transition from 16th to 17th Century», en The Ottoman Empire and Europe: Political Interactions and Cultural Translations (16th-19th Centuries), París, 2010, pp. 185-202.
4 E. Charriere: Négociations de la France dans le Levant..., París, 1853.
5 La falta de interés de la Sublime Puerta por los variados planes que le proponen los enemigos y descontentos contra la Monarquía, proceso semejante al que ocurre en la España de Felipe III, es palpable. Por referir exclusivamente un ejemplo, el sultán y su almirante Cigala no toman en consideración la petición de ayuda de algunos movimientos sediciosos que se producen en Nápoles a finales del siglo XVI y principios del XVII: Emilio Sola: La conjura de Campanela, Madrid, 2007.
6 El caso más evidente de la política de colaboración entre el Imperio Otomano y las potencias enemigas de la Monarquía Hispánica es la alianza entre Francisco I y Solimán el Magnífico en 1535, Özlem Kumrular: El duelo entre Carlos V y Solimán el Magnífico (1520-1535), Estambul, 2003.
7 Las recientes paces firmadas con Francia, Inglaterra y las Provincias Unidas habían sumido a la conciencia colectiva en un sentimiento de renuncia de los antiguos ideales imperantes a lo largo del siglo XVI. La pérdida de reputación, idea obsesiva durante el reinado de Felipe III, que reportaban estas treguas y paces supusieron que se planteara, «Una victoria histórica contra el infiel, la principal gloria de su reinado, como al parecer opinaba de ella Felipe III». Juan E. Gelabert: «1609: Cuestiones de reputación», en Raja Yassine Bahri (coord.): Actas del Coloquio Internacional «Los Moriscos y Túnez», Cartas de la Goleta, n.° 2, Túnez, 2009, pp. 39-52.
8 Joan Reglà: «La cuestión morisca y la coyuntura internacional en tiempos de Felipe II», Estudios de Historia Moderna, III, 1953, pp. 217-234.
9 Chakib Benafri: «La rebelión de los moriscos de Granada y la posición de la Regencia de Argel (1569-1570)», en Congreso Internacional Los Moriscos: Historia de una Minoría, Granada (en prensa); Miguel Ángel de Bunes Ibarra: «El Imperio Otomano y el mundo morisco», ibídem.
10 Nabil Mouline: Le califat imaginaire d’Ahmad al-Mansur, París, 2009, pp. 286-291.
11 Fernand Braudel: El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II, México [1976].
12 Esta idea fue formulada en primer lugar por Joan Reglà: Estudios sobre moriscos, Barcelona, Ariel, 1974. Los trabajos sobre la preocupación y la acogida por parte de los sultanes otomanos de varios de los miles de deportados cristianos nuevos en Argelia, Túnez y Anatolia también han fomentado la idea de la unión entre moriscos y otomanos, Abdeljelil Temimi: Le Gouvernement Ottoman et le problème morisque, Túnez, 1989, Andrew C. Hess: «The Moriscos: An Ottoman Fifth Column in Sixteenth-Century Spain», The American Historical Review, 4, n.° 1 (oct., 1968), pp. 1-25; Chakib Benafri: Endülüs’te Son Müslüman Kalîntîsî Morisko’larîn Cezayé Goçu Ve Osmanlî Yardîmî, Ankara, 1989, Mehmet Özdemir: «Ottoman Aids to Andalusian Muslims», The Turks, Ankara, 2002, t. III, pp. 207-221.
13 El patriarca Ribera irá refiriendo este argumento muchos años antes de que se planteara la cuestión de la extirpación de la minoría al considerar que el reino de Valencia se encontraba seriamente perjudicado por los contactos entre estos cripto-musulmanes y los navegantes dependientes de la Sublime Puerta. AHN, lib. 913, 11.575, documentación que se encuentra inserta en el complicado proceso seguido contra Galcerán de Borja por la Suprema de la Inquisición como causa de un delito de sodomía cuando era gobernador del doble presidio de Orán-Mazalquivir.
14 Carta en cifra de Juanetin Mortara para el duque de Medina Sidonia, a 19 de agosto de 1606, AGS, Estado, Leg. 203.
15 José Manuel Floristán Imizcoz: Fuentes para la política oriental de los Austrias: la documentación griega del Archivo de Simancas, 1571-1621, León, 1988.
