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La Ciudad de los

Dioses

En plena vista, Alex se apresuró hacia la Pirámide del Sol tratando de pasar desapercibido por la Ciudadela, pero para su sorpresa ya lo estaban esperando en su puesto de vigilancia.

Alex transformó su trote a una simple caminata en cuanto fue observado por sus compañeros de trabajo.

—Oh Alex —lo miraron con desagrado— el Jefe te está esperando en la cima.

—¿Qué tan grave es?

—Si fuera yo, me quedaría callado.

—Empezaré con un chiste.

El custodio sólo movió la cabeza en señal de que mejor no lo hiciese, ya que eso sólo empeoraría la situación.

Alex comenzó a subir por los escalones, pero se tardaría varios minutos en llegar a la cima considerando que la pirámide tenía una altura superior a los sesenta y seis metros. Conforme trepaba, podía percibir la majestuosidad del paisaje a su alrededor.

—¿Realmente? —Expresó el jefe boquiabierto— ¡Qué son estas fachas de venir como un vagabundo! ¡Podría tolerarte la barba y el cabello largo desaliñado, ¿pero el maldito uniforme despedazado?!

—¿Para eso me hizo subir la maldita pirámide? ¿Para sugerirme un cambio de imagen? ¿Quién nos patrocinará ahora?

El Jefe del Departamento de Conservación Arqueológica río sarcásticamente ante la ignorancia de Alex y le señaló que viniese hacia su posición. Alex procedió hacia el sitio indicado y se encontró con que varias piedras de la explanada residían grafiteadas con frases como:

“Kike y Gavy se quelen muchito”, “Aquí es tubo Pepito”, “Viva mejíco cablones”, “Pashen la cantinafora”, etc.

—Si me preguntas, yo diría que les urge unas buenas clases de redacción y ortografía.

— ¿Algo más?

—Ahora que lo mencionas como que hizo falta un “Aquí se fumó una buena Maussan”

—¡No es gracioso Alex!

—¿Por qué me culpas? ¡Eso fue durante el día!

—No Alex, después de cada cierre de vigilancia, el área del custodio es supervisado por su reemplazo y cualquier anomalía es reportada. En tu caso, no hubo reporte alguno, sólo una firma.

—Olvidé revisar, ok, vamos Gera hazme el paro.

—Realmente me consideras como cualquier burócrata, para llegar a este puesto no se requiere de una cabeza hueca. Crees que no sé qué te la pasas metido en las tumbas mientras descuidas estos lugares, compartes el mismo espíritu de tu padre, te doy eso.

—¡Yo no tengo padre!

—¿Por qué crees que te contraté?

—Por mi bello rostro —fingió una sonrisa.

—Te contraté porque al igual que él tienes ese instinto, sólo te hace falta creer.

—¡Me vas a suspender o qué!

El jefe se dobló de brazos.

—El Director de Operaciones desea eso, después de todo no está satisfecho con este numerito que te aventaste. Sin embargo, se le ocurrió algo mejor gracias a mí por supuesto.

—Te escucho —expresó con un poco de nerviosidad.

—En un par de horas, vendrán unos inversionistas importantes y necesito que te encargues del recorrido.

—¡Esa es tu gran jugada!

—Y una muy buena, debes admitirlo.

—No, no lo haré.

—Cada tres meses un trío de restauradores en compañía de una cuadrilla de colaboradores vienen a darle el cuidado adecuado a esta pirámide. Cosas como quitar la hierba, ubicar las piedras flojas porque luego los visitantes se las roban y además el daño causado por el grafiti especialmente si lo hacen con el filo de las llaves como parece ser el caso de aquella piedra ¿Tienes alguna idea de cuánto se gasta en repararlo?

Alex se puso a pensar en una buena respuesta para responderle y en cuanto se le ocurrió fue brutalmente interrumpido por otra preocupación aún más relevante.

—Déjate eso, imagínate si alguien hubiese salido herido sólo porque estabas jugando a los exploradores. Ahora la realidad es que el Gobierno nos redujo el presupuesto por cuestiones financieras, y a eso añadámosle que se perdió dinero por los boletos fraudulentos que vendieron algunos de tus estimados compañeros. Como podrás darte cuenta, no tienes alternativa.