16 Juan Francisco Pardo Molero: La defensa del imperio: Carlos V, Valencia y el Mediterráneo / Juan Francisco Pardo Molero [Madrid], 2001.
17 Nicolás Vatin: Rhodes et l’ordre de Saint-Jean de Jérusalem, París, 2000; Anne Brogini: Malte, frontière de chrétienté: (1530-1670), Roma, 2006.
18 Esto resulta especialmente significativo si repasamos la geografía humana descrita por Juan León el Africano: Descripción general del Africa y de las cosas peregrinas que allí hay, traducción, introducción, notas e índices Serafín Fanjul con la colaboración de Nadia Consolani, Barcelona, Lunwerg, 1995, datos que también son corroborados por Luis del Mármol Carvajal: Primera parte de la descripción general de Affrica, con todos los sucessos de guerras que a auido entre los infieles y el pueblo christiano... / por el veedor Luys del Marmol Carvajal, Granada, 1573, impresión facsímil del primer volumen en Madrid, 1953.
19 Algún autor ha descrito los primeros años de gobierno otomano del Magreb central como la época de república otomana-andaluza de los corsarios, describiendo de esta manera los años de gobierno de Hayreddin Barbarroja en Argel, hombre que se mantiene en el poder por el envío de jenízaros desde Estambul y por la colaboración de andalusíes y moriscos, Emilio Sola: Un Mediterráneo de piratas: corsarios, renegados y cautivos, Madrid, 1988.
20 Juan Francisco Pardo Molero: La defensa del imperio: Carlos V, Valencia y el Mediterráneo, Madrid, 2001.
21 Sobre la evolución de las armadas cristianas en los reinados de Felipe II y Felipe III con referencia a la reducción de su número de efectivos véase, Miguel Á. de Bunes Ibarra: «La defensa de la cristiandad; las armadas en el Mediterráneo en la Edad Moderna», Cuadernos de Historia Moderna, Anejos, V, Madrid, 2006, pp. 77-99.
22 Simón Contarini: Estado de la monarquía española a principios del siglo XVII: (manuscritos del siglo XVII), estudio preliminar de Joaquín Gil Sanjuán, Málaga, 2001.
23 «Mi última que a V. Ex. Tengo scripto fue en 19 del corriente por la vía de Maçagan y dije la causa porque no tengo despachado el navío que de Cádiz me bino a Çafi que es por los muchos navíos corsarios de flamencos que a aquel puerto an acudido de 2 meses, que no an faltado de dos ingleses trayendo carabelas cargadas de açucar del Brasil y muchos navíos cargados de trigo, holandeses y yngleses, y como hallan a bender todas estas presas allí en Çafi no deja destar el puerto ocupado con ellos», Copia de carta de Juan Castellano de Herrera para el duque de Medina Sidonia a 22 de junio 1606, AGS, Estado, Leg. 203.
24 Bernardo José García García: «La Guarda del Estrecho durante el reinado de Felipe III», en Actas del II Congreso Internacional El Estrecho de Gibraltar, Madrid, 1995, IV, pp. 247-258.
25 Los efectos de la expulsión de la minoría no preocupan demasiado a Felipe III en 1609, ya que se piensa que no pueden alterar el equilibrio de fuerzas que existe en esas décadas: «...que para hazer menos ruydo conviene que la infantería esté embarcada a título de la expulsión y la artillería y lo demás también se podrá embarcar en los navíos con color de que estén mejor armadas y proveídas y no se a de forçar a los moriscos que se vayan a Berbería (los que por dezir que son cristianos no quisieren yr) pero a se les de desengañar que no an de quedar en España y que assí se podrán yr a otras tierras de christianos como no sea a ninguno de nuestros reynos». AGS, Estado, Inglaterra, Leg. 2849, Carta de Felipe III al marqués de San Germán, 28 de noviembre de 1609.
26 En este aspecto es muy significativa la correspondencia que manda el virrey de Mallorca, que suele interrogar a todos los patrones que atracan en el puerto de Palma de Mallorca para tener noticias recientes sobre los acontecimientos de Argel, AGS, Estado, Legs. 204-206.
27 Carta del rey al duque de Feria, 11-I-1608, Orden para que no pueda pasar a España ningún griego sin credenciales de Sicilia o Nápoles. AGS, Estado, Sicilia, Leg. 1163.
28 Sobre los diferentes informes y preparativos para realizar la «jornada secreta» véase AGS, Estado, Expediciones a Levante, Legs. 1950-1952.
29 El mejor informante español de acontecimientos de Argel en los primeros años del siglo XVII, S. Colom, empleará a patrones y marinos franceses de Marsella para hacer llegar sus extensísimas cartas desde Argel, en las que cuenta la sublevación de los beréberes de la Kabilia, el número de cautivos y mercancías que entran en el puerto y los problemas internos de la ciudad corsaria. AGS. Estado, Legs. 200-206.
30 La expulsión es considerada por el poder como una manera de acabar con un peligro interno, retrasando la ansiada ocupación de Larache hasta que no esté concluida la titánica empresa de acabar con la comunidad morisca: «No puede por agora salir de Cartagena la Armada del Mar Oceano por que la gente de ella es menester para la expulsión de los moriscos del Reyno de Murcia... En ninguna manera conviene que se hable en lo de Alarache hasta que la expulsión este hecha, si lo que a esta se de mucha priesa, guardando la orden del Vando que se os embia, sin exçeder del en nada, dando a entender que todo lo que se prepara es a este fin, y Muley Xeque podra yr quando la expulsión este muy adelante y no antes...», AGS, Estado, Inglaterra, Leg. 2849, Carta de Felipe III al marques de San Germán, 28 de noviembre de 1609.
31 Las acciones de este corsario generaron auténtico miedo en la mente de los españoles e italianos de estos años. Además de facilitar los conocimientos para poder surcar las aguas del Atlántico a los argelinos, su osadía le llevó a cometer ataques a objetivos de gran significación para la época, como puede ser la captura del hijo del virrey de Sicilia, el duque de Escalona. AGS, Estado, Sicilia, Leg. 1.163, n.° 228, Petición del duque de Escalona para rescatar a su hijo que está en Estambul, 1-VI-1609.
32 AGS, Estado, Leg. 198. Copia de una carta del Baxa de Argel (Soliman Bassa) al Virrey de Mallorca (Fernando Canoguera), 10 de mayo de 1604.
33 Este sería el caso de Honorato Brosquet, hombre acusado por los caballeros de Malta de entregar al sultán los planos de las fortificaciones de Malta y Gozo, aunque en realidad había venido a España para ayudar a los moriscos en las sublevaciones que protagonizaron en Levante peninsular. Esta misión es encargada por la Sublime Puerta a Venecia, República que contrata a este personaje para esta tarea. AGS, Estado, Leg. 1.164, 8-I-1610.
34 31-I-1611, Felicitación al Rey del duque de Lemos por la expulsión de los moriscos y conquista de Larache, AGS, Estado, Leg. 1.106.
35 Juan Luis de Rojas: Relaciones de algunos sucesos postreros de Bebería. Salida de los Moriscos de España y entrega de Alarache, Lisboa, 1613 y Marcos de Guadalajara y Xavier: Prodición y destierro de los moriscos de Castilla y Presa en Berbería de la famosa fuerça de Alarache por el cathólico y amado Filipo deste nombre, tercero rey y monarca de España, Pamplona, 1614. De cualquier manera, resulta muy curioso que quien primero vincula la importancia de estas dos empresas es la colonia de italianos asentados en Portugal al levantar una arco de arquitectura efímera para conmemorar que Felipe III desembarca por primera, y última vez, en Lisboa.
36 Tomás García Figueras y Carlos Rodríguez Joulia Saint-Cyr: Larache: datos para su historia en el siglo XVII, Madrid, 1973; María Dolores López Enamorado: Larache a través de los textos: un viaje por la literatura y la historia, Sevilla, 2004; Mercedes García-Arenal, Fernando Rodríguez Mediano y Rachid el Hour: Cartas marruecas: documentos de Marruecos en archivos españoles (siglos XVI-XVII), Madrid, 2002.
37 «Según los conciertos a de quedar para el sheriff de Marruecos y el uso del puerto a los holandeses y sus amigos, que agora queda en poder de Mulisbec, Rey de Fez, enemigo del de Marruecos, y así la dilación puede ser dañosa al servicio de V. Md.», AGS, Estado, Leg. 207, Carta de Antonio Sherley para asegurar el Estrecho de Gibraltar.