—Yo no sé dirigir turistas y bien lo sabes Gerardo.

—¿En serio? Si no mal recuerdo, el otro día te calló un guía porque no dejabas de corregirlo.

—Sólo andaba de pasada, además no dije nada que no fuese cierto.

—Estabas a cargo de monitorear el ascenso de los visitantes en la pirámide, no de ridiculizar a nuestro personal altamente calificado.

—¿Altamente calificado? —Alex resopló— Ni tú te la crees.

—¡Escucha! Necesitamos esta inversión, si no la consigues —pausó para dedicarle una mirada amenazadora a sus ojos—, date por despedido.

—¡Vamos! —renegó.

—¡Ya me escuchaste!

—¡No estoy capacitado para esta clase de giras!

—¡Tampoco lo estás para explorar tumbas y aun así lo haces, así que deja de quejarte y prepárate!

—Comenzó a bajar por los escalones— ¡Oh y rasúrate por el amor de Dios!

—¡Dios no existe! —susurró para sí mismo.

Alex caminó por la explanada y se detuvo por unos segundos para meditar en su tarea asignada. Prestó suma atención a sus alrededores y se armó del valor de dar su mejor esfuerzo al ser inspirado por el paisaje.

Interesantemente había una bella mujer esperando cerca del primer escalón de la Pirámide del Sol. Alex prestó detalle hacia su cabello lacio que colgaba por debajo de los hombros. En las puntas se le habían formado algunos rizos quizás por la humedad en el clima. El tono café claro mezclado con los rayos rubios iba adoptando una visión impecable conforme le daba la luz del sol.

Este efecto de visualizar su raíz negra tornarse de rubio conforme se extendía hacía los extremos o puntas de su cabellera, la hacía resplandecer entre los presentes. El color de su piel era tan blanco que con la luz se volvía pálida. La chica tenía buen gusto ya que vestía una blusa gris recortada para mostrar su firme abdomen, y su falda contrastaba por sus distintas tonalidades desenvueltas en múltiples líneas horizontales.

Para su fortuna, gozaba de buena altura porque al ponerse a un lado de ella se encontraron casi cara a cara. Al removerse los lentes oscuros, los ojos verdes le obligaron a enfocarse momentáneamente en su delicado rostro.

Nunca había visto a una mujer tan hermosa en su joven vida, dicho desde el punto de vista físico.

—Que tal —le guiñó un ojo—, me llamo Jennifer Miller pero puedes decirme Jenny —sonrió con tanta seguridad mientras le extendía la mano.

—Alex… —titubeó al principio pero después cedió al humilde saludo.

— ¡Alejandro Romero! —Explotó con emoción— ¡Finalmente! Te he estado buscando por todas partes, me dijeron que estarías en la cima de una pirámide pero como hay muchas aquí, no supe cuál hasta que un caballero me dijo que te había visto cerca de esta zona y heme aquí.

Alex se quedó anonadado por el relato empalagoso, como si el encanto se hubiera esfumado en el preciso instante en que la muchacha abrió la boca. Curiosamente la presentación se tornó incomoda porque Jennifer seguía anhelando la respuesta de Alex con una que otra carcajada desatada.

—¿Quién eres?

—Jennifer Miller —volvió a reír de nervios.

—Sí, me quedó bien claro tu nombre, me refería a qué haces aquí, conmigo.

—¡Oh qué tonta! — Soltó otra risotada— Soy reportera del estudio…

—Espera —la interrumpió antes de que volviera a hablar sin detenerse— ¿Eres reportera?

—Así es, me encantaría poder entrevistarte, en serio no tienes la menor idea de lo que eso haría con mi carrera, me estarías haciendo un enorme favor.

—Sabes qué —la miró a los ojos, sin parpadear—, te puedes ir mucho a la…

Tras decírselo en su cara, Alex se fue de paso y no se atrevió a mirarla de nuevo. Él tenía una rivalidad con cualquier reportero ya que de niño detestó haber recibido más atención de la necesaria. Con una madre masacrada y un padre desertor, Alex nomás no podía estar en paz a donde fuese o estuviese porque siempre había algún loco y estúpido reportero siguiéndole el rastro con tal de obtener una exclusiva sobre aquella tragedia.