38 Nadie conoce el objetivo último de este extraño viaje, aunque por las noticias de los espías y el embajador holandés en este país sabemos que «Nadie sabe que viene a hacer aquí; las opiniones varían. Yo supongo que es para tratar de excitar a este rey contra el Gran Señor, cosa en que según mi opinión no tendrá ningún éxito», reseñado por F. Babinger: Sherleiana. Sir Anthony Sherley’s persische botschaftsreise (1599-1601) II. Sir Anthony Sherley’s marokkanische sendung (1605/06), Berlín, 1932, p. 43. Miguel Ángel de Bunes: «Antonio Sherley, un aventurero al servicio de Felipe III», en A. Alloza y M. Á de Bunes (ed.): Peso político de todo el mundo, Madrid, 2010.
39 G. Guarnieri: I Cavalieri di Santo Stefano nella storia Della Marina italiana (1562-1859), Pisa, 1960.
40 «Lasciato decadere dunque nel primo Seicento il piano di Emanuele Filiberto di usare l’Ordine per costruire una rete di onori europeo saldamente in mani sabaude e in grado di rivalegiare con quella espagnola e con l’Ordine di Malta, nasceva un sistema che andava, comunque, ben al di là dei confini dello Stato, estendendosi a diverse realtà italiane. Fra il 1600 e il 1612 (prima, cioè, che la rottura con la Spagna in seguito alla prima guerra per la successione del Monferrato segnasse una nuova più tesa fase della politica estera sabauda, che non mancò d’avere ripercussioni sull’Ordine mauriziano) l’ascrizione di nuovi cavalieri ritornò a livelli che potevano competere con gli anni di Emanuele Filiberto». A. Merlotti: «Le ambizioni del duca di Savoia. La dimensione europea degli ordini cavallereschi sabaudi fra Cinque e Seicento», en Guerra y Sociedad, op. cit., vol. II, pp. 661-689.
41 D. Howard: «Ottoman Historiography and the Literature of ‘Decline’ of the Sixteenth and Seventeenth Centuries», Journal of Asian History, XXII, 1988, pp. 52-77; H. Inalcik: «Military and Fiscal Transformations in the Ottoman Empire», Archivum Ottomanicum, VI (1980), pp. 283-337; D. Quataert: «Ottoman History Writing and Changing Attitudes towards the Notion of ‘Decline’», History Compass, vol. 1 (2004), pp. 1-9.
42 «Avido di gloria e di dominio, volge macchine grandi e pensieri più vasti della sua sorte... Non ha pensiero più intimo che allargare i confini del suo stato. Zelantissimo della religione cattolica e perpetuo nemico degli eretici...», Relazione di Bernardino Campello, noticia tomada de P. Brezzi: La diplomazia pontificia, Milán, 1942, p. 106.
43 Ideas que son defendidas por el preceptor de los infantes saboyanos en la España de Felipe III, G. Botero: Della riputazione del Principe, Venecia, 1619.
44 E. Rigmon: «Carlo Emanuele I e la Macedonia», Nuova Antologia, 1904, pp. 468-483.
45 Un estudio específico sobre los intereses de Carlo Emanuel I y Felipe III sobre la empresa en Macedonia lo ha realizado A. Tamborra: Gli Stati italiani, l’Europa e il problema turco dopo Lepanto, Florencia, 1961, pp. 21-50.
46 M. Á. Bunes Ibarra: «Felipe III y la defensa del Mediterráneo. La conquista de Argel», en Guerra y Sociedad..., op. cit., tomo i, pp. 921-946.
47 Resulta muy sorprendente que entre los papeles personales del duque de Lerma conservados en el archivo del monasterio de Loyola sea tan abundante la documentación que se refiere a cuestiones balcánicas, lo que muestra la importancia que da el valido a las acciones en esta parte del Mediterráneo. Son también muy abundantes las cartas de los hermanos Sherley relatando empresas que se deben realizar contra el Imperio otomano.
48 J. Salvá: La Orden de Malta y las acciones navales españolas contra turcos y berberiscos en los siglos XVI y XVII, Madrid, 1944.
49 M. Á. Bunes Ibarra: «Avisos de Levante: la red de espionaje español en el Imperio Otomano desde el sur de Italia en el tránsito del siglo XVI al XVII», en Ambassadeurs, apprentis espions et maîtres comploteurs en Espagne. Les systèmes de renseignement à l’époque moderne, París (en prensa).