En sí había pasado más de una década desde que solían acorralarlo, pero de vez en cuando solía toparse con uno que otro curioso y era cuando acudía a su humor negro para ahuyentarlos.

Honestamente no anticipaba este resultado en Jennifer, había cierto aire de simpleza que le había gustado, bueno antes de que sacara a relucir su profesión.

Trató de prepararse aunque no era para tanto, Alex llevaba cerca de dos años trabajando en Teotihuacán por lo que la información residía almacenada en su memoria. Sólo era cuestión de accederla conforme se desenvolvía el tour.

Justo en medio de la Ciudadela como habían acordado, llegaron cinco hombres excesivamente elegantes como para ser simples turistas. Obviamente venían acompañados no sólo de Gerardo, el Jefe del Departamento de Conservación, sino del importantísimo Dr. Larent Tessier, el Director de Operaciones.

La Ciudadela figuraba en un espacio rectangular donde en su contorno había varias habitaciones donde se rumoraban habían vivido los sacerdotes o gobernantes de aquella época. Este término había sido elegido por los españoles quienes durante la conquista, supusieron que se trataba de un recinto militar.

Para este encuentro privado, Alex se recortó la barba y eligió por usar un pantalón de mezclilla verde con la camiseta y gorra oficial de la institución. Del mismo modo se colocó un chaleco semipreventivo por sí las dudas. No tuvo más opción que desechar su favorita chamarra de piel, el daño era irreparable.

—Les presento a su guía el Licenciado Alejandro Romero —expresó el Dr. Tessier con su inocultable acento francés.

—¡Qué tal! —Alex extendió su mano temblorosa para recibirlos uno por uno.

—Estos son los Maestros Zefiro Colt y Obeth Melgar; acompañados de sus asistentes Grofex Tzin, Oleksa Darylenko y Rozlak Franco.

—Caballeros —expresó el Dr. Tessier con formalidad—. Los dejo en buenas manos.

—Disfruten su recorrido —Gerardo le arrojó una mirada de advertencia a Alex.

—¿Cómo estuvo su viaje? —Inició Alex rompiendo el hielo— Escuché que vienen de la Basílica de Guadalupe.

Los cinco hombres permanecieron serios hasta morir. Tal parecía lo estaban analizando del mismo modo que él lo hacía con ellos. Debido a este incomodo silencio, Alex comenzó a sentirse agobiado y como consecuencia, la voz se le empezó a quebrar.

—En ese caso, bienvenidos a la zona arqueológica de Teotihuacán, referida como la ciudad de los dioses por consistir en el lugar donde los hombres se hicieron dioses.

Alex comenzó a transitar por el centro de la Ciudadela tratando de recuperar su seguridad mientras les enseñaba con una introducción contextual.

—Esta ciudad prehispánica llegó a concentrar más de cien mil habitantes en su apogeo. Actualmente es una de las ciudades más visitadas de México y a su vez, este pueblo nos ha dado mucho en cuestiones políticas, económicas, comerciales, religiosas, sociales, filosóficas y culturales ¿Alguna duda?

Alex ya se encontraba más tranquilo o eso pretendía meterse a la cabeza. Sin embargo, se le hacía inusual que ninguno de los inversionistas no expresase duda alguna. Desconocía si esto era bueno o malo.

—Y continuamos… aunque no lo crean este lugar tiene un gran significado sagrado, varias de nuestras fuentes confirman que los aztecas usaban estas ruinas para orar y hacer toda clase de ritos. Incluso formó parte esencial en la ocupación española. Aparte de los investigadores y científicos que vienen a trabajar, se implementó una nueva red de seguridad para la preservación del lugar. Como pudieron darse cuenta, tenemos cientos de elementos de la policía federal, estatal y hasta municipal.

—¿A qué se deben estas medidas intensivas? —finalmente preguntó uno de los invitados especiales y para la sorpresa de Alex, se trataba de Oleksa.