50 Durante los años posteriores a la expulsión de los moriscos se produce la coincidencia de que el bailo (embajador) veneciano en Estambul es Simoni Contarini, que ha sucedido a su her-mano Francisco, persona que ejerció este mismo oficio en los primeros años del gobierno de Felipe III. Las informaciones que nos suministra desde la corte del sultán no se limitan a referir los intereses estrictos de la República, al incluir referencias a temas occidentales con más asiduidad que el resto de los hombres que ejercen el oficio en esos mismos años.
51 «Che dalli Venetiani, et Inglesii i si poi, li Spagnoli, Portughesi, Catalani, Ragusei, Genovesi, Anconitani, et generalmente tutte le altra nationi che hano possino liberamente venire de traficare per li luoghi del nostro Imperio sotto la rotettione et bandiera chi esse Imperio da Francia. La qual Bandiera siano obligati di portare peri l loro salvoconducto», Tratado de libre comercio del Sultán con Francia firmado en 1604, ENE, ms. 10.306, f. 28r.
52 Elizabeth Zachariadou (ed.): The Kapudan Pasha, Creta, 2003.
53 AGS, Estado, Leg. 1.165, 28-IV-1612.
54 Los «avisos de Argel» también suelen incluir entre sus noticias más frecuentes que los patrones de los navíos mercantes franceses siempre cuentan a los gobernantes argelinos que el rey de España está preparando naves para conquistar la ciudad, inventando un gran número de patrañas sobre futuros planes de conquista de la ciudad corsaria, AGS, Estado, Leg. 206.
55 Un excelente testigo de esta política es el propio Miguel de Cervantes que refiere en la primera parte de Don Quijote de la Mancha: «...dijo que se tenía por cierto que el turco bajaba con una poderosa armada, y que no se sabía su designio, ni adónde había que descargar tan gran nublado; y con este temor, con que casi cada año nos toca arma, estaba puesta en ella toda la cristiandad, y Su Majestad había hecho proveer las costas de Nápoles y Sicilia y la isla de Malta. A esto respondió Don Quijote: –Su Majestad ha hecho como prudentísimo guerrero proveer sus Estados con tiempo, porque no le halle desapercibido el enemigo...».
56 «...qui meos serenissimis exemplis statuet, preterezo intellixisse se circa littori Africae Piratas quosdam exsuris subditos mare infechi habere contra tractaum et confirmationem indudutaari qua se misisse se nuncios suos ad Capit. Barbariae ut ica provideat, ne post huaa simili a nuntra ad si deferanti», Relatione del Residenti di Constantinopoli fatta a S. M. Cesarea sotto la data de 12-X-1613, BNE, ms. 11.000, ff. 55-60.
57 El estudio sobre la forma de realizar la expulsión de los moriscos de España por las armadas de Felipe III ha sido estudiado en la tesis doctoral de Manuel Lomas Cortés, leída en 2010 y ahora publicada, El proceso de expulsión de los moriscos de España (1609-1614), Granada-Valencia-Zaragoza, 2011. Este autor ya había establecido algunas de las características de la realización práctica de la expulsión en trabajos como el titulado La expulsión de los moriscos del Reino de Aragón: política y administración de una deportación (1609-1611), Teruel, 2008.
58 AGS, Estado, Leg. 207, n.° 4.
59 Sobre la compleja situación que se genera en los primeros años del siglo XVII en Marruecos es de obligada lectura el libro de Mercedes García-Arenal, Fernando Rodríguez Mediano, Rachid el Hour: Cartas marruecas, op. cit., y esta nota es la ocasión para recordar el trabajo general sobre la expulsión de Míkel de Epalza, Los moriscos antes y después de la expulsión, Madrid, 1992.
60 Andrew C. Hess: The forgotten frontier: a history of the sixteenth-century Ibero-African frontier, Chicago-Londres, 1978.
61 La conquista de Argel, empresa que se da como segura, depara, sin embargo, interesantes discusiones sobre lo que hacer con la ciudad cuando se domine. Una buena parte del Consejo de Estado es partidario de destruirla y no gastar hombres en su defensa. Los sucesos de La Goleta en 1574 y la pérdida de algún otro presidio no eran experiencias que el nuevo monarca, siempre tan pendiente del culto a su imagen en el interior y el exterior de sus dominios desease repetir, AGS, Estado, Leg. 2634.