—Suelen visitarnos más de cien mil turistas, en semana santa casi el doble, por lo tanto es necesario no sólo protegerlos a ellos mismos sino también evitar que las estructuras se dañen puesto que cada visitante tiene su propia razón de asistir y usualmente tienden a dejar su huella, literalmente hablando.

De forma calculada, un helicóptero voló por encima de ellos cumpliéndose así la acostumbrada inspección del perímetro.

—No se preocupen, es normal a estas horas. Oh debo comentarles que esta zona arqueológica está compuesta por doscientos sesenta y cuatro hectáreas. Aquí se concentran los complejos monumentales como la Ciudadela, la Calzada de los Muertos y el Templo de la Serpiente Emplumada. Por los laterales encontramos el Palacio de Quetzalpapálotl y las Pirámides del Sol y la Luna. También se cuenta con dos museos especializados en cultura y murales teotihuacanos, un centro de estudios, salas de exposiciones temporales, un teatro al aire libre y dos jardines de escultura y botánica tradicional. Ahora, debido a la grandeza de este sitio, se han diseñado varios recorridos para disfrutar de un programa en especial. El Dr. Tessier y el Maestro Sandoval han seleccionado para ustedes la Ruta Monumental la cual consiste en visitar la Ciudadela, el Gran Conjunto, la Calzada de los Muertos, la Pirámide del Sol y la Plaza de la Luna.

Alex sacó su bote de agua y le dio un buen trago, no resultaba una tarea tan difícil después de todo, simplemente constaba de mucho verbo y predicado.

—Tenemos cinco puertas interconectadas en este camino empedrado, cada una de estas cuentan con una taquilla para el cobro y los servicios sanitarios, a excepción de la puerta cinco la cual está cercana a una librería. Las reglas son simples: no tocar las artesanías en los museos, no usar flash en los murales de pintura, respetar las áreas restringidas, nada de introducir alimentos, mascotas o armas.

—Demasiado tarde —reveló Oleksa disimulándolo a través de su tos.

Al instante Rozlak le dio un golpe a la cabeza para callarlo. Alex sólo se quedó pensante y asumió tratarse sólo de sarcasmo, al menos ya sabía quién era el cómico de este extraño grupo. Sin perder más el tiempo, Alex los guió hacía las ubicaciones estipuladas, ya que este recorrido estaba limitado por un periodo de tres horas.

El Gran Conjunto ya no era el gran recinto arquitectónico que una vez resguardó los centros comerciales y religiosos del pueblo arcaico, sino ahora acaparaba el estacionamiento general y parte de las oficinas administrativas.

Posteriormente Alex los condujo por uno de los dos ejes principales referidos por los mexicas como la Calzada de los Muertos.

—Esta calle de cuatro kilómetros de longitud y cuarenta metros de ancho se origina en la Plaza de la Luna hasta comunicarse con la Ciudadela. Básicamente cruza por el centro de la zona arqueológica destacándose varios conjuntos habitacionales. Entre estos, el Palacio de Quetzalpapálotl y el Palacio de los Jaguares.

Los inversionistas tuvieron la oportunidad de dirigirse al suroeste de la Plaza de la Luna para ingresar a los interiores de estos dos palacios y ser testigos de murales cuyas pinturas simbolizaban la cultura de sus rituales.

—Echen un buen vistazo a la enigmática Pirámide del Sol, hace ciento ocho años este lugar parecía una pila de tierra por lo que después de las primeras excavaciones, salió a relucir. Se dice que en el año de 1905, el presidente Porfirio Díaz ordenó dejarse al descubierto como parte de la celebración del centenario de la Independencia de México. Desde entonces ha generado bastantes hallazgos siendo el más reciente una escultura del dios de fuego Huehuetéotl, descubierto adentro de una fosa secreta en la cima. Debido a los pigmentos originales y los monolitos de piedra verde, se predice que datan del siglo VII.

Alex volvió a darle otro sorbo a su botella para refrescarse la garganta.

—Y continuamos.

—Espera ¿No la vamos a subir?

Oleksa había demostrado ser el único entusiasmado de este recorrido especial.

—Hoy no, lo siento.

—¿A qué se debe? —cuestionó Zefiro para asombro de Alex.

—Además de que unas piedras se dañaron, una sección del sitio comenzó a desprenderse debido a un incidente que hubo en la madrugada, por tanto se encuentran dándole los cuidados necesarios.

—¿Cuánto tiempo tardaran?

—No sabría decirlo con exactitud, pero será un buen rato por las problemáticas presupuestales que ha tenido esta institución con el nuevo gobierno, como seguramente le habrán contado mis jefes.

Zefiro asintió en su incombinable tono formal.

Finalmente llegaron al último segmento del recorrido, para entonces el sol ya residía en su máxima cúspide. Por tal motivo ameritaba un descanso entre la sombra proporcionada por un restaurante fino ubicado justo en las afueras de la zona arqueológica.

—Después de la Pirámide del Sol, la Pirámide de la Luna le sigue en tamaño. Aproximadamente tiene una altura de cuarenta y dos metros y sus fachadas laterales andan entre los ciento cuarenta y cinco metros. Podríamos escalarla desde el sur, pero recientemente los arqueólogos están estudiando unos esqueletos hallados entre unos compartimentos excavados en las capas de la pirámide, por lo que esa opción tampoco es viable.

Desde la Plaza de la Luna, los inversionistas observaban la enorme estructura de la cual Alex les platicaba. Cabe remarcar que a sus espaldas, moraba un altar central rodeado de diversas divisiones internas. A este modelo insólito se le refería como la Cruz Teotihuacana.

—¿Qué hacen con los artefactos encontrados?

—Permanecen un tiempo en su lugar hasta garantizarse su seguridad de desplazarse. Eventualmente son estudiados por el personal responsable dentro de las instalaciones del instituto mientras otros permanecen bajo el custodio de voluntarios.

—¿Voluntariados?

—Debido a la demanda de muchas piezas, nuestras instalaciones no son suficientes para almacenar todo lo hallado por tanto tenemos un programa de custodios, descuiden son personas altamente calificadas y de confianza.

—Interesante —concluyó Obeth.

—¿Alguna otra inquietud?

El silencio volvió a reinar.

—El futuro siempre está en la mente de todos, pero no es más que una ilusión porque su naturaleza es inexistente. No ha sucedido todavía y no sabemos si vaya a suceder de esa forma anticipada o imaginada. Es impredecible, más tenemos la alternativa de obtener una noción mediante la exploración de nuestro pasado. Como podrán darse cuenta, ahí está la clave —Alex señaló alrededor de Teotihuacán—. Los aztecas bautizaron esta zona como la Ciudad de los Dioses y tras décadas de persistentes estudios, investigaciones y excavaciones, se han hecho grandes descubrimientos gracias al avance de las tecnologías. No obstante, adquirir estas herramientas viene de un alto costo. Por consiguiente, si deciden unirse a esta noble cruzada, obtendrán no sólo un incremento en sus inversiones sino poseerán los orígenes de la humanidad como también los de sus secretos para construir un mejor futuro.

—Excelente elección de palabras, Licenciado Romero.

Alex aguardó en silencio ante la presencia del Dr. Tessier.

—Caballeros, es hora de reanudar las negociaciones, si son tan amables de seguirme.

Los inversionistas acudieron con el Dr. Tessier mientras Alex permaneció atento a las indicaciones de Gerardo, su jefe directo.

—Te puedes retirar a comer, pero regresarás a cubrir los siguientes dos turnos.

—¿Qué? ¡Hice todo lo que me pediste!

Gerardo le arrojó la cartera a sus pies.

—El ingreso a la última cámara fue cancelada porque casualmente la abertura se colapsó, así de la nada; pero ambos no creemos en casualidades ¿verdad Alejandro?

—Lo Siento —dejó escapar con insinceridad.

—Eso está por verse.

Alex deseaba haberse revisado sus bolsillos antes de haber emergido del Templo de la Serpiente Emplumada, si no fuese por la distracción de Caleb, quizás y se hubiera librado de este importante detalle, pero ya no era posible cambiar dicho tropiezo.

Cazadores de la pasión

